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Prueba - Libro de la Sangre


Zack Ivashkov
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Apenas sentí el mordisco de la araña, me la quite con la mano, pisandola en seguida hasta que se convirtió nuevamente en mi gorra. No la iba a dejar pasear por mi cuerpo de ninguna forma .

 

El segundo hechizo de mi oponente no salió, así que aproveché su error tomando una piedra del tamaño de una pelota de golf, la cual señale con mi varita.

 

-Morphos- La piedra se transformó en seguida en un bezoar, el cual tomé sin que mi oponente pudiera impedirlo nuevamente.

 

Algo se me había hecho demasiado injusto en ese hechizo, puesto que en las pruebas anteriores no había visto que se utilizará. El bezoar estaba ya haciendo efecto en mi cuerpo y curando el veneno .

 

No deje de señalar a mi oponente, cuando realice mi siguiente hechizo.

 

-¡Maldición!- Fue lo que pensé.

 

El siguiente hechizo que el Gryffindor dijera, no saldría. Sin embargo, no estaba desprotegido de todo, puesto que todavía le quedaban hechizos que utilizar. Espere su siguiente ataque, quedando al pendiente.

 

Me preguntaba cual sería la siguiente obstáculo que tendríamos que vencer, algo que estaba deseando hacer. No le quite la vista de encima a mi oponente. Los demás no me importaban, de no ser los vitaes que seguian en ese extraño baile.

Editado por Lyra Katara Selwyn

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Se había aventurado junto a sus demás compañeros en las cercanías del bosque, aunque tenía la varita firmemente sujeta por si de nuevo la naturaleza volvía a atacarla. Empezaba a sospechar que esa era precisamente el plan de Zack y no le sorprendería, después de todo se sospechaba que era un mortífago.

 

Un tiempo después la prueba tendría que dar inicio. Después de la prueba a la que se habían tenido que enfrentar en el curso del libro anterior aquella situación resultaba familiar y ya no sería tan sorpresiva aunque imaginaba que los obstáculos serían muy diferentes y eso era lo que le intrigaba.

 

El escenario también era diferente lo que daba posibilidades para más ataques y defensas, después de todo ya habian estado allí durante la sangrienta y controversial clase. Ro aspecto fue modificado por Zack, rodeando por árboles caídos y así sin mucha más espera el enfrentamiento entre parejas empezó.

 

Cada uno se enfrentaba a un rival y todo empezó a ser un caos. Afortunadamente no habían olas o ráfagas de viento arremolinándose hacia ellos por lo que lo único que tuvo que hacer fue esquivar los hechizos que iban de un lado a otro, alejándose y defendiéndose cada tanto de inferís y criaturas sobrenaturales que empezaban a dar vueltas por allí.

 

- Expeliarmus!- reclamo agitando su varita en cuanto logró visualizar a @@Adryanie ya que había deducido que ella sería su rival. El hechizo avanzó veloz hacia la bruja mientras seguía moviéndose para evitar ser golpeada por alguna invocación.

Editado por Sally Sigel

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Después de animalizar aquella muralla, Edmund alcanzó a ver como Niko levantaba nuevamente su varita para copiar el hechizo que él había utilizado. Este tuvo efecto sobre uno de los troncos de árboles que estaban tirados sobre el suelo, proporcionándole facciones animalescas. Las dos descomunales criaturas se enzarzaron en una batalla épica en medio de los dos magos que las habían invocado. Claramente que el vitae que él había utilizado era más poderoso que el Niko, esto se debía al material del que estaba hecho, acero, puesto que el de su compañero era de madera. Browsler alzó su varita para ayudar a su criatura a terminar aquella lucha.


¡Strellatus! —exclamó. La luz mágica proveniente de su varita flahseó el rostro de la bestia animalizada de Niko con el objetivo de detenerla. Su muralla animalizada aprovechó aquel momento para derribar al árbol animalizado contra el suelo y asestarle un golpe ensordecedor sobre lo que sería su pecho.


Mientras aquello sucedía, un inferí atacaba a su compañero. Afortunadamente él había detenido al cadáver que había intentado atacarle al amordazarlo con tres gruesas cuerdas y este se encontraba ahora muy lejos de él. Niko había utilizado una estrategia diferente en aquella ocasión. El mago había esperado a que el cadáver se acercara lo suficiente como para poder tocarlo y dejar una marca de sangre, la cual tenía una forma que Browsler no había alcanzado a ver. Ahora el inferí se encontraba bajo su control, pero este no se movía de su posición. Edmund infirió que Uzumaki le había dado la orden al cadáver de que lo defendiera.


Edmund supuso que Niko le había lanzado una maldición porque advertirle algo y sus palabras se vieron frustradas. «Episkey» pensó Browsler para cerrar la herida que la daga del sacrificio de Niko había provocado en él, cerrando la abertura y cesando el sangrado. Mientras se curaba a sí mismo, su muralla animalizada asestaba el golpe final contra la otra, la cual estaba aún aturdida, para acabarla con una fuerza descomunal similar a la de dos rayos destructivos.


¿Niko? —preguntó Edmund al observar cómo su compañero caía contra el suelo. Segundos atrás había intentado advertirle a su compañero que no se había curado de la herida que la daga del sacrificio le había dejado. Esta se había abierto de tal manera que la sangre brotaba de allí a borbotones.


El mago se hizo nuevamente con el arco y el carcaj de flechas para clavar una sobre el inferí que cuidaba a su compañero al tiempo que corría en su ayuda. La flecha atravesó el pecho del cadáver para dejarlo clavado contra el árbol que se encontraba a sus espaldas. Al llegar al cuerpo de Niko, Edmund se colgó al cuello una cadena con forma de topacio amarillo e impuso sus manos sobre la herida de su compañero para que cesara el sangrado y esta cerrara poco tiempo después. Aquella sanación le había dejado sumamente cansado por lo que tuvo que tomar un poco de la poción herbovitalizante que llevaba siempre consigo dentro de su monedero de piel de moke. Edmund se incorporó cuando Niko recuperó sus fuerzas para alejarse de él unos diez metros.


Te concedo la revancha —comentó. Su muralla animalizada, aún existente, se ubicó frente a él para defenderlo.



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- ¿He hecho algo mal? - Preguntó, solo que nadie lo podía escuchar, solo él podía hacerlo o al menos su espíritu - Claro que he hecho todo mal, tenía que curarme de la herida de la Daga, solo que el libro no lo decía. Solo había leído qué tenía que hacer, pero no cómo curarse. Otra vez me ha ganado Edmund - Estaba siendo una costumbre de su compañero de rango, al menos era uno de sus amigos y no lo regañaría por hacerlo. Aunque al menos había hecho bien su trabajo como profesor, Edmund siempre había sido uno de los mejores alumnos.

 

- Pero... ¿qué ocurre? - Algo no estaba bien, sin duda alguien lo estaba intentando revivir, pero no eran los profesores. Estaban demasiado lejos como para reaccionar tan rápido y si fuera por el mortifago, no se interesaría en ayudarlo. Para su sorpresa, era Edmund quien lo estaba curando, uno motivo más para sentirse demasiado apenado. No podía creer unos años atrás había sido su profesor, en verdad no lo demostraba.

 

- ¿Una revancha? Está bien, espero no morir de nuevo - Agregó, aún tenía que preocuparse por la gran muralla que había invocado su compañero, pero todavía tenía suficientes árboles en el piso para atacar y seguro evitarían que lo atacara. A su lado se encontraba el inferi muerto y con una flecha en medio - Creo que te está comenzado a gustar lo de lanzar flechas, solo no lo hagas conmigo - El Knight había demostrado ser muy bueno con el arco, y no quería experimentarlo.

 

- Muchas gracias por cierto - Al menos podía seguir en la prueba gracias a Edmund y podría seguir experimentando los nuevos hechizos que tenía el libro, de paso tenía que estar seguro de sus usos para no volver a morir por un pequeño error.

 

- Vitae - Dijo mientras apuntaba a otro de los árboles que estaban en el piso, había sido demasiado bueno tener tantos a su disposición para poder utilizarlos como defensa. En especial contra la gran muralla, al igual que con su antigua creación, el árbol tenía 2 metros de alto y 1 metro y medio de ancho, además se encontraba a menos de 2 metros del Tonks. Rápidamente se levantó y mostró sus grandes garras y su cabeza de tigre. Esta vez su orden era defender a Niko de cualquier ataque. Mientras la muralla de Edmund estuviera quieta, el árbol no haría nada a no ser que el Dumbledore cambiara su orden.

 

- Juramento de Sangre - Pensó - Ha llegado la hora de utilizarlo - Esperaba hacerlo bien, mientras recordaba lo que decía el libro - Yo juro no lanzar hechizos verbales - Edmund había recibido una herida con la Daga del Tonks unos minutos antes y sabía que podría realizar un juramento, aunque él también tendría que cumplir la promesa.

 

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Aquello se estaba volviendo muy confuso y sangriento, aunque después de los sucesos que precedieron a aquella batalla campal no tendría que haberle sorprendido en mi absoluto. Después de todo era algo bastante similar a una redada o un asalto. Tuvo que rodar por el piso y resguardarse detrás del tronco de un árbol caído para protegerse de un par de hechizos.

 

Para cuando pudo asomarse por encima para ver lo que ocurría no pudo vislumbrar a Adryanie, ¿a donde se había metido? ¿Acaso había sido atacada por alguna de esas bestias sobrenaturales que parecían estar bailando in extraño baile en medio del escenario?

 

No tuvo mucho tiempo para preocuparse por ella pues sintió que algo la sujetaba de las piernas... Mejor dicho, alguien. Cuando se giró tuvo que ahogar un grito al ver a un cadáver que la iba jalando. Su primera reacción fue intentar safarse dando patadas pero la criatura tenía una fuera sobrenatural.

 

- Incendio - vocalizó agitando su varita con nerviosismo. Una tímida llamarada asomó la punta de su varita y logró disminuir la fuerza de agarre del inferi. Eso era, tenia que intentarlo de nuevo - ¡Incendio! - gritó con fuerza, está vez sujetando su varita con más firmeza y entonces la llamarada que logró emergir hacia el inferi hizo que éste la soltara y ayera al suelo entre llamas.

 

No lo dudó ni un segundo y se incorporó rápidamente, sorteando los obstaculos que tenía frente a si. Sólo bastó que mirara hacia atrás por un momento para que chocara contra algo grande y duro. Cuando logró recuperarse de la colisión ya tenía al oso abalanzándose sobre ella. Eso era demasiado, acababa de salir librada de un inferi y ahora su situación no había mejorado precisamente pues el oso le mordió el hombro antes de que pudiera reaccionar.

 

- Obedire... - susurró temblando mientras ponia su mano ensangrentada en el cuello del oso. Se había llevado la mano al hombro herido por puro instinto y entonces aquel hechizo le vino a la mente al recordar que habia sido efectivo cuando se lo hizo a Niko. Afortunadamente ésta vez tampoco falló y el oso se detuvo a centímetros de causarle una nueva herida. Se dio vuelta y se empezó a alejar tal como le había ordenado mentalmente.

 

Pensó en un par de episkey para curarse aquella herida mientras ella también se incorporaba y se alejaba al otro lado del escenario, como temiendo que el hechizo dejara de hacer efecto en cualquier momento y el oso volviera a atacarla por la espalda.

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Está bien, prometo no lanzarte flechas —respondió Edmund soltando una carcajada al tiempo guarda de nuevo el carcaj y el arco en su monedero.


Niko le agradeció e inició el duelo nuevamente. Uno de los árboles que estaba ubicado cerca de él se transformó en una animalización similar a la que su muralla viviente había destruido. La descomunal bestia se había ubicado frente a su invocador para defenderlo. Edmund sabía que si la suya se movía, desataría por segunda vez una batalla campal en medio de los duelistas. Prefirió evitarlo.


¡Silencius! —dijo Browsler para evitar que Uzumaki pudiese realizar su siguiente hechizo, interceptándolo justo cuando iniciaba la frase jurando algo.


«Juramento de Sangre» pensó Edmund. Niko había intentado realizar la magia de sangre aprendida del libro.


Floreus. —Edmund pronunció el hechizo en voz alta para que Niko pudiese escucharlo y así saber que su varita había sido afectada. Hasta ese momento ni el árbol animalizado de Niko, ni la muralla animalizada de Edmund habían realizado movimiento alguno. Cuando Edmund terminó de realizar aquel hechizo, su bestia desapareció sin dejar rastros de su existencia.



Una niebla pasajera comenzó a dar lugar en el claro, nublándoles la visión y desorientándoles. Edmund no tenía idea de qué estaba pasando. Ni tampoco de la razón por la cual había invocado la daga del sacrificio. Pero sí lo había hecho. La daga de plata ahora se ubicaba en su mano libre. Los ojos azules del mago adquirieron un tono blanquecino que aterraba con tan sólo verlo. Browsler se llevó la daga hasta su pierna para clavarla con fuerza en su muslo izquierdo, provocando un grave corte que haría emanar sangre a borbotones de allí.


Immolo oppugnare —dijo mientras clavaba la daga. Aquel mismo daño se vería reflejado en la pierna de Bastian Karkarov Malfoy.


«¿Qué demonios?» pensó Edmund cuando la niebla desapareció. Tenía la daga en su mano izquierda y de un corte profundo en su pierna emanaba un arroyuelo de sangre que caía al suelo.

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- Episkey. – Recorrió la cabeza del danés, cuando observo como Stephanus le quitaba la vista a su criatura, era una buena defensa después de haberse clavado la daga en la palma de la mano, el hombre no era precisamente un masoquista, pero no estaba tan mal sentir la adrenalina de un artefacto así.

Aunque dudaba que llegara a usar la daga en algún momento de su vida, pero todo podía cambiar, aunque por el momento solo le preocupaba detener el sangrado del corte de su mano derecha.

 

Después de observar a un inferí interponerse en medio del duelo, Axel se preocupó un poco por la locación del lugar, en que bosque se encontraban si había inferis en el mismo, eso le puso los pelos de punta, así que estaba listo para lo que viniera.

Esperando que su criatura pudiera recuperar la vista rápido y volver a su misión, atrapar a Stephanus, Axel miro su herida en la mano, y suspiro tomando un poco de aire. – Yo juro, no utilizar efectos. - Suspiró mirando su mano, y después su daga que se encontraba en la otra, no sabía bien si el juramento de Sangre fuera tan poderoso como decía el libro, pero estaba listo para experimentarlo y que mejor en la práctica.

 

Buscando ahora con la mirada a su rival, ambos magos quedarían unidos a esa promesa.

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- Agh odio quedarme sin voz - Pensó, Edmund había sido mucho más rápido y había logrado evitar su Juramento de Sangre, pero en algún momento lo podría utilizar de forma efectiva. Unos segundos después el mago realizó un segundo hechizo y sabía bastante bien qué era lo que buscaba pero no se lo permitiría.

 

- Daga de Sacrificio - Pensó, tenía una plan de usarla nuevamente para provocar daños sobre Edmund, sería una gran idea. Al menos estaba vez realizará su curación para no morir nuevamente - Immolo oppugnare - Dijo mientras realizaba un corte en su brazo izquierdo - Edmund Browsler - Pensó, la magia de la sangre no le agradaba pero tenía que demostrar que sabía usarla y no había sido muy bueno al morir, así que su trabajo sería doble. El corte realizado en su brazo se reflejó en el mismo lugar pero en el cuerpo de su oponente.

 

- Floreus - Dijo, sabía que el hechizo no tendría efecto debido al ataque de Edmund y que de su varita solo saldrían flores. Odiaba las flores así que simplemente las tomó y las lanzó al suelo, aún con esperanzas de haber hecho bien su hechizo.

 

- Y falta el toque final - La muralla acaba de perder su forma animalizada así que el árbol había entrado en acción, Edmund lo había puesto en muchos problemas en varias oportunidades y ahora le tocaba la suya. Rápidamente le ordenó a su criatura atacar al mago para generar heridas en su pecho, igual que la fractura de alguna de sus costillas, no sería grave pero tendría mucho dolor.

 

- Curación - Pensó, era muy bueno que dicho efecto no consumiera acciones dado que lo podría utilizar en ocasiones como esta. Su herida cerró rápidamente, no quería tener problemas después por ello. No obstante, mientras curaba su herida en el brazo, una niebla apareció y perdió el control de su cuerpo. La daga nuevamente apareció y dijo - Immolo oppugnare - Mientras realizaba nuevamente una herida en su brazo izquierdo y pensaba en Axel Rexdemort.

 

- No sé qué ha ocurrido - Lo único que podía saber es que tenía nuevamente una herida en su brazo provocada por la Daga, pero no sabía quién había sido el objetivo de su ataque. Todo había sido muy confuso, pero al menos también le había ocurrido a Edmund. O era lo que quería creer, si también había sido víctima de la niebla, tendría dos heridas y un ataque del árbol.

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Sin saber de donde, un tigre apareció a mi costado derecho y se lanzó contra nosotros para atacarnos en medio de nuestras propias batallas. Era increíble que hubieran elegido aquel bosque lleno de peligros para impartir el curso, pero en vez de hacer sonoras mis quejas, apunté hacia aquella criatura para que no me hiciera daño o a cualquiera de mis compañeros.

 

- ¡Oppugno!

 

Iba a utilizar el anillo de las bestias, pero preferí guardarlo para otra ocasión que en verdad necesitara ocuparlo, ordenándole a la bestia correr lo más rápido que pudiera para alejarse de nuestro claro, así, una vez que terminara el efecto de mi conjuro, estaría desorientada y no sabría el camino de regreso. O eso era lo que esperaba.

 

Miré a mis compañeros y pude entender que ahora se atacaban los unos a los otros, sin razón aparente, más allá del compañero que tenían en frente, seguramente por algún tipo de maldición que se había hecho.

 

- No lo puedo creer... - Bufé en voz baja temiendo que en algún momento yo también terminaría haciendo algo por el estilo.

 

Y así de rápido sucedió. Invoqué la daga y me hice un corte en la pierna derecha para afectar a Thomas Gryffindor con el mismo corte, pronunciando las palabras del hechizo Inmolo Oppugnare. Rápidamente pensé en un episkey para sanar la herida y observé como funcionaba mi conjuro.

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<<¿Qué diablos pasó?>> pensó el Gryffindor cuando recuperó total control de su mente; tal parecía que por breves instantes sus pensamientos habían sido influenciados por fuerzas de origen desconocido y oscuro que le instaron a atacar a su compañera con una Maldición del tipo asesina que usualmente utilizaban los mortífagos. <<¿Será este lugar? Yo no soy de la Marca Tenebrosa… ¿Por qué usé eso?>> se cuestionaba muy desorientado, tratando de fijar su mirada esmeralda en los lejanos ojos de su padre, quien (seguramente) impidió que cruel y fatídico rayo a sangre fría brotara de la punta de su varita de pirul; gesto que agradeció a la distancia con una tenue sonrisa. -Pe… perdona Lyra… No sé… yo no sé qué fue lo que me pasó- le dijo a su rival aún con cierta confusión, al mismo tiempo que se llevaba ambas manos a la cabeza para calmar una horrible cefalea que brotó en él. -¿Dónde nos has traído Zack? ¿DÓNDE?- le gritaba al docente mientras trataba de aminorar su dolor, estando de rodillas sobre la gélida tierra del tétrico bosque que los cobijó como aprendices del libro.

 

-¡Morphos!- clamó fugaz cuando observó que Katara se introducía un bezoar en la boca para curar el veneno de la araña de rincón que ya recorría su torrente sanguíneo; esta vez apuntando a su tennis (deportiva) derecha, la cual se transformó en una viuda negra que le picó de inmediato en el dorso del mismo pie, inyectando nuevamente una letal toxina antes de esconderse entre sus ropas del miembro inferior ipsilateral a la mordedura. Pero cuando estaba a punto de dirigirle otro ataque a la Selwyn; una extraña niebla invadió el campo de batalla, cubriendo absolutamente el claro en donde todos estaban. <<¿Pero qué demonios pas…>> fue lo que alcanzó a preguntarse el pelirrojo; ya que, acto seguido a su actitud dubitativa, invocó (en contra de su voluntad) la Daga del Sacrificio. -Immolo oppugnare- susurró en voz baja, segundos antes de centrar su atención de forma mental en Sally Sigel; deslizándose la filosa arma por el muslo izquierdo, realizando un corte no muy profundo que empezó a discurrir hilos de sangre que le hicieron despertar de su trance.

 

-¡Ahhhh! Me duele…- se quejó el Gryffindor, percatándose que tenía una herida lacerante en su pierna zurda. <<Episkey>> repasó en su mente en silencio, logrando que el efecto detuviese la pequeña hemorragia y cerrara los tejidos dérmicos y epidérmicos dañados al haber utilizado su daga sin su propio consentimiento. -¡Si yo la sané!- gruñó al sentir el dolor quemante una vez más, pero en esta oportunidad fue su pierna derecha la que sufrió los estragos de algún malintencionado o hipnotizado compañero de clase. -Tendré que esperar para arreglarme esto- bufó a regañadientes mientras se ponía de pie; incorporándose frente a Lyra para analizar el escenario que, de un momento para otro, había cambiado completamente.

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