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Castillo Karlštejn (MM: 108937)


Kutsy Stroud Lenteric
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El cumpleaños de Emma era una ocasión para celebrar, su pequeña cumplía tres años ese día aunque su apariencia era de una niña mucho mayor. Sus cabellos dorados eran el foco de atención de la mirada de su padre, subitamente él se había quedado callado y tenía el presentimiento de que algo malo pasaba.

 

-Papá?....-Preguntó Emma tomándolo del rostro y mirandolo con cierta preocupación, Ethan salió de su hipnosis y sonrió a la pequeña antes de dar besos en su rostro con delicadeza. -Vamos amor, termina tu pastel...-Dijo a su hija quien asintió y volvió a comer del postre.

 

Ethan se puso de pie y se asomó por la ventana, una silueta en sus jardines llamó su atención. Se trataba de Emilia, podría reconocerla en cualquier parte y así lo hizo simplemente que esta vez ella se notaba mal. Frunció el ceño, ese sentimiento que sentía era por Emilia y eso lo hacía sentir mal.

 

Caminó a la puerta de entrada y justo cuando la abrió observó a su gran amiga en el piso, apresuradamente la tomó en sus brazos y la llevó a una de las habitaciones del castillo en donde al llegar la recostó sobre la cama. La observó, sus facciones no eran las mismas pero sabía que se trataba de ella y así comenzó a revisar su cuerpo en busca de alguna pista que le dijera el porque ella se encontraba así.

 

-Emi, despierta...me escuchas?-Preguntó encontrando en su brazo la marca que buscaba, su amada Emilia se encontraba en un gran aprieto y él iba a ayudarla. No podía perderla.

 

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Gritos, gritos y fuego, estaba parada en la cumbre más alta del averno deleitándose del dolor ajeno, su cuerpo ardía en el deseo inminente de matar, de llenar de almas aquel lugar de tormento. No era ella, no era Emilia o eso pensaba. Su corazón aun latía en su pecho y cada vez se hacía más sonoro su eco ahogando el bullicio del infierno, recodándole que aun ese no era su mundo.

 

Regresar cada vez era más doloroso, más difícil, y en cada regreso su humanidad se desvanecía aún más. En la neblina de su inconsciencia podía escuchar mezclado en el grito de aquellos condenados la voz de Ethan, Debía intentarlo. Sus músculos se contrajeron y su espalda se arqueo dejándola exclamar un gruñido salvaje antes de volver en si reprimiendo aquello que amenazaba con salir.

 

-E..than-

Susurró aferrándose al aire que llenaba sus pulmones, sabía que la marca se haría visible unos segundos dejando ver cuánto había avanzado, cuanto se había acercado a su corazón. Tenía miedo de volverse aquella bestia que le había costado aprender a dominar, miedo de perderse para siempre a si misma en la maldad que le era regalo desde su nacimiento.

 

-no dejes me lleven, no dejes que me ganen- Lo miró a los ojos consciente que ella no era la misma, tenía que contarle lo ocurrido y como había caído en ese estado pero no podía hablar de ello, las palabras no salían de su boca.

 

-Lee mi mente- suplicó – no puedo seguir viajando entre el mundo y tu reino-

 

@@Ethan Lenteric

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Era peligroso para ella volver al mundo humano, parecía que su demonio la obligaba a quedarse dentro de los confines del infierno. Era más grave de lo que pensaba y eso lo preocupaba, no quería llegar al límite de luchar por la vida de Emilia con el demonio que vivía dentro de ella.

 

Para él era sencillo el exponer su verdadera forma, pero Astaroth era un demonio mucho más poderoso y con el tiempo había aprendido a controlarse. La notaba aterrada, le suplicaba el que la salvara y el que la ayudara en contra de algo que el Lenteric todavía no comprendía del todo.

 

-Tranquila, cierra los ojos...-Pidió a la pelirroja colocando su mano sobre sus ojos, cerró los propios y comenzó a concentrarse. Su cabello se tornó gris plata, sus pupilas destellaron en escarlata y su piel se hizo mucho más fría y pálida. Observó las facciones de Emilia y se inclinó hacia ella quedando muy cerca de su rostro.

 

-Post mortem nihil, ipsaque mors nihil...-Susurró la maldición creando una protección en escudo contra el demonio del interior de la joven. Así podía leer mejor la mente de la pelirroja, cerró sus ojos y la tomó de la mano concentrandose en encontrarla dentro de su agitada mente.

 

-Emi... soy yo, puedes hablarme. Te hice una protección, concentrate y déjame ver tus memorias...-Pidió a la bruja quien se encontraba en apariencia en un sueño profundo.

 

Buscó dentro de la memoria de ella, pudo ver como un libro era el culpable de aquella desgracia. No entendía muy bien el porque Emilia renegaba de su condición, quizá por ese mismo el demonio quería destruirla y eso era un arma de doble filo. Según Ethan entendía, tenía que ayudarla para evitar que el demonio la consumiera antes y hacer que su parte humana aceptara de buena manera su condición. Tenía que ayudarla a comprender que no tenía escapatoria.

 

Al abrir de nueva cuenta sus ojos volvió a protegerla con la maldición, acarició su mejilla mirandola dormir y se quedó en silencio resguardandola por si llegaba a despertar. Mantenía su forma demoniaca por si las cosas se salían de control y repasaba en su mente la mejor manera de poder salvarla.

 

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Su voz tenía ese poder de calmarla, un trance misterioso que ejercía sobre ella incluso en los tiernos años de su niñez cuando el paseaba con ella en aquel parque de Lyon. Sus recuerdos se abrieron ante el, dejando a la vista del demonio sus más oscuros secretos, sus sueños, sus anhelos y aquel dolor que durante tanto tiempo había guardado dentro de sí.

 

Aquel libro encontrado en lo más profundo de la fortaleza había desencadenado en ella un serie de acontecimientos que amenazaban con su vida, solo con verlo y escuchar aquel maléfico susurro salir de su interior su naturaleza se revelo dejándola presa de sí misma.

 

-“El libro, pertenece al infierno, llegué a él por su esencia, yo no lo encontré el me encontró a mi”-

 

Siguió caminando por los pasadizos de su mente un rato más hasta que se sintió lista para despertar. Una claridad vaga iluminaba la estancia y a su lado un ser de cabellos plateados la observaba, intento sentarse haciendo un esfuerzo muy grande por apenas lograr recostarse al respaldar.

 

Era un poco superficial pensar en su aspecto pero allí estaba ella, aterrada por la apariencia que debía tener, por el susto que debió hacerlo pasar y por lo terca que era al haberse tardado tanto en acudir a él.

 

-Hola Ethan - dijo intentando sonar dulce con una voz que distaba mucho de ser humana

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Emma había llegado a lado de su padre, miró a la joven en cama y acarició su mejilla.-Es mi tía...-Dijo la pequeña reconociendo a la pelirroja antes de mirar a su padre y dar besos en sus mejillas, comunicó a él que estaría con su nana y así se marchó. Ethan era conciente del amor que le tenía Emma a toda su familia y a pesar de no haber visto a Emilia durante mucho tiempo la seguía reconociendo.

 

Cuando se quedó solo de nueva cuenta fijó su morada en ella, había algo que leería en su mente lo cual lo dejó perplejo. Un secreto tan profundo como el mar y tan lógico que hasta a él le sorprendió el no haberlo descubierto antes. Sonrió levemente, se sentía halagado en cierta manera y entre más lo pensaba más le resultaba natural.

 

Al verla despertar y querer levantarse la ayudó acomodándola sobre las almohadas para que no estuviera incómoda. Suspiró hondo tomando una de sus manos y sonrió para no preocuparla.

 

-Hola hermosa... como te sientes?-Preguntó llevando su mano libre a la frente de la pelirroja tocandola con el dorso para comprobar si la fiebre había bajado un poco.

 

La apariencia de ella había cambiado, sus pómulos eran afilados y sus ojos habían cambiado hasta en color. Su rostro era completamente diferente pero él sabía que seguía siendo la misma y eso lo motivaba a querer verla bien.

 

-Ese libro... tengo que estudiarlo, en donde esta? Te vas a quedar aquí hasta que encuentre la respuesta a tus males y no admito un "no" como respuesta.-

 

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lo observaba perdida en su mente intentando que todo encajara, intentando buscar algo lógico que decir ante tanto caos detenido en esos instantes. Una leve sonrisa curvo sus labios al ver unos hermosos cabellos rubios aparecer por la puerta y acercarse a Ethan. La última vez que la había visto aún era una bebe y en ese momento era toda una niña perfecta y hermosa.

 

- Emma- Dijo con todo el cariño que sentía por la pequeña, dejo que tocara su cara y respondió a su gesto con una tierna sonrisa para luego verla partir. “el tiempo no pasa en vano” pensó al verla alejarse, antes de girarse y toparse con aquella mirada que tantas veces la había dejado en blanco.

 

Había permitido que entrara en su mente, nunca en todos sus años de amistad y aun conociendo la naturaleza del Lenteric ella le había permitido conociera lo más profundo de su mente, y el cómo todo caballero jamás le había dicho palabra sobre ello. Pero, allí estaban el tiempo y la situación la habían llevado a descubrir sus secretos y entre ellos el que durante casi dos siglos había guardado.

 

Acepto la ayuda del Mago y sonrió ante aquel gesto tan dulce y tan típico de el con ella, siempre tan protector y dulce, apretó su mano con ternura mientras dejaba revisara su fiebre.

 

- ¿Sería muy poco ético decir que me siento como si el infierno me hubiera arrastrado?- Le dedico su mejor sonrisa al Lenteric, o bueno su mejor intento de sonrisa, se sentía diferente y eso le hacía temer. Su piel era más pálida y su voz… era tan disonante, tan armoniosa como escalofriante, tan fría, tan cruel.

 

Miro de soslayo su capa, allí entre esa pesada tela, yacía el libro, forrado con piel y con aquella apariencia espectral. Justo en el momento que sus ojos se toparon con la capa un aura oscura empezó a salir de ella, el libro podía sentirla así como ella a él.

 

- Jamas despreciaría tu hospitalidad Ethan- dijo con voz temblorosa consciente que el también sentía esa energía que la empezaba a atormentar

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Su voz era tan diferente que ese detalle hacía doler el corazón del Lenteric, sentía que poco a poco la estaba perdiendo y eso no podía permitirlo. Quería saber el porque ahora el demomio de Emilia quería salir con tanto desespero y hacía que el rostro de la pelirroja se deformara de tal manera.

 

Observó en torno a la capa de viaje, sintió una presencia oscura sin embargo esta no era tan fuerte como para abrumarlo. Se acercó a tomar el libro y lo abrió leyendo de inmediato las maldiciones que en él habían. Suspiró mirando después a su querida amiga y una vez más al libro para acto seguido conjurar un maleficio protector.

 

-No va a servir por mucho tiempo pero al menos no nos va a escuchar hablar... dime, que fue lo que pasó? Vi en tu mente que al tocarlo te corrompió y vi tu desespero por mantener oculto a tu demonio. Sabes perfectamente que eso es imposible, entre más lo suprimas más va a querer poseerte.-Comentó tomando un anillo de su mano izquierda y dándoselo a ella.

 

-Úsalo, te sentirás mejor aunque por tu apariencia no puedo hacer nada por el momento. Necesitamos de mucho tiempo Emi y afortunadamente estoy haciendo un estudio con plantas de Golet, puede ser que una poción a base de sus semillas te ayude...-Dijo antes de ponerse de pie y sonreír a la joven, era maravilloso volver a tenerla cerca.

 

-Te extrañé, pero no quería verte en estas circunstancias. Voy a mi estudio para terminar de proteger esto, si necesitas algo me llamas con tu mente si? Puse un puente entre nosotros... aah si, si piensas cualquier cosa lo sabré así que toma tus precauciones si es que piensas en hombres.- Guiñó su ojo a ella y salió de la habitación con dirección a su estudio.

 

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@@Ethan Lenteric

 

Escucho atenta cada palabra que Ethan le decía, detallo cada uno de sus gestos sintiéndose más tranquila incluso cuando sabía que cual enfermo terminal podría volver a recaer en su mal, la protección del Lenteric no sería eterna pero al menos en esos instantes sentía paz.

 

Lo miró unos segundos intentando recopilar todos los sucesos por orden, pero eran tan difusos tan lejanos que le costaba, suspiro con fuerza dejando salir el aire de sus pulmones, para luego tras una honda inspiración volver a hablar.

 

- Tenía días sintiéndome extraña, soñando con una habitación escondida en lo más profundo de la fortaleza, una biblioteca, me veía allí leyendo y justo cuando iba a tomar este libro me despertaba y me decía “ven por mi”. Las palabras resonaban en mi cabeza varios minutos antes de volver a caer en un sueño profundo pero esta vez era diferente.-

 

Intento dibujar con sus dedos el símbolo de la triada celta

 

- Este símbolo, grabado en una piedra en un túmulo irlandés, el viento frio y un montón de cuervos volando en mi entorno, no era yo… o bueno si- dijo con amargura – Morrigan… era ella y otra vez volvía a escuchar ese molesto ven por mí y allí me despertaba- Lo miro fijamente – El día que llegue a ese cuarto fue un accidente, perdí el equilibrio en una de las escaleras de la torre destruida y para mi sorpresa caí en un túnel subterráneo y frente a mi estaba la puerta de mis sueño, creo que puedes deducir que fue lo que hice-

 

 

Tocó el anillo que él, le había entregado sintiéndose culpable, sabía que no podía odiar su naturaleza pero odiaba haberse enterado de aquella manera, matando a su prometido. No lo amaba, jamás lo hizo pero no por ello merecía morir. Nadie jamás pudo decirle lo que era o advertirle lo que pasaría y eso hacía que se odiara y no pudiera vivir en armonía con su naturaleza.

mordió su labio al pensar que debía parecer una criatura un tanto espeluznante – ¿Tan mal me veo?- pestañeo de manera “encantadora” intentando restarle peso al asunto, mientras se tejía una trenza en lo que consideraba era una maraña rojiza llena de nudos.

 

- Yo también te extrañé y tampoco estaba en mis planes visitarte pareciendo una parca- lo miró entre divertida y apenada al escuchar esa conexión que ahora tenían – hombres…..- No pudo evitar pensar en el pobre Abelard, el jardinero de su hogar en Lyon, un hombre de 60 años tan delgado como una astilla, al que casi mata del susto cuando la vio salir el día anterior con aquellas fachas…- Hombres… ¿seguro que eso cuenta?- Se hecho a reír imaginando la cara del Lenteric al leer su mente

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Rió ante los pensamientos de la pelirroja que llegaban a su cabeza, negó un par de veces y se internó en los pasillos de su castillo para ir hacia su estudio personal. El estudio del patriarca Lenteric era sumamente grande en tamaño, las paredes de piedra contrastaban con los enormes libreros de caoba; libros antiguos y pergaminos se encontraban por doquier como si alguien los acabara de leer apenas unos minutos atrás. Ethan era muy dado a leer fragmentos de todos los libros en donde pudiera encontrar pistas de su investigación en turno, por ejemplo, ahora se podían ver libros de herbolaria abiertos y apuntes sobre plantas de hielo las cuales tenían propiedades contra maleficios.

 

Dejó el libro de Emilia sobre una de sus mesas, lo repasó con la mirada y cerró sus ojos tratando de encontrar en el lomo y portada el grabado de ciertas runas infernales. Al encontrarlas abrió sus ojos y comenzó a conjurar en lenguas del infierno diferentes protecciones, el demonio de Emilia era fuerte pero no se comparaba con el poder que el mismo Astaroth podía conseguir.

 

Después de un par de horas se alejó del libro y se reclinó en su silla, cerró los ojos un poco cansado de tanto concentrarse y pensó en ella. Quería ayudarla pero había algo que no lo dejaba por completo, había una traba más fuerte de lo que se atrevió a pensar.

 

-Emi... como te sientes?-Preguntó en voz alta sabiendo que ella lo escucharía en su cabeza y sonrió al sentir esa conexión con ella, era curioso pero le resultaba agradable.

 

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Escuchó los pasos de Ethan alejarse sumiéndose lentamente en la paz repentina que empezaba a sentir, durante muchas semanas había estado padeciendo su doloroso cambio y su cuerpo por más inmortal que fuera ya empezaba a demostrar cuan débil estaba. Sus parpados pesaban y no pudo evitar caer presa de un profundo y apacible sueño.

 

Despertó una hora más tarde sintiéndose más fuerte, se apoyó de costado sobre la cama y detallo su entorno descubriendo que no se encontraba muy alejada de sus habitaciones en el castillo del Mago, necesitaba acicalarse, botar toda la inmundicia que sentía cubría sus poros y más allá de ello necesitaba verse en un espejo. Sentía que se había perdido a sí misma en un agujero negro y temía que su apariencia tampoco fuera la misma.

 

Con un poco de dificultad se levantó de la cama, sus rodillas temblaron y trastabillo hasta apoyarse en el marco de la puerta donde pudo encontrar el equilibrio necesario para avanzar como fantasma sobre los pasillos, extrañaba su habitación en el castillo, ella y Anneliesse la habían decorado y al entrar solo podías respirar paz. Añoraba estar allí y volver a sentarse en su piano, un regalo que su sobrina le había dado muchos meses atrás y el cual solo había tocado para ella.

 

Una sonrisa perfiló sus labios cuando cruzo la puerta, olía a lavanda, su sobrina se había empeñado en decorar el muro de piedra de su habitación con esas pequeñas flores y la pelirroja anonada por la emoción infantil de la joven no pudo más que aceptar gustosa de verla feliz. Eran buenos recuerdos, recuerdos que la hacían sentir mejor y la llenaban de la vida que creía perdida.

 

Camino varios pasos hasta la entrada de su baño, donde solo al entrar pudo comprobar con sorpresa la criatura que yacía reflejada en el enorme espejo que allí poseía. Avanzo varios pasos hasta quedar de pie frente a su reflejo intentando encontrar algo de ella en esa gélida mirada zafiro que no le pertenecía, cierto matiz negro adornaba aquel azul que siempre había amado y su piel, era pálida más de lo normal recreando en ella un aspecto muy poco humano.

 

Se lamentó para sus adentros pero era hora de avanzar, de salir adelante, y eso hizo en el momento que dejo caer al suelo aquel vestido que en algún momento fue celeste, siempre se había sentido segura de su anatomía pero en ese momento estaba tan débil que solo quedaban vestigios de lo que semana atrás había sido. Vertió sobre la tina un pote de esencia de rosas y se introdujo en aquellas aguas cálidas limpiándose.

 

Fue un baño rápido pero necesario para sentirse ella misma, sus facciones seguían transformadas pero allí en el fondo de su mirada volvía a ver ese brillo tan característico de ella. Opto por un vestido cómodo de seda que se ceñía a su cuerpo y caía al piso, sus hombros iban descubiertos pues había recogido su pelo en una cola alta y este ondeaba hasta la mitad de su espalda haciéndola sentir más elegante.

 

Observo aquel hermoso piano de cola que gritaba por ser amado y siguiendo a su corazón se acercó a él, siguiendo la partitura que había dejado allí, una canción que había escrito pensando en aquel amor de antaño y que tantos años había callado - Love Story - susurró empezando a cantar en francés, era mágico como su voz volvía a ser la misma mientras cantaba, olvido el tiempo, olvido sus problemas dejando que sus dedos marcaran el compás de su alma. Cuando la voz de Ethan la hizo salir de un brinco de aquel sopor melodioso.

 

Escuchar su voz dentro de su cabeza había sido tan extraño como sorprendente, destenso lentamente sus musculos y aun con los ojos cerrados y una divertida sonrisa pensó.

 

- Creo aunque sean solo cosas de mi mente, me siento más yo que hace unas horas cuando llegué- abrió los ojos para acercarse a la ventana – ¿Dónde estás? ¿podríamos pasear por los jardines?- le pregunto intentando dejar de pensar en aquella canción que sabía él ya debía conocer

 

 

@@Ethan Lenteric

Editado por Emilia Malraux

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