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Heredad Ollivander (MM: B 110990)


Hessenordwood Crouch
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De su rostro sacó los anteojos con mucho cuidado, con la mano libre, sus dedos masajearon aplicando una suave presión con las yemas de los largos y huesudos dedos sobre el contorno de las cuencas, se siente cansado, se le puede escuchar por el modo en el que suelta una larga exhalación seca que por poco se convierte en un gruñido suave, de apoco, alterna la posición de sus dedos, aplicando un poco más fuerza por las mejillas o en las cienes donde se detiene a hacer círculos para finalmente, pasar la mano por entre su cabello cano. Cuando su mano descansa sobre la coronilla de la cabeza, con un movimiento más animado, lo desordena aún más revolviéndolo con el cabello rojizo que con el tiempo se ha tornado de un color más marrón oscuro, casi negro.

 

El cuarto en el que está metido es mayormente oscuro, apenas se ilumina gracias al par de lámparas de diésel que están ahí, una sobre una mesa de madera a un par de metros de distancia y otra muy idéntica que parece haber tomado del mismo lugar, pero que ahora sostiene perezosamente, como si pesara una tonelada, en una de sus manos. Murmuró algo incomprensible antes de escuchar el sonido del picaporte girando y rápidamente, o por lo menos, menos lento que de costumbre, su atención se fijó en quien se encontraba curioseando del otro lado. En aquel cuarto mal iluminado, en ese momento, él tuvo que forzar la vista para entender mejor de quien se trataba, aun cuando Grell, la criatura, le advertía de ella.

 

Ah, solo eres tú, Bel Evans-, el muchacho volvió su atención a lo que tenía enfrente y levantó, sin tanto esfuerzo, la lámpara que sostenía en su mano, más menos a la altura de su cintura, y con la otra, hizo un ademán descuidado para enfatizar lo que el gesto desabrido no puede. ―Pasa de una buena vez, por favor, y cierra bien, esta vez con cerrojo-, le hablaba con su típica voz monótona y neutra que solo lo hacen parecer menos interesante. ―No recuerdas el lugar porque seguramente no has estado aquí antes-, contestaba a ella al mismo tiempo que, ahora, señalaba el marco de madera finamente tallado a mano frente a él, pero que no tenía pintura, ni retrato o algo por él estilo. ―Eso solo hace que nos preguntemos... ¿Por qué la casa quería que vinieras aquí? -, junto a Garry, una extraña figura grisácea comenzó a balancearse.

 

De apoco la figura de Odette St Marín se asomaba desde el perfil del muchacho, como si estuviera hablándole solo a él, cuchicheando venenosamente en su oído. Los pálidos ojos de Garry, que se encontraban como casi siempre, apagados, aburridos, tuvieron solo un pequeño destello cuando siente que Bel por fin se adentra y el espectro retrocede ante ella. La curva en la boca del menor de los Ollivander se torció divertida, por un breve instante cambió, eran solo esos pequeños momentos lo que hacían que Garry no pareciera un muerto viviente. Sin parecer preocupado, el licántropo volvió a exhalar un suspiro, esta vez un poco más ruidoso, dejó entonces de señalar el marco y su mano quedó finalmente hecha un puño dentro del bolsillo de su pantalón.

 

¿Qué vez ahí, Bel Evans?-, se refería al marco que guardaba una lámina parecida a la de un espejo, pero que en su superficie se dibujan ondas como si contuviera agua. ―Este es un objeto muy peculiar, ¿verdad? -, esta vez su pregunta va para Odette que no deja de verlos con desagrado aun a la distancia, casi puede oírla maldiciendo al par de brujos tan solo con la mirada. ― Es una réplica del espejo del Oesed-, explicó, he hizo una larga pausa, seguramente ella sabría del tema, pero él quiere continuar aún. ―Por supuesto que, no funciona…-, "por lo menos no frente a mi", quizó decir, pero por alguna razón, no lo hace y cada vez que soltaba una oración, sus palabras parecían costarle más trabajo, podía verse como su mandíbula se tensaba de tanto en tanto cada vez que se arrastraban las sílabas de su boca. ―Dime entonces, ¿Qué vez ahí? -, repitió y los heterocromos, que aún no dejaban de ver su propio y difuso reflejo comenzaban a avivarse de apoco, revelando su ansiedad por escuchar la respuesta de la bruja.

 

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Al ingresar a la habitación noté que la luz no era tan potente como imaginaba. Al contrario, solo provenía de un par de lámparas bastante viejas, pero todavía útiles. Garry parecía tener la misma consistencia de los muebles del fondo, de contornos indefinidos y colores apagados. Su rostro macilento me hizo preguntarme cuanto tiempo llevaría allí, o si tan siquiera habría comido las últimas 24 horas.


Siguiendo sus indicaciones, cerré la puerta tras de mí, la aseguré como él me pedía y seguí con la vista la dirección que me señalaba. Un marco sin cuadro, a simple vista antiguo, y que emanaba magia era todo lo que alcanzaba a distinguirse, y aun así sentí cierta inquietud que se acrecentó al escuchar su pregunta.


¿Tal vez para evitar que cometieras alguna estupidez?― comenté dando unos cuantos pasos más, hasta quedar de pie, un poco más cerca de él, lo suficiente como para percibir que algo o alguien se encontraba tras él ― o si ya la cometiste, que haya alguien que evite que eso te cueste la vida.


Era desagradable comprobar que quien acompañaba a Garry en esos momentos era Odette St Marín. La fantasma lucía espléndida como siempre, pero no podía evitar, como en todas las otras ocasiones en que me la había cruzado, adoptar una posición defensiva ante su presencia. No solo por el tema de las palabras que me había dicho un día (una predicción que en cierto sentido se había vuelto realidad), sino porque incluso ahora, seguía sin saber del todo la naturaleza de sus inclinaciones, sus deseos y frustraciones.


En un mundo donde era inevitable clasificar a la gente, aquella mujer inclasificable, era un peligro, incluso muerta como estaba.


Decidida a ignorarla, volví mi atención a Garry, y de nuevo al curioso marco, y los ojos se abrieron de la sorpresa de saber que se trataba de una réplica del espejo de Oesed, un gesto tan elocuente, que fue imposible de ocultar.


― ¿Cómo es que una réplica llegó aquí? ― pregunté de inmediato, docenas de veces más interesada de lo que lo había estado antes ― ¿no funciona dices? ¿No será que nuevamente estuviste por el knockturn buscando baratijas y te estafaron?


La rutina de las compras inusuales de él era otra de las tantas cosas a las que inconscientemente me había habituado, y mi cuarto en el Castillo Evans McGonagall era testigo de ello, pues un anticuado estante contenía una serie de tratados viejos de alquimia, así como inventarios de pociones y de usos de plantas mágicas de todo el mundo. No todos los libros estaban completos, algunos tenían páginas carcomidas por los bichos o simplemente ilegibles por el paso del tiempo, pero aun así eran fuentes valiosas que terminaban por ser de ayuda en las situaciones más impensadas.


¿Ese espejo sería igual? Podría llevar horas descubrir su funcionamiento, y no podía sacarme la idea de la cabeza de que necesitaba sacar a Garry de allí, y que se diera un buen baño y comiera, pues su aspecto era más lamentable de lo que usualmente ya era. De modo que, sabiendo de sobra que mientras no desentrañase todos los misterios que el objeto ese tenía, no se atendría a razones, y en realidad, ya intrigada también por el objeto, decidí hacerle caso.


Las historias oídas sobre las personas que habían visto el legendario espejo original eran maravillosas y monstruosas a partes iguales. Unos habían dejado su vida por contemplar los deseos materializados en la superficie del espejo, otros lo habían evitado. Y se decía que había algunos inmunes a él. Sentándome sin mayor cuidado en el suelo alfombrado, levanté una capa de polvo a mi alrededor, y tosí, pero luego, pude ver directamente aquella lisa superficie. Parpadeé, pensando por un momento que nada aparecería, pero entonces mi propia figura se reflejó, tomando de la mano a una niña pequeña.


"Que vez ahí"


La voz de Garry se sentía como un eco lejano, y aun así, había algo de urgencia en esas sílabas pronunciadas de mala gana. Volviéndome a él y a sus pupilas dispares que parecían relampaguear a la luz de las lámparas, dudé de contarle lo que veía.


No está descompuesto, pero ¿para qué quieres saber lo que veo? No es como que esté a tu alcance cumplirlo- sonreí antes de replicar con cierta ironía.


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Era una de las primeras nevadas del invierno, la nieve ya cubría gran parte del bosque circundante de la heredad, una silueta pequeña envuelta en una capa negra con capucha, lo que hacía que contrastara con la blancura de la nieve, caminaba detrás de un pino que había encantado para poder trasladarlo dentro de la casa, su cachorro, el tigre albino la seguía felizmente saltando entre la nieve.


En cuanto estaban adentro la rubia se ayudó un poco con la varita para acomodar el pino a un lado de la ventana de la sala de estar, ese lugar era el favorito de la rubia ya que las pocas ocasiones en las que estaban todos los Ollivander juntos era allí.


Mientras adornaba el pino con hadas y demás cosas que encontró en una habitación de la casa no podía evitar pensar en lo diferente que eran ahora esos festejos, termino por hacer que una nieve mágica cayera sobre el árbol, mientras estaba absorta en sus pensamientos escuchó ruidos, el cachorro de tigre que se había quedado dormido a lado de la chimenea lanzó un pequeño rugido. No sabía si era algún extraño, Yanna, la hermanastra de su padrino o alguno de los fantasmas, pero lo mejor era investigar.


Subió al segundo piso, estaba acostumbrada al movimiento de la casa, la madera crujía en cuanto la rubia daba un paso, pensándolo bien, el bosque no dejaría que ningún extraño llegará hasta la casa, entonces, qué era lo que se escondía allí, o que era lo que quería que Hannity lo encontrará.


- ¿Hola!? ¿Hay alguien aquí?


De la nada, una puerta se apareció frente a ella, en cuanto tocó la perilla está no se pudo abrir -¿Como para qué apareció está puerta, si no me dejará pasar?


Había muchas cosas de la casa que la ojiverde no entendía, pero esperaría allí hasta que pasara algo.

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El muchacho exhaló largamente, sosegado, como si no quisiera interrumpir la calma que hay en aquel lugar donde el fantasma de Odette, que se ha arrinconado tenebrosamente en un lugar polvoriento de la oscura habitación, observa con sus brillantes ojos al par de brujos que parecen absortos, perdidos, contemplando el reflejo frente a ellos. Él, por otra parte, tiene la pinta de no haber escuchado nada de lo que Evans le ha dicho desde que ella bromea sobre los posibles motivos que la tienen ahí. Aunque Garry cree que quizá no es una broma. El límite de cuando ella habla enserio y no, es algo que él ya no es capaz de reconocer, quizá solo ella puede engañarlo de aquel modo.

 

Perezosamente, parpadea un par de veces, descansando su vista en el cambio, casi tiene ganas de hacer un nuevo masaje sobre sus cuencas, pero es más bien Bel y su respuesta la que conseguían que apartara la vista finalmente del espejo. Un silencio denso se instaló entre ellos, casi sofocante, pero Garry no es consciente de que lo hace, en lo más oscuro de la habitación la pedante risilla de St Marín resuena y el menor de los Ollivander parece estar completamente en blanco. ¿Qué es lo que ha dicho Evans? ¿Qué era más importante? ¿lo que había dicho o el modo? Garry hizo un gesto extraño, breve, como un tic nervioso, como si fuera una máquina incapaz de procesar la información, hasta que finalmente, después de un largo rato puede abrir la boca para articular.

 

“ ¿Qué es…lo que vez ahí?”-, repitió la criatura en su cabeza.

 

Hannity…-, la vista del mago, que había quedado perdida en algún lugar de la habitación ahora está sobre la puerta atrancada. Compartió una larga mirada con Bel, parecía confundido de verla ahí abajo, le ofreció su mano para que ella se levantara, pero no sabe si ella prefiere quedase ahí. En su otra mano, el sello maldito brilló de un rojo vivo, ardiente, y en el interior de sus ojos se dibujó un aro del mismo color, en ese instante, más mecheros a lo largo de la habitación se fueron encendiendo, iluminando mejor el cuarto y revelando su deterioridad. Con un ademán flojo, donde ahora sostiene su varita, Garry liberó a la puerta del seguro y llamó a Rambaldi. ―Pasa Hann, no te quedes ahí afuera…

 

A sus espaldas, las antorchas iluminaban un cuarto lleno de más espejos, algunos como el que está frente a ellos, son como retratos sobre los muros, y otros, que son de cuerpo completo, ocupan la parte central del cuarto, es ese salón de pinta elegante, aunque acabada por el tiempo y el olvido, como una de esas “casas de espejos” que se encuentran en las ferias muggles. De reojo Garry apenas observó por encima de su hombro el resto de la habitación, no lo aparenta como tal, pero algo en él parecía estar previniendo de mirarse a sí mismo en el reflejo de alguno de ellos.

 

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La risa de la fantasma solo hizo más incómodo el silencio instalado entre los dos tras mis últimas palabras. Estaban los días, en que simplemente la situación podía ser ignorada con facilidad, pero estaban los otros momentos en que lo quebrado en mi interior, ese espacio que aun no terminaba de componer, hacía un sonido hueco, revelando el vacío de las esperanzas perdidas, y entonces, dolía.


Como dolía.


La voz de Hannity me produjo un sobresalto, y casi de forma automática desvié la mirada en dirección a la puerta, pensando si solo debía permanecer sentada allí, viendo al espejo, o si por el contrario debía abrirle el cuarto a ella ¿pero realmente deseaba que Hann me viera así? ¿como podría revelarle a ella los deseos imposibles que tampoco tenía el valor de compartir con Garry?


Fue entonces que la larga figura de él proyectó una sombra sobre mí. De pie a mi lado, lo contemplé con el brazo extendido. Su apariencia, a la luz de los mecheros era todavía más lánguida, y hacía brillar las cicatrices de su rostro, tan igual que sus ojos, que podía ser tan solo una impresión mía, pero llevaban un brillo semejante a una flama incandescente.


Hannity, ella...yo no quisiera...- antes de poder articular algo medianamente coherente, Garry ya había destrabado la puerta, e invitado a Hann a pasar al interior de la habitación.


Las antorchas que súbitamente se habían encendido, revelaban ahora todo cuanto aquel lugar alojaba que no era más que numerosos espejos, de distintas formas y tamaños. La visión, por un momento me dejó paralizada, sujeta de la mano de Garry, pero sin todavía ponerme de pie, hasta que mi mente se puso en marcha.


Una vez, en las lejanas épocas como estudiante de Hogwarts, al hablarse del espejo de Oesed y su llegada misteriosa al Castillo, el tema del creador de tan magnífico y terrible objeto había desatado un debate intenso entre todos los compañeros del quinto año. Y aunque no pudo alcanzarse ningún consenso sobre su origen, la interrogante de un muchacho musulmán, respecto a cuanto habría tenido que experimentarse y fracasar para dar con la versión definitiva, hizo que muchos soñáramos ante la idea de poder dar con esas copias "imperfectas" del espejo.


Frente a lo que podían ser esas copias perdidas, recordé el viejo adagio de que uno conseguía ciertas cosas en la vida por vías de lo más retorcidas.


Que gusto verte de nuevo Hann, creo que pasó un buen tiempo desde mi última visita ¿no?- haciendo un esfuerzo apoyada en la mano de Garry, me levanté y en cuanto estuve de pie, solté su mano para ir al encuentro de la rubia y tras abrazarla largamente me volví y le señalé el espejo que Garry me había mostrado primero- podría decirse que andamos en medio de un experimento. Ignorando todos los demás espejos ¿podrías decirnos que ves en ese de marco fino que está al medio?


Que Hannity se entretuviera con eso podía hacerme ganar tiempo para volver a un estado medianamente ecuánime. Sabía perfectamente lo perceptiva que ella era y no había venido ese día hasta la Heredad para preocuparla. En su rincón, Odette volvía a hacerse notar con esa característica risita invasiva, pero esta vez además de ello, comenzó a señalar con insistencia hacia un espejo ovalado colocado al fondo del salón. Había algo en su gesto, casi hipnotizante, que hizo que de forma automática caminara en dirección al objeto.


Y lo que vi en él me sumergió en la confusión y el asombro más absoluto. Pues era yo misma, con no más de siete años, en un precioso vestido que parecía el de una princesa de cuentos de hadas, en los hombros de Garry.


¿Era acaso ese también un deseo de mi corazón? ¿o bajo qué maldito mecanismo era que operaba ese espejo?


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Yanna & Garry

 

Se quedo de pie, ahora de perfil al espejo, observando el encuentro entre Rambaldi y Evans, a diferencia de Bel el muchacho saludó con un ademán y un gesto un poco más blando al que traía anteriormente, él no es tan caluroso, pero tampoco es falso con Hannity. Escuchó como Bel le invitaba a entrar y que se viera en el espejo para saber qué es lo que ella veía, la acción de Evans lo confundió aún más, pero aunque ella no le hubiera dado una respuesta sobre qué es lo que veía en el espejo, espera que Hann sí. Sonriéndole largamente, para aliviar un poco la atención que hay en el tétrico cuarto de espejos, retrocedió un par de pasos para dejar espacio suficiente para que ella pueda reflejarse.

 

Quizá no funcione…-, habló bajo para no perturbar la calma de la muchachita, después apartó la vista de ella un minuto para ver a Bel encaminándose al centro de la habitación.

 

La calma de aquel instante se quiebra de pronto gracias al extraño sonido como un chiflido que se escucha atravesar el pasillo aledaño y al final algo parecido a una detonación pequeña. Seguramente eso llamó la atención de todos ahí. Garry volteó su atención con sorpresa a la puerta que esta vez se encontraba entre abierta, mientras las puertas no se cerraran estas no cambiaban de lugar, por lo que su ceño rápidamente se torció al imaginarse el causante de tanto alboroto afuera. Era por “eso” (la persona) que aquel cuarto no debía ser encontrado. Cuando su propia magia le hace cosas como estas Garry se malhumora.

 

Con largos pasos se apuró a la puerta, pero antes de alcanzar el pomo y cerrar, la cabeza de Yanna Smith se asomó por la ranura abierta provocándole un sobresalto al brujo. La sonrisa de Yanna hoy no es la mejor, es larga, larga como la de alguien que ha perdido la cordura y sus ojos brillan con diversión, como un crio al haber encontrado un tesoro. A pesar de todo eso, a Garry le preocupa solo un poco más el rastro de humo que sale detrás de ella.

 

¡Ollivander!-, la áspera voz de Yanna rompe aún más la calma y dando un salto, empujando al licántropo en el proceso, entró a la habitación. ―Me he encontrado algo genial adentro de la casa… ¿Qué es todo esto?...bueno, bueno no importa, ven tienes que verlo ¡es genial!-, de uno de los bolsillos sacó un pequeño cohete artificial y lo encendió dentro del cuarto, el brujo apenas pudo hacer algo al respecto y el cohete salió disparado con la forma de una polilla gigante envuelta en llamas, y se estrellaba sobre los muros y en algunos espejos alcanzándolos a descostillar. Finalmente el cohete estalló en lo más alto de la habitación. Aun divertida Yanna volvió la vista a Garry. ―Tengo más de donde saque este…

 

Grelliam Ollivander no es un hombre habitualmente agitado, pero igualmente salió corriendo tras Yanna al verla salir disparada de la habitación dispuesta a encender un cohete más.

 

La persecución fue aún más larga de lo que el perezoso Ollivander hubiera querido, sabe que resulta casi imposible alcanzar a Yanna cuando esta tiene un talento increíble para escabullirse por todos lados, pero en el instante en el que cree que tiene una oportunidad, la bruja se detuvo de golpe provocando que él casi se estrelle con ella. Ahora estaban en la sala, un enorme pino con algunas decoraciones navideñas se encontraba casi en el centro, Smith nuevamente cobro energía y comenzó a correr alrededor del árbol, asomándose por entre sus ramas donde algunas hebras terminaban atoradas en sus cabellos blancos.

 

No te trepes al pino Yanna…lo...vas a tirar-, de apoco se volvía a su tranquilidad de siempre, mientras sus ojos pálidos examinaban el árbol. ― ¿Lo has traído tu?-, preguntó con seriedad de más, a lo que Yanna contestó con un no estridente y una carcajada divertida. ―N-no es de verdad ¿o sí?-, el muchacho parecía ponerse cada vez un poco más incómodo con la presencia del pino en la sala principal de la casona. Las risas de Yanna aumentaron mientras asentía una y otra vez con su cabeza.

 

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― Si hay un espejo que puede reflejar el deseo oculto de tu corazón ¿por qué no habría uno que te revele las memorias que perdiste?- un leve escalofrío fue suficiente para comprobar que tenía junto a mí a Odette Saint Marin mucho antes que su insidiosas palabras comenzasen- eres una mujer mirando al pasado, siempre al pasado Bel Evans, nunca al futuro.

 

Extendiendo el brazo hice un ademán para apartarla de mí, aunque lógicamente todo lo que pude conseguir fue atravesarla. No iba admitir en voz alta cuánta razón tenía, pero volviéndome al espejo palpé con la yema de los dedos su fría superficie, y en cuanto lo hice, formándose ondas concéntricas cual si hubiese lanzado una piedra sobre el agua, la imágenes cambiaron, para mostrarme a mí misma en un majestuoso templo blanco, en compañía de un puñado de muchachos, todos jóvenes como yo, secreteándose y observando admirados a la fuente que bañaba con sus cristalinas aguas a varios de los presentes.

 

"Un templo tan blanco"

 

Y no podía recordar dónde estaba, ni cuando había estado allí, ni cuando esas aguas me habían bañado también. Aferrada a la imagen del espejo, perdiendo la poca calma que había conservado hasta entonces, comencé a llorar compulsivamente en la medida que algo en mi interior se removía, como la huella marcada en el cuerpo, pero huérfana por no tener ninguna memoria a la cual atarse. Ajena a los intentos de Garry por detener el ingreso de Yanna a la habitación, solo cuando la mujer gritó el apellido de él y encendió un artefacto que sobrevoló toda la habitación fue que pude apartar mi vista del espejo.

 

Con aprehensión observé la trayectoria del cohete, como chocaba en las paredes, y otros vetustos objetos que poblaban la habitación, hasta que, su recorrido terminaba en ese último espejo ovalado, colisionando contra él y quebrándolo al instante.

 

― ¡NOOOO!

 

Enterrando las manos entre las esquirlas tomé el pequeño trozo que quedaba, obsesionada con la idea de poder ver una última cosa en él, y creí ver nieve, un manto de nieve manchado con sangre roja y fresca, y mi propia imagen de rodillas ante el cuerpo de una joven de rubios cabellos. Pero la imagen se disipó en cuanto parpadeé y luego todo lo que podía ver era la sangre del corte que me había hecho con el borde resquebrajado del espejo.

 

Al menos había estado lo suficientemente lejos como para que nadie notase mi lamentable espectáculo.

Exacerbada por el cansancio, o por el solo deseo de no querer pensar más, de haber colapsado como humana a la certeza de que mis miedos le estaban ganando a mis esperanzas, dejé que mis instintos se sobrepusieran, y apenas cerré los ojos, la transformación se dio. Ahora, convertida en un lobo etíope, oteé el resto de la habitación y cuando comprobé que nadie más se encontraba ya en ella, con un trote lento recorrí la distancia que me separaba de la puerta.

 

La herida apenas dolía, y en cambio, un deseo de comida se extendía, salvaje, en mi interior. El piso del pasadizo se sentía duro y molesto, pero ayudada por el fenomenal olfato de la bestia, me limité a seguir el rastro de Garry hasta finalmente llegar a la sala. El olor del inmenso pino colocado en el centro de la habitación inundó mis fosas nasales, y la risa estridente de Yanna aturdía por completo mis sentidos, por lo que me alejé lo más posible de ambos hermanos, y me tumbé junto a la chimenea, donde comencé a lamer la herida de la pata lastimada.

 

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La escena ante sus ojos después de que se había abierto aquella puerta era un tanto extraña, por un lado la habitación con una luz proveniente de lámparas gastadas iluminaban mayormente por el reflejo de los espejos, por otra parte Garry parado a un lado de Bel, quien sentada en el piso, estaba tomando la mano de él, probablemente para ayudarse a levantar y por último la presencia fantasmal de Oddette St Marín con aquella sonrisa burlona que la caracterizaba.

 

No entendió mucho aquello que veía, pero paso a la habitación, que en algún tiempo parecía ser un lugar elegante para pasar el tiempo, ella se imaginaría aquel lugar como una biblioteca, pero aquí, en vez de libros, había espejos, era realmente extraño.

 

Había una atmósfera rara en el lugar, sin embargo el cálido abrazo de su madrina la había tomado por sorpresa, había un dejo de tristeza en ella al hablar y en realidad, también en la rubia, puesto que aunque Bel casi no estaba en la heredad, ese cambio había significado mucho en la familia, o por lo menos en ella, momentos después le pedían que dijera lo que veía en el espejo del centro.

 

Escuchaba que su padrino decía "quizás no funcione" pero según lo que ella sabía acerca del artefacto, este mostraba el deseo más profundo del corazón, se quedó mirando fijamente y ante sus ojos aparecieron muchas cosas a la vez, cosas que la dejaron por demás confundida.

 

Por un lado estaba la pequeña Hannity, con sus largas y rubias trenzas, de unos cuatro o cinco años, tomada de la mano de dos personas que no eran ni Richard, ni Marella, más bien era una mujer de estatura baja y cabello castaño y un hombre alto, para después cambiar a una Hannity entre los ocho y los diez años con dos personas, probablemente las mismas, pero acercándose un poco más, hasta que la palma de su mano tocó el espejo, se da cuenta que son nada menos que Bel Evans y Garry Ollivander y detrás de ellos, como si estuviera escondida, Marella DeSimone asintiendo ante la escena.

 

Momentos después un grito de alguien conocido, pero que a la vez se siente tan lejano pronuncia el apellido del hombre ¿Qué era lo que pasaba? ¿Qué demonios sucedía? Sin ser consciente sale de la habitación antes de que algo explote dentro de ella, estando ella afuera solo ve correr a Yanna con una sonrisa extraña en el rostro y a Garry detrás de ella ¿Acaso, acaso eso era su deseo? Había sido tan real que la dejo confundida sentada en el pasillo mientras reacomodaba sus ideas.

 

¿De dónde salió ese lobo? La pregunta que la había hecho volver a la realidad , se levantó y volvió a la habitación ¿Dónde estaban todos? ¿Por qué el lugar parecía un campo de batalla? Siguió el jaleo que provenía de abajo, las risas de Yanna diciendo que haría... ¿Qué? ¿Incendiar la casa?

 

No había rastro de la Evans por ninguna parte, pero el rastro de sangre le hacía entender que alguien estaba herido y, ahora que lo pensaba el lobo iba cojeando de una pata delantera, tal vez podía ayudarle, pero debía encontrar a su madrina y contarle lo que había visto en el espejo.

 

Lo que veía ante sus ojos no le dió mucha importancia, el pino que hasta hace, probablemente un par de horas, había llevado para decorar el salón estaba siendo invadido por Yanna, de verdad que era una mujer extraña, Garry preguntando a su hermanastra si ella había llevado el pino, Hannity no hizo ningún comentario, había encontrado con la vista lo que buscaba, el animal herido, se acercó sigilosamente hacia la chimenea y lo miro a los ojos, algo le decía que podía ayudarle y este no le haría nada, sin embargo saco la varita y apareció un gran trozo de carne.

 

-Tómalo, no te haré daño, quiero ayudarte- con mucho cuidado tomó la pata herida del lobo, mientras la examinaba para estar segura de que no traía algún vidrio enterrado le limpió, le puso un poco de escencia de Ditany en la pata, con lo que de inmediato empezó a sanar, se quedó sentada a un lado y observando las locuras de Yanna murmuró en voz muy baja -Madrina ¿Dónde estás? Te necesito...

 

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Editado por Hannity Jane

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Yanna, Bernny & Garry
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Que te bajes de ahí Yanna…-, insistió mientras los dedos de sus manos se torcían con la frustración que su rostro insípido no puede aparentar. Los extraños ojos del muchacho aun miraban el ejemplar que se encontraba bastante silvestre dentro de la sala principal, no es alguno de los sembrados al noroeste de los terrenos de la heredad ¿o sí? No, él no recuerda haber visto uno como este, pero por el rastro de ramillas que hay en el suelo seguramente no puede haberse traído de tan lejos. ―Solo vas a conseguir que haga…eso-, chasqueó la lengua con disgusto.

 

¡Está fresco!, recién talado tal vez-, gritó Smith asomando su cabeza por la parte más baja del pino e inhalando ruidosamente el delicioso aroma de la especie. El muchacho retrocedió un par de pasos con un gesto involuntariamente desagradable, como si fuera a devolver en cualquier momento. ―No te preocupes hermano ¡yo me encargo!-, como si fuera una especie de reptil extraño Yanna se montó sobre el pino y comenzó a recorrerle como si se tratara de un animal reconociendo su territorio.

 

Baja de ahí, no le prendas fuego dentro de la casa, dejaras la… ¿Puedes dejar esos cohetes ya?-, aun se escuchaba bastante sereno, era difícil encontrar el regaño de Garry entre ese zumbido aburrido que tiene por voz.

 

― ¡¿Cuántas veces tengo que decirte que no dejes la puerta de la casa abierta Smith?!-, la chillona voz de Bernadette sorprendió a ambos brujos, provocando en Garry un sobre salto aun mayor, lo cual no sucede a menudo, y que Yanna azotara en el suelo con un sonido seco, no sin golpearse con las ramas del pino en el trayecto. Ambos observaron a la criaturilla junto al licántropo que se encuentra todavía a un pie fuera de la sala. ― ¡¿Qué hace un pino adentro de la casa?!

 

Yanna lo ha traído-, masculló el brujo aparentemente cada vez más tranquilo.

 

¡Traiciooooón!-, el grito de Smith retumbó en las paredes y de un salto tomó todas las ramas de pino que pudo y comenzó a arrojarlas a la cabeza de Garry.

 

Agg basta, tengo trabajo de campo mañana temprano…-, hizo un intento bastante inútil de quitarse los restos de pino y a la morena de encima.

 

―Yo me encargo ¡Garry atrás!-, volvió a gritar la elfina.

 

N-no es para tanto solo es un…-,

 

¡Fuegooo!

 

Grelliam quedó un poco preocupado ante la imagen que veía ahora, la elfina y Yanna parecían más preocupadas que él mismo por el árbol dentro de la casa, aunque sospecha que de Smith es solo su manía de destruir cosas. Mientras les ve discutir (casi a gritos y jalones con el pino) el cómo es el modo “más seguro” de mantener el área limpia, recuerda el caos en la habitación de los espejos y por lo tanto a Hannity y Bel. Está a punto de dar media vuelta y volver sus pasos hasta aquel cuarto, pero antes de irse, gracias a Smith, ahora el pino tiene huecos sin ramas que han caído por el maltrato, pero puede distinguir del otro lado de la habitación al par de brujas que buscaba junto a la chimenea, sin embargo algo no parecía estar bien con ellas.

 

Garry repitió el gesto de masajearse las mejillas y el puente de su nariz con una mano antes de tomar todo el aire que puede, ¿Por qué la casa les dejó encontrar el cuarto? Finalmente cruzó la habitación rodeando el pino y se encontró con ellas.

 

Hey… ¿Qué ha pasado?-, el muchacho se inclinó, apoyando las manos sobre las rodillas para ver mejor por encima del hombro de Hannity al animalillo recién curado. ― ¿Uh? Excelente trabajo Hannity-, habló con la monotonía de siempre, observando con detalle el pelaje del caberu, era muy distinto a como lo recordaba, pero supone que debe ser por la iluminación del fuego en la chimenea. ―Bel Evans raras veces se deja curar, debes tener algo especial…-, un gesto doloro, breve, se dibujó en su rostro mientras hacia el esfuerzo de erguir nuevamente su espalda.

 

¿Pero qué te ha pasado Bel Evans? ¿Qué es tan malo para que sigas ocultándote en esa forma?-, distraído nuevamente en Yanna y Bernadette, esperó que Bel decidiera pronto tomar nuevamente su forma humana, no está seguro por qué, pero ver la trasformación de un animago le deja una sensación extraña.

 

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Hannity tenía un aroma particular. Me recordaba al olor de los jazmines capaces de aliviar el estrés y la ansiedad, dulce y sereno. Viéndola acercarse a dónde me encontraba, esquivando la pelea infantil que se desarrollaba entre los hermanos en torno al pino (y a la que había terminado sumándose Bernadette de forma hilarante) me pregunté como se encontraría y que habría visto en el espejo para estar así de silenciosa.


¿Ella no conocía de mi forma animaga? Dejando que tomase mi pata, apenas moví ligeramente el cuerpo ante el ardor, aunque luego de aplicada la pasta, el dolor amainó. Teniéndola al lado, respondí a su llamado que apenas había sido un suave susurro, alzando las orejas y pasé la cabeza repetidamente por su costado, de forma que notase que estaba allí con ella.


Entonces Garry echó un vistazo en nuestra dirección y automáticamente mientras se acercaba,con el pelaje erizado, emití un gruñido. Si de humana, ciertos gestos eran capaces de disimular mi molestia, de animal resultaba imposible cualquier tipo de engaño. No era que odiase a Garry, pero un fuerte sentimiento de rechazo se había acumulado, en la medida que el instinto alertaba de la capacidad que él podía tener para alterarme...y para herirme.


Porque como caberú, la oscuridad que él desprendía se percibía, tan igual a la bestia de su interior, adormecida y aun así similar a los depredadores silenciosos al acecho de sus presas. Y la energía negativa era tan grande que lo envolvía por completo, como un manto que agobiaba y sofocaba a partes iguales. Un paso más de su parte, solo consiguió que el gruñido se elevara y dejando el regazo de Hannity donde me había acomodado, me incorporé, arqueando el lomo y mostrándole los colmillos.


El deseo de no tener que hablarle a nadie y muy especialmente a él, permanecía, mas como un eco, martilleando también en mi cerebro, las palabras de Hannity mermaban mi voluntad. Ella me necesitaba. En su tono de voz se había reflejado un halo de tristeza y sobretodo confusión, y a pesar de eso, incluso en esos momentos de inusual disputa con Garry, intentaba con sus maneras amables calmar la situación. Su propia presencia lo conseguía.


Porque solo cuando ella había llegado a la Heredad, había podido sentir a la laberíntica construcción como un hogar.


¿Cómo entonces extender una carga innecesaria sobre sus hombros? Si ella me necesitaba, tenía el imperativo moral de devolver un poco de lo que me había dado, un imperativo que además se cimentaba y complementaba con los lazos afectivos que me unían a ella en formas que a esas alturas encontraba inexplicables.


Dando media vuelta, troté entonces, hacia la esquina opuesta, y ocultándome tras el aparador donde se guardaba parte de la cristalería de los antiguos señores Ollivander, volví a transformarme en humana, y luego con un rápido encantamiento, mudé las ropas, raídas y mugrientas que llevaba desde la incursión en el bosque, por unos jeans y un suéter con la imagen de un pino navideño.


Exhalé largamente antes de finalmente volver con ellos, con el cabello revuelto y en la palma de la mano, la herida con una costra incipiente.


Más te vale no insistir con que cuente lo que vi en el espejo, a menos que expliques primero por qué quieres saberlo―dije a Garry observándole con desdén y luego sentándome junto a Hannity, me recosté sobre su hombro, consumida por todo la magia que había utilizado y le murmuré quedo al oído―Aquí estoy, contigo.


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