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Toloveus Clearandbrightly

Guardián de los Votos

 

 

A Toloveus empezaba a acumulársele el trabajo. Ahora también empezaba a recibir contestaciones a algunos de los mensajes que había enviado, pero además, su llamado había tenido como consecuencia, que varios de los candidatos se habían presentado en el Ministerio, aunque no todos habían acudido ante su mesa. Debía estar ojo avizor. Estando en guerra, ninguna medida de seguridad sobraba.

 

La joven que tenía frente a él seguía hablando y él la miró con una sonrisa paciente, dejándola que se expresara y despejara sus inquietudes.

 

- Sin embargo... que Crazy y Mackenzie dejen sus puestos así... ya tenían tiempo que no se les veía en el Ministerio pero debo de admitir, que esta decisión me sorprende incluso a mí -estaba diciendo la chica.

 

- Me atrevería a suponer, por lo que conozco a los anteriores Ministros, que ambos llevaban deseando mucho tiempo poder tomar esta decisión -le respondió de forma prudente. - Dudo que en los últimos cinco años ni Crazy ni Mackenzie hayan disfrutado un ápice de la política ministerial... - Remarcó el último adjetivo y dejó sus palabras en suspenso, como si hubiera estado a punto de añadir algo más que hubiera quedado enmudecido, de pronto, atrapado en unos labios exageradamente apretados. Y Toloveus fue plenamente consciente de los maleficios que resguardan los Archivos Secretos Ministeriales. Un lugar adónde llega todo tipo de información, pero también un lugar del que nunca nadie es capaz de sacar dicha información. Un arsenal de secretos encerrados y puestos a buen recaudo.

 

La joven Snape continuó hablando sobre sus buenas intenciones y sus deseos de apoyar al candidato que resultara elegido y Toloveus asintió y sonrió con complacencia, aunque bien sabía él que todo era pura fachada. La joven llevaba el sueño del Señor Tenebroso en las venas. Eso también lo sabía por aquellos Archivos Secretos en donde había estado recluido durante más de veinte años.

 

- La Comunidad merece saber sus intenciones - comentó Toloveus al hilo de lo que Hayame le iba diciendo. -Le daremos la debida publicidad -añadió, mientras con su cayado hacía aparecer la imagen de Hayame y sus buenas intenciones en las pantallas ministeriales.

 

Justo cuando las imágenes de la Snape se desplegaban por todo el Ministerio en las enormes pantallas, un mensaje se posó en la mesa del Guardián de los Votos. Toloveus lo abrió con parsimonia y lo leyó.

 

"Está bien, cuenta conmigo, pero seguiré usando el seudónimo de Vuelapluma, no tengo las medidas de seguridad con las que pueda sentirme a gusto colocando mi nombre y apellido. Sabes —y quisiera saber cómo—, dónde encontrarme. Atte, Vuelapluma"

 

Sonrió ante la suspicacia que destilaba la nota de Vuelapluma y decidió que jugaría a su manera. Hayame todavía seguía ahí, pero se había apartado un poco y Toloveus vio que comenzaba una conversación con un hombre de aspecto extraño y tez muy oscura. Así que Sagitas envía a su Babila -pensó- mientras tomaba una pluma y garabateaba una respuesta para Vuelapluma.

 

Veinte años en los Archivos Secretos Ministeriales dan para enterarse de muchas cosas. Gracias por su disposición, Vuelapluma. La mantendré infomada.

Atte. Toloveus Clearandbrightly - Guardián de los Votos

 

 

Un hombre vestido con una túnica de color vino se acercó a la mesa de Toloveus, mientras éste hacía una esfinge de papel con el trozo en donde había escrito el mensaje para Vuelapluma y lo enviaba a su destinataria.

 

 

- Usted debe ser Toloveus— dijo esbozando una media sonrisa —. Entiendo que mi nombre está en la lista de postulados a Ministro. Quisiera pedir que se retire lo antes posible.

 

- Zack Ivashkov Haughton, supongo - afirmó, más que preguntó, Toloveus, sus ojos azules chispeando. - ¿Seguro que no desea cambiar de nacionalidad? Imagino que no debe ser muy agradable ser rumano, precísamente hoy.... - sonrió amigablemente, sin importarle si el hombre se extrañaba ante su comentario que cualquiera hubiera juzgado no venía a cuento. Pero Toloveus no era cualquiera, era el Guardián de los Votos. - Sí, me dirá que me meto donde no me llaman, pero uno sabe muchas cosas, demasiadas.... Sea como sea, le diré algo. Uno no nace, se hace.

 

El hombre parecía convencido de su renuncia, por lo que Toloveus alzó su cayado y borró el nombre de Zack Ivashov de la lista de candidatos.

 

Era el turno de Babila, a quien se suponía que Toloveus no debería conocer -y sin embargo, conocía-. Éste no reparó en muchos miramientos y le soltó de una todo el mensaje de Sagitas, con un extraño acento que la rígida educación inglesa de Toloveus tuvo que hacer un esfuerzo por entender.

 

- Ola! La Señà Sagita ke dise ké komo funsiona tóesto de la nominasione, kés lo de diskurso pá la comunidá i si é pó escrito o pó la boca. - Sin esperar respuesta, continuó sus recados, ahora dirigiéndose a la joven Snape. - Ah, señá Ayame, ¿está usté pó akí? La Señà Sagita kié que valla a viví a la mansión pá quésté a sarvo con su ermana la Seorita Ash i su novia la Seorita Lissette. ah, sí, kan d'ir a robá el banko, eso kreo que va decír. No mácuerdo.

 

 

 

- Dígale a la Señá Sagita -¿así la había llamado? - que esto es simple. Puede utilizar mis servicios para que su programa como Ministra de Magia llegue a toda la Comunidad Mágica. Yo me encargaré de que todos oigan su voz, aunque su discurso sea escrito. Y también puede presentarse ella misma y le prestaré todas las pantallas para que se dirija a toda la comunidad en vivo y en directo. Si cree que sus ideas y programa político son del interés de todos, puede darlo a conocer y, de esa forma, los ciudadanos podrán conocer de primera mano sus planes políticos y votar con conocimiento de causa. De momento, haré como que lo de robá el banko no consta en su programa político.

 

Toloveus hizo un gesto para indicarle que podía retirarse. De alguna manera, sentía que lo estaban ofendiendo a propósito. ¡Qué candidato en su sano juicio enviaría a semejante emisario! ¡Y sin ningún reparo de decir en voz alta que pensaban robar Gringgotts! ¿En serio la Comunidad Mágica pensaba que algo así era lo que Inglaterra necesitaba? El mundo debía haberse vuelto loco durante su veinte años de reclusión en los Archivos Secretos.

 

- ¡Ah, no se vaya todavía, Señor Babila! - Añadió justo cuando, tras una breve conversación con la Snape, Toloveus captó, -entre otras cosas-, que ya se marchaban. - Y dígale a la candidata Sagitas que, si quiere ser Ministra de Magia, deberá cambiar de nacionalidad. A menos que todos los ingleses se hayan vuelto locos y piensen que Felipe II derrotó a Isabel I con su Armada Invencible y que estamos regidos por españoles desde el siglo XVI.

 

¿Se había visto mayor desfachatez? ¡Una española queriendo gobernar a los ingleses! Lo siguiente sería apropiarse de Gibraltar. Pero claro, también estaba eso del banco. ¿Qué planeaban? ¿Hacerse con el poder desde dentro además de en el campo de batalla?

 

Toloveus estaba muy enfadado. Le parecía un ultraje a su patria, a la que había servido toda su vida. Estaba tan enfadado que casi no oyó el aviso de su cayado.

 

- Jefe, tenemos un problema -anunció el Cayado con una voz rasposa y grave.

 

- Habla, Maderus, sólo yo te oigo -le respondió su dueño.

 

- Alguien ha intentado eliminar las defensas mágicas del Ministerio y he captado un mensaje en el exterior del Ministerio, no muy lejos de aquí.

 

- ¿Qué mensaje?

 

- Los candidatos deben ser asesinados -repitió Maderus con su rasposa voz.

 

- Lo que nos falta. ¿Acento?

 

- Inglés o, al menos, no distinguible.

 

- Permanece alerta. Y redobla las defensas.

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firma
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Come, my friends,
Tis not too late to seek a newer world.
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No entendía cómo era posible que con el pasar del tiempo pareciera que más gente fuera llegando, lo lógico sería que hicieran sus nominaciones y se marcharan del ministerio con destino a su hogar o a un lugar seguro, como estaban las cosas era mejor no tentar la suerte arriesgándose en un sitio tan importante como para recibir un ataque como lo era ese edificio. Pero claro, era más importante el chisme local sobre las elecciones que encontrar la manera de salir del lío en el que se encontraba Inglaterra en esos momentos, realmente a veces no comprendía en absoluto la forma de pensar de las personas.

 

Nuevamente miro hacía donde salian las imagenes de los nominados y no pudo evitar que sus labios se curvaran en una sonrisa al ver que su nombre ya no figuraba entre los cinco primeros, un problema menos de que preocuparse, pensó mientras seguía tratando de pasar a través de aquel mar de gente. Su cabeza tenía muchas cosas en mente en ese momento y lo que menos le agradaba era tener que dar un discurso sobre política cuando bien sabía que la política siempre se movía bajo intereses personales, lo había visto cuando fue acusada y lo seguiría viendo sin duda alguna, por eso era mejor para la Delacour dejar los puestos burocráticos y dedicarse más al trabajo de campo y la acción desde el cuartel auror, eso haría ahora.

 

Necesitaba llegar a la que fuese su oficina también ya que alguna información que necesitaba aún se hallaba en aquel lugar, pero era algo imposible con ese montón de personas que no hacían sino invadir su espacio personal, por un momento tuvo la tentación de lanzar algún hechizo para abrirse campo pero esa no era una opción, o si?, no definitivamente no.

 

Negaba con un movimiento de cabeza ante aquella idea cuando algo o en este caso alguien chocó de lleno contra la ojiazul casi cayendo al suelo, intentó sujetar a aquella persona pero no alcanzó a sujetar bien su mano, para suerte de la bruja la cantidad de personas en el lugar la volvieron a su sitio sin dejarla caer al piso. — No se preocupe — dijo a la persona que se disculpaba por aquel choque cuando reconoció de quien se trataba. — Empiezo a creer que tu o yo somos imanes de accidentes, primero el te y ahora esto. Y si definitivamente eres pésima para recordar a las personas o no prestaste atención a la conversación que tuvimos sobre el centro cultural — dijo con una sonrisa, recordaba a la bruja de cuando fue a solicitar información a la Libélula, la delacour se podía dar el lujo de decir que tenía muy buena memoria siempre al contrario de la joven que tenía en frente. Ahora que recordaba, ella trabajaba en el ministerio así que tal vez podría darle alguna información importante.

 

@@Nicole Evans Crowley

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La campanilla de la puerta trasera del local resonó justo cuando Anne intentaba introducir un pelo de veela en el corazón de la varita de roble que estaba creando, en el piso superior. No había probado nunca aquella combinación, y tenía muchas ganas de ver cómo resultaba. Por lo que pudiera pasar, se había protegido mágicamente los ojos, además de utilizar guantes de piel de dragón. No sería la primera vez que el taller estallaba de repente, y no quería sufrir daños innecesarios.

 

Depositó sobre la mesa la madera que más tarde sería una varita y alejó el núcleo que quería usar para evitar catástrofes innecesarias, metiéndolo en un tubillo de cristal que tenía sobre un soporte metálico. Algunos materiales de los que usaba como núcleo reaccionaban de forma imprevisible al contacto con determinadas maderas. Había visto mezclas que causaban explosiones, fogonazos de luz, chaparrones inesperados dentro de la habitación, descargas eléctricas e incluso algunas que anulaban por completo las propiedades mágicas de la madera o el núcleo, o de ambas.

 

Mientras se dirigía hacia las escaleras que conducían al almacén y daban acceso a la parte de atrás del negocio, se quitó los guantes de piel de dragón y los arrojó sobre una mesa. Luego bajó las escaleras al trote y abrió la puerta de un tirón tras cruzar el estrecho pasillo que se comunicaba con el exterior. Un hombre calvo y desgarbado bastante más alto que ella le dedicó una sonrisa desdentada que le causó repugnancia. Pero como sabía quién era y a lo que iba, se esforzó por devolverle la sonrisa con fingido entusiasmo.

 

Hombre, Leopold, pensaba que no llegarías nunca. Pasa, pasa.

 

No tardó ni dos segundos en darse cuenta de que algo no marchaba demasiado bien pues el hombre entró con una bolsa en la mano y un periódico bajo el brazo. Una mísera bolsa. ¿Dónde estaban las cajas que llevaba semanas esperando?

 

Decidió no abrir el pico hasta que el hombre le diera alguna explicación. En cuanto llegaron al almacén empezó a hablar.

 

Lo siento, señorita Gaunt, pero los envíos están verdaderamente complicado durante estos días. Es muy complicado sacar mercancía del país, pero aún más difícil entrarla. Varios de mis socios han sido detenidos por el Ministerio, otros han sido deportados a sus países. La gente está tan preocupada por la guerra que ya no prestan atención a nuestros negocios. Por eso... bueno, solo he podido traerle esto —le entregó la bolsa con timidez. Su voz había ido apagándose hasta ser un simple murmullo apenas audible. Anne tiró de la bolsa que le tendía y la abrió durante unos segundos, mirando el contenido. La cerró y la dejó sobre una estantería.

 

Está bien, tendré que darme por satisfecha por ahora. Adiós Leopold.

 

Extendió una mano señalándole la salida y se dispuso a darle la espalda cuando notó que él no se movía del sitio. Anne frunció el ceño, parándose de repente.

 

Señorita Gaunt, acordamos que me pagaría cuando le entregara la mercancía.

 

— Ajam, ¿y? Yo no veo el pedido aquí. Así que tú no vas a ver el dinero. Toma la puerta, no tengo ganas de enfadarme.

 

El hombre dio un paso vacilante, reacio a dejarse vencer tan pronto.

 

Pero señorita, yo no tengo la culpa de la situación del país...

 

— Sal de mi negocio, Leopold. Y hazlo dando las gracias de que te deje ir con vida. No te lo voy a repetir. Y dame esto —y estiró del peródico que el hombre seguía llevando bajo el brazo. Él abrió la boca para protestar, pero pareció pensárselo mejor y se dirigió hacia la salida arrastrando los pies. Anne le observó, impasible. Cuando ya iba a atravesar la puerta hacia el exterior, le llamó—. Espera. Maldito desgraciado, pareces un alma en pena. Toma —hizo aparecer en su mano una bolsa con varias monedas dentro y se la lanzó—. Es una parte de lo que acordamos. Consígueme lo que falta, y recibirás el resto. Y ahora, evapórate antes de que me arrepienta.

 

El hombre tomó la bolsa al vuelo y se dirigió a su camioneta con paso más alegre. Ella, por su parte, volvió a cerrar la puerta y se dirigió al interior del negocio. Examinó de nuevo la bolsa y luego la escondió. No quería que Sagitas la encontrase, le costaría justificar algunas de las cosas que había en el interior. Tras esto, volvió a subir al taller y extendió el periódico.

 

Las noticias sobre la guerra cubrían buena parte de la publicación mientras que la otra parte se la llevaba toda la actualidad sobre las elecciones a Ministro de Magia. Leyó por encima y se detuvo al ver algunos nombres. ¿Sagitas? ¿Aaron? Y varios más. Conocía prácticamente todos los nombres. Se rascó la cabeza y cerró el periódico. Quizás era momento de cambiarse de ropa y salir a mezclarse con la sociedad. Eran tiempos de cambio... debía prepararse, por lo que pudiera pasar.

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En la "Ojo Loco":

 

Cuando Babila se fue a cumplir con mis dos peticiones, el silencio y la soledad se hizo patente durante unos instantes. No es que tuviera sola sino que, de repente, sentí que caminaba por una vía de dirección única a la que me dirigía yo sola, sin contar con los que me rodeaban. Era una sensación de no tener a nadie a pesar de todos los que me rodeaban.

 

Suspiré cuando la voz de Perenela me sacó de mi sensación de ahogo, dándole gracias a los Dioses por tenerla cerca, por tener a toda la familia cerca.

 

-- He visto que vamos a tener problemas. Nosotros quiero decir, no sólo el pueblo, no sólo el Ministerio, no sólo la guerra... Habrá ataques directos contra la familia y necesitamos que estemos todos juntos para defendernos. Mientras dure este vacío de figura ministerial y mientras el enemigo esté más cerca de lo que creamos... ¡Alerta permanente!

 

No podía obligarla a quedarse en casa. Si se lo pedía, seguro que saldría sólo para poder demostrarme que era capaz de cuidarse. Y yo tampoco podía quedarme allá.

 

-- Necesitamos reunir cuanto antes liquidez y suministros. ¿Puedes hacerte cargo con Harpo de hacer un listado de todo lo que contamos en la mansión? Y reforzar la vigilancia. Ahora que estamos en guerra, nadie está seguro. Y... Querida... Si España entra en guerra, tendremos que plantearnos el hacer caso a Matt y salir del país. Al menos, los niños. Para mí, mi país es donde esté anclado el Circo, así que mi lealtad está totalmente situada en Londres. Pero podemos tener problemas.

 

Me levanté tan rápido que Ithilion dejó de jugar con su taza y me observó con curiosidad.

 

-- Hazte cargo de tu hermano y espera aquí al resto de la familia. Voy a cambiarme mientras regresa Babi con Hayame. Si crees que alguien más debe refugiarse en la "Ojo Loco", envíale una lechuza. En cuanto cerremos puertas, ésto será una fortaleza.

 

Sean interrumpió con su presencia mis órdenes y enarqué una ceja.

 

-- ¿Cómo qué dónde está la jalea? ¿Es que no sabes que estamos en guerra? No hay jalea. -- Ni sabía si la había pero meterme con él era un divertimento mutuo. -- Tú y yo tenemos que hablar sobre tus actividades non gratas. ¿Sabes que me han nominado para ministro? No creo salir pero tu fama no va a enturbiar la mía, ¿sabes?

 

Lancé la servilleta sobre la mesa con un gesto furioso pero, de repente, la mueca de mi cara se convirtió en una sonrisa.

 

-- Yo la tengo peor y no quiero que me eclipses, muchacho. Por cierto, debemos trasladar al interior de la mansión todo tipo de defensa. Ya que eres... hum... capaz de encontrar todas las pociones y objetos que tengo escondidos... ¿Podrías elegir un hueco que podamos reunirlos todos por si lo necesitáramos para defendernos? Seguro que puedes encargarte de eso, ¿verdad, Sean? Yo tengo que visitar tres negocios para ver su estado. Creo que la Agencia tendré que cerrarla durante unos días. ¿Quién en su sano juicio quiere hacer excursiones con tantas explosiones por todas partes? Puede que traslade el autobús al jardín trasero por si tenemos que usarlo pero... ¿cómo voy a trasladar todo un Circo con la de animales que hay dentro? Uffff..

 

No sabía si ir primero al Circo o empezar por la tienda de varitas. Tal vez pillara por allá a Anne o a Beltis y podrían informarme de chismes de esos que son divertidos...

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Aparecí a pocos metros de la caseta telefónica, en realidad a la vuelta de la esquina, una muy solitaria a esas horas en que los muggles ya se encontraban pegados a esas cajas extrañas que emitían una tenue luz en sus rostros, parecían máquinas de escribir. Hurgué en los bolsillos de mi túnica para ver la hora en un reloj de bolsillo, más bien, la prenda era una chaqueta victoriana con dos pliegues que se abrían desde el cinto que envainaba mi varita a la altura de la lumbar, color negro al igual que las botas de firme zuela y unos pantalones ligeros; yo era un conservador de las prendas mágicas. La camisa de lino contrastaba en el resto de tonalidades. Era casi medio día.

 

Observé el cielo, mera acción de falsa esperanza, y de pronto un haz de luz verde se reflejó en la gris mirada que tanto me caracterizaba, ¡era un morsrmordre!, ¿quién lo había invocado?. El cielo terminó de nublarse en pleno verano- característico de aquella ciudad, aún en aquella estación del año- y la calavera se impuso sobre Londres con una serpiente danzante que surcaba el cielo enroscándose entre grandes nubarrones. Para los muggles no era más que un frente de mal tiempo, en cambio para nosotros, era símbolo de muerte y ya era sabido lo que había caído...el ministerio.

 

¿Culparían a los mortífagos por la guerra?, ¿creerían los demás que ellos obligaron a Crazy o Mackenzie de haber renunciado al poder?, el que haya invocado el sello de Lord Voldemort ¡era un necio!, sin embargo sería la chispa que arrancara el motor y eso era lo que necesitábamos, o lo que al menos yo necesitaba. La noche anterior habíamos sido convocados a la fortaleza oscura, lugar donde solo llegaron unos pocos...¿qué sería de los demás?, ¿miedo?...¡cobardes!... ¡traidores a la sangre!... no había otra respuesta que se me cruzara en ese momento. ¿Y si los mortifagos buscaban asesinar a los candidatos?, no, ¿los fenixianos? ¡menos!, ni siquiera se sabía de ellos...

 

Pensaba en todo ello y ni cuenta me había dado de que estaba apoyado, de costado al concreto de un edificio, brazos cruzados, mente en blanco observando a un pájaro volar desde un poste a otro.

 

- ¡¿Vas a una fiesta de disfraces a ésta hora payaso?! - un trío de adolescentes se asomaba desde la esquina de en frente.

 

- ¿Te perdiste en el tiempo?...

 

-¡Le robaste la ropa a mi abuelo!...

 

-¡al abuelo de tu abuelo! - le codeó otro y se mataron de la risa. "muggles", pensé con asco y los llamé con un ademán indiferente, aunque mi carta bajo la manga había sido una simple y conocida maldición, el imperius.

 

A regañadientes, cruzaron la calle y me siguieron cuán flautista de Hamelin hasta el callejón cerrado, aledaño a la caseta; ellos ni se explicaban como es que andaban tras un desconocido. Éramos casi del mismo porte, todos allí, y aunque ellos vestían a la usanza de un crío muggle, al parecer no les daba la estampa de rebeldía que querían demostrarme... les dejé libre de polvo y paja cuando nos conglomeramos allí.

 

-¿Qué... qué te pasa nerd?- sostuvo el más bravucón al encontrarse medio desorientado.

 

-¿vendes pastillas o algo?- preguntó el otro, pero se vio parado por el antebrazo de su compañero quién dio un paso en frente y sacó una navaja. Sonreí, eran muy ingenuos.

 

-¿Pretendes hacer algo con eso muchacho?...-pregunté con un intento de compasión.

 

-Ya verás...

 

-Oh my boy...- manos atrás, desinteresado en hacerles mucho daño, alcancé a enseñar la varita a pocos metros de que el chico clavara su puñal en la parte baja de mi abdomen. No era un petrificus totalus, pero de cierta manera lo tenía allí detenido y tal vez un tanto acalambrado. Los otros dos quedaron impactados, uno de ellos quiso mandarme un puñete y el otro casi salir corriendo. Resoplé con desesperanza- algunos valientes, otros cobardes, pero con poca iniciativa...

 

-Qué mi.er...

 

El que había arrancado se vio aprisionado en una caseta invisible mientras que el individuo que osaba lanzarme un puño quedaba con los nudillos a un par de centímetros de mi rostro, uno que ladeé para observarle.

 

- Mírate, muggle...sudaderas anchas y de colores chillones, pantalones a medio trasero... ¿ya te hiciste?, ¡ah no!, eras tú...-sostuve con ironía, una tan sarcástica que se confundía con el tono de un padre a un hijo. Al que había intentado escapar se le formaba un charco bajo el pie (había quedado en pose de velocista)- Quizás parezca de otra época, pero les contaré un secreto... la pregunta no es de qué época, sino de que mundo...- se oía uno que otro sorbete- oh, no muchacho no, no no...- negaba en tanto deslizaba mi varita por los hombros de aquellos tres- ... ¿crees que te haré daño?...- el tipo de cabello colorinche y tiernos ojos celestes me observaba con ojos lagrimosos; su compañero, de camisa, moreno y ojos verdes sostenía un poco más de altanería, una enfrascada en la impotencia de no poder hacer ...nada.

 

-N...no ... no señor...

 

-Y porqué atentas contra mi vida, pequeño muggle...

 

-No sé que es muggle, no... yo no quise, yo... yo no sé que es un mugg...muggle señor...

 

-Personas sin magia- lancé sin reproches mientras me sentaba en el banquito de un posible vagabundo. Me encogí de hombros. Los tres ahí parecían verdaderas estatuas, de esas a la que las personas le lanzan monedas- díganme... ¿les parezco jovial? - dos asintieron con gran velocidad, el otro solo me miraba con odio. Volví a dibujar una simpática sonrisa en el rostro, falsa modestia por lo demás- No me mientan, ustedes me temen ahora porque no saben como es que los tengo allí sin poder hacer nada... volveré a preguntar, o ¡no!... no no...- me levanté- ¿tengo la estampa para dirigir personas?...-los tres quedaron ahí, incrédulos. No sabían qué responder. Crucé la varita de un lado a otro, movimiento muy sutil que proyectó tres cachetadas- ¡respondan niños!...

 

Froté el anillo contra oídos indiscretos... solos nos oiríamos nosotros tres, más bastó otra floritura de mi varita para que se levantara una pequeña burbuja que nos invisibilizaría del resto, ¡justo de un carro que transitaba por ahí!.

 

-¡Auxilio!... ¡Auxilio!...- gritaban desesperados.

 

-¡Vamos! ¡griten con más fuerza!...- los alentaba- griten, ¡griten!

 

-¡Auxilio!... ¡un loco nos tiene aquí encerrados!...

 

No aguanté la carcajada cuando pasaba una señora paseando a su pequeño poodle a solo metros de nosotros. No pudo vernos, no pudo oírnos, ¡magia!... sin embargo el perro olió algo distinto, ¿sería el charco de pis de aquél muchacho?...tuve que soltar otra floritura par que finalmente desistiera, la verdad no se si fue producto de mi varita o del temor de aquella señora de entrar en el callejón.

 

-Auxi...

 

-¡Silencius!...- agité mi varita nuevamente, luego soplé la misma como si se tratase de un revólver- créanme, que si quisiera matarlos ya lo hubiera hecho. Lo que yo quiero es que conozcan a gente como yo... - sostuve con cierta discreción, acercándome al tipo que había intentado escapar. Con un ademán de mi arma mágica sequé sus pantalones y quité el hechizo petrificador en él. Bordeé su cuello con el brazo - ¿qué es lo que más deseas en la vida muchacho?...

 

-Se...señor yo...

 

-Ze...zeñor ni ni ni- remedé y le dí un zape a palma abierta en la nuca, suavecito al fin y al cabo- ¿tienes un billete?...

 

-Si...sí, tenga...- de su billetera sacó veinte libras. No tomé su sucio dinero, sino tan solo toqué el mismo con la punta de mi varita y apliqué un encantamiento multiplicador. En su mano habrían unos cincuenta billetes de los mismos; el tipo alternó miradas como si la codicia lo hubiese cegado, de hecho lo hizo; era tan fácil comprarlos.

 

-¿Ven?...-quité el hechizo de uno de los otros dos que quedaban- comparte con tu amigo...- le dije al muchacho- creo no ser un villano ¿o sí?...-me volteé al último, seguía hechizado y en su mirada aún notaba algo de odio- ¿qué pasa mi buen amigo?...

 

-No confío en ti...-me dijo directamente para luego soltar un escupo en mi rostro. Alcancé a cerrar el ojo mientras sentía como su saliva bajaba por mi mejilla-... ¡fenómeno!

 

Los otros dos quedaron mirándole, a él y a mi, quizás esperando que lo convirtiera en una rata o lo hiciera desaparecer de una sola vez. El hecho que acababa de ocurrir no estaba lejos, ni tampoco era un acto que naciera de la nada. Los malditos muggles siempre le habían temido a cualquier cosa que fuese superior a ellos, en éste caso nosotros. Su hombría no era más que una actitud deficiente de una rebeldía sin causa alguna, la misma que en el algún momento podría verse en contra de nosotros, el mundo mágico.

 

-Los llamo para darles dinero y me tratas de fenómeno...¿fenómeno?- cuestioné mientras quitaba su asquerosa saliva de mi rostro con magia; quería quedar limpio de su inmundicia. Era bueno embaucando- los llamo para que conozcan algo mejor de lo que ven a diario y me tratas de ...¿fenómeno?. te he tenido todo éste rato en una sola posición y el defectuoso ¿soy yo? ...- el par de amigos que había liberado comenzaban a dar un paso al costado- ¡eh!... hey... no se vayan todavía- como simples peones, obedecieron. Señalé a su camarada, al tipo que con odio intentaba apuñalarme con el arma blanca...

 

-Ya basta Dimitri...- le susurró uno de sus amigos. Me observó luego- ... señor por favor, no le contaremos a nadie sobre ésto...

 

-¿No contarle a nadie?- bufé- ¡pero si eso es lo que quiero!, que le cuenten al mundo sobre nosotros... para que haya paz- mentí- verdadera paz. ¿Qué otra cosa podría existir si ustedes no saben sobre nosotros pero nosotros todo sobre ustedes?, mi mundo estará en guerra muy pronto y necesitamos ayuda- volví a mentirles; ¿cómo decirles que podríamos tirarlos de carne de cañón?, ¿Cómo explicar a mi gente que ellos debían de ir en primera fila sin que se notase la posición dictatorial?, ¿cómo...?

 

-A lo único que ayudaría, sería a matar a gente como los tuyos maldito frik....

 

-Avada Kedavra...- sutil, sin pensarlo, directo. El cuerpo del chico cayó preso de la maldición asesina. Sí, mi temperamento muchas veces me jugaba en contra.

 

-¿Lo mataste?....

 

-No, cayó dormido...Despertará en un par de horas...¡Nius!- mi elfo apareció de inmediato- ¡Me encanta esa velocidad!...-los tipos quedaron mirando al elfo, y la criatura a ellos- tranquilos, éste si que no hace daño, ¿verdad que sí?- pregunté a mi criatura dándole un empujoncito con el pie para que se acercara al cadáver.

 

-Mi señor, el muchacho está...

 

-Dormido Nius, está dormido...llévalo al castillo, le daremos algo para despertarlo, ¿verdad?- dicho tal, desaparecieron tras poner la palma en la mano del muerto. Quedábamos solo nosotros tres- ¿y bien? ¿creen que pueda dirigir a personas?...-ambos se miraron y asintieron, asintieron hasta devolverme la mirada. No dejaban de hacerlo- ¡bien!, pueden irse... obliviate...

 

Era director de un departamento de seguridad mágica, fuera lo que me diera la vida en la política que se estaba conglomerando en el atrio, tenía conocimientos sobre aquél encantamiento, sobre su uso y de como borrar ciertos recuerdos. A los chicos solo les saqué de mente mi rostro y la existencia de su amigo, sí, al que había asesinado. Poco a poco, plantaba mi semilla... ya sabría cosecharla en su momento. Un estruendo marcó el momento en que perdía a los chicos de vista, la caseta a pocos metros se llenó de polvo... ¿qué estaría pasando? (ese era un cuerno de erumpent, el primero que había estallado). Fue el momento en que me decidí entrar.

 

***

 

El atrio estaba lleno de gente y si bien habían algunos escombros de lo sucedido días atrás, se imponía como icono de la fortaleza inglesa. Un vejete se mantenía en un podio y la gente parecía acercarse hasta él para venerarlo; de lo que a mí respecta, no lo había visto ni en pelea de perros. Me adentré entre los presentes y de pronto me di cuenta que habían telones, grandes lienzos donde figuraban varios rostros, Dennis, Darla, Sagitas...¡la warlock!... ¿Sagitas?, qué circo era éste con una española a un pelo del poderío inglés; ¡su país se había aliado a Bulgaria!... Maida era búlgara, pero...¿qué demonios estaba sucediendo en el ministerio?. Pude percatarme de todo ello, allí entrometido entre las personas que poco a poco cerraban el paso de cualquiera. No es que quisiera hacerme notar, pero no me gustaba andar pidiendo permiso para seguir mi paso.

 

-¡Ubicarse a un costado!- me percaté de las urnas, o al menos la que custodiaba aquél anciano- ¡hagan fila por favor!, ¿qué modales son éstos?...- cuestioné con cierta molestia al ver que todo allí parecía un verdadero desorden; nada perteneciente a la cultura inglesa, por cierto. ¡Vergüenza!

 

El anciano parecía hablar con su cayado, susurraba cosas a medida que platicaba con una bruja que se le había acercado. Me abrí paso hasta él...

 

-Buen día señor...- me referí a Toloveus- Aaron Black Yaxley. Creo que me ha llegado un mensaje de su parte...- inferí a ver unos origamis muy parecidos al que había recibido. Divisé a Zack a lo lejos, así también con Dennis y un medio gigante que, bueno, se hacía notar por el porte y tez. Volví a dirigirme al anciano-... ¿cree que el ministerio esté a salvo con toda ésta gente aquí dentro?, digo... tengo cierta información- me acerqué un tanto- dicen que la vida de los candidatos corre peligro...

Editado por Aaron Black Lestrange

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Veinte años con un sueldo fijo —brufó con una sonrisa—, ya veremos si Aaron me sigue teniendo de asistente en dos décadas, con el carácter que se gasta el primo, me sorprende que me deje husmear entre sus papeles. Aunque claro, él cree que ordeno.

 

¿Con quién hablaba? Con nadie, evidentemente, pero estaba nerviosa. De pronto todo era una sumilla de cosas, la declaración de guerra, su status como extranjera en el Reino Unido, la ansiedad de Goshi por revelar su identidad como Vuelapluma, Toloveus usándola de medio informativo para las elecciones más rápidas de la Historia Mágica, su primo entre los candidatos y, según supo por un origami que acababa de romper la poca tranquilidad que había imaginado, todos estaban en inminente peligro. Y es qué, ¿qué pensaban Crazy y Mackenzie al dejarlos así en una posible situción de Guerra? Inhaló impaciencia y exhaló más impaciencia.

 

Caminó unas seis vueltas en el espacio que tenía en su habitación, memorizó el camino y lo hizo de reversa. Mientras claro, se lavaba las manos con agua y jabón imaginarios, y ya las tenía rojas. Estaba atenta, Aaron seguramente estaba escondido, no podía volver a la Manor, su cabeza tenía precio, ¿Cómo comunicarse con él? ¿Era subversivo o era legal? '¿Tenerlo en segundo lugar lo podía en menor o mayor peligro? ¿Por qué tenía que meterse en semejantes líos? Maida se cruzó de brazos y le hizo una mueca exasperada a su reflejo.

 

Bueno, ahí está la razón por la cuál no aprobamos el Libro de la Sangre, eres muy dependiente niña, muy —se reprochó antes de buscar en su bolsillo el broche de venado que lo vinculaba al hijo de Mahia—, más te vale que aparezcas sano, salvo y de ser posible, desconocido.

 

Porque, Aaron no podía ser Ministro de Magia, ¿o si? No, eso lo pondría en el número uno de los posibles ataques y ella no iba a ponerlo en riesgo. Sacó dos vuelaplumas del bolso y comenzaron a escribir panfletos con falsa información. No sabía a ciencia cierta de las ambiciones personales que tenía su primo, pero si estaba en sus manos hacerlo antipopular, lo haría. Y se convenció a si misma que hacia lo correcto justo cuando salía el primer panfleto con la información de una paternidad no reconocida del Black.

 

Pero claro, no podían dejarla tranquila, el mensaje de Toloveus llegó también y con ello, una cosa que jamás hacía la Yaxley, ser impulsiva. Decidió que no se iba a esconder más, que tenía que hablar con Goshi y tomar el toro encargado, por los cuernos. Ya luego vería el tema del salvoconducto para salir de Londres o, la manera de esconderse.

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La rubia había leído el nombre de la Potter Black, había aparecido pero con pocas probabilidades y eso, sabía muy bien la Black, era algo que la bruja prefería. Estaba dispuesta a jugarse por ella pero conocía bien su preferencia por luchar desde el llano. Habían hablado poco, pero no habían tratado el tema que ahora se mostraba en el cielo.

 

Kimberly frunció el ceño, sorprendida de que después de tanto tiempo alguien se atreviese a invocar en el cielo una vez más, la marca tenebrosa. ¿Se presentaría un fénix a intentar impedir el avance de aquel símbolo? Pero que fuera solo eso no era nada. El tema estaba en si había huestes o no tras aquella especie de llamada. ¿La habría sentido Darla? Se preguntaba la vampiresa.

 

Se giró y tras cerrar las cortinas de la ventana y protegerlas con hechizos tomó su chaqueta de cuero y se la puso, ésta era larga y le llegaba casi hasta las rodillas del ajustado pero flexible pantalón de simil cuero. Cuando salió del departamento repitió los hechizos protectores, nunca se sabía qué podía pasar con la guerra desatada sobre ellos. Sus pasos la llevaron hacia el Ministerio, estaba segura que allí podría encontrar más información sobre las brujas y magos que eran candidatos a ser Ministro.

 

Estaba cerca ya cuando oyó los sonidos, pero luego se apagaron, se detuvo observando pasar un automóvil frente al callejón cercano al Ministerio, hubiera jurado que de por allí venía el sonido. Metió la mano al bolsillo, aprisionando la varita mientras que en el cielo aún se veían los restos del morsmordre. Nada. Pero estaba segura que si buscaba signos de magia lo encontraría. Se apresuró hacia el Ministerio, podía sentir que allí había algo, había habido algo, no lo podía precisar a ciencia cierta, pero que si no era visible para ella era más que peligroso enfrentarse completamente sola. No sería la primera vez, pero no era el momento.

 

La explosión la agarró de sorpresa cuando estaba a punto de llegar a la caseta ¿o había sido cuando terminaba de bajar por ella? Aún se sentía aturdida y confusa, miró para todos lados, un pequeño hilillo de sangre corría desde su sien por la mejilla, pero no duró mucho tiempo antes de que la herida cicatrizara. Se puso en pie y recordó, tras salir de su departamento había pasado por el callejón y llegado a la caseta telefónica y algo había explotado mientras ella descendía.

 

Todo el mundo parecía acostumbrado a aquellos golpes y explosiones. De hecho era ridículo que la gente marchara mansamente a votar, haciendo llegar sus opiniones sobre quien los debía gobernar. Miró los rostros y porcentajes, la cuenta se cerraba sobre cinco o seis de los principales. Frunció el ceño, había trabajado con uno de ellos, aunque su trato no había sido ameno, más bien ni habían tenido casi trato. No le desagradaba pero no estaba segura de cuáles de esos nombres era más confiable en ese momento.

 

Lo vió acercarse hacia el anciano que parecía ocuparse de las urnas y los votos, el hombre, decrépito pero de mirada más despierta de lo que muchos quizás se pudieran percatar. Sus palabras llegaron como un susurro, pero claras al oído de la vampiresa y frunció una vez más su ceño. A la Potter Black no le gustaría saber que su tía se iba a meter en problemas... otra vez..

 


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Casi quería arrancarse la cabellera el muggle de rostro cetrino, de principio se alegro de no haber se encontrado con el grupo de emboscadores...porque eso le valió salvar la vida, pero eso lo dejaba como centro de la ira de los "clientes"...no iban a estar muy satisfechos...no, claro que no!

Se estaba pensando en la posibilidad de "desaparecer" ocultarse...¿pero a donde ir? si hasta parecían un tipo de fantasmas aquellos "hombres" que se materializaban de la nada...

 

Y eso precisamente ocurrió...aparecieron antes de que tomará sus pertenencias...sus voces de tono extranjero con un inglés imperfecto...exigiendo que devolviera la suma de anticipo, Ferbus torpemente tomo el saquito de libras que había guardado dentro de una alforja clamando misericordia por su vida...era lo que habían anunciado que sucedería si fracasaban, aquellos hombres sacaron un trozo de madera que Ferbus miro con los ojos desorbitados...ya había presenciado lo que aquellos hombres realizaban con su utencilio demoníaco...alzaron su arma frente al temeroso muggle que cayó de rodillas ante los que serían sus verdugos, cuando aquel compinche llegaba a la paupérrima casucha dando voces de marcharse porque los demás habían acabado muertos.

 

Ferbus abrió desmesuradamente la boca...tanto por verle la cara como por lo que pensarían los "clientes" ¡en mal momento llegaba Brad!...¡Y confirmando su claro fracaso con la encomienda!...los ojos de aquellos hombres se inyectaron de sangre, lo alzaron del suelo sin siquiera tocarlo, Brad se retorcía con espasmos...antes de terminar con su vida, le permitieron respirar para que respondiera como había logrado salvar la vida, Brad no pensó que aquello era lo último que diría, pero contó lo de la luz que asesinaba y que la mayoría cayo envenenados a orden de aquel joven que llegó al lugar preparado para la emboscada, que había sido amenazado de que lo mataría y que había preguntado porque lo atacaron.

 

-- ¿Le respondiste?

 

--Si...si...¡no tuve opción! ¡¡Iba a matarme!! -- Su cuello crujió y lo dejaron caer como si fuese un costal de patatas, uno de ellos se acercó para inspeccionarlo y localizo el rastro de magia en su hombro...-- Un hechizo rastreador, viene seguramente a pocos minutos-- Se miraron entre si, --debe parecer cosa de muggles... ¡que este lo haga!--- y-y-yo se-ñor...p.pe.pe-ro, ¡no podré, lo intentaron todos ellos y no resulto! --Farfullo Ferbus con un hilo de esperanza de ser entendido...lo que quizás le valió que los hombres le entregaran un arco muy especial...se lo colocaron en las manos y le hicieron dar cinco pasos hacia uno de los muros, luego le hicieron pararse a espaldas del cuerpo de Brad.

 

-- Toma la flecha Ferbus, prepara el arco, tensalo bien, apunta a tu amigo, ahora sin moverte de este lugar, ni girarte dispara, tienes que dar en el cuerpo de tu amigo si quieres vivir...¡vamos! ¡Dispara! ¡Dispara! -- Ferbus no entendía porque de aquellas órdenes, pero ya sudaba copiosamente lleno de pánico, miro a tiro al pobre de Brad que al menos ya no sentiría nada...primero por el hecho de que ya estaba muerto y segundo, ¿cómo iba a poder acertarle si tenía que permanecer de espaldas a él...seguramente porque deseaban que fallará y asesinarlo por no hacerlo...apuntó al pecho de Brad y luego de espaldas con el arco tensado para disparar a la altura de su hombro y que él estaba seguro que su tiro iba a dar a la pared...cerró los ojos para no ver como lo matarían...soltó el disparo, la flecha zumbo, la escucho como si pasará a su lado...abrió los ojos y al no ver la flecha en el muro se giro sobre el lado que la escucho pasar...¡la flecha estaba clavada en el pecho de su compinche!

 

--P-p-pe--r-o...có_mo ??? - Pregunto sorprendido sin poder creer aún aquel "prodigio"

 

--Siempre darás en el blanco usando este arco, ahora podrás enmendar tu falta de seriedad en el trato que tenemos Ferbus, contamos con que cumplas.

 

Ferbus paso su mirada de los hombres que le sonreían al arco...¿sería posible? ...con el miedo encima se atrevió a preguntar -- ¿Podré...podré quedarme con el arco?

 

--Oh, si! ¡Claro! ¡Es todo tuyo! ve ahora mismo, que aquel que te enviamos a eliminar, está buscándote ahora mismo. ¡Aprovecha la oportunidad! Pero no te daremos ningún dinero, date por bien pagado de que te perdonemos la vida, entiendes verdad? En cuanto lo hagas marchate lo más lejos que puedas.

 

--Si, si, si...no pierda cuidado, gracias nobles señores, gracias, ya voy a cumplir con lo que desean.--Ferbus no es ningún hombre con materia gris...no cruzo por su mente que algo raro hay en todo ese asunto, ¿porque si esos demonios tenían ese poder extraordinario con los trozos de madera y armas extraordinarias como el arco que le obsequiaban, no llevaban a cabo ellos mismos aquel asesinato? ...no, en su pequeña mentecilla no se preguntó nada, solo se alegraba de poder conservar tan grandioso arco...envalentonado, se marcho en pos de aquel extraño joven de cabellera verde.

 

 

Los hombre de acento extranjero, se quedaron hablando a solas.

 

--¿Preparaste bien el arco y la flecha?

 

--Claro, no podrá ser desvanecido, ni burlado, esta vez no fallará.

 

--No debiste acceder a que conservará el arco

 

--No lo necesitaba saber, cuando la flecha impacte en su objetivo, arco y flecha retornaran a nosotros instantáneamente y ese "sin magia" se quedará sin nada.--Ambos hombres rieron con ganas y luego giraron sobre sus talones y desaparecieron.

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La respuesta a mi vital pregunta sobre la jalea (que comerse una tostada no molaba nada y menos sin jugo..por cierto donde estaba el jugo) vino de Sagitas. Y claro, aunque sus gritos no tuvieran parsimonia alguna las palabras anunciaban algo de lo que estaba plenamente conciente desde hacia mucho. Bueno no mucho tiempo, desde aquel dia fatidico donde Aaron expuso todo el asunto de lo de la "declaracion de guerra". Asi que deje la tostada que ya evidenciaba una mordida y trague el contenido masticado.

 

-Suegri..ya se que estamos en guerra y protesto por la jalea por que ya traje. Que uno tiene que darse sus gusto ante tanto estres. -sin mas despues de esas palabras tome asiento y dado que menciono algo sobre mis inclinaciones laborales y las elecciones..que si sabia de esto ultimo??? Sonrei...-Este yo te nomine a candidata....y creo que deje caer por descuido alguna que otra voleta con tu nombre de mas..asi que vete acostumbrando..contigo como Ministra tendre via libre para los negocios.-

 

O sea algun provecho tenia que sacarle a mi voto favorable a la pelivioleta. -Supongo que ya vas para la segunda ronda.....-dije mientras me frotaba los dedos- No veo la hora de ver a Babila de secretario Ministerial....sera la bomba.

 

Claro, que eso lo dije justo antes de que me avasallara con un sinfin de peticiones..en serio...aun no me quitaba las lagañas y me ponian a trabajar.

 

-Este......si...si puedo encargarme de lo que pides....pero antes tendre que desayunar.... hacer uso de baño del cuarto de Perenela y tomar del escaparate una muda de tropa limpia que traje para ya mudarme a aca.- lo dije con total naturalidad y sabiendo que podia encargarme de lo que tenia en mente la pelivioleta. Eso si, espero que yo tambien formara parte de esos que ella queria rescatar y proteger en su mansion...porque sino....pues estaba embarcada...ya yo estaba instalado.

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Con Babila

La situación en aquel sitio parecía cada vez más y más seria y la gente entraba en nervios cada vez más hasta que de un momento a otro era difícil distinguir a dónde iba cada quién o con quien hablaban; la Snape había notado la mirada extraña de aquel guardián de los votos y tomó nota mental de ver la manera de secuestrarle más adelante no solo para averiguar exactamente qué se suponía que sabía sino quizás, porqué no?... obtener alguna información que le fuera de utilidad para sus fines...

Después de todo, y con esas elecciones y los problemas que estaban atrayendo, el encontrarle muerto o algo desmembrado a causa de las maldiciones que pudiera usar para sacarle la información no sería tan escandaloso o al menos, nada que fueran a relacionar con ella

Personajes más importantes y de mirada pública se acercaban a aquella persona, por lo que serían el principal blanco de sospechas, antes que ella

Era la ventaja (diria Slughorn) de estar en la parte trasera de todo

-No creo que Sagitas tenga problema en que nos acompañes al menos, hasta la mansión para que estés con el resto de la familia mientras que se le pone una situación lógica a todo este asunto -dijo despacio mientras que su elfo Czésar al fin se alejaba por entre la multitud, moviendo sus pequeños pies para remeterse entre las piernas de las personas

Los ojos rojos de la bruja solo le siguieron por unos pocos momentos antes de volver a estirar el brazo de Babila para llamar su atención, parecía que el hombre estaba bastante entretenido con toda la gente que se movía a su alrededor

Y no lo culpaba, algunos eran bastante pintorescos

-Nuevamente, listas cuando lo digas

Le recordó

@

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