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El Secreto de los Centauros


Niko Uzumaki
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Gatiux había vuelto a sacar el mapa animado que tenía en el bolsillo. Le resultaba entretenido poder observar cómo los dibujos de huellas avanzaban sobre el pergamino al tiempo que las pisadas en el bosque seguían su camino. En el dibujo que tenía entre sus manos el sendero se acababa de pronto. Una flecha surgió de la nada y señaló un punto un par de veces antes de volver a aparecer. Estaban llegando. Dobló el mapa y lo volvió a meter en la chaqueta mientras suspiraba.

Estaba anocheciendo, el azul del cielo brillante estaba dejando paso a tonalidades más oscuras. Una estrella asomó tímidamente sobre sus cabezas. Y luego otra. Después le siguieron las demás, cuando el cielo acabó por ser un manto oscuro. El grupo de magos tuvieron que sacar sus varitas para que iluminara el camino. Caminar por el bosque de noche no era muy buena idea, siempre podías tropezar con algo que no habías visto o tuvieras un depredador peligroso acechando en la oscuridad.

- Creo que hemos llegado. - dijo Niko, de pronto, deteniéndose- Preparen su varitas por favor.

Ella se asomó por detrás, alzándose sobre sus propios pies y estirando el cuello para intentar ver un poco mejor. Por supuesto que había apretado la varita firmemente en la mano cuando el mago les advirtió. No sabían de qué ánimo encontrarían al mentado centauro, Berenci, ni si querría ayudarles o les intentaría echar de mala gana. El grupo de magos se miró entre ellos, indecisos en el proceder.

- ¿Qué hacemos, gritamos su nombre y le decimos que salga? -preguntó Gatiux en un susurro- Nos habrá visto llegar o algo le habrá dicho que veníamos. ¿Entramos?

Estaban frente a la entrada de una cueva. Y el aire que los rodeaba parecía cargante, mágicamente pesado, como si una maldición o encantamiento del que no tuvieran conocimiento estuviese preparada para inmovilizar al grupo de magos en cuanto estos hicieran un mal movimiento, o al descuido. Gatiux miró a Orión mientras inspiraba, pronunciando una pregunta que no llegó a formular.

La Malfoy movió la varita hacia delante mientras sonreía con cierta malicia, indicando que alguien debería avanzar. Ese alguien sería un escudo, claro, pero tampoco es que tuviera que decirlo abiertamente.

- ¿Quién quiere ir primero?

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- ¿Qué creo que signifique el poder de las estrellas?

 

Orión caminaba a la par de Gatiux mientras miraba hacia el cielo. Se llevó la mano al mentón pensando. Su tren de pensamiento se disparó. Intentaba recordar cualquier tipo de ritual que cumpliera con la descripción de los centauros. Sabía, de todas maneras, que la respuesta le iba a llegar en el momento necesario. Como siempre. Bajó la vista hacia el camino y luego hacia ella. No quería excluirla de su razonamiento.

Estaba por hablar, pero sin darse cuenta habían llegado hasta la cueva de Berenci. Él tomó refugio con ella cuando Niko comunicó las precauciones. Soltó a su vez una risa cuando su pajera hizo alusión a llamar al viejo centauro loco. Volvió sus ojos a la entrada cargada de magia oscura. Luego, intercambió pensamientos con Gatiux. Él había entendido a la primera, pero la verbalización de ella fue todo lo que necesitaba. Pasar de ser un flaquito torpe a un grandote torpe tenía una condición: ser carne de cañón.

 

- Ya me enfrenté a una acromántula, ¿qué es lo peor que podría pass…? Mejor me callo –le dijo en voz baja a Gatiux y dio un paso de su refugio.

 

Con la varita encendió una tímida luz y se adentró a la caverna.

 

- ¿Sabes? –dijo en voz alta, casi que queriendo mirar hacia atrás pero sin despegar la vista de enfrente-. Me quedé pensando en lo de las estrellas. Creo que se refieren invocar el éter. Verás, los cuerpos celestes tienen magia, como existe aquí en la tierra, pero cada uno rige aspectos que nos atraviesan. Tal como Neptuno con el misticismo. El gran error es pensar que los planetas giran alrededor nuestro.

 

Sus pasos eran firmes y estaba en posición de pelea, con la derecha en frente y la izquierda a un costado. Con eso pretendía minimizar el espacio de impacto de hechizos: su cuerpo. Las paredes de la cueva de un momento al otro se expandieron. Seguían en completa obscuridad, pero era obvio que se encontraban en una gran cúpula.

 

- En realidad es uno el que le da sentido. Una estrella no nace con un fin, sino que a través de la magia, transformamos su poder. ¡Claro! Que idi***, es ESE ritual…

 

De repente un puntito de luz, tal como él llevaba en su varita, apareció del otro lado de la caverna. Orión puso los ojos como platos e invocó un escudo protector que difuminó el ataque enemigo.

 

- Se nota que habla un experto… -una voz ronca se originó del otro lado -. En hablar estupideces.

 

Antorchas comenzaron a encenderse bordeando las paredes del domo, desde el extremo donde estaba el grupo, hasta el otro lado, como si fuera un efecto cadena. Berenci los había recibido en una especie de ring.

 

- Estoy considerando seriamente mi amistad con los centauros después de esta noche.

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Orión había decidido entrar de primero. El rubio tenía su varita muy fuerte y sabía que no saldrían de ahí sin una buena batalla. No tenían que ser genios ni muy inteligentes para saber en lo que se estaban metiendo al ingresar a la Caverna. Por primera vez en su vida agradecía las enseñanzas de los uzzas y que ellos hubiesen aceptado compartir su conocimiento con los magos ingleses como él. Tenía pendiente recibir clases de dos libros que lo haría pronto para aumentar aún más sus conocimientos de batalla.

 

- En hablar estupideces - Fue lo único que quedó guardado en su mente e inmediatamente comprendió que estaban siendo retados a un duelo. Por fin habían llegado hasta Berenci y tal como lo esperaba les tenía un ring de batalla preparado. En realidad no esperaba que lo de ring fuera tan literal y eso sí que lo había sorprendido. Sabía que el primero en atacar tendría la ventaja y eran 5 contra 1 así que no convocaría nuevamente una aura o al menos no era algo dentro de sus planes por el momento.

 

- Flechas de Fuego - Pensó, rápidamente de su varita comenzaron a salir muchos filamentos de fuego uno detrás del otro sin darle tiempo de reaccionar al centauro. Niko no estaba ahí para hacerse amigo del mismo sino para obtener lo que quería a cualquier precio y si eso implicaba dejarlo al borde de la muerte lo haría. Luego le daría alguna poción o utilizaría sus conocimientos en Primeros Auxilios para salvarlo. Los filamentos producidos por la varita de Niko buscaban incendiar su piel y producirle heridas de mucha gravedad que lo llevarían a la muerte.

 

- Confundus - No le daría tiempo de reaccionar. Nuevamente las palabras solo pasaron por su mente y esta vez el efecto fue inmediato. Quemaduras de bastante gravedad en su cuerpo que ahora serían acompañadas por un estado de confusión muy fuerte que no le permitiría hacer nada por un par de segundos ni siquiera sanar sus heridas o invocar un poco de agua para ayudar a apagar el fuego. El rubio estaba atacando con todo lo que tenía a su disposición y esperaba no recibir ni un rasguño porque no se pondría muy feliz al respecto.

 

- Sectusempra - Esta vez la voz del Patriarca de la Tonks se escuchó fuerte y claro. Era la primera vez que Berenci escuchaba la voz del rubio y claramente estaba mostrando que no estaba allí para sentarse a tomar el té junto con él. Bueno en realidad el Centauro tampoco pero si los dos estuvieran de acuerdo podrían tener una conversación mucho más productiva y evitar todo este problema y drama. Niko esperaba un poco de refuerzo por parte de sus compañeros. Magos muy preparados y que también tenían un par de secretos para poder vencer al Centauro.

 

Seguía sin entender qué tenían que ver las estrellas pero de alguna manera esperaba que el poder de las mismas se manifestaran de alguna manera y los ayudaran a salir con vida y con la profecía. No estaba dispuesto a irse con las manos vacías así que las estrellas de alguna manera tendrían que ayudarlos.

 

 

Regulus - Denébola - Algieba - Duhr - Ras Elased Australis - Aldhafera - Hamal - Sheratan - Mesarthim - Botein

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Orión fue el primero en pasar al interior de la cueva. Gatiux puso los ojos en blanco durante un segundo mientras suspiraba flojito de exasperación. Quería un escudo humano, pero no que el escudo humano fuese él precisamente, si no cualquiera de los otros tres. Debía haber supuesto que él se ofrecería sin oponer mucha resistencia, más cuando ella había sugerido que alguien debía ir primero.

Gatiux siguió a Orión, si algo lo hería prefería estar cerca de él para agarrarlo y poder huir. Los otros no tenían tanto que perder si necesitaban poner pies en polvorosa, pero ella no iba a dejar a su prometido atrás. Veía poco porque el cuerpo de Orión ocupaba mucho delante de ella, pero iba con la varita aferrada mientras todo su cuerpo se mantenía en tensión, listo para atacar.

Niko iba unos pasos por detrás de ella, el mago también parecía tenso.

Escuchó la explicación sobre el éter con interés. El estudio de los cuerpos celestes y todo el misticismo que le rodeaba era una de aquellas cosas extrañas que habían acabado por gustarle, aunque no terminaba de creer totalmente todas las cosas que contenían los libros que tenía Orión y que leía a escondidas cuando éste no estaba por casa.

Al principio no vio la luz que se alzaba desde el otro lado de la cueva, sólo escuchó una voz áspera que se burló de lo que había dicho el mortífago.

¡Berenci!

Gatiux se separó unos pasos de Orión por su izquierda, para tener un ángulo mejor desde donde ver o atacar al viejo centauro. Las antorchas de la cueva se encendieron una tras otras. Les había estado esperando, sin duda alguna. El centauro les estaba retando a un ataque frontal contra él, como si supiera que ganaría de todas formas y que cinco magos adultos no eran nada en comparación con su poder.

El mago rubio fue el primero en responder a la invitación, sin dar espacio a que atacaran a la pequeña expedición. Gatiux sonrió con aprobación cuando le vio moverse. Siguiendo su ejemplo, la banshee de cabellos violetas tomó posición de ataque.

Conjuntivitis

De la varita de Gatiux surgió un rayo color naranja que impactó en los ojos del centauro y que lo privaría de gran parte de su vista, poniéndoselo difícil para atacar al resto del grupo.

Seccionatus

Doce medias lunas, tan brillantes como afiladas, surgieron de la varita de la Malfoy. Volaron en dirección al centauro, cortando el aire con un silbido, listas para clavarse en la piel del centauro . Escuchó un siseo molesto por parte del mismo cuando recibió el impacto. Se encabritó sobre sus patas traseras durante un instante.

Arena del Hechicero.

Por si no fuera poco con la conjuntivitis, y por la sospecha de que se le pasaría el efecto antes de tiempo al centauro, Gatiux decidió volver a cegarlo, esta vez con algo más potente. La Arena del Hechicero te dejaba completamente ciego. Debiendo servirse entonces de cualquier otro sentido para orientarse.

Para invocar el poder de las estrellas seguramente debería enfocarse en ellas. Gatiux tenía delante de sí su constelación favorita, se la sabía de memoria, e incluso tenía un tatuaje de puntos y líneas en la nuca que representaba al guerrero. Conocía todas las estrellas, incluso habían elegido un par de nombres en secreto para ellos mismos. Se concentró en los nombres.


Saiph - Rigel - Betelgeuse - Bellatrix - Mintaka - Alnilam - Alnitak - Hatysa - Meissa - Sirio

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Triviani había comenzado a pensar que su madre no deseaba seguir hablando de la familia, realmente nunca hablaban de ello y poco se encontraban en el mismo lugar a la misma vez. Observó a las estrellas en cuanto escuchó que hablaban de ellas, pero ese despiste la hizo perder la noción del lugar, y no percatarse de la reciente llegada a la cueva.

 

Cuando hubo perdido la vista del cielo, se concentró en todos, alzando su varita con cierta confusión y desorientación. A lo lejos escuchó las palabras de Orión que fueron interrumpidas por el viejo centauro... ¿Cual es que era su nombre? No importa, la criatura los observaba en medio de aquella cúpula iluminada con antorchas, donde parecía una especie de ring de duelos. "Donde carajos em vine a meter" pensó Zoella, al verse atrapada dentro.

 

La bruja no logró comprender mucho de lo que pasaba, su despistes con los cielos la hizo perder el hilo de la situación, y para cuando quiso decir algo ya habían comenzado a atacar al centauro. Maldijo por lo bajo, sus Conocimientos de Maldiciones comenzaban a hacer acto de presencia en su cerebro. Observó la estancia, algo no estaba dentro de lo normal y podía percibirlo en los vellos de su nuca, sus ojos se nublaron por cortos segundos mientras buscaba en su interior la razón de aquella sensación.

 

Se descalzó los zapatos mientras sus compañeros atacaban, ella escarbó un poco el suelo, enterró los dedos y comenzó a pronunciar palabras en latín, intentando revelar lo que a simple vista no estaba - Quae oculis videri non potest, sed non primo aspectu nequeat manifestaturus es tu magiae - el suelo tembló levemente y comenzó a flotar un halo de tierra alrededor de los magos.

 

- No debemos matarlo, al menos no mientras estemos pisando sus suelos. Herirlo de gravedad sirve, pero no lo matemos - habló la calva, elevando su varita mientras sus pies seguían en los suelos - Lanzaré una contramaldición, para protegernos... No dejen de atacar - habló, escuchando como ahora la maga pelivioleta comenzaba a lanzar hechizos.

 

- Si occidere, non intrent corpora. Tangunt me terrarum nobis ut nos protegat pereat halitum - pronunció por lo bajo, elevando los brazos a sus costados mientras a los suelos era desprendido un halo protector alrededor de cada pisada de aquel extraño equipo de aventureros. Triviani terminó de soltar su magia, y tomó su varita dispuesta ahora a atacar.

 

- Petrificus totalus!

 

Pronunció fuerte, para iniciar sus ataques en cuanto vió al centauro intentar huir de la bandada de hechizos que le estaban lanzando. Aquel rayo que había provocado del maleficio pronunciado salió directamente al centauro, donde lo inmovilizaría totalmente, imposibilitando cualquier escape.

 

- Séneca!

 

Pronunció, lanzando aquel efecto deshidratador sobre el centauro, provocando que toda el agua dentro de su cuerpo comenzaba a evaporarse de forma violenta, evitando así que pudiera contraatacar con la magia que la criatura poseía. La bruja observó a aquella majestuosa criatura retorcerse, sintiendo cada ataque en su cuerpo pero con las fuerzas elevadas para no desfallecer... Al menos, por ahora.

 

La calva pensó en las Semillas de hielo, aquel hechizo uzza que provocó un rayo helado saliera de la varita de Zoella, que provocaría al centauro que un viento helado producto de aquel rayo surgiera a su alrededor y lo paralizara totalmente, dejándolo cubierto de hielo y provocando heridas leves a lo largo y ancho de su cuerpo.

 

Triviani no sabía de estrellas, pero recordaba haber escuchado los nombres de algunas durante sus noches pasionales, junto a un extraño y particular cliente en su juventud. Aquel poder del que Orión habló al principio debía ser invocado, y ella comenzó a pensar en los nombres de aquellas estrellas.

 

 

Schedir - Caph - Tsih - Ksora - Segin - Achird - Marfak - Ras Algethi - Kornephoros - Sarin

Editado por Zoella Triviani

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Orión saltó hacia uno de los costados buscando esquivar los ataques del Centauro. Rodó por el suelo y llegó a refugiarse detrás de una de las piedras de la caverna. El resto de sus compañeros hacían lo mismo, distribuyéndose por la caverna y contratacando a Berenci. Desde lejos vio el contra maleficio de Zoella y sus indicaciones y le dio una idea. Pero para eso, tenía que protegerse. El centauro había cambiado el foco de los jóvenes y se ensañó con el Yaxley, capaz por su conocimiento de magia astral, o simplemente porque estaba enojado con él.

 

Apoyó la punta de su varita en la piedra que resultaba como refugio y susurró.- Morphos.

 

De a poco, la piedra se había transformado en un caballo por el cual el Yaxley se montó. Sacó su monedero Mocke de uno de sus bolsillos y con celeridad le pegó con sus dos talones al animal, que arrancó la carrera. Una especie de sal rosada salía de su monedero y, siguiendo la trayectoria del caballo, dibujó en el suelo una especie de gran círculo alrededor de toda la cúpula natural. Cuando estuvo a punto de cerrar la figura, Orión saltó de su montura improvisada y le indicó a su transformación que atacara a Berenci.

 

- Expulso –pronunció apuntando a otra de las rocas al posicionarse entre su enemigo y él. Buscaba golpearlo con la fuerza del objeto-. Babosas –nadie podía decirle que hablaba estupideces.

 

Ahora, ya resuelta la distracción tenía que poner manos a la obra. De su varita de turno encendió una pequeña llama y sin dudar la puso en contacto con la sal. Esta encendió y rápidamente contagió al resto del círculo, iluminando más la estancia. La diferencia era que este fuego era de un cerúleo brillante. Puso sus manos en el fuego. Por un momento su cara se desfiguró de dolor por el fuego, pero no las apartó. Sabía que ese tipo de fuego en realidad no quemaba, pero aun así su cuerpo le jugaba malas pasadas.

 

En Artes Oscuras se especializaba en la apropiación de la magia a través de rituales. Cerró los ojos, inspiró profundamente y al exhalar susurró mantras indescifrables. Estaba orando a las estrellas, implorando al cosmos, haciéndose propia la magia astral, para que Niko, Zoella, Candela y Gatiux pudieran canalizar el poder de las estrellas. Las antorchas que habían iluminado momentos atrás la estancia se apagaron dejando sólo como fuente de luz el azul mágico del círculo y, por si fuera poco, una alfombra de brillos se desplazó bajo sus pies. Las estrellas que cada integrante había invocado se hacían presente para atrapar a Berenci.

 

Después de todo, ponerle un nombre a las cosas era adueñárselas.

 

 

 

Adhara - Furud - Aludra - Wezen - Murzim - Kochab - Pherak - Anwar al Farkadain - Alifa al Farkadain - Polaris

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  • 2 semanas más tarde...

Iba de última, quitando los restos de una sustancia pegajosa que había descubierto en su cabello; suponía que se trataba de los restos de las acromántulas, por lo que no le pareció extraño que la mano se le pegara a la cabeza cuando quiso acomodarse el peinado. En realidad, le servía como distracción pues se había quedado pensando en lo úlitmo que le había dicho Zoella, pero como no tenía ganas de someterse a una charla tan profunda de madre-hija (sobre todo porque lo primero se le daba fatal), decidió ocupar su mente en algo poco productivo.

 

Candela se tropezó con la enorme espalda de Orión cuando terminaba de peinarse, pues no vio en qué momento habían llegado a donde estaban y tampoco escuchó la advertencia de Niko respecto de las varitas, pero como estaban todos blandiéndola, la Triviani hizo lo mismo. Se sentía desorientada, eso sí, sin embargo supo reaccionar en cuanto notó que los demás del grupo comenzaban a atacar al centauro que ella aún no había visto y que, además, ni siquiera les había atacado. Y por si fuera poco, en la mente tenía nombres de estrellas que ni siquiera conocía.

 

Absórvere ―su voz, a pesar de la situación un poco absurda en la que se encontraba, sonó bastante calmada. La tenue luz de las antorchas alrededor le permitió ver la mueca de dolor, aunque Berenci se resistiera, provocado por el efecto del ataque de la gitana. Tenía los huesos de las patas delanteras quebradas y el gesto dibujado en su rostro significaba una pequeña victoria para la bruja de pies descalzos.

 

Cinaede ―volvió a pronunciar Candela con la misma calma. Esta vez, el gas venenoso comenzó a rodear al centauro, sus vías respiratorias serían afectadas y podría, incluso, dejar de respirar. Quizás en ese momento fue que la gitana pensó en lo que había dicho su hija, que no debían matarlo, pues con la cantidad de hechizos que le habían dirigido a Berenci, difícil que saliese vivo de allí.― Ok, ok. Sin matarlo pues... Incárcerus... ―una vez más, otro ataque más. Tres cuerdas se desprendieron de la varita de la castaña, su objetivo era el Centauro, obviamente. Tres cuerdas que lo atarían completamente para que no pudiese, ni siquiera, responder con violencia a sus atacantes.

 

Suspiró, casi hasta le daba un poco de lástima, y pensó en las estrellas, porque entendía que con ellas debían atrapar a Berenci.

 

 

Zubenelgenubi - Zubeneschamali - Zubenelakrab - Brachium - Antares - Acrab - Wei - Sargas - Girtab - Lesath

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~ Mosquito ~          Ianello 

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El primero fue Niko, pero el resto de magos allí presentes no tardaron en hacer lo propio, imitando al primero, alzando sus varitas para hacer caer al poderoso centauro antes de que éste acabase con las vidas de los integrantes de la pequeña expedición. Quizás no quisieran matarlo, quizás solo querían demostrar su poder, enseñarle al ermitaño que eran merecedores de la segunda parte de la profecía. O tal vez si que estaban luchando por sus vidas, y si hubieran dejado margen para que el centauro atacase ahora estarían limpiando restos de la pared de la cueva (si es que alguno sobrevivía).

Allí estaban todos, realizando la llamada de los astros como habían dicho los primeros Centauros. Gatiux repasaba mentalmente estrellas y constelaciones, se alegraba de que su curiosidad por aquella rareza le hubiera llevado a estudiarlas. Tenía montones de libros en casa que trataban sobre el tema, algunos muy básicos con los nombres y ya está. Otros más complejos, sobre cómo se relacionaban una con las otras y en que afectaba en cómo se relacionaban con los planetas y la mitología que las rodeaba.

Las últimas cuerdas que le había lanzado Candela aprisionaban sus brazos. Ahora sus patas caminaban intranquilo mientras hacía fuerza con los brazos para liberarse del encantamiento. Jadeaba, cansado por recibir tantos hechizos al mismo tiempo. Berenci estaba admitiendo en su fuero interno de que no podría vencer a aquel grupo ahora que estaban en posición de combate. Quizás hubiera tenido alguna posibilidad si les hubiera atacado por la espalda en la oscuridad cuando se estaban adentrando en sus dominios, pero no ahora.

- Está bien, está bien... vosotros ganáis. Os diré aquello que habéis venido a buscar.

Gatiux se estiró un poco, pero no dejó de apuntar al centauro ni perdió el contacto visual con éste por si cambiaba de opinión o aquello era algún tipo de distracción en la que él hablaba y hacía caer el techo de la cueva sobre todos ellos. No sería la primera vez que alguien intentaba algo así, aunque supusiera un suicidio para él mismo.

- Podéis bajar las varitas. -decía Berenci- Sois un grupo poderoso.

Gatiux miró brevemente a sus compañeros, estaba segura de que ninguno de ellos tenía ganas de bajar las varitas, lo lógico sería pensar que el centauro quería que se confiaran antes de asesinar a alguno de ellos. La Malfoy no se movió. Se quedó esperando a que el centauro dijera la segunda parte de la profecía. Como ser con el don de la videncia ya se habría visto a él mismo diciendo aquellas palabras...


Markab - Scheat - Algenib - Enif - Homam - Matar - Baham - Sadalbari - Salm - Mirfak

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  • 2 semanas más tarde...

- Podéis bajar las varitas. Sois un grupo poderoso.

 

Berenci se… ¿había rendido? Orión no quiso dejarlo a la suerte. Vio como en la alfombra de estrellas que había invocado se terminaban de iluminar las últimas a las que Gatiux había invocado. El manto tenía solo la función de crear una prisión suficientemente poderosa para detener completamente a Berenci. Completada la trampa mágica, Orión suspiró satisfecho. Bajó la varita y se acercó lentamente al centauro malherido.

 

- ¿Y bien? ¿Qué tienes para decirnos? –instó el mortífago. Por su parte, ya estaba perdiendo un poquito la paciencia.

 

- Ah, sí, la profecía…

 

En ese momento, la runa de las caídas permitirá una nueva visión, una nueva esperanza, una nueva compenetración. Pero, cuidado, la memoria es frágil en aquellas con el corazón incendiado.

 

Orión se quedó perplejo. Parpadeó un par de veces, ¿ese era el gran y terrible secreto que llevó a Berenci a la locura? Unió las dos partes de la profecía, la primera era clara: el momento en dónde se iba a cumplir, con cierta atención al contexto histórico. Ahora, la segunda parte es la acción, lo que hará que se dispare la cadena de procesos de la profecía. Pero faltaba algo más, ¿con qué objetivos? Se llevó la mano al mentón y caminó de un lado al otro analizando minuciosamente todo. Parecía que aun completamente magullado, el maldito caballo se regocijaba ante las dudas de Orión.

 

- Creo que deberíamos volver con el resto de la comunidad a compartirles lo que acabamos de escuchar –se dirigió un poco preocupado ante el grupo.

 

Estaba ignorando completamente las risas por debajo de la criatura loca.

 

- La profecía está por cumplirse. “Cuando todos sepan y nadie quiera olvidar” se refiere al estatuto secreto. Ya se sabe la existencia de la magia, pero ya nadie quiere volver atrás. Si existe algo, lo que sea, que pueda revertir esto, bueno, ¿no sería interesante saber qué es?

 

Volvió a la puerta del baúl, apagando las antorchas que en su momento habían iluminado completamente la estancia.

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Gatiux puso los ojos en blanco cuando empezaron a hablar en clave de nuevo. Odiaba las adivinanzas. Si fuera ella no se andaría con esas frases con doble sentido que dan a entender una cosa pero significan otra completamente distinta. Ella hablaría con claridad. Pero ella no era, nunca sería. No era algo de lo que se tuviera que preocupar, ni mucho menos, para ellos las adivinanzas y los dobles sentidos.

Orión parecía algo preocupado. Gatiux estaba... aburrida. Quizás fuera por culpa de que no hablaban con la suficiente claridad, entonces se perdía y su mente comenzaba a divagar sobre otros asuntos. Para cuando volvía a prestar nuevamente atención ya había perdido el interés sobre el asunto que tenía delante. En esta ocasión no fue diferente. Orión parecía muy intrigado por resolver el acertijo planteado. Gatiux lo observó porque le parecía adorable verlo concentrarse así.

Respiró un poco más tranquila cuando salieron de la cueva, lejos de Berenci y de sus malas artes. Nunca sabría que habría ocurrido si le hubieran dado el margen suficiente al centauro, si no hubieran pasado a la acción y dudasen en el momento de pasar al ataque. Invocando el poder de las estrellas como les habían recomendado los otros centauros para hacer una prisión mágica que atrapase al ermitaño.

Ahora Orión les preguntaba con nuevos ánimos si es que no estarían interesados en saber qué podrían hacer para revertir la situación anterior. Una pequeña risotada escapó de entre los labios de la banshee de cabellos violetas. Sí, a ella se le ocurría una solución, pero no era del gusto de todos, y se derramaba demasiada sangre "inocente". Pero si querían acabar con la vida de los magos no estaban tan libres de culpa. Si le dejaran rastrearía uno a uno a todo aquel que sabía del secreto y lo silenciaría para siempre. Era rápido y eficaz. Solía tener una visión más calma al respecto, pero en los últimos tiempos los muggles estaban tentando demasiado a su suerte, provocando a los magos sin pensar en la seguridad de su vida.

- No creo que los centauros nos revelen ninguna clave nueva. -Gatiux chasqueó la lengua- ¿Nos van a dar una fórmula para acabar con los problemas de la sociedad aquellos que viven aislados de ella? Tendremos suerte si no nos dicen una nueva adivinanza.

Se había hecho completamente de noche. Sobre sus cabezas, lejos de cualquier contaminación lumínica, brillaban cientos de estrellas. Bajó la varita para iluminar sus pisadas y no tropezar con alguna rama imprevista.

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