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Crónicas de Luces y Sombras II


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Su mente en ese momento era un torbellino. Situaciones, sentimientos, hechos que creía de un modo pero que se estaban transformando completamente mientras las analizaba. Era como si su realidad de los últimos meses estuviese deshaciéndose entre mentiras. “Mentiras de Mael…” le dolía aceptarlo, entender que era él quien le había hecho tanto daño.

Era como si todo lo que conocía se quebrase en mil pedazos, como un vidrio tras recibir un piedrazo, formando un rompecabezas casi imposible de volver a armar. Hacia donde mirara, hacia cada recuerdo, encontraba una mentira o dudas respecto a la veracidad de su vivencia. ¿Quién era ese muchacho? ¿Por qué le hacía eso?

Soltó la mano de Mael apenas la sensación de aparecerse se desvaneció. Pudo entonces mirar alrededor, se había concentrado en el primer sitio que le venía a la mente, uno que había evitado con todas sus fuerzas desde la muerte de su hermano: la Mansión Gryffindor.

Los terrenos solitarios parecían tan distintos a aquellos en los que había pasado bellas tardes con su familia. Podía casi percibir a lo lejos las risas y el correteo por alguna travesura. Pero no. Todo había quedado en el pasado, demasiado distante como para revivirlo. No era el momento de ponerse nostálgica y mucho menos de querer regresar a un hogar que ya no era el suyo.

-Debes aprender que escapar de tus problemas no es nunca la mejor salida -soltó con frialdad, aunque dolida, estaba dolida. En su pecho sentía el golpeteo de su corazón, en su estómago la angustia ante los recientes sucesos.

Mael había confesado su “amor”, así como ser el mortífago que tiempo atrás había atacado a su ahora esposo. El mismo que la había acompañado del brazo hasta el altar, que se había asegurado de que recobrase la confianza en el peor momento de su vida, quien le había brindado un sitio tras apenas conocerla… ¿Podía simplemente dejarlo ir? ¿Odiarlo? No, claro que no podía.

La única alternativa, a criterio del muchacho, era que ella lo siguiera hacia el bando tenebroso. Eso no pasaría. Ahora, él también sabía, por sus propios dichos, que era parte de la Orden del Fénix. ¿Acaso por ello correría a acusarla? ¿Por despecho? ¿Por odio?

No temía por su vida, no realmente, pero sí por la integridad de Mael. Se mordió los labios, no podía siquiera pensar en la idea de correr a acusarlo. No podría hacerlo. ¿Acaso él sí?

-Puedo arrepentirme de esto para el resto de mis días, pero propongo hacer un juramento, aquí y ahora... -agregó, esperando captar la atención de... "Goldor" pensó, aquel nombre le dolía.

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MANSIÓN GRYFFINDOR

Un juramento… —murmuré mirando fijamente aquellos ojos color verde de Mica Burke. Habíamos aterrizado en los jardines de la mansión Gryffindor. A unos cuántos metros de las dos estatuas que decoraban el sitio. A unos metros más estaba el panteón donde descansaba los restos del Viejo Auror. Llevé una mano a mi varita que se encontraba resguardada en el bolsillo interior de mi túnica—. ¿Por qué debería aceptar eso? ¿Qué te garantiza que no he pasado toda la información a los míos? ¿Qué te asegura que no están esperándote en la Burke, eh?

Miré de manera desafiada a la joven con la barbilla lo más alto que pude, sin siquiera expresar que ella también tenía un papel que desempeñar. Había descubierto (o robado mejor dicho) que había sido el culpable de casi asesinar a su esposo. Y de que era un mortífago. ¿Estaba listo para ser perseguido eternamente? De momento nunca habían averiguado sobre Kenzo Ito y algunas cosas más. Pero lo que más me preocupaba, hablando de los míos, era mi líder de la Marca Tenebrosa: Arya Macnair. Y lo que algunos podrían llegar a pensar o hacer, si se enteraban de todo lo sucedido. ¿Me desplazarían como lugarteniente? ¿Me tildarían de traidor o llevarían a la muerte? Los ideales del bando eran demasiado volátiles y peligrosos.

Recordé la protección que había dentro de aquellos territorios. Nunca había presenciado una magia así, donde ninguno de los Gryffindor podía lastimarse en los terrenos de la familia. Podía intentarlo y jamás funcionaría. ¿Mica me estaba pidiendo eso? ¿Era una manera de defenderse ella o de intentar meterse en mi vida? La bruja me había rechazado, había elegido andar por otro camino. ¿Entonces por qué seguía insistiendo? Algo había hecho click en mi cabeza, había aceptado que tenía que hacer algo más grande de todo lo que estaba sucediendo, una magia peculiar.

Había conseguido todo lo que necesitaba haber encontrado. Había muchas razones por las que no había querido sumergirme en aquellas aguas profundas, negras y peligrosas. La magia siempre tenía su precio y tenía mucho que perder. Pero había algo (o alguien) que evitaba que siguiera adelante. Y ahora ése alguien, me había dado todas las razones para hacerlo. Era una maldición antigua y poderosa. Con ingredientes que se dividían entre algunos difíciles de encontrar, otros casi imposibles de hacer y otros que no lograba descifrar cuáles eran. Pero si lograba hacerla, si lograba terminarla, lograría la victoria, lograría la fama dentro de los míos. Y ésa magia afectaría a todos por igual.

Tal vez era la única manera de lograrlo, aceptar su pedido, hacer tregua y poder correrla del camino.

Un pacto de sangre. Un juramento. Una promesa —levanté mi palma y me aferré con la otra mano a mi varita—. No podremos atacarnos directamente. No podremos revelar la identidad del otro a nuestro bando —le hice una seña para que viera. La varita cortó la palma de mi mano con una herida, similar a la daga del sacrificio. La sangre empezó a brotar y a mancharse de un liquido rojo. Mica ya sabía lo que tenía que hacer, completar el juramento si lo necesitaba, y repetir el procedimiento. Luego ambos finalizaríamos con la promesa.

¿Estaba seguro de lo que estaba haciendo?

@ Mica Burke

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GOLDOR ♦ DEMONIUM MERIDIANUM

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En las cercanías de la Mansión Gryffindor.

 

Poco a poco las nubes se fueron oscureciendo, el rugir del trueno y la luz relámpago comenzó a invadir los territorios de la Mansión Gryffindor. Esa tormenta no era común, el viento emanaba muerte y sangre, algo o alguien lo estaba conjurando, en medio de esa oscuridad y luz se forjaba un encantamiento. Sin embargo, la tranquila velada de los impuros era momento de ser detenida, por lo cual ante el caer de las primeras gotas de lluvia, una silueta se podía observar a la lejanía. Este evento era algo inevitable, ante lo ocurrido en el pasado, era momento que el caos o la paz se creará, todo será indicado en los eventos desafortunados que pudieran pasar. Aunque, algo era claro y era que Lycan no era alguien diplomático, a pesar de ser el Regente de un país.

 

-Espero que llegue. - Expreso en siseo. –Ya que al parecer debemos reconocer, que es momento de volver a iniciar. - Una mueca se producía en su rostro, mientras que esperaba a @ Malum Luxure –espero estar presentable. -

 

En su mano sostenía la varita, y de ella emanaba una luz tenue que producía una especie de sombría, esta le servía para el clima que había desatado. No obstante, ante el contra tiempo de la espera, impulsa que los vientos sean más feroces, los truenos más continuos y que alguno de esto impacte en los jardines, como si tratase de pisadas de bestias gigantesca.

 

El nigromante, quien poco a poco su poder crecía y alcanzaría nuevos rumbos tenía un claro pensamiento, era conocer si Blackfyre era leal a la Orden del Fénix o por el contrario era a fines a sus ideales, él no se convencía de alguien que alguna vez le pidiera uno de sus horrocrux. Este sabía que ese ser a quien pretendía ver era capaz de leer los pensamientos, pero también era alguien maestro de los engaños, por lo cual jamás confiará.

 

Y teniendo fija la mirada, por lo cual conjuraba mentalmente sin desviar el encantamiento climático. En ello, escucho un crujido y al bajar la mirada, noto como su elfo que sujetaba con cadenas de oro a su dragón se encontraba algo nervioso, por ello expresa sin vacilar.

 

-No será necesario aún. - Y empleando su amuleto que le comunicaba con los dragones, le expresa a su criatura. –Veté, disfruta de los alrededores, incluso puedes incinerar si así lo deseas. –

 

Ante sus palabras el dragón comienza a volar, alejándose de ese lugar. Y colgando del elfo como si fuera un dige, era capaz que si elfo pudiera pronunciar palabra se encontrará gritando, pero al no hacerlo, simplemente se sujetó de la cadena, para luego con un chasquido montar a la bestia. La cadena de oro desapareció.

 

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Respire hondo ante los cambios de planes, eso me ponía de mal humor, el no saber donde estaba parada tampoco me agradaba...era necesario siempre tener un plan de respaldo ya que la situación es bastante complicada realmente. El llamado de mi padre me dio curiosidad, siempre sabía que podría contar conmigo como su mejor cómplice pero por qué la mansión Gryffindor? No era ese el hogar de un Auror...un vago recuerdo residual de las memorias de Lady, un hombre que murió hace tiempo y por ello un pariente de la pelirroja fue a juicio.

Mire el cielo ajustando la capa de viaje, el estado de las nubes anunciaba lluvia, con lo que la detestaba ya había empezado a caer, mi transporte era nada más y nada menos que mi dragón llamado "Drogom" un noruego precioso que me había llevado de la reserva cuando hicimos ese asalto en busca de empezar a llamar la atención, la fuerza oscura siempre esta latente en busca de acción y de perpetuarse en el poder.

-Siempre estás presentable Lycan o no sabía que era una reunión de gala exagerada...me habría puesto un vestido de noche.- Le respondí a la su pregunta descendido de la bestia con elegancia. -A que se debe esta reunión aquí? No me vas a decir que ahora eres amigo de esta familia. -Le comenté en un tono burlesco pues sabía que el regente era un ser que no se rodeaba de cualquiera, un Luxure de pura cepa.

Deje que la bestia se marchara y se juntara con su igual, ambas criaturas sabían que con solo un silbido deberían volver a sus amos, las habilidades de control mágico en ellas habían avanzado mucho pero aún así un simple gesto como ese era una orden irrefutable de total obediencia.

-Bueno padre tu dirás que hacemos en este lugar.- Le mire expectante ya que no me agradaba mucho el lugar.

-------------- ❤️

@ Azrael Lycan

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Pensó en las palabras de Mael. ¿Qué le garantizaba que no hubiera enviado esa información? ¿O que la Burke se encontrara a salvo en ese momento? Nada, ciertamente. Pero, en su interior, sentía que él no había hecho algo así. Al menos no por el momento.

Pese a la actitud del mortífago, a sus palabras y el rechazo que él había impuesto entre ellos debido a la decisión de Mica, no podía evitar confiar. Sabía que él la había cuidado todo ese tiempo. ¿Cuánto llevaba sabiendo que era parte de la Orden del Fénix? ¿Cuánto desde aquel ataque a su esposo donde la información llegó inevitablemente a sus oídos?

El hecho de contar a su bando la identidad de la Líder de la Orden del Fénix podía garantizar a Mael la confianza total de su bando, tal vez aún más poder y reconocimiento del que tenía actualmente. ¿Por qué no había escogido delatarla? ¿Por qué la información no había trascendido? Cerró los ojos un momento, entendiendo que tal vez, a su modo, sí era amor lo que demostraba el muchacho. De una forma extraña y perturbadora, pero con lealtad.

No pudo evitar que una sensación extraña la invadiera, como un vacío importante. ¿Cuándo había sido la última vez que alguien la pusiese en primer lugar de ese modo? Hasta su esposo había terminando hablando en medio de la tortura. Se dio cuenta de que estaba frunciendo el ceño e intentó relajar sus facciones. No quería que Mael dudara de su decisión de hacer un pacto, no era así, estaba dudando de muchas otras cosas, no de él. Eso era extraño.

Cuando la voz de Mael volvió a resonar, tuvo que concentrarse. Lo vio alzando la palma y cortándose con la varita, tras hacer una seña para que se acercara. Lo hizo, acortó la distancia entre ambos mientras veía la sangre de Mael empezar a brotar.

-Y estaremos el uno para el otro, siempre que no vaya contra nuestras lealtades -agregó, cortando también su mano del mismo modo que él lo había hecho, deslizando la varita sobre su palma derecha y alzándola para tomar la mano del mago, de modo que los cortes de ambos coincidieran.

Dos gotas de sangre parecieron salir del pacto de ambos, entremezclándose. Tomó la mano de Mael con fuerza, como si fuese el contacto que necesitara para mantener la cordura. Las gotas parecieron danzar y volver a dividirse, creando dos talismanes que flotaron hacia dada uno de ellos. Con su zurda, tomó el que le correspondía, conformado por una media luna de la cual pendía una esfera color turquesa brillante.

-Está hecho -murmuró, aún sin soltarse. Su mente era un verdadero caos en ese momento. 

@ Mael Blackfyre

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Su mirada cansada recorría una y otra vez aquel pergamino, se había pasado los últimos meses viajando y poniendo en orden los asuntos del ministerio, a tal punto que tenía tiempo sin pasar por casar, sin siquiera ver a su esposa. De tanto en tanto intercambiaban cartas, pero parecían no contarse nada importante en las misivas, a veces por temor a que se perdiera alguna de ellas, otras veces porque no había mucho que decir, aun así la distancia era evidente entre ambos. Aunque estaba claro, que el ausente era el ahora Burke, el cual, intentaba hacerse cargo de los huecos del ministerio italiano, algunos de sus amigos se encontraban dispersos o perdidos en sus asuntos.

Su corbata colgaba de su cuello con un nudo flojo y desprolijo, como si hubiera jalado de él en varias ocasiones, posándose sobre una arrugada y blanca camisa. Se lo veía agotado, y su rostro pedía una afeitada a gritos. Terminó por firmar el pergamino y enrollarlo, para posarlo junto a unos expedientes que estaban listos para ser trasladados, había terminado por fin, pero no se veía contento, en lo más mínimo. Llevo su mirada hacia la derecha, para posarla en un sofá, en el cual reposaban unas sabanas y una almohada, aquella había sido su improvisada cama en los días pasados, entre tanto trabajo y redadas, no se permitía volver a casa, o a ningún sitio, por lo que también había descuidado sus labores dentro de la orden. 

- ¿Señor? - Se escuchó seguido de un suave golpeteo en la puerta de su despacho, en el acto la puerta se abrió, dando paso a Amy, la cual se veía igual de cansada que él. Illidan se puso de pie, camino a paso lento hacia el perchero, para tomar su saco, el cual lejos de colocarse solo quedo suspendido a un lado, sostenido por su diestra. - Con eso terminamos Amy, vamos a tomarnos un par de días, necesito organizarme, tú y peralta lo mismo, nos vemos la semana que viene... - Diría sin más,  para luego desaparecer. Era extraño que en aquella oficina no se escucharan chistes, o las extrañas apariciones de Peralta, aun así, todo el equipo había trabajado demasiado, se merecían un descanso. 

La cansada figura del rubio se apareció en la sala del castillo Burke, donde Senuv como si supiera de su llegada, lo esperaba ansioso, tomo el saco tras acercarse. - Es bueno verlo en casa... - Diría el pequeño que caminaría a su lado mientras el Patriarca subía las escaleras directo a su cuarto. No esperaba encontrar a Mica, pues ella estaba aún más ocupada que él, con su rol de Líder de la Orden, Aun así llevaba varios días sin saber de ella, por eso se sentía un tanto culpable de haberse ido por tanto tiempo. 

Llego al cuarto donde se encaminó directamente al baño, dejando caer sus prendas en el camino, las cuales el pequeño elfo iba juntando para luego arrojarlas en un cesto de mimbre. Illidan se duchó y tras se afeitó, parecía haber renacido en tan solo 20 minutos, aunque el agotamiento seguía latente en su rostro, se colocó unos cómodos pantalones de chandal, una camiseta blanca y se dejó caer en la cama. - ¿Sabes donde esta Mica? - Pregunto el rubio, clavando sus ojos en el techo del cuarto. - No señor, ¿quiere que la busque? - Preguntaría el elfo. Illidan se mantuvo callado, un tanto pensativo, para luego negar con la cabeza, tras eso el pequeño Senuv abandono el cuarto, dejando al odefo solo, estaba claro que necesitaba descansar. 

@ Mica Burke  @ Mael Blackfyre

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La noche estaba demasiadas tranquila. Tan tranquila que no había nadie dentro de la mansión de los Gryffindor. Sus terrenos estaban protegidos ante cualquier visitantes externo que se quisiera aparecer, solamente pudiendo entrar desde aquellas verjas que indicaban que ahí empezaba la propiedad de los Leones. Aún así, mientras realizábamos aquel conjuro con Mica, activé mi anillo de salvaguarda contra oídos indiscretos y mi anillo salvaguarda contra miradas indiscretas. Podrían habernos vistos, como dos siluetas paseando en los jardines, pero no verían nada más. Estábamos protegidos.

No sabía realmente lo que estaba haciendo con la bruja. En casi todas las situaciones, lo primero que hacía era actuar sin pensar, hacer lo que creía que iba a beneficiarme e iba a poder sacar provecho de aquella situación. En muchas oportunidades lo había logrado pero aquella no parecía serlo. Sus palabras resonaron dentro de mi cabeza ¿El uno para el otro? No la entendía. ¿En qué momentos iba a tener que hacerlo? No entendía por qué Mica había decidido un camino y ahora parecía tomar otro totalmente a lo contrario. Miré sus ojos verdes y luego todo el procedimiento.

La magia era hermosa. Era complicada. Era única. El juramento que estábamos haciendo, que no era más que una promesa entre nosotros dos, hizo su efecto en cuanto terminamos de decirlo. La sangre se había unificado y había dado vueltas y había cambiado de forma. Era una especie de luna llena, con miles de garabatos en su interior. Y con una luz brillante como si tuviera todas las estrellas del universo en ése mismo punto. Luego se fue separando en dos medias lunas, cada una con una luz propia, tenue, muy suave. Se quedó flotando junto a nuestras manos, que Mica mantenía más apretadas que yo.

Estás loca —comenté con una risa de costado mientras mi dedo se aferraba a lo que acababa de hacer. El talismán se mantenía caliente, como si hubiera estado muy cerca de fuego. Aquel objeto era mi seguro de que no la había fregado con mi bando. No sabía qué hubiera pasado si Arya descubría todo el enrollo que había ocurrido con Illidan, con Mica enterándose de mi pertenencia a la Marca y de todo lo sucedido después. Tampoco sabía lo que estaba a punto de hacer pero aquello era mi tranquilidad, mi seguro de que “nada había pasado” — ¿Y ahora qué? —pregunté mirando a Mica. En ninguna parte del juramento decía que tenía que tratarla como ella quería o no podía insultarla. ¿Esperaba una taza de té? No pensaba hacerlo—. Bueno, es hora de que te vayas a tu casa, tenes alguien que te está esperando

Le comenté a la bruja, mientras esta me saludaba y desaparecía. Cualquier persona que perteneciera a la familia, se podía ir desde los mismos terrenos. Saqué mi varita y desaparecí el talismán directamente en mi bóveda, necesitaba guardarlo allí hasta encontrar un sitio mejor.

Los jardines estaban realmente tranquilos, tenebrosos. Desactivé los dos anillos que había puesto para protegernos ante cualquiera, ya que Mica se había retirado. A los lejos, a la altura de la verja hubo movimiento. Movimiento de un dragón. El batir de sus alas era inconfundible. ¿Quién en su sano juicio pretendía esconderse y pasar desapercibido, no con uno, sino con dos dragones?

Cuando llegué ante su “escondite” me sorprendí ver a la persona que estaba buscando, acompañada de otro ser.

¿Hacemos con este lugar? ¿Qué van a hacer? Si llamaban a mi puerta hasta podía invitarlos a unos buenos tragos. De hecho… te estaba buscando a ti —expliqué y señalé a Malum Luxure. La bella mujer había compartido dos grandes momentos y en uno de ellos, habíamos coordinado un par de ideas tenebrosas y tentadoras. Era muy gracioso que en el momento que me había dispuesto a buscarla, apareciera. Los miré, detrás de aquellos matorrales, árboles y arbustos que dibujaban los límites de la mansión Gryffindor—. Generalmente cuando alguien quiere entrar a una mansión, tiene que hacerlo por la entrada ¿Saben? Ésa gran puerta doble de rejas que está ahí —señalando a la verja.

@ Mica Burke  @ Azrael Lycan  @ Malum Luxure

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GOLDOR ♦ DEMONIUM MERIDIANUM

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En las cercanías de la Mansión Gryfindor 

 

-No estamos en la Gryfindor. - Aseveró contra @ Mael Blackfyre -Y no hemos decido si vamos a ir a esa morada. Además, es insolente interrumpir una conversación. - Le observó bien, denotando su mal gusto al vestir. - Aunque, si esa es su oferta de invitación, supongo que si Luxure se encuentra de acuerdo podremos ir, al menos para aclarar ciertos asuntos. -

 

Y ello le expreso sin ningún tabú o contemplación, pareciendo de esa forma mostrar cierta nulidad ante la aparición abrupta de alguien, el cual suponía tener el poder y control de espiar a todos sin importar, que ni su residencia se encuentra, de esos aire egocéntrico capaz de hacer cosas impensables, y luego si alguien medio se acerca quejarse como un chiquillo. Por consiguiente, el Egipcio no mostraría nada piedad contra ese ser, si es que se pudiera considerar así.  En ese momento, su mirada se clavo a @ Malum Luxure  y empleando su anillo de los Guerreros Uzzas, escucho a cierta distancia de ellos algunos pasos, quizás de un hombre ( @ Illidan Burke ) en esa residencia o en otra, ya que al estar por las calles y no la mansión, todo esos ruidos pudieran hacerle perder la orientación de su ubicación específica, este no pudo escuchar si habló o no, sólo se limitó a sentir unas pisadas.

 

Y clavando la mirada al Gryfindor, le consulto a la bruja.

 

-¿Acaso te apetece ir a ese sitio?-

 

Expresándole con cierto desdén, así como si se sintiera asqueado y repugnado con sola la idea de ir a un lugar donde mora la impureza de la sangre, aquella residencia que albergaba a los traidores de la sangre, pero Lycan no esperaba nada proveniente de ese hogar si tenía a ese vulgar forajido de Godric Gryfindor, ese fundador de aquella escuela de segunda de la Magia y Hechicería, por ende todo lo que a ellos se refiere no es de su interés en lo adsoluto. 

 

Y aún así, su espera se hizo ante el cuestionamente que le realizó y más que en esa tormenta, las gotas de lluvia seguía impactado en su paragua mágico, si así se le pudiera denominar al mismo, pero el cual le servía a la protección, un tiempo que no soportaría jamás las ideas de que alguien inferior a él le acusara de estar en los territorios de su hogar. 

Editado por Azrael Lycan

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Mansión Gryffindor

 “Estás loca” las palabras de Mael fueron las encargadas de llevarla nuevamente a la realidad. Sí, creía estarlo. Acababa de hacer un pacto con el mismo que había puesto en peligro a quien más amaba. Tenía muchos motivos para hacerlo, entre ellos el hecho de proteger su identidad como líder de la Orden del Fénix aunque, sabía bien, que el más fuerte era no poder delatar al joven al que sabía que le debía tanto. Comprendía que él no cambiaría, sus intentos de rumbearlo por el camino “del bien” no resurgirían. Eso era una realidad. Pero tampoco podría nunca ya atentar contra él o hacer algo que lo dañe.

Tomó el talismán que le correspondía, ignorando la intensa temperatura que emanaba, y lo guardó entre su túnica. Sabía que de él dependería aquel trato hecho por ambos. Mientras los talismanes siguiesen intactos, el pacto no podría romperse. Esperaba que Mael no tuviese intenciones de ir contra lo que ambos acaban de prometer, confiaba en que no.

Asintió cunado él le indicó sin sutileza que se retire, si bien sabía más que bien que nadie la esperaba en casa. Sí iría a enviar una carta a su esposo y desearle que estuviese bien, cuestiones de rutina desde el momento en que éste se tuvo que marchar por trabajo. No discutiría con Mael al respecto ¿qué ganaba con eso? Simplemente se despidió y desapareció de los terrenos de la Gryffindor rumbo a su hogar.

 


Semanas más tarde en el Castillo Burke.

Los días se tornaban difíciles para Mica. La ausencia de su esposo tras su matrimonio se estaba volviendo una verdadera tortura. ¿En quién podía confiar todo lo que estaba pasando en su vida si no era en él? Pero la frialdad de las cartas y la poca seguridad de que las mismas no fuesen interceptadas hacía que fuese mínimo lo que podía confiarle.

No se lo reclamaba, no lo culpaba. Sabía que su labor era muy importante, incluso mucho antes de gestar un compromiso entre ambos. Lo entendía y callaba sus propias inquietudes para que él pudiese estar a gusto pese a la distancia. O al menos eso había intentado las primeras semanas, el primer mes… al notar que los tiempos no hacían más que prolongarse y empezar a comprender su propia soledad como parte de su día a día, sus sentimientos empezaron a revolucionarse.

Lo amaba, de eso no tenía duda alguna, pero odiaba el no tenerlo a su lado. No podía confiarle lo que pe pasaba y el siempre intentar que él creyese que todo estaba bien empezaba a significarle un peso enorme en los hombros que creía no estar ya dispuesta a sostener.

A ello se sumaba la distancia que Mael había impuesto, pues tampoco podía ya recurrir a él con tanta frecuencia. Se sentía sola, sin nadie en quién confiar o a quién acudir.

El silencio en el castillo ante su llegada era doloroso. Una vez más, se sumergió en él, atravesando una entrada enorme que tan solo utilizaba ella desde hacía meses. Su mirada paseaba por cada rincón, recordando la ilusión del primer recorrido hecho con su esposo por el lugar, y solo le generaba tristeza. Eran tanto los planes, sin embargo, ahora allí se encontraba: sola.

Conforme avanzaba por las escaleras, escuchó la voz de su elfo intentando decirle algo. -Luego, Mushu- indicó, con un movimiento en su mano. Estaba segura de que el ser quería saber algo respecto a la cena o algún preparativo para el día siguiente. Ella, simplemente, no quería pensar en nada de ello. Se daría una ducha e iría directo a la cama. Era el único plan que tenía en mente.

Al ingresar a su dormitorio, notó prendas abandonadas a su suerte que estaba segura no eran suyas y la clara figura de su esposo tendido en la cama. ¿Así simplemente planeaba regresar? ¿Ni un aviso?

Resignada, caminó hacia el lecho y se sentó, dándole la espalda, cansada. ¿Cómo se sentía? ¿Estaba feliz? Sabía que estaba mucho más tranquila al notar que estaba bien, era una duda que muchas veces la atormentaba. ¿Estaba molesta? Sí, eso era seguro.

-Mi querido esposo…- dijo con tono monocorde, mirando un punto fijo al otro lado de la recámara.

@ Mael Blackfyre  @ Illidan Burke

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El tiempo le pareció detenerse, poco a poco la luz del sol se arrastraba fuera del cuarto, acariciando por última vez en el día los terrenos del castillo Burke. Aun así se negaba a dormirse, su tranquilidad no lo acompañaba, y su mente solo proyectaba posibles futuros en donde Mica entraba y se comportaba de uno o cierto modo. ¿Estaría molesta?, ¿Feliz?, ¿Saltaría sobre él riendo para luego besarlo con locura?. Aun así perdió la batalla, y sus ojos se apagaron.

En su sueño caminaba por un sendero de piedra,  se dio cuenta de que se encontraba en los jardines de la mansión Ridlle, aquella que había conocido poco después de haber ingresado en la orden, aquella vez que había conocido al antiguo líder de la marca, y sus segundos al mando. Se inquietó al encontrarse de pie frente a la puerta negra, la cual se habría poco a poco, para dejarle ver a una persona conocida para él, dándole paso, el cabello era rizado, pero no lograba ver su rostro...

Sintió el movimiento de la cama, el cual fue leve, pero bastó para quitarlo de aquel sueño intranquilo. Abrió los ojos para encontrarse con el techo del cuarto, para luego sentir aquella variación en el aroma del cuarto, giro la cabeza y la vio, sentada en la cama, de su lado, pero dándole la espalda. Le saludo de un modo el cual le pareció soso, disfrazado de enojo o amargura. Se incorporó sentándose en la cama, pero sin moverse. Estiro su mano y recorrió la espalda de su amada, comenzado por la cintura, y subiendo poco a poco. 

- Lamento el distanciamiento, pero ya estoy aquí... - Apago sus palabras unos momentos, en cuanto su mano llegaba al hombro de Mica.  - Sé que fueron semanas difíciles... - agrego, imaginando una vez más, el día a día de Mica sin él a su lado. - Ya no me iré... - Termino esperando que la mujer a la que tanto amaba, lo mirara a los ojos y lo besara. 

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