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Mackenzie Malfoy
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El raudal vuelo en el que ambos se veían ensimismados les daba tanto placer que no había en todo el mundo algo que les satisfaga mejor que ello. El joven Snape conocía como buen jugador de Quidditch (en los Murciélagos de Ballycastle), lo que era volar en escobas, en sus diferentes tipos, ambientes y épocas. Pero nunca nada pudo reemplazar lo que se siente al volar con un caballo; la unión que se crea en ambos, la relación unánime que crecía y avanzaba a medida que cada uno aportaba un poco de su propio ser.

 

Martie, la yegua salvaje que solo Felias había podido domar (y que por tal razón le había salido menos dinero de lo normal) ascendía entre los cúmulos de nubes y ocultándose entre ellas. El vuelo parecía ser una danza natural entre caballo y jinete la cual concluía, normalmente, en un rápido descenso casi caída libre. Ambos se divertían, lo pasaban bien juntos. Ese día, tan nublado que estas eran casi una sólida pared, Felias se había alejado de Londres. Desde aquella altura podía ver que iban hacia al norte, y bastante más al Este de donde se encontraba la montaña desmarcada por Felias la cual era usaba para las mascotas de la Familia Snape (y algún que otro Dragón).

 

Meses atrás se había rumoreado de la apertura de una Reserva por Mackenzie Malfoy, lugar al cual Felias no había podido acudir nunca. Al ver aquellas tierras desconocidas y similares a las descripciones que le habían dado de la reserva High Flights, estuvo seguro que se encontraba volando en aquel lugar, obviamente invadiendo propiedad ajena. Las montañas que se extendían hacia el norte con un aspecto increíble, el lago central magno y cristalino que reflejaba las blanquecinas nubes de una tarde húmeda; el relinche de caballos que se oía a lo lejos era una canora melodía a los oídos del vampiro, un sonido suave cual nada de noche. Sin duda, aquel lugar sería fantástico no solo para Felias sino para la pasta de sus cuatro aethonans.

 

Martie relinchó en el aire y este se mescló con el sonido del viento. Volaban a una altura inimaginable, y Felias solo podía saber sobre donde estaban por su vampírica visión. Comenzaron a bajar dirigidos a una explanada de la reserva donde podrían verlos fácilmente. El joven deseó que la propietaria no le hiciera problemas; después de todo, estaba entrando ilegalmente. El aterrizaje fue rudo y Felias sonrió de devoción. Martie relinchó nuevamente al ver el desconocido mas agradable lugar donde se encontraban y comenzó a recorren el lugar. Su jinete ya había descendido esperando a la persona que se acercaba quien ya les esperaba. Deseó que no se les tratara con malo hábitos; aunque estaba seguro que de su propietaria no recibiría tal trato; algo en él le decía que no.

 

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Notaba el agua. El bramido del mar, que le recordaba al norte de España. Las olas batiendo furiosas contra el Peine del Viento. Pero el agua estaba caliente, muy caliente...

 

- Ostras! - dijo volviéndose en la cama, enredándose en las sábanas y por fin liberándose del abrazo de éstas, para por fin ponerse en pie e ir corriendo al baño.

 

Abrió la puerta, y suspiró agradecida.

 

- Menos mal que los muggles tienen los mismos aparatos en el baño que nosotros - se dijo aliviada mientras utilizaba un modelo llamado "Roca".

 

Después, se lavó las manos. Para alivio de Sagitas, sí que había agua caliente. Volvió a salir a la habitación. La pelivioleta todavía dormía, así que cogió con cuidado su neceser y su muda, y volvió a entrar en el baño.

 

Observó la bañera; no parecía diferenciarse mucho de las mágicas, pero por si acaso, abrió con cuidado los grifos. Se sorprendió de que sólo hubiese dos. Agua caliente y agua fría. ¿Y dónde estaban los de los jabones de colores, o los de las sales relajantes? Quizás en las habitaciones de primera clase, o en el famoso jacuzzi...

 

Se duchó, y después de secarse y vestirse (aunque la ropa se le había quedado algo arrugada), se lavó la cara y los dientes. Mientras tenía la boca llena de espuma por la pasta, escuchó la voz de su prima.

 

- Gaa jalgooo - dijo con dificultad.

 

- ¿Has visto que día más bonito hace hoy? Tenemos una gran excursión por delante. Mira: ahí fuera hay un mundo sin magia que nos espera - dijo Sagitas alegre.

 

- Si, uhh, qué guay - respondió Eled irónica ante la expectativa de volver a enfrentarse a los muggles.

 

Sagitas comenzó a explicarle el recorrido de la excursión que harían ese día. Eledhwen no tenía dedos en las manos para enumerar todas las actividades planeadas, por lo que soltó un bufido. Tras enjuagarse la boca, cerró el grifo, y se miró en el espejo. Estaba más o menos presentable, para no haber utilizado la magia.

 

- Bueno, es tu excursión, así que pasaremos la tarde donde quieras - dijo la voz de Sagitas desde la habitación. Eso mejoró, pero sólo un poco, el estado de ánimo de Eled.

 

- Eh, prima, ¿puedo entrar a peinarme?

 

Eledhwen abrió la puerta, y pasó a través de una nube de vapor. Quizás había utilizado demasiado agua caliente.

 

- Todo tuyo - le dijo a Sagitas mientras observaba la cama de su prima, totalmente recogida. ¿También tenían que recoger la cama?

 

La pelivioleta salió del baño, y le hizo un gesto hacia la puerta. Eledhwen la abrió, cogiendo la llave de plástico. Bajaron a la zona del desayuno, y tras pasar por la zona buffet, y servirse un poco de todo (y unos cuantos bollos y croasanes que acabaron en sus respectivos bolsos y mochilas), se sentaron en una mesa.

 

Eledhwen observaba a los muggles mientras desayunaban.

 

- Se me hace super extraño que en las imágenes las personas no se muevan - susurró a Sagitas, mientras observaba a un señor que leía "The Daily Thelegraph".

 

Una vez que hubieron terminado, abandonaron el comedor, y salieron a recepción.

 

- ¿Ya se van? - preguntó el recepcionista, que era otro diferente al de la noche anterior.

 

- -dijo Eledhwen - adiós.

 

- Disculpe, pero... ¿no se olvida de algo?

 

Eled no sabía a qué se refería, pero el recepcionista señaló hacia su abrigo, de donde asomaba la llave de plástico. Eled la sacó, y la posó en el mostrador.

 

- ¿Consumieron algo del mini-bar?

 

Ese muggle pesado parecía no callarse nunca.

 

- No - dijo Eledhwen sincera, ¿qué era aquello del mini-bar? Ellas no habían estado en el bar, ni mini, ni maxi, sólo en la habitación.

 

Agarró del brazo a Sagitas, y la llevó hacia la puerta, presurosa. Qué pesados eran los recepcionistas.

 

Ya en la calle, comenzó a mirar hacia los lados. ¿por dónde se iría al muelle? El sonido del mar se oía hacia la derecha, así que tiró hacia allí, con cuidado de hacer caso de los colores en los semáforos, tal y como le había aconsejado Sagitas.

 

Una señal indicaba la dirección del muelle, por lo que Eled siguió por allí. A esas horas, no había mucho movimiento de gente, habían madrugado bastante. Al final de la calle, giraron a la izquierda, y se encontraron de lleno con el bullicioso muelle, donde los pescadores se preparaban para faenar.

Editado por Eledhwen

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El desayuno en aquel hotel había sido excelente, muy inglés. A veces echaba de menos los desayunos españoles, mucho más fuertes pero también más divertidos. Aún así llevaba tanto tiempo en Inglaterra que ya se había acostumbrado a los bollitos (muchos de los cuales acabaron en la mochila para poder ir mordisqueando en temporadas de ayuno, como en el tren que les llevara a Canterbury).

 

Salimos al exterior y seguí su ritmo, muy rápido, por cierto, escondiendo una sonrisa y mordiéndome los labios para no decirle que era una ladronzuela. Pero no pude aguantar mucho y estallé en risas justo cuando veíamos la lonja de los pescadores.

 

Ella me miró confundida y buscó qué era lo que me causaba tal hilaridad.

 

-- Tú, prima. El minibar es aquel armarito con el frigorífico adosado del que saqué aquella bebida. Por tanto, le debemos dinero al hotel. Les has robado.

 

Y volví a reírme de forma estruendosa ante su cara de enfado.

 

-- Mira, para que no te enfades. Ahora saco yo los billetes para el Ferry. Veremos los acantilados por mar y por tierra, ya verás que lindo.

 

La arrastré hacia la caseta azul de cierto aire anticuado en el que se leía: To White Cliffs. Ya había una cola de turistas a pesar de lo temprano del día. No hacía frío, aunque me alegré de llevar cuello alto. En el mar seguro que la temperatura bajaría.

 

No fue difícil entrar en el Ferry, a pesar de que el mar estaba bravío. Sólo tuvimos que seguir a los turistas y repetir las mismas exclamaciones que ellos. Después nos sentamos en la cubierta del ferry, alejados del resto, para poder hablar sin que los muggles nos escucharan. Y a la vez ignoramos lo que nos decían los tripulantes. Su inglés era algo cerrado y mezclaban algo de francés en las frases.

 

-- No sé porqué no se quedan aquí arriba y prefieren estar encerrados ahí dentro. Bueno, ¿qué te parece este ambiente? No hay magia, no puedes usar la varita y sin embargo aún sigues vive. ¿No crees que es maravilloso?

 

El ferry cruzaba todo aquel canal de la Mancha casi sin ruido, bordeando los enormes acantilados de piedra blanquecina.

 

-- ¡Por las pantuflas de Morpheo El Vago! Aquel faro es precioso. Aun no me explico como ponen una bombilla tan gorda ahí y...

 

Una enorme ola nos salpicó por entero y nos empujó del banco al suelo.

 

-- ¡¡Las mochilas, Eledhwen!! Acc....

 

Me callé y me lancé sobre ellas. La mía la tomé casi al vuelo y la suya quedó enganchada contra una de las hamacas. Por poco lanzo un hechizo allá enmedio. Cuando conseguimos incorporarnos, chorreábamos agua.

 

-- Mecachiss... Creo que Shrew Wave no era que nos invitaba a ir a ver una película de dibujos animados.

 

Procuré no mirar hacia el interior, aunque aquel murmullo sobre el ruido de las olas se asemejaba demasiado a carcajadas. Muy tranquila, como sin darle importancia al remojón que nos había tocado a las dos, volví a sentarme.

 

-- Llegaremos pronto a puerto -- le murmuré. -- Buscamos un bar y en los lavabos usamos un hechizo secador, prima.

 

Y aguantamos estoicamente todo lo que dijeran por allá detrás y salimos muy dignamente de las primeras, en busca de un bar donde poder quitarnos el olor a salitre.

 

 

OFF.-

 

Perdona, Felias, que no te mencionemos. Estamos en otro rol diferente al que tú has mencionado. Perdona por obviarte. Te debo un rol.

Editado por Sagitas Ericen Potter Blue

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No pudo aguantar más. Sagitas estalló en una carcajada al llegar a los muelles, y Eled se la quedó mirando con cara de sorpresa, ¿de qué se reía? ¿qué habría hecho mal esta vez?

 

La explicación no se hizo esperar: había robado, y también había mentido. Resulta que el minibar era el refrigerador pequeño de debajo del televisor. Eledhwen se llevó una mano a la boca.

 

- Ostras, pero yo no sabía... Pensaba que un mini-bar, era un bar pequeño - dijo azorada, mientras notaba como los colores se le subían al rostro. Igual los del hotel mandaban a los agentes de seguridad muggles detrás de ella...

 

Sagitas la compensó, siendo ella la que sacó los billetes para el ferry. Eledhwen tomó nota de cómo lo hacía, para no volver a equivocarse. Como había una cola de gente, también observó cómo pedían ellos los billetes.

 

Montaron en el ferry, y, siguiendo el ejemplo de Sagitas, que repetía las palabras de exclamación, Eled también se puso a repetirlas.

 

- Oh, qué bonito, y mira, se ven peces en el agua - copió a una niña pelirroja con la cara llena de pecas.

 

Se sentaron un poco apartadas del resto, para poder hablar con tranquilidad. Casi todos los turistas se habían quedado abajo, para evitar la bruma y las pequeñas gotas de agua de mar que impactaban en los que viajaban a descubierto.

 

Sagitas le preguntó sobre el manejarse sin magia.

 

- Bueno... hay que reconocer que se puede sobrevivir sin magia... pero una vez que la has conocido, que te has servido de ella, y sabes lo que es el mundo mágico... Buff, ni punto de comparación! - acarició con cariño su bolso, sabiendo que su varita estaba dentro - si por alguna razón, me partiesen la varita... Lo pasaría muy mal.

 

Detrás de los acantilados, apareció una columna enorme, que se llevó la exclamación de Sagitas. Aquella cosa se llamaba faro, y al parecer tenía una bombilla en su interior, aunque ahora, al ser de día, no estaba encendida.

 

De repente una ola enorme les cayó encima, y el resto de agua que quedó por la cubierta, se llevaba las mochilas al borde del barco. Su prima estuvo a punto de utilizar la magia, pero al final, se lanzó por el suelo, agarrando su mochila. Eledhwen avanzó de rodillas hasta la hamaca donde había quedado enganchado su bolso por la correa.

 

- Mecachiss... Creo que Shrew Wave no era que nos invitaba a ir a ver una película de dibujos animados - dijo Sagitas mientras intentaba escurrir su ropa.

 

Eledhwen se sacudía los oídos, que se le habían llenado de agua, por lo que no escuchó las carcajadas provenientes del interior del barco.

 

- Llegaremos pronto a puerto - murmuró Sagitas mientras se volvía a sentar - Buscamos un bar y en los lavabos usamos un hechizo secador, prima.

 

Escuchar aquellas palabras alivió Eled, no quería pasar todo el día empapada. Notó que algo se movía en el gorro del abrigo, que lo tenía echado hacia atrás. Al rebuscar en su interior, sacó un escurridizo pez. Se lo enseñó a Sagitas:

 

- ¿Lo guardamos para la comida? - y estalló en risas. Después echó al pescadito por la borda.

 

Cuando el paseo acabó, salieron del barco, mientras los muggles miraban y se reían. Eledhwen sólo pensaba en las maldiciones que había aprendido en su primer curso de conocimientos. Siguió a Sagitas hasta un bar cercano.

 

OFF:

 

El enlace de los acantilados y el faro me lleva a la página de inicio de Yahoo! XD

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OFF.-

 

Arreglados. Yo los veía, sin embargo, aunque los subí al photob y así seguro que no hay problema.

 

 

ON.-

 

Ciertamente, no me había parecido buena idea el guardar el pescado en la mochila por si no podíamos comer en otro momento. ¿Cómo íbamos a cocinarlo? Yo al menos no estaba segura de cómo hacerlo sin llamar a mi elfo Harpo, pero aquí la magia estaba vedada, no había espacio para ella.

 

Así que agradecí que lo hubiera devuelto al agua. El pescado que comimos en aquel restaurante estaba mucho más bueno y mejor cocinado de lo que hubiéramos conseguido nosotras. Bueno, no quería menospreciar las cualidades culinarias de mi prima, pero sí estaba segura que yo no lo hubiera conseguido.

 

-- Este plato es excelente -- alabé al camarero.

 

Después de nuestro ágape a salvo de las inclemencias del tiempo, fuimos a hacer turismo en el pueblo. Dover era realmente interesante, aunque su castillo nos decepcionara un poco. Bueno, bastante.

 

Y para redondear la frustración por lo que habíamos visto, estalló una tormenta casi anunciada y el mal tiempo nos acompañó hasta la estación de ferrocarril, donde decidimos salir hacia Canterbury.

 

-- Ha sido un día magnífico -- le sonreí a mi prima, quien algo desconsolada veía bajar las gotas de agua por la ventanilla del tren.

 

Miré unos instantes hacia atrás, viendo alejarse el pueblo de Dover en una bruma grisácea.

 

Por unos instantes, y juro que fueron breves, me pareció que envolvía el ambiente que nos rodeaba y que una nube de magia de un tono colorido envolvía la zona que dejábamos atrás, como recuperando un espacio perdido.

 

Después volvió a ser todo como siempre, mientras nos alejábamos acompañados del traqueteo del tren.

 

 

 

OFF.-

 

Muchísimas gracias por darnos un espacio no mágico en el que rolear.

 

Que vuelva la magia... Perdón por el inciso.

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  • 1 mes más tarde...

Había sucedido de nuevo. Aquella especie de gancho que la aferraba del estómago y la trasladaba hacia diferentes lugares sin que ella tuviera noción de cómo es que lo lograba. Simplemente sucedía.

 

Cuando abrió los ojos no pudo mas que sorprenderse ante el lugar en el que se encontraba. Parecía el patio de armas de una inmensa fortaleza medieval que nadie hubiese dudado que había sido sacado de un cuento de hadas a juzgar por el lugar en el que se emplazaba. Belleza pura y eso sin contar la dulce suavidad de la brisa y el aire puro que inundaba los pulmones invitandola a soñar. Era mágico ¿Dónde se encontraba?

 

- Bienvenida a Hight Flights - un elfo le dedicó una reverencia cuidada - Mi nombre es Turku, como la señora Malfoy sabrá - continuó la criatura. Era muy diferente de Chávez, el sirviente de los Malfoy's. Este parecía complacido con intentar atenderla, era como si lo necesitara y se desviviera por ello.

 

- Sabes quien soy -

 

- Turku sabe. - respondió - Turku conoce los padres de su ama Mackenzie -

 

- ¿Mackenzie? - enarcó una ceja pensando en la muchacha del retrato en aquella habitación de su hogar.

 

- Vaya, vaya... - una voz masculina la sobresaltó a sus espaldas y giró para verlo - Jamás pensé que tendría el placer de volverla a ver, Señora Malfoy - el hombre pronunció la frase con un dejo de ironía y Mistify enarcó una ceja observándolo. No le gustaba, decidió y ni siquiera estiró su mano para responder al gesto que le ofrecía. - Aunque veo que sus modales son los mismos de siempre -

 

Era un hombre alto, de cabello largo sujeto por una coleta tras el cuello. Las miradas de ambos se encontraron: la del hombre azul como el hielo, la de Mistify peligrosa como el acero afilado.

 

- Vine a ver a Mackenzie... - hizo un gesto con la cabeza como si no recordara el nombre del muchacho.

 

- Alfred - terminó la frase entrecerrando los ojos azules.

 

- ¡Oh si, Alfred! Ahora recuerdo - sonrió la matriarca - ¿Dónde está Mackenzie? -

 

Alfred puso las manos en sus bolsillos como si rebuscara algo en ellos.

 

- No la tengo guardada, si es eso lo que preguntas -

 

La carcajada cantarina de la Malfoy no se hizo esperar, pero tal parecía que no era eso lo que su interlocutor esperaba.

 

- Lo siento, es que esos chistes malos son tan propios de Crazy que... - cerró la boca sorprendida. Recordaba a la perfección la habilidad de su esposo por hacer chistes de esa categoría. Vaya, eso si que era una sorpresa. Quién sabía como terminaría el día. - ¿Entonces? - murmuró entre dientes recuperando la seriedad. No recordaba a Mackenzie, solo tenía en su mente la imagen de aquella muchacha devolviendole el saludo en el portaretratos de la habitación.

Editado por Mistify Malfoy

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Esta vez sí. Esta vez me había vestido con propiedad y hasta había ido a la peluquería para que mi melena violeta no pareciera desatada al aire y despeinada. Mi maquillaje también había conseguido tapar las ojeras de unas noches malas y agitadas (las pesadillas con el vampiro se sucedían) y me había puesto un traje chaqueta de tweed con una falda cuatro dedos por encima de las rodillas. Los tacones eran bajos, unos zapatos a juego con el color caki de mi ropa.

 

Esta vez sí, esta vez iba elegante.

 

Aparqué el autobús volador en una pequeña explanada y contemplé el lugar. Lo recordaba tan maravilloso como lo veía ahora, con esas nubes y ese cielo tan amplio, con el olor a agua y con los gritos de... ¿Aethonats? Sonreí. Se notaba la riqueza de aquel lugar, tanto del paisaje como de los animales que tenía.

 

Un elfo trotó hacia mí y me recibió.

 

-- Bienvenida a Hight Flights, señorita...

 

-- Sagitas Ericen Potter Blue. Venía a ver a la dueña, Mackenzie Malfoy, aunque esta vez se me ha olvidado concertar una cita antes. Si pudiera atenderme...

 

El elfo me miró , negando con la cabeza. Sin embargo me contestó muy amablemente.

 

-- Sin cita previa es muy difícil ver a la Señorita Malfoy. Puedo sin embargo anunciarle al Sr. Alfred. Con él tiene más posibilidades de verse. Si me acompaña, le anunciaré a él.

 

Le seguí. Al fin y al cabo, volar con el autobús era trabajoso (y lioso, aún me hacía un lío con el cambio de marchas) y de estar allá...

 

-- Espere aquí, póngase cómoda, señorita Potter Black. Enseguida le digo si pueden atenderla.

 

Y esperé en aquel lugar, tan plácido que casi invitaba a vacaciones... Precisamente lo que venía a hablar con la dueña...

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- Entonces, mi querida Primera Dama, supongo que tendré que remover cielo y tierra para encontrar a Mackenzie. No se me ocurriría desobedecer la orden de una Malfoy. -Alfed sonrió a la esposa del Ministro y le guiño un ojo con descaro.

 

Para alguien que no conociera a Alfred, que raras veces sonreía abiertamente, su actitud y sus palabras hubieran podido pasar por solícitas y amables. Sin embargo, si Mackenzie hubiera estado presente, le habría reprochado a Alfred su cínico sarcasmo.

 

- ¿Me permitirá que la guíe al hotel? -Alfred ofreció el brazo a la Primera Dama.- Allí podrá esperarla cómodamente. Está libre la suite presidencial y creo que será de su agrado.

 

A Alfred le pareció que Mistify Malfoy estaba cambiada. Nunca llegó a conocerla demasiado, pero sí la había visto en un par de ocasiones, hacía ya bastantes años. Seguía siendo hermosa y sus ojos verdes, aunque de una tonalidad algo más clara, seguían recordándole a los de Mackenzie, pero parecía más frágil, más inocente.

 

Al principio, el hecho de que no recordara siquiera su nombre le había parecido una señal más de la prepotencia que caracterizaba a los Malfoy. Ahora, ya no estaba tan seguro.

 

Caminaban hacia el hotel cuando un elfo se acercó hasta ellos.

 

- Amo, Alfred, una señora quiere ver a la señorita Mackenzie. Es la señora que estuvo haciendo negocios con el ama Mackenzie. La dueña del Fénix Aventurero -anunció el elfo.

 

- Sagitas Ericen Potter Blue -concluyó Alfred con gesto meditabundo. - Enseguida la atiendo, aunque tendrá que esperar a que acomode a la Señora Malfoy y a que localicemos a Mackenzie. Tráigala al hotel, tengo que acompañar a la Primera Dama.

 

Avanzaron por el camino de piedra hasta llegar al amplio portalón de hierro y madera que abria paso al hall de aquel fabuloso hotel-castillo. Alfred se había sumido en sus pensamientos. Desde que la Malfoy había convertido aquel lugar en un complejo turístico, le llovían los problemas. Hacía pocos días que habían podido solucionar la estraña alteración mágica que sufrió el lugar durante más de una semana, sin que hasta la fecha nadie hubiera podido dar una explicación lógica de lo ocurrido. Y ahora se presentaba allí la mismísima Primera Dama. Alguien a quien había creído que no volvería a ver en su puñetera vida.

 

Le preocupaba la presencia allí de Mistify Malfoy, pero debía atender también a Sagitas Ericen Potter Blue, quien probablemente tendría que comentarle algo relacionado con la agencia de viajes. Aquello no le llevaría mucho tiempo, siempre que ella no insistiera en ser atendida personalmente por Mackenzie.

 

- ¡Puñetera Mackenzie! ¿No podría haber elegido otro día para solucionar los asuntos con ese play boy de pantomima que se echó por marido? -murmuró entre dientes Alfred, mientras abría la puerta del castillo y cedía el paso a la Primera Dama.

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Come, my friends,
Tis not too late to seek a newer world.
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No me dio mucho tiempo para ver el paisaje. Y eso que mi vista se perdía entre la fachada del hotel y la amplitud de las montañas y valles que rodeaban el lago. Pero el elfo llegó y ahogué un suspiro al imaginar un vuelo subida a uno de aquellos caballos alados que tenía el negocio. Como mucho, me había subido a un hipogrifo, en el Circo y sólo como entrenamiento. Y la experiencia no había sido muy positiva, aunque sin importancia, nada que no curara un par de Episkeys (bueno, puede que fueran algunos más...)

 

-- El Sr. Alfred podrá antenderle, aunque teme que se demorará un poco al haberle surgido una visita a la vez que la suya. Le ruega me acompañe y disculpe la espera, que procurará que sea lo mínimo posible.

 

-- Gracias -- susurré, algo intimidada por las buenas costumbres y los buenos modales de los elfos de la familia Malfoy.

 

Era algo que intentaría inculcar en los míos. Tanto el de la pista de patinaje (un grosero empedernido como se le cruzara el día) como el del Bufete de Abogados (que en su soberbia se creía superior a todos los licenciados del negocio, sólo por haber servido en su día a un Lord del Parlamento Británico) podrían aprender mucho de éstos. Tal vez sería interesante apuntarles a un cursillo de Modales para Elfos...

 

-- Yo le sigo -- conseguí decir para que no pensara que era una maleducada.

 

Avanzamos hacia el Hotel, una verdadera obra de arte, de líneas exquisitas y de un gran lujo en su interior. Volví a sentirme incómoda. Tal vez... ¿Y si me hubiera puesto alguna joya en mi escote y en las orejas? Estaba tan acostumbrada a que en el Circo no podíamos llevar nada con riesgo de que nos las arrebataran las criaturas, con nuestra piel incluida, que nunca recordaba un mínimo de aderezo y ornamento cuando salía.

 

-- Si me permite... En cuanto el Sr. Alfred se desocupe le atenderá -- me dijo el elfo tras dejarme en una habitación tan lujosa que me daba miedo sentarme en uno de sus sillones. Si eran más amplios que mi sofá de la "Ojo Loco".

 

Cerró las puertas y yo me dispuse a matar el tiempo ojeando aquellos jarrones y muebles tan bonitos con los que se adornaba el lugar. Con las manos en la espalda, por supuesto, no fuera que rompiera algo y tuviera que pagarlo.

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- ¿Cómo has dicho? -

 

Mistify se detuvo justo ante las puertas del castillo girando su rostro hacia el del joven que la acompañaba. Era apuesto y bien podría pasar por un Malfoy debido al color rubio de su cabello. Se sonrojó y llevó una mano a su propia cabellera en una actitud de inocente coquetería. Apenas había entendido lo que había mascullado entre dientes, pero "problemas" y "marido" habían sido bastante claros.

 

- ¿Mackenzie tiene problemas con su esposo? - la expresión de sorpresa de Alfred hizo que se mordiera el labio inferior. Había hablado de mas, seguramente los problemas conyugales de la muchacha eran conocidos por todo el mundo mágico y ella se ponía en evidencia negarlo conocerlo. Mejor mantener la boca cerrada.

 

Se abrió paso al interior del majestuoso castillo sin dejarlo responder. Lo que vió la dejó sin habla. Los ojos verdes se deslizaron ante cada lujoso detalle como si jamás hubiera visto algo igual en su vida, y no lo había visto, no al menos que ella recordara. Sus pasos resonaron sobre la pulida superficie hasta las escalinatas de piedra, tal parecía que los decoradores intentaron recuperar el esplendor del castillo, tal como hubiera sido el original pero con un toque de obvia modernidad.

 

- No tengo idea de los problemas personales de Mackenzie - respondió finalmente Alfred. Mistify casi había olvidado que lo tenía aferrado a su lado, inmersa en los decorados del hall principal y dió un respingo ante la respuesta. - La primera puerta a la derecha es la suite de la que le hablaba - señaló el corredor - Intentaré localizar a su hija -

 

- ¿Mi hija? - la mortífaga parpadeó asombrada ¿Pero cuántos hijos tenía? De todas maneras era una buena explicación de porqué aquella muchacha del retrato le resultaba conocida. - Ah si, Mackenzie, no se en que estoy pensando - esperaba que Alfred no se diera cuenta de su desliz y sin decir nada mas comenzó a subir las escaleras rumbo a la habitación a la espera de la mujer.

 

*****

 

OMG! Rolear con ustedes dos me apena, solo me falta que se aparezca Crazy T_T xD

Editado por Mistify Malfoy

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