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^ High Flights ^ (MM B: 87651)


Mackenzie Malfoy
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Alicia tenía razón, lo sabía. Sin embargo no podía evitar sentir la necesidad de hacer algo al respecto. No iba con su personalidad el dejar las cosas por el medio, en cambio la bruja no parecía tener tanto problema con hacerlo. En el momento que había aceptado ese trabajo, había sido conciente de que las cosas no serían fáciles. Sobre todo tratándose de un grupo familiar y altos funcionarios con tantas diversidades. Los Malfoy no eran de quienes se aburrían, en ningún momento. Por lo que había sabido, desde un principio, que tal vez las medidas a tomar serían, también, “poco aburridas”.

 

- Señorita Malfoy, Señorita Potter Blue, contaré hasta tres antes de abrir la puerta –anunció, acercándose a la puerta a medida que buscaba la varita en sus atuendos- . Uno… Dos… -no llegó a pronunciar el número tres cuando el cerrojo cedió ante su hechizo. No había habido ruidos fuertes, ni siquiera daños; pero lo que vió tras el umbral sorprendió a límites inesperados al mago que no podía creer a sus ojos. Mackenzie Malfoy abrazaba a su madre, mientras que Sagitas buscaba algo en el suelo y un hombre al que él no conocía se erguía a unos pasos de la Viceministra.

 

>> Ok, ahora sí que confirmo mis sospechas… ¿Señorita Viceministra? Necesitamos imponer un poco de orden en todo esto. Entiendo que su madre se encuentre en un estado delicado, ¿Pero por qué no la atendemos y la ayudamos, en vez de escapar con ella cada vez que se encuentra con la “realidad” de la que se ah olvidado? Espero que sepa que lo único que me interesa es poder aplacar a la prensa en sus demandas, y ayudar a que su madre mejore. Pero necesito colaboración, dado que si no la tengo, entonces no podré hacer nada al respecto. La Jefa de Seguridad se ah marchado, no quiero ser el segundo.

 

Las palabras salían rápidamente de la boca del Rider, espetando todo lo que había estado pensando segundos atrás. Haría todo lo posible por colaborar con la situación, pero si la Viceministra le ordenaba que dejase las cosas a un lado, y que se ocupase de sus otros asuntos, entonces no tendría problema en hacer caso a una orden directa. Pero tampoco era eso lo que quería. Quería poder colaborar de la manera más eficiente posible. Mistify necesitaba atención médica, afrontar a los problemas que la acosaban, aquellos a los cuales ella seguramente no tenía respuesta.

 

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Me sentía bien ridícula en aquel sitio, fuera de lugar, sin necesidad de estar contemplando algo tan íntimo, tan... familiar.

 

-- Sr. Alfred, creo que... debería irme... -- me pasé la mano por el pelo, inquieta. Madre e hija parecían tan absortas hablando de sus cosas que se habían olvidado de que él y yo estábamos presente. -- Quedo a la espera de... de lo que hemos hablado.

 

Y en un brote de sinceridad que no me esperaba (no solía meterme en problemas ajenos a los que yo ya tenía) comenté:

 

-- Lady Malfoy sólo necesita eso, estar con su familia, aquí o en la mansión, pero a solas, con ella, hablando y compartiendo experiencias. Eso es lo que necesita, nada de sanadores que le hagan tragar pociones que sepan a rayos.

 

Sonreí. De lo poco que me acordaba de la crisis que yo había tenido, recordaba sobre todo el amor de los familiares.

 

-- No deje que la tomen como loca, sólo está... desorientada.

 

Tomé mi bolso cuando se abrió de golpe la puerta y me pilló en una posición nada... formal. Me incorporé al instante y me puse roja, murmurando "bolso... suelo...". Escuché sus palabras.

 

-- Perd... Perdón... Si no les importa... Yo creo que Lady Misty y su hija, bueno, Primera Dama y la Vicepresidenta... deberían solucionar sus problemas en privado. Así que si no hay inconveniente... Tengo que ir a El Profeta a vender una exclusiva.

 

Sentí la mirada asesina de Russell y levanté las manos, pidiendo paz.

 

-- Nono, era broma, no... Yo no vendería nada... En realidad lo iba a hacer gratis...

 

Y me reí un poquito. ¿Sabría el Sr. Russell que Ishaya era mi hermano? ¿Era capaz de detenerme para evitar cualquier tipo de filtración.

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Tan solo con verla allí parada frente a ella le trajo un cúmulo de recuerdos a la mente. La joven Malfoy parecía contenta de verla y lo mejor, no la trataba como si estuviera enferma.

 

- Te he estado buscando el día entero - le respondió abrazándola a su vez - No tienes idea... de lo que ha pasado -

 

Mackenzie retrocedió un paso observando a su madre a los ojos. Un poco mas allá Mistify notó el sutil movimiento de quien le había evitado el problema con los dos funcionarios ministeriales. Era una jovencita agradable, tendría que visitarla donde quiera que viviera muy pronto. Un Malfoy siempre pagaba sus deudas.

 

Se volvió hacia Sagitas no sin antes tomar la mano de su hija, en su mirada solo habia agradecimiento por la comprensión. La soltó segundos después sintiendo que la demostración de cariño estaba fuera de lugar. ¿Porqué habría de estarlo? Era su hija... sacudió la cabeza y llevó una mano a su sien. ¿Qué clase de mujer había sido que intentaba guardar para si los sentimientos hacia sus hijos?

 

- Nos veremos en tu casa, Sagitas - Mistify no tenía idea de dónde fuera, pero le pareció apropiado seguir con la especie de farsa ahora que el Señor Rider estaba nuevamente con ellos. - Creo que nos debemos una charla acompañada de un buen té ¿no crees? - le sonrió. Era una sonrisa sincera. Realmente pensaba que tenían cosas de las cuales hablar.

 

Cuando se volvió hacia Rider la expresión de su rostro cambió por completo. Sereno, frío y calculador como lo había sido siempre.

 

- Siento mucho haberle dado tanto trabajo Señor Rider. Pero tengo asuntos importantes que atender con la Viceministro de Magia, aquí presente - deslizó una mirada peligrosa en dirección al mago. Aunque por dentro se sentía invadida por el orgullo. ¿Su esposo Ministro de Magia y su hija Viceministra? Vaya, que familia prestigiosa era la Malfoy.- ¿Será posible que nos dejen a solas ahora? Alfred, tú también, por favor -

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Elevé una ceja, desconcertada. Lo que menos me hubiera imaginado era que la Primera Dama dijera públicamente que vendría a tomar el té a mi casa.

 

-- ¿Tom...? -- recordé la mentirijilla que había soltado delante de los dos miembros del Ministerio. Miré de reojo a Russell, antes de añadir: -- Por supuesto... Mist... Nos vemos allá y... cotorreamos como viejas delante de una tacita de té. Con limón, como te gusta...

 

Debía de dejar de improvisar o me metería en un problema, de eso estaba segura.

 

-- Bueno, pues... Yo... -- La Primera Dama había manifestado su deseo de quedarse a solas con su hija, y si había mandado fuera a alguien tan importante en aquel negocio como a Alfred, por supuesto que yo sobraba. -- Yo me voy a ... a mi casa, por supuesto... Ya... Ya hablaremos más tarde...

 

Aún sin estar segura si Russell no me detendría en las escaleras para evitar ninguna filtración casi corrí a la puerta, sin olvidarme esta vez mi bolso.

 

-- Vale... Nos vemos más tarde... Un placer conoc... Digo, me ha encantado volver a veros... esto.... chicas...

 

Taconeé con presteza hacia las escalera y creo que ni rocé la balaustrada mientras descendía por ella. Los cuadros susurraban e incluso una señora encopetada me chistó para que me parara y le contara chismes.

 

-- Señora... Que yo no estoy para esas cosas -- le susurré.

 

Y volví a acelerar hacia la salida. Russell no me iba a empapelar para que mantuviera el silencio. En cuanto salí del hotel (creo que el elfo aquel pudo evitar mi encuentro por instantes) pensé realmente si lady Misty diría en serio eso de personarse en mi casa.

 

-- ¿Tendremos té? -- me pregunté en voz baja mientras caminaba hacia la salida, en busca del autobús, que ahora mismo con los nervios no recordaba dónde lo había aparcado. Aunque un vehícule naranja era fácil de encontrar.

 

Pensaba que la familia era menos noble en sus gustos y que tomábamos café. O cola-cao... Pero té... Tendría que decir a Harpo que fuera a comprarlo.

 

Por si acaso...

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  • 2 semanas más tarde...

El frío ambiente en aquella isla de Escocia se hacía intenso con el correr de la tarde, recientemente la figura de un encapuchado se había presentado merodeando por allí. El mismo hombre parecía no tener prisa alguna, caminaba lentamente por aquel natural y bello paraje. Según le habían dicho, aquel lugar no era cualquiera, se trataba de un negocio mágico llamado High Flights. Una reserva de animales mágicos alados, según se decía, ofreciendo un sin fin de posibilidades desde el punto de vista turístico.

 

Había tenido la loca idea de, una vez finalizar con sus obligaciones, tomar alguna especie de ruta a modo de tour, amaba aquella especie de animales aunque nunca había tenido uno. Admiraba la belleza y elegancia apreciada tanto en su andar en tierra como en lo más alto en el cielo. Quería conocer el vértigo producido andando en el aire, a enormes alturas dentro de un carruaje. Se imaginó un momento él sólo con su novia y vaya que le agradó, recordó en una ocasión algo similar, en el casamiento del primer ministro.

 

Bonito lugar —suspiró y prosiguió su paso, lento pero decidido.

 

Estaba a pocos palmos de la entrada de lo que parecía ser una enorme fortaleza. Dentro se alojaba un lujoso hotel y, en la parte trasera del mismo, más tipos de servicios. Incluso desde que había aparecido, sus grisáceos ojos se habían quedado como hipnotizados viendo unos enormes postes de unos quince metros de altura con un círculo tipo cesto en el extremo. Se trataba de algo que le encantaba al pelinegro, un estadio de quidditch y, al juzgar por fuera, las gradas eran enormes.

 

Señor, pase por aquí —un elfo doméstico se había aproximado para atenderlo.

 

Martín ya había puesto un pie en el interior de aquel increíble lugar, era aún más bello por dentro que por fuera, como si eso fuera posible. Se encaminó hacia la recepción, a mitad de camino fue explicándole al elfo el motivo de su visita. Era necesario entregar una especie de anuncio ya que, un lugar tan concurrido como aquel, necesitaba difundir la noticia del evento. Un torneo de ajedrez mágico, organizado por el Ministerio de Magia, se llevaría a cabo en pocos días.

 

Se trata de esto —explicó el mago tenebroso enseñándole el enorme cartel a la pequeña criatura.

 

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Al acomodarse un poco mejor sobre la mesada de la recepción y, esperando a que algún humano responsable del lugar llegara para entablar diálogo alguno, algo llamó su atención. Los orbes platinos se entornaron leyendo un artículo llamativo del diario mágico EL PROFETA. La noticia decía algo de una cara anónima que había llegado a manos del responsable de dicho diario, que intentaba difundirla a toda la comunidad mágica. Se quedó de piedra cuando culminó la lectura.

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Aquel día tenía una larga agenda por delante para cumplir, pero al ser fuera de las cuatro paredes que componían su oficina y del edificio ministerial, la Lockhart se alegro.

 

Su próximo destino era un lugar que no conocía, al parecer se había estado perdiendo de muchas cosas últimamente. Con pasó decidido abandono el Ministerio y en un callejón lejos de cualquier mirada indiscreta o de algún muggle desapareció.

 

Minutos después su figura se materializaba en una pequeña isla, ante sí se alzaba una fortaleza medieval que según sus notas llevaba por nombre "Linnhe Castle" suspiro ante lo que veía.

 

Lentamente camino hasta el interior de lo que se suponía era la recepción, pero no dejaba de admirar cuanto se encontraba a su alrededor, la vista a donde quiera que la enfocara era sencillamente preciosa, estaba rodeada de naturaleza, no en balde aquel lugar se consideraba una reserva natural importante.

 

Está vez lleno sus pulmones de aire fresco prometiendose a si misma convencer a su esposo para pasar un fin de semana juntos o tal vez con toda la familia. Eso sería toda una aventura. Pero ahora, ahora el asunto que la ocupaba era otro.

-Hola, vengo en representación del Ministerio De Magia, traigo conmigo información importante que tus amos y clientes deben conocer- Sin más sacó de su bolso dos pergaminos, entregandoselos a Turku un elfo prominente en aquel lugar, al parecer ostentaba el cargo más alto dentro de su raza.

 

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-El primero contiene información para la inscripción del campeonato de Ajedrez Mágico organizado por el Ministerio y el segundo, pues es para informar que pueden los dueños de negocios como este publicitar en el evento-. Continuo dándole información al elfo e intento hacerle ver lo importante que era que tanto sus amos como los demás magos y brujas que frecuentaban la fortaleza vieran los carteles.

 

Al final el pequeño ser había accedido a que la rubia pegara los dos pergaminos en el lugar más visible del lugar. Satisfecha y muy a su pesar se retiro del parque natural para seguir con su trabajo.

Editado por Cye Lockhart
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  • 3 semanas más tarde...

La lechuza aleteó, aterrorizada con el hipogrifo que le perseguía. No le gustaba tener que llegar hasta un lugar tan lejano para encontrarse con una protección tan fuerte, se sentía agobiada con el trabajo de huir del pico de aquella bestia alada. Decidió que la vuelta sería más tranquila, evitaría aquel lado del lago e iría por otra ruta, aunque le supusiera una vuelta que le diera un retraso considerable a su lechucería.

 

Llegó exhausta a las manos de un elfo, que le acarició la cabeza. Le hizo bien. Realmente necesitaba de los mimos de alguien, después del susto que se había dado. Le enseñó la pata con la misiva que traía para el señor Alfred desde el negocio del Fénix Aventurero. El elfo, considerado, le puso en un cojín rojizo y le puso alpiste y agua.

 

-- Descansa lo que quieras, antes de reanudar tu viaje.

 

La lechuza se sintió bien, tal vez sí volviera por aquellos lares a pesar de la distancia, si trataban tan bien a los que traían el correo...

 

 

De:
Sagitas Potter Blue, dueña de "El Fenix Aventurero"

 

A:
Sr. Alfred, encargado de "High Flights"

 

CONTENIDO:

 

Querido Sr.Alfred. Se acercan las vacaciones y los Sres. Delapount, ya sabe, los franceses de los que le hablé en mi última visita, me han pedido confirmación de la Reserva en su centro de ocio. Llegarán a Ottery a finales de mes, y querría saber si les vendría bien que la semana del 25 de abril me pasara con ellos a enseñarles el recinto y los animales y a dejárselos en el hotel. Si todo va bien, se quedarían una semana en su residencia y después volvería con el autobús a llevármelos para visitar otros entornos del pueblo.

 

Si tiene algún inconveniente, le ruego me lo haga saber con antelación para readaptar la ruta de sus vacaciones.

 

Reciba un cordial saludo.

 

Sagitas Potter Blue.

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Absinthe se miró una vez más en el pequeño espejo de plata y lo cerró, con una sonrisa a medias. Hacía tiempo que su apariencia no la satisfacía lo suficiente, pero digamos que tan mal no estaba. Había trenzado la larga melena cobriza (el par de mechones blancos seguían allí en su frente, muy a su pesar) y su ojo verde casi pasaba desapercibido. Casi.

 

Antes de decidir largarse un rato al campo había recordado al apuesto administrador de Mackenzie, cuyo acento escocés era más embriagador que el licor que destilaban. Aunque combinar los dos no se le hacía mala idea... La mujer dejó escapar una risita tonta cual adolescente, deteniéndose de inmediato para mirar hacia todos lados, como si alguien pudiese leer sus pensamientos. Cuando hubo constatado que la recepción estaba vacía, volvió a sonreir.

 

Sus tacones hicieron eco en el suelo del antiguo castillo refaccionado. La cola de su túnica, ajustada como un guante y gris, se arrastraba tras ella dejando su espalda descubierta, revelando una infinitud de pecas sobre la piel lechosa, parcialmente cubierta por la larga trenza que se bamboleaba con sus pasos. Una vez estuvo en el mostrador, golpeteó las uñas contra la madera con impaciencia.

 

El Elfo encargado del Hotel estaba acomodando a una lechuza en un cojín, pero se volvió de inmediato para saludar con una reverencia ala recién llegada.

 

- Señorita Absinthe, es un placer para Turku saludarla.

 

Absinthe asintió a modo de saludo. No era tan cordial con los elfos en casa.

 

- ¿Hay alguna habitación que puedas habilitar para mí? Amplia, bonita vista, una cama grande y esponjosa... - se estiró, sin perder la gracia claro está, dejando salir un bostezo - Necesito unos días para relajarme.

 

La criatura ojeó un grueso libro y comentó:

 

- Hay una suite en la torre... Tiene vista al lago.

 

- Esa. - contestó hacienod un gesto ausente con la mano, mientras observaba el decorado. Ya se había hospedado allí una vez pero realmente le impresionaba el lugar. Mack lo había dejado precioso. - Perfecto, y si puedes dejar preparado un baño caliente, te lo agradecería.

 

No es que fuera más que su deber, pero había que ser cortés. Turku hizo una reverencia y fijó la vista nuevamente en la banshee.

 

- Turku debe entregarle una carta al amo Alfred, y enseguida volverá para llevarla a sus habitaciones.

 

La distracción se disipó en un instante. Sonrió clavando la vista en la carta y viendo una oportunidad en ella, abrió bien los ojos cuando volvió a mirar al elfo.

 

- ¡Turku! - la criatura retrocedió un paso ante la súbita emoción de Absinthe - ¿Te parece si te acompaño? Así me muestras un poco del lugar, y de seguro Alfred estará con alguno de los animales y me encantaría verlos. Además, es temprano todavía...

 

La campana de un sendo reloj sonó diez veces antes de que el elfo contestara. Analizando a la mujer con una ceja arqueada sobre sus enormes ojos, finalmente se encogió de hombos. El cliente siempre tiene la razón...

 

- Turku puede mostrarle el lugar a la Señorita Absinthe si esta gusta, el amo Alfred debe encontrarse en el parque así que debería abrigarse.

 

Una capa de grueso terciopelo ya cubría a una sonriente Absinthe y el elfo hizo una señal para que lo siguiera.

 

 

 

****

 

Absinthe se quiere comer a Alfred para la cena x'D

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  • 4 semanas más tarde...

El autobús planeó con estilo sobre el cielo algo nuboso de la zona y casi rozó el agua del lago, arrancando grititos de júbilo en los dos niños que se asomaban por sus ventanillas.

 

-- Marié, Jean-Paul, espero que os portéis bien y no rompáis nada.

 

-- Sí, mami... -- respondieron los dos niños a la vez, sin siquiera ocultar la mirada de sorna con las que habían acogido la orden.

 

Bufé imperceptiblemente, sabiendo que por fin me iba a librar de la familia Delapount durante una semana, unos siete días maravillosos que no iba a escuchar las quejas de la madre de familia y los gritos insufibles de sus hijos maleducados. Para mí iba a ser un alivio enorme poder desembarazarme de aquella familia en el negocio de High Fligt y descansar por fin. Si alguna vez unos clientes habían sido tan latosos, seguro que no habían sido como éstos. Ya desde que aparecieron en la Agencia de Viajes supe que iba a tener problemas con ellos. Pero una aprende a mantener la sonrisa en la cara a pesar de lo quejicas que puedan ser los viajeros que lleguen a su negocio.

 

-- Hemos llegado. Aquí está High Flights. Es un lugar tranquilo y con mucha paz, rodeados de naturaleza y criaturas mágicas que...

 

-- ¡Podremos tocar Aethonats, mami!

 

Suspiré, ni siquiera era una pregunta, era una afirmación rotunda.

 

-- Bueno, enseguida los elfos os ayudarán a instalaros y el Sr. Alfred, el encargado del negocio, os atenderá y os presentará todas las posibilidades que ofrece este atisbo de naturaleza.

 

-- Pero podemos tocar Aethonats, ¿no? Nos lo prometiste, mamiiiii...

 

Y por supuesto la madre me miró con una aguda visión que me pareció que me taladraba y afirmó a sus descendientes que mami les dejaría tocar lo que quisieran. Sonreí aún más abiertamente hacia ellos y abrí la puerta del autobús mágico para que se bajaran.

 

Monsieur Delapoun se mantenía al margen y leía un ejemplar de El Profeta, como si sus noticias fueran tan importantes que no pudiera dedicar una ojeada a sus hijos por si éstas cambiaban.

 

Suspiré al darles la espalda. Menuda semanita se le esperaba a Alfred... Aunque yo ya me libraba de ellos...

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  • 1 mes más tarde...

El viento chocaba contra mis plumas suaves y marrones, mis ojos se mantenían más abiertos que nunca, el agua rozaba mis patas haciendo un cosquilleo suave. Mi trabajo era llevar un ejemplar del profeta a High Flights, el sol se escondía de a poco en el paisaje, decidí poner más velocidad y mis alas juntando muchas fuerzas se doblaron para luego extenderse y poder volar, luego de un rato llegué al lugar y como de costumbre, dejé el ejemplar del famoso diario en una bandeja en la entrada del hotel.

 

Era hora de partir a...

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