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● Ars & Vita ● (MM B: 94346)


Adrian Wild
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Abbie Boyle.

Ya había estado allí días atrás, al dejar la invitación para la fiesta de la Academia organizada por un grupo de personas que Madeleine no le quiso mencionar, pero que, ella aseguraba, eran geniales. Ahora se preguntaba nuevamente por qué estaba allí; revisó los bolsillos de su sudadera extra grande color gris —Abbie solía usar ropa más grande de lo normal, desde hacía dos años más o menos— en busca de alguna nota, pero no encontró nada.

 

Cuando accedió al amplio hall, y sus ojos se fijaron en los elfos que estaban en el mostrador, recordó qué era lo que había deseado esa mañana en una de las habitaciones de huéspedes de la mansión Rambaldi —donde, gracias al Fénix(?), le habían dado refugio—: quería ver ensayos de las obras en la escuela de teatro. Según le dijeron, iban a presentar La Bohème, aunque ahora que lo pensaba mejor ella no sabía hablar italiano...

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Ydiel Valencia

 

 

Llevaba un gabán que la cubría del cuello hasta las rodillas, no era costumbre de la mujer andar tan escondida en sus ropas, pero aquella ocasión lo ameritaba. Debajo del amplio atuendo un hermoso vestido color pastel con piedrecillas resplandecientes adornaba su esbelta figura, entallándola y luciendo más sensual. Unas mayas cubrían sus piernas y sus brazos estaban protegidos por unos largos guantes hasta encima del codo. Un moño sujetaba sus cabellos ondulados para que no la molestaren mientras practicaba.

 

Hacía mucho que no retomaba sus talleres de actuación y mucho menos de danza, en específico el ballet. Unos años atrás se le veía resplandeciente en los ensayos del teatro que por su talento era convocada casi siempre para las diferentes presentaciones que se daban ahí en pro de deleitar al mejor y más selecto público. Aquel día había decidido retar al destino y volver a bailar aunque tuviese una fractura en la rodilla derecha y los medimagos hubiesen dicho que no podía bailar más.

 

Frente a la puerta azul, estaba la Evans parada con ansias por entrar y al mismo tiempo con nervios de fracasar. Nada más quería bailar, acaso eso era un crimen o alguien había sido enjuiciado por querer demostrar su arte? Pues ella no lo creía así que empujó la puerta con fuerza y entró súbitamente. Unos pasos más allá se emocionó al ver los largos espejos rodeando el lugar, una vez más se sentía como en casa. Hizo una reverencia ante su imagen y dejó caer el gabán hasta el suelo.

 

— Una vez más, aquí estoy… — susurró mientras una lagrimita rodaba por su mejilla.

Editado por Bínfeyd Y. Evans Sóldez

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Los ideales son solo palabras hasta que luches por ellos.

 

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Maríah Polifeme.

Nadie debía saberlo, de hecho era solo para probarse sus cualidades artísticas el que hubiese puesto un pie en aquel lugar pero no quería llegar más allá… En realidad si quería pero su carácter era demasiado orgulloso como para aceptar que se moría de ganas de estar sobre un escenario y mostrar todos sus dotes cantando. Solo dos personas cercanas la habían escuchado entonando melodía alguna vez y ambas eran de la misma opinión; Inténtalo.

 

Parecía león enjaulado caminando de aquí hasta allá cada vez que cambiaba de opinión. Una sonrisa se curvó en sus labios, estaba actuando tal como lo hacía Esmeralda quien por excelencia era una Leo impaciente pero ese ya era otro tema. Volvió a lo suyo, nunca había sido una persona insegura, ni muchos menos tímida, pero esto le estaba llevando casi toda su fuerza de voluntad.

 

- Tranquila Maríah, solo es escuchar los comentarios e irte, no tiene por qué salir nada más - ¿Qué era eso? ¿Se estaba alentando así misma a seguir?

 

Tapó el campo visual con una de sus manos concentrándose, imaginándose en como estaría en unos minutos más con un micrófono en las manos.

 

Otra chica, con un atuendo que le pareció extraño, merodeaba por una de las salas. Daba la impresión de que estaba sollozando, no dudó en ingresar a aquella sala para ver si necesitaba alguna cosa o le había sucedido algo. Se notaba que era bailarina, podía tener alguna lesión en sus piernas mientras practicaba.

 

- Hey ¿Te sucede algo? – Puso su mano sobre el hombro de Ydiel esperando alguna respuesta.

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Ydiel Valencia

 

 

Unos pasos se escuchaban cada vez más cerca, pero eso no evitaba que se sintiera totalmente feliz y unida con la sala de práctica. Unos segundos le bastó para acercar el brazo a su rostro y secar la lagrima que había dejado escapar por la emoción. Volteó a ver cuando escuchó una hermosa voz que le hablaba al tiempo que le tocaba el hombro con delicadeza.

 

— No, no es nada. Es la primera vez que piso este escenario después de varios años, es todo. Y usted, también es bailarina? Talves podamos armar una bella coreografía, si no me equivoco la radio está de aquel lado aunque también hay algunos micros pero bueno podemos mover esos y tener más espacio para ensayar — respondió sin detenerse para luego respirar después de decir tan larga frase.

 

La compañía era agradable y mucho más si se trataba de alguien que tenia vocación artística como ella, sin embargo como tenia de costumbre ya le tenia demasiada confianza a la mujer que acababa de ver que sin demora le propuso esas cosas, bailar era lo que más le gustaba cuando tenia ser a otra bailarina no podía evitar proponerle armar más de una coreografía. La mejor manera de pasar para ella era estar con los amigos.

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Los ideales son solo palabras hasta que luches por ellos.

 

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Abbie Boyle.

Se acercó al mostrador de información retorciendo el panfleto que había encontrado en algún local del Callejón, esperando no haberse equivocado de fecha o de lugar. Sin embargo, si los estudiantes del lugar no representarían La Bohème tal vez harían otra cosa, quizás Rent, Cats e incluso Wicked. Una servicial muchacha, con el cabello rubio recogido en lo alto de su cabeza y usando unas gafas de marco cuadrado observó a la joven y le sonrió con amabilidad.

 

Debe ir a la segunda planta y pasar por la puerta roja —le informó la mujer a Abbie en cuanto ésta mostró el papel que traía en las manos—. La llevará a un pequeño salón en donde se ensayan las obras.

 

Está bien —soltó Boyle, dando una media vuelta y dirigiéndose a las amplias escaleras al fondo del hall. Sin dudar, comenzó a subirlas, recordando que era un buen ejercicio.

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Maríah Polifeme.

 

Observó a aquella chica un poco contrariada ¡Qué fácil le resultaba confiar en otros! Maríah por naturaleza ira un zigzag en esas cosas, por lo general tomaba creía profundamente en sus compañeras pero por otra las diferentes acciones ocurridas durante su vida le habían hecho apegarse a su círculo más cercano, y no salir más de el a conocer nuevas amistades. No le quedaba de otra siendo que sobre sus hombros recaía el peso de ser la segunda líder. Por lo mismo pestañeó repetidamente en cuando escuchó aquella propuesta de baile guardando silencio un par de minutos.

 

- Pues... - ¿Cómo negarse a mostrar un poco de su talento? Si es que podía decirse así, claro – No soy bailarina... más bien cantante – Y volvió a callar, no iba a relatarle que estaba allí solo para probarse y después cruzar la puerta como si nunca hubiera sucedido.

 

De cualquier modo parecía que aquella chica había tomado sus pequeños balbuceos y simple frases como un enorme sí a la invitación de bailar con ella pues sonreía ampliamente en espera de que Maríah se uniera a la danza. Tratar de hacerla moverse al compás de la música equivalía a intentarlo con una tabla de surf, ella era realmente un palo moviéndose en la sala. Tampoco tenía deseos de seguirle la corriente.

 

- Quizás sería mejor que tu bailes y yo cante – Ofreció amablemente ¿En serio lo hizo? Y si alguien la había golpeado en la cabeza mientras dormía y por eso aquella actitud. Ya no podía echarse hacia atrás.

 

Caminó hasta el lugar donde reposaban un par de micrófonos que le servirían para entonar alguna canción movediza que ambas disfrutaran, tomo uno de ellos encendiéndolo, esperaba que fuese de aquellos encantados en que simplemente uno lo acercaba a la boca y este comenzaba a ampliar la voz con magia.

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Xaviero Lonson.

 

En Diagon se aproximaba una tempestad, de eso no había duda. Las nubes se alineaban en perfecto estado sobre todos los techos de los negocios, esperando soltar la gran bomba de agua sobre éstos. Era extraño; recién entraban en Otoño y ya se estaba proporcionando ese clima en Londres. Pero a decir verdad, en comparación con ese caluroso Verano que se había vivido en Julio, aquello era mucho mejor.

 

Unos de los tantos pasos se escuchaban como tambores en plena calle de Diagon. Lo único que hacía diferenciar ese sonido de los demás era el humo que se esparcía sobre el lugar del pisoteo. No era mas que un hombre, con unos 29 años de edad encima, acompañado de un fuerte vicio muggle; el cigarrillo común. En aquellos tiempos, ¿Qué mago utilizaba tal cigarro? ¡Nadie! Sólo Xaviero, quien era un apasionado de la filosofía y del arte como tal, en su eterna búsqueda de lugares que le llamaran verdaderamente la atención.

 

Y parecía Ars & Vita era el local indicado. El castaño entró por la puerta principal, sin hacer mucho ruido. Su mirada cambió de un momento a otro apenas observó la particularidad del sitio. ¡Era un teatro! Con lo complicado que le había sido conseguir alguno en los últimos años, uno mágico. Sin duda había dado en el clavo aquel día.

 

Con el día lluvioso, el negocio oscuro y el aire artístico rondando por entre las paredes, lo pasaría de lo mejor.

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Abbie Boyle.

Empujó la puerta pintada de un alegre color rojo, casi comestible al parecer dulce como una madura manzana, y se adentró rápidamente en aquel lugar. El salón de actos no era muy espacioso, pero no hacía falta pues allí sólo ensayaban. Había un muro que, en vez de estar hecho de ladrillos o madera, era sólo un espejo gigante; Abbie se vio reflejada en él desde la puerta, con sus gatas estilo ojo de gato, un par de regordetas mejillas, una camiseta y unos vaqueros por lo menos dos o tres tallas más grande de lo que debería y una corta melena de cabello rubio ondulaba, que le llegaba alborotado hasta un poco más abajo de la barbilla.

 

Y... no había nadie.

 

¡Pff! —soltó, sacudiendo cabeza— me estafaron. Menos mal que no pagué nada.

 

Frunciendo el ceño, volvió a bajar las escaleras para encontrarse nuevamente al hall. La secretaria que la había atendido antes la miró confundida, pero Abbie no quiso decirle nada o siquiera mirarla a los ojos. Antes de poder concretar su salida dramática, como la Reina del Drama que era(?), el humo le golpeó en el rostro como una bofetada en el ensayo de una obra de teatro. Se detuvo, olisqueando el aire, y al reconocer el aroma formó una mueca de disgusto: era cigarro, el mismo que su madre fumaba tan ansiosamente desde que podía recordarlo. Claro que su madre estaba bien lejos, así que no era quien fumaba, sino un sujeto que acababa de entrar.

 

Que horror —suspiró la joven Boyle poniendo los ojos en blanco, para entonces dejar escapar una leve tos. No le caía bien eso.

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Gomita

 

 

Caminé por el callejón mirando el suelo, a paso rápido comencé a pasar frente a todos los locales que había en ese lugar. Pronto llegué a la escuela de música sin darme cuenta, y sin pensarlo mucho me acerqué para entrar. Cuando abrí la puerta, ya que estaba enfrente del local, suspiré y miré a mi alrededor al ver personas a las que yo no conocía. Un simple saludo con la mano y entré.

 

— Con su permiso...

 

Y me dirigí hacia la puerta naranja sin más. Nadie había notado las lágrimas que estaban a punto de salir de mis ojos. Los recuerdos que me hacían ponerme mal se negaban a irse, y yo solamente pasaba mi mano para quitarlas, esperando que con ésto también se fuesen las sensaciones desagradables. Cuando estuve frente a la sala de los instrumentos, abrí y entré para cerrar inmediatamente después. No quería saber nada de nadie en ese momento...

 

De pronto me entraron unas ganas muy fuertes de tocar, pero no me atrevía a tomar los instrumentos ya que éstos pertenecían a la escuela y no tenía permiso para usarlos. Sin embargo, mi mirada se posaba en una de las guitarras que se encontraba en el interior de su estuche.

Editado por Gomita Haughton Westrong

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Ydiel Valencia

 

Perfecto, así iba su día en ese escenario. Lo había sentido ni bien lo pisó y como señal del destino una hermosa mujer que al parecer no era bailarina sino cantante estuvo dispuesta en acompañarla. Suspiró si no le iba bien en esta ocasión y le volvían los dolores en la rodilla sabría si fracasaba o era una victoria a su mal. El corazón le palpitó tremendamente y respondió.

 

— Me parece una idea encantadora —Luego de eso sonrió tiernamente mirando a la mujer— Si tienes el don del canto, debes ser en excelencia muy sensible y altruista, verdad? O me equivoco —Guiño el ojo, después de halagarla.

 

Tardó un poco en hacer una cuantas flexiones y acomodarse las zapatillas, para luego con la mirada a su compañera dejarle saber que estaba lista para empezar. Cerró los ojos, quería llenarse del ritmo de la tonada. Escuchó la voz de su nueva amiga y “se dejó llevar” aquella frase significaba poco para algunos pero mucho para ella, solo los artistas sabían a ciencia cierta a lo que se refirieran con tan pocas palabras.

 

Una corriente recorrió su espalda y sin pensar su cuerpo empezó a moverse, giros, saltos, pasos, vueltas, todo lo hizo con los ojos cerrados. Se sentía vivir, esa sensación era la única que siempre buscaba cada día, solo un poco de aquel sentimiento le bastaba para ser feliz. El mundo dejaba de existir con cada paso, las personas que conocía las olvidaba con cada giro, todo iba desapareciendo, solo ella y la alegría del universo se tomaban de la mano en esos instantes.

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Los ideales son solo palabras hasta que luches por ellos.

 

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