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Librería "La Hermana Quisquillosa" (MM B: 98425)


Xell Vladimir Potter Black
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No podía dejar de llorar, aunque ahora era en suave, un dolor profundo pero asumible, aceptable. Lloraba porque no me merecía esa oportunidad y, sin embargo, me la habían concedido. Y ahora debía estar a la altura, pensar en los demás más que en mí misma. Cambiar. No esperaba ayuda de nadie y, sin embargo, Perenela me había salvado de las sacerdotisas; no podía esperar ayuda de nadie y, sin embargo, Xell estaba allá, ofreciéndomela.

 

Las preguntas de Xell eran justas pero no sabía qué contestarle. ¿Cómo confesar cosas inconfesables cuando estás avergonzada de ti misma? Me encogí un poco de hombros y descubrí que ese sencillo gesto arrancaba agujas de dolor en los músculos. Tal vez no me había repuesto de tanta sangre perdida y, en verdad, como decía mi hija y mi sobrina, necesitaba recuperarme un poco más.

 

-- Gracias por creer en mí, Xell. No me siento buena sacerdotisa ahora mismo.

 

Valoré lo que ella hacía por mí y lo poco que me gustaba reconocerlo. Así que, tras un momento de silencio, se lo dije.

 

-- Gracias. Un té me vendrá bien.

 

La dejé que me guiara, era como si yo no conociera aquellas escaleras, ni el local. Me dejé llevar, apoyándome en mi sobrina, hasta la planta de entrada. Permanecía callada todo el tiempo que pude hasta que sentí una voz amiga que entraba en la librería. El sonido de la campanilla acompañó la entrada de Tamarindo.

 

-- No pasó nada, Tama. Sólo que he luchado contra mis propios enemigos internos y, de momento, he vencido. No sé si podré volver a ser la que era, ahora que la vida me ha hecho vivir tantas cosas, esa chiquilla feliz que hacia piruetas en la plaza de los pueblos, por un mendrugo de pan o un techo donde pasar la noche. Pero intentaré ser tan sana como aquella Sagitas de niña.

 

Era una promesa. Y, como todas las promesas, podría incumplirse. Pero lo intentaría, no romperla.

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En cuanto Xell apareció con Sugus por los hombros y me pidio ayuda (y aunque no la pidiera, vamos) fui corriendo sin resbalar con la sangre (habian dejado eso fino fino filipino) para ayudarla a cargar con ella. Le pasé un brazo por debajo del suyo para acarrarla por el otro lado y la llevamos hasta una silla/sofacito/sillón "chámmale x" de lo que tuviera en la librería y la dejamos allí, para que recobrara fuerzas.

 

Estaba toda puerca de sangre, no entendí muy bien lo que pasó, que lucho con demonios internos... pero eso parecía todo muy real, nada de interno... asi que abri los ojos muy grandes por la sorpresa y la incredulidad y le dije:

 

--Yo creo que algo grave si pasó, pero no quiero entrar en detalles si no quieres hablar. Lo que si estoy segura es que en breve podrás ser la de siempre, dudo mucho que a mi amiga algo como esto le tache la sonrisa y la payasa que lleva dentro. Vamos, me niego a perder a mi amiga que siempre me grita pero que quiero mucho.

 

No sé si con eso le hacia sentir bien o mal, pero me salió de dentro decirselo... ya es cosa de ella tomarselo bien o mal... prque iba con todas mis buenas intenciones.

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La tía pesaba mucho, en verdad, como si se hubiera derrumbado y toda la fuerza del mundo fuera incapaz de levantarla del suelo.Su estado anímico pesaba como un saco de piedras que se empeñaba en seguir arrastrando con ella, en vez de librarse de aquel peso innecesario que le impedía avanzar.

 

- Vamos , tía, eras una excelente sacerdotisa sólo que tú misma, ahora, no lo recuerdas. Pero lo hago yo por ti, por todas las veces que nos has ayudado, salvado, sacado de apuros, solucionado problemas... Eres una gran y excelente sacerdotisa.

 

Pero sus palabras seguían siendo negativas, incluso cuando habló con su amiga Tamarindo, de forma tan críptica. Me daba casi miedo preguntar sobre el significado de sus palabras pero no suelo callarme cuando algo me afecta. Y verla, así, ensangrentada, derrumbada, hablando sin sentido sobre enemigos internos... Algo no iba bien, estaba segura.

 

- ¿Hacías piruetas en la calle por comida? ¿Tuviste una infancia triste, tíita? - Cada día más me daba cuenta que yo era una privilegiada por haber vivido feliz en aquel mundo difícil, con unos padres amorosos que me dedicaron mucho tiempo e hicieron de mí una gran señorita, con educación, con privilegios. - Eres y serás una gran persona, como siempre. No sé porqué estás tan mal. Te voy a hacer un té de naranjo que seguro que te va a ayudar.

 

Acomodamos a la tía en un silloncito de la librería, utilizado normalmente para leer de forma relajada.

 

- Haz caso a Tamarindo. Te queremos mucho y saldrás de ésta con la sonrisa de siempre. Quédate con ella mientras le busco una blusa y traigo té.¿Tú también quieres té?

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Sé que las había dejado fuera de acción con mis palabras, que las había tocado. Pero, en aquel momento, no podía evitarlo, así me sentía, una desgracia humana con todo lo sucedido y, sin embargo, tenía esperanzas porque me habían dado una última oportunidad de volver a ser la mujer que era. O, mejor dicho, la chica que fui. ¿sería capaz de ello, habiendo vivido tanto, teniendo ya tanta experiencia acumulada? Sería difícil, estaba muy segura.

 

Pero contaba con la ayuda de aquellas dos muchachas, que estaban intentando recolocar mis despojos como persona, unirlos en la base de la amistad que nos unía, en la confianza que me tenían, en el cariño que me demostraban. ¿Quien necesitaba más teniendo a dos chicas así como amigas y familia? No sonreí pero, por dentro, sentí una especie de calor agradable, muy pequeño aún pero que se expandía poco a poco.

 

-- Gracias -- dije, finalmente, dejándome acompañar hasta aquel sillón. Me sentía vacía por dentro por lo sucedido y por lo que no podía culpar a nadie excepto a mí misma. -- Ese té me vendrá bien pero, por favor, ponle unas gotas de Poción Herbovitalizante, la necesito. Y si puedes añadir unas gotas de elixir de la vida... Sé que es difícil de conseguir pero Harpo te puede traer de mi propio maletín, si se lo pides.

 

Suspiré, menos inquieta ahora. Era bueno tener amigas como ellas dos.

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  • 3 meses más tarde...

Paseaba por DIagón en busca de entretenimiento y como siempre, una merienda gratis. Recientemente había visitado ya todos los negocios de la Sugus donde podía comer y beber sin comprar nada, pero con estos tiempos tan dificiles, no sabía si era muy ético pedir merienda por los negocios cuando apenas habia suministros para subsustir nosotros de forla normal. Ademas ahora estaba "viviendo" con Colter un poco de estrangis en la Ojo Loco asi que ya tenia comida gratis además de que no me pedían nada a cambio salvo estar a salvo todos juntos allí... Aun asi salía a veces por el callejón a divertirme un poco y a ver lo que seguía en pie... Y esta vez iba con Colter, agarrados de la mano como nos gustaba pasear. A veces me agarraba de los hombros, asi que yo le agarraba de la cintura, pero era una posicion que al menos para mi, era algo mas incómoda que solo agarrados de la mano.

 

Entré en la librería, dispuesta a comprar algo nuevo que leer en esos dias largos en los que no hay entretenimiento, y a preguntarle algo a Sagitas que a lo mejor le animaba un poco...

 

--HOLA HOLA. ¿ALGUIEN AQUI?

 

Grité a los cuatro vientos que había llegado...

 

--¿Alguien que me venda un libro interesante? Además, tengo una propuesta que hacer a la mejor librera del mundo mundiá!!!!

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  • 4 meses más tarde...

Era uno de esos días fríos todavía a mediados de Enero, aunque pudiera ser que el frío solo lo sintiera la Lockhart, en todo caso el plan era pasearse por el Callejón Diagón y hacerse de todo lo que tenia puesto en una larga lista, lo cual la mantendría alejada del Castillo y de sus negocios, cosa a la que tendría que acostumbrarse de ahora en más, si es que queria consolidar su plan de un viaje secreto, o más bien de un retiro voluntario e indeterminado.

 

Allá al otro lado de la calle se veía un local de cuya segunda planta salía una escultura de libros que parecía sostenida por el aire, abajo un bonito cartel a la entrada flanqueado por dos plumas, siempre le pareció muy original la decoración y la publicidad que aquellos elementos le daban al establecimiento.

 

Cruzo la calle y se adentro en el lugar, todo parecía idéntico a como lo recordaba, pilas de libros por aquí y por allá, las revistas y periódicos mágicos y ese olor a sabiduría que lo inundaba todo, era en realidad una tentación casi irresistible el no perderse entre los anaqueles con los libros de distintos grosores, colores y cubiertas. Dejo escapar un suspiro, esperando que el lugar aun perteneciera a las Vladimir (madre e hija) y a la Potter Blue.

 

--Buenas-- medio grito y luego añadió a modo de provocación --Hay auto servicio?--

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  • 1 mes más tarde...

Me encontraba dentro de la tienda, en la zona del almacén. Se había acumulado muchas cajas vacías y mucho polvo. Aquel era el territorio de la tía Sagitas, se aprovechaba que mi mami le había dado permiso para mover cajas mientras ella no estuviera y, seamos sinceras, la tía Sagitas no era muy cuidadosa, más bien lo contrario, aunque ella lo negara.

 

Por ello, me pasé mucho tiempo ordenando cajas llenas y desdoblando las vacías para hacer un fardo. Me gustaba reciclar el cartón así que era mejor dejarlo así, plegado una encima de otra y sacarlas al patio, donde las apilaría para sacarlas después a un punto de recogida. Si no encontraba uno en el pueblo, lo llevaría a uno del mundo muggle, que falta les hacía que alguien diera ejemplo.

 

Cuando sentí la campanilla de la puerta, estaba con las manos terriblemente sucias de polvo. Abrí el grifo del lavabo y las pasé, corriendo, bajo el agua, sin darles jabón ni nada. Hacía mucho tiempo que no tenía compradores y no quería perderlo.

 

- ¿Quién es, quién es? Salgo al instante.

 

Salí, frotándome las manos mojadas en un mandilón blanco, pronto dejaría de serlo.

 

- ¿En qué puedo ayudarle? - pregunté a @@Ela Karoline.

 

 

(no sé si eres Cye o Karoline)

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El mago se habia colado por la ventana trasera de aquel lugar... estaba en una deporable situación... todo sudado, con sangre en la ropa y algunas cortadas en el cuerpo... toda su vida habia cambiado abruptamente de un dia a otro... desde aquel dia donde daño su corazon la marca de caín habia tomado fuerza y poco a poco lo habia comenzando a consumir... el enojo... la furia... el poder se apoderaba de el... necesitaba ayuda... sabia que no existia fuerza alguna para removerlo a menos que este muera... tampoco se podia romper esa maldición que es mas vieja que el mismo mundo... pero algo para contenerlo...

 

--Debe de haber algo en este maldito lugar!!!.--

 

El nunca habia usado malas palabras... el nunca habia hecho afan de gritar o maldecir... pero este no era el Dick de siempre... tenia tanto odio en su interior que habria libros sin medir su fuerza, rompia estantes y desgarraba paginas... necesitaba fuerza... su mente trabajaba a mil por horas, ya se habian peleado con varias personas en otros bares anteriormente por eso estaba tan herido... fue entonce que saliendo de la parte trasera hecho mas bestia que humano comenzo a agarrar libros al azar y al no ver nada sencillamente los tiraba agresivamente...

 

--QUIEN ATIENDE ESTA PORQUERIA!!!...--

 

El no era Dick... la maldición de su brazo lo estaba controlando... solo necesito de un momento de debilidad y de ahi todo se vino abajo...

 

@@Xell Vladimir Potter Black

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  • 3 meses más tarde...

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Ela Karoline había pasado muchas veces por el frente del establecimiento, siempre con curiosidad y ganas de entrar, pero al final se resistía girándose o siguiendo de largo, hoy era diferente, la pelea interna entre el deber y el placer rindió frutos, ganando por supuesto, el gusto innato por los libros y el conocimiento que devengaba cada ejemplar.

 

Le sonrió a la ola de libros, la escultura sobresaliente en el balcón del piso superior de la casona blanca, avanzó hasta situarse entre las dos plumas que flanqueaban la entrada y camino al interior hacia donde estaba el mostrador de cristal que exhibía varias obras.

 

Aún no tenía claro que comprar, seguramente llevaría algún libro, el periódico y por supuesto, la infaltable revista Corazón de Bruja, con los chismes y dramas sociales, además de los romances sonados o las y los solteros cotizados, si es que aún quedaba alguno con fortuna atrayente en medio de aquella guerra mágica. Y claro, estaba abierta a sugerencias, novedades o algún ejemplar inesperado que saltaría a sus manos, todo era posible.

 

Había preguntado a falta de ver a algún empleado o propietario que le saliera al paso Hay autoservicio y escuchó desde dentro, en algún lugar, la pregunta de quién era y que le atenderia de inmediato, lo que le dio apenas tiempo de notar las pilas de libros que parecía que iban a caerse en cualquier momento.

 

--¿Tú?-- preguntó al descubrir que quien la atendía era @@Xell Vladimir Potter Black hermana de sacerdocio y familia, bueno de Cye, aunque secretamente esperaba que aunque no tenía lazos directos con Ishaya, la vieran y adoptarán de algún modo como familia.

 

--¿Trabajas aquí? ¡Que lujo!-- exclamó realmente maravillada de tal oportunidad, es decir, todo el día rodeada de libros, de clientes a los cuales orientar, animar e ilustrar, las mejillas de Karoline estaban sonrosada, sus orbes esmeralda brillaban y su voz denotaba la excitación que bullía en el cuerpo de la bruja.

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¡Qué bonito título tienes! Yo no tengo, no llegué a conseguir que me hicieran uno

 

 

No levanté la mirada del pergamino cuando sentí que alguien preguntaba algo. Estaba poniendo al día el stock de libros de Hogwarts que debíamos devolver. Las clases se habían suspendido durante unos meses y aquellos tenían que ser llevados a la editorial para hacer una re-edición o algo así nos habían informado. Así que contesté con un breve: "Hay autoservicio " para que, quien fuera, cotilleara los libros y las revistas y después se fuera. Últimamente no se vendía nada, la gente entraba por puro capricho de estar fresquito y por no estar al sol de la calle pero dinero, lo que se dice dinero, pocos invertían en libros. Se notaba que la guerra había hecho estragos y que la persecución de magos y brujas por doquier no permitía que la cultura de la lectura permaneciera viva. Así que no salí a ver quién era. Me quedé unos minutos cuadrando los volúmenes y suspiré. Me faltaba uno. O estaba en algún estante o lo habrían mangado sin darme cuenta.

 

Salí y tuve la grata sorpresa de ver a Ela Karoline en la librería.

 

- ¡¡Hola, Ela!!

 

La sonrisa se abrió en mi rostro con facilidad. Aquella muchacha era muy amigable y de mi edad. No tenía amigas y sólo me movía en los círculos de la familia. Encontrar a alguien diferente de los rostros diarios me hacía sentir bien.

 

- ¿Trabajar? Qué va, hace días que no se vende un libro.- Sonreí de nuevo y me limpié las manos en el delantalito blanco que llevaba puesto. Los libros solían llenarse de polvo como si lo atrajeran. - Soy la dueña de la librería. Hace tiempo que la tengo abierta - dije con orgullo. - Casi desde que llegué al pueblo.

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