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Librería "La Hermana Quisquillosa" (MM B: 98425)


Xell Vladimir Potter Black
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No podía gritar. Algo en mí me susurraba que lo merecía, que era justo morir e ir al inframundo por lo que había hecho, que merecía pasar el peor de los calvarios por mis pecados. No podía gritar... Las sacerdotisas, en el borde del agujero, tiraban puñados de tierra con sus manos y me entraban en los ojos, en la garganta, por la nariz, en la boca. Moví las manos para espantar aquella tierra que me lapidaba y me cubría, cada vez más. Ni siquiera en los ojos de mi cuñada encontraba el consuelo de un entendimiento. Nadie creía en mí. Nadie me salvaría.

 

No era digna de ser mencionada ni salvada del tormento.

 

-- Me lo merecía -- dije.

 

Un coro de voces susurró en una suave y molesta letanía:

 

-- Se lo merecía. Se lo merecía...

 

Perdí la esperanza. Al fin y al cabo, yo era consciente de mis decisiones cuando tomé aquella decisión. Cerré los ojos y dejé de luchar, dispuesta a aceptar el castigo que el clan imponía a aquella sacerdotisa díscola.

 

De repente, sentí el calor de un cuerpo que se sobreponía a la luz de mis Hermanas de Clan. Las Sacerdotisas seguían allá pero esa luz azulada y caliente, ardiente, las interrumpía y me llamaba. Era Perenela. La miré sin comprender. La miré sin saber qué hacía un ser tan diabólico en medio de seres tan divinos. Y fruncí el ceño al darme cuenta que los buenos me mataban y el ser malvado quería salvarme la vida.

 

Lloré de nuevo. No de alivio. No sabía qué hacer. Era sacerdotisa, había incumplido tantas reglas... Sollocé y me aferré a mí misma, sintiendo que allá era donde debía quedarme. Muerta. Negué a mi hija Perenela, pidiendo que no le hicieran daño, yo me quedaba allá, aceptaba aquel castigo. Era lo que me merecía.

 

-- Se lo merecía.

 

-- Si Usted ha sido brutalmente rota y, aún así, tienes el valor de ser gentil con quienes te acusan y valorar la vida de quien te quiere salvar por encima de la tuya propia, se merece un Amor profundo e imperecedero en vida, Sacerdotisa.

 

Abrí los ojos, sorprendida por esa voz. Una luz brillaba por encima de las demás y reconocí la de la Suma Sacerdotisa. Su mano sujetaba a Perenela, quien se debatía furiosa, intentando alcanzarme. La observé. Su voz era cálida y agradable

 

-- Vuelve a ti. Toma la semilla que has desechado y dale vida. Ve con ese ser impuro que te adora lo suficiente para quemarse entre nosotras.

 

Alcé las manos y ...

 

Me encontré abrazada a Perenela. Le sonreí en mis adentros y le di las "gracias" aunque sólo voló en mi pensamiento. Después, volví a la calma del sueño. Viva.

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Estaba empezando a asustarme, mi madre aunque viva no había abierto los ojos ni un solo momento, respiraba y su corazón latía con fuerza y sabia que tenia que dejarla descansar pero me estaba preocupando a sobremanera. Había acabado de limpiar toda la sangre y había curado su vientre después de que el feto hubiera salido, había puesto dos bolsas mas de sangre para restablecer toda la sangre perdida, había quemado incienso y había puesto una vela blanca en agradecimiento por el retorno a la vida de mi madre. Pero ella no abría los ojos, empecé a hablar con ella a ver si eso la hacia despertar:

 

-Tienes los signos vitales estables, tu corazón late bien, tus pulmones están bien, no deberías sentir dolor, ya no hay sangre y tu recuperación ha sido bastante buena, pero ya me estas asustando, llevas casi un día dormida y necesito saber que estas bien, así que te agradeceré que abras los ojos. - acaricié la melena violeta de mi madre que empezaba a dar muestras de recuperación en el brillo y el color, su rostro también estaba mas sonrosado y un atisbo de buena salud impregnaba su aura. Yo por el contrario me sentía sucia por el contacto con los seres que estaban enterrando a mi madre y mi piel parecía que tenia urticaria... Demasiada bondad y brillo enfermaban.

 

-Vamos abre los ojos, tengo que ir al baño a quitarme esa sensación de bondad, arruinará mi cutis

Editado por Perenela Arya Grindewald Potter Blue

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Supe que no había dolor cuando moví las piernas y sólo sentí frío, como si la temperatura hubiera variado. Salí de una especie de letargo, muy cómodo y muy agradable, al sentir la voz temblorosa de Perenela. Al principio no entendí lo que decía y, más tarde, me preocupé cuando dijo que llevaba casi un día dormida. Aún así, no podía abrir los ojos, eran como si pesaran mil kilos.

 

Intenté moverme pero estaba muy cansada. Creo que no hubiera hecho el esfuerzo de sobreponerme si no hubiera sido la perentoria demanda de mi hija. Al final, en un gesto casi violente, conseguí mover los párpados.

 

-- ¿Un día entero? -- conseguí pronunciar. Mi voz era ronca. -- No dije que dormiría fuera de casa. Jack estará preocupado.

 

Intenté sonreír. Tenía que levantarme y volver a casa pero... Tenía tanta flojera... Me acurruqué un poco más bajo las cobijas. Me sentía agradablemente bien, todo parecía haber sido un sueño, la pérdida, la sangre, el bebedizo... La muerte... Las sacerdotisas... Sonreí y esta vez salió algo mejor.

 

-- ¿Tanto tiempo he estado dormida?

 

Mi voz sonó algo más fuerte ahora.

 

-- Tengo sed, creo que debiera levantarme.

 

Y entonces lo vi y supe que todo había sido verdad. Me habían dado la oportunidad de volver a casa, con los vivos. Me quedé pensativa. Era en verdad que me habían intentado enterrar viva, uno de mis peores miedos. Entonces...

 

-- Me sacaste... Eres la mujer más valiente que he conocido nunca, Perenela.

 

Me incorporé un poco y tomé la semilla. Debía plantarla cuando antes. La contemplé unos instantes y después cerré la mano a su alrededor, protegiéndola.

 

-- ¿Me das el alta? Tengo trabajo que hacer.

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Aquello era verdaderamente extraño. Harpo no hablaba y seguía con la boca tapada, temblando de miedo. Me bajé de las alturas y me acerqué a él, intentando no asustarle más para que no saliera huyendo.

 

- Harpo, pasa algo, reconozco esa sensación de que algo va mal. Te ordeno que me contestes.

 

Creo que fue peor la amenaza porque gritó más y se tiraba de las orejas maltrechas. Le sujeté las manos y le obligué a parar, algo que tardó bastante. Tenía mucha fuerza, por poco tengo que sentarme en el suelo para tener más fuerza de sujección. Cuando conseguí que se parara, reflexioné en voz alta, mirándole a los ojitos llorosos.

 

- Si mi orden te ha causado esta reacción es porque tienes otra orden que la contradice y es de alguien superior a mi autoridad.

 

El elfo me miró con comprensión y asintió, sin palabras.

 

- Bien, entonces he de supone que esa orden viene de la tía Sagitas o del primo Matt.

 

Asentimiento.

 

- Y me arriesgo a pensar que es de Sagitas, pues Matt estaba con su mujer en la Potter Black.

 

Asentimiento.

 

- Si tu susto ha sido al verme en la tienda, es porque el negocio está implicado en lo que sea. Por eso estaba la tienda cerrada al público. Tía Sagitas no quería gente en ella.

 

Asentimiento.

 

- Así, la tía quiere el negocio cerrado... ¿Está ella haciendo algo fuera que puede involucrar la Librería?

 

Negación. Eso no lo esperaba. ¿O...?

 

- ¿Está la Tía Sagitas dentro de la tienda haciendo algo que no quiere que nadie vea?

 

El elfo empezó a tirarse de las orejas. Suspiré y me incorporé.

 

- Déjalo, no sigas, ya la encuentro yo y tendrá que darme muchas explicaciones sobre lo que sucede en MI negocio.

 

Me dirigí a la trastienda y miré por todas partes. No encontré nada. Miré en la biblioteca abierta a todos y, excepto unos libros abandonados en una mesa, no encontré nada fuera de lo normal. Miré en los pasillos e incluso bajo el mostrador. La tía Sagitas no estaba en la tienda. Pero el elfo no me mentiría. Entonces...

 

Una ráfaga de luz espiritual apareció en el aire, dando vueltas, enfadada, moviéndose de un lado a otro, como si peleara con una luz de sombras. La seguí con la mirada, asustada. Apenas había durado una micra de segundo así que no estaba segura de lo que había sentido. Miré hacia el techo, intentando comprender de dónde había sido esa fuerza.

 

- ¡El Altillo!

 

Corrí por la escalera y llegué a la puerta cerrada. Se puede tener una puerta cerrada para siempre pero no en mi negocio. Todas las puertas me obedecen, ninguna se queda cerrada si yo lo ordeno.

 

Se abrió y grité.

 

- ¡Estáis locas! ¿A quién habéis degollado para que haya tanta sangre! ¿Qué...? ¿Qué ha pasado aquí? Tía Sagitas, estás muy pálida.

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--si, has dormido alrededor de 18 horas, estaba asustada... pensé, pensé que no había logrado sacarte de allí - me espabilé tratando de no pensar en eso, le sonreí a mi madre y acaricie su cabello que volvía a estar suave - te doy el alta madre, sólo recuerda que debes beber muchos líquidos porque has perdido demasiada sangre ¿Ok? - le sonreí mientras quitaba los viales de la sangre de su brazo y aplicaba un episkey para que la herida no sangrara. Le sonreí y acaricie su rostro tratando de guardar en mi memoria todos los detalles, tratando de apreciar todos esos momentos en los que pudiera tenerla viva a mi lado:

--No soy valiente, sólo tenía mucho miedo a perderte y sabes bien que no dejaría que nadie te apartará de mi lado... Sólo, procuremos que esto no se repita ¿Si? - Empecé a empacar la mayoría de los suministros que habíamos traído, la sangre que había traído de recambio nos la habíamos consumido y por poco nos veríamos en aprietos si se hubieran acabado las bolsas, traté de despejar mi mente de todos esos pensamientos, podía usar magia para recoger todo pero había un dejo tranquilizador en usar las manos, la puerta se abrió de golpe y me asusté tanto que me interpuse entre mi madre y lo que sea que hubiera abierto la puerta, la melena rubia de mi prima Xell y su cara molesta por la sangre que quedaba en el futón nos recibieron, agrandé los ojos y dije lo primero que se me vino a la cabeza:

 

-Hola prima... Oh ¿Eso? No te preocupes, estábamos haciendo un picnic con mi madre para escapar un poco de lo que pasa en la mansión, estábamos experimentando con pociones y mi madre me saco el mal genio así que le mate de nuevo y volví a revivirla, acabo de sacarla de la crisis... ¡No fue mayor cosa! Es mas ni siquiera fue tan grave como lo que había pasado en el circo - le sonreí quitandole hierro a mis palabras mientras miraba a mi madre tratando de que me siguiera el juego. Seguí recogiendo las pociones, fruncí el ceño y le pregunté:

 

-Por cierto Xell ¿Que haces tu aquí? Habíamos pedido expresamente a los elfos que nadie entrara...

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Había sido un tiempo largo y estaba muy cansada. También sabía que debía volver a casa cuanto antes, si quería mantener mi ausencia como algo inocuo, para justificarlo con cualquier tardanza creíble. Debía descansar mucho, pero mejor en casa, aunque no hubiera la calma total que necesitaba. Suspiré e intenté parecer calmada ante Perenela aunque notaba que aún necesitaría una pastillita más de las de sangre para estar mejor compensada. Pero en casa, aguantando a la familia lo mejor que pudiera, intentando volver a la normalidad.

 

-- ¿18 horas? ¡Demonios, es muy tarde entonces... Tengo que regresar a casa.

 

Entendí al instante su referencia sobre que pensaba que no me había sacado de allá. Instintivamente, sentí el sabor a tierra en la boca y me pasé el dorso de la mano, como si fuera a ver granitos en ella. Tragué saliva e intenté sonreír, apretando aún más la semilla que tenía en la mano. Tenía algo más urgente que hacer aún antes de descansar... Plantar una semilla.

 

-- Beberé mucho -- le contesté, sin pensar mucho en lo que decía. Mi boca seguía sabiendo a tierra y me sentía mareada. ¿Procurar que no se repitiera? Mi frente se frunció en silencio y me prometí que nunca más. Iba a ser la bruja más cruel e iba a defender lo mío sin pensar en las consecuencias graves que pudiera contraer con ello. Después sentí el bulto en la mano y me arrepentí de esos pensamientos.

 

El miedo se apoderó de mí al sentir que la puerta se abría y aparecía Xell, con cara de disgusto. Sí, sentí miedo de ser descubierta y me bloqueé. Gracias a los Dioses, Perenela fue de improvisación más rápida.

 

-- Eso... Me mató porque no quería darle un trozo de mi sandwich de pollo. Nada grave.

 

Intenté sonreír pero no pude. Se me iba el alma en un sollozo interno. No creo que olvidara nunca lo sucedido aquel día.

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- ¡Estáis locas! - les repetí, tras sus absurdas explicaciones. - ¿Matarla por un sandwich de pavo?

 

No podía ser cierto. ¿O sí lo era? Había visto a Perenela matar a su madre en el Circo, desgarrándole la garganta. Pero ni aún así había visto tanta sangre vertida en el suelo. Se notaba que habían limpiado pero las sábanas de aquel... ¿Cómo se llamaban esas camas a ras del suelo, tan bajas, de los orientales...? Todo rezumaba sangre y sudor. Allá había más que una pelea por un sandwich.

 

- No os creo. Pociones, velas, sangre... No os creo, habéis estado haciendo algo... Indecoroso.

 

No sabía cómo explicar todo aquello pero yo había sentido algo, no sabía decir qué, pero había sido una fuerza sobrenatural que emanaba de este lugar. Magia diferente, magia de sacerdotisa, magia... ¡No lo sabía! Me puse de puntillas.

 

- No me mintáis. Sé que aquí habéis hecho... - ¡Se me ocurrió de repente qué podía ser! - ¡Un sacrificio! ¡Por eso hay tanta sangre! ¡Oh, por la Diosa Gea! Decirme que era al menos un animalito, no a un ser humano. ¡No podéis sacrificar seres humanos en mi tienda!

 

Estaba tan enfadada como asustada, así que la prima Perenela no me iba a amedantrar.

 

- Como dije, es mi negocio, es mi librería . Nadie puede impedirme el paso si yo quiero entrar. No hay puertas cerradas y los elfos tendrán que tirarse de las orejas diez veces por intentar mentirme. ¡Y vosotras también!

 

Aunque me envalentoné, retorcí las manos con miedo. ¿En serio habían hecho un sacrificio...? ¿A quién?

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  • 3 semanas más tarde...

Aquella era yo en aquel momento; la bruja que juraba venganza y la bruja que se arrepentía de todas las cosas malas que había hecho. No me consideraba malvada, no había llegado a ese nivel, pero sí había hecho cosas de las que un buen mago o hechicería sentiría escrúpulos. El camino del Bien no es recto. El camino del Mal no es torcido. Ambos caminos se entremezclan y tú debes elegir cuánto te adentras en ellos.

 

Así me sentía en aquel momento. Sabía que era una buena bruja, una buena sacerdotisa pero... sabía también que entraba en caminos poco correctos y siempre encontraba justificaciones para ella. Lo malo es que no se podía volver al camino correcto cuando has pisado la senda de lo malo, cuando has probado la sangre de lo malvado y te das cuenta que no ha pasado nada y, a la vez, te sientes asqueada y satisfecha.

 

Otra forma de reaccionar es reírte de todo. Por eso, cuando Xell se enfadó por lo del sandwich de pollo, me puse a reír, al fin, tras reprimir el sollozo. Ella era buena, era una sacerdotisa buena. Xell supo enseguida que algo malo había sucedido.

 

-- Indecoroso... -- repetí. Ahora sonreí de nuevo pero con tristeza. -- Debieras decir que no debemos sacrificar a seres humanos en ninguna parte, no solo en tu tienda, Xell. Y tienes razón. Ha sido un sacrificio, de mí misma. Y, como ves, ha salido bien. He vuelto a la vida y mi sacrificio ha sido aceptado.

 

Apreté más fuerte la bolsa con la semilla en su interior. Mi semilla. No quise enseñarla. Ahora lloré.

 

-- Tengo una nueva oportunidad de ser buena sacerdotisa, Xell. Tendrás que ayudarme. Hace tiempo que he perdido la luz y no sé encontrarla. Pero ahora... Tengo una única oportunidad de volver al camino correcto pero no sé verlo. No sé donde está.

 

Me puse de rodillas, resbalando un poco en la sangre que se iba secando en el suelo. Lloraba. No debía, sentía miedo y culpa, sentimientos hermanos que me hacían sentirme muy pequeña. Me sentía como una niña que necesita que la guíen, que la lleven de la mano, que la despierten de una pesadilla.

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  • 1 mes más tarde...

Estaba yo como cualquier otro día, paseando por Diagón sin rumbo fijo y con ganas de comprarme un libro nuevo (¡Qué casualidad que vine aqui a decir esto, no?! jajajaja). Era buena lectora, pero muy lenta y no muy constante, asi que tardaba muchisimos años en volver a esta librería, donde siempre me trataban de maravilla, si es que se acuerdan de mi desde las veces que voy y no voy...

 

En fin, que tan tranquila, decidida a buscar un café o un té helado para este tiempo que hacia tan bueno en Londres con una amiga, hasta que veo que por dentro no hay mucha luz, o eso me pareció, algo raro, porque la hacía abierta...

 

Me asomé a la puerta y miré por el cristal, y lo que vi no tenía sentido... ninguno. Se me abrió la boca que podía pasar un Dragón por ella... Y me tapé la boca con las manos...

 

¿Entraría? ¿No entraría?

 

Abrí la puerta, decidida a auydar a mi amiga en lo que sea que pudiera pasar ahí dentro. A lo mejor estaba herida y necesitaba de mi ayuda. Ahora que sé usar Episkey... tengo que lucirme con ello (?)

 

--¿Qué pasó aquí? Puedo ayudar en algo?

 

Tenía cara de miedo por lo que había visto y ser testigo de un posible crimen... o fuera un duelo? un delito? No lo sé... pero ya habia entrado y visto todo...

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Estaba enfadada con Perenela y con la tía Sagitas, no por lo que hubieran hecho sino porque lo habían hecho a escondidas y por lo peligroso que había sido. ¡Lo que fuera, lo habían hecho a solas! Me asustó muchísimo la confesión de Sagitas, eso de que se había sacrificado a sí misma y había salido bien.

 

- ¿Quién aceptó tu sacrificio y por qué? - no estaba segura de querer oír la respuesta. Alguien que aceptara un sacrificio humano, no era bueno. Aunque, a veces, la vida no se reduce a buenos o malos, algunos actos malos se convierten en cosas buenas y muchas cosas buenas son malas para otras personas.

 

¿Qué estaba diciendo sobre ser una buena sacerdotisa? ¿Es que había bebido?

 

- No te entiendo, tía Sagitas. Eres buena sacerdotisa. Ya lo eres. Sólo estás confundida. Yo estoy a tu lado y te acompañaré en este camino - que desconocía - para que sepas que ya lo eres.

 

La tomé del suelo porque se había puesto de rodillas.

 

- La llevo abajo y le preparo un té,prima. Tú, por favor, acaba de limpiar esto antes de que aparezcan los elfos y se asusten, por favor, @@Perenela Arya Grindewald Potter Blue.

 

Así fue como nos pilló Tamarindo. Pensé que nadie entraría porque había un cartelito de "Cerrado" pero tal vez lo había girado antes de entrar o tal vez la amiga de la tía había pasado igualmente, al ver el estado en que se encontraba.

 

- ¡Ay, Tamarindo! Puedes ayudar, por favor... Pesa mucho, ayúdame a ponerla en esta silla y buscaré algo limpio que ponerle, ¡va llena de sangre!

 

Esperaba que Tama fuera de fiar y no dijera nada. Confiaba en ella, tanto como confiaba la tía Sagitas. Por algo la había invitado a la boda y Harpo la quería mucho.

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