.: Castillo Triviani :. (MM B: 78361)

[Rocio Malfoy]

La puerta chirrió al abrirse; las bisagras gastadas cedieron con torpeza y dejaron que la imagen de la imponente puerta le cediera el lugar a una figura sumamente esbelta.

 

Sus ojos, tras la oscuridad que le confería su capa, brillaron con absoluta satisfacción cuando dieron con el rostro de Danyellus. Su aspecto se mantenía, su sonrisa y su mirada seguían siendo los mismos de antaño. De pronto, escenas perdidas de lujuria habían vuelto a su mente. Solo la voz del mago hizo que saliera de sus placenteras cavilaciones.

 

—Digamos que mi pinta es cuasi un espejo de la tuya, querido —sus dedos se escabulleron hasta su garganta y desprendieron la capa. La tela se deslizó por su cuerpo y, antes de tocar el piso, desapareció. El rostro de Rocío Malfoy apareció ante la luz del castillo y dejó ver los marcados pómulos que herían con filosa curvatura su tersa piel Aún conservaba el rosado de sus mejillas; sus labios rojos y sus orbes escarlatas hacían de sostén para que su semblante no fuera mortuorio—. Los años no vienen solos, por más que seas eterno.Y no, te agradezco, tengo el paladar un tanto exquisito —. Su sonrisa demostró que ella también guardaba el recuerdo de su antigua condición.

 

Con aire sobrenatural se inmiscuyó en el interior del Castillo, mirando cada rincón con interés. Todo estaba oculto, tapado con telas blancas que le daban un aire fantasmagórico. El único sitio descubierto era el sofá que, en apariencias, se notaba que era donde Triviani estaba descansando.

 

Se giró para volver a observarlo y notó desconfianza en su mirada.

 

—¿Qué pasa? ¿Te doy miedo? —la banshee sonrió y dejó escapar una tenue carcajada— te pareces al mugroso aquel que vio a la querida Nagini en el cuerpo de Batilda. Pensándolo bien, tal vez te pruebe un poco para saciar mi hambre —La burla se hacía notar en cada nota que confería su voz. El vestido verde musgo ya gastado se balanceó al momento en que se dispuso a ir hasta el sofá y reposar allí, sin dejarle lugar a su antiguo amigo—. Vamos, ¿no me invitarás nada más que los requechos podridos que le has dado a tu alimaña? Con los años te pones miserable... ah, no, cierto. Eres Triviani, lo olvidaba.

Editado 5 de Mayo del 2015 por Rocío Malfoy

[Danyellus Triviani Malfoy]

Danyellus se devolvió sobre sus pasos, en dirección al Salón, caminando tras de la rubia que tan groseramente rechazaba las sobras que se le ofrecían. Era más de lo que recibirían la mayoría de los Malfoy en aquel lugar. ¡Qué descaro! Los finos labios se le curvaron en una sonrisa al verla contonearse hacia el sillón y dejarse caer en él. Entre tanto, las puertas del Castillo volvieron a cerrarse. Si la Malfoy tenía los redaños para buscar lo que no se le había perdido, él también sabía jugar aquel juego.

 

-Tal vez me des miedo, Malfoy, el día que te conviertas en un maldito nundu- le susurró él, acercandose al sillón por detrás y recorriéndole la mandíbula con uno de sus largos y blancos dedos. -Pero por ahora creo que sólo quiero saber qué haces aquí y cómo demonios me encontraste. He tomado mis precauciones para no ser fácilmente localizable, ¿sabes?-

 

Por su parte, Sinh bufó y le enseñó los dientes a Rocío al escucharla referirse a ella como una alimaña. La gata era sumamente orgullosa y definitivamente no era un bicho al que conviniera tratar mal así que, tras mirar al animal con un gesto de lo más conciliador, el Triviani se pasó la lengua por uno de los largos colmillos y acto seguido rozó con ellos la piel de Rocío, cerca de su cuello.

 

-No te conviene molestar a la gata, ni mucho menos a mi familia. Recuerda bien en qué Salón estás sentada. Ni siquiera estando vacío, el Castillo va a permitir que nuestro apellido sea dilapidado... y mucho menos por uno de tu calaña- su voz era suave, o tan suave como puede serlo un terciopelo tenso que envolviera un cuchillo. Rocío sabía que no era una amenaza velada. Simplemente los Triviani no se llevaban con los Malfoy y aunque el mago tuviera sangre Malfoy, siempre había reivindicado como superior el linaje italiano de su madre. Lo gracioso era que la madre de la rubia era también una Triviani, pero ni ella ni su hija utilizaban el apellido

 

- En cualquier caso no creo que haya mucho en la despensa, en realidad. Por si no lo habías notado, los Triviani dejamos Ottery a los buitres en cuanto empezó a caerse a pedazos. Pero siempre puedo ofrecerte muchas otras cosas mi querida Malfoy...-

Editado 5 de Mayo del 2015 por Danyellus Triviani Malfoy

[Rocio Malfoy]

El roce de la lengua de Danyellus le provocó un sutil erizamiento de la piel. La sonrisa que grababa ahora en su rostro contenía cierta satisfacción, ya sea por el contacto físico como por lo divertido que era ver cómo los Triviani reaccionaban cual leche hervida ante cualquier comentario.

 

Soltó de pronto una carcajada aguda e insana.

 

—Uno de tu calaña... uno de tu calaña...—repitió burlona sumida en risas— Que, por cierto, te tendrás que esmerar más con los de mi calaña, sobre todo con alguien que conoce tus aromas más íntimos, —la sonrisa se quedó grabada mirando hacia la mesa pequeña que había justo delante de ellos.

 

Sus dedos hicieron un camino por la mano del Triviani sin poder verle la cara y cuando llegó hasta su muñeca lo agarró, empujando su cuerpo sobre el sofá, y su lengua dibujó ornamentaciones en aquella nívea garganta.

 

—Mmm... —se relamió los labios y lo soltó de pronto— ya. Que aunque no lo creas he venido a hablar de un tema muy serio. Algo que te concierne al igual que a mi.—En su rostro ya no había alegría ni lujuria. Ahora, sus músculos faciales se habían tensado y su semblante demostraba importancia. Debía contarle a aquel hombre lo que había descubierto.

Editado 6 de Mayo del 2015 por Rocío Malfoy

[Danyellus Triviani Malfoy]

Hacía tanto tiempo que no tenía contacto físico con ningún ser, que el más mínimo roce ahora se le antojaba extraño. Aún recordaba cómo era aquel jugueteo, claro; no era tan malo en ello. Pero desde hacía mucho, su lujuria así como cualquiera de sus impulsos eran tragados por un remolino de violencia que sólo se satisfacía, y no por mucho, con las esporádicas orgías de sangre, acero y magia en las que se dedicaba a segar vidas. Así pues, el toque de la Malfoy le arrancó sensaciones contradictorias. Por un momento pensó en lavantarla de la silla de un tirón, estrellarla contra el mármol, y arrancarle la cabeza pero se contuvo. ¿Qué se suponía que debía hacer? ¿Matarla? No, no a ella, no tenía sentido. ¿Llevársela a la cama? No parecía muy sensato pero ninguno de los dos pondría muchas pegas...

 

Sin embargo, cuando el tono y las palabras de la mujer cambiaron, el asunto dejó de tener importancia en su cabeza y él se obligó a prestarle alguna atención a lo que le decía. Al menos el gesto de la banshee parecía tener ahora un aire de seriedad.

 

-¿Y qué podría concernirnos a ti y a mi a la vez?- le preguntó sin creérsela del todo.

 

A menos que se tratara de Gyvraine, no podía pensar en otra cosa que tuvieran en común ellos dos y a esa mujer sí que quería decapitarla. Aparte de ella, los dos habían dejado la Marca hacía mucho tiempo y los asuntos de los mortífagos apenas si les tocaban, muy de vez en cuando. Por lo demás eran amigos, claro, pero no parecía tratarse de eso... amantes ocasionales también, o por lo menos lo habían sido pero tampoco era el asunto. ¿Había algo que olvidaba?

 

-¿Qué es eso tan serio que te impide divertirte un poco?- terminó por decirle a la banshee con una media sonrisa torcida y burlona.

[Etoile Black]

Danyellus no dejaba de aparecer en los sueños de su hija, cada vez subían de intensidad y eso hacia aún más irresistible al hombre en los gustos de la mujer.

 

Las gana de la joven Triviani estaban es día a mil por hora ese día; sus manos acariciaban sus entrepiernas lentamente hasta llegar a su parte intima, su espalda se encorva lentamente y de su boca sale un leve gemido. En segundos despertó de golpe y sacudió su cabeza rápidamente.

 

- Demonios… necesito diversión ya – Vociferó llevándose las manos a la cabeza y echando para atrás su cabello.

 

Lentamente giró en su cama y comenzó a sentir el frío suelo las plantas de los pies, estiró sus brazos hacia atrás y su espalda tronó en ese momento. Al ponerse de píe caminó directamente a la puerta de su habitación y al salir escuchó el timbre; enarcó una de sus delgadas cejas y soltó un suspiro quejoso.

 

- ¿No piensan que tengo necesidades? – Susurró comenzando a bajar por las escaleras, en lo que uno de los elfos abría la puerta principal.

 

 

OFF: Perdón si salió corto u_u Kris me entretiene 1313 xD

[Addison Evanik Haughton]

Apenas unas doce horas habían pasado desde que había regresado a Londres, y todo parecía demasiado… extraño, y aunque tenía un particular interés en ver todos los lugares que solía frecuentar, no lo haría. A decir verdad aquella era una mera visita fugaz, y ya que se encontraba ahí aprovecharía para hacer una visita quizás un tanto, improductiva, pero que debía de hacer por mero compromiso.

 

Recordaba en algún momento de su estancia en Londres haber visitado en alguna ocasión el Castillo Triviani, pero eran recuerdos demasiado vagos, aunque suponía que debía de ser como todos los castillos, grandes jardines, entradas imponentes y demás. En otra ocasión se hubiera quedado admirando la infraestructura, pero su situación actual no se lo permitía y no era como que le interesara demasiado.

 

El clima era simplemente perfecto, de modo que decidió atravesar los terrenos con tranquilidad, sin admirar nada, y simplemente disfrutando de la sensación del viento tocando su cara y despeinando su cabello castaño, que caía como una cortina sobre sus hombros. No tardó más que unos minutos en llegar a la puerta principal, la cual simplemente tocó.

 

Se había preparado mentalmente para esperar unos cuantos minutos en los cuales una de aquellas criaturas se dignara a abrir la puerta, por lo que fue toda una sorpresa cuando la puerta se abrió rápidamente. La castaña dirigió su mirada hacia abajo para encontrarse con una pequeña criatura la cual la miraba.

 

-Busco a Etoile, de parte de Addison –dijo con acento francés mientras empujaba a la criatura para poder entrar al hall principal.

[Mia.]

Las visitas habían quedado excluidas de su agenda, sin embargo, al parecer aquel día haría una excepción. No comprendía el por qué en su mente aparecía constantemente la imagen del castillo Triviani, no existía lógica alguna, siendo que su última visita había sido años atrás en situaciones completamente diferentes, si es que tomaba la decisión de visitar a una de sus viejas amistades; Etoile.

Meditó un par de segundos su decisión y tras comprobar mentalmente, que no tenía nada que perder, eligió acudir al castillo. Observó el reflejo de su silueta en el espejo a cuerpo completo que poseía en su habitación de la casona Black Lestrange, para comprobar que la túnica verde esmeralda que vestía era la indicada para la ocasión porque hacía juego con sus ojos y su rubia cabellera, sin olvidar las botas grises que completaban su atuendo.

Estaba lista para partir y de ese modo lo hizo. Dando un medio giro desapareció envuelta en una fina capa de humo negro, para segundos después reaparecer en los jardines de la vivienda de los Triviani,sin detenerse a observarla continuó con su camino por el camino empedrado que la condujo hasta la puerta principal, la cual terminó de abrir al encontrarla entre abierta, mientras observaba el hall con una media sonrisa en los labios.

—Vaya... aquí no cambia nada —sentenció para sí misma, adentrándose un poco más y notando la presencia de una castaña unos metros delante de ella—. También vienes a ver a Etoile, interesante visita, ¿no crees? —las palabras salieron de sus labios con burla.

No la reconoció de espaldas, pero el sonido de su voz le avivó algunos recuerdos, todos incluían la presencia de alcohol y tabaco, por no mencionar las drogas, sin embargo, no estaba segura de que se tratara de su vieja amiga Addison. Con la media sonrisa en los labios, prefirió esperar la respuesta antes de precipitar su reacción o su siguiente movimiento.

[Danyellus Triviani Malfoy]

Chuck

 

Abrió la puerta extrañado. El Castillo no había recibido una sola visita en años; y a pesar de que los elfos intentaban mantenerlo en pie, el abandono general del lugar se notaba. Las verjas oxidadas estaban cerradas a cal y canto hacía tiempo, el césped crecía en desorden por todas partes y los árboles empezaban a crecer sin orden ni concierto. Las fuentes de los jardines estaban apagadas y cubiertas de verdín y hiedra, y todas las ventanas del lugar, aunque limpias, dejaban notar el paso del tiempo. Incluso, recordó, una de las cabañas del bosquecillo que circundaba la propiedad y que los patriarcas habían usado en tiempos como refugios para sus amantes, se había derrumbado hacia algunos meses.

 

Pero claro, no era sino que amo Danyellus apareciese por primera vez en años en Ottery, para atormentarlos un poco a él y a los demás Chuck y para que el Castillo entrara en alguna actividad. ¿Se habría enviado alguna señal automática al Ministerio de que había alguien en el lugar? Pero antes de poder seguir en aquella línea de pensamiento, Chuck se notó que, para su sorpresa, las visitas no eran para el patriarca peliblanco, que estaba ocupado haciéndle cariños a una Malfoy en el Salón, sino que eran dos muchachitas extrañas que buscaban a Etoile... aquella joven rara que había sido adoptada poco antes de que los Triviani se largaran del país.

 

-Yo... no sé dónde esté la señorita Etoile- saludó el elfo haciendo una reverencia mínima -No os conozco señoritas pero debéis ser nuevas en el pueblo si no sabeís que el camino al Castillo Triviani lleva cerrado mucho tiempo y que nadie vive en este lugar incluso antes de eso...-

[Etoile Black]

Aquella buscada figura apareció en el corredor de las habitaciones escuchando con atención aquellas voces familiares; observó su vestimenta y decidió tapar aquella lencería de encajes con un batón, en cuanto hizo acto de presencia desde las escaleras interrumpió a la desagradable criatura. - ¡¿Quién te dio órdenes para decir semejante mentira, Chuk?! – Gritoneó señalando a otra dirección con su brazo - ¡Fuera de mi vista, ahora!

 

La criatura refunfuñando le dirigió aquella odiosa mirada a la pelirrubia, ésta enarcó una de sus cejas y prosiguió – No me hagas interrumpir a tu amo… ha de estar bien ocupadito con “esa” – Comentó con desagrado y asco, debido a que esos temas relacionados con su padre no le gustaban en lo absoluto. Sin más Chuk abandonó el lugar.

 

Etoile bajó un poco la cabeza y soltó un suspiro por aquel espectáculo dado a sus viejas amigas. <<Qué asco… >> pensó en su interior en lo que comenzaba a descender por aquellos escalones. Al encontrarse en aquel all de entrada pasó sus manos sobre su rubio cabello para acomodarlo y levantó la mirada.

 

- Pero vaya sorpresa el tenerlas aquí… - Dijo con una sonrisa en sus labios – Sobre todo así vestidas – Bromeó un poco tras las largas historias que aquellas tres mujeres ocultaban en lo más profundo de su ser. – Pasen, no se queden ahí – indicó dando paso a las jóvenes chicas para luego cerrar la puerta tras de ellas.

 

- ¿Con qué comenzamos? – Preguntó mientras se amarraba el cinto que su batón traía. – La verdad es que traigo un sabor amargo en la boca, a tal grado que me dan ganas de quemar este lugar y con los integrantes de la familia dentro, principalmente por el intento de pa... persona con poder. – La Triviani esperaba que no se dieran cuenta de aquel cambio de palabras.

[Alyssa Black Triviani]

Al llegar a lo alto de la colina tras la cual se escondía el camino que llevaba hasta el imponente castillo, me detuve por unos minutos tan solo para admirar la belleza que desprendía aquel paisaje. La antigua estructura se erguía orgullosa, con sus vastos jardines impolutos y las tranquilas aguas del lago que apenas se rizaban con la suave brisa; pero aun así, por muy hermosa que fuera aquella visión, seguía manchada por la nostalgia y el abandono. Suspiré con tristeza al tiempo en que reemprendía mi marcha hacia el castillo, atravesé el majestuoso camino de sauces tomándome mi tiempo para empaparme de aquel entorno tan familiar y tan añorado, hasta que finalmente me encontré con la oscura escalinata de piedra que me conduciría hasta la entrada principal.

 

Ni me molesté en esperar a que alguno de los Chucks apareciera para atenderme, ya de por sí era un milagro que mantuvieran el edificio en condiciones, sería tentar la suerte exigirles también que guardaran mi capa. Una vez dentro la sensación de soledad se incrementó aún más, el eco de cada uno de mis movimientos retumbaba en los vacíos pasillos a medida que me desplazaba hasta el salón. Era triste sin duda, pero en esta ocasión me había decidido a no darme por vencida, a no dejarme llevar por la nostalgia de los viejos tiempos; esta vez venía decidida a revivir mi familia y llenar aquellos muros una vez más.

 

- ¡Chuck! – exclamé frustrada por el hecho de que aún no figurase ninguna de aquellas despreciables alimañas, cuando al fin uno de ellos se dignó a aparecer tuve que hacer acopio de toda mi fuerza de voluntad para no matarlo allí mismo. – Prepárame algo de comer y llena la tina de mi habitación con agua caliente ¡rápido!

 

La escuálida criatura se retiró de la habitación rezongando acerca de mimados señores que venían a interrumpir su telenovela, pero opté por ignorarlo ya que de lo contrario a este ritmo acabaría quedándome sin elfos domésticos.