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Matt Blackner

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Mensajes publicados por Matt Blackner

  1. Debí haber calculado la reacción de Sagitas. Ya la conocía, y sabía como se ponía cuando estaba preocupada. Pero no tenía la cabeza para pensar demasiado. Me daba la sensación de que llevaba toda una vida en una suerte de sueño sin descanso. Sagitas salió corriendo, gritando por mitad del pueblo para pasar de la tienda donde estaba a la mía. Algunos ancianos murmuraron con desaprobación, mientras los niños miraban y reían, porque nosotros éramos toda una novedad para ellos. 

     

    Apenas frenó cuando llegó hasta mi, abrazándome nada más llegar. Solté el aire casi de golpe. Apenas tenía fuerzas para estar de pie, y menos para intentar frenarla. Aun asi sonreí de medio lado, aliviado, abrazándola.

    - No me sueltes o acabaré en el suelo. - susurré utilizando un tono de broma, solo para ocultar que, en realidad, si me soltaba realmente acabaría por el suelo.

     

    Abrí los ojos al escuchar que pasos entraban en la tienda. Un desconocido que parecía vivir en el gimnasio, Bayek, más mayor que la última vez, y Aya.

    - Creo que esta vez no he sido de ayuda, sino el problema. - dije, mirándolos a todos. Notaba la boca seca, y cada  palabra me costaba un mundo, como si mi cabeza siguiera embotada y no pudiera pensar con claridad. No pude evitar dejar escapar un ligero gruñido. Aun notaba la parte izquierda del cuerpo adormilada, pero el dolor ganaba en intensidad poco a poco. - Os atacaron para hacerme salir de Ottery.

     

    Volví a mirar al desconocido. Parecía Egipcio, pero no de aquel pueblo. Fruncí el ceño, no dejaba de mirar a Sagitas, aunque casi con más adoración que otra cosa.

    - Y él quién es? - pregunté, desconfiado. Pero las fuerzas me fallaron y tuve qeu apoyarme en Sagitas. Noté que alguien más me sujetaba, y al mirar, era Aya.

    - Deberíamos darle algo, y revisar qeu esté bien. - hablaba a Sagitas, como si yo no estuviera. - No tendría que haberse levantado.

  2. - No, no, estoy bien, tranquila. - contesté, en realidad había sido más el sobresalto por la distracción entre tanto libro, que el hecho de sufrir algún daño por el casi encontronazo.

    Tess, como dijo que se llamaba, parecía divertida con la situación. Parecía interesada en conocer los demonios, pero no estaba seguro de que fuera correcto preguntarle si era por trabajo, curiosidad, o algo más personal.

     

    - Bueno, al menos eso es más inteligente que lanzarse de cabeza hacia el peligro. - dije. - Si....si, podría decirse que he tratado con ellos. 

    Si por tratar, queríamos decir que les había dado caza desde que tenía uso de razón.

     

    - Tengo tiempo. Y arriba huele a café. Una taza, y trataré de explicarte lo qeu pueda de ellos. Si no te importa escuchar alguna que otra historia por el camino. - propuse, con una ligera sonrisa. - Aunque yo también necesito un poco de ayuda con...con lo que estaba buscando.

    Agaché un poco la cabeza, azorado, echando un rápido vistazo alrededor, como si lo que estaba a decir fuese un secreto o algo tremendo que nadie más pudiera escuchar. Pero sabía de muchas cosas, y aquello me daba un poco de corte.

    - Sabes si aquí hay libros para niños? - pregunté. En realidad había entrado para eso, con la idea de buscar algún libro de cuentos o simplemente, para niños.  - Es que no tengo ni idea y no creo que "El compendio de las criaturas más venenosas de Oriente" sea adecuado.

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  3. Con Sagitas.

    No era justo. No, no lo era! daba vueltas por la habitación, con prisa, gruñendo quejas mientras intentaba dar con el traje y con una camisa limpia.

    - Mi plan era no hacer nada. Por qué no puedo quedarme aquí?! - me puse los pantalones y giré sobre mi mismo, buscando una camisa limpia, ignorando sus gritos como respuesta desde su habitación (si, su habitación se situaba un piso por encima de la mia, pero ambos gritábamos tanto que, sin quererlo, nos contestábamos). Una que no fuera ni de colores, ni con cuadros. Tenía que ser blanca. Demonios. - Por qué no puede acompañarte Jack!? Os encanta ir juntos y seréis la pareja más adorable de toda la fiesta.

     

    No era el alma de la fiesta. No era el mejor en los eventos sociales, ni entre grandes masas de gente (que solía ser, en mi caso, cuando reunías a más de seis personas), y mientras me ponía los zapatos, me lamentaba pensando en mi increible plan para esa noche, que consistiría en tumbarme en la cama, o sentarme en el alféizar de la ventana y leer algo, o no hacer nada.

     

    Metí la cabeza en el armario, mientras Sagitas gritaba no-se-qué acerca de Jack y un casi lío con María Antonieta. Eso me hizo gracia, como más gracia me habría hecho ver a Jack atravesando las paredes de la habitación de Sagitas, cabizbajo y repitiendo que él no tuvo la culpa, que las damas de la corte de la reina habían intentado tenderle una emboscada y que todo se trataba de un malentendido.

     

    Pero claro, hice una referencia tal vez mal interpretable sobre Jack, ectoplasma e intimidades mientras me ponía una camisa blanca limpia que provocó que Sagitas me gritara, esta vez si. Fue ella quién despertó a Elentari, eso podría jurarlo. Soltó un hipido y, de pronto, comenzó a llorar, asustada por haberse despertado de repente. Intenté acercarme, pero Sagitas (cómo podía andar tan rápido en tacones?) y una elfina, armada con un biberón, llegaron antes que yo.

     

    - Cómo...sabes el calor que hace? Da gracias que voy a llevar chaqueta y camisa de manga larga. - protesté. Mi idea no era llevar corbata, y mucho menos, pajarita, que era lo que Sagitas sostenía. De donde la habría sacado?

     

    Intenté protestar, pero Sagitas logró abrocharme la camisa hasta el último botón, antes de colocarme la maldita pajarita. Mis protestas, para colmo, hicieron reir a Elentari, que nos miraba encantada mientras cenaba.

    - Venga ya, me voy a asfixiar, o peor, me deshidrataré. - protesté. Pero Sagitas metió el dedo en el interior del cuello, burlándose porque según ella, no era para tanto.

     

    Bajé las escaleras tras ella, poniéndome la chaqueta. Eché un vistazo rápido al espejo, para vestirme con prisas, había logrado encontrar el traje negro justo a tiempo para irnos. Monté en el carruaje tras ella, con la cara roja.

    - Ya, claro, seguro. Rico, con una hija, y con un matrimonio fracasado. Y con la habilidad social de una ameba. Seguro que triunfo. - murmuré, recostándome en el asiento y cruzándome de brazos.

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  4. Taberna O Menino Dá Silva. Bajos Fondos.

    Me crucé de brazos, con una media sonrisa mientras Dá Silva se presentaba a Sagitas, tratando de engatusarla. El recuerdo de cómo destrocé aquella barra me hizo reir, pero automáticamente dejé de hacerlo. En otra situación me habría sonrojado, pero allí no podía permitírmelo. La voz de Sagitas demostraba que se sentía perdida en aquel ambiente, y las revelaciones, como saber que destrozaba barras de bar, la sorprendían.

    - Eh....si. Es una historia...ya te la contaré. - contesté a Sagitas.

     

    Había muchas cosas que ella no sabía. Supongo que las imaginaba, o las intuía, pero nunca me había preguntado  exactamente por ello, ni nos habíamos sentado a hablar. Simplemente ignorábamos el tiempo que habíamos pasado separados. 

    - Si. Aquí no suelen preguntar por parentescos. - Aunque Camilo tampoco preguntó, y comenzó a alagar a Sagitas. Ladeé la cabeza, mirándoles. - Camilo, Sagitas es mi madre, la mujer del viejo Jack.

     

    El hombre se abrió de brazos, en señal de "rendición". nos ofreció asiento frente a su escritorio, y sacó tres vasos que no tardó en llenar con su mejor alcohol, el que reservaba para él y las ocasiones especiales.

    - Llevas años desaparecido, aunque como tu padre y vuestra familia, nunca fuisteis los más sociables. Si estás aqui es para hablar de negocios.

    Alargué la mano para tomar el chupito y lo aparté despacio, sin probarlo, para dejarlo frente a Camilo de nuevo.

    - Qué es eso de que están cazando inocentes? - pregunté, recordando las palabras del chico que nos habíamos cruzado en el callejón. - creía que vosotros os hacíais cargo de cuidar las calles.

     

    Miré a Sagitas.

    - Andamos detrás de un mago. Un nigromante, anciano. Se hace llamar Dernhorn y viaja con dos niños pequeños a los que mantiene secuestrados. Lo último qeu supimos es que estaba por aquí. Supongo que vuestras muertes tienen algo que ver con él. Que susurran las calles?

  5. Siwa.

    Volver de la muerte siempre era desagradable. No era mi primera vez, pero desde la última había pasado bastante tiempo desde la última. Los recuerdos de lo que pasó en el avión, el accidente y los dragones se acumulaban en mi cabeza, como ráfagas, recordando de golpe lo que había pasado.

     

    Y el dolor. Ese que me partía en dos y no me dejaba respirar. Quería gritar, pero no podía. Levantarme, imposible. Tenía la sensación de que alguien me arrastraba, pero me era casi imposible procesar la situación entre la nube de dolor. Noté que perdía el ancla, el contacto familiar, lo único que diferenciaba en aquella situación. Lo que me arrastraba nos había separado, asi que traté de levantarme para buscarla, aunque el cuerpo no me respondiera.

     

    Hasta que volví a sentirla. Noté el tacto de su mano sobre mi hombro y automáticamente me agarré a su mano, con miedo a volver a....aquel lugar. Ignoraba lo que sentía, el dolor del pueblo, los gritos de Aya organizando a los que aun se mantenían en pie para apagar incendios o sanar a los heridos. Ni al hombre que juraba una deuda de honor con Sagitas. Solo aguantaba, agarrándome a ella hasta qeu el hechizo hizo efecto, y el dolor pasó a ser ruido de fondo. Logré coger aire y mirar a Sagitas, antes de perder la consciencia. 

     

    Un par de días después del ataque.

    - Aún debemos encontrar a los culpables del ataque. Y el prisionero no quiere hablar. - Bayek, cansado, hablaba en voz baja a quienes le acompañaban alrededor de la hoguera, entre mullidos cojines. Su hija Aya, pues Sett estaba fuera con la partida de caza. Mert Ekert, el joven Uzza a quién habían enviado para completar su entrenamiento con mi gente, y que ahora guardaba una deuda de honor con Sagitas, a quién habíamos logrado separar de la cama del inconsciente Matt para que comiera algo. - Al menos la reconstrucción del campamento ha sido exitosa gracias  a Ekert y Aya. Nuestros heridos sanan gracias  a su ayuda, Sayidat Zahra. Lamento haber arrastrado hasta nuestros problemas.

     

    - He sido yo quien os ha arrastrado a esto. - dije, con voz ronca, mirándolos a todos. Las miradas se clavaron en mi, como si estuvieran viendo un fantasma. Supongo que no andaba lejos de parecer uno. No estaba seguro de como estaba aguantando de pie, con la mano izquierda sujetando el costado que Sagitas había sanado. - Qué miráis? Ni que fuese un fantasma - bromeé.

  6. No me paré a pensar en cómo había conseguido Ithilion traerlo hasta alli. Los escorgutos no eran precisamente famosos por su docilidad o su habilidad para seguir órdenes, asi que imaginé que seguirlo hasta allí respondía al ansia de la criatura por, en algún momento, darle caza. Debía de haberse roto la pata con alguna trampa, o en alguna pelea con otro ser.

     

    Sentí las manos de Ithilion agarrarse al pantalón, a la altura de mis rodillas, lo que me hizo desviar la mirada hacia abajo de forma rápida. Alternaba la vista entre el escorbuto y el niño, encantado con la "sorpresa" que me había dado. Sentí la pena del niño por su nuevo amigo, y la emoción, porque en casa siempre había criaturas y mascotas, como en el circo, pero nunca una como aquella. No supe que contestarle, porque me daba pena ser demasiado duro con él, pero tampoco podíamos llevarlo a la PB sin más.

    - Ah... - dudé sobre qué contestarle, mientras It comenzaba a gimotear, como le hacía a Sagitas cuando quería algo.

     

    Sagitas....a ella le encantaban las criaturas. Tenía el circo lleno de ellas porque la mayoría no podría tenerlas en casa sin que el ministerio se le echara encima. El niño sabía bien de donde tirar y eso me hizo un poco de gracia. En un momento, saqué la varita y murmuré un hechizo que redujo la criatura al tamaño de un hámster. Antes de que escapara, tomé un tarro de cristal vacío y lo atrapé en su interior.

     

    Me giré hacia Ithilion, alargando el tarro cerrado con Compi en su interior para que lo llevase.

    - Lo llevaremos al circo, pero tiene que ser asi. Si alguien extraño nos ve podría asustarse. Y podrían poner a Compi nervioso. - Ojalá no le enseñara aquellos trucos a mi hija, o me pondría aun más difícil no ser un padre pésimo

  7. Buscando a Dernhorn. Bajos fondos.

     

    Mi sentido de la orientación seguía siendo excelente. Había doblado el mapa de mala manera y lo había encajado en la mochila, sin miramientos, solo para que se callara. Pero en lugar de eso, solo había logrado que comenzara a protestar aun más fuerte, silenciado solo porque estaba dentro de la mochila. Caminamos a contracorriente de la multitud, al principio luchando para abrirnos paso. Poco a poco, los aficionados se redujeron para dar paso a grupitos que se apresuraban hacia la masa, jóvenes que habían preferido alojarse un poco más alejados de la zona mundialista para ahorrar unos galeones, hasta que finalmente comenzamos a ver más lugareños. Dejamos de ver tiendas de souvenirs y restaurantes para turistas, para ver cada vez más pequeñas tienditas de barrio, y gente cada vez con peor cara hacia nosotros.

     

    No me fijaba en las caras de los  demás. Por experiencia, lo mejor era no dudar y caminar con la vista al frente, en tus asuntos. Si te veían mirar demasiado, o notaban que estabas perdido, probablemente no acabarías demasiado bien. Sabía que alguien ya nos había visto, qeu me habrían reconocido y que ya corría la voz.

    - Deja que proteste. Será una buena hoguera esta noche. - contesté a Sagitas en voz baja. - O Menino dá Silva. No necesitamos preguntar. Solo necesito que me vean.

     

    Percibí el movimiento entre las sombras del callejón, pero no me preocupó. El chico, de tez morena, escupió a nuestros pies antes de huir, mientras un hombre, evidentemente bebido, se adelantó desde el muro de uno de los tugurios, de los pocos abiertos en la zona. Evidentemente, estaba borracho. Ladeé ligeramente la cabeza, mirándolo con las cejas alzadas.

    - Tully. Nunca has aguantado el alcohol. - contesté, mirándolo fijamente.  Sagitas se adelantó, mostrando sorpresa mientras preguntaba sobre el asesino. 

    - Venimos a ver a Da Silva. - contesté con tono seco.

    Abrí la puerta y entré por delante de Sagitas. Se hizo el silencio, y supe que todos me clavaron la vista. Llevaba años sin aparecer, y algunas caras no me sonaban. Caminé entre el silencio repentino del bar, en dirección a la barra, cuando alguien me cortó el paso. Era un chico de pelo largo, negro. Apenas había comenzado a salirle barba. Me puso una mano en el pecho, que miré un segundo antes de alzar la ceja, mirándolo a los ojos.

    - No me toques. - gruñí.

    - No se admite la entrada a turistas o desconocidos. - su voz dejaba ver cierto desprecio. Noté que miró por encima de mi hombro, hacia Sagitas. - Mejor volved por donde habéis venido tu y tu n..

     

    En un solo movimiento agarré su mano, la que tenía sobre mi pecho, se la retorcí y lo levanté, antes de estamparlo sobre la mesa en la que había estado bebiendo junto con sus compañeros. Comenzó a chillar, quejándose, pero con un gruñido lo callé, presionándolo sobre la mesa.

    - Te dije que no me tocaras. Y no te atrevas a hablar de ella. Malditos niñatos. Es que esto se ha ido al infierno mientras yo no estaba! - grité, mirando alrededor. - No sabes con quién hablas?

    - Habla con el Lobo Blanco. El último de los Blackner, una de las familias de Cazadores más antiguas. Una de las últimas familias. - Desde la barra, probablemente desde la cocina, un hombre mayor, de pelo corto canoso y piel morena, de rasgos que dejaban ver sus orígenes indígenas y ojos verdes de algún pariente europeo, hablaba con voz calma, mirando la escena como si fuera lo normal en el día a día. Todos comenzaron a cuchichear a nuestro alrededor. - Seguid bebiendo, gusarajos apestosos! Los profesionales tenemos asuntos que tratar.

     

    Solté al chico de mala manera, antes de mirar a Sagitas y con un gesto de la cabeza, pedirle que me siguiera. Dejamos los susurros a nuestra espalda antes de pasar tras la barra, hacia el pequeño despacho de dá Silva.

    - Al menos esta vez no me has destrozado la barra. Te lo agradezco. - me dijo, esta vez en un tono más afable. Sonreí de medio lado. - Camilo dá Silva, aunque me conocen como el Menino dá Silva. Y usted, bella dama, es...

  8. "Criaturas marinas....Profundidades....Venenos..."

     

    No negaba que podrían ser libros interesantes, pero desde luego aquello no era lo que estaba buscando. Suspiré, pasándome una mano por la cara, dándome un pequeño momento de respiro. En esos momentos lamentaba no tener ni idea. Pero seguro qeu en aquella librería tenían algo sobre n...

     

    Giré distraido, ojeando los libros en los estantes, por si un barrido rápido me orientaba, aun con el olor a café, como si me llamara. Parecía venir de la planta superior y con un poco de suerte, me despejaría las ideas antes de seguir buscando. Fue aquel giro, en el que tampoco esperaba cruzarme con nadie por el silencio del lugar, que casi choqué de bruces con una joven de pelo rubio que sostenía un libro en las manos.

    - Lo...lo siento. - dije, notando que me sonrojaba. - Es...yo...

     

    Cerré los ojos un segundo. 

    - Prestaba más atención a los libros que por donde iba. - me disculpé, aunque algo torpe. - Si quieres aprender sobre demonios, mejor tratar con ellos que leer libros. Aunque no siempre es agradable. - señalé el libro que sostenía en las manos - Mejor echarle primero un vistazo a ese libro. Por cierto, soy Matt. 

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  9. Juicio de Osiris. Sala de las Verdades.

     

    Mi mente estaba confusa, turbia. Como el agua del lago que agitas con una rama y de pronto se mezcla con el lodo del fondo. No recordaba como había llegado allí, pero veía la preocupación en Sagitas, y eso me dijo que no estábamos en casa, ni en Siwa. Algo me decía que no estábamos en un sitio físico. 

    Al menos oir el nombre de Artagracia la hizo sonreir un instante. Seguía mirándola, intentando ordenar los pensamientos, tratando de recordar qué había pasado.

     

    Observé su mano extendida, invitándome a seguirla. Quise alargar el brazo, pero lo notaba dormido. Notaba parte del cuerpo entumecido, y de pronto, mi cerebro reaccionó en un estallido de dolor. Miré asustado a Sagitas hasta que una ligera risita me distrajo. 

    - Por un momento creí que no lograría traerte hasta aquí. - Osiris parecía complacido, aunque no estaba seguro del motivo. Reparé en la balanza tras Sagitas y de golpe, ahora si, comprendí lo que estaba pasando. Volví a mirar al dios, negando con la cabeza. 

    - Tranquilo. Hice un trato con ella. Y yo cumplo con mi palabra...si es lo que quieres.

     

    Desconfiaba, pero algo pasaba....donde fuera que estuviera Sagitas, porque desde luego su cuerpo físico no podía estar en la habitación de Osiris. Ella parecía nerviosa, y de pronto cayó al suelo, como si hubieran tirado de ella. "De ella, no de mi. Solo piensan en sacarla a ella" pensé, descartándolo al instante. No podía pensar en lo que significaba.  

     

    Alargué la mano, agarrándome a ella.

     

    El silencio pasó al ruido. A gritos, a olor a humo, y a tambores rítmicos acompañados de voces. La explosión de dolor en mi cabeza, sintiendo de golpe todo lo que debería haber sentido durante horas, hizo que no pudiera respirar, tratando de moverme, como si huir ayudara a que dejase de doler, agarrándome con toda la fuerza que podía a lo que sostenía mi mano. A Sagitas.

  10. Normalmente no paseaba por allí. O tal vez, había pasado mucho tiempo desde la última vez que simplemente había paseado por el callejón. Pero la mañana en el ministerio había sido de todo menos divertida, y en lugar de volver a casa, había decidido dar una vuelta sin rumbo fijo por Diagon. Esa era la idea, hasta que me fijé en un edificio de piedra que destacaba por su tamaño y por el material en que estaba construido. Ladeé ligeramente la cabeza, leyendo el cartel.

    - House of books...

     

    Hacía calor, y aquel cartel de pronto encendió una idea en mi cabeza. Asi que abrí la puerta, agradeciendo el fresco del interior. En seguida, me fijé en las paredes repletas de libros. Si aquel edificio tenía varias plantas, probablemente los libros llegarían hasta las plantas superiores. Metí las manos en los bolsillos y me acerqué a las estanterías, buscando, aunque sin saber muy bien qué buscaba.

     

    En realidad me sentía un poco perdido. Entendía de otro tipo de libros, que probablemente allí no tenían. Lo que yo buscaba, más bien, era precisamente aquello que se movía fuera de mi terreno. Me moví entre las estanterías, murmurando títulos aquí y allá, ladeando ligeramente la cabeza tratando de imaginar el contenido de cada libro e imaginando si aquello era lo que estaba buscando. 

     

    Los elfos iban y venían, atareados con sus obligaciones en la librería, cuando me llegó el olor a café. Definitivamente, aquel sitio no estaba nada mal.

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  11. Me alegró ver qeu Sagitas mejoraba con la poción. Seguro que al volver a casa me insistía hasta que le diera la receta. Aun pensaba en @ Helike R V PB  y su nota. Si la recibía a tiempo, esperaba que dejase a la niña con Jack. Mi experiencia con él no era la mejor, pero con Ithilion se comportaba diferente, y sabía que se le caía la baba con su nieta.

     

    La idea de qeu la vampiro viniera para ayudarnos me ponía un poco nervioso. Pero una vez más, no podía dejarme llevar por aquellas sensaciones. Tenía que centrarme en encontrar a los niños y al maldito Dernhorn.

    - Es normal asociar a @ Sean -Ojo Loco- Linmer  con los bajos fondos - contesté con una media sonrisa. - Tal vez encuentre alguna cara conocida. La gente que conozco no suele moverse en grandes grupos, ni lugares de lujo. Tal vez alguien conocido quiera ver el partido de quidditch y quiera echarnos una mano.

     

    Seguía mirando por la ventana, observando el río de transeúntes que se movían por la música y la alegría del deporte, bailando con desconocidos, comiendo en la calle, bebiendo y disfrutando seguramente de sus vacaciones. No daba con el maldito nigromante. Sabía esconderse bien, pero no sería para siempre. No iba a permitir que volviera a escaparse, esta vez iba con Sagitas, no tenía que cuidar de Ericen.

     

    Aunque no estaba acostumbrado al plan de Sagitas. Ella prefería preguntar, dejarse guiar y utilizar mapas. Yo, más bien, estaba acostumbrado a vagar por las calles y amenazar hasta que alguien abría la boca. Pero claro, somos turistas, no queremos problemas ni llamar la atención, verdad? POr eso Sagitas se pasó un buen rato negociando, con su sonrisa más encantadora, para que aquel comerciante le vendiera un buen mapa, uno que no solo apuntara hacia el estadio, sino que nos guiase por toda la zona. Al fin, para cuando nos separamos del vendedor, me asomé por encima de su hombro para echar un vistazo al mapa con voz de elfo.

     

    En cuanto escuché la voz, y como no lograba entenderse con Sagitas, me separé un par de pasos, aguantando la risa. Definitivamente, Sagitas y la tecnología no siempre se llevaban bien. Lo que no esperaba era darme la vuelta y llevarme un mapazo en las costillas. POr inercia lo sujeté antes de que cayese al suelo, mirando confuso a mi madre.

    - Eh! - protesté, mientras la voz del mapa protestaba ahogada, ya que lo sostenía arrugado

    - Como se atreve! como se atreve a lanzarme contra este perro mojado!

     

    Arrugué el mapa de cualquier forma, gruñendo, antes de alcanzar a Sagitas con un par de zancadas. Había decidido seguir su instinto, y eso me gustaba más.

    - Podríamos buscar un bar. O Menino dá Silva, se llamaba. Allí conozco a alguien. Tenemos que seguir hasta los rascacielos, y luego, hacia la derecha.

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  12. Pasar aquel pequeño rato mientras esperaba el ascensor con Ericen era, aunque me costase decirlo, reconfortante. En los últimos tiempos, aquella espera era rutinaria, poco menos que el ir y volver a casa tras un aburrido día en el despacho, escuchando poca cosa además de las pisadas del grandullón de Babila. Además, el berrinche de la mujer se pasó casi en el momento en que las puertas del ascensor se abrieron, hasta que la llamé, con un ligero gesto de la cabeza. Ahí comenzó a hablar de nuevo, como Sagitas, a la que le duraban poco los enfados cuando tenía curiosidad por algo.

     

    Temí que el ascensor hubiera detectado que llevaba accidentosos en su interior por el repentino parón, precedido por una sacudida extraña y un golpe lejano. Me agarré a las paredes, desviando la vista hacia el techo, notando el agarre de Ericen al brazo, clavándome las uñas. No temía que nos dejara caer, casi no lo estaba pensando. Más bien, intentaba dar con el motivo de la sacudida.

    - Algo...algo parece haber explotado - murmuré. Ella había llegado a la misma conclusión que yo. De pronto, el ascensor inició una caida libre, y ahí si, apoyé la espalda contra la pared, hasta que una nueva sacudida nos detuvo de nuevo, y de ahí, ascendimos...despacio, muy despacio. 

     

    Para cuando las puertas se abrieron, nos encontramos en medio de una gran humareda, polvo y cascotes cubrían el atrio...o bueno, lo que quedaba, ya que en el centro del suelo, resquebrajado, agujereado, dejaba ver que había tenido lugar una explosión, proveniente seguramente de uno o dos pisos inferiores.

    - Tal vez si que dejes de ser la novata antes de la hora de comer - comenté, mirando el estropicio mientras los dos salíamos del ascensor.

    Las voces de los empleados que rondaban por la zona no dejaban de murmurar, algo sobre una explosión en la planta del Primer Ministro. Algunos rumoreaban que era un accidente, otros, que era un atentado contra el Ministro. El caso es qeu íbamos a tener bastante trabajo. Ericen tomó la iniciativa, preguntando, mientras yo me perdía en analizar la estructura que quedaba como suelo. 

    Escuché que alguien hablaba de @ Mael Blackfyre , que la explosión había sucedido en su despacho. Eso me hizo fruncir el ceño. No habíamos empezado con buen pie, pero aun asi, debíamos saber si estaba herido, o si realmente tenía algo que ver en la explosión, buscar pistas sobre su paradero.

     

    La queja sobre nuestro departamento de aquella mujer me hizo girar hacia ella,  mirándola fijamente, con el ceño fruncido. Mi única respuesta fue un gruñido grave, malhumorado, que unido al grito de Ericen espantaron a la mujer. A lo lejos, se escuchaba la tormenta. Si no fuera por el polvo de la explosión, que inundaba el lugar, seguramente podría oler el asfalto mojado. 

    - Debemos asegurar las paredes y los restos de suelo. Es importante que no siga resquebrajándose y que pueda soportar otra explosión, si la hubiera antes de que terminemos de reparar. No sabemos la causa, lo tomaremos como un ataque directo y que podría repetirse. - contesté, mirando a Ericen. - luego, nos marcharemos a Stonehedge.

     

    Sagitas miró a alguien por detrás de mi. En cuanto escuché su nombre, pensé que no podía conocerlo. Era raro, no era de aquí. Aunque @ Sean -Ojo Loco- Linmer  tenía fama de mujeriego....a saber si no sería posible que se hubiesen cruzado en otro momento, en otro lugar. Un vistazo rápido me hizo sospechar. Sean no era accidentoso desde hacía mucho tiempo, y sin embargo llevaba su insignia en la chaqueta. Por instinto, alerta, lo rastreé.

    - Claro, Sean. Que alegría verte. - dije, adelantándome a Ericen para estrecharle la mano, tal vez un poco más fuerte de lo qeu debería. - Íbamos a salir, tenemos trabajo fuera. Nos acompañarás, no?

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  13. Hotel de Brazil. Con Sagitas.

     

    Sentí un pequeño vacío en la boca del estómago tras mandar aquella nota a @ Helike R V PB . Nos hacían falta manos, y era de agradecer qeu quisiera ayudar. No le había dicho nada, tan solo le había llevado a Elentari hasta la Rambaldi, para alejar a la niña de lo que sucedía en casa, y que no acabara enfermando por nuestra culpa. Todo estaba siendo duro, asi que un par de manos más serían de ayuda. Pero aun asi....aun asi se me haría raro estar aquí con ella.

     

    No me acordé de Sagitas hasta que noté que me hablaba, recostada en la cama. Ahí desvié la mirada hacia ella, procesando lo que quería decir. 

    - Si...vendrá. Le he dicho que deje a Elentari con Jack en la Potter Black. - contesté. Sagitas parecía mejor tras beber la poción. Debía darle las gracias a Jack por la receta, le había visto beberla mil veces de niño, y había aprendido a hacerla más por intuición que por su enseñanza.

     

    Observé los gestos de mi madre, notando el nudo en el estómago y la rabia que crecía. No quería imaginar lo que estaba pasando. Aun asi, me hizo sonreir 

    - Será mejor que no te levantes de golpe, o la poción se te subirá a la cabeza. - le advertí, al ver como se apoyaba en el cabecero de la cama.

     

    - No creo qeu el deporte sea su fuerte. Espero... - suspiré. - espero que no pretenda obligar a los niños a provocar una masacre.  - no lo dije, pero sabía de sobras que ithilion tenía la capacidad y el potencial para ello. Me froté la barbilla. Raspaba, lo cual haría reir a Elentari y siempre hacía enfadar a Sagitas. - He intentado rastrearle. Si está, se oculta, y no está cerca de la multitud. La utiliza para ocultarse, hay tanta gente que me cuesta distinguir sensaciones, y más aun, encontrarle.

     

    Miré hacia atrás, hacia la ventana cerrada que dejaba ver el cielo y transmitía, como silenciado, el sonido de la alegría exterior.

    - Si, deberíamos hacer una visita a los bajos fondos. Pero con disimulo. Somos turistas, y no quiero que alguien busque ganarse su favor y nos delate antes de tiempo.

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  14. Si hubiese dejado atrás a Ericen, probablemente no me habría dado cuenta hasta pasadas unas horas, cuando de repente cayese en la cuenta de que alguien más estaba conmigo en el despacho. La falta de costumbre, supongo, ya que me había acostumbrado (a mi pesar) al silencio y la soledad del departamento. Pero el nombre del nigromante me había hecho olvidar que estaba trabajando, que debía actuar en responsabilidad con mi cargo y que respondía ante el ministerio. Se trataba de encontrar a mi hermano y a mi sobrino, y ante eso, me daba igual si ponían una orden de búsqueda o me echaban.

     

    Por eso, cuando entró corriendo la miré, de nuevo con el ceño fruncido. No quería esperar, y menos para qeu se cambiase el calzado. Ella también pidió a Babila que fuera a casa para cuidar de la niña, algo que me hubiera extrañado, poruqe no le había dicho que tenía una hija. Supongo qeu Sagitas se había encargado de contárselo, ya que incluso le había puesto al día de lo sucedido en Stonehedge.

    - Si, es una gran bruja. - contesté, con la mirada fija en las puertas del ascensor.

     

    Pensaba en Sagitas. debería avisarla, pero si el ministro quería hablar con ella para conocer detalles de su época como ministra, no iba a preocuparla. Porque si lo supiera, dejaría colgados a los agentes, y lo que me faltaba era que tuviera un escándalo poruqe la arrestasen.

    - El ministerio estableció una red flu de emergencia para que utilizásemos las chimeneas del atrio. Será más rápido utilizarlas, al menos si no las han deshabilitado. - contesté, mientras emprendía la marcha fuera del ascensor. - @ Anthony Ryvak Dracony  estaba allí? - pregunté. - Tal vez tenga que hacerle una visita más tarde.

     

    Supongo que no, mis formas no fueron las mejores. La llamé novata, como en el pasado hice con tantos otros. Serían novatos, al menos, hasta que participaran en su primera reparación, hasta qeu se ganaran el apodo de accidentosos. Pero a ella le molestó, protestando y parándose frente al ascensor, enfadada y con el morro arrugado. Aun con el ceño fruncido me detuve, girando sobre mis talones. Al ver su gesto, alcé la ceja, levantando ligeramente la cabeza. Si que parecía familia de Sagitas.

    - Apenas llevas media hora siendo accidentosa. Dejarás de ser una novata cuando termines tu primer trabajo. - contesté, mirándola fijamente a los ojos. - Si no quieres hablar, bien, pero nos vamos.

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  15. Hotel, Brasil. Con Sagitas

     

    Sagitas podría pasar perfectamente por una aficionada más. Si su objetivo era pasar desapercibida, desde luego que lo lograría sin demasiados problemas. No faltaban los aficionados que se habían entregado al descontrol de la fiesta, aunque no tuviera nada que ver con el deporte, y simplemente bebían y bailaban hasta que no podían más, y vomitaban en la primera esquina que encontraban.

    - Bueno, la parte positiva es que nadie se fijará en que parezco "yo" - murmuré, quitando un poco de hierro al asunto, mientras sujetaba bien a Sagitas para tirar de ella.

     

    Entendí que ver el bosque arrasado le resultaba chocante, y por su conexión con la naturaleza, no ayudaba a sentirse mejor. La arrastré como pude entre la muchedumbre, respondiendo con un par de gruñidos a sus preguntas, ya que, cuanto más cerca del estadio, mayor aglomeración de gente celebrando. Hice el chequeo en la recepción del hotel basntante rápido, gracias a que los mismos trabajadores ya estaban hartos de ver aficionados, y habían pasado a poco menos que revisar el número de la habitación reservada antes de entregar las llaves.

     

    Abrí la ventana, notando de golpe un vacío en la cabeza. Tantas personas juntas, de golpe, me habían embotado los sentidos, y la soledad repentina de la habitación dejó un tremendo vacío en mi cabeza. Debía centrarme e ignorar el dolorcillo de cabeza, asi que recosté a Sagitas en su cama, dejé la mochila y comencé a preparar un par de vasos con la poción que al menos, calmaría las nauseas y el dolor de cabeza. En eso, escuché a Sagitas mencionar a @ Helike R V PB , lo cual me hizo palidecer ligeramente, nervioso. Tendí uno de los vasos a Sagitas, utilizando la varita para limpiar el estropicio que dejó en la alfombra.

     

    Me senté en la cama, dejandome caer en ella mientras leía la nota. De reojo eché un vistazo a Sagitas. Bebí el contenido del vaso de un trago, y me dispuse a escribir en la nota, ya que, como la vampiro dijo, el mensaje le llegaría al instante.

    "Esta es la dirección del hotel. Habitación 415. Deja a Elentari en la PB, con Jack."

     

    Observé como la nota desaparecía, dejando escapar un pequeño suspiro, nervioso.

    - Crees que podrás soportar estar aquí? - pregunté a Sagitas.

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  16. En Accidentes. 

    Debí de sorprender a Ericen, porque noté el sobresalto en la mujer al oirme hablar. Supongo que no esperaba que apareciera sin más, o que simplemente la había pillado desprevenida. Fue Babila quien me distrajo de ella, apartando la vista para mirarle, aguantando una risotada.

    - Asi que Accidentes es tu lugar de vacaciones? - Bromeé con el recepcionista, antes de perderme en dirección a mi despacho.

     

    Escuché los pasos de Ericen, que me seguía con cierta prisa, como si no quisiera perderme de vista. Supongo que era normal, era nueva y la idea de no tener nada que hacer era....desalentadora. No podía culparla, su primer día y recibía la escueta noticia de la falta de trabajo. Su pregunta hizo que me quedara quieto, dándole la espalda, con la cabeza gacha mirando fijamente el escritorio, la mochila...Había prometido a Sagitas que sería amable con ella, que cuidaría de que se sintiera cómoda, y no había sido demasiado alentador con ella. Pero no tenía forma amable de decirle que había solicitado trabajo en un departamento que se mantenía en pie por que yo me empeñaba en ello. Ya no éramos necesarios como en el pasado, los magos campaban a sus anchas y hacían y deshacían a su antojo.

    - Si... - contesté sin mirarla, con cierta pena - nos hemos quedado sin tr...

     

    El arrastre de la silla me hizo girar de golpe, sin comprender que pasaba hasta que vi a Ericen sentada, con el entusiasmo reflejado en la mirada. Sin apartar la mirada me senté en mi silla, notando que aquella libretita que sacaba era de la tienda PB. Seguramente un regalo de Sagitas. POdría darle el beneficio de la duda y escucharla, a fin de cuentas no quería apagar su entusiasmo. Pero palabra tras palabra me sumía en mis pensamientos, ella sabía lo mismo que yo, que se produjo un brillo extraño en Stonehenge, que parecía algún tipo de magia y que nadie quería que cayese en manos erróneas...como si existieran las manos correctas. Mientras la escuchaba, había desviado la mirada hacia el pergamino lleno de garabatos, trazando lineas invisibles, distrayéndome.

     

    El carraspeo me hizo pensar en Sagitas. Eso era lo que solía hacer cuando terminaba de hablar y se daba cuenta de que no la estaba escuchando, o cuando quería llamarnos la atención para decir algo importante. Al menos, pensé eso hasta que mencionó un nombre.

     

    Derhmon.

     

    Alcé la mirada, con el gesto cambiado. Ya no estaba aburrido ni distraido, sino centrado, serio. 

    - Que le den al ministerio. - gruñí, cogiendo la mochila y levantándome, dejando que la silla girase, sola. - nos vamos a Stonehenge. No era un brillo, eran runas.

    Señalé a Babila con el dedo.

    - Ve a casa, Babila. Tu y Jack tendréis que cuidar de la niña hasta que Sagitas vuelva. - giré. - vamos, novata, vamos a hacer lo que mejor hacen los accidentosos.

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  17. Llegué a Accidentes gruñendo, enfadado. Para cuando llegué a Stonehedge, ya no había nadie allí, y lo único qeu había obtenido era la orden de regresar al ministerio, a la espera de saber algo más. Asi qeu ahora regresaba, tarde, sin saber si nos encomendarían alguna tarea más, o si nuestra labor había terminado antes de comenzar. Aunque supongo que me había tomado la noticia peor de lo que debería. Que Sagitas me dijera que tenía cosas que hacer no me había sentado bien.

     

    Es cierto, no estaba obligada a cuidar de Elentari siempre, pero...dejarla  a solas con Jack y Babila...tenía que aprender a confiar un poco en ellos. Siendo honestos, Sagitas em daba la tranquilidad de que no encontraría a la niña calva cuando volviera a casa por algún extraño ritual de la suerte, o....bueno, tenía que aprender a confiar en Jack.

     

    Al llegar a Accidentes, oí voces. Eso, y las luces encendidas, me hicieron fruncir el ceño.

    - Babila? - pregunté en voz alta, extrañado. El grandullón era el único qeu aun se pasaba por allí a veces, para trabajar (o más bien, esconder cosas que no quería que Sagitas encontrase en casa). - Te dije que podías tomarte el día libre.

     

    Auqneu al llegar a la recepción me quedé parado. Babila estaba acompañado por una mujer de pelo azul. Tardé un par de segundos en reconocerla (o bueno, más bien, caer en quién podía ser)

    - Si, asi se nos llama. - contesté, con cierta pena...antes, los accidentosos manteníamos animado el departamento, y ahora, apenas quedábamos Babila y yo. - Supongo que usted es Ericen. Lamento decirle que de momento no habrá trabajo de campo y nos quedaremos aquí. - abrí la puerta de mi despacho, dejando la bandolera sobre el escritorio, donde aun seguía el pergamino lleno de garabatos, muestra de lo que había sido mi trabajo en la última jornada. - Al fondo se encuentra la sala de reuniones. Mesa grande, sillones cómodos y café.

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  18. Apenas me di cuenta de lo qeu hacía. El miedo por saber qeu la niña se había perdido, por no saber donde o con quien podría estar, me dejó en un estado de semiconsciencia. Pasé al interior del castillo casi sin darme cuenta de que realmente estaba entrando. Apenas noté el apretón de @ Helike R V PB  en el hombro, ni me di cuenta de que Sagitas ya estaba alli.

     

    Al menos no, hasta que procesé.

    - No me voy a sentar a charlar. - gruñi, saliendo del ensimismamiento. - Si no está aqui, estará en otro lado. No se donde, pero me voy a buscarla. - miré a ambas. - La mansión ha estado tranquila los últimos días. Ayer Elentari estuvo con Jack y Sagitas mientras yo trabajaba en el ministerio y me hacía cargo de los negocios. No durmió, tenía un poco de fiebre, seguramente será solo un resfriado. Recuerdo qeu tenía el café delante esta mañana y me...me dormí. - admití. Me había dormido sin darme cuenta, mañana libre, sin dormir, cuidando de que la fiebre no subiera demasiado mientras tranquilizaba a la niña... Me llevé las manos a la cabeza, intentando mantener la calma. - Y no me vengas con la seguridad de la mansión. Es segura. Reforcé las defensas. 

     

    Haría cualquier cosa por la familia, y aun más por la niña. Había cuidado de cada detalle, enemigos, amenazas...y de pronto, en un simple descuido ya no estaba. Si hacía falta levantaría todo Ottery hasta dar con ella. Asi que giré, dispuesto a marcharme.

    - Fenrir...Freyja! - exclamé. - tiene que estar con Freyja. Su loba no la dejaría sola. Y en la Potter Black no está, seguro. - No sabía como dar con ella, pero tal vez de alguna manera, usar a Fenrir podía ser de ayuda.

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  19. hHDZzKt.png

    No me hacía falta leer mentes para saber qeu, bajo la mirada aliviada de Sagitas asomaba la Sagitas preocupada, buscando el menor síntoma de que algo podía haber salido mal, para prevenir que, en el momento más inoportuno, Ithilion tuviera otro síntoma. Ithilion tampoco era tonto, y se quedó callado mientras su madre le revisaba con mucha más atención de la que solía hacerlo.

     

    Mi "ataque sorpresa" relajó su reacción al ver que los tobillos del pequeño presentaban un color azulado no muy natural. La toalla me acertó de lleno en la cara, aunque tampoco me esforcé por esquivarla. Riendo, tiré de ella para quitármela de la cara. La notaba nerviosa, pero mi intención era precisamente que se relajara. Alterada, no pensaba con la misma claridad, y poner nervioso al niño tampoco nos sería de ayuda. Ithilion reía de forma tímida mientras nos miraba. 

     

    La normalidad del pequeño era una buena señal. Me acerqué hasta ellos, apoyando la mano libre en la cintura de Sagitas, mientras dejaba la toalla a un lado. La miré y devolví la sonrisa, aliviado. Ithilion intentó poner mirada de cachorrito para convencerla.

    - Eh! yo también quiero mi regalo de maridito bueno - refunfuñé. - lo reclamaré esta noche - murmuré acercándome a su oido.

     

    Entendí que no quería volver a mencionar al basilisco por si eso ponía nervioso a Ithilion. Me limité a encogerme de hombros, negando ligeramente con la cabeza.

    - No se nada. El chico y @ Helike R V PB  iban a hacerse cargo, pero se lo mismo que tu. Espero qeu al menos no deje que les muerda. - La petrificación tenía "fácil" solución, pero una mordedura, si Bennu o nosotros no llegábamos a tiempo...

  20. - Haz lo que quieras con esa cosa. No te aseguro qeu puedas quedártelo entero, seguro qeu Sagitas también quiere un poco. - contesté, caminando un par de pasos por delante de ella, observando alrededor, tratando de encontrar algún rastro del basilisco.

     

    Me detuve un instante para tomar el mapa que @ Helike R V PB  me tendía. Tarde un segundo en recordar que se trataba del mapa del Merodeador. Echando un vistazo rápido, noté que se movía desde la cocina hasta el salón. Lo malo es que daba justo hacia la puerta del jardín, donde solíamos salir en los días de verano. El mapa lo mostraba quieto en aquel lugar, como si buscara algo. Tal vez esperaba movimiento. Esperaba que no hubiera decidido tragarse algún elfo. Si hablar, señalé el mapa para que la vampiro viese donde estaba.

     

    - Gente fuera? - pregunté, echando de nuevo un vistazo al mapa. Fue entonces que sentí un nudo en el estómago. Señalé tres carteles, pequeños, en el exterior, dirección al lago. Elentari, Fenrir y Freyja estaban alli. Tratando de mantener la calma, cerré los ojos, conectando con el lobo. Trotaba con la niña encima y el cachorro siguiéndoles. Elentari reía, como si fuera un juego, pero los lobos sabían que algo estaba pasando. POr eso la alejaban. - Estará bien - murmuré, parpadeando un par de veces. - Fenrir la ocultará.

     

    No podíamos dejarlo salir. POr la gente de Ottery, y por nuestra hija.

     

    Asi que cogí su mano y nos aparecimos, en silencio, en la cocina. Sin hacer ruido, llegamos a colocarnos en el pasillo, a ambos lados de la puerta de entrada al salón. Miré de reojo al interior, y luego a Helike, mientras sostenía la piedra de oscuridad en la mano derecha. Teníamos que ser rápidos.

     

     

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    Sentía impotencia por verla tan desesperada. Como podía ayudar? No podía. A fin de cuentas, la única forma de solucionar la petrificación de la mirada del basilisco era la poción de mandrágora, y no podía crearla de la nada. El chico tenía razón, teníamos que tranquilizar a Sagitas o al final, el basilisco terminaría atacándonos a nosotros, ya que éramos una presa fácil, y Sagitas ni siquiera iba a reaccionar a tiempo. Asi qeu hice lo único qeu se me ocurrió...

     

    Besarla. 

     

    Besarla y aferrarme a ella durante largo tiempo. Seguro que luego me echaba la bronca. No era la mejor decisión, y mucho menos el mejor momento. No quería ni pensar en las burlas de Matt si nos petrificase el basilisco en aquella situación. De todas formas, seguro que no me libraba de un par de malas miradas de Sagitas, pero no me importaba en ese momento. 

     

    Cuando nos separamos la miré, con una media sonrisa burlona, como en nuestra época en la universidad muggle, antes de que Sagitas comenzara, al fin, a actuar como alguien razonable. Los elfos habían encontrado más zumo de mandrágora, con el que empapamos mantas y envolvimos el cuerpo del niño. Al final, logró colar unas gotas en la boca de Ithilion. Solo...nos quedaba esperar.

     

    En algún momento me moví, a su lado, pasándole un brazo sobre los hombros para darle apoyo. Medio dormido, noté el movimiento de Sagitas y eso me hizo abrir los ojos. Ithilion estaba bien, mojado, quejándose, pero se movía de nuevo. Sonreí, aliviado, revolviendo el pelo al pequeño.

    - No te preocupes Ithilion, te traeremos un cubo entero de galletas solo para ti. - dije.

  21. Brasil

    Sagitas parecía animada entre la afición, incluso llegó a bailar con algunos aficionados. Por un momento parecía relajada, olvidando el caos que rodeaba a la familia. Sin embargo, yo caminaba por detrás, con las manos en los bolsillos. Bailar no era lo mio. Ni siquiera estaba puesto en las ligas de quidditch, menos aun en qué equipos participaban en la final del mundial.

     

    Eché un vistazo a los guardias que vigilaban. Parecían nerviosos, probablemente aurores inexpertos o seguridad contratada para vigilar el traslador, y que los muggles no se dieran cuenta de lo qeu estaba pasando. La voz de Sagitas me sacó del ensimismamiento, animándome a no parecer tan serio. La miré, disculpándome por no saber muy bien como mezclarme con la gente. Aquel no era mi método preferido para "pasar desapercibido"

     

    Pero nuestro turno era el siguiente, asi que nos acercamos hasta la estatua con un grupito de aficionados. El tirón del traslador fue más intenso de lo que acostumbraba, aunqeu claro, no todos los días uno viaja hasta el otro lado del océano. Cuando los pies tocaron tierra firme, me enderecé, respirando hondo, mientras los ojos se acostumbraban al cambio de luz. Según Sagitas, había seis horas de diferencia horaria, asi que íbamos a terminar por sufrir jet-lag.

    - Ya sabes que tengo un buen remedio para la resaca - le dije, recordando aquella poción efervescente qeu le había dado en la Ojo Loco, gracias a la cual no había sufrido resaca. Los uqe habían utilizado el traslador con nosotros siguieron gritando - esos seguramente llevan tanto alcohol encima que no diferencian el tirón de la borrachera. - le dije.

     

    Pero Sagitas, definitivamente, no se encontraba bien. Asi que la tomé del brazo, para sostenerla.

    - Vale, vamos al hotel. Definitivamente, los trasladores no son lo tuyo. Te daré la poción y nos organizaremos para salir de caza.

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  22. El contacto de una mano con mi brazo desvió mi atención de la botella de leche que intentaba abrir. Cuando miré, Sagitas trataba de tomar a Elentari en brazos para que yo pudiera prepararle el desayuno. En seguida, la niña se abrazó a su abuela, enredando los deditos en los rizos violeta. Para ella eran muy llamativos, porque eran del mismo color que su pelo. En aquellos tiempos, tan tristes en la Potter Black, eran llevaderos únicamente por ella. Su risa, feliz, me hizo mirarlas a las dos y sonreir, revolviéndole el pelo y arrancándole una risita.

     

    La niña desayunaba sentada en el regazo de Sagitas, mientras yo la vigilaba, sin quitarle ojo de encima, bebiendo una taza de café humeante. Esperaba que Sagitas aceptara. Después de lo qeu había pasado, solía quedarse de buen grado con Elentari, seguramente, aquella la distraía un poco por la falta de Ithilion. Pero el tono con el que comenzó su frase, me hizo desviar la mirada de mi hija hacia ella. Le sostuve la mirada, alzando ligeramente la ceja, sin entender qué pasaba. Oir que no podría quedarse con ella me hizo sentir mal, pero qeu quisieran investigarla...

    - Si lo necesitas, puedo...puedo decir que no cuenten conmigo en el ministerio - ofrecí. No me gustaba la idea de dejarla sola frente a esos malditos investigadores.

     

    Pero ella parecía desistir mi ofrecimiento para acompañarla cuando añadió que Jack, Babila y los elfos podrían cuidar de la niña.

    - Si..claro, supongo que Jack y Babila podrán cuidarla. - contesté, desviando la mirada, quitándole una mancha de la mejilla que de nuevo, le sacó una risita. - Si, me llegó y la acepté. Soy el único miembro de Accidentes. Le dije que nos reuniríamos en Stonehedge. Es lo más rápido. - comenté. Ni siquiera tenía claro qeu estaba pasando ni por qué el ministerio parecía tan nervioso con aquel lugar.

     

    - Claro, mamá, seré bueno con ella. - contesté con un suspiro. No me gustaban los desconocidos, aunque fueran familia...Levanté la mirada hacia Sagitas, casi rogando que no me obligara a invitar a nadie a vivir en la PB. Si era su prima, por qué no lo había hecho ella? 

     

    No llegué a decirle nada. Jack apareció por la puerta, besando a Sagitas y cogiendo en brazos a Elentari, que le miró con una tierna sonrisita

    - Güero! - exclamó, aferrándose a su camisa.

    - Hoy pasaremos juntos el día esta señorita, el tito Babila, y yo.

    Con un suspiro, me levanté de la mesa. Revolví el pelo a la pequeña, y miré a Sagitas.

    - Está bien. La invitaré a quedarse en casa. Tened cuidado, espero volver para la hora de la cena. - me despedí, antes de salir de casa. 

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  23. Sostenía el osito de peluche entre las manos, pensativo. Parecía tan pequeño en mis manos... Acariciaba el osito, pensando en la niña. Estaba con @ Helike R V PB , con su madre. La había llevado con ella por su bien, pero la echaba de menos.

     

    No fue hasta que escuché la voz de Sagitas, anunciando que estaba lista, que levanté la mirada hacia ella. Por un momento, había olvidado donde íbamos... hasta que la vi. Sagitas era ligeramente más alta, con pelo negro muy corto y grandes ojos. La mano que sostenía era muy llamativa, pero podría pasar por una aficionada perfectamente. Sonreí de medio lado, poniéndome de pie, dejando el osito sobre la mesa, acercándome a Sagitas. A pesar de aumentar un par de centímetros, seguía siendo más alto que ella. Cogí la gorra y me la puse, con la visera hacia delante, escondiendo el pelo.

    - Acaso llamo tanto la atención? - dije. - Lo tienes todo preparado al detalle. No se por qué me sorprendo. Vamos.

     

    Baker Street se encontraba abarrotada de aficionados al quidditch, familias, jóvenes, grupos de amigos que viajaban a Brasil para ver a su equipo, como una experiencia única para ellos. Vigilaba a nuestro alrededor, pensativo. Al menos esta vez no iríamos en una lata voladora, indefensos durante el viaje. Aun asi, había demasiada gente a nuestro alrededor, cosa que nunca me había gustado demasiado.

    - Donde tenemos que tomar ese traslador? Desde luego, no creo qeu sepan que llegamos con toda esta gente de por medio.

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