La noche era sin duda la parte favorita del día para Bea Haughton. Se podía achacar a su naturaleza vampírica, pero lo cierto era que desde niña, la medianoche había sido la hora en la que más activa se encontraba. Observar la luna, las estrellas y como estas se observaban desde cada lado del planeta mientras viajaba con su madre, había sido uno de sus pasatiempos favoritos. Tal vez por eso se había sentido atraída por la Astronomía desde hacía un tiempo aunque no había sido hasta entonces que había decidido dar clases para convertirse en un poco más experta en ello.
El sitio al que debía acudir le había resultado extraño de primeras. Había oído hablar del lugar y a alguien como la vampira le resultaba atractivo el bosque con todo el misterio y las leyendas que le rodeaban. Se despidió de la mansión de su familia, que fue lo último que vio antes de cerrar los ojos y al volverlos a abrir se encontraba rodeada de arboles sin hojas, que dejaban pasar la brillante luz de la luna.
Tardó unos segundos en recuperarse del mareo que solía suponer la aparición para ella, y unos más en visualizar no muy lejos de ella a una figura, la cual imaginó que debía ser de su clase. No podía oír ningún ruido a su alrededor que indicara otro ser vivo cerca de ella, así que no era probable que hubiera alguien allí que no estuviera por el mismo motivo que ella.
Su sospecha quedo confirmada por los instrumentos que rodeaban a la figura, los cuales podía ver ahora que se encontraban a pocos metros de ella. Llego hasta el lugar, andando con agilidad y en silencio, ya que la tierra ahogaba el sonido de sus botas altas, y saludó cordialmente, acompañando el saludo con una leve inclinación de cabeza. - ¿Esperamos a alguien más? – preguntó tras unos segundos de silencio, dando por hecho que era el profesor el que tenía delante. Su rostro le resultaba familiar pero no podía verlo del todo ya que estaba cubierto por la capa.
Se dedicó a observar el entorno en el que se encontraba, una suave brisa movía el bajo de su túnica, pero era el único fenómeno que consiguió llamar su atención. Todo estaba muy tranquilo y eso no era buena señal para la Haughton. Estaban en una parte del bosque en la que apenas había árboles y se preguntó que harían con tanto espacio, si era necesario para el estudio que iban a hacer. - ¿Cómo vamos a seguir la clase? – inquirió, esperando no parecer impertinente con esa pregunta. Su voz resonaba en sus oídos demasiado fuerte en contraste con el silencio que reinaba a su alrededor.