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Annick McKinnon

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Todo lo publicado por Annick McKinnon

  1. Apenas habían tenido tiempo de intercambiar algunas palabras cuando Agatha llegó, y sin ningún rodeo dio a conocer el motivo por el cual las había citado. El momentáneo silencio que se generó era muestra de lo inesperada y sorpresiva que resultaba aquella información, a tal punto que Annick tardó un momento en procesarla. La primera en hablar fue Sophia y preguntó si Mica lo sabía, pero la pelirroja intuyó que la respuesta era que no. Sin embargo Agatha no tuvo tiempo de responder, porque Arabella comenzó a reaccionar ante la noticia. De un momento a otro Agatha fue levantada de la silla por una fuerza invisible que al parecer le rodeaba la garganta y, durante un par de segundos en los que el tiempo pareció detenerse, Annick comprendió que Arabella estaba haciendo un tipo de magia que hasta ese momento no la había visto emplear. ―¡Espera, Ara! ―la pelirroja puso una de sus manos en el hombro de Bella y la otra la llevó hacia el brazo que la bruja tenía ligeramente estirado―. Por favor, suéltala para que pueda hablar ―entonces le dio un suave apretón en el brazo derecho para que dejara de ejercer la magia que mantenía a Agatha en vilo―. Tiene mucho que explicar... Hazlo por Mica ―susurró como último recurso. Annick no podía juzgar la reacción de la bruja, pues un par de días antes ella misma había sido incapaz de controlar la rabia y el dolor que le había provocado ver los últimos momentos de vida de Elvis, y estaba segura de que Arabella, al igual que el resto de la familia, tenía las emociones a flor de piel. ―¿Qué hiciste con esa niña? ―preguntó a Agatha con una mezcla de enfado y angustia―. ¿Al menos sabes en dónde está? ¿O te deshiciste de ella sin ningún miramiento? Como madre, Annick no podía imaginar lo que su cuñada sentiría al saber que había tenido una hija de la que no tenía recuerdos, de la que incluso ni siquiera era consciente de haber llevado en el vientre.
  2. Hacía tiempo que la pelirroja no visitaba su propio negocio. Durante su ausencia sólo había mantenido correspondencia con el gerente del hotel, y sabía que era momento de retomar la rutina a pesar de la tristeza que llevaría a cuestas. Aunque era muy temprano, no le sorprendió ver a Otto en la recepción. El gerente era el empleado más responsable y también era el más prudente de todos; por eso, aunque la llegada de Annick había sido inesperada, controló su tendencia a informar con detalle la situación del hotel; e incluso tuvo mucho tacto al darle el pésame a la pelirroja por la muerte de su esposo. ―Busco a una huésped, Otto ―comentó la ojiverde luego de agradecerle de manera simple sus palabras de aliento―. Su nombre es Agatha. ―Oh, qué coincidencia… ―expresó el mago tocándose la barbilla―. Hace un momento alguien más preguntó por ella. Está en la zona cercana al bosque. Es una mujer de cabello blanco. Y Debbie fue a buscar a la señorita Agatha para avisarle que la esperan. ―Gracias, Otto. Entonces si alguien más pregunta por Agatha, indícale que estaremos en los jardines que colindan con el bosque. Annick se encaminó hacia la zona señalada mientras pensaba en que Arabella era quien encajaba perfecto con la descripción que le había dado el gerente; por eso intuyó que su prima Sophia también había recibido aquella nota. Mientras avanzaba, la pelirroja sacó el trozo de papel y lo releyó. Seguía sorprendida por haber recibido aquel mensaje, puesto que pocas veces había cruzado palabra con Agatha; eso sin contar que sentía cierto recelo debido a lo que Elvis le había dicho sobre ella. No obstante, la curiosidad había vencido y la había guiado hasta su propio negocio. Aunque la carta no transmitía información importante, Annick agradeció que Mica no se había quedado en la mansión Gryffindor, pues eso le ahorró la desazón de tener que ocultarle aquel encuentro tal como la nota indicaba... Levantó la mirada y confirmó sus sospechas cuando a la distancia logró distinguir a Arabella. ―Ara, me sorprende y al mismo tiempo me alegra verte aquí ―comentó mientras se acercaba hacia la bruja―. Deduzco que recibimos la misma nota de parte de Agatha. ¿Tienes alguna idea de para qué nos citó?
  3. Annick se olvidó momentáneamente de sus dudas acerca de la lealtad de Shelle y su posible participación en la muerte de Elvis. Por una parte la distrajo el hecho de que Mael hubiese tenido en sus manos el testamento a pesar de que la familia apenas lo conocía; y, por otra, no había esperado la respuesta que recibió de parte de Mica, Arabella y Luna. La pelirroja se conmovió ante las palabras de esas mujeres a las que ella consideraba las únicas con el derecho de tomar el testamento, y poco a poco sus ojos comenzaron a humedecerse. Ella creía que había perdido cierto derecho sobre la familia luego de la muerte de Elvis, pero sobre todo luego de su fallido ataque a Shelle con una maldición imperdonable. Sin embargo ellas le demostraban, al igual que el Auror lo había hecho en vida, que los Gryffindor eran la única familia a la que en verdad pertenecía. En su garganta comenzó a formarse un nudo que solo le permitió expresar un débil «gracias» hacia las tres. Cuando Mael les recriminó el hecho de parecer buitres, Annick aprovechó que le prestaban atención a él y se limpió los ojos antes de que las lágrimas brotaran por completo. Miró al mago, pero no dijo nada porque su prima Sophia y Luna habían expresado las palabras exactas: Elvis había sido tan amado que ese papel, más que representar intereses económicos, representaba la ilusión de volver a escucharlo a él. ―Bien ―dijo mirando el sobre y pasando el dedo pulgar sobre el nombre de su difunto esposo―, creo que este es un buen momento para leerlo, ya que están todos aquí ―miró en particular a Mica, a Arabella y a Sophia, porque no sabía si alargarían su estancia en la mansión o si tenían otros planes. Tomó asiento en el sillón más cercano y abrió el sobre con manos temblorosas. Tuvo que tomar una gran bocanada de aire luego de ver la letra de Elvis en aquel pergamino. Durante un momento levantó la mirada hacia los presentes y luego se aclaró la garganta y comenzó a leer en voz alta para que todos escucharan: Le resultó particularmente difícil leer la parte alusiva a Elros y a ella, y en varias ocasiones la voz se le quebró un poco y tuvo que hacer algunas pausas; sin embargo, eso no impidió que notara que en el último párrafo algunas palabras parecían no tener conexión. ¿Los demás también lo habrían notado o sólo sería su imaginación? Incluso le pareció que la letra, aunque era parecida a la del resto del pergamino, tenía algunos trazos diferentes en esa zona. ¿Debía compartir su inquietud con los demás? ¿Y qué significaba eso de que el amor evitaría que pudieran lastimarse? La pelirroja no pudo evitar pensar en las palabras de Sophia durante su pelea con Shelle, y se preguntó si su prima había acertado sobre la posibilidad de que Elvis hubiese hecho algo para evitar que se lastimaran entre ellos.
  4. Fueron demasiadas cosas las que ocurrieron en pocos segundos. Si bien Annick nunca antes había empleado el hechizo cruciatus, le sorprendió percatarse de que no había tenido ni un mínimo efecto. ¿Acaso había algún problema con su varita? Incluso se preguntó si no tenía la habilidad suficiente para utilizar una maldición como esa… Las palabras de Shelle la hicieron apartar la mirada del trozo de madera que sostenía, pero no tuvo tiempo de responder a los impertinentes comentarios de la joven porque su prima Sophia intervino. A Annick comenzó a formársele un pequeño nudo en la garganta al escuchar lo que la vampiro decía, y por un breve momento vislumbró la posibilidad de abandonar la mansión Gryffindor y regresar a la Granger. Sin embargo ese pensamiento casi se esfumó de inmediato al ver que el hechizo de Sophia tampoco parecía tener efecto. Si de algo estaba segura era de que la oscuridad que su prima poseía era suficiente para que realizara ese hechizo a la perfección. Algo sucedía. Y fue la misma Sophia la que lanzó al aire una posible explicación: ¿Elvis? ¿Acaso el patriarca había hecho algo para impedir que sucediera lo que estaba ocurriendo? La pelirroja vio que su prima se lanzaba hacia Shelle, pero como ella seguía desconcertada por escuchar el nombre de su esposo, ni siquiera intentó detenerla. Escuchó que Mica decía algo, pero fue Mael quien recibió el golpe de Sophia. Hubo un breve momento en el que todos guardaron silencio y Annick aprovechó ese instante para expresarse: ―No te atrevas a hablar sobre mi relación con Elvis ―dijo a Shelle con la ira aún reflejada en su mirada y en la voz―. Yo lo amo… ―se dio cuenta de lo extraño que sonaba esa palabra dadas las circunstancias― Lo amaba tanto que hice lo que me pidió; y si no tienes ni idea de dónde estuve todo este tiempo, me queda claro que él no te tenía la suficiente confianza como para contártelo; y no seré yo quien te lo revele. La pelirroja escuchó la recriminación de Mael y le sostuvo la mirada. Apenas lo conocía, pero le llamó la atención esa determinación que acababa de demostrar a pesar de ser tan joven. No obstante esa primera impresión desapareció cuando amenazó con prenderle fuego a lo que ella creía que era el testamento de su esposo. ―¡Accio sobre! ―en esa ocasión, para alivio de Annick, el hechizo funcionó, los documentos fueron hacia ella y los atrapó al vuelo―. ¿Por qué tienes esto? ―preguntó a Mael con cierto recelo en la voz. Hasta ese momento no lo había visto con malos ojos, pero le provocó cierta desconfianza que el joven tuviera en su poder esos documentos tan importantes y que ella había imaginado guardados en el despacho de su difunto esposo. Miró lo que había escrito fuera del sobre y reconoció la letra de Elvis. Sintió un pinchazo de dolor al observar los trazos de su firma. ―Esto debe estar en las manos correctas… ―alargó la mano con la que sostenía el sobre para que lo tomaran Mica, Arabella o Luna, pues le parecía que ellas eran quienes tenían más derecho a conocer el contenido del testamento. Unas por su relación sanguínea con Elvis y la otra por su estrecha relación con el Auror. Por su parte, lo que Annick deseaba no podía tenerlo y los bienes materiales no lograrían reemplazarlo; además estaba casi segura de que Elvis no había dejado desprotegido al pequeño Elros, quien tomaría posesión de ello cuando tuviera la edad suficiente para saber manejarlo. Así pues, ella estaba poco interesada en lo que los pergaminos pudieran decir; pero tenía la convicción de que solo ciertos miembros de la familia eran quienes tenían derecho a que esos documentos estuvieran en sus manos.
  5. Annick despegó la mirada de la vasija cuando escuchó la voz de Natasha a su lado. La castaña le tendió la mano para que entraran juntas al pensadero, y ella se dejó guiar porque, aunque necesitaba conocer la verdad, estaba segura de que no sería sencillo experimentar de primera mano los últimos momentos de vida de su esposo. Y no se equivocaba. Ver a Elvis en el recuerdo fue más difícil de lo que había imaginado, sobre todo porque sabía lo que ocurriría al final… Observarlo mientras estaba rodeado de mortífagos y sin la posibilidad de defenderse, le provocó un dolor similar al que había experimentado al ver su cadáver… De pronto el escenario cambió y lo vio enfrentándose en duelo con Aaron Yaxley, y varias dudas comenzaron a explotar en su cabeza. Cuando regresaron a la escena original, el mortífago se quitó la máscara y vio que se trataba de Aaron, quien casi al instante lanzó la maldición asesina. La pelirroja tuvo que taparse la boca para contener un grito mientras las lágrimas comenzaban a brotar de sus ojos. En ese momento no pudo evitar preguntarse qué había pensado Elvis antes de morir. ¿Había pensado en ella? ¿Aún la amaba como el primer día? ¿Él había estado seguro de todo el amor que ella sentía por él? Y si aún la amaba ¿por qué no le había escrito para avisarle acerca de los peligros que correría durante su misión en Suiza? En ese momento Annick supo que esas dudas la atormentarían por siempre… Al salir del pensadero, su mente tardó en volver a la realidad debido a que los sentimientos de dolor e ira le nublaban la razón mientras luchaban entre sí para lograr dominar su espíritu. Le pareció escuchar que Sophia y Mica decían algo, pero no logró captar nada que tuviera sentido para ella. Incluso la voz de Luna sonaba como un lejano eco que no pudo comprender del todo. Tardó un momento en procesar tanto lo que Luna les había mostrado como lo que había dicho, y vio cómo Natasha se acercaba a abrazarla. Annick también quiso consolarla y hacerle entender que nadie la culpaba, sino todo lo contrario: ella le agradecía, tanto a ella como a Sophia, por haber estado con Elvis hasta el final. Sin embargo esas no fueron las palabras que salieron de la boca de la pelirroja… ―¿Tú? ―murmuró en dirección a Shelle. Su voz sonó débil debido a que aún tenía un poco de duda sobre la conclusión a la que estaba llegando. No obstante bastaron unos cuantos segundos para que su mirada se tornara diferente, y observó a Shelle con un desprecio con el que nunca había observado ni siquiera a los mortífagos que había enfrentado durante su paso por el Departamento Auror y su afiliación a la Orden del Fénix. ―¿Cómo pudiste? ―su voz se elevó un poco más y terminó de explotar con las siguientes palabras―. ¡Era tu padre! ¡Él hubiera dado la vida por ti! Ahora comprendía los comentarios de Sophia y de Luna, así como la respuesta que Shelle había dado antes de introducirse en el pensadero. La joven no había acompañado a Elvis en sus últimos momentos, sino que había sido partícipe de su asesinato; porque para Annick era inconcebible que una maldición imperdonable fuera más fuerte que el amor y la lealtad por la familia, así que le resultaba difícil creer que la bruja hubiera sucumbido con tanta facilidad. Ella tenía la misma creencia que el viejo y legendario director de Hogwarts, quien creía que el amor era más poderoso que cualquier tipo de magia. ―¡Crucio! ―había sacado su varita con rapidez y no había dudado en apuntar directo a Shelle. No pensó en lo que pudiera sucederle a ella y lo que eso implicaría para Elros. Tampoco le importó cómo lo tomaría el resto de los Gryffindor ni la posibilidad de que la expulsaran de la familia debido a su proceder. Por primera vez en la vida se dejó dominar por el dolor y la ira que le producía la pérdida de una de las personas que más había amado: el hombre que en los últimos años se había convertido en su única familia luego de que sus hermanos y amigos la habían dejado sola… Y ella no había hecho nada para ayudarlo. La distancia le había impedido anticipar su pérdida, y la culpa que sentía pesaba tanto que le quemaba las entrañas.
  6. Saber que Luna y Sophia habían estado a lado de Elvis durante sus últimos momentos de vida, conmovió el alma de la pelirroja; pero al mismo tiempo le provocaba una sensación de profundo desconsuelo ser consciente de que ella no había estado también junto a él. Annick no había considerado la idea de ver los recuerdos de su hija y prima, pero sin duda serían más exactos que las simples palabras aunque también más crudos y desgarradores, porque sería como estar ahí justo en el momento fatal sin la posibilidad de poder hacer algo para impedir lo ocurrido. ¿En verdad estaba preparada para experimentar algo así? Debido a que esa duda tomó fuerza en sus pensamientos, no comprendió del todo la respuesta que Shelle había dado ante el comentario de Sophia, el cual Annick apenas había logrado escuchar y no tuvo tiempo de analizar a profundidad. ¿Acaso Shelle también había estado a lado de Elvis durante su muerte? Eso no lo había escuchado el día anterior. Sin embargo no indagó más en el asunto porque sabía que gracias al pensadero pronto sería testigo de lo ocurrido. ―Mica ―la pelirroja se puso de pie y se acercó a su cuñada para advertirle lo que Luna estaba a punto de mostrarles. La tomó por los hombros y la miró directo a los ojos―, te agradezco que nos prestes el pensadero, pero debes saber que le he pedido a Luna y a Sophia que me expliquen cómo murió Elvis ―bajó la mirada y respiró profundo antes de volver a mirar de frente a la castaña―. Necesito entender qué fue lo que le sucedió ―agregó como si se disculpara, y no pudo evitar que un par de lágrimas rodaran por sus mejillas. Aún tenía los sentimientos a flor de piel, sobre todo en relación a Elvis y su muerte―. Sé que quizá no es lo más sano, pero también sé que no podré conciliar el sueño si no conozco la verdad ―se detuvo para que Mica tuviera tiempo de asimilar lo que acababa de decirle, y aprovechó para secarse las lágrimas―. Sugiero que quien no esté preparado, no vea ese recuerdo, porque es evidente que no será sencillo de afrontar... La mirada de Annick se posó en el pensadero, donde el recuerdo de Luna se arremolinaba de manera lenta. El color y el movimiento eran apacibles, como si la invitaran a encontrar paz en su interior; pero era plenamente consciente de que lo que vería sería muy difícil de sobrellevar y se preguntó si realmente aquello resultaría de utilidad para aliviar el dolor de la pérdida.
  7. Annick había esperado a que Elros despertara y lo llevó a desayunar. Nadie había ocupado el asiento de Elvis. Quizá por inercia o quizá por respeto, pero intuía que ese sitio no volvería a ser ocupado nunca más… Por su parte, ella apenas había probado bocado, y notó que Luna se encontraba en la misma situación. La ojiverde deseaba decir algo reconfortante a sus hijas, pero no encontraba las palabras adecuadas. Quizá ni siquiera existían. Parecía que el pequeño Gryffindor era el único que, en medio de su inocencia, se desenvolvía con naturalidad, y su alegre voz era lo único que impidió que la pelirroja se perdiera en sus propios pensamientos. Cerca del mediodía, pidió a Dido que se encargara de cuidar a Elros mientras ella hablaba con el resto de la familia. En los jardines se escucharon de pronto un par de potentes ladridos, lo que indicaba que Eneas acababa de regresar junto con las mascotas de Annick. El niño de inmediato pidió salir a jugar con los perros, así que la pelirroja aprovechó para encaminarse a la sala donde ya se encontraban Luna y Sophia. Casi de inmediato el joven de ojos negros se unió a la reunión. Annick se sorprendió al verlo en la mansión. ¿Se había quedado a dormir? Ella le había pedido a Dido que avisara a la familia, así que lo más lógico era pensar que él era un Gryffindor. Pero tuvo que contenerse para preguntar a Luna y Sophia quién era, porque quizá eso hubiese resultado poco educado de su parte. ―Lo lamento ―decidió que lo mejor era ser franca y directa con el chico―, te vi en el funeral, pero no recuerdo haberte conocido antes ―se acercó a él y estiró el brazo derecho para saludarlo―. Soy Annick… ¿y tú eres...? Quizá si la pelirroja hubiese hablando antes con su prima Granger, no hubiese saludado de esa manera a Mael; pero había cosas importantes que Annick desconocía debido a su ausencia, y era por eso, entre otros motivos, que había querido platicar con todos. ―Les agradezco que estén aquí ―comenzó cuando todos estuvieron presentes. En las últimas horas había pensado en lo extraño que resultaba que ella hubiese convocado a una reunión, pues la realidad era que sentía que la pérdida de Elvis le quitaba ciertos derechos sobre la familia―. Sé que no es fácil para nadie, pero hay asuntos importantes que debemos hablar. Tomó asiento en uno de los sillones de la sala e invitó a los demás a que hicieran lo mismo si lo deseaban; aunque sabía que en una situación como la que estaban viviendo, quizá lo que menos querían era sentarse y actuar como si el dolor no los estuviera consumiendo. ―Para comenzar, deberíamos decidir dónde colocaremos las cenizas… ―un nudo se le formó en la garganta y no pudo concluir la frase mencionando el nombre de Elvis, porque aún le resultaba muy doloroso abordar la situación; sin embargo se tomó un breve momento para controlar su propia voz―. Pienso que deberíamos enterrarlas en los terrenos de la mansión y colocar una lápida para que las futuras generaciones no lo olviden ―en ese momento se preguntó si Elros, al ser tan pequeño, podría mantener en su memoria los recuerdos de su padre―, pero esa es mi opinión y no voy a imponerla, porque Elvis no solo fue un maravilloso esposo, sino que fue un gran padre, primo, hermano y abuelo, así que la opinión de ustedes también es muy importante. Aunque alguien hubiese considerado que la palabra final debía tenerla ella por ser la viuda, Annick no lo veía así. Sabía que no era la única que había amado a Elvis con profundidad, sino que ahí se encontraban otras personas que compartían ese sentimiento por el mago. Una vez llegado a un acuerdo, se disculpó con todos por el tema que traería a colación, pero se trataba de algo que le había estado dando vueltas en la cabeza desde el día anterior, y no podía ignorar la necesidad de saberlo. ―Quiero… ―se detuvo un momento para impedir que se formara por completo el nudo que comenzaba a sentir en la garganta―. Necesito saber cómo murió ―dijo en voz baja, aunque lo suficientemente audible, y miró primero a Sophia y luego a Luna, porque el día anterior había escuchado que ellas habían estado a lado de Elvis durante la tragedia—. Quiero saber qué ocurrió, por favor… ―esas últimas palabras fueron una súplica―. Necesito tratar de entender por qué y cómo murió. El silencio que siguió a sus palabras era una anticipación de la gravedad del asunto; pero si no sabía qué había ocurrido, estaba segura de que no podría volver a conciliar el sueño nunca más.
  8. La pelirroja dejó que Sophia se hiciera cargo de Arabella. Quizá la bruja deseaba descansar luego de haberse esforzado tanto durante la ceremonia, o quizá prefería permanecer cerca de la pira hasta que el fuego se consumiera. Por su parte, ella no sabía qué hacer. Durante un momento permaneció en silencio pensando qué era peor: esperar a que todo quedara reducido a cenizas o ingresar a la mansión donde cada espacio tendría la esencia de Elvis. Vio a Elros, quien se había quedado cerca de Luna y de Natasha. Hasta ese momento no había pensado en que era hora de que el pequeño comiera algo y durmiera, así que les indicó a Sophia y a Arabella que lo llevaría a descansar, y luego se encaminó hacia él. ―¿Netalí? ―decía el niño incapaz de pronunciar el nombre de manera correcta―. ¿Está dentro de tu pancita? ―preguntó con inocencia mientras alargaba una de sus pequeñas manos para tocar el vientre de Natasha. Luego rió mientras tocaba con ambas manos―. ¡Mami, aquí adentro hay un bebé! ―informó como si fuera un gran descubrimiento para él. Annick le sonrió y le explicó que también él había estado en su vientre cuando era muy pequeñito. Sabía que su hijo era muy curioso, y no pararía de hacer preguntas hasta quedarse dormido. ―Natasha, ¿trajiste alguna maleta? Si gustas, algún elfo puede ayudarte a instalarte en tu habitación ―miró también a Luna―. Luna, es hora de ir a descansar. Sé que esta noche será particularmente difícil, y tal vez no sea sencillo conciliar el sueño; pero les pido que intenten hacerlo. No me gustaría que se enfermen. Yo llevaré a Elros a comer algo ligero antes de llevarlo a dormir; si gustan, puedo pedir a los elfos domésticos que les preparen algo. Luego observó un figura en la que no había reparado (Shelle). Estaba junto al chico de cabello y ojos oscuros (Mael). También miró de reojo hacia Mica, quien había estado tan apartada que intuyó que no permanecería en la mansión. No intentaría retener a nadie, porque ella misma se sentía perdida e incompleta sin Elvis. * * * * * * * Después de tomar un poco de leche y un pequeño trozo de sándwich, Annick llevó a Elros a su habitación, que había sido preparada por Dido, su elfina doméstica, mientras la ceremonia había transcurrido. No pasó mucho rato antes de que el pequeño se quedara dormido luego de haber preguntado un par de veces a qué hora regresaría su papá para que le leyera un cuento. La pelirroja permaneció un largo rato velando el sueño de su hijo, mientras derramaba algunas lágrimas y se preguntaba hasta cuándo el pequeño lograría comprender que Elvis no regresaría. Luego se secó las lágrimas, le dio un beso en la frente y volvió a arroparlo. Entonces miró la puerta que conectaba la habitación de Elros con la suya, y se preguntó si tenía la fuerza necesaria para ingresar a ese espacio que durante varios años había compartido con su esposo. Era claro que no podía permanecer a lado de la cama de su hijo durante toda la noche… Al ingresar a la habitación, sintió que el aire le faltaba. Pasó la mirada por todo el sitio, donde reparó en varios objetos relacionados con Elvis. Se acercó hacia la mesita de noche y observó una fotografía de su boda y otra de Elros. Annick tomó la foto del día de su boda y se sentó sobre el borde de la cama mientras intentaba acariciar la imagen del hombre al que tanto amaba; pero sabía que él ya no podría sentir su caricia. Estiró la mano para volver a poner la foto en su lugar y se dio cuenta de que se había sentado en el lado donde Elvis solía dormir, así que tomó la almohada y la acercó hacia ella para abrazarla. Se dio cuenta de que aún tenía impregnado el aroma del mago y no pudo evitar comenzar a llorar con más fuerza de la que lo había hecho durante la ceremonia. Ahí nadie podía observarla. Ese espacio era solo de ella y de Elvis, así que no reprimió su dolor. «¿Por qué, mi amor? ¿Qué haré sin ti?», pensó mientras sollozaba. El tiempo no era algo que le interesara, así que no fue consciente de cuánto tiempo estuvo llorando. Serían altas horas de la noche cuando por fin se recostó sobre el lecho; pero no se preocupó en ponerse una ropa más cómoda. Simplemente se acostó abrazada a la almohada de su esposo mientras se hacía más y más fuerte un atormentador pensamiento: si ella hubiese estado en casa, si no se hubiese ausentado, quizá Elvis seguiría con vida. Las horas pasaban con dolorosa lentitud. Por momentos se quedaba dormida debido al cansancio, pero al poco tiempo volvía a despertar porque sus propios pensamientos se empeñaban en seguir torturándola: ¿Cómo haría para educar a Elros? ¿Podría seguir viviendo en la mansión ahora que su esposo ya no estaba? ¿La tragedia se hubiese podido evitar si ella hubiera regresado a casa antes de tiempo? ¿Cómo haría entender a su pequeño hijo lo que implicaba que su padre hubiese muerto? ¿Qué pasaría con Elros si algo le ocurría también a ella? La pelirroja agradeció cuando los débiles rayos de sol comenzaron a colarse por la ventana. La cabeza le dolía un poco debido a que no había dormido, pero sabía que no tenía caso intentar conciliar el sueño porque la revolución de pensamientos lo impedirían; así que se puso en pie y decidió tomar una ducha. Luego de vestirse, se miró en el espejo y descubrió que ni siquiera el agua había logrado reducir las ojeras ni el enrojecimiento de sus ojos que delataban que había dormido poco o nada y que más bien se la había pasado llorando. ―Dido ―la elfina apareció casi de inmediato―, por favor, dile al resto de los elfos que comiencen a preparar el desayuno; luego encárgate de avisar a la familia que hay cosas importantes de las que debemos hablar. Espera a que despierten y diles que nos veremos en la sala al medio día ―mientras hablaba observó su argolla de matrimonio―. Y voy a pedirte que vayas con Eneas y le ayudes a traer nuestra ropa y a mis mascotas. Regresaremos a vivir aquí…
  9. Cuando Arabella y Sophia hablaron acerca de lo grandes que estaban sus hijos, Annick sonrió débilmente al imaginarlos. Hacía mucho tiempo que no los veía, y era probable que en ese periodo los cuatro hubiesen cambiado demasiado. No pudo evitar pensar en Elros, e intentó imaginar cómo sería de grande. Quizá se parecería mucho a Elvis, o al menos eso era lo que ella había deseado desde el momento en que supo que estaba embarazada. ―Ha pasado mucho tiempo de eso ―respondió a su prima Granger en relación a sus épocas de estudiantes, y esbozó una leve sonrisa, más de nostalgia que de alegría―. Me pregunto qué será de nuestros amigos y familia… Quizá era por la tristeza que de por sí pesaba sobre ellas, pero todos los recuerdos hermosos eran tan distantes que más bien parecían parte de un sueño del que estaban despertando. ―Ojalá se encuentren bien ―murmuró antes de volver a vaciar el vaso. Observó cómo su prima y su cuñada se recostaban sobre el pasto y se preguntó qué pasaba por sus mentes en ese momento. Por su parte, ella no deseaba pensar, ni sentir. Lo único que se le ocurrió que podría aliviar su dolor era fundirse con la nada y con silencio.
  10. Mientras la ceremonia continuaba, Annick fijó la mirada en Arabella y descubrió que parecía cansada, como si la tristeza representara un gran peso para ella. También observó a sus hijas: Natasha acariciaba su vientre y parecía perdida entre sus propios pensamientos, y lamentó que hubiera regresado a casa justo en un momento como ese. Luna parecía no saber qué decir, contrario a su carácter parlanchín. Sophia estaba más callada de lo normal; y su cuñada se había apartado un poco. Incluso el chico de cabello oscuro (Mael) parecía no saber cómo encajar en aquella situación; sin embargo ninguno se movía de su lugar. Annick se preguntó qué debían hacer. Intuía que el fuego continuaría crepitando durante varias horas, pero quizá no valía la pena seguir prolongando la tristeza de los dolientes. Lo primero que le vino a la mente fue la idea de que Elvis hubiese sabido cómo proceder. No solo los hubiese reconfortado a todos sino que seguramente hubiese sabido en qué momento enviarlos a descansar y cómo hacer para intentar retomar el ritmo normal de la vida. Ese era el tipo de acciones que el exauror hacía no solo por su rol como patriarca de la familia, sino también porque había sido un hombre sabio y de buen corazón. Sin embargo lo habían perdido para siempre, y la pelirroja era consciente de que sus hijas e hijos necesitaban de su fortaleza como madre, pero en ese momento ella se sentía incapaz de tomar las riendas de la situación. No sabía qué decirles. No sabía qué hacer. Ni siquiera sabía si quería entrar a la casa donde todo en su interior le recordaría a Elvis. ―Mamá, ¿quenes son esos señores, mami? ―Elros señaló en dirección al lindero del bosque. El niño levantó la mano y la agitó como si respondiera un saludo desde la distancia; pero Annick no comprendía qué era lo que su hijo decía. De pronto percibió una sensación de calor en el dedo pulgar donde había colocado el anillo que hacía un rato había retirado de la fría mano de Elvis. Se lo había puesto para no perderlo y también para tener cerca de ella algo de su esposo, y ese era el único dedo donde había ajustado debido a la diferencia de tamaño entre sus manos y las del mago. La pelirroja pasó el pulgar contrario sobre la piedra azul del anillo y notó que estaba muy caliente, sin embargo no lastimaba su piel. Le pareció extraño. Nunca se le había ocurrido preguntarle a Elvis si el anillo poseía alguna cualidad mágica. Entonces levantó la mirada y entreabrió un poco los labios debido a la sorpresa, porque en ese momento pudo comprender lo que Elros había dicho. ¿Era el anillo lo que le permitía ver aquello que al parecer su hijo era capaz de observar gracias al vínculo de sangre que lo unía con los espíritus? Después de todo, el anillo representaba un lazo entre Elvis y sus ancestros, y ahora estaba en posesión de Annick. ¿Solo Arabella, Mica y Elros eran capaces de ver a sus propios ancestros, y la única manera en que la pelirroja había logrado ser partícipe de la escena era gracias a ese objeto que su esposo había heredado de ellos? ¿O acaso todos los presentes podían visualizar los espíritus sin necesidad de que descendieran de ellos en línea directa? ―Son tus abuelos, mi cielo ―le susuró a Elros mientras volvía a colocarse en cuclillas junto al niño. No estaba segura de que los demás pudieran ver lo mismo que ellos, por eso prefirió modular su voz para que solo su hijo la escuchara―. Ellos son los padres de papá, y sus tíos… Han venido por papi, porque ahora debe estar con ellos. Justo en ese momento una quinta figura se acercó a los espíritus, y Annick pudo reconocer a su amado esposo. ¿Acaso les sonreía desde la distancia? Ella también intentó sonreír, aunque las lágrimas seguían brotando de sus ojos. Y tal como lo habían hecho en vida, pareció que ambos se comunicaran solo con la mirada, y la pelirroja asintió como si le prometiera a Elvis que cuidaría bien de Elros. Luego todos los espíritus se encaminaron hacia el bosque y se perdieron entre los árboles. ―No quero que papi se vaya ―murmuró Elros con tristeza. ―Lo sé, mi amor, pero no podemos impedirlo ―dijo la pelirroja abrazando con fuerza al pequeño, luego se separó un poco para poder mirarlo a los ojos, cuyo color era idéntico a los de ella―. Aunque ya no podamos verlo, sé que él estará aquí con nosotros mientras lo recordemos. Y como nunca vamos a olvidarlo, él estará siempre aquí ―le sonrió y le dio un beso en la frente. Supo que no podía seguir evitando la situación, así que tomó la manita de Elros, se puso en pie y se dirigió a todos: ―Creo que es momento de dar por finalizada la ceremonia... Natasha, necesitas descansar. Tú también, Luna. Todos… ―quizá algunos desearían permanecer más tiempo ahí. No se los impediría; pero creía que aquello solo les provocaría más tristeza de la que de por sí los acompañaría en las siguientes semanas―. El fuego tardará varias horas en apagarse. Esperar aquí sería muy pesado ―dejó que cada uno decidiera qué hacer, mientras tanto ella se acercó a Arabella―. Gracias, fue una ceremonia hermosa. Después habrá que decidir dónde colocaremos las cenizas ―le pareció que la bruja lucía muy cansada, pero lo atribuyó a la tristeza de la situación―. ¿Te sientes bien, Arabella? ―miró a Sophia y le hizo una señal para que acercara, porque no estaba segura de si debía preocuparse o no.
  11. De un momento a otro aumentó un poco el número de asistentes al funeral. La pelirroja lo agradeció en silencio a pesar de que a la mitad de ellos no los conocía. Desde su punto de vista, Elvis merecía ser despedido por varias decenas más; no por sus hazañas, que habían sido muchas, sino simplemente por ser una de las mejores personas que ella había conocido; y estaba segura de que él había influido de manera positiva en muchísima gente. Entre los recién llegados hubo un rostro que le alegró ver: su hija @. No recordaba cuándo había sido la última vez que se habían visto, pero su presencia le regresaba la fuerza que por momentos la abandonaba. Quizá por eso se conmovió aún más al ver cómo ella y @@Luna Gryffindor Delacour se abrazaban y hablaban con complicidad de hermanas. Ambas habían perdido un padre y eso no era nada sencillo, así que ambas merecían más que ese momento. Mientras Luna hablaba y le pedía a Kassandra que se quedara, Annick no pudo evitar mirar de reojo al chico de cabello y ojos oscuros (Mael) que hacía un rato se había acercado al féretro de Elvis. Lo había visto dejar algo, pero no había logrado ver qué era. Sin embargo no era eso lo que le daba vueltas en la cabeza, sino el hecho de que ella no lo conocía, y se preguntaba si el chico había sido amigo de su esposo. La pregunta de Kassandra acerca de si pensaban quedarse hizo que la pelirroja se centrara nuevamente en la conversación con sus hijas. Lo único de lo que estaba segura era de que le sería muy difícil acostumbrarse a vivir sin Elvis. Por eso una parte de ella deseaba tomar a su pequeño hijo y alejarse de todo lo que pudiera recordarle su ausencia, porque estaba segura de que el dolor de su pérdida no desaparecería con el paso del tiempo; pero otra parte sentía la responsabilidad de continuar con el legado del patriarca y protector de la familia. ―No voy a mentirles ―con ellas dos podía abrir su desolado corazón sin ningún temor―, me es difícil imaginar vivir aquí sin su padre; pero sé que no me sentiría bien si me marcho y dejo atrás todo lo que él formó con tanto esfuerzo ―usó ambas manos para acariciar con cada una los rostros tanto de Luna como de Kassandra, e intentó dedicarles una sonrisa que quizá no brillaría tanto en su lloroso rostro―. Sepan que su padre estaba orgulloso de ustedes. Ambas son mujeres fuertes, y estoy segura de que no necesitan que alguien las proteja ―miró especialmente a Kassandra, cuyo esposo y manada seguro la cuidarían y eso hacía que Annick sintiera un poco de tranquilidad―, pero sepan que este siempre será su hogar y pueden contar conmigo para lo que necesiten. Aunque sea difícil, permaneceré aquí junto con Luna, Natasha y todos aquellos que deseen quedar. Además creo que lo mejor para Elros es estar cerca de sus hermanos. Aún no entendía bien lo que Luna había explicado a Kassandra acerca del tal Mael y Shelle, e intuía que había información importante que desconocía, por eso estaba cada vez más convencida de permanecer en la mansión. ―Kassandra, me da mucho gusto saber que vives en un hermoso lugar y que eres feliz a lado de tu esposo y los suyos. Puedes quedarte aquí el tiempo que quieras, pero comprenderemos que debas regresar con Groter ―la misma Annick sabía el matrimonio implicaba un lazo de unión que la sangre no podía romper―. Estoy segura de que el espíritu de Elvis continuará aquí mientras algún Gryffindor con sus mismos ideales continúe con su legado, y sé que ustedes dos, donde sea que se encuentre, seguirán el mismo camino que él. Solo cuídense mucho...
  12. «La muerte es más dura asumirla que padecerla». Esa frase nunca antes había sido tan significativa para Annick como en ese momento, ni siquiera luego de ser plenamente consciente de la muerte de sus padres y hermano. Perder a Elvis representaba un dolor que no tenía comparación, porque había visualizado toda su vida junto a él desde el día en que se habían casado. Sin embargo esa vida se había derrumbado de un momento a otro, y eso la hacía sentir vacía, despojada, e inmersa en una oscuridad de la que no podría salir. Con el corazón apesadumbrado, tanto ella como el pequeño Elros se unieron al semicírculo que se formó detrás de Arabella para comenzar la ceremonia. A pesar de no comprender la lengua natal de la escocesa, el hermoso cántico con el que dio inicio fue una especie de bálsamo que aligeró un poco la opresión que sentía en el pecho. «Déjenlo ir, no lo aten aquí, dejen que su alma sea libre». Esas palabras fueron como afiladas espinas para la pelirroja. Su mente las entendía, pero no su corazón. No era sencillo dejar ir a quien creyó que sería su compañero hasta que la vejez los alcanzara, mucho menos teniendo un hijo tan pequeño... Un par de gruesas lágrimas brotaron de sus ojos, pero asintió. Luna fue la primera en despedirse e hizo sonar una canción. Aunque la fenixiana se disculpó por su selección, Annick sabía que nadie de la familia se atrevería a cambiar las melodías, porque cada uno diría adiós como su corazón lo indicara. Mientras la música se reproducía, un grito desgarrador atrajo la atención de la pelirroja. Al instante identificó las notas de dolor que impregnaban aquella expresión. Miró atrás y logró reconocer a Natasha justo antes de que cayera desmayada. Annick hizo una seña a los demás para indicar que ella se encargaría. Se acercó a su hija y lo primero que notó fue su vientre. ―Enervate ―murmuró apuntando la varita hacia la castaña, quien comenzó a reaccionar casi de inmediato―. Natasha, ¿estás bien? Lamento que hayas llegado en este momento. Pero aunque sea triste, llegas justo a tiempo para despedirte de tu padre ―no había tiempo para explicar lo que había ocurrido; además, ni siquiera Annick lo entendía. Quizá en próximos días se pondrían al tanto. Por eso simplemente le tendió la mano para ayudarla a levantarse y la condujo hacia el semicírculo, donde comenzaba a alcanzarlos la calidez del fuego que ardía en la pira. Cuando terminó la segunda canción que había elegido Luna, hubo un momento de silencio en el que solo se escuchó el crepitar de las llamas. Arabella había dicho que no era necesario decir o hacer algo; que cada uno podía despedirse como deseara. Annick respiró profundo, tomó la mano del pequeño Elros y comenzó a entonar una triste canción; primero como un susurro, hasta que poco a poco aumentó el volumen de su voz: Where are you this moment? Only in my dreams. You're missing, but you're always A heartbeat from me. I'm lost now without you, I don't know where you are. I keep watch.ing, I keep hoping, But time keeps us apart. Is there a way I can find you? Is there a sign I should know? Is there a road I could follow To bring you back home? Winter lies before me Now you're so far away. In the darkness of my dreaming The light of you will stay. If I could be close beside you, If I could be where you are, If I could reach out and touch you And bring you back home. Is there a way I can find you? Is there a sign I should know? Is there a road I can follow To bring you back home to me? Con la última palabra cerró los ojos y un par de lágrimas rodaron por sus mejillas. Mantuvo los ojos cerrados y pudo visualizar a Elvis sonriéndole antes de besarla el día que se casaron. Con esa imagen en mente, levantó la varita y murmuró: ―Expecto patronum ―surgió un águila real de color plateado que extendió las largas alas y las batió para emprender el vuelo; pero no remontó hacia el cielo. El ave voló hacia la pira y atravesó las llamas en dirección al ataúd. No salió del fuego, porque Annick la había enviado a posarse sobre el pecho de Elvis como un símbolo de que una parte de ella moría con él. Después de todo, «a menudo el sepulcro encierra, sin saberlo, dos corazones en un mismo ataúd». Durante un breve momento el fuego se intensificó, como si el patronus también hubiera comenzado a arder. Aún con la varita en mano, la pelirroja se colocó en cuclillas detrás del más pequeño de sus hijos, lo rodeó con ambos brazos y posó su mejilla junto a la de él mientras ambos observaban la pira. ―Lloramos debido a que nos es difícil comprender por qué alguien como tú pudo ser tocado por la muerte, y nos negamos a aceptar que ya no estarás a nuestro lado ―su rostro aún estaba junto al de Elros, pero mantenía la mirada fija en el fuego―. Pero eres libre. Vuela. Vuela como lo hiciste en vida, y regresa al lugar de donde proviniste… https://www.youtube.com/watch?v=OVxfVKBzO5A
  13. Mientras su prima Sophia se despedía de Elvis, Annick fijó la mirada en la estructura de madera que Arabella había formado. La ceremonia aún no comenzaba, pero la pelirroja había deducido que tendría elementos celtas y que culminaría con la incineración del cuerpo de su esposo. No se arrepentía de haberle pedido a Bella que se encargara del asunto, porque sabía que haría una ceremonia digna de ese noble hombre que yacía ante ellos. Durante la espera, poco a poco los pensamientos de Annick se arremolinaron como una neblina que le ofuscaba los sentidos. Sabía que toda la familia estaba experimentando el mismo dolor que a ella le desgarraba el alma, sin embargo se sentía distante, como si de pronto la oscuridad y el silencio la hubieran rodeado con un manto hermético y la aislaran de todo el mundo... Había perdido al amor de su vida y, junto con él, había perdido parte importante de su propia esencia. Lo único que en ese momento podía mantenerla en pie era su pequeño hijo, que representaba un lazo inquebrantable de su unión con Elvis. Sin embargo, todo lo que alguna vez había sido importante dejó de tener sentido, y lo que antaño le había provocado incertidumbre fue drásticamente reemplazado por un inquietante pensamiento que comenzaba a producirle una profunda angustia: ¿había aprovechado cada momento a lado de su esposo y había hecho todo lo posible por hacerlo feliz? Elros la hizo volver a la realidad de golpe, pues se rebulló entre sus brazos al tratar de enderezarse para poder mirar el cielo. Annick no se había dado cuenta de que el niño había estado observando a Mael; así que cuando la pelirroja se percató de que su hijo elevaba la mirada hacia el cenit, ella hizo lo mismo y descubrió que la Marca Tenebrosa había desaparecido. No supo si alguien la había borrado, pero agradeció que no mancillara la ceremonia; porque su presencia, más que inquietud, le provocaba una sombría desazón al comprender que nadie había acudido ante su aparición. Ni el Ministerio de Magia ni aquel célebre grupo al que Elvis había dedicado gran parte de su vida, y cuyas proezas al parecer no habían representado nada. ―Mi cielo ―susurró a su pequeño hijo mientras se inclinaba un poco para bajarlo, pues ya no era capaz de sostenerlo en brazos tanto tiempo como cuando era bebé―, la tía Arabella hará algo muy hermoso para despedir a papá. Así que debemos estar atentos a lo que ella diga y haga. ¿Sí? Te prometo que después te llevaré a tu habitación para descansar. Le dio un beso en la frente e intentó sonreírle, pero las lágrimas se negaban a dejar de fluir. Cada vez se convencía más de que nunca sería capaz de dejar de llorar. Se puso nuevamente en pie, pero Elros volvió a rodearle las piernas para ocultarse en su regazo. Annick miró alrededor y vio que algunas otras personas se habían sumado a la comitiva, incluida Mica, quien fue la única a la que reconoció debido a que todos se mantenían a una distancia prudente y a que las lágrimas le nublaban la vista. Intuyó que quizá no se acercarían más, y lo comprendía. Cada quien estaba ahí por diversos motivos. Y cada quien afrontaba el duelo de manera diferente. Intentó limpiarse las lágrimas y acarició el cabello de su hijo a la espera de que Arabella diera comienzo con la ceremonia.
  14. Nombre: Elros Frasier Gryffindor Edad: 5 años Nacionalidad: Inglesa Raza: Humana Personaje principal al que está asociado: ~ Annick McKinnon ~ Elvis F. Gryffindor Relación con el personaje principal: Hijo Aspecto Físico: Heredó los ojos verde esmeralda de su madre. Su cabello continúa siendo suave y revuelto como cuando era bebé pero, aunque sigue siendo rubio, con el paso del tiempo ha adquirido un tono ligeramente más oscuro en algunos mechones. Cualidades Psicológicas: Desde bebé se caracterizó por ser muy tranquilo y apegado a su madre, aunque también le agradaba estar con su padre en ciertos momentos, sobre todo durante la noche. Siendo el menor de la familia Gryffindor ha crecido muy consentido tanto por sus padres como por sus hermanos, tíos y primos. Sin embargo, por ser el único hijo sanguíneo de Elvis, se tienen grandes expectativas de él y se espera que resalte en algún punto y que llegue a igualar (o incluso a superar) las habilidades de su padre. A pesar de ser un niño tranquilo, es bastante alegre y parlanchín. Habla de manera fluida aunque, como todo niño de su edad, pronuncia mal varias palabras o estructura mal las oraciones. Usualmente suele reír a carcajadas y hablar incluso con desconocidos, y solo en extrañas ocasiones se muestra reservado. Le gusta correr y jugar con las mascotas de Annick; además adora que sus padres le lean un cuento antes de dormir. Aprende rápido y le encanta armar cosas con cualquier tipo de objetos que esté a su alcance, y es muy imaginativo para crear sus propios juegos. Historia Nació en el seno de la familia Gryffindor, hijo de Annick y Elvis. Fue un embarazo tranquilo, sin problemas; sin embargo, su llegada provocó que sus padres pensaran en llevar una vida un poco más tranquila, así que Annick dejó el Cuartel de Aurores para enfocarse en la familia y en el bienestar del bebé. Elvis pensaba permanecer en ese departamento, pero el cambio drástico en las tareas, a pedido de sus líderes de la Orden del Fénix, lo llevó a tener un pensamiento dividido entre lo que quería y lo que debía, rindiéndose finalmente por aceptar el puesto como Director de la Universidad, una tarea tranquila que le permitía pasar más tiempo con la familia. El apoyo incondicional de la familia Gryffindor fue muy importante para que el parto se llevara a cabo dentro de la vivienda. Alessandra, nieta de Annick y Elvis, ayudó a Annick a dar a luz. Por fortuna no se presentaron complicaciones y no tuvieron que ir a San Mungo ya que otro miembro de la familia, Luz del Carmen, ayudó a la revisión de los signos vitales del bebé y de la madre. Poco antes de cumplir 4 años dio sus primeras muestras de magia: había logrado hacer una torre de poco más de 20 centímetros de altura con pequeños cubos, pero al colocar otro bloque provocó que la torre se inclinara y comenzara a tambalearse; sin embargo, justo antes de que se derrumbara, hizo que los cubos quedaran suspendidos en el aire durante varios segundos. Elros ha crecido siendo un niño feliz, saludable y muy amado. Sin embargo, la repentina muerte de Elvis lo ha dejado sin un padre a la corta edad de 5 años; e incluso corre el riesgo de crecer lejos de la familia Gryffindor en caso de que Annick no logre sobrellevar la idea de continuar viviendo en un sitio que le recuerda tanto a su amado esposo. Otros datos: ~ El nombre de Elros fue elegido por sus padres debido a que las primeras letras hacen alusión al nombre de Elvis, pero también lo decidieron por su significado: "rocío de estrellas", ya que su llegada representó luz y alegría para el matrimonio Gryffindor. ~ Thomas E. Gryffindor es Elros en el futuro. Llegó con 20 años de edad, por lo que la familia cuenta con dos Elros en la actualidad; sin embargo nadie sabe de la existencia del mayor, quien tomó el nombre de Thomas y ha ocultado su verdadera identidad para todos, salvo sus padres. ~ Aún desconocen por qué el pequeño Elros es rubio y no pelirrojo como Thomas. ~ Ley Gryffindor Rosier es la madrina de Elros bebé y Arabella Gryffindor es la madrina de Thomas en aquel futuro. ~ El giratiempos que hizo llegar a Thomas a la época actual se desintegró, por lo que le fue imposible regresar a su propia temporalidad. ~ Hay un pacto de por medio que prohíbe comentar cualquier dato de Elros mayor al menor, ya que no deben correr el riesgo de cambiar las cosas del pasado. ~ Durante el funeral de Elvis, Annick tomó algunos objetos que habían sido importantes para el fenixiano y los guardó para que Elros pudiera conservar recuerdos materiales de su padre: un anillo de oro con una piedra azul incrustada; una cadena y dije de plata con las iniciales AG, de donde se desprenden un par de alas; y la varita de roble negra con arabescos plateados que había acompañado al exauror durante todas sus batallas. ~ En su habitación Elros tiene varias fotografías a lado de Elvis. Annick se las muestra cada noche antes de dormir y le habla acerca de él para que no lo olvide. Condiciones de utilización: ~ Utilizado principalmente por los padres: Annick McKinnon y Elvis F. Gryffindor. ~ Todos los hijos, nietos y primos de Annick y Elvis tienen permitido usarlo para enriquecer el rol familiar.
  15. Elros Gryffindor Annick aún cargaba en brazos a su hijo, quien aprovechó para rodear el cuello de su madre y posar la cabecita sobre su hombro. Comenzaba a sentirse triste. No entendía por qué su mamá lloraba y por qué su papá no despertaba para abrazarlo y jugar con él. De pronto algo llamó la atención del niño: un búho negro descendió sobre los terrenos de la mansión, pero pronto desapareció y en su lugar emergió un muchacho. Eso le recordó que su papá, Elvis, podía hacer lo mismo. Hacía tiempo, en el interior de la mansión, Elvis le había mostrado a su hijo su habilidad de animago. Al principio Elros se impresionó bastante al ver desaparecer a su padre, pero luego de un rato corría por toda la sala riendo a carcajadas mientras intentaba atrapar al búho que revoloteaba de un lado a otro y que de repente volvía a transformarse en su papá. Aún con la cabecita posada en el hombro de su madre, Elros fijó la mirada en Mael, quien se había quedado parado a lado de las estatuas sin que nadie se diera cuenta hasta ese momento. En otras circunstancias el niño hubiera corrido hacia él y le hubiera pedido que se transformara nuevamente en ave; pero en ese momento se sentía tan desanimado que simplemente se limitó a observarlo y a mover su manita como para saludarlo de lejos.
  16. Al estar reunidas las cuatro, Annick supo, por los sombríos rostros que las acompañaban, que todas intentaban sobrellevar la pérdida de Elvis. Por eso no se sintió fuera de lugar; al contrario. Quizá la compañía de ellas era el único sitio en el que podía encajar en ese momento. Disfrutó ver las reacciones de cada una de sus acompañantes. Eran tan propias de ellas: Arabella con sus acciones de dama refinada; Mica con la sencillez de una mujer que había pasado por mucho pero que había aprendido a salir adelante; y Sophie con una actitud alegre que lograba arrancar una sonrisa aún durante un momento tan triste como el que vivían. ―Salud ―respondió ante el brindis que proponía su prima. Bebió todo el contenido del vaso casi de un trago, pero al instante se arrepintió. El líquido le provocó una sensación de quemazón en la garganta y en el esófago que la hizo comenzar a toser. ―¿Qué es? ―preguntó carraspeando y refiriéndose a la bebida que le habían servido y que había tomado sin antes preguntar. Sonrió por primera vez desde que había regresado a Ottery; y, aunque no era una sonrisa alegre como en pasadas ocasiones, al menos sí era la primera sonrisa auténtica que se le escapaba. Estiró la mano con la que sostenía el vaso en dirección a Polo para que volviera a llenarlo. ―Supongo que la segunda vuelta ya no me tomará desprevenida ―dijo refiriéndose al pequeño episodio de tos que le había provocado el primer trago―. Por los que se nos han adelantado… ―dijo volviendo a levantar la copa y bebiendo con rapidez antes de que las lágrimas rodaran por su rostro. Annick pensaba que en ese momento no era la mejor compañía para nadie, pues ante el más mínimo detalle que le recordara a su esposo ella era incapaz de evitar que los ojos se le anegaran de lágrimas; pero al mismo tiempo consideraba que solo quienes habían amado a Elvis (tanto como ella) podrían comprenderla. Y esas personas sin duda eran ellas tres.
  17. Mientras Annick intentaba explicar a Elros algo que a ella misma le costaba trabajo asimilar, se percató de que Arabella se acercaba a alguien que hasta ese momento al parecer nadie más había visto: Agatha. ―Tranquila, Bella ―dijo reincorporándose nuevamente ante la sorpresiva reacción de su prima―. Dice que viene simplemente a presentar sus respetos a Elvis. Permítele hacerlo. Si viene solo a eso, no provocará problemas ―la pelirroja lanzó una mirada a Agatha como advirtiéndole «si no»―. Mica debe estar por regresar. Sophie la ha llamado ―informó a ambas. Annick observaba a Arabella, pues aún no soltaba a Agatha de los hombros; pero tuvo que desentenderse de la situación y confiar en el criterio de Bella porque Luna le susurró que la acompañaran a despedir a Elvis. La pelirroja tomó la pequeña mano de Elros y los tres se dirigieron hacia el féretro. Al llegar, levantó a su hijo en brazos para que pudiera observar mejor, aunque ya no le resultaba tan fácil cargarlo como cuando era bebé. La primera en acercarse fue Luna. Annick observó cómo la joven besaba la frente de su padre y le dedicaba unas hermosas palabras. Luego, cuando Luna se separó un poco del féretro, ella se acercó junto con el más pequeño de los Gryffindor. ―Papito ―llamó Elros, y se inclinó un poco mientras estiraba una mano como si esperara que Elvis se pusiera en pie y lo abrazara como solía hacerlo―. Papi ―insistió. ―Él ya no puede respondernos, mi vida. Ya no podrá estar con nosotros. Por eso debemos decirle adiós así como tu hermana Luna lo ha hecho ―explicó Annick con ternura, mientras un par de lágrimas rodaban por sus mejillas―. ¿Escuchaste que Luna le dijo a papá que lo quiere mucho? ―el niño asintió levemente, pero con un semblante que demostraba que no entendía del todo lo que estaba ocurriendo―. Tú también quieres mucho a papi, ¿no es así? Díselo. Y dile adiós. ―Te quiedo mucho, papito ―murmuró recargando su cabeza en el hombro de Annick y observando el cuerpo inerte de Elvis como si no entendiera por qué él simplemente no se levantaba y le sonreía como siempre―. Adiós. Annick besó a su hijo en la mejilla. ―Descansa en paz, mi amor ―fue su turno de despedirse para siempre del hombre que más había amado―. Jamás dejaré de amarte. Eres el hombre más valiente, más honesto y más justo que he conocido. Intentaré educar a Elros de la mejor manera posible para sea un gran hombre como tú, y me aseguraré de que nunca te olvide. Gracias por hacerme tan feliz ―tomó aire para poder continuar sin que la voz se le quebrara―. Prometo que cuidaré a nuestros hijos... Te amamos. Siempre lo haremos. Y vivirás en nuestro corazón por siempre. Volvió a llevarse una mano a los labios y depositó un beso que luego llevó a los fríos labios de Elvis. Acarició por última vez el rostro de su amado esposo y se separó para que Arabella pudiera comenzar con la ceremonia.
  18. Mientras esperaba el regreso de su elfina doméstica, Annick captó algunas palabras que Luna le dirigía a su interlocutor. Decía algo acerca de que no les dejaría la casa «a ellos». ¿Quiénes eran «ellos»? ¿Y por qué su hija hablaba de que querían guerra? La pelirroja sentía que la cabeza comenzaba a darle vueltas y experimentó un repentino mareo. Solo por poco logró mantener el equilibrio y permaneció quieta mirando un punto fijo hasta que la sensación de vértigo disminuyó. Justo en ese momento Luna hablaba acerca de la necesidad de hacer algo para evitar la inesperada partida de Elvis. ―A mí también me gustaría hacer algo para cambiar la situación, Luna. Si existiera alguna manera de poder traerlo de vuelta, te prometo que no dudaría en hacerlo; pero lamentablemente no podemos modificar lo ocurrido ―murmuró mientras se acercaba a su hija y le daba un abrazo para reconfortarla. De pronto, mientras Luna seguía hablando, un borroso y lejano recuerdo se dibujó en la mente de Annick: hacía muchos años una de sus amigas le había contado acerca de alguien que había muerto y había sido traída de regreso a la vida por antiguos miembros de la Orden del Fénix. Sin embargo, lejos de alegrarse, sintió un pinchazo de dolor al pensar en que lo más probable era que Elvis no quisiera regresar… ―No digas eso, Luna ―Annick tomó con sus manos el rostro de la fenixiana y fijó sus ojos en los de ella―. No eres débil ni fue tu culpa ―la pelirroja aún no comprendía en qué circunstancias había muerto Elvis, más tarde lo averiguaría, sin embargo estaba casi segura de que Luna no tenía ninguna responsabilidad en lo ocurrido―. Estoy segura de que si hubiéramos sabido lo que ocurriría, hubiésemos hecho hasta lo imposible para evitarlo; pero no podemos culparnos por lo que está fuera de nuestras manos. Le dio un beso en la frente y volvió a estrecharla en brazos. Mientras tanto un leve crac sonó a mitad de los jardines. Dido, la elfina doméstica de Annick, apareció junto con Elros. ―No sé cómo explicárselo a Elros ―murmuró. Elros F. Gryffindor ―¡Mami! ―el pequeño corrió en dirección a Annick con esa enorme sonrisa que iluminaba su rostro infantil. Su cabello revuelto se había tornado ligeramente castaño en algunos mechones, pero en él seguía predominando el tono rubio que lo había caracterizado desde bebé. Al acercarse a su madre dio un par de saltos y la abrazó, aunque tenía que ponerse de puntillas y solo lograba rodearle las piernas. Luego miró en dónde se encontraban y reconoció el jardín. En su rostro se formó una expresión de alegre asombro. ―¿Ya vamos a vivir otra vez con papá? ¿Sí, mami? ¿Vamos a vivir con papito en su casa? Annick no pudo reprimir un sollozo, pero de inmediato intentó controlarse. Era la primera vez, desde que se había enfrentado a la tragedia, que hacía un verdadero esfuerzo por reprimir las lágrimas. Tenía que ser fuerte por su pequeño hijo, quien a sus escasos cinco años probablemente no comprendería del todo lo que estaba a punto de explicarle. La pelirroja se limpió el rostro con la mano y luego se colocó en cuclillas para ponerse a la altura de su hijo. Le acomodó un poco el alborotado cabello, le dio un beso en la frente e intentó esbozar una sonrisa, pero le dolía el alma el solo hecho de intentar ese gesto. Respiró profundo. ―Mi vida... ―una nueva lágrima rodó por la mejilla de Annick, y la sonrisa de Elros desapareció para dar paso a un gesto de asombro. ―Mami, ¿por qué lloras? No llores. ¿Te duele algo, mami? ―Elros, mi cielo ―la ojiverde respiró hondo e intentó hablar con voz tranquila y dulce mientras acariciaba el rostro de su pequeño―, no podemos volver a vivir con papá porque él ha muerto... y eso significa que ya no podremos verlo. Por eso venimos a despedirnos de él, y a decirle que lo queremos mucho y que lo extrañaremos. Hacía varios meses la pelirroja le había hablado a su hijo acerca de la muerte cuando Snow, el gato de una de sus amigables vecinas, había muerto; sin embargo ella era consciente de que comprender la muerte de su padre sería un proceso mucho más difícil de asimilar que el deceso de un gato.
  19. Annick se detuvo y observó la fachada de la mansión Granger durante algunos minutos. Desde hacía unos días una repentina idea había tomado forma en su mente: regresar a vivir a ese sitio. La casa de los Gryffindor ya no le parecía un hogar sin Elvis, y la presencia de Mael y Shelle le resultaba incómoda, incluso indeseable. La pelirroja simplemente no quería que Elros estuviera en un lugar donde ya no se sentía el amor con el que Elvis lo había llenado en vida, y en donde al parecer ya nada les pertenecía. Cerró los ojos al sentir que se le humedecían con rapidez. Cada vez que pensaba en su difundo esposo le resultaba imposible evitar que las lágrimas brotaran. Casi de inmediato se enjugó y suspiró con profundidad antes de comenzar a adentrarse en esos terrenos que no había visitado en mucho tiempo. Hacía un rato un patronus en forma de leona se había presentado ante ella, y no dudó en atender el llamado luego de escuchar las últimas palabras que el ente plateado le había llevado. Casi de inmediato había pedido a sus elfos domésticos que se encargaran de cuidar a su hijo y había desaparecido hacia el hogar de sus primas. Estaba a mitad de los terrenos cuando divisó un par de siluetas a las que reconoció de inmediato. Una de ellas estaba sentada sobre la hierba, y la otra permanecía en pie como si acabase de llegar. Annick se encaminó lentamente en esa dirección, y al acercarse notó que Mica sostenía una botella; sin embargo no hizo ningún comentario como lo hubiese hecho en otros tiempos. ―Hola, Arabella. Hola, Mica ―intentó esbozar una sonrisa, pero parecía haber olvidado cómo utilizar esos músculos del rostro―. ¿Y Sophie? Sabía que su prima Granger no faltaría al encuentro, sobre todo considerando que se encontraban en los terrenos de su residencia; no obstante, le parecía extraño que aún no estuviese ahí presente.
  20. El tiempo transcurría lentamente, como si el destino alargara cada segundo para regocijarse con el dolor que le quemaba las entrañas a Annick luego de serle arrebatado lo único que le había dado sentido a su vida. El mundo se había resquebrajado, y ante ella había abierto un insondable abismo que la hacía sentirse alejada, vacía, despojada. De pronto alguien pronunció su nombre y la sacó momentáneamente de ese lugar de tinieblas en donde se estaba sumergiendo. La pelirroja escudriñó el rostro de la recién llegada y, aunque tenía un cabello diferente a como lo recordaba, reconoció sus facciones. ―Bella ―susurró. No le sorprendió verla ahí, pues dedujo que Arabella también poseía un medio que le había alertado que algo malo había sucedido―. Es Elvis… Los ojos de la pelirroja volvieron a inundarse de lágrimas y no puedo evitar romper en llanto una vez más. No podía explicarle nada a Arabella, porque ella misma desconocía qué era lo que había ocurrido. Fue Luna quien se hizo cargo de explicar a la recién llegada. Annick logró captar palabras como «Aaron», «enemigo», «duelo»; pero en ese momento nada tenía ningún efecto de sentido en su cabeza. Simple y sencillamente no quería pensar ni sentir. Uno de los presentes (Rory), desconocido para Annick, intervino y se dirigió a Luna. Hablaba acerca de que alguien quería ocupar el lugar de Elvis y le advertía a Luna acerca del riesgo que corría. La joven Gryffindor respondió con elocuencia y mostró una fortaleza y determinación que hasta entonces Annick no le había conocido. Pero la mitad de sus palabras no las comprendía. ¿Acaso faltaba demasiada información que la ojiverde desconocía, o era solo que en ese momento le resultaba imposible analizar lo que escuchaba? ―Bella ―dijo con voz apagada, no solo porque se sentía sin fuerzas para hablar sino porque tampoco quería interrumpir la plática de Luna con el desconocido (Rory)―. Quizá sea difícil para ti, pero creo que eres la persona más indicada para dirigir la ceremonia. Creo que a Elvis le hubiese gustado que lo hicieras. Annick recordó que había sido Arabella quien había realizado el ritual de su boda con Elvis. Le dolía pensar en ese momento que antaño había sido uno de los más felices de su vida, pero estaba segura de que Bella era la única capaz de hacer una ceremonia digna del exauror. Le pareció que de pronto había un poco más de personas. Quizá algunos habían arribado sin que ella se percatara (Agatha) y otros quizá ya se encontraban ahí y ella no había sido consciente de su presencia (Shelle). Las palabras de todos le sonaban como lejanos ecos de un confuso pasado. Por momentos la pelirroja captaba lo que decían, pero la mayor parte del tiempo se sumía en la penumbra de sus emociones, y encontró en el silencio un íntimo aliado del vacío que la invadía. ―Dido… ―llamó de pronto en voz baja. La elfina doméstica apareció casi de inmediato―. Trae a Elros. No había dicho «por favor» ni había agregado nada más. La elfina no partió de inmediato porque se percató de que la voz de Annick sonaba quebradiza y que sus ojos estaban rojos e hinchados mientras en sus mejillas se observaban dos grandes surcos de lágrimas. Dido volteó la mirada hacia donde Annick miraba con fijeza, y descubrió el féretro donde yacía el patriarca de la familia. La elfina se llevó ambas manos a la boca y dejó escapar un agudo grito. Con ojos horrorizados volvió a mirar a la pelirroja y después nuevamente el ataúd. No dijo nada. Simplemente desapareció para cumplir con la orden que le habían dado.
  21. Todo había acontecido con demasiada rapidez. O al menos eso le pareció a Annick. Quizá se equivocaba y el dolor por la pérdida de su amado esposo la había hecho perder la noción del tiempo y de los sucesos, pues no comprendía muchas de las cosas que habían ocurrido: su prima Sophie hablando acerca de que había sido su culpa; Mica abofeteando a Luna mientras ella intentaba consolar a la pelirroja; un hombre con el rostro cubierto hablando con cierta indiferencia acerca del velorio de Elvis; y otro chico desconocido dirigiéndose a los presentes como si fuese el dueño de la mansión; la repentina partida de Mica. ¿Qué era lo que ocurría? Lo único en lo que podía pensar era en que no entendía por qué algunas personas comenzaban a retirarse. ¿Acaso Elvis no merecía estar acompañado de todos quienes lo habían conocido? Entonces recordó que alguien había hablado de venganza y, a pesar de no contar con toda la información necesaria, dedujo que era la única explicación que podía atribuir a tan extrañas reacciones; no obstante, en ese momento no deseaba pedir aclaraciones porque se creía incapaz de poder comprender nada. Eran demasiadas cosas y sus pensamientos estaban ofuscados entre la bruma de dolor. ―Luna… Sophie… ―con cada palabra debía tomar una bocanada de aire para dominar el llanto―. Deberíamos proceder con… ―tragó saliva y no pudo pronunciar la palabra “entierro”―. Es hora… Había logrado controlar la respiración y tener cierto control de su voz, que sonaba pastosa y más grave de lo común, pero las lágrimas aún corrían por sus mejillas sin cesar. Se preguntó si era posible derramar tantas lágrimas al grado de quedarse completamente seca o si estaba condenada a nunca parar de llorar. En ese momento la pelirroja descubrió que el hecho de intentar controlar sus emociones le producía una pesada opresión en el pecho que comenzaba a transformarse en dolor, pero en cierta medida le encontró un aspecto positivo a ese malestar: cada punzada de dolor físico lograba aligerar un poco la tristeza que le quemaba el alma y que parecía absorberle la alegría y la vida misma. De hecho, aunque sus ojos estaban hinchados y enrojecidos debido al llanto, en ellos aún se apreciaba la tonalidad verde que los caracterizaba; sin embargo parecían carentes de vida, como si su brillo natural se hubiese extinguido de manera repentina. La primera en despedirse de Elvis fue Luna. Sus emotivas palabras lograron que Annick sintiera una oleada de cariño que solo la fenixiana era capaz de provocarle. ―Qué hermosas palabras, hija ―le dijo mientras le daba un abrazo―. Puedo asegurarte que tu padre siempre estuvo muy orgulloso de ti… igual que yo… y sé que cumplirás todas tus promesas ―le dio un beso en la mejilla y acarició su rostro mientras intentaba dedicarle una sonrisa. Annick era consciente de que no le hacía ningún bien volver a acercarse al féretro, pero no podía evitarlo. Al ver nuevamente el cuerpo de su amado esposo, los labios le temblaron mientras el mar de lágrimas volvía a nublarle la vista. Se preguntó si debía llamar a Dido, su elfina doméstica, para que llevara a Elros. El pequeño Gryffindor tenía derecho a despedir a su padre sin importar lo joven que fuese o lo complicado que resultaría explicarle el tema; pero aún no lograba entender las palabras de Luna, Mica, Sophie y el resto de desconocidos que más bien parecían enemigos, e intuyó que no era prudente llevar en ese momento a su pequeño hijo. Durante un momento elevó el rostro hacia el cielo. Las lágrimas recorrían sus mejillas con rapidez y se perdían en su cuello. ¿Cómo iba a explicarle a Elros que su padre ya no volvería? ¿Podría educarlo ella sola? Siendo varón, estaba claro que tarde o temprano necesitaría a su padre, y lamentablemente lo único con lo que contaría sería con simples recuerdos. Recuerdos. Annick se dejó llevar por un repentino impulso y, sin importar lo que los demás opinaran, rebuscó en el pecho de Elvis hasta que encontró la cadena de donde pendía un dije con las iniciales AG y par de alas. La ojiverde sabía lo que ese medallón representaba para su esposo, por eso decidió tomarlo como un recuerdo para Elros. En su lugar acomodó un collar que al parecer alguien había dejado sobre el cuerpo sin vida de Elvis. También le retiró un anillo de oro con una piedra incrustada de color azul y el reloj de pulsera, pero decidió dejarle puesto el anillo de bodas como una prueba de que seguirían amándose más allá de la muerte. Luego, la ojiverde colocó un par de dedos sobre sus propios labios para depositar un beso que después llevó hacia los fríos labios de su esposo. ―Te amo, Elvis… ―le dijo―. Nunca dejaré de amarte… Siempre serás el amor de mi vida, y voy a extrañarte hasta mi último suspiro. No pudo decir más. Se sentía incapaz de expresar todo lo que el mago representaba en su vida. Sabía que esa sería la última vez que lo vería, así que simplemente susurró «Sé que estarás esperándome... Guía a nuestro hijo» antes de retirarse un poco para que Sophie, y quien lo deseara, le diera el último adiós; pero entonces se percató de que la varita negra de roble yacía sobre el cuerpo de su dueño. Por un momento titubeó, sin embargo finalmente decidió tomarla. ―Son los únicos recuerdos materiales que Elros podrá tener de su padre ―le explicó a Luna y a su prima Granger―. Creo que Elvis lo hubiese deseado, ¿no lo creen? ¿Por qué no se escuchaban las notas de una triste melodía? ¿Por qué no había personas importantes dedicando emotivos discursos en los cuales se exaltara la valentía de su esposo, sus ideales de justicia y sus heroicas acciones? ¿Dónde estaban aquellos a los que el exauror había llamado amigos y familia? El mundo debía estar paralizado ante la pérdida del gran Gryffindor; y sin embargo ahí estaba su féretro, rodeado solo por unas cuantas personas.
  22. Annick apareció a las afueras de la mansión al mismo tiempo que una lechuza de plumaje gris se alejaba del sitio llevando consigo una nota atada a la pata; no obstante, no fue el ave lo que captó la atención de la pelirroja, sino la marca tenebrosa que se alzaba sobre los terrenos del hogar Gryffindor. De inmediato sintió un cosquilleo en el punto exacto donde, horas antes, el dije que colgaba en su pecho había ardido con tal intensidad que incluso le había dejado una leve impresión roja sobre la piel. Aquella había sido una señal de alarma que no había podido ignorar y que la había orillado a romper la promesa que había hecho a su esposo en su última carta: esperar hasta que él fuera por ella y por Elros. La aparición de la marca tenebrosa provocó que varios vecinos se asomaran con discreción desde las ventanas de sus propias casas, mientras un par de figuras parecían encaminarse hacia el sitio. Sin embargo, la ojiverde no se preocupó por observar sus rostros ni por saber si eran amigos o enemigos. Atravesó la verja casi corriendo y se detuvo a mitad de los terrenos. No se escuchaban los ruidos propios de una batalla ni se percibían daños en la propiedad. Aunque la angustia le ofuscaba el pensamiento, sabía que el avistamiento de la marca tenebrosa y la tranquilidad de los terrenos eran dos cosas que no encajaban una con la otra. Fue entonces cuando se percató de que en lado izquierdo de los terrenos había un grupo de personas. Entre ellas reconoció a su prima Zahil y a una de sus hijas. Era probable que otros integrantes de la familia se encontrasen presentes, pero Annick no fue consiente de quiénes eran. En otras circunstancias incluso hubiese interpretado el inesperado regreso de Mica; pero en ese momento no era capaz de prestar atención a tales detalles. Comenzó a acercarse mientras su mirada se concentraba exclusivamente en un féretro que se posaba en el jardín. El corazón se le aceleraba con cada paso que daba; mientras tanto un hombre de mediana edad, con el cabello castaño oscuro, decía algo que la pelirroja no logró escuchar, quizá porque era inaudible a esa distancia o quizá porque de pronto su mundo se había reducido a ese ataúd que le helaba la sangre. ―Zahil… ―murmuró cuando estuvo a poca distancia de su prima― ¿Qué…? ―su respiración comenzó a entrecortarse y eso le impedía terminar de formular la pregunta que deseaba hacer y que le oprimía el corazón―. ¿Quién…? No supo si Zahil o alguien más respondió su inconclusa pregunta o si de pronto todos habían guardado silencio. En su corazón conocía la respuesta. Elvis no había salido a su encuentro. Eso solo podía significar una cosa… Mientras respiraba de manera entrecortada y derramaba gruesas lágrimas sin poder controlarlas, se acercó lentamente al féretro abierto. Cuando por fin estuvo lo suficientemente cerca para confirmar sus sospechas, se le dificultó respirar. ―No… no… ―con cada palabra movía la cabeza en señal de negación― no… Elvis… ―se negaba a creer lo que sus ojos veían― no… mi amor… Con manos temblorosas tocó el rostro de su esposo y comprendió que él jamás volvería a dedicarle esa sonrisa que tanto amaba. Tampoco le respondería con el cálido tacto que siempre la reconfortaba y le hacía sentir que todo estaría bien. Lo único que percibía era una frialdad solo comparable al frío que acababa de posarse en su alma y en su corazón. El hombre al que tanto había amado, ese que siempre la había hecho sentir protegida, amada y feliz, yacía indiferente al dolor que comenzaba a consumirla. ―¡¡Nooooooooooo!! ―el desgarrador grito resonó en los jardines mientras ella caía de rodillas y continuaba llorando sin importarle si la observaban o si alguien decía algo. No se interesó siquiera en quienes estaban presentes. La vida se le escapaba con cada lágrima; y la felicidad que alguna vez había sentido a lado de Elvis, se disipó de golpe para mostrarle que ni todo el amor ni todo el cuidado que había dedicado habían sido suficientes para evitar lo que durante tantos años había temido. De un momento a otro el mundo se había desgarrado para dar paso a un mar de dolor que nunca antes había sentido y que amenazaba con arrancarle la vida con cada sollozo.
  23. Otto Babbling ―Me parece bien, señor Gryffindor ―respondió Otto ante la propuesta de su interlocutor y se dispuso a contar galeones que extrajo de una pequeña bolsa que había sacado de quien sabía dónde―. Le agradecería que pudiera ir lo antes posible. La verdad es que el asunto nos urge. Minutos después, Babbling agradeció al mago y se despidió de él, no sin antes darle las indicaciones necesarias para llegar al Hotel Transylvania. Aunque salió del negocio con una reavivada esperanza, otra parte de él seguía sintiendo cierto temor y nerviosismo ante la posibilidad de que nada de aquello no funcionara. O quizá simplemente se trataba del estrés que le provocaba saber que aún había un par de animales mágicos perdidos en los alrededores de los terrenos mientras una pareja de muggles se encontraba hospedada en ese momento. Annick La ojiverde ingresó nuevamente a Fabricantes de Mentiras y descubrió que su esposo no estaba a la vista. Como el negocio seguía abierto, supuso que quizá el mago se encontraría en el fondo del local, y no se equivocó. ―Lamento la demora, cariño, pero una simpática anciana comenzó a contarme una historia muy loca acerca de su vida ―la pelirroja hizo un gesto para dar a entender que no comprendía por qué la anciana bruja había decidido contarle aquellas cosas a ella―. Imagino que no conoce a muchas personas con las cuales pueda charlar, y no supe cómo cortar su monólogo sin parecer muy descortés. Sobre una superficie libre colocó una bolsa que contenía las compras que había hecho: un par de jugos, fruta picada y algunos bocadillos dulces y otros salados. Fue entonces que observó un pequeño montículo de galeones. ―¿Y esto? ―preguntó señalando las monedas de oro―. Por cierto, ¿para qué usas esta área? ―preguntó al darse cuenta de que esa zona del local lucía diferente a la que podía observarse al ingresar. @
  24. Otto Babbling Otto sorbió un poco de la bebida de la taza que se había materializado frente a él mientras había estado hablando, y le sorprendió descubrir que se trataba de su bebida favorita: té de limón con un toque de jengibre. Eso fue lo que le alivió la sequedad que se había instalado en su garganta desde hacía unas horas. ―El objeto del que le hablo es un objeto muggle que tiene historia mágica –carraspeó–. Se-se trata de un carruaje negro del siglo XV, el cual perteneció a... Vlad Drăculea. Ese al que los muggles conocen como Conde Drácula. Con la mano derecha se aflojó un poco más el mal hecho nudo de la corbata, como si con eso quisiera respirar mejor. ―Verá, señor Gryffindor, trabajo en el Hotel Transilvanya, y ese carruaje es una importante reliquia debido a que los muggles se sienten atraídos por las historias de terror que circulan entorno al castillo y a todo lo que tenga que ver con Vlad Drăculea. ―En teoría debería poder repararse al tratarse de un objeto muggle; pero por algún extraño motivo no hemos podido lograrlo –de manera inconsciente se rascó la cabeza, pues no podía explicarse por qué no habían funcionado los encantamientos de reparación–. Debo decirle que la mitad del carruaje se redujo a cenizas que fueron arrastradas por el viento, y la otra mitad quedó completamente deteriorada por el fuego mágico. De hecho está casi convertida en carbón. Le garantizó al mago que le estaba dando toda la información que sabía. Sin embargo, decidió omitir un par de problemas que esperaba resolver en las próximas horas: por una parte el cangrejo de fuego seguía suelto por los terrenos que rodeaban el castillo y, por otra, durante el incendio había surgido una ashwinder, y para ese momento era seguro que la serpiente ya había dejado sus huevos en alguna lugar. ―No hay problema, le pagaré la mitad ahora mismo si me asegura que puede reparar el carruaje o sustituirlo por una réplica exacta, aunque en ese caso tendrá que garantizarme que colocará en él los mismos sortilegios que tenía el original. Pasó el dorso de la mano por su frente perlada de sudor. Acudir a aquel negocio había sido una medida desesperada para resolver la situación en el Hotel con la esperanza de que ni Elizabeth ni Annick se enteraran de lo sucedido. ¡Sería una vergüenza que supieran que tal incidente había ocurrido durante su turno y frente a sus propias narices! Habían depositado su confianza en él y no quería defraudarlas. @
  25. Otto Babbling Por recomendación del dueño, ambos magos se encaminaron hacia la parte trasera del negocio. Con cada paso, el nerviosismo de Otto aumentaba. Aquello tenía un ligero aire clandestino que no iba con su personalidad; pero era una medida desesperada ante su pequeño problema laboral. ―Un primo me recomendó venir aquí ―comenzó a explicar mientras tomaba asiento. De pronto, sin que se diera cuenta, un tic nervioso se apoderó de su pierna derecha―. Según entendí, un conocido de él vino hace tiempo y le ayudaron a recuperar una joya… Reliquia ―corrigió y carraspeó un poco―. El punto es que ese primo me dijo que aquí podrían ayudarme a resolver mi problema. No estaba muy seguro de lo que decía porque había prestado poca atención a esos detalles. ¡Si hubiera sabido que iban a preguntarle eso, habría memorizado cada palabra! ―Verá, señor Gryffindor, soy Otto Babbling, gerente de un hotel muy importante ―al decirlo se enderezó con orgullo, aunque otras personas refutarían sus palabras, pues el Hotel Transylvania no era precisamente muy popular ni entre mago ni entre muggles―; y necesito ayuda para reparar algo o sustituirlo por otra pieza idéntica. Tragó saliva. Le horrorizaba pensar en la posibilidad de que aquello no tuviera solución. ―Casi la mitad de la pieza de la que hablo fue consumida por las llamas, pero sospechamos que es obra de algún tipo de fuego mágico, porque el encantamiento de reparación no funciona ―durante un par de segundo dudó de lo que diría, pero supuso que era mejor hablar con franqueza―. Al parecer el responsable de tal incidente fue un cangrejo de fuego. @

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