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Annick McKinnon

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Todo lo publicado por Annick McKinnon

  1. Un mesero pasó cerca de Annick, quien aprovechó la oportunidad para tomar una copa de la bandeja que el joven llevaba consigo. Las dueñas habían decidido contratar meseros para evadir preguntas de los muggles acerca de los elfos domésticos; aunque, si lo meditaban con detenimiento, daba lo mismo que hubieran evitado llevar elfos domésticos cuando en el jardín los fantasmas llamaban la atención. ―Salud por todos los hechizos desmemorizantes que tendremos que hacer al finalizar la fiesta –dijo en dirección a Elizabeth guiñándole un ojo en señal de que lo mejor era tomarlo con gracia. Estaba a medio beber un trago cuando a unos metros de ellas observó una figura que le pareció familiar. Al mirar de reojo casi se atraganta cuando reconoció a su prima. ―¿Va- Valeskya? –expresó mientras usaba el puño izquierdo para limpiarse el líquido derramado en la barbilla–. ¿Qué haces aquí? –luego de la sorpresa, rectificó–. Me sorprende verte. Hace tiempo que no sabía nada de ti. En el fondo la ojiverde debía reconocer que hacía tiempo ella no visitaba la mansión Granger ni se había encargado de averiguar nado sobre la familia. De inmediato la culpa se cernió sobre ella como una sombra que la señalaba de manera acusadora, y por alguna extraña razón imaginó esa sombra como la silueta de su prima Zahil. XD ―¡Bienvenida al hotel Transylvania! Llegas justo a tiempo para la fiesta –dijo acercándose a ella para darle la bienvenida como merecía–. ¿Gustas una bebida? ¿Qué cuentas? Habitación de Dennis Dentro del armario, el boggart se dio cuenta de que había alguien en la habitación; sin embargo pasó un largo rato para que la joven fenixiana se acercara lo suficiente como para poder elegir una forma que la asustara. Si lo lograba, el miedo lo fortalecería. Después de transformarse, arañó la madera interior con unas afiladas garras para provocar mayor temor en Dennis. Después, con parte del peso del cuerpo, empujó la puerta del armario y se abrió con lentitud. Poco a poco la luz de la habitación iluminó su figura: se trataba de una mantícora. La bestia miró con fijeza a la chica y comenzó a salir poco a poco del armario. El imponente cuerpo de león medía casi dos metros, sin contar la larga cola de escorpión que parecía a punto de atacar.
  2. ―Mira, Elros, llegamos a casa –dijo Annick mientras abría la gran verja de hierro que permitía el ingreso a los terrenos de la mansión Gryffindor. Su pequeño hijo repitió parte de la frase dicha por su madre. De inmediato el ladrido de dos perros se hizo presente, y un par de bólidos de color blanco y oro corrieron en dirección a los recién llegados. Como siempre, la pelirroja apenas tuvo tiempo de levantar a Elros en brazos para evitar que sus mascotas lo tiraran con su calurosa bienvenida; pero luego de un momento volvió a bajar al pequeño al suelo para que acariciara a Pólux y Kyara. Annick también se colocó en cuclillas para hacer lo mismo. Madre e hijo habían estado paseando en el Callejón Diagon y, mientras husmeaban en varios locales, el tiempo había transcurrido rápidamente sin que la fenixiana se diera cuenta. ―Eneas –llamó a su elfo doméstico, quien de inmediato apareció dispuesto a servir. Los perros se le acercaron con ánimos de jugar–. ¿Podrías darles alimento y agua a Kyara y Pólux, por favor? ―Sí, señora, enseguida –dijo haciendo una reverencia que Pólux aprovechó para lamer una de sus oreja–. Por cierto, el señor Elvis se encuentra en la sala junto con algunas de sus hijas. ―¿Elvis está aquí? –repitió perpleja. Hacía tiempo que al patriarca de la familia no se le veía en casa. Eneas confirmó con una cabezada y se disculpó mientras se retiraba para realizar la actividad que le habían encomendado–. Vamos a ver a papá, Elros. El pequeño rubio repitió la palabra papá varias veces y ambos se encaminaron hacia el interior de la mansión, seguidos muy de cerca por las mascotas de la ojiverde, las cuales olisqueaban una gran bolsa que ella llevaba en una mano. Al abrir la puerta, Pólux aprovechó el descuido para entrar corriendo como rayo. Tras él ingresó Kyara, la cual caminó con más lentitud pero movía la cola en señal de que le alegraba estar dentro de la mansión. ―Hola, familia. Me alegra verlos. Elros y yo fuimos de paseo a Diagon –saludó Annick en cuanto se asomó a la sala. Una gran sonrisa se dibujaba en su rostro, pero al ver la seriedad de los presentes supo que algo estaba sucediendo–. ¿Ocurre algo? El pequeño rubio se desprendió de la mano de su madre y corrió en dirección a Elvis, muy feliz de ver a su padre y poder abrazarlo.
  3. Uric “el rarito” (fantasma) ―¿Goob? –Uric se deslizaba entre los arbustos cercanos a la recepción en busca del fantasma malhumorado. Tenía algo que decirle acerca de otro de los fantasmas del hotel–. ¡Goob! Su voz fue ahogada por una mucho más potente que procedía del interior de la recepción. Se preguntó quién podría estar gritando de aquella manera, así que sin detenerse a pensarlo atravesó la pared hacia el interior de la estancia donde se encontraba Valeskya. ―Aunque grites, me temo que nadie te escuchará. Todos se encuentran en el jardín en la fiesta de disfraces –hasta ese momento reparó en el color de ojos de la bruja. Se acercó a ella para observarla mejor–. ¿Qué te pasó en los ojos? Tienen un color extraño. Deberías ir a San Mungo. Podría ser escrofungulosis. xD Uric no era el más adecuado para juzgar la apariencia de los demás, ya que su atuendo lleno de parches y la larga barba y descuidados bigotes no eran una buena carta de presentación. Eso sin contar que su excentricidad lo había ayudado a ganarse el apodo de “el rarito”, principalmente porque llevaba una medusa en la cabeza a manera de sombrero. ―Allá tú si no vas a San Mungo. No sé si la escrofungulosis es contagiosa, pero si quieres ir a la fiesta sólo tienes que seguir ese sendero. Basta dar unos cuantos pasos para ver el jardín. Ahí están todos –dio media vuelta y comenzó a deslizarse hacia la dirección señalada–. Tengo que encontrar a Goob antes de que Alberta lo haga. Si lo ves, avísame. Usa un sombrero puntiagudo –empleó sus manos para simular la forma del sombrero que mencionaba. Mientras tanto, en la habitación de Dennis… (?) “No asignar habitaciones en el tercer piso hasta encontrar al boggart que se oculta en alguno de los armarios”. Esa había sido la indicación que las dueñas del hotel habían dado el día anterior; sin embargo habían informado sólo a Otto Babbling, el gerente, quien había estado muy preocupado por la logística de la fiesta y había olvidado transmitir el mensaje al resto de los empleados. Por desgracia, el boggart había encontrado bastante cómodo el armario de la habitación 305, la cual había sido rentada a Dennis. Mientras la joven no abriera el armario, probablemente no sucedería nada; pero si el boggart se percataba de su presencia, tomaría la forma de lo que la bruja más temía. ¿Cuál sería el mayor temor de la fenixiana? Algunas personas temían a cosas que les provocaba tal conmoción que no eran capaces de derrotar al boggart. ¿Sería el caso de Dennis? @@Valeskya Granger @@Dennis Delacour
  4. Annick La pelirroja charlaba animadamente con Elizabeth. Habían llegado a la conclusión de que al final de la fiesta tendrían que realizar varios encantamientos desmemorizantes a los muggles, principalmente debido a que los niños resultaron ser bastante curiosos. De pronto tuvo la sensación de que alguien la observaba. Se giró y se topó con un rostro familiar. ―¿Kytta? –frunció ligeramente el entrecejo. Nuevamente notaba algo extraño en la joven Gryffindor. Se disculpó con sus acompañantes y dio unos cuantos pasos en dirección a la recién llegada y la observó con detenimiento. Sus ojos verdes se posaron en el cabello de la joven, y entonces tuvo un pensamiento–. Tú no eres Kyttara, ¿cierto? Eres su gemela. Esbozó una sonrisa con la intención de generar confianza, sin embargo le resultaba un poco complicado debido a su propia timidez. ―Ella nos habló de ti –explicó–. A Elvis, mi esposo, y a mí –volvió a sonreír–. Soy Annick. Debbie Higgs, camarera. ―Habitación con buena vista –murmuró mientras miraba el listado de habitaciones disponibles y repasaba mentalmente los sitios donde se ubicaban–. Tenemos una con doble vista: al lago y al campo –dijo a Dennis con una enorme sonrisa–. Sólo tiene que anotar sus datos en este formato. Entregó una pequeña hoja a la chica para que la llenara mientras atendía a Vladimir. ―No se preocupe, joven, los costos de las habitaciones son muy económicos –por un momento se inquietó con el comentario del mago, pero luego se relajó–. Si le gusta explorar entonces el castillo y los alrededores le encantarán. El bosque es muy amplio y puede recorrerlo a su antojo, aunque la gente del pueblo no recomienda hacerlo durante la noche. Dicen que algo siniestro ronda los alrededores –dijo bajando el tono de la voz y con aire de misterio–. Ya sabe cómo son los muggles –agregó restándole importancia–. Por otra parte, el castillo tiene múltiples pasadizos secretos que puede recorrer… si es que logra encontrarlos. Lo último lo dijo con gesto de desilusión. Muchas veces ella había intentado encontrar pasadizos secretos, pero sólo había dado con uno ubicado en el pasillo del ala oeste en el segundo piso; el cual no tenía nada de extraordinario, simplemente se trataba de un atajo para ir al lago. ―¿Observada? –un extraño nerviosismo la invadió, pero luego se dio cuenta de que quizá ella no notaba esa sensación debido a que estaba acostumbrada a que los fantasmas del hotel la observaran cuando se encargaba del aseo de algunas zonas–. Quizá es un fantasma. Se inclinó un poco y paseó la mirada por la recepción, pero Goob había desaparecido luego de que Vladimir dijera que se sentía observado. ―La fiesta es una fiesta de disfraces, aunque no es necesario que use disfraz. Sólo lo usan los huéspedes y empleados que quieren participar en el concurso al mejor disfraz, así que puede asistir vestido de manera normal si le interesa –luego guardó las dos papeletas de registro y se dirigió tanto a Dennis como a Vladimir–. Les indicaré dónde se ubican sus habitaciones. Ah, y en caso de que se topen con algún muggle y los vea haciendo magia, infórmennos de inmediato y nosotras nos encargaremos de modificarles la memoria. Debbie se encargó de guiarlos a sus habitaciones. Usaron la gran escalera de piedra. Como la habitación de Vladimir se ubicaba en el segundo piso, cerca de la habitación favorita del fantasma Goob, tuvieron que pasar por una estrecha escalinata para salir al pasillo correspondiente, donde había varios cuadros de viejos personajes, cuyos ojos se movían según juraban varios inquilinos muggles. El balcón de la habitación daba al jardín, por lo que podría ver la fiesta desde ahí. La habitación de Dennis se ubicaba al otro extremo en el tercer piso. Para llegar ahí tuvieron que rodear por un pasillo lleno de armaduras y extraños estandartes. Uno de ellos incluso parecía manchado de sangre. @@Dennis Delacour, @, @@Vladimir Karkarov
  5. Debbie Higgs, camarera. ―Excelente, señorita –dijo mostrando una amplia sonrisa a Hannity luego de escuchar que se hospedaría algunos días–. En un momento haré el registro de su habitación. Mientras la morena buscaba habitaciones libres, Hannity aprovechó para acercarse a los baúles. Entonces el fantasma se percató de que la joven estaba muy cerca de la armadura detrás de la cual se ocultaba para vigilar a Debbie. No obstante no tuvo que atravesar la pared para desaparecer, porque la camarera llamó la atención de la rubia justo antes de que lo descubriera. ―Señorita, su habitación será la 305. Tiene una excelente vista al lago, ¿le parece? Sólo tendría que anotar aquí su nombre para que esté todo en orden –dijo señalando una pequeña hoja de registro. Si Goob aún pudiese respirar, seguro habría dado un gran suspiro de alivio al escuchar que a la rubia le habían asignado una habitación un poco alejada de sus aposentos; pero no por eso se sintió tranquilo, pues aún faltaba que dieran números de habitaciones a Dennis y a Vladimir. ―¡Hey, Waldo! –gritó en dirección a una pequeña oficina que se ocultaba tras la recepción. Un corpulento joven asomó la cabeza. Entre su abundante cabellera castaña se observaban algunos mechones de color azul eléctrico. Se trataba de uno de los guardias del hotel–. Creo que es hora de que nos unamos a la fiesta. Sólo terminaré de hacer el papeleo para que los jóvenes puedan instalarse. ¿Por qué no te adelantas y de paso guías a la señorta Hannity? ―Con gusto –respondió Waldo. Salió y cerró la puerta de su pequeña oficina, dejando completamente al descubierto su disfraz de caballero medieval–. Sígame señorita. En realidad estamos bastante cerca del jardín princiopal –dijo mientras atravesaban la recepción y dejaban atrás a Debbie, Dennis, Vladimir y Goob–. ¿Ve esas luces? Ahí colocaron las mesas. Ah, y por ahí veo a las dueñas del hotel –dijo señalando al pequeño grupo formado por Elizabeth, Lisa, Alberta y Annick, quien estaba de espaldas a ellos y aún no se percataba de que una de sus hijas había arribado al hotel, aunque seguro en cualquier momento voltearía y la vería–. ¡Oh, ya pusieron los bocadillos! –exclamó con entusiasmo–. ¿Gusta? @
  6. La conversación comenzó a fluir como hacía tiempo no ocurría entre los miembros de la familia, y una vez el comedor cobró un poco de vida igual que años atrás. Como siempre Elros era mimado por todos, y Luna y Ley no fueron la excepción. Annick tuvo la impresión de que la pregunta que había hecho a Ley había incomodado un poco a la fenixiana. Por eso esperó a que Luna informara si había vacantes en el Cuartel de Aurores mientras ella meditaba su respuesta. También aprovechó para tomar un pequeño panecillo y dar un trozo a Elros, quien casi se lo comió de un solo mordisco. ―Ley, espero que el viento se haya llevado la desmotivación y la enfermedad que te dañaban –comentó con sinceridad. Ya había notado que su hija explicaba aquello con la mirada fija en los cubiertos y no en sus interlocutoras. Entonces comprendió que abrirse de esa manera quizá no estaba resultando nada sencillo; por eso intentó brindarle un poco de apoyo. ―Las aves también se dejan llevar por el viento, pero en cuanto desean cambiar de dirección basta con que extiendan las alas para tomar el control –Elros pidió más pan sin ser consciente de la seriedad del asunto que trataban los adultos–. Si has decidido regresar es porque ahora estás preparada para retomar el rumbo de tu vida; así que si en algo podemos apoyarte, no dudes que lo haremos si nos lo pides. Antes de terminar de expresar aquello, tomó otro pequeño trozo de pan para dárselo al pequeño. Justo en ese momento los alimentos comenzaron a ser servidos. ―¡Sopa de champiñones, qué rico, y para el nene una rica sopa de arroz! –dijo con entusiasmo dirigiéndose sobre todo a Elros mientras lo acomodaba a su lado para ayudarlo a comer. Guió al más pequeño de sus hijos para que lograra sostener la cuchara de una manera adecuada sin tirar el arroz. Mientras lo hacía, recordó algo que Luna había dicho minutos antes. ―Luna, casi lo olvido. ¿Cómo es eso de que sientes que alguien te observa? ¿Tienes esa sensación cuando estás fuera de casa o cuando estás aquí dentro? A raíz de ese comentario la pelirroja recordó que ella había tenido la misma sensación días antes mientras jugaba con sus mascotas en los jardines de la mansión, y luego mientras estaba en la sala leyendo un libro, pero no le había tomado demasiada importancia. ―¿Creen que tenga que ver con mortífagos? –preguntó a ambas aprovechando que se encontraban bajo el encantamiento muffliato colocado por Ley.
  7. Debbie Higgs, camarera. La morena se sentía orgullosa por la explicación que había brindado a Dennis y a Hannity acerca de lo que el hotel ofrecía. Sin embargo una sensación de inquietud la asaltó de inmediato al darse cuenta de que las jóvenes se habían quedado calladas. «Tal vez las abrumé con tanta información», pensó mientras algo parecido a un globo invisible comenzaba a desinflarse en su interior. «Quizá no sirvo para esto». Había estado tan concentrada en atender a las chicas, que no había visto al joven de cabello negro que examinaba la recepción con interés así que, en cuanto notó su descuido, deseó enmendar la distracción. ―¡Bienvenido, joven! –lo primero que notó fue la escoba que llevaba, señal inequívoca de que se trataba de un mago–. ¿Habitación para uno? –preguntó sonriente y tomó uno de los folletos con la información acerca de las actividades del hotel–. Aquí encontrará todas las zonas del hotel además de la lista de actividades: tours, campamento, pesca y otros deportes, etc. –Al verlo de cerca, lo que más llamó su atención fue tono azul de sus ojos–. Justo ahora se ofrece una fiesta para los huéspedes. ¿Desea unirse o le apetece ir a su habitación? Debbie tampoco había notado que detrás de una de las armaduras de adorno se ocultaba Goob, el fantasma malhumorado. Quizá, si alguno de los recién llegados era muy perceptivo, sentiría que alguien los observaba, aunque era difícil que lo vieran. Goob había acudido a la recepción para asegurarse de que la morena no asignara su habitación favorita a ninguno de los recién llegados, de lo contrario estaba dispuesto a echarlos tal como lo había hecho horas antes con uno de los muggles hospedados en el hotel. No importaba la promesa hecha a Elizabeth y Annick. Debía asegurarse de que nadie encontraría tesoro por casualidad. @@Vladimir Karkarov
  8. Debbie Higgs, camarera. La morena miró el reloj. Faltaba poco menos de veinte minutos para la hora en que Elizabeth y Annick habían indicado que todos los empleados podían unirse a la fiesta. Por eso se concentró en cuidar hasta el mínimo detalle de su apariencia, así que reacomodó la diadema con cuernos en su corto cabello rizado. Estaba muy entusiasmada por mostrar su disfraz de diablita. Tenía plena confianza en que las dueñas del hotel reconocerían su tacto para camuflarse entre los huéspedes muggles. Algo que Otto, el gerente, estaba lejos de lograr con su disfraz de Duendecillo de Cornualles. Dio un vistazo a la lista de huéspedes. No había demasiados muggles, sólo una pequeña familia compuesta por dos mujeres adultas, probablemente madre e hija, y dos pequeños, un matrimonio de ancianos y el muggle al cual Goob había asustado la noche anterior. Estaba preguntándose si todos asistirían a la fiesta, pero una voz la hizo levantar la mirada. ―¡Bienvenida al Hotel Transylvania, señorita! No se preocupe, no necesita reservación, siempre tenemos habitaciones disponibles –sonrió ampliamente a la hermosa rubia. Hacía tiempo que Debbie deseaba un ascenso, así que se había propuesto hacer el trabajo de recepcionista de la mejor manera posible–. ¿Es la primera vez que viene? Extrajo uno de los trípticos informativos que se entregaban a todos los huéspedes al momento de su llegada. Si eran magos y brujas verían las imágenes en movimiento, pero si eran muggles todo permanecería estático. Tomó un lapicero, pues era una regla evitar el uso de las varitas hasta estar seguros de que se encontraban frente a alguien del mundo mágico. Iba a comenzar a explicar a Dennis dónde se encontraban los restaurantes y áreas de descanso del hotel, pero se percató de la presencia de otra joven igualmente rubia. ―¡Bienvenida, señorita! ¿También es la primera vez que viene? –con una gran sonrisa y mucho ánimo comenzó a explicarles señalando el panfleto–: Verán, además del hospedaje y zona de alimentos, el hotel ofrece diferentes actividades: si lo desean pueden solicitar un tour por la zona boscosa, acampar, nadar en la piscina o en el lago, pescar, o practicar quidditch o cualquier deporte muggle en nuestro gran campo. Se había arriesgado a mencionar las palabras «quidditch» y «muggle» para tantear el terreno. Normalmente los muggles solían preguntar qué significaba eso. Si las dos señoritas reaccionaban de manera natural, sabría que ambas eran brujas. ―Oh, y lo olvidaba –dijo riendo–. El motivo por el cual llevo este atuendo –ajustó la diadema de cuernos que llevaba en la cabeza– es porque justo ahora hay una pequeña fiesta de disfraces como parte de las actividades de entretenimiento del hotel. Si quieren pueden pasar a cenar y divertirse; o si lo prefieren pueden ir directo a descansar a sus habitaciones. Si desean unirse a la fiesta, sepan que no es obligatorio usar disfraz, ¡aunque habrá un premio al disfraz más original! No se preocupen si no vienen preparadas. Las dueñas han puesto a disposición de todos los huéspedes diferentes utensilios para que puedan disfrazarse a su gusto –señaló hacia el otro extremo de la recepción donde se encontraban dos enormes baúles. Si se acercaban, se darían cuenta de que uno de ellos estaba abierto, mientras el otro permanecía cerrado y en la tapa tenía la inscripción «Alohomora», una palabra que sólo los magos podrían comprender y emplear. En ese baúl se encontraban ropas, pelucas y otros artilugios alusivos al mundo mágico, mientras que en el otro predominaban vestimentas y objetos muggles. ―Por cierto, las dueñas del hotel se encuentran en la fiesta atendiendo a los invitados –no se le había ocurrido pensar que quizá Hannity iba a buscar a alguien, pues acababa de reparar en que no llevaba equipaje como Dennis. De hecho la morena debía reconocer que muy poca gente solía hospedarse en el hotel. La ubicación y el aspecto lúgubre no eran del agrado de todos, así que generalmente sus huéspedes consistían en muggles perdidos y en magos y brujas que iban a visitar a Annick o a Elizabeht. ―¿Desean que las guíe a sus habitaciones o quieren pasar por la fiesta? –no lo dijo, pero incluso estaba dispuesta a llamar a alguna de sus jefas si iban exclusivamente de visita personal. @@Dennis Delacour @ Disculpen el rol tan largo. Me emocioné.
  9. A Annick le agradó el entusiasmo de Luna ante la propuesta de elegir un lugar para tomar unas pequeñas vacaciones en familia. Faltaba ver si los demás recibirían la idea con la misma alegría. Esperaba que sí. Deseaba salir un poco de la monotonía. Luna interrumpió su discurso sobre el sorteo para las vacaciones al percatarse de que alguien más había llegado. Annick apenas tuvo tiempo de voltear y sonreír al ver a Ley, cuando un fuerte estrép*** la sobresaltó. Elros acababa de provocar la caída de un vaso de vidrio que yacía en el piso hecho añicos. ―Hola, Ley –dijo sonriente mientras intentaba evitar que Elros subiera a la mesa. Se había parado sobre una silla y estaba a punto de lograrlo–. Tu hermano se encuentra bastante bien. Como puedes ver, es un poco travieso –comentó mientras sacaba la varita y le daba una sacudida para reparar el vaso roto. Elros encontró bastante divertido aquello, así que rió de manera inocente mientras intentaba volver a alcanzar el objeto de vidrio–. Tu padre se encuentra bastante ocupado con asuntos de la Orden –agregó guiñando un ojo. Se había atrevido a decirlo porque sabía que tanto Luna como Ley pertenecían a la organización, así que no había nada que ocultar entre ellas. ―Sospecho que el resto de la familia no bajará a cenar. Quizá tienen cosas más importantes que hacer –la última frase la dijo en un murmullo mientras miraba la puerta por donde se había escabullido una de sus hijas–. ¿Quieren que comencemos a cenar? Luna ha ofrecido que su elfo, Arturo, vuelva a calentar la cena cuando los demás se nos unan. Hacía un rato había estado sorprendida y entusiasmada por la cantidad de Gryffindors que se encontraban en la mansión, pero de un momento a otro muchos de ellos habían desaparecido para atender otros asuntos. Suspiró. No debía sorprenderse. Todos estaban convirtiéndose en adultos, y cada uno debía tener diferentes responsabilidades o, incluso, intereses. ―¿Tú dónde habías estado, Ley? Hace tiempo no te veíamos por aquí.
  10. La pelirroja coincidió con Luna en esperar a que Thomas bajara para cenar todos juntos. Por su parte, Elros intentaba subir a una silla para lograr echarle mano a alguno de los utensilios que reposaban sobre la mesa. A Annick le pareció extraña la escueta respuesta que Kytta había dado a su pregunta. No le parecía una actitud propia de la joven, pero no tuvo tiempo de ahondar más en el asunto porque Luna se adelantó a hablar. ―No hay problema, Lunita, puedes usar el estudio de tu padre. Estoy segura de que se sentirá muy orgulloso de que ahora seas tú quien lo use para las investigaciones de la Oficina de Aurores, tal como él solía hacerlo –le dedicó a su hija una tierna sonrisa y guiñó el ojo derecho en señal de complicidad. La ojiverde no pudo evitar sentir nostalgia al recordar el tiempo que había trabajado en ese mismo Departamento. No obstante, a pesar de extrañar su antiguo empleo, también se sentía feliz por dedicarse por completo al más pequeño de sus hijos. Además eso le daba tiempo para continuar con la búsqueda de sus hermanos. Al instante una punzada de dolor se expandió en su corazón, pero intentó disimularlo. El breve momento de melancolía provocó que la pelirroja apenas se diera cuenta de que Kytarra se escabullía de manera sigilosa. Por un instante frunció el entrecejo ligeramente, pero decidió continuar conversando con quien parecía sería su única acompañante (además de los pequeños). ―Luna, es muy interesante tu idea de ir de paseo todos juntos –comentó Annick justo antes de llamar a Eneas, uno de sus fieles elfos domésticos, y pedirle que preparara algo sencillo para picar mientras esperaban al resto de la familia–. ¿Qué te parece si al finalizar la cena, cada uno de nosotros escribe en un trozo de pergamino el nombre de algún lugar donde le gustaría pasar unas pequeñas vacaciones y luego lo dejamos a la suerte? No necesariamente debe ser un viaje largo, puede ser de un día o varios. Creo que podemos cubrir los gastos con lo que hay en la bóveda de la familia. ¿Qué opinas? Ojalá los demás regresen pronto y podamos plantearles la idea.
  11. Debbie Higgs, camarera. ―Deberían agradecer por tener una empleada como yo –se motivó ella misma viendo su reflejo en el pequeño espejo que había usado durante los últimos minutos–, seguro seré la única empleada con un disfraz muggle. Si todos nos disfrazamos con motivos mágicos, los huéspedes muggles comenzarán a hacer preguntas incómodas –razonó. Horas antes había tenido una acalorada discusión con Otto acerca de lo inconveniente que era la idea de usar un disfraz de Duendecillo de Cornualles, sin embargo ninguno de sus argumentos logró hacer cambiar de opinión al terco gerente. Debbie observó de reojo una pequeña familia de muggles. Acababa de indicarles que podían buscar accesorios y disfraces en el baúl que las dueñas habían dispuesto en la recepción para todos aquellos que lo necesitaran. Tenía interés en ver qué encontrarían y cómo se disfrazarían para la ocasión. Annick A la pelirroja la pilló por sorpresa el hecho de que Lisa tomara su espada de utilería, por eso no puedo evitar que de manera inconsciente su entrecejo se frunciera ligeramente debido al desconcierto. Pero luego de escuchar cuál era la “condición” para que se la regresara, relajó la expresión y sonrió. ―No sólo te invitaré una copa, Lisa, sino todas las que quieras. Esto es una fiesta, así que puedes comer y beber cuanto desees –agregó guiñando el ojo derecho. Incluso iba a ofrecerle hospedaje en caso de que se pasara de copas, pero en ese momento apareció Elizabeth. Por un momento el semblante de Annick mostró una cómica mezcla de sorpresa y confusión al ver su disfraz, pero casi enseguida soltó una carcajada. Era tanta la gracia que le causaba, que cerró los ojos y se dobló por la cintura debido a la risa. ―Ay, seguiría riendo, pero no es nada placentero cuando usas un corsé –dijo aún con una gran sonrisa en los labios y enjugándose los ojos mientras hacía un esfuerzo para recuperar la compostura, pero nuevamente comenzó a reír al ver a Eli–. Estás loca, amiga –y tomándola del hombro, agregó–: No sé qué haría sin ti. Todavía se esforzaba por parecer seria cuando escuchó la pregunta de Lisa, quien antes había intercambiado unas palabras con el Fraile Gordo. ―Si los muggles comienzan a preguntar sobre los fantasmas, diremos que se trata de un efecto visual –comenzó a explicar a pesar de que aún dudada que aquello lograse engañar a un muggle suspicaz–. Acordamos decir que se trata de aparato que refleja el entorno para crear la falsa ilusión de transparencia. ¿Qué opinas? Miró a su mejor amiga de soslayo, pero en ese momento no rió, y con la mirada le transmitió que aquella última pregunta también era para ella. Justo a estas alturas, la ojiverde comenzaba a preocuparse por la convivencia entre magos y muggles. ―Si no funciona ¡entonces hay que usar la varita! –intervino Alberta haciendo una complicada floritura con su fantasmagórica mano–. Por cierto, Elizabeth, ¿últimamente ha habido algún torneo de duelo? @@Elizabeth Tonks @@Lisa Weasley Delacour
  12. ―Tienes toda la razón, Lunita, al ver crecer a Elros todos nos damos cuenta de lo rápido que pasa el tiempo. Ya tiene dos años y medio, ¿pueden creerlo? Mientras Luna tomaba en brazos a Elros y le decía algo sólo a él, Annick desvió su atención hacia su otra hija, y algo llamó su atención. ―De hecho, ya que lo mencionas, tú te ves diferente –murmuró mientras observaba con detenimiento a Kyttara. Había algo en ella que le resultaba extraño. Incluso su expresión corporal, parada tras el respaldo de la silla, parecía indicar que deseaba ocultarse o protegerse. Durante un fugaz momento una absurda idea cruzó su mente, pero el murmullo de Luna la hizo desviar la atención. ―Me quedé dormida un rato. Supongo que por eso me veo así –aventuró la pelirroja en voz lo suficiente audible para todos. Aún notaba la punzante amenaza de un dolor de cabeza, pero no deseaba preocupar a sus hijos. Además dudaba que sus malestares fuesen significativos. Aunque lo cierto era que había un tema del que sí deseaba hablar para conocer la opinión de los demás, pero prefirió abordarlo después de la cena. ―¿Esperaremos a Thomas o comenzaremos sin él? Honestamente no tengo demasiado apetito, pero los acompañaré –dijo tomando asiento y echando una mirada de soslayo hacia donde solía sentarse Elvis–. Me alegra saber que ya no sucede nada malo con los Vulturí, Luna. ¿Tú dónde habías estado metida, Kytta? –nuevamente miró hacia la aludida. Había algo en ella que la ojiverde no lograba explicarse.
  13. Annick abrió los ojos lentamente. Se había quedado dormida sobre la cama, pero el intenso calor la hizo despertar. Por un momento se preguntó si el clima era tan caluroso o si acaso ella tenía fiebre. Como aún se sentía cansada, volvió a entrecerrar los ojos para intentar conciliar el sueño nuevamente, pero la sensación de calor le producía demasiada incomodidad. Por eso se reincorporó rápidamente, pero al hacerlo notó una leve punzada en la cabeza. «Lo que me faltaba». Con ambas manos se dio un ligero masaje sobre las sienes. Mientras lo hacía, se percató de que su boca estaba tremendamente seca y además tenía un gusto metálico un tanto desagradable. Temiendo que el dolor se agudizara, se puso en pie para dirigirse al baño a cepillarse los dientes. ―Eneas –llamó mientras continuaba observando en el espejo unas marcadas ojeras–. ¿Podrías traerme una gelatina o algo fresco y ligero para cenar, por favor? ―Si así lo desea, ama –dijo el elfo haciendo una innecesaria reverencia–; pero si no me equivoco, algunos de sus hijos se encuentran abajo preparándose para cenar juntos. ―¿Cómo dices? –la pelirroja parpadeó y frunció el entrecejo. ¿Había escuchado bien? Hacía tiempo que en el hogar de los Gyrffindor los días transcurrían en completa soledad y silencio, excepto por…–. ¿Hay alguien en casa? Luego de que Eneas confirmara que algunos miembros de la familia estaban en esperando la cena, la ojiverde decidió hacer un esfuerzo por cambiar su semblante y bajar a saludarlos. No tenía demasiado apetito, así que probablemente sólo los acompañaría. Annick llevaba un vestido corto color blanco con detalles en rosa. Su rebelde cabello iba atado de manera descuidada con una peineta, y en su cuello sólo lucía un dije plateado en forma de fénix. Bajó las escaleras con lentitud mientras esperaba a que Elros hiciera lo mismo a su propio ritmo. Lo llevaba tomado de una mano mientras el pequeño apoyaba la otra en el barandal. Sus cortas piernas apenas lograban salvaguardar la distancia entre cada peldaño, pero sin duda cada día mejoraba su habilidad. ―Buenas noches. Me alegra saber que están aquí. ¿Cómo se encuentran? –esbozó una sonrisa antes de volver a mirar hacia Elros, quien de inmediato hizo lo necesario para soltar la mano de su madre y acercarse a Luna con un semblante de alegría.
  14. «¿Será que aquí puedo encontrar algo de utilidad?», se preguntó la pelirroja al releer el letrero que indicaba el rubro del negocio: venta de artículos piratas. Llevaba un buen rato deambulando en el Callejón, pero aún le faltaba adquirir más disfraces para la fiesta de aniversario del hotel que administraba junto con su amiga Elizabeth Tonks. Por un momento dudó en ingresar, sobre todo debido al peculiar aspecto del local; pero recordó que no debía juzgar un libro por su portada, ya que su propio negocio solía sufrir la misma injusticia, y éste tenía poca afluencia debido al aspecto lúgubre del terreno y del castillo. Con nuevos bríos de decisión, se acercó al imponente navío, pero casi al instante se detuvo. Ignoraba si debía subir a la cubierta usando la escalera adjunta a la amura, o si al convertirlo en negocio habían acondicionado alguna entrada en la parte baja del barco. Supuso que nadie habría querido modificar la estructura original de tan magnífica pieza, así que decidió emplear la primera opción. Con dificultad logró subir la escalera. Por fortuna llevaba jeans oscuros y unas cómodas botas que facilitaban dicho proceso. Una vez arriba, se preguntó qué tan complicado sería bajar la misma escalera cuando llevara las compras en las manos. Aquel pensamiento pasó a segundo plano luego de observar a su alrededor. Aunque la cubierta lucía deteriorada, la muestra de artículos la animaron a dejar de lado sus dudas respecto al negocio. Annick comenzó a observar con interés los objetos exhibidos. Cuando escuchó una voz avejentada, miró hacia la proa y vio que una anciana hablaba con un joven de cabello castaño que le resultó vagamente familiar; no obstante el mago estaba de espadas a la pelirroja y ésta decidió no importunar la conversación. «Huele extraño», se acercó hacia unas patas de palo para ver si el aroma provenía de esos objetos, pero algo más llamó su atención. ―¿Zahil? –entre la fila de artículos encontró a su prima Granger, quien al parecer también estaba observando la mercancía con interés–. Vaya, si nos hubiésemos puesto de acuerdo, seguro no nos encontrábamos tan fácilmente –se acercó a saludarla–. ¿Dónde están Mith y Oscurus? ¿Comprarás algo? Miró nuevamente a su alrededor para ver si ya atendían a la matriarca Granger, pero no observó a nadie. Lo más probable era que alguien se acercase a ellas al escuchar sus voces, aunque se preguntó si habría alguien más atendiendo a los clientes además de la anciana, quien había quedado fuera de la vista junto con el chico castaño gracias a los objetos que se esparcían por la zona. @@Axel Rexdemort @
  15. Ley había permanecido en silencio igual que el resto de la familia. Annick comenzaba a acostumbrarse a la nueva faceta taciturna de los Gryffindor. Era como si algo en el ambiente provocara aquel cambio de ánimos. Para sorpresa de la pelirroja, una conocida voz irrumpió en la sala llevando consigo un mar de palabras como era su agradable costumbre. ―¡Lu-Luna! –expresó Annick con asombro al ver el aspecto de la joven Gryffindor, pero ésta se adelantó a responder lo que era más que obvio que todos preguntarían–. ¿Cómo que estuviste escondida en el árbol?, ¿por qué?, ¿de quién te escondes? Elros sonrió al ver a la recién llegada e intentó llamar su atención balbuceando sonidos que ninguno de los presentes era capaz de descifrar. Era evidente que el bebé reconocía a su hermana Luna a pesar de su aspecto tan descuidado. ―Lunita, esta casa es lo suficientemente segura. No es necesario que vuelvas a pasar un mal rato dentro de ese árbol ni de ningún otro. Además somos tu familia y te protegeremos de cualquier peligro, ¿comprendes? Puedes contar con nosotros –agregó sonriéndole y dándole un fuerte abrazo. Como en un intento de que todo volviera a la normalidad a pesar del aspecto y las declaraciones de Luna, Groter intervino expresando su deseo de dar un paseo como Annick lo había propuesto. ―Excelente, Groter. ¿Alguien más quiere unirse al paseo por los terrenos? –preguntó la ojiverde a todos los presentes–. Podríamos jugar quidditch o hacer alguna otra actividad que deseen. @
  16. Debbie Higgs, camarera. La morena estaba concentrada sosteniendo un pequeño espejo mientras pintaba sus labios de color rojo. Sobre el mostrador, cerca de una campanilla plateada, se encontraba una diadema con un par de cuernos del mismo tono del labial. Por su vestimenta carmesí podía deducirse que Debbie, quien procedía de familia muggle, había decidido disfrazarse de diabla con motivo de la fiesta que se celebraría en el hotel. De pronto una voz la obligó a levantar la mirada y vio a una joven mujer de cabello liso y largo. Al observarla, no pudo evitar fruncir ligeramente el entrecejo mientras pensaba: la vestimenta de la recién llegada no coincidía con la usada por alguien del mundo mágico, pero si preguntaba por Annick era poco probable que se tratara de una muggle. ―Sí, ella está aquí. Seguro está en el jardín, que es donde se realizará la fiesta. Supongo que se quedará a la fiesta. Si necesita un disfraz, las dueñas del hotel han puesto a disposición de todos ese baúl con ropa y diferentes accesorios –explicó mientras señalaba a un costado de la entrada–. Pero no es obligatorio usar disfraz si no lo desea –puntualizó–. ¿Es la primera vez que viene al hotel? Le indicaré cómo llegar al jardín. Desdobló un mapa que cubría buena parte del mostrador. Además de detallar las principales zonas del castillo, en una esquina podía leerse una llamativa advertencia que sólo podían ver los magos y brujas: "Favor de moderar el uso de la magia. En ocasiones hay muggles hospedados en el hotel". ―Estamos aquí –explicó señalando un extremo del mapa y luego deslizó el dedo índice para indicar un pequeño sendero–. Si sigue este camino llegará a la zona donde es la fiesta. Es muy cerca. De hecho en cuanto atraviese la recepción podrá ver el sitio. Está bien iluminado y lleno de mesas y sillas. Annick ―Te espero en el jardín. ¡No vayas a tardar horas! –exclamó mientras cerraba la puerta del almacén para que Elizabeth tuviera un poco de privacidad mientras se disfrazaba. Por su parte Annick estaba lista para unirse a los huéspedes y otros invitados. Había reemplazado su ropa con unos pantalones negros, una blusa beige de manga larga, botas, y un corsé que se ceñía a su abdomen desde el pecho a la cadera. Su cabello ondulado estaba completamente suelto, y en la mano sostenía un sombrero de pirata y una espada sin filo. Mientras caminaba se puso el sombrero para tener ambas manos libres y ponerse el cinturón en el cual colocaría la espada. Acababa de descubrir que la funda era un poco más ancha que el arma, lo suficiente para ocultar ahí mismo la varita. Aún continuaba preguntándose si había sido buena idea mezclar a magos, muggles y fantasmas; y mientras lo pensaba, mayor era la certeza de que aquella noche tendrían que realizar varios hechizos desmemorizantes. ―¡Annick, qué maravilla! –el fantasma de Alberta Toothill se acercó a ella flotando a varios centímetros del suelo–. ¿Dónde está Elizabeth? Quiero discutir con ella sobre el último campeonato de duelos. ―Hola Alberta, ¿dónde dejaste al Fraile Gordo? Elizabeth vendrá en unos minutos, está disfrazándose. Veo que la gente comienza a llegar –lanzó una mirada alrededor y vio a un hombre regordete disfrazado de zombi que miraba con curiosidad los murciélagos que colgaban de los árboles. A unos metros de él un par de brujas disfrazadas de banshees charlaban animadamente. »Oh, recuerda Alberta, si algún muggle pregunta, usas un aparato que refleja el entorno para crear la falsa ilusión de que eres transparente. ―Sí, sí, no te preocupes –respondió la aludida haciendo un gesto para restarle importancia–. Todos hemos aprendido nuestras líneas y sabemos que debemos alejarnos de inmediato –se acercó a la pelirroja y bajó la voz–. Aunque no es por armar alboroto, pero no confío en que Goob ayude. A ese gruñón no le importa que los muggles sospechen. Ya has visto cómo trató al pobre hombre que llegó ayer. ―No te preocupes, vigilaremos a Goob –Annick miró en los alrededores en busca del fantasma, pero se distrajo al observar una conocida silueta–. ¿Lisa? –mientras la mujer se acercaba confirmó que se trataba de la Demon Hunter–. Wow, ¡me sorprende verte aquí! –expresó con una sonrisa–. Bienvenida al Hotel Transylvania. @@Elizabeth Tonks @@Lisa Weasley Delacour
  17. Hola o/ Hace más de un año que no muevo nada en mi ficha. Sólo vengo a agregar unos datos, espero no liarlos demasiado. Cambiar la edad: 30 años Aspecto físico (borrar y colocar esto): Tez blanca, pero sin llegar a ser pálida; cabello pelirrojo y ondulado que le llega casi a la cintura (generalmente lo usa suelto a pesar de que siempre se enmaraña). Las facciones de su rostro son finas aunque pueden verse ligeramente afectadas si descuida su peso, pues las mejillas tienden a abultársele y la nariz a resaltar la forma un poco chata que tiene. Posee ojos grandes, verdes y muy expresivos, con pestañas largas y rizadas; sus cejas son delineadas y no muy delgadas (suele elevar la del lado derecho como gesto de incredulidad). El rasgo físico que más le gusta de ella son sus labios perfectamente definidos, ni muy delgados ni muy carnosos. Es de estatura y complexión media, sin curvas demasiado marcadas. En el lado izquierdo del cuello tiene un pequeño lunar en forma de media luna heredado de su madre, y otro cerca de la parte superior derecha del labio (el cual usualmente suele maquillar porque no le agrada). En su atuendo (entre elegante y casual) suelen predominar los colores tierra. En cronología de cargos agregar éste: * Comandante del Clan Paladín. Premios y reconocimientos (borrar y poner así): * Mejor alumna rolera (Premios Academia 2010). * Mejor rolera (Premios Fénix 2010). * La más responsable (Premios Fénix 2013). * Mejor rolera (Premios Fénix 2014). * La pareja mejo rol (Premios San Valentín 2015). * Premio revelación (Torneo de duelos de la Orden del Fénix 2016). * Mejor rolera (Premios Fénix 2016). * Mejor blinkera (Premios Fénix 2016). * Mejor rolera (Premios Fénix 2017). Otros datos, borrar y poner esto (dejo el código porque quiero que queden las imágenes que están ahorita): [img=http://i.imgur.com/rqdhsba.gif] * Se casó con Elvis Gryffindor de manera clandestina, sin avisar al Ministerio de Magia de su enlace matrimonial. La ceremonia (acorde a las tradiciones druidas) se llevó acabo en un [url=http://www.harrylatino.org/index.php/topic/99011-una-ceremonia-druida/]bosque de Escocia[/url]. * Su patronus adopta la forma de un [b]águila real[/b]. [fimg=left]http://i.imgur.com/bV8kQDS.jpg[/fimg]* Tiene una lechuza hembra de plumaje blanco, su nombre es [b]Elwing[/b].[fimg=right]http://i.imgur.com/krOwx5k.gif[/fimg] * Tiene tres mascotas: una Golden retriever llamada [b]Kyara[/b]; un perro samoyedo de nombre [b]Pólux[/b]; y un gato siamés llamado [b]Orión[/b]. * En la espalda, muy cerca del hombro derecho, lleva un tatuaje en forma de martillo que revela su pertenencia al Clan de los Paladines. Dentro de este grupo su fiel amigo es un corcel azabache de ojos oscuros y profundos, de ahí que su nombre sea [b]Maeglin[/b], que significa [i]mirada aguda[/i]. * En el lado izquierdo del cuello tiene un pequeño lunar en forma de media luna idéntico al de su hermano [url=http://www.harrylatino.org/topic/90754-ficha-de-salazar-black-dumbledore/]Salazar[/url], pues ambos lo heredaron de su madre. * Siempre lleva consigo un guardapelo plateado que contiene las fotografías de sus hermanos. Tal objeto tiene grabado un extraño relieve que hace recordar a un fénix emergiendo de las cenizas; y sólo había otro par idéntico al de ella: uno lo portaba Mark y el otro Salazar, cada uno con las respectivas fotos de sus otros dos hermanos. * Sólo ella es pelirroja como Lyla, su madre; sus hermanos Mark y Salazar son castaños como su padre. * Le gustan los lugares tranquilos; en general no se siente cómoda en medio del bullicio y la multitud, sobre todo si está rodeada de extraños. * Se encariñó tanto con Hilary J. Gryffindor (hija de Elvis) que la considera como su propia hija. * Durante un tiempo se sintió sumamente atraída por Marcellus Allan, pero la inseguridad (y el poco contacto que tuvieron) la hicieron darse cuenta de que él jamás podría interesarse en ella. A pesar de eso le ha concedido un lugar especial en su corazón, y en ocasiones aún esboza una pequeña sonrisa cuando lo recuerda. * Luego de varios hechos, Annick decidió abandonar las filas de la [i]Orden del Fénix[/i] por diversos motivos. No obstante los ideales de la pelirroja no cambiaron en absoluto, por eso mismo continuó luchando contra las artes oscuras desde su empleo en el [i]Cuartel General de Aurores[/i], y tiempo después regresó a la Orden (aunque en esta ocasión sus motivos no eran por el grupo en sí, sino porque temía los peligros que su esposo podía correr como miembro activo y deseaba estar cerca de él). ¡De antemano muchísicas gracias! *dejo chocolates*
  18. La pelirroja aún esperaba una respuesta a su propuesta de salir a dar un paseo por los terrenos de la mansión cuando dos personas aparecieron en la entrada de la sala. Por un momento todos permanecieron callados debido a la sorpresa, pero luego de unos segundos los gritos y las sonrisas se hicieron presentes. Incluso Elros parecía comprender que algo importante estaba sucediendo, pues durante un instante miró la escena atentamente y en silencio. Luego comenzó a reír al ver que los adultos hacían lo mismo. ―Bienvenida, hija, qué gusto que hayas regresado –expresó mientras abrazaba a la joven. Annick miró a la pequeña que acompañaba a Ley, y le sonrió mientras ésta les explicaba el motivo por el cual la niña no los conocía. De manera inconsciente la ojiverde frunció ligeramente el entrecejo como solía hacerlo cuando algo le resultaba extraño. Se preguntó cómo era posible que la pequeña tuviese cinco años si para ellos tan sólo había transcurrido poco más de uno. No encontró explicación lógica, pero decidió no comentarlo por el momento. ―Hola, Amaranta –saludó colocándose en cuclillas para quedar a la altura de la nena–. Bienvenida a casa, espero que te guste vivir aquí. Mira, él es Elros –comentó señalando hacia el pequeño Gryffindor. »Seguro están cansadas por el viaje –dijo en dirección a Ley–. ¿Desean comer algo o prefieren descansar? Annick sabía que todos tenían millones de preguntas para Ley, pero quizá pensó que quizá ella deseaba primero tomar un breve descanso antes de enfrentarse a la sarta de preguntas que todos le lanzarían. Off: Lo siento, pero rolísticamente no puedo aceptar el paso de cinco años. No sería coherente. Mis personajes no han envejecido tanto xD
  19. No sé por qué no recibo notificaciones si se supone que sigo el topic T.T Sagitas, mil gracias por corregir el error n.n @@Felias Snape Triviani Considérate parte de la familia, ojalá un día puedas acompañarnos a rolear. Avisaré a @ para que pase a editar y te agregue a la lista oficial :3 Hablando de eso... ya saben lo que opino del enooorme árbol genealógico. Hay gente que no ha pisado (ni pisará) el foro en una década xD Ah, y algunos nicks están desactualizados. Oigan, hay que meterle acción al rol de la mansión. Me cansa rolear sólo en la sala xD Saludos o/
  20. ―El coc-cocktail –murmuró Otto Babbling como si le hubiesen preguntado acerca de algo cuya importancia había olvidado–. Sí, sí, gusanos de goma –repitió sin la usual seguridad con que solía cumplir sus responsabilidades–. Ahora mismo iré a supervisar la comida y las bebidas. Dicho eso dio media vuelta, al parecer sin haberse percatado de que Elizabeth no había respondido su pregunta, y se alejó rápidamente. Apenas había desaparecido de la vista cuando Annick dejó de taparse la boca y rió abiertamente. ―Cualquier disfraz que usemos, será mejor que el de Otto –comentó aún con una sonrisa en el rostro y enjugándose los ojos para eliminar las lágrimas de risa. Al menos el absurdo disfraz del gerente había logrado que la ojiverde se relajara. ―Me agrada la idea de las vampiras –comentó al recordar lo último que había dicho su amiga antes de la aparición de Babbling. Mientras hablaba, Annick intentó recobrar la compostura a pesar de que aún continuaba sonriendo–. Veamos qué hay en el almacén. Creo que ahí encontraremos lo que necesitamos –miró el reloj y volvió a alarmarse–. ¡En cuestión de momentos comenzarán a llegar los fantasmas y otros invitados! Tomó a su amiga del brazo para apurarla a avanzar. Había tomado tan desprevenida a la joven Tonks que la hizo trastabillar. La pelirroja sonrió, pues aún sospechaba que minutos antes Elizabeth la había empujado a propósito. Llegaron al almacén, el cual se abrió con un movimiento de varita por parte de una de las brujas. Había líquidos y utensilios de limpieza en un área, y mantas, túnicas y otros objetos en otra. ―Supongo que si queremos lucir colmillos largos y afilados, tendremos que aplicarnos un encantamiento en los dientes. Tú te encargarás. Eres mejor con hechizos –comentó pasándole un par de viejas capas para que las examinara y decidieran si serían de utilidad; mientras tanto ella continuó rebuscando por si encontraba alguna otra cosa interesante. Volvió a mirar el reloj y supo que sólo contaban con quince minutos para la hora señalada. ―¿Vestiremos todo de negro? –preguntó intentando visualizar la imagen de un vampiro–. Oh, mira, ¿cómo habrá llegado esto aquí? –mostró un estuche con maquillaje en su interior. Supuso que alguna huésped o una de las empleadas lo había olvidado y por eso había terminado en una caja del alamacén–. Quizá sea de utilidad. ¿Qué hay de las capas? @@Elizabeth Tonks
  21. Kassandra y Groter llevaban rato sin mediar palabra. Elros parecía bastante entretenido intentando alcanzar un cromo de rana de chocolate que estaba a poca distancia de él, entre el sitio donde Annick y Elvis estaban sentados. Probablemente alguien había estado comiendo golosinas en la sala y había olvidado el cromo sobre el sillón. ―Mira –dijo con su tierna voz intentando llamar la atención de sus padres. La pelirroja vio lo que señalaba y tomó el cromo, pero antes de dárselo al niño, leyó: Alberta Toothill 1391 - 1483 Ganadora de la competición de duelos de 1430. Fácilmente venció al favorito, Samson Wiblin, con el encantamiento volador. Annick sonrió antes de darle el objeto a Elros. Conocía bien a Alberta Toothill, o al menos el recuerdo que quedaba de ella, pues se trataba de uno de los fantasmas que habitaba el castillo Transylvania que la pelirroja y su amiga Elizabeth Tonks habían adquirido hacía poco tiempo. ―¿Les apetece algo para beber o prefieren salir a dar un paseo por los terrenos de la mansión? –preguntó a sus acompañantes. En ese momento se escucharon voces amortiguadas cerca de la entrada. La fenixiana no logró captar bien lo que decían, pues había un pasillo entre el recibidor y la sala donde ellos se encontraban. ―¿Quién será? –preguntó sin dirigirse a nadie en particular. Estaba segura de que se trataba de algún familiar o amigo, de lo contrario no habrían logrado llegar tan cerca sin que ellos se percataran–. ¡Estamos en la sala! –elevó la voz para que se escuchara hasta la entrada.
  22. De pronto la pelirroja comenzó a sentir una paz y tranquilidad que sólo Elvis era capaz de transmitirle. Había transcurrido mucho tiempo desde la última vez que tuvieron la oportunidad de compartir aunque fuese un breve momento a solas; pero toda la larga espera pasó desapercibida durante aquel encuentro en el que Annick percibió el calor corporal del castaño. ―¿Acaso está proponiendo que tengamos una cita, señor Gryffindor? –preguntó con una sonrisa pícara–. Por supuesto que me encantaría que vayamos solos a algún lugar. Continuaron conversando mientras bajaban las escaleras tomados de la mano con rumbo a la sala, donde, según Elvis, se encontraban Kassandra y Groter. Al ingresar, la ojiverde los saludó con cariño como solía hacer siempre con la familia y amigos. ―Me alegra ver a alguien en casa –comentó mientras tomaba asiento junto a su esposo, quien aún cargaba en brazos a Elros–, aunque me preocupa seguir sin saber nada del resto de la familia. Quizá estén muy ocupados. Espero que se encuentren bien… –comentó pensativa. Elros miraba fijamente a Kassandra y Groter, y de repente les sonreía abiertamente antes de volver a observarlos con detenimientos, como si le provocaran curiosidad.
  23. Annick estaba jugando con Elros mientras aprovechaba para animarlo a aprender algunas palabras. En ocasiones el pequeño las repetía, provocando la sonrisa de su madre, pero otras veces se entretenía más en jugar y balbucear sonidos sin sentido. ―Amor, no te esperaba –comentó la pelirroja feliz de ver a su esposo. Correspondió el beso del castaño con una dulzura que le parecía insuficiente para lograr transmitir cuánto lo amaba–. Yo también te he extrañado. A todos. ¿Has notado que casi nadie viene a casa? Parece que todos están muy ocupados. La pelirroja ladeó la cabeza ligeramente cuando Elvis colocó la suya sobre su hombro. Pudo percibir el perfume del fenixiano. Le agradaba descubrir que aún se le erizaba la piel como cuando ambos habían iniciado su relación. ―Hola –dijo Elros sonriendo ante la llegada de su padre. Ésa había sido una de las primeras palabras que había aprendido, y la repetía cada vez que veía a alguien, incluso a sus padres. A veces lograba articularla con claridad, pero en otras ocasiones cambiaba alguno de los sonidos por otro similar–. Hala –volvió a repetir como hacía siempre. El pequeño estiró los brazos luego de que el patriarca Gryffidor hiciera lo mismo, y se acercó a su padre gateando para llegar a sus brazos. Annick sonrió. Eran poco los momentos en que podía estar en compañía de los dos seres que más amaba. Ahora era ella quien posaba su cabeza sobre el hombro de su esposo. ―Sí, vamos abajo –respondió la ojiverde aprovechando la cercanía para dar otro beso a su esposo. Había pensado que pasaría todo el día sólo en compañía de Elros, así que la aparición de su esposo mejoró mucho su ánimo–. Me pareció escuchar que alguien había llegado, ¿o me equivoco?. @
  24. ―¿Escregutos? No me apetece andar arrastrándome. ¿O cómo se supone que haríamos? –preguntó Annick con extrañeza mientras se cruzaba de brazos. Poco a poco había disminuido el ritmo de la caminata hasta que finalmente se detuvo. Debía aceptar el hecho de que no había pensado en lo que decía su amiga acerca de la idea de disfrazarse de momia: aquello era un estilo demasiado muggle, y debía adaptarse más al estilo mágico dado que la mayoría de sus invitados pertenecían a ese mundo. ―Me agrada la idea del disfraz en conjunto –el dedo índice de su mano derecha comenzó a tamborilear en señal de que hacía un esfuerzo por pensar en el mejor disfraz–. También podríamos ser dos dementores. Sólo hay que encontrar un par de capuchas y podríamos hacer los arreglos necesarios para que nos cubran por completo. El cielo comenzaba a teñirse de tonos nacarados, lo cual indicaba que la noche estaba a punto de caer y los invitados comenzarían a llegar en cualquier momento. Los rayos del sol iluminaban con debilidad y un conjunto de murciélagos aprovechó el momento para comenzar a hacer el trabajo de ambientar la velada: sobrevolaron el jardín emitiendo sus peculiares sonidos antes de volver a posarse en uno de los árboles que rodeaban la zona. ―¡Señoritas! –la voz de Otto Babbling llamó la atención de ambas brujas. El gerente cruzó el jardín trotando en dirección a ellas, y mientras se acercaba pudieron notar que su rostro, y al parecer todo el resto de su cuerpo, estaba pintado de color azul eléctrico. La pelirroja no se percató de que entreabrió los labios en señal de perplejidad–. La hora se acerca. Los invitados están a punto de llegar. He pedido al guardia y a la camarera que ayuden a recibirlos, pero preguntan en qué momento podrán unirse a la fiesta. Annick aún observaba el rostro azul de Otto, y reparó en dos especies de antenas que sobresalían de sus orejas. Acaba de caer en la cuenta de que Babbling había intentado disfrazarse de Duendecillo de Cornualles. La fenixiana hizo un esfuerzo por reprimir la risa y comenzó a taparse la boca fingiendo un acceso de tos. Miró a Elizabeth en señal de que ella tendría que responder a Otto. @@Elizabeth Tonks
  25. Annick contempló momentáneamente el reflejo en el espejo: sus mejillas y nariz lucían un poco sonrosadas debido al frío, y su piel comenzaba a parecer ligeramente pálida a causa de la falta de sol. ―Hace unos momentos Tanis y Rhaenys han comenzado a colocar los adornos navideños –informó Eneas al mismo tiempo que sacudía la mesita de noche. ―Quizá necesitarán ayuda. No sé si sólo adornarán la sala o toda la casa –comentó la pelirroja en tono distraído mientras sujetaba su rebelde cabello; luego comenzó a calzarse unas botas altas para protegerse del frío. Acomodó el cuello de tortuga de su blusa gris y puso un poco de bálsamo en sus labios para mantenerlos humectados. Miró a través de la ventana. La nieve había cubierto por completo los arbustos y las copas de los árboles, y los terrenos de la mansión se ocultaban bajo una capa de un impecable color blanco. Elevó la vista, pero era imposible ver a la distancia debido a los remolinos que se formaban con los copos de nieve que caían sin cesar. ―Traigo al pequeño, señora –se escuchó una voz chillona. Dido, la elfina doméstica, ingresó a la habitación cargando a Elros con notoria dificultad. El pequeño estaba a punto de cumplir dos años de edad, y su peso era demasiado para la menuda elfina. ―Dido, ¿por qué no lo traes en la carriola? Es pesado para ti –explicó Annick mientras tomaba a su hijo en brazos. El pequeño se alegró al ver a su madre y de inmediato comenzó a balbucear como si estuviera platicando con ella–. Dudo que hoy podamos salir de paseo –comentó a los elfos–, por favor, avísenme cuando Tanis y Rhaenys terminen de colocar adornos; así podremos ir a la sala y calentarnos con el fuego de la chimenea. Ambos elfos asintieron, pero sólo Dido desapareció en dirección a la planta baja. Eneas continuó sacudiendo los muebles de la habitación en tanto la fenixiana charlaba y jugueteaba con Elros.

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