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Adrian Wild

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Todo lo publicado por Adrian Wild

  1. Mi cabeza había obviado la pregunta de Sean sobre la pérdida de magia de la pelivioleta. En realidad, había omitido gran parte de la conversación que habían mantenido entre ellos hasta que hube formulado mi pregunta, pues mi mente se había visto envuelta en un debate consigo misma, buscando la pregunta acertada. Pero, en el fondo, subconsicentemente, sí había almacenado aquella información, sólo que había decidido —erróneamente— desestimarla y dejarla momentáneamente en ese compartimento de mi cabeza, al que a veces debería prestar más atención, de "las cosas del pasado". Quizá de haberme interesado antes por cómo se encontraba mi hermana, si hubiera estado más cerca de ella en todo ese proceso por el que había tenido que pasar en aquellos meses, hubiera podido hacer algo por evitar que se aferrara a un dolor que pude entrever en su respuesta. No había visto cómo le había afectado toparse con la carta que reposaba sobre su escritorio cuando se hubo sentado tras él, pero sí vi cómo la guardaba a buen recaudo en uno de los cajones antes de volver a tomar la palabra. Tuve que tragar saliva antes, eso sí. — Pues el hermano de la Primera Ministra cree que se ha perdido. —Tuve que volver a tragar saliva. Al ir a aquella oficina pensaba que iba a ser realmente fácil decirle a mi hermana, como siempre había hecho, lo que pensaba. Pero tenerla delante, ver que sí era ella y que había decretado aquel edicto conscientemente, y tratarla de una forma tan distante por el impacto de realidad que estaba sufriendo... No, no podía seguir hablándola así. Me senté en uno de los sillones del otro lado del escritorio al que ella se encontraba y la miré a los ojos—. Sagitas, ¿dónde estás? —Otra pregunta que de sencilla, se volvía compleja—. Tú sabes lidiar con el dolor mucho mejor que esto. Estás actuando desde el dolor —mi tono se dulcificó y mi voz se quebró un poco— y siento no haber estado para compartirlo y aligerarlo, para ayudarte, pero, ¿ojo por ojo? ¿De verdad? Hermana —me forcé a tomar una de sus manos entre las mías. Lo forcé y, encima, no sentí el calor del afecto, sino frío. Sólo frío—, ojo por ojo, al final todos ciegos. » ¿Desde cuándo juzgamos a toda una sociedad por los crímenes de unos pocos? ¿De verdad estás buscando justicia haciendo eso? Sé que estás en una posición extremadamente difícil y sé que hay que tomar medidas de control para que esto no se desmadre, pero estás promulgando, dándoles peso y motivo a todos aquellos que llevan buscándolo desde hace siglos, un discurso de odio que lo único que puede conseguir es abrir aún más la brecha por la que ya justos e inocentes están cayendo. » No puedo, ni por asomo, siquiera sugerirte cómo gobernar este país, pero sí te puedo decir que pares un segundo a reflexionar, que todavía estás a tiempo, y que en la calma, cuentas con mi apoyo. Pero así no, hermana —y volví a retirar mis manos hacia mi regazo, pues la ausencia de afecto comenzaba a congelarme entero—, así no puedo. Ni yo, ni nadie. Tú eras el cambio que muchos esperábamos y ahora resulta que tú has cambiado. Me quedé en aquella postura encogida sobre el asiento, con las manos entre los muslos y, por un instante, bajé la mirada a la superficie del escritorio. Como si no lo hubiera hecho antes, mi conciencia despertó realmente; había comprendido algo con aquellas últimas palabras. Mi hermana había cambiado. Regresé a mirarla a los ojos. Su transparencia me atravesó de nuevo. Me levanté de golpe y retrocedí hacia la puerta. Por unos momentos mis propios fantasmas se revelaron en mi interior. Llevaba meses luchando contra ellos, contra todo lo que había descubierto del pasado de mi padre, agitando las grises nubes que amenazaban con ensombrecerme hasta que la oscuridad me pareciese un nuevo refugio desde el que poder explorar a fondo e investigar más sobre él. De pronto, creí comprenderla. Otra compuerta de mi mente se abrió y un resquicio de aquello que había almacenado de la conversación anterior de la pelivioleta con Sean se asomó por ella. Elvis había muerto. Volví a dar otra bocanada de aire, pues había sumido mi respiración a un tempo mucho más lento sin darme cuenta, y entonces solté, como un espadazo contra mis propios fantasmas: — No puedes hacerle esto a la Potter Black. Ni a tus ideales. Ni a Elvis. De lo que no me di cuenta en aquel momento era de que aquello, me lo decía también a mí mismo.
  2. No sabía muy bien por qué, pero las palabras que gritó Sean hacia las puertas del despacho de mi hermana me hicieron reír más. Pasé de golpear casi con furia a dar torpes y arrítmicos golpes movidos por la risa. Casi no pude reaccionar a la nueva voz que se incorporó a nuestras espaldas y que nos apeló directamente a Sean y a mí. Sentí mi mano caer al vacío y rozar una tela. Al girarme y toparme con el rostro de la pelivioleta de frente, cerré los labios, la risa se me cortó y se quedó contenida en los pulmones. Por unos instantes, no respiré. Sagitas estaba allí. Di una bocanada de aire al darme cuenta de que había dejado de respirar y torcí la mandíbula, incrédulo. Escuchaba sus palabras, pero no podía dejar de preguntarme qué le diría. Era ella. Parecía ella. Concentré toda mi atención en mi olfato. Olía a ella. Pero aún así, no podía terminar de creérmelo. Mi cabeza anteponía las teorías que había elaborado con anterioridad: «es una impostora, no es ella», «está bajo los efectos de un Imperius, no es ella», «alguien la está extorsionando, no es ella». Entré como un autómata, con el gesto todavía torcido y sin dejar de mirarla como quién mira a un vendedor de reliquias tratando de encontrar la trampa en su elaborado discurso de venta, tratando de ver la estafa en sus ojos. Nunca jamás su transparencia me había molestado tanto. — No, no nos atacan dragones rumanos, no. Aquello era absurdo. Ni siquiera sentía que me pudiera comunicar con ella con normalidad. No sabía que decir. No sabía qué quería decirle. No sabía qué podía decirle. Ella era plenamente consciente de mi relación con los muggles. Narices, ¡no podía haber roto todas las suyas de la noche a la mañana! Pero, además, ¿podía de verdad confiar en que era ella? No ya que lo que tenía delante era su verdadero cuerpo y no un impostor bajo los efectos de una poción multijugos, sino, ella. La Sagitas Ericen Potter Blue que conocía. Maldije una vez más la transparencia en su mirada. Nos había pedido respeto y que, durante el tiempo que estuviéramos entre aquellas cuatro paredes —¿cuatro?, ¿cuántas paredes tenía aquel lugar?—, la tratáramos como la Primera Ministra. Bien, eso haría. Sostuve la mirada el tiempo justo como para que aquello comenzara a ser incómodo incluso para ella. Entonces, obedecí. — Señora Ministra, ¿qué ha hecho? Aquella parecería una pregunta demasiado simple. Pero no os engañéis. Tuve la oportunidad de preguntarle frente a frente lo que todo el planeta se estaba preguntando en aquellos instantes. Ni siquiera me percaté de la carta que se posaba sutilmente sobre el escritorio que había a sus espaldas en aquel preciso momento.
  3. Concuerdo con todos los que han escrito por aquí, Ernest. En mi opinión, nadie debería desmentir algo así sin saber, pero lo único que te puedo decir ante esa respuesta tan desafortunada por parte de tu familia es que tú continúes con el camino de, como han dicho los compis, sanación que acabas de emprender. Porque sí, lo has hecho, has dado el primer paso, y ahora debes preocuparte de seguir con ello para llegar hasta esa herida y ver cómo tratarla y encajarla en tu vida actual. Son procesos largos y pausados, pero dedícate mucho tiempo para ello y sobre todo, para encontrarte bien. Recuerda siempre que habrá personas que no sólo te creerán, sino que te ayudarán en ese camino de sanación. Busca a esas personas y permíteles ayudarte. Un abrazo muy, muy fuerte. Gracias por compartirlo, gracias por la valentía como también han dicho arribita y, lo más importante, gracias por sincerarte contigo mismo y comenzar el proceso, porque en este mundo necesitamos a más gente consciente de lo importante de cuidarse no sólo el cuerpo, sino todo lo que va por dentro. <3
  4. Ficha para canciones de 2020: Canción: My Body Is a Cage Autor: Peter Gabriel Enlace a YouTube o Spotify: https://www.youtube.com/watch?v=PkNtBuwWq_o&ab_channel=PeterGabriel-Topic ¿Por qué es importante? Pues simplemente la escuché en una serie que estaba viendo y que me tuvo muy enganchado ('Dark' es la serie) y cuando apareció la canción tuve que buscarla enseguida porque me remató. Tanto, que la escuché en bucle y hasta me salió escribir un poema (bueh, mi tipo de poesía súper libre xD) de lo mucho que me hizo sentir. Otros datos: Voy a dejar el poema, me apetece compartirlo con vosotros, aunque me da cosica Al instante, permanece, se cuela y recorre piel, alma, venas; agita la sangre y la condena. Del recuerdo la mentira, de la carne que reviva, aliente y cese, nunca más y por siempre. Extraño, y al pueblo olvidado, temes, congelas y hieres. Hasta la muerte. Hasta que libere. Y conviertes el cuerpo, lo encierras con las alas puestas, y las ganas que en el vacío cosechan. Y clavas las uñas donde la llave fue puesta. Coge aire. Ya no hay puerta. (Lleva copyright (?) xD) -------- Canción: It Takes a Lot to Know a Man Autor: Damien Rice Enlace a YouTube o Spotify: https://www.youtube.com/watch?v=BxWl-O19i-I&ab_channel=LaBlogoth%C3%A8que ¿Por qué es importante? Descubrí esta versión de la canción antes que la canción, y ya me quedé prendado, descubriendo que además, había escuchado alguna otra canción suya. Desde entonces, adoro sus canciones, ese timbre de voz y lo precioso de sus letras. Esta en específico me toca mucho, y esta versión con el coro (y con toda la connotación de ese evento, de tomar a alguien aleatoriamente y llevarle a un one to one) más aún. Es una constante, me hace sentir mucho, melodía y letra, así que este año pasado ha caído, por supuesto. Otros datos: --
  5. Una voz masculina me hizo darme cuenta de que había alguien a mi lado, al parecer también solicitando verse con la Primera Ministra. Giré la cabeza todavía con la dura mirada con la que trataba de acorralar a la pobre mujer que había tras el escritorio para encontrarme con un hombre que no tardé demasiado en reconocer. Si mal no recordaba, era el yerno de mi hermana que me había intentado ayudar con el bebé de acromántula aquella vez en la Potter Black, antes del duro episodio con la parte secreta de la familia de la pelivioleta. Encontrarme con alguien que había visto por última vez antes de lo ocurrido con Lázarus me retorció el estómago, pero me esforcé para evitar que los recuerdos que había conseguido bloquear me asaltasen. No podía permitirlo, y mucho menos en aquel preciso momento. — Sean. Mi voz sonó grave, ronca y ahogada, completamente en contraste con la que había usado para dirigirme a la auxiliar de la secretaría. Carraspeé e inspiré profundo, empujando muy al fondo las últimas imágenes que se me vinieron a la cabeza. El joven mencionó el nombre de Perenela, mi sobrina. Terminé de encajar el parentesco: era su novio, o su marido, no tenía muy claro si estaban casados. Me había perdido tantas cosas. — Yo tampoco la he visto. ¿Debería estar aquí? Entonces una gran duda se encaramó a mi mente. Torné de nuevo la mirada a la mujer que, aun con la atención puesta en nosotros, seguía tratando de organizar todo el tinglado que tenía formado en el escritorio. En cuanto sintió que volvía a enfilarla con los ojos conectó los suyos a los míos, abriéndolos más de lo que jamás hubiera pensado que era lo normal. — Sagitas está dentro en su despacho, ¿verdad? —Temía que después de promulgar aquel despropósito hubiera salido por patas a refugiarse Merlín sabe dónde. No esperé respuesta. Dirigí mis pasos hacia las puertas dobles que me abrirían paso al núcleo de todo aquel centro neurálgico que controlaba toda la sociedad mágica británica, y en lugar de hacer lo lógico e intentar abrirlas, comencé a aporrearlas. — ¡Sagitas! ¡Sagitas si estás ahí ábreme la puerta, soy tu hermano! ¡¡Abre la maldita puerta si no quieres que... ¿Si no quería que qué? Como si tuviera alguna oportunidad de amenazarla con nada, a ella, a una de las brujas más poderosas de aquel país, por muy despistada y loca que pareciese. Pero daba igual. Si ella había perdido la cabeza, yo también lo haría. — ...si no quieres que se lo diga a mamá!! ¿En qué momento había convertido las ajetreadas y desbordadas oficinas de la Ministra de Magia en el receptor de semejante escena familiar? Mis propias palabras me hicieron gracia, al darme cuenta de que me había transportado yo sólo a unos años donde nada de aquello hubiera sido posible, donde, incluso, nuestra madre vivía. Me quedé parado y callado durante unos segundos frente a las robustas puertas, y entonces, estallé en carcajadas. Si mi risa no la hacía salir de su refugio, incluso aunque no fuera aquel despacho, si no sentía allá donde fuera que estuviese lo que necesitaba verla, que me explicase de qué se trataba todo aquello, que estaba bien... Nada lo haría. Y entonces, sabría que algo no iba bien, que la Primera Ministra de Magia y su eterno espíritu payaso, necesitaban ayuda.
  6. Noté perfectamente el fuerte pinchazo a la altura de mi pecho, y el dolor se extendió hasta la parte alta de mi cuello. Me ahogaba. Recordé que yo también había usado aquel hechizo en la clase del libro anterior contra mi compañero de entonces. No, no era agradable. Aún así, entendí que si Badru había perdido tiempo en conjurar aquel Cinaede, habría sucumbido al efecto de la Arena de Hechicero. Por desgracia su ceguera no le había imposibilitado lanzar aquel último hechizo que ahora hacía que mis vías respiratorias ardieran. Sin embargo, antes de abrirlas para ponerme a salvo, sentí el impulso de protegerme, desconfiando de la gran habilidad mágica de aquel joven Guerrero Uzza, quién no pareció dudar ni un segundo en sus acciones. De pronto, la paz que había sentido en todo momento con él, se convirtió en pura tensión. Tensión y urgencia. — Cantar de Eleboro —dije con dificultad, sin pensar. A diferencia de lo que había ocurrido en Nurmengard cuando había tratado de conjurar aquel hechizo, sentí a Dror vibrar levemente en mi mano y esa vibración extenderse por todo mi cuerpo. Parecía que sólo necesitaba un poco de urgencia e instinto de supervivencia para conseguirlo. Entonces me di cuenta: debía haberme protegido mejor, todo entero y no sólo mis sentidos. Sin embargo, parecía que había elegido bien, porque obtuve un tiempo crucial en el que nada ocurrió. ¿O es que me estaba dando margen para recomponerme? Al fin y al cabo, aquello era una clase, no creía que Badru pretendiera acabar conmigo; al menos no era lo que su templado talante me decía. Casi me había olvidado de que me ahogaba, sorprendido por aquel tiempo de ventaja. «Anapneo», pensé entonces, liberando mis vías respiratorias del dolor y la presión, aun a sabiendas que todavía debía curar la heridas internas. Recordé que el muchacho seguía ciego, así que me desplacé silenciosamente hacia la izquierda, pisando despacio la arena de aquel desierto que comenzaba a enfriarse cada vez más y más. Si no perdía de vista la dirección de sus movimientos y no hacía ruido, sería fácil evitar cualquier hechizo que requiriese puntería. ------------------------- PV: 50 (-50 del Cinaede) PP: 6
  7. Nick: Adrian Wild ID: 83911 Conocimiento: Conocimiento de Maldiciones y Herbología Nivel de Magia: 19 Link a la Bóveda: Bóveda Nº 78776 Link a la Ficha: Ficha Nº 78654
  8. Abrí los ojos como platos y sentí un nudo formarse en la boca de mi estómago. Apreté los dientes, releyendo no el contenido de aquel edicto, que ya había leído varias veces, sino la firma del mismo. Quería alejar mi incredulidad y que mi cerebro construyese alguna historia lógica para aquello que tenía ante mis ojos. Un secuestro, una amenaza, una maldición Imperius... No podía permitirme creer que aquello había sido un acto completamente voluntario. Era, sencillamente, imposible. Dejé aquel número de El Profeta con el edicto en primera plana sobre el escritorio de mi despacho y salí con paso decidido, colocándome sobre los hombros la capa que había dejado colgada en el perchero. El par de miembros del Comité que habían acudido aquella mañana a trabajar contemplaron mi trayectoria, mudos. Conocían mi parentesco con la Ministra, y ahora toda la familia seríamos sospechosos de confraternizar con aquellos ideales. Sagitas nos había marcado a todos. Eso era lo que más me sorprendía. ¿Cuándo había hecho algo la payasa sin pensar en la familia? Tenía despistes, sí, pero, ¿cómo pronunciarse de aquella manera sin pensar en las consecuencias, después de todo lo que había ocurrido aquel año? En el elevador, pulsé el botón del primer piso con tanta fuerza que al soltarlo este se quedó todavía un poco hundido. No creía que fuera a ser fácil reunirme con ella, y menos en la calidad en la que iba, no como director del Comité Cultural Mágico Internacional, sino como hermano, pero desde luego, no podía quedarme de brazos cruzados, sin obtener ninguna explicación de por qué había hecho aquello, abusando, además, de su autoridad. Me horrorizaba pensar que mi hermana pudiera compartir apenas un minúsculo parecido con el anterior Ministro de Magia. No, es que no podía ser. ¡Pero si todo el mundo sabía que era fiel defensora del pueblo muggle! Necesitaba una explicación. Necesitaba saber que estaba bien. Que estaba. Aunque de ser así, casi sería peor. — Sé que ahora mismo ese despacho será una locura, pero quiero ver a Sagitas Ericen Potter Blue ahora mismo —dije de carrerilla nada más llegar a la antesala de su despacho, ante una de las aturdidas auxiliares que trataba de gestionar todos los mensajes, lechuzas y memos. — Caballero, no creo que... — Soy su hermano. Yo creo que sí. Demasiado respeto estoy teniendo para no entrar por esa puerta sin permiso. No era nadie para exigir de aquella manera. Pero mi hermana, mi verdadera hermana, tampoco era la que había escrito aquello. Estaba seguro. @@Sagitas Potter Blue
  9. El Buque de las Sombras 27 de noviembre Miraba alternativamente los dos objetos que aquel ser me presentaba en cada una de sus fantasmagóricas extremidades. ¿Podía fiarme? No, claro que no. ¿Tenía alguna otra alternativa para salir de allí sin poder ser interceptado en el intento, a excepción de aquella extraña magia que un ser desconocido me ofrecía? Desde luego, no tenía mucha alternativa. Sopesé ambas opciones. Aparecer en Ottery, cerca de una de las mansiones del pueblo, no era la mejor y más discreta opción, pero sería mejor que un destino desconocido. Respiré profundo. Aquello era una locura, y no habíamos pasado meses de planificación para que yo ahora cometiera una. — Está bien, tomaré la moneda, pero antes debo avisar a una persona de mi partida. La puerta se abrió. No había escuchado los pasos acercarse. Era Golliver. Menos mal que era Golliver. — ¿Partida? ¿Dónde te crees que vas, Wild? — Iba a avisarte. Debo ir a Londres y cerciorarme que el Ministerio ha recibido el mensaje. —Miré a aquel hombre con toda la crudeza de mi decisión encaramada en mis entrañas, casi como si pudiese notar el traicionado sentir del hombre ante aquella confesión. Volví a tomar la palabra, antes de que pudiera replicarme nada—: Debo ir, Marcus. Sólo yo me expondré. Me mantuvo la mirada unos instantes y entreabrió los gruesos labios casi tapados por su poblado bigote, pero volvió a cerrarlos, dedicándose tiempo para elegir bien sus palabras. — Mañana saldremos al anochecer. —Entendí el permiso en sus palabras, su acuerdo no escrito, y su aviso: saldrían conmigo o sin mí, y así debían hacerlo, por eso relegaba todo el cargo en él—. ¿Cómo volverás? —preguntó. Se hizo el silencio. Miré a mis espaldas, al sombrío ser que me ofrecía una vía de escape, pero no de regreso. No sabía cómo volvería, pero si conseguía llegar a las personas indicadas, conseguiría llegar a donde ellos estuviesen. Golliver asintió ante la ausencia de respuesta y entonces sacó un frasco de uno de sus bolsillos. — Poción multijugos. No pretenderás exhibir por todo el maldito Londres esa cara de sospechoso con un "interrógame" escrito en la frente —dijo, con una seriedad que no permitía tampoco réplica alguna. Estaba aterrado por mi decisión y mi tozudez. Sabía que no iba a poder pararme y que el único que podría salir mal parado de todo aquello era yo, y aún así, eso le quemaba, estaba seguro. Pero había aprendido a confiar plenamente en mí, al igual que yo en él. Tomé el frasco y lo bebí al instante, terminando de empaquetar mis cosas en la mochila con un golpe de varita. Casi había olvidado lo mal que sabía aquel brebaje. Cuando la transformación terminó y me miré en el irregular espejo que había apoyado sobre la pared, vi que me había transformado en un muchacho pelirrojo de mediana estatura, Malvec, uno de los malabaristas de su compañía, realmente habilidoso. Marcus Golliver no dijo nada más. Me echó una última mirada, tan rotunda que temí que pudiera machacar toda mi mente, mis recuerdos y conocimientos, a través de mis ojos, y finalmente, se dio la vuelta y cerró la puerta al salir. Apreté los dientes. Ahora me tocaba a mí realizar mi extremo ejercicio de confianza en que el ser Sin Rostro no me engañaba. Enganché la mochila a mi espalda y me giré hacia él. Sin mediar palabra, acerqué la mano al galeón que todavía sujetaba y el tirón en mi estómago me indicó que el viaje había comenzado. Londres, de Ottery al Callejón Diagón De la Luxure a las puertas del United King Today Aparecí, efectivamente, en las proximidades de una mansión. Una mansión donde parecía que había alguien esperándome, a juzgar por las figuras que vi en sus inmediaciones y que parecieron querer ir a por mí. ¿Había sido una trampa? No me paré a dudarlo. Solté el galeón que cayó al suelo sin pensar si podía ser mi moneda de vuelta al Buque de las Sombras, y desaparecí antes de que nadie pudiera asaltarme. Por suerte, mi cambio de aspecto físico parecía haber distraído lo suficiente a quienes esperaban mi llegada como para que me diera tiempo a ello. La mala suerte fue que lo había hecho tan abruptamente que no había pensado con claridad el destino. Caí en un callejón, tropezando con una mujer y un joven pelirrojo al que, por desgracia, reconocí, a pesar del tiempo que había pasado desde que lo conociera. Era el predicador que me salvó de mis perseguidores en una muy desafortunada situación que dio pie a que el anterior Ministro de Magia tirara por tierra el velo del secreto de la magia. — ¡Rory! Apreté los labios enseguida. Había olvidado por completo que no era yo en mi cuerpo, sino en el cuerpo de otro pelirrojo, de Malvec, el malabarista. Sopesé decirle la verdad ante la urgencia de los acontecimientos, pero me mantuve callado. Es más, saqué mi varita y me alejé de ambas personas, apuntándolas alternativamente. Había dado con alguien conocido, pero al contrario de lo que esperaba, no podía saber si me podía fiar de él, y mucho menos de la otra mujer. Todo había resultado en un verdadero lío. Demasiada precipitación. Meses de planificación y me precipitaba en el último momento. «¡¡Demonios Adrian!!», me reprochaba con fuerza. Y maldije también al ser Sin Rostro, a pesar de haberme posibilitado viajar sin ser percibido... Pero, ¿por qué me esperaban en la mansión? ¿Quiénes me esperaban? Por culpa de aquel inesperado incidente estaba en mitad de una callejuela, apuntando con pulso tembloroso al muchacho que una vez me ayudó y a una desconocida, tras haber pensado que todo había salido bien. ¿¡Qué demonios se suponía que debía hacer ahora!? @@Rory Despard @@Veronica Prince Rambaldi
  10. Cuando me puse de pie frente al Guerrero Uzza me percaté de que anochecía. Él no mostró ninguna expresión en la que poder reconocer algún sentimiento de aprobación o agrado por mi aparentemente superada prueba, sino que me extendió una botellita con lo que entendí que era poción herbovitalizante y me ordenó que la tomase de inmediato. Así lo hice, viendo como se alejaba de mí unos pasos en línea recta. Asumí que lo había logrado y la ausencia de palabras más allá de aquel último mandato era una buena señal, pues significaba que no tenía ninguna corrección o indicación extra que darme. Los vientos parecían elevarse en aquel lugar a medida que pasaba el día y el sol terminaba su recorrido por el cielo. Me bebí de un trago el contenido del frasquito y enseguida noté su efecto. Algo más pareció cambiar, pero no pude reconocer qué era. Badru comenzó a hablar desde el lugar donde había decidido volver a girarse hacia mí, dándome la enhorabuena e indicándome que era momento de terminar por demostrar mis aptitudes con los poderes de su pueblo. Batirme en duelo con un Guerrero Uzza no era algo que me tranquilizase, pero debía reconocer que, quizá por su apariencia joven, no me sentí demasiado intimidado, a pesar de haberle visto conjurar un portal que me había trasladado no sólo a otro lugar, sino a otro tiempo, apenas hacía unas horas. O eso era lo que parecía que había durado en la antigua prisión de Nurmengard. Quizá él llevaba esperándome días. Daba igual, no podía entretenerme con reflexiones temporales y espaciales. Empuñé a Dror con mi mano derecha y correspondí a la reverencia con la que el maestro daba inicio al duelo que debíamos librar. Debía ser inteligente y comenzar con algún hechizo que me otorgara cierta ventaja. Repasé aquellos que el Libro del Druida ofrecía. Quizá también pudiera prevenir lo que aquel exprimentado guerrero podría enviarme... No, lo que debía era evitar que pudiera usar aquellos hechizos en los que era maestro antes de tiempo. «Arena de Hechicero», pensé, realizando el dibujo con mi varita que terminó apuntando directamente a su rostro. Sabía que podría contrarrestar aquella ceguera, pero al menos debería gastar tiempo en ello. Tiempo que yo necesitaba para pensar. ------------------------- PV: 100 PP: 6
  11. Derecho a cupones: Nick: Adrian Wild Link al perfil: 83911 Compra en el Magic Mall - 30 P (30 cupones) Compra en Magic Mall - 160 P ( 160 cupones) Total de cupones: 190 cupones
  12. Adrian Wild

    Libro del Druida

    La detención del guerrero me pilló desprevenido y casi le sobrepasé, parándome justo a su lado. Una ráfaga de viento quiso dificultarme la escucha de aquello que el maestro explicaba, soplando el dirección contraria a donde yo me hallaba y levantando aún más polvo de la tierra que ocupaba todo aquel terreno. Sin embargo, no fue lo suficiente como para perder por completo el mensaje que me transmitía Badru. Asentí comprendiendo sus palabras y me mantuve asintiendo mientras asimilaba la resolución de mis dudas sobre aquel hechizo. Sin darme cuenta, volví a asentir cuando el Guerrero Uzza decidió que era el momento de que demostrase verdaderamente mis conocimientos sobre el libro y sus poderes. No hubo tiempo para ninguna otra reacción. El joven maestro dio un golpe en el suelo y frente a nosotros se abrió un portal que debía atravesar. «Un Haz de la Noche, está bien», pensé, contemplándolo. Saqué a Dror del bolsillo oculto lateral del pantalón y me predispuse a entrar el primero, como había entendido que debía hacer a juzgar por los gestos de Badru. Y caí. Caí a una celda y el portal se cerró inmediatamente después. Entonces entendí que debía entrar primero porque él no vendría conmigo. Me quedé quieto, para permitir a mis ojos habituarse a la oscuridad. Los abrí ampliamente e intenté descubrir dónde me hallaba. Seguía haciendo frío, a pesar de que sentía que estaba entre cuatro paredes. Extendí los brazos. Cuatro paredes no muy amplias. El frío se colaba por rendijas; escuchaba el aire silbar. Entonces me di cuenta de que la oscuridad la propiciaba la propia piedra de las paredes, completamente negra. Entonces mi olfato lo percibió. El olor de aquel lugar no era para nada común, un olor que removió algunos recuerdos. Específicos, demasiado específicos. Olía a mugre, a devastación, a silencio. No lo podía creer. — Nurmengard. Me levanté y tanteé a mi alrededor. Seguí el recorrido de la pared hasta llegar a una puerta metálica, maciza. No podía ser. Era cierto que habían pasado muchos años desde la última vez que había sido apresado en aquel complejo, muchos alejado de todas aquellas rencillas y luchas, así como de todas las informaciones confidenciales que la Orden del Fénix poseía, pero hasta donde sabía, aquel presidio había desaparecido hacía tiempo. No podía ser Nurmengard, por mucho que aquel olor quisiese confundirme. Debía estar en otro lugar o... — En otro tiempo. Mi propia reflexión me sorprendió. Otro tiempo. ¡Claro! Aquello no había sido un Haz de la Noche, o al menos no uno como el que se describía en el Libro del Druida. Badru debía poseer habilidades más allá de las que podía enseñarnos. Y pensar en aquello, me llevó a recordar los amuletos que llevaba colgados al cuello. Sin dudarlo, metí la mano por el cuello de mi camiseta y saqué la cadena donde varios amuletos y anillos imprescindibles colgaban. Sujeté el amuleto contra las defensas carcelarias y me concentré, deseando salir de aquella celda. Y salí, pero por lo que pude comprobar instantes después, sólo de la celda. Seguía en la prisión. — Maldición Adrian, te ha podido la prisa. Y así era. No había pensado debidamente que quería salir completamente de aquella edificación, sino sólo salir de la celda, por lo que únicamente me había transportado, agotando todo el poder de aquel amuleto, al otro lado de la puerta. Escuché ruidos provenientes de ambos lados del inmenso pasillo oscuro. Algunos provenían de detrás de las otras puertas cercanas. Otros, mucho más lejanos y desgarradores, no sugerían nada bueno. Decidí ponerme en marcha por el lado de la derecha, pues según mis sentidos los ruidos más atroces venían de la izquierda. «Mis sentidos». Debía preservarlos antes de que pudiese ocurrir algo, además, el propósito de aquellas clases, pues no se me había olvidado que estaba en una, era utilizar las herramientas que el libro nos ofrecía. — Cantar de Eleboro —murmuré, realizando la complicada floritura que casi no había practicado. Supuse que lo había conjurado bien, aunque no noté nada. Caminé deprisa, tratando de que no se oyeran mis pisadas y atento de todo lo que pudiera aparecer en el camino. Llegué hasta unas escaleras que no parecían llegar a ninguna parte, pues giraban en diferentes direcciones sin que pareciesen tener final; además, a veces subían y otras bajaban. Me perdí en aquel laberinto de escalones. Cuando conseguí salir de él no sabía cuánto tiempo había pasado, pero nada más poner el pie en suelo liso de nuevo, me topé de frente con tres figuras que alzaban sus varitas contra mí. Estaba tan cansado de subir y bajar, de ir por todos aquellos enrevesados caminos, que no podía soportar pararme a enfrentarme con aquellos guardianes, así que pensé un «Salvaguarda Mágica» tan rápido que los hechizos que quisieron lanzarme se entrecruzaron, impactando entre ellos. Evidentemente, corrí. Corrí atravesando muros y reprochándome lo est****o que había sido por no haber usado aquel hechizo antes. Por desgracia, cuando se me pasó el efecto de aquel hechizo que me confería una intangibilidad temporal, tenía a mis espaldas a un par de guardianes a los que había alterado a mi paso. Lancé con torpe puntería un Arena de Hechicero al que iba por delante sin permitir que mis piernas aflojasen la carrera, por lo que el hechizo impactó en otro guardián que aparecía por un pasillo lateral, quién tropezó con los otros dos por su repentina ceguera. A veces, incluso fallando en mi propósito, tenía suerte. Sólo a veces. Cuando conseguí llegar a lo que parecía la salida y atravesar la puerta, el que perdió la vista fui yo. También había perdido el gusto, pero de aquello no hubo forma que me enterase. Lo que sí supe, era que no había salido. Y al parecer, el cantar de Eleboro que había tratado de usar antes no había salido bien. — Cantar de Eleboro —volví a intentar aquella floritura con la mano derecha mientras con la izquierda comprobaba mi alrededor, guiando mis pasos—. Cantar de Eleboro —Todavía seguía ciego—. Cantar de Eleboro, Cantar de Eleboro. Oía voces a mis espaldas y un sonido aún más espectral. Sentí frío. Habían llamado a los dementores. Desistí de conjurar aquel hechizo y corrí de nuevo, chocándome con paredes y puertas. Sólo reduje la velocidad un momento para lanzar un claro "Expecto Patronum" que me diese algo de tiempo, distrayendo a los dementores, y creando un Obsistens a mi alrededor que me protegiera de posibles ataques. Y, de pronto, tropecé cayendo al suelo y dejé de escuchar los gritos a mis espaldas. No me había dado cuenta de que había atravesado un arco y una puerta se había cerrado. Creía que me había quedado sordo también, pero al alzar un poco la cabeza, comprobé que veía de nuevo. Vi unos pies descalzos a un palmo de mi nariz. Había encontrado a Badru. Por fin.
  13. ID: 83911 Nick: Adrian Wild Link a la Bóveda Trastero: Bóveda Nº 107285 Link a la Bóveda de la cual se hará el descuento: Bóveda Nº 78776 Link al Premio obtenido (en caso de gala/concurso): -- Fecha: 2021-01-18 Llave utilizada: Hufflepuff Objeto (Grimorio, Ford Anglia o Huevo de Dragón): Grimorio de Hufflepuff Puntos por unidad: 160 P Precio: 8000 G Total de puntos: 160 P Total de Galeones: 8000 G Ya no sé ni copiar y pegar, jajajajaja. Ya está, gracias Gode.
  14. Nick: Adrian Wild Link a la Bóveda Trastero: Bóveda Nº 107285 Link a la Bóveda de la cual se hará el descuento: Bóveda Nº 78776 Link al Premio obtenido (en caso de gala/concurso): -- Fecha: 2021-01-18 Llave utilizada: Hufflepuff Objeto (Grimorio, Ford Anglia o Huevo de Dragón): Grimorio de Hufflepuff Puntos por unidad: 160 P Precio: 8000 G Total de puntos: 160 P Total de Galeones: 8000 G ¡Gracias!
  15. ID: 83911 Nick: Adrian Wild Link a la Bóveda Trastero: Bóveda Nº 107285 Link a la Bóveda de la cual se hará el descuento: Bóveda Nº 78776 Link al Premio obtenido (en caso de gala/concurso): -- Fecha: 2021-01-17 Objeto: Bola de cristal Puntos: 10 P Precio: 500 G Objeto: Astrolabio Puntos: 20 P Precio: 1000 G Total de puntos: 30 P Total de Galeones: 1500 G
  16. Afiliados Requisitos - Tener buena actividad (siempre y cuando el dueño corresponda a la misma). Beneficios Para cualquiera: - Dispondrán de un trato preferencial. - Podrán codearse con los artistas tras la función en los camerinos. - Pueden entrar a la zona VIP de la azotea. - Pueden manejar criaturas y objetos del negocio, excepto elfos. - Muchos otros privilegios: entradas gratuitas, preventa de entradas a espectáculos importantes, participaciones en viajes con compañías, organizaciones de viajes a festivales, etc. Para actores y actrices afiliados: - Tendrán su camerino personal. - Pueden manejar a los elfos del local e incluir los suyos personales. Gracias bonitos <3 Retomo este post que imagino que se habrá perdido con tanto jaleo. No es urgente, para nada, pero lo posteo de nuevo por si ha sido ese el caso. No os preocupéis, que con toda la reforma, la gala, las cosas bandísticas y todos los cambios sé que habéis estado hasta arriba y a full, pero creo que *tono heroico ON* es mi deber *tono heroico OFF* (?) XD avisar. ¡Gracias boniquiticos! ^-^ Edito y así menciono a @ por ser la que se había hecho presente por aquí. Te ha tocado (?) <3
  17. Que todo pasara y, en el fondo, nada cambiase. Aquella era la sensación que me transmitía siempre mi hermana. Definitivamente, había tenido mucha suerte de encontrar la Potter Black cuando pensaba que la sociedad mágica de Londres ya no era mi lugar. — ¿Modificarlo? De ninguna manera —dije contemplando con una sonrisa divertida el antifaz infantil que la pelivioleta había rescatado del interior de su capa—, será todo un honor llevar la increíble máscara de mi sobrino —Noté entonces que su mirada encerraba algo más, así que me pegué un poco más a ella para mirarla muy de cerca—. Está todo bien. Sólo necesitaba... Alejarme, ya sabes. Permití que el aire a nuestro alrededor se condensara sólo los segundos que duraron mis palabras. Inmediatamente, me puse la máscara teniendo que estirar al máximo la cinta elástica y esta quedó completamente prieta a mi cabeza. Podía sentir que apenas me cubría la zona de los ojos y la nariz, sobresaliendo por los laterales el resto de mi cara. Miré al frente y amplié mi sonrisa, en expresión casi bobalicona. — Bueno, quizá unos ajustes de tamaño no vendrían mal... —le pedí, confiando en su total destreza con la varita. A ver, seamos sinceros, no confiaba del todo, pero tenía el conocimiento mágico de la payasa en una gran estima como para dudar de si podía modificar el tamaño de un antifaz para que se ajustara cómodamente a mi cabeza. Volví a mirar en la dirección donde momentos antes había visto a Ada con otros tres hombres, pero la muchacha ya no estaba con ellos. El panorama parecía haber cambiado, pero crucé la mirada con uno de los chicos, precisamente con aquel que me resultaba familiar. — Por cierto —empecé a decirle a mi hermana, arrastrando todavía la vista desde aquel chico hasta ella—, ¿a quién buscabas? Ahora que ya no es tan fácil reconocerme —«Aunque seguro que no paso desapercibido con este antifaz», pensé, observando el entorno que, si ya de por sí se me hacía desconocido, con tanta máscara me era imposible reconocer mucho— podría ser buen momento para saludar o... Se nos habían adelantado, por lo visto. De entre algunos de los invitados aparecieron tres mujeres que se nos acercaron directamente. La del medio, que tenía a cada una de las otras dos muchachas enganchadas de cada brazo, saludó a Sagitas muy cortésmente. Cuando se giró para saludarme, la reconocí al instante. Había personas que no olvidaba nunca, y menos a ella, que no había cambiado el más mínimo ápice; ni siquiera envejecido. Lo que sí había olvidado, aunque en seguida deduje, era que compartíamos condición. — Por lo que veo, no me recuerdas, prima —dije levantándome la máscara para que fuera más fácil reconocerme—. Tranquila, no es tu culpa, desparecí por mucho tiempo... Demasiado, me temo —Sentí una pequeña punzada. A fin de cuentas, quizá mi madre no había sido la única que había abandonado a la familia. Traté de evitar que aquel sentimiento me embargase, y miré alternativamente a las otras dos muchachas—. ¿Y quiénes son estas dos señoritas? Justo le comentaba a Sagitas que era un buen momento para dar una vuelta y socializar cuando... Otra interrupción. Ada, postrada junto a la entrada del gran laberinto que había podido ver desde mi habitación, cortó mis palabras, anunciando a todos los presentes el propósito para el que este había sido preparado: un juego, una competición en la que las mujeres saldrían con ventaja y los hombres deberían perseguirlas en una suerte de cortejo o algo similar. Giré lentamente la cabeza para encontrar de nuevo los ojos de mi hermana. Los míos estaban llenos de incredulidad. Hasta para mí, que había vivido épocas donde aquel tipo de "juegos" eran de lo más frecuentes y había sido partícipe de ellos, aquello sobrepasaba mis esfuerzos por mantenerme actualizado con los nuevos tiempos. «No seas reacio, es sólo por hacer algo divertido», me dije, reprochando mis prejuicios. — Bueno... Pues al final lo que va a ser es un buen momento para recibir un besito, ¿no? —comenté, conteniendo un poco la sonrisa y girando la vista hacia mi hermana—. ¿Quién será el afortunado en robarle un beso a la gran Sagitas Potter Blue, Ministra de Magia? —dije en tono ceremonioso—. Por cierto —bajé un poco la voz antes de seguir—, ¿qué tal Jack, dónde está? @@Sagitas Potter Blue @@Ada Camille Dumbledore había pasado por alto tu rol, lo siento T_T Edición hecha.
  18. @Badru En vistas a mi último post, vengo a plantear la duda que ya planteo en él, por aclarar en Off. En la descripción del hechizo Obsistens se indica que este protege ante cualquier hechizo, ¿esto incluye efectos? ¿No, verdad? En ese caso, sería como un "protego", ¿no? No entendí bien cual era, aparte de la forma, lo que lo diferencia de cualquier otro escudo. ¡Gracias!
  19. Adrian Wild

    Libro del Druida

    Miraba en diagonal al suelo, siguiendo los pasos del guerrero ligeramente por detrás y escuchando atentamente sus palabras. Mis pensamientos se entremezclaron con ellas, en un vaivén de ideas e imágenes que me hizo comprender un poco más en profundidad las enseñanzas de aquel libro que había leído con más facilidad de la que esperaba. Era cierto que había entendido los contenidos del mismo y comprendía lo indicado de cada hechizo y de la naturaleza de todos esos poderes, pero quizá no le había dedicado el tiempo suficiente a leer entre líneas y reflexionar más sobre todo ello. La pregunta de Badru me pilló en medio de un intento de clarificación de lo que me acababa de decir él y lo que yo había verdaderamente interiorizado con la lectura del Libro del Druida. Tuve que parar aquel proceso para retomar todo lo leido sobre cada uno de los hechizos cuyos posibles límites me había pedido que le expusiera. — Entiendo que el hechizo Ignea está limitado a la cantidad de polen que haya en ese momento en el frasquito, debiendo dejar que se reabastezca el tiempo conveniente para poder volver a usarlo, además de que no protegerá de un Fuego Compacto —contesté, seguro de aquella primera respuesta. En el libro se explicaba brevemente lo que era un Fuego Compacto, pero parecía ser que aquel hechizo pertenecía a otra de las ramas de los conocimientos del Pueblo Uzza y no se podía desvelar así como así, por lo que en el Libro del Druida apenas se adelantaba lo esencial para entender que Ignea no protegería de aquel otro encantamiento. Entonces, me paré a pensar en el otro hechizo, Obsistens, y recordé que había tenido dudas al respecto. — El hechizo Obsistens... De hecho tuve una duda respecto a él —comenté—. Entiendo que también está limitado, puesto que consume mucha energía y no puede usarse muy seguido, pero en cuanto a la protección que ofrece... ¿Es válida para cualquier ataque, aunque su efecto sea inmediato? Alcé la vista, fijándome en que había seguido ciegamente al Guerrero Uzza sin percatarme hacia donde me conducía, pero descubrí que el paisaje no había cambiado tampoco mucho. Dudé que hubiera un rumbo fijo, sin embargo, a juzgar por lo directos que parecían los pasos del joven, daba la sensación de que sí lo había. Esperé su respuesta y alguna explicación más, mientras no dejaba de sentir cómo mi piel, incluso aquella que estaba cubierta por la ropa, podía sentir perfectamente el calor que emanaba del cuerpo de Badru. El tacto se convertía plenamente en sentido.
  20. — ¿Dónde está? Wilmo, ¡no ha podido desaparecer así sin más, es un maldito baúl de siete cerrojos enorme! — Adrian, te prometo que la última vez que lo vi fue en la mansión de los Potter Black. Aquello me pasaba por estar de un lado para otro todo el rato. Pero no podía ser, había revisado la otra casa y allí no estaba. No podía culpar a Wilmo, demasiado control tenía sobre todas mis pertenencias, y sabía que él era millones de veces más cauteloso y cuidadoso que yo; debía haberlo movido en algún momento y no le había avisado. Al menos había algo positivo en todo aquello: me estaba tratando todo el rato de tú y no incluía en sus apelativos ningún "señorito" ni "amito". Casi sonreí ante aquella reflexión, si no fuera por mi apuro en encontrar el baúl. — ¿No lo ocultaste, verdad? — No, no. Pero si es que la semana pasada guardé en él la caja de música nueva. En la Potter Black —confirmé—. Pero allí no está. El elfo se acercó a la puerta del balconcito que daba al patio posterior, desde donde los inmensos jardines del Chateau se extendían, invernales. Me conocía tan bien y estaba tan acostumbrado a mis ajetreos y despistes que sabía que debía dejarme un momento para que aclarase mi mente, sin decirme absolutamente nada. — Se va a celebrar el cumpleaños de algunos familiares y amigos de la familia... Quizá debería... deberías asistir. Hace mucho que no te ven en esta casa. También sabía que, muchas veces, mi forma de proceder cuando no encontraba algo o me frustraba era distraerme para que la mente al final diera de imprevisto con la respuesta. Paré en seco y medité sobre sus palabras. Me acerqué al cristal de la puerta del balcón y observé a algunas personas en los jardines de la parte más lejana, al pie de un inmenso laberinto que parecía haberse arreglado para el evento. Pude ver que la mayoría iban vestidos de blanco, o al menos así me lo indicaba aquella todavía reducida masa que podría confundirse con el resultado de una nevada localizada, de no ser por los rostros y manos que podía distinguir. Entre todo aquel grupo distinguí también otras figuras, contadas con los dedos de una mano, que no mantenían el mismo requisito de vestuario: iban de negro. Casi como si Wilmo me leyera el pensamiento, seguramente porque él también se había percatado de aquel detalle, comentó: — Los de negro son los festejados, según he escuchado hablar en las cocinas. Una de aquellas figuras se movía entre los invitados con bastante soltura. — Y esa, es Ada. No sé cuánto tiempo puedes llevar sin verla. Es la hija de Selene y la actual matriarca. Creo que tiene un cargo muy importante en Francia —Wilmo hizo una pausa—. ¿La llegaste a conocer? — ¿A Selene? — No, a Ada. — Ah —musité, viendo como aquella joven se agrupaba en un corro con otras tres personas, lo que me parecieron tres hombres—. Creo que no —También hice una pausa—. Wilmo, ¿cuánto tiempo ha pasado? El elfo no contestó. Entendió a la primera la retórica de aquella pregunta. La Dumbledore había pasado a un segundo plano para mí desde que mi madre desapareció. Y eso había sido hacía mucho tiempo. Tenía tantos recuerdos de aquel lugar que constantemente lo evitaba, eludiendo las memorias. Eludiendo las que compartía con ella, estuviera donde estuviese. — ¿Tengo algún traje blanco? —pregunté entonces. Wilmo siguió en silencio, pero se puso enseguida en movimiento. A los dos minutos tenía sobre la cama un pantalón de pinza cuyo corte llegaba hasta los tobillos, una camisa y un chaleco con un pequeño detalle azulado en el borde del bolsillo izquierdo. De los cajones del armario sacó un par de zapatos de punta redonda. Todo era blanco. Me pareció terrible el poco contraste entre mi pálida piel y el conjunto cuando me miré en el espejo. «No podían haber elegido peor etiqueta», pensé, aunque no era cierto. Era horrible para mí, pero como pude comprobar al acercarme al grupo de gente ya reunida en el jardín que daba al laberinto, a muchos de ellos les sentaba demasiado bien. Entonces me di cuenta que todos llevaban antifaz. Que raro que Wilmo no hubiera sabido aquel detalle. Pobre, siempre le cargaba con la responsabilidad de lo que en verdad eran mis despistes. Intenté echar un rápido vistazo, buscando una salvaguarda, y entonces vi una cabellera violeta sobre un cuerpo perfectamente delineado por un vestido que consideré demasiado corto para la temperatura que hacía. En realidad no sabía cuál era la resistencia de la payasa al frío. En realidad no sabía hasta donde alcanzaba su resistencia a todo. Al menos había procurado taparse con una amplia capa que parecía abrigar y que supuse que no se quitaría en toda la velada. La vi alzarse sobre las puntas de sus pies y me acerqué, enganchándome a su brazo y escondiendo la mirada de todos. — No busques más, que ya estoy aquí, mana —Sonreí. No podía no sonreir cada vez que la saludaba. Ella se había encargado de mantenerme conectado a la familia que había elegido después de lo sucedido, y la que me había protegido y cuidado en todos esos años—. Dime que tienes un antifaz de emergencia escondido en la capa antes de que todos sepan quién soy, se acerquen y yo no pueda ni reconocerles —«Aunque se quitasen ellos los suyos», añadió mi cabeza, mientras me forzaba a mirar hacia abajo y al interior de su capa. Con la cabeza gacha levanté la vista para intercambiar una pícara mirada con ella. Hacía meses que tampoco la veía. Había tanto de qué hablar. Desde su nombramiento como Primera Ministra del Ministerio de Magia no habíamos tenido ningún momento privado, lejos de todo. Y esa conversación parecía tener que posponerse de nuevo, al menos hasta que avanzara un poco más la noche, pero con aquella mirada sabía que nos decíamos ya mucho. Era la mirada que portaba épocas muy felices, en las que nos habíamos deshecho en risas. Y una tremenda complicidad. Desvié la mirada brevemente. Algunos de los presentes ya comenzaban a darse cuenta de mi presencia. Miré fugazmente al grupito que apareció entre uno de los huecos que un par de señoras dejaron. Eran Ada y otros dos muchachos. Uno me resultó familiar. @@Sagitas Potter Blue @@Danny Lestrange @@Ada Camille Dumbledore (bueh, y todos los presentes XD)
  21. ¡Bueno, bueno... BUENO! Tengo que pasar, que siempre quiero hacer puentecito y luego se me olvida. Creo que has descrito a la perfección las reacciones de todos estos días con esas salidas y entradas JAJAJAJA Sólo te ha faltado que, en mitad de la estampida, ha habido alguien que ha corrido en dirección contraria (bueno, no contraria, pero sí entraba donde otros salían) y de pronto aparece MICA GRYFFINDOR en escena, después de cuatro años (lo dice ella, no lo digo yo, suficiente tengo con mis cuentas de ausencias y desapariciones como para saber las de los demás XD), para regresar a la Orden. FLI-PPING-DO ASÍ QUE TENGO ALGO QUE DECIR. Uy. Las mayus. Eso de que la Gryffindor será Mortia... Em... 1º Elvis murió, no se cambió, será PJ nuevo. 2º Mica luchará por apartar al nuevo si se quiere mantener como patriarca, y mantendrá el buen nombre de la legendaria casa (?) MICA CONFIAMOS EN TI. Fíjese usté que a mí ni me va ni me viene porque no tengo sangre Gry por ningún lado (ni la quiero , bueno sí, pero en mis labios :3). Pero no creo que después de volver y descubrir que el señor Elvis falleció, Mica vaya a permitir que la oscuridad entre en esa casa (ay, lo siento, es que estoy viendo una trama genial por ahí. Ojalá me lean xD) @@Mica Gryffindor (por si acaso JAJAJAJAJA) Bueh, yo hablando de familias convertidas y la Dumby está infestada Maldita Ada. (<3) Yyyyyy... Ya. Creo que no hay más aportaciones, señoría. Sobre las teorías consiranoicas yo tengo una: ¡Awüita para todooooooooooos! No, en serio, yo creo que estas cosas, lejos de los motivos personales, siempre vienen genial para nuevas tramas, nuevos movimientos, y seguir disfrutando de todo lo que el juego nos ofrece. No me sean trapossucios y jueguen mucho y bonito *--* Que pa eso estamos. ¡Chau! <3
  22. Adrian Wild

    Libro del Druida

    Había cerrado los ojos, imitando el semblante del guerrero, tratando de reproducir el mismo proceso interno que le había conducido a ese estado. Había veces que aquel tipo de camino de doble sentido hacia el mismo destino podía producirse: mientras que unos iban del contenido a la forma, otros acababan encontrando lo primero a través de lo segundo. Logré llegar a un punto intermedio entre la consciencia meditativa y la distracción, hasta que la firme voz de Badru se hizo presente, apoyándose sobre el trozo de suelo que nos separaba y cubriéndonos a ambos, sobreponiéndose al viento que arremolinaba la tierra. No abrí los ojos. De hecho, traté de aferrarme al estado que había logrado alcanzar, manteniéndome sereno y evitando cualquier incomodidad que pudiera reflejarse en mi rostro involuntariamente. En ese momento se me vinieron recuerdos de las enseñanzas que había recibido respecto al libro anterior, de cómo debía equilibarme para poder generar ciertas energías que, posteriormente, fueran canalizadas. Aquella concentración no me impidió en ningún momento seguir las palabras del que, con aquel inicio de su discurso, había pasado a formar parte del cajón de mis maestros. Visualicé sus palabras en la negrura de mi mente. La avaricia, el castigo, la enseñanza y la corrección. Sentí el calor que emanaba del cuerpo de Badru. Pude percibir, también gracias a la imagen que había formado de él al observarle antes de sentarme y cerrar los ojos, que poseía una energía joven y, a juzgar por su aspecto físico, no debía sobrepasarle mucho en años a la apariencia que yo mismo mostraba exteriormente. Sin embargo, su cuerpo estaba mucho más formado, fuerte y curtido, lo que le hacía parecer aún mayor. Por eso sonreí cuando me llamó "joven". Me abstuve de comentar nada acerca de mi verdadera edad. No era necesario, no aportaría nada y, en realidad, mi quizá precipitado uso de aquel polen debía ser advertido. Tras formular la pregunta que pretendía dar paso a mi voz, abrí los ojos con calma, observando que él también mantenía su postura. Mi mirada se fijó directa a la suya y entonces, inspiré hondo por la nariz, apretando ligeramente los dedos de las manos, tendidas sobre mis rodillas. — A juzgar por lo que estoy experimentando con el polen de los lirios de fuego, caracterizaría a la magia de este libro de sensorial; una magia que establece vínculos entre la sensorialidad humana y la naturaleza. Y cuando entiendes a la naturaleza, entiendes cómo puede ayudarte... Y defenderte —contesté. Me incorporé un poco, apoyando las rodillas en el suelo y sentándome sobre mis talones. Entonces alargé la mano derecha hacia el chico, esperando cualquier señal de desconfianza por su parte, pero no llegué a tocarle. Simplemente dejé la mano extendida cerca de su pecho cubierto y sentí el calor que traspasaba mi piel y me protegía del poco frío que pudiera sentir. — Es una magia cálida, interior. Defensiva y de protección —concluí con la idea anterior—. Por eso la usaría en una situación de posible peligro para estimular mis sentidos y percibir mejor... o para protegerme. No supe qué contestar sobre cuándo no usaría esa magia. Callé tan abruptamente que mi mirada, la cual se había ablandado y flotaba a nuestro alrededor, volvió a fijarse en los ojos del Guerrero Uzza. Buscaba respuestas. Pero faltaba una última por mi parte. — Adrian Wild. Quise tenderle la mano. Quise, sin entenderlo muy bien, poner ambas manos sobre la tela que cubría su pecho. Simplemente, mantuve los ojos fijos en los suyos.
  23. Derecho a cupones: Nick: Adrian Wild Link al perfil: 83911 Premio en la Lotería Navideña ( 25 cupones) Total de cupones: 25 cupones
  24. Bueno, aunque están todos especifidados en el otro topic (no tengo que hacer elección), vengo a dejar igualmente los que aquí se solicitan por si acaso. Vayamos por partes: Para cambio de Subtitulo: Subtitulo deseado: Viajero de la noche Premio obtenido: Subnick - Loteria Navideña - LINK Para llaves: Llave (Gryffindor, Hufflepuff, Ravenclaw, Slytherin, Ilvermorny o maestra): Llave Hufflepuff (y llave baby, no sé si se incluye aquí) - Lotería Navideña - LINK Para Criaturas y Objetos del Magic Mall Premio obtenido (Criatura/Objeto): Criatura XXXX - Lotería Navideña - LINK Elección del usuario: Demiguise Premio obtenido (Criatura/Objeto): Objeto - Lotería Navideña - LINK Elección del usuario: Caja musical de las Brujas de Macbeth En cuanto al cambio de nick, lo regalo (por si alguien me lee por aquí, aunque pondré estado). Gracias bonicos ^-^

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