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Legilimancia


Rosália Pereira
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— Oh, vaya. Así es como me gusta usar la magia.

Más alcohol, sí, eso era lo que necesitaba luego de hablar con una estatua. Bebió un largo trago mientras escuchaba arcana y se sorprendió al darse cuenta que ya estaba preparado para la prueba, casi escupió la bebida al suelo. Asintió en forma de aprobación para ambas cosas, para la prueba y la verdad de lo que le había pasado a Paolo. Pik tenía cierta teoría sobre el viejo italiano, pero escucharlo de Rosália seria interesante.

—Tengo una hipótesis, pero se la diré cuando tenga el anillo de Legilimancia —sonrió para si mismo, aceptando el desafío. Estaba a punto de marchar cuando Sagitas se acerco y empezó a susurrarle—. Supongo que la arcana está confundiendo este mundo con Idhún —reconoció el Macnair, pensativo al recordar aquel libro y sus seis astros— aunque como es ella y le cuesta decir las cosas de forma sencillas, seguro que se trata de volver en tres días.

Salió luego la Potter Blue y se despidió con un ademán de mano, aunque la hechicera aprecia estar aun debatiendo sobre los soles y a que se refería Rosália. Pik al alejarse tomó un poco de impulso corriendo, dio un salto y cambió su forma a la de un cuervo, sobrevolando los terrenos de la Universidad directo a la mansión Manciar. En tres días lo esperaría la gran prueba.

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Soltó unas carcajadas ante las reacciones de los dos alumnos. Estaba alegre ante la respuesta positiva. En sus adentros, había un pequeño deje de maldad, porque sabía que la prueba sería un reto mayor al del aprendizaje que habían tenido. Bebió con ellos e intercambió miradas. Cuando todo estuvo listo, se acercó al marco de la puerta de su cabaña y los saludó con un ademán. Ya los volvería a ver más adelante.

 

Si giró sobre los talones y tras unos saltitos volvió al mueble. Se posó en el borde y se llevó el dedo a la boca nuevamente. No hacía falta leer las mentes para entender que había una tensión extraña en la situación. Rosália no le gustaba explorar explícitamente las mentes de sus alumnos, pero, podía asumir levemente que sus palabras no habían caído tan bien. Frunció los labios. Capaz sentirían lo mismo que ella al ver cuatro personas, en simultáneo, tocando la puerta de su cabaña en medio de la noche, sin una explicación razonable.

 

Escuchó en su inconsciente unos leves violines que le daban tristeza. Y cansancio. Bostezó y aplaudió, indicando que ya se iba a dormir.

 

Bel terminó de hablar y soltó una leve carcajada nuevamente.

 

- No se preocupen. Mi cabaña siempre está abierta. Y no hace falta el uso de las comillas. Simplemente lleguen a la hora indicada y en el lugar correcto.

 

Saludó cordial y cerró la puerta de su cabaña. Largó un suspiro y estiró las extremidades. Giró nuevamente las muñecas y la vajilla utilizada fue buscando su camino al lavado. Bostezó nuevamente y subió las escaleras hasta su habitación. Estaba agotada.

 

***

 

Mediodía con Eileen.

 

Estaba, la Arcana, arreglando unas cosas en sus plantas carnívoras. A veces le sonreía de forma chistosa, como si fueran sus bebés. Bueno, en cierta forma lo eran.

 

Llevaba unas botas de lluvia azabache y un vestido de flores que no combinaban para nada. El cabello rojizo, recogido. Levemente maquillada. Descansada. Se había quitado raíces u hojas que denotaban un poco la condición de híbrida. No le gustaba que nadie lo supiera. Formaba parte de su mecanismo de defensa. Sin embargo, algo que nunca podría quitarse era la comunicación con las plantas, las que le avisaron de la recién llegada.

 

Levantó la cabeza y caminó hasta la fuente, que estaba en el centro del invernadero. El mismo, se trataba de una estructura de cristal claro en forma de rombo. Cerraba en una cúpula hermosa, donde todas las vigas tenían detalles de hojas y plantas. Era en el centro, donde una fuente rota completaba la escena. La piedra ya estaba marrón de los años y el agua verdosa no le daba un aspecto del más limpio.

 

- ¡Ellie! ¿Verdad? Ven, siéntate. He preparado un poco de té fresco para comenzar la charla.

 

Le hizo un ademán un poco intenso para señalarle la mesa de hierro con los dos asientos que estaba frente de la fuente. Con la mano, reveló dos tazas y una tetera.

 

- Pensé que Bel llegaría contigo, pero podemos empezar nosotras. Ahora, cuéntame, ¿qué sabes de la Legilimancia? Ahora recuerdo una cosa que dijiste el otro día, ¿por qué piensas que la mente de los demás funciona de diferente manera que la tuya?

 

Abrió sus ojos marrones de repente y levantó la palma izquierda. Las plantas le estaban susurrando algo.

 

- Me parece que alguien te ha seguido, pero se ha quedado en la cabaña –soltó una leve risa.

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—No es justo —se quejó Mel por enésima vez— ¿Por qué tengo que ser yo la que regresa mañana? —con cierto prejuicio hacia los asiáticos, Mel tenía por seguro que Kaori no tendría problemas para retornar a la hora que debía— ¡Ni siquiera sé por dónde empezar...!

 

Su cara era una mueca de indignación. Luego de compartir con Ellie una sonrisa que estaba a medio camino entre la burla y la resignación, se había retirado de la casa de Rosalia agradeciendo la comida, dejando el plato limpio y despidiéndose con educación (con un ligero acento escocés a causa de lo repentino del asunto). Sin embargo, en su interior se sentía totalmente devastada. No sólo no podría aprender al lado de Ellie si no que encima ella sería la que iría primero, lo que sólo significaba una cosa: menos tiempo para estudiar.

 

Ante ella y sobre la alfombra de la habitación de los Moody, tenía apilados un montón de volúmenes gruesos y de aspecto aburrido. Mel, por regla general, tenía gusto por los libros de magia, siempre que tuviese un tiempo más allá de lo prudencial para poder disfrutarlos. De otro modo, se volvían una carga, un pesado tedio que se instalaba y no parecía abandonarla, algo que no era común en Mel ni mucho menos. Solía evitar las situaciones que le aportaban estrés con bastante facilidad, si no es que las ignoraba directamente para poder continuar con lo suyo. Sin embargo, en aquella oportunidad no podía hacer ni lo uno ni lo otro y sí tendría implicaciones directas en su persona. Era como ese viejo chiste sobre el hombre lobo "¿que nadie lo había oído?" ¡Demonios!

 

Ante ella, tenía un grueso volumen que hablaba un poco acerca de legilimancia, pero apenas unos conceptos generales del tema.

 

—¿Cómo se supone que aprenda esto de la noche a la mañana? —volvió a quejarse Mel, tomando un bizcocho de la pila sobre la bandeja plateada instalada en el suelo. Poco más allá había una bolsa gigantesca de papas fritas, una taza de chocolate tibio, un montón de almohadones de diversos colores y una revista de corazón de bruja que estaba aplastada por otro grueso volumen—No voy a poder... Ellieeeee... —sus ojos eran una súplica. La pregunta era ¿lo lograría a tiempo?

 

Si al menos le hubiera dado un día más le habría alcanzado para estudiar esa noche, dormir y tomar un baño...

 

Al día siguiente

Mediodía

 

Cuando sobrevuela ese espacio ya conocido de la universidad, tiene que hacer un enorme esfuerzo por no sentirse enojada. Le arden los ojos debido a la luz del mediodía y tiene unas enormes bolsas oscuras bajo los ojos. No es raro que vaya masticando una tira de carne en el camino pues ni siquiera el enorme desayuno que ha comido ha conseguido quitarle las ansias o el mal humor. Es una persona muy distinta a la Melrose usual, tan entusiasta, positiva y trabajadora.

 

Se siente como una babosa en un plato de salmuera.

 

No sólo es que ha drenado a su propio cuerpo de su energía habitual o que se acerca la luna llena. Es también que, con su propia voluntad deteriorada, es más bien la bestia la que la mantiene despierta, alerta y en suma en una pieza; sin sus capacidades de licántropo, no estaría allí en esos momentos pues jamás como ser humano fue el tipo de persona que aguantase pasar una noche sin sueño. Así que no es raro que su expresión sea vacua, con la mirada aburrida.

Cuando llega al invernadero, ni siquiera las plantas a su alrededor o el suave olor que desprenden consiguen sacarla de dicho estado (y eso que ya se había tomado dos dosis de poción herbovitalizante). Tan sólo, desea encontrar a Rosália y empezar con su clase; al inicio, había estado dispuesta a pasar todo el tiempo que fuese necesario para poder aprender, seguir cada pequeño paso o encargo que le dejasen, así fuese a tardarse el doble que los demás en realizarlo, como usualmente sucedía con ella en cada cosa que tratara. Sin embargo, ahora, su mente es tan sólo un montón de información de libros y otros tantos sucesos acaecidos la noche anterior y la madrugada de ese mismo día, así como los consejos de sus amigas y algo que no logra identificar del todo. Tiene que admitir que la comida no es lo único importante en su vida: al parecer, el sueño también juega un papel esencial.

 

Prefiere no pensar en ello, tan sólo disponiéndose a esperar, sosteniendo la escoba en una mano y asegurándose de que la túnica y las botas no estén tan manchadas de barro. Lleva la capucha puesta hasta poco más abajo de su visión. Si bien poco práctico, lo prefiere así para no tener que prestar atención y evitar que sus ojos le duelan aún más. Además, no sabe cuánto va a tener que aguardar a Rosália, así que quizá sea mejor empezar a armarse de paciencia ¿no es acaso que ella conocerá cada uno de sus pensamientos de todas formas? Sólo espera que Meows no vaya a desaparecer su trasero debido a su malestar o descuido: aunque alguna vez Madeleine le advirtiera que eso podía pasar, Mel nunca la trató demasiado y duda muchísimo de que sea cierto. Por otro lado, su varita suele hacer cosas inesperadas por su cuenta.

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Los nudillos de la mano derecha habían empezado a despellejarse cuando sintió que la grama bajo sus pies se movía, y no precisamente por el viento. Jank se agachó lo suficiente para verificar su teoría: se asemejaban al movimiento de alguna criatura viviente cuando respiraba, como si tratara de llamar su atención de alguna manera. Desistió de tocar la puerta, teniendo en cuenta que quizá ya nadie se encontraba allí, y decidió seguir el rastro de las plantas que se movían. Pronto descubrió que, a medida que las iba pisando, se creaba un camino el cual no dudó en continuar.

 

El hombre aprovechó para admirar la belleza natural en la que Rosalia había decidido refugiarse. Respiró hondo varias veces. A veces olvidaba lo mucho que su cuerpo añoraba los meses en Noruega, encima de alguna colina, admirando la majestuosidad de los fiordos y nutriéndose de su silencio. La vida que llevaba en Londres, en cambio, era muy diferente. Desde que había vuelto se había sumergido aún más en la burocracia británica, incluso uniéndose a las filas ministeriales. Veían el mundo tan cuadrado que les costaba salir del marco cuando debían hacerlo, y parecía ser contagioso.

 

Subió la vista apenas las plantas dejaron de delimitar un recorrido. A unos pocos metros se encontraba un invernadero, y parada frente a la puerta, una mujer. Jank se estrujó los ojos para comprobar que no se tratara de otra artimaña creada por su mente para salir del paso, y cuando terminó por convencerse, se acercó lo suficiente para tocar su hombro. Había abandonado la tonta idea de que estando solo se aprendía más: si algo le quedaba de su breve experiencia bajo la tutela de Baélyr, era que nada más que la convicción determinada si te llevabas la habilidad a casa o no, por lo que el resto de trivialidades pasaban a segundo planto. Incluso, quizá, hacer compañía con sus colegas no vendría tan mal a la hora de afrontar la voluble personalidad de la Arcana.

 

—Hola — dijo apenas la bruja volteó, alzando las cejas; el gesto más amable que le ocurría para un desconocido — ¿Vas a entrar o esperarás que abran?

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Nuevamente, llegaba el día indicado por la arcana, montada sobre mi alfombra voladora. A decir verdad, el aparato se la había apañado más que bien, puesto que en todo ese tiempo, se había conducido en modo "automático" mientras yo dormía a pata extendida a todo lo largo y ancho de su plaza y media. El cansancio, no era nada casual, sino la acumulación de noches sin dormir en que tozudamente, me había esforzado por leer docenas de libros y prepararme mejor para entender la "difícil" habilidad.

 

El tema me había tocado, casi que obsesionado, al punto que dormida, lejos de un bonito sueño, se dibujaban los hechos acontecidos dos días atrás. Entonces, allí estaba, escuchando "Hora indicada y lugar correcto" de labios de la mujer poco antes de despedirnos ¿sería ese otro de sus raros mensajes crípticos? Recordaba lo mucho que los había usado esa noche en el poco tiempo que habíamos compartido, pareciendo particularmente aficionada a los mismos. Luego, cuando salimos de la casa de la arcana, había perdido rápidamente de vista a Kaori, no así a las dos chicas Moody, ya que, con sinceridad, era imposible hacerlo dados los quejidos que cada tanto Melrose soltaba. Aún asÍ, había estado más que de acuerdo con que lo único bueno esa noche había sido la cena.

 

Repasar profundamente libros era algo que no hacía desde las lejanas noches en Hogwarts ¿y cuánto era que había pasado de eso? prácticamente 15 años atrás. Que Rosália pretendiera entonces que en poco más de un día volviera a ese ritmo era bastante ilógico. Pero tenía que hacerlo, después de todo siendo una lectora de mentes, era probable que si intentaba mentir el día de mi encuentro con ella, sabría que estaba lejos de estar "más preparada" que dos días atrás. Melrose estaba en una condición similar a la mía, pero su prima...¿sería que ella si honraría la creencia de qué los inefables eran todos unos ratones de biblioteca? Todavía tenía fresco el hecho que de entre todas, había sido Eileen la más indignada con el (mal)trato recibido por la Arcana.

 

Había pensado en comentarles a las muchachas mi idea nada más salir. Pero, en su lugar, volvía primero al Castillo Evans McGonagall (solo porque no quería llevarme en la Ollivander alguna broma pesada de las inquilinas o peor un interrogatorio de Garry en relación a haber vuelto tan pronto del curso del que durante semanas le había hablado). Por suerte, P-ko no había hecho ningún comentario y apenas se limitó a traerme un poco de té con filtro de la paz.

 

Recordaba, allí mientras comenzaba a alejarme de Ottery y el paisaje bajo mis pies comenzaba a cambiar, el rostro de mi elfina que había mudado ligeramente cuando en lugar de subir a mi habitación me vio dirigirme al estudio/bilioteca. Solo entonces, de forma bastante escueta le había explicado que en realidad estaba de paso, para escoger unos libros del listado de autores que Rosália había recomendado para iniciar una búsqueda más específica sobre la legilimancia, y que estaba segura que había visto en la enorme biblioteca que poseía la familia. La tarea no me había llevado mucho tiempo-poco más de una hora- pero una vez seleccionados aquella docena de gruesos tomos, les había aplicado un hechizo reductor, de forma que cupieran en mi morral, y entonces había mandado el mensaje para ambas Moody.

 

 

No sé ustedes, pero sospecho que si intento estudiar sola, estaré durmiendo a los veinte minutos de empezar.
Así que pensé en autoinvitarme a su casa. De todos modos hace mucho no la visito. Y salvo Richard, creo que ahora vive en ella gente más amable.

Nos vemos entonces, llego en moto voladora así que notarán al instante mi presencia.

Bel

 

A esas alturas del sueño, en la realidad presente ya la alfombra ingresaba a los terrenos pertenecientes a la universidad. Pero yo seguía profundamente dormida, recordando como en lugar de aparecerme (la opción más inmediata) había decidido ir en moto, pues necesitaba despejarme, sentir ese aire fresco y el hálito de la Ottery nocturna, con ese discreto encanto que las ciudades poseían al caer la oscuridad, libre de los transeúntes, de los ruidos, como una cómplice silenciosa de toda clase de planes.Y resultaba gracioso que, a muchos pies de altura, las ráfagas de aire que agitaban la alfombra voladora en esos momentos, me estuvieran recordando ese viaje en moto en mis sueños.

 

Había llegado a la casa de los Moody, y luego...Richard me había abierto la puerta. Melrose se había asomado por detrás de él ¿y qué era lo que había dicho?. Un frenón brusco de la alfombra, me hizo me hizo levantarme de repente. Todavía eran las once de la mañana. "Muy pronto" pensé recordando lo precisa que había sido la mujer con que llegásemos al mediodía.

 

Supongo que podré dormir otra hora más- pensé, sin pizca de remordimiento.

 

Y allí, con la alfombra suspendida en el aire encima del lago artificial, volví a echarme.

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La forma en cómo arquea las cejas no es propia de Mel. En una situación normal, se habría vuelto, quizá con los ojos muy abiertos es verdad, pero habría sabido dirigirse a él con propiedad y haber saludado como debía. Sin embargo el sueño se ha llevado lo mejor de ella, por lo que aparta con brusquedad y a asombrosa velocidad, a la par que alza ligeramente la tela de la capucha para atisbar de quién se trata.

 

Sus ojos inyectados en sangre observan entonces a Dayne. A pesar de que se encuentra en un estado deplorable y más dominada por el licántropo que por sí misma debido al cansancio, es todavía capaz de mantener la compostura.

 

—Lo siento —es lo que masculla en un tono que parece hablar más de muertos que de seres que se supone que están en la flor de la juventud— no fue mi intención... —"tratarte como si fueras una amenaza" bueno, suena mejor que "tratarte como basura" pero ambas son cosas muy rudas para decir. Además, no es lo que piensa Mel en realidad— fue una reacción que no pude dominar.

 

Hace una inclinación de cabeza y decide retirarse del todo la capucha, en lugar de sólo levantar un trozo de tela y estar observándolo con un sólo ojo. No ve rastro alguno de Rosália pero lo más probable es que ande cerca. Lo raro, es que no ve rastro de Kaori.

 

—Yo... creo que voy a esperar —fue lo que dijo, todavía amodorrada.

 

Recordaba que su actitud la noche anterior, cuando Bel había llegado de visita, había sido muy distinta de la que tenía ahora. Había alcanzado a ver su melena roja al atisbar por encima del hombro del Richard. "¡Tu y tus libros son una bendicion! ¡Pasa Bel! Tenemos bizcochos y soletas inglesas en el piso de arriba". Ella se había mostrado bastante complacida a pesar de que Richard no había sido amable ¿pero no era siempre así con él? Y ahora, mascando distraídamente su tira de carne, todo lo que podía pensar era que la luz del sol nunca había sido tan molesta ni tan brillante.

Editado por Melrose Moody

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Existen magos y brujas con talento para la Herbología; parecieran tener una conexión con la naturaleza, que les permite elegir las mejores frutas y raíces, dar los mejores cuidados a las plantas, hacerlas crecer y florecer con facilidad. Ellie está segura de que, incluso, algunos llegan al punto de hablar con sus crías. Ella los respeta e incluso llega a admirarlos, no sólo porque son ellos quiénes le proporcionar los mejores ingredientes para Pociones, sino porque está convencida de que jamás será capaz de tener tanto talento en esa materia. La última vez que estuvo en un invernadero, antes de ese día, fue en su última clase de Herbología en el séptimo año de Hogwarts; recuerda que estaba rogando que la profesora Sprout se apiadara de ella y de las mordeduras que le hicieron las tentáculas venenosas, en un momento de descuido, y le concediera por lo menos un Aceptable.

 

Al entrar y observar las plantas, se le hace divertido pensar que se vistió "para la ocasión", con una túnica verde oliva de mangas hasta los codos y larga hasta un poco más abajo de las rodillas, justo donde comienzan sus botas marrones. Tiene el cabello rubio pálido suelto, echado sobre uno de sus hombros, aunque debe estar notablemente despeinado tras el viaje en escoba. Decide simplemente caminar hacia adelante, donde hay una fuente de piedra, pues ¿a dónde más podría dirigirse? Estando un poco más cerca, repara en la arcana y la arcana repara en ella. Rosália Pereira luce diferente... más humana, usando un vestido de flores y unas botas de hule, sin hojas ni flores a la vista. Todavía le intriga la naturaleza de la arcana. ¿Quizás ella comparta eso durante las lecciones? ¿O quizás debería comenzar a dejar de pensar en ello? «¿A Mel le molestaría que alguien le preguntara directamente si es una mujer lobo?».

 

—Sip —responde Ellie, pasando de largo por la fuente que, ahora detalla, está rota y mohosa. No sabe qué es más incómodo, estar rodeada de muchas personas desconocidas, o sólo con una. «Por lo menos, si fuéramos varios, la atención puede ir a otro lado, pero aquí...». Es consciente de que sus movimientos son tensos, mas no puede hacer nada para suavizarlos; es una reacción que no se siente capaz de controlar. Sólo espera que adentrarse en las lecciones le ayude a relajarse—. Gracias por el té... Ehm, qué extraño que Bel no esté aquí. Ella suele ser puntual. A lo mejor es ella la que está en la cabaña... Deberíamos llamarla.

 

Al sentarse, reposa la espalda contra el respaldar de la silla, dándose cuenta de que el viaje la ha dejado un poco cansada. Si normalmente se le hace difícil establecer contacto visual, hacerlo con una Legeremante tan reconocida le parece algo imposible. No porque le preocupe demasiado que escuche intimidades y inseguridades que muchos tienen, sino porque hay información que posee que no es sólo suya. Secretos, más específicamente, aunque Ellie razona que a esos secretos, implantados mediante el encantamiento Fidelio, no debería tener acceso ningún Legeremante; la única forma de revelarlos, es que ella decida compartirlos... o alguien la fuerce a hacerlo. De todas formas, sólo "por si acaso", despeja los pocos recuerdos que tiene de la Orden del Fénix, apartándolos y desconectándolos de todo lo demás.

 

—Bueno... en realidad no diría que creo eso, ya sabe, fervientemente. Tengo mis dudas y pensaba que podría aprovechar la Legeremancia para clarificarlas. Sólo... Bueno, creo que puedo entender los sentimientos de los demás. Ya sabe, ponerse en los zapatos del prójimo y eso, me esfuerzo en hacerlo. Pero de todas formas, a veces, me cuesta entender a los demás, aquí —habla con la voz queda, llevándose un dedo a una sien.

 

Hace dos noches, se desveló con Mel, Bel y Kaori. Consiguieron algunos tomos en la Biblioteca de Alejandría, otros los tomaron prestados de la colección del Departamento de Misterios y otros Richard simplemente pareció sacárselos de debajo de la manga. Ellie sonríe, con un deje de culpabilidad, la desesperación de su prima por tener sólo una noche para prepararse para su encuentro con la arcana, mientras que ella y Bel tenían poco más de un día. Por ello se había esforzado en hacerla entender.

 

—Si piensas así, seguro que no lo lograrás —replicó Ellie, cuando su prima se quejó por enésima vez; sin embargo, lo cierto es que había estado considerando echarle un chorrito de poción agudizadora de ingenio en su chocolate caliente, pero decidió que aquello no era correcto. Después de todo, aunque Mel no es el mismo tipo de persona que ella, está segura de que ambas lograrán su cometido, juntas. Por lo tanto, aquella noche, decidió no darle semejante idea y en cambio animarla (aunque no es que ella sea la mejor animando a los demás)—. ¡Tienes que pensar en positivo! Sé que suena tonto, pero...

 

En ese momento, llegó a la casa de los Moody, en el pequeño pueblo de Luss, un mensaje de parte de Bel. Cuando lo leyó en voz alta, el cambio de ánimo en Mel fue notorio. Ellie no necesitó "leerle la mente" para saber que, para ella, la visita de Bel significaba que aquella noche en casase había convertido en una reunión social, aunque sucediera en torno al estudio. Éso le hizo pensar en Kaori Matsudaira. En aquel curso, ella era la única "extraña" y al día siguiente debía presentarse con Mel ante la arcana. «¿Qué estará haciendo? ¿Le irá bien?». Durante un largo rato, no pudo sacudirse aquella sensación. Por eso, poco después de la llegaba de Bel, Ellie decidió escribir una rápida nota, confiando en que una de las lechuzas de la casa encontraría a la bruja.

 

Espero no molestar, Kaori. Te escribe Eileen Moody, de hace un rato. Sólo quería decirte que, con Bel Evans y Melrose Moody, decidimos que si nos juntábamos, quizás podríamos prepararnos mejor para lo que sea que nos espere con la arcana Rosália Pereira. Si gustas... Bueno, adjuntaré la dirección de mi casa.

Saludos

Aprovechando que los ánimos se habían levantado con la llegada de Bel, Ellie aprovechó de hacer avances con Mel.

 

—Bueno, Mel, has estado comiéndote ese libro casi por media hora —a pesar de que estaba en camisón, se sentía cómoda con Bel y Mel. Richard era más bien un personaje de trasfondo. Y, ¿cómo no iba a estarlo, si además había comida y chocolate caliente?— ¿Por qué no lo dejamos descansar? Mientras tanto, puedes compartir lo que te ha quedado.

 

Recordando lo que hablaron a partir de allí, Ellie alza el rostro para continuar hablando con la arcana.

 

—Entiendo que, cuando uno usa la legeremencia, lo que se hace es ehm... cavar... en las capas de la mente. También estaba pensando que quizás uno no pueda "moverse" de la misma forma en la cabeza de todo el mundo —explica, esperando que su idea sea entendible—. Quizás los recuerdos y sentimientos se relacionen de formas diferentes. Y, claro, la forma de interpretar los hallazgos es diferente.

 

»Claro, he leído qué es, también. La legeremancia te permite entrar y saber todo de alguien. Sí, me parece que ése es el concepto que se tiene, aunque probablemente sea diferente en la práctica... Y, claro, es muy importante el contacto visual, usar el encantamiento y supongo que habría que despejarse uno mismo antes de hacerlo, ¿no? Esforzarnos en evitar que nuestras cosas afecten los hallazgos.

Editado por Eileen Moody

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sins don't end with tears, you have to carry the pain forever

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No pude durar mucho rato en mi intento por seguir durmiendo, y a la media hora desistí del todo. El sol en medio de ese cielo límpido sin una sola nube, quemaba y lastimaba la vista, de modo que resignándome a la idea de mantenerme despierta, comencé el descenso a tierra firme. Luego del aterrizaje, enrollé la alfombra con cuidado, y colocándola con un hechizo reductor dentro del morral, comencé a caminar sin rumbo fijo por la explanada de la universidad.

 

Todavía quedaba media hora para el mediodía, así que me despreocupé de ir en dirección a la cabaña de Rosália y en su lugar, caminé casi en dirección opuesta. Ahora, como anoche, aquella fastidiosa sensación de que algo en ella no me permitía tomarle la confianza que le había tenido a Suluk, emergía con fuerza.

 

Mis pasos me llevaron entonces hacia los pasillos donde de un lado y del otro, se encontraban dispuestos varios salones para las clases de conocimientos. Hace solo un par de semanas, había dictado allí el Curso de Cuidado de Criaturas Mágicas, y el recuerdo me arrancó una sonrisa que solo acentuó más las arrugas que comenzaban a ser imposibles de disimular si solo salía "a cara lavada".

 

Sí, eso era lo que Richard había comentado, en cuanto había hecho ingreso a la casa de los Moody hace un par de días. El recibimiento de Mel, al contrario había vitoreado por los libros que traía conmigo, y en una feliz coincidencia, gustaba también de acompañar jornadas de estudio como esas con soletas, y dónde hubiera soletas debía también haber un fantástico té.

 

No había tardado entonces, en acomodarme sobre la alfombra como ambas mujeres, tratando de no prestar demasiada atención a lo pequeño que podía resultar el lugar si se lo comparaba con cualquiera de las dos residencias que tenía. Eileen, había comentado de pasada, mientras depositaba una bandeja con las tazas de té, que también había avisado a Kaori del asunto. No tenía idea si ella se animaría a venir, pero la perspectiva resultaba buenísima.

 

Un par de chicos tocando el violín me sacó de repente de mis pensamientos. Pese a lo desafinado de las notas, la melodía era demasiado pegajosa y conocida como para pasar desapercibida ¡Ah, y evocaba tan buenas cosas hasta hace dos noches! Pero no lo hacía más, así que casi que huyendo del sonido, salí del claustro, con la intención de ir, de una buena vez, donde la arcana.

 

Era notable como el paisaje cambiaba conforme me acercaba a a su residencia. No solo era el número de plantas que le daban un verdor inusitado al lugar, sino también lo era la ausencia de personas, incluso de ruidos, excepto por las hojas que con el viento ligero se mecían y casi parecía que cuchicheaban entre sí. Para cuando alcé el final del camino, y me planté en la puerta de la cabaña pude notar que la saeta de fuego de Eileen se encontraba a un lado, una clara señal que ella ya se encontraba allí.

 

Observé el reloj de pulsera una vez más, que marcaba las once y cincuenta y cinco de la mañana. ¿Cómo era posible que a falta de cinco minutos no hubiese mayor movimiento en el lugar? Ni voces, ni pasos, nada en apariencia. No, no podía ser que me hubiese equivocado de lugar. Rosália no había mencionado nada más, así que tenía que estar por allí, quizá demasiado bien camuflada en alguna parte, fundiéndose en aquel verdor.

 

Me sentía inquieta, una inquietud nada sana, que también agitaba mi mente de una forma que en teoría no debía permitirme dado que la habilidad requería de mí tener la mente serena, y la disposición de espíritu. ¿Cómo iba poder sino navegar por las mentes ajenas si la mía iba desbocada? Y peor, concentrada en penosos recuerdos como el de...

 

Contra mis propios deseos, nuevamente el estribillo pegajoso de la La donna è mobile emergió. Si, como decía el primer libro de la noche que me había puesto a leer poco antes que aquel incidente tuviese lugar, la mente era una suerte de capas, con los recuerdos arremolinándose bajo un orden particular muy ligado a los sentimientos, definitivamente la maldita voz de tenor de Richard se había aferrado a una capa particularmente profunda de mi mente.

 

¡Es la La donna è mobile ! - había comentado emocionada deteniendo de repente la vuelapluma para levantar la vista de los pergaminos- pero que calidad de audio tienen ¿eh? suena como en vivo la cosa pero ¿por qué se escucha un sonido de regadera de fondo?

 

Melrose, frente a mí, había explotado en carcajadas, escupiendo los trozos de soleta a medio masticar, y alternando su risa a quejidos de dolor porque algunas no todas habían salido por la boca. Por su parte Eileen, sin levantar la vista del enorme tomo forrado en piel que leía ávidamente apenas había informado que no era ninguna lujosa grabación como suponía, sino solo Richard en su fase de cantante de ducha, tomando sus habituales baños nocturnos.

 

Y estás con suerte, que podía haberte tocado escucharle cantando "Vesti la giubba"- el sonido metálico de la bolsa de plástico siendo abierta me fastidiaba pero nada se comparaba a la impresión de haber descubierto semejantes dotes artísticas en Richard- ya ni el agua corriendo se escucha, y es entonces que juro que pienso que se demora en el tocador porque se pone a maquillarse para darle más realismo al asunto.

 

Mientras en el suelo, descubría un rastro de pisadas y comenzaba a seguirlas llegando finalmente a un invernadero, pensé, como lo había hecho aquella noche, que jamás usaría la legilimancia para averiguar en la mente de Richard si lo que había dicho Melrose era cierto.

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—Bueno, se supone que la mente es como una serie de capas ¿no? —su respuesta viene luego de un momento de silencio— Entonces, quizá podría decirse que dichas mentes no se pueden "manejar" con facilidad ni tampoco puede uno desplazarse dentro de ellas en búsqueda de información así nada más. Debido a que al adentrarnos vemos tan sólo una de las superficies, no podríamos estar seguros de los elementos que la conforman: en qué momento se entrecruzan o en qué momento un pensamiento es independiente y cuándo es la consecuencia de un sentimiento o pensamiento previo y más profundo —continuó. Explicarlo, le recordaba un poco a la propia dinámica que ella tenía con la bestia, en su cabeza, que no era sencilla de explicar a otros.

 

Al inicio parecía que sólo la afectaba durante la luna llena y así lo había creído. Fue muchísimo después que notó que en realidad, la bestia estaba allí siempre, acompañándola en silencio hasta despertar en cada luna llena.

 

>>Entonces, dado que se tiene que "bucear" para diferenciar ideas nuevas de aquellas que son sólo el resultado de una larga o corta meditación anterior, ésta distinción entre surgimiento, resultados y punto intermedio es lo que hace el ramo complicado, debido a que al ingresar a una mente los pensamientos son presentados de manera uniforme, o sea como si fuera todo lo mismo —tomó un respiro más para darse ánimos que porque realmente lo necesitara—. Para un legilimante en toda regla, sin duda tales sutiles diferencias son ya pan de cada día, así que no significa un problema deducir aquello que piensan, en qué sentido lo piensan y cómo se sienten o manejan diversas situaciones pero para alguien...

 

Habría querido agregar "como yo", pero se detuvo. Fue entonces cuando sintió la mano de Richard sobre su cabeza, revolviéndole el pelo con una risita bailoteando en sus labios y agregando un "efectivamente ¡es más fácil distinguirlo con el tiempo!". Como todas sus sonrisas, no parecían alcanzar del todo sus ojos en realidad pero aún así desprendían cierta calidez. Por eso, su reacción la sobresaltó un poco pero luego lo dejó estar. Después de todo, parecía genuinamente sorprendido y su felicitación sonaba sincera, aunque como todo aquello que salía de su boca, fuese difícil de creer ¿realmente se había expresado de la manera correcta?

 

Devolvió la vista al libro todavía ensimismada. Había pasado todavía un buen rato discutiendo el asunto con Ellie, pues a diferencia de ella, Mel no creía que fuese posible saberlo "todo" sobre alguien, sin importar cuanta legilimancia fuese aplicada sobre dicha persona. También estaba el asunto de que habían quedado a la espera de la respuesta de Kaori, para saber si acudiría o no y entonces...

 

—Ah

 

A pesar de que se ha quedado un buen rato en blanco luego de anunciar que esperaría, no puede evitar soltar una risita, que pronto se convierte en carcajada en toda ley, una como las que soltaría cualquier otro día (sin que le duela la cabeza). Por un instante, además de aquello que había conseguido comprender y/o meter en su cabeza el día anterior, ha recordado el incidente de Evans descubriendo que Richard es un cantante de baño. Y realmente, había tenido mucha suerte de que Richard no hubiese cantado Vesti la giubba en aquella ocasión y se que se hubiera conformado don La donna è mobile. Después de todo, incluso a Mel le había costado recuperarse luego de las primeras interpretaciones, especialmente teniendo en cuenta que su ejecución de esa aria era tan convincente, que incluso se molestaba en agregar el llanto falso que se suponía que soltaba el tenor en determinadas escenas.

 

Richard tenía ese tipo de cosas particulares que uno no esperaría de un tipo tan siniestro.

 

—Cuánto lo siento Dayne —masculló todavía con ciertas ganas de reír y cubriendo parte de su boca con el reverso de la mano—. Me temo que mi cerebro no está funcionando del todo bien hoy y he venido a recordar algo que ni al caso —estuvo un buen rato conteniendo las risitas, pues de hecho, lo que acababa de decir había sonado bastante mal. No quería que pensara que era una persona rara—. Me refiero a que, sucedió algo muy gracioso y justo ahora vine a recordarlo...

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Demisit lacrimas dulcique adfatus amore est 

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Sólo cuando Melrose comenzó a hablar, Ellie alzó la mirada del tomo. Aprovechando aquella pausa, se acomodó en el sofá, donde estaba sentada con una manta cubriéndole las piernas cruzadas, y tomó su taza de chocolate caliente para darle un sorbo (debido a un encantamiento en la taza, la bebida se mantenía a la temperatura perfecta, una descarada maniobra que sólo podía ser obra de Mel). Aquella explicación, si bien hecha de una forma particular, le pareció bastante acertada y por eso, en su encuentro con la arcana Rosália Pereira, cuando Ellie habla sobre sus conocimientos generales de la legeremancia, se basa bastante en aquellos apuntes.

 

Si bien Bel le había dirigido una mirada extraña a Richard —a un Richard animado, probablemente por el concierto que mantuvo en el baño, tras quejarse abiertamente de la ausencia de una sala de música en la casa— cuando éste felicitó a Mel, a Ellie le pareció que era honesto y sus palabras no tenían malas intenciones. Incluso, sólo para probar, se le ocurrió interceptar su mirada y mantenerla, pensando que quizás podía hacer un avance... Pero él, aparentemente con conocimientos de aquella rama de la magia, desvió sus ojos sin disimulo, pero tampoco sin comentar nada al respecto.

 

Seguidamente, Ellie aprovechó de compartir lo que había estado leyendo. El libro que tenía en las manos era una obra que trataba tanto de la Oclumancia como la Legeremancia. Ya que Mel había hablado más de la práctica, decidió que sería mejor centrarse en el concepto teórico. No había hablado mucho, cuando su prima la interrumpió, mostrándose en desacuerdo.

 

—Pero, Ellie, ¡es imposible saberlo todo!

 

—P-pero... bueno, Mel, ésto es lo que pone aquí —replicó Ellie, golpeando con énfasis la página que estuvo leyendo, como si cualquier cosa que saliera en un libro fuese la verdad absoluta—. A lo mejor un Legeremántico novato no puede... pero uno más avanzado... Bueno, supongo que ahí va una pregunta a la lista para la arcana. Sí, Mel, creo que sería bueno resolver nuestras dudas con ella —añadió, al observar la expresión en el rostro de su prima al mencionar aquella posibilidad.

 

»Aunque, ahora que lo pienso, quizás "todo" sea demasiado —razonó luego de pensarlo un poco—. Hay cosas que no creo que sean accesible, como los secretos que se guardan mediante en encantamiento Fidelio —susurró, sabiendo que Mel y Bel sabrían a lo que se refiería—, ¿no creen? Aunque, ¿creen que un legeremántico pueda encontrar cosas en la mente de uno, de las que uno no es consciente? Como esa gente que reprime recuerdos, o olvida cosas, ¡o recuerdos de la infancia! Aunque, cuando alguien reprime un recuerdo, debería "desconectarlo" de una forma similar a cómo funciona la Oclumancia... —a esas alturas, no estaba segura de que sus compañeras la siguieran, pero no podía detenerse en su divagación.

 

»¿Qué opinan? —les dijo, tras mirar nuevamente la ventana, esperando ver alguna lechuza. Hasta los momentos, no había respuesta de Kaori. ¿Quizás la había incomodado?

Editado por Eileen Moody

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sins don't end with tears, you have to carry the pain forever

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