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Metamorfomagia


Amara Majlis
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No podía pedir más de ninguna de sus alumnas, se sentía satisfecha y consideró sería adecuado regresar a la protección de su cabaña antes de que las pusiese en gran peligro aunque aun no había pista alguna de Mía y aquello la tenía ligeramente preocupada. Un grito desesperado la arrastró lejos de sus cavilaciones y sintió como todo su cuerpo de estremecía, era una mujer poderosa a nada temía, pero en ese entonces sus ojos color esperanza se opacaron; extrajo su varita de cristal y rasgó el aire entre sus alumnas y ella alzando la voz por sobre el revuelo que se generaba a su alrededor.

 

—¡Al portal, ahora! Las veré a los pies de un lago, vamos, no hay tiempo que perder.

 

Había gritado, sí, rozaba la desesperación mientras algunos rezaban o sollozaban, los médicos daban órdenes a diestra y siniestra pero aun así no podrían proteger a todos, por desgracia, la única obligación que Amara tenía era para con el trío de féminas. Sin esperar movimiento alguno puesto que de seguro los músculos de Gatiux y Tauro se volvieron roca ante el cambio abrupto de la Arcano, las tomó por las muñecas tratando de no hacerles daño y jaló de ellas justo cuando un hombre gritó en la lengua común "Bomba".

 

El haz de la noche se cerró tras engullir a las brujas y todo se volvió oscuridad. El suelo bajo sus pies tembló y la carpa cayó sobre su cabeza pero nada la dañó más de la cuenta, para cuando la explosión culminó Majlis se encontraba lejos del hospital improvisado, a un par de metros de Mía, quien caminaba con unos pequeños niños a cargo. —¡Mía!.

 

Su felicidad al verla fue total, —Debemos irnos, debemos volver, si estás verdaderamente preparada para tomar ésta habilidad debes venir conmigo ahora— expresó, no sabía bien cuál sería el destino de los niños pero nuevamente su obligación era mantenerlas a salvo, quizás fuesen a pasar a su cabaña y más tarde pensaría donde ubicarlos. Tendió su mano a Black Lestrange y aguardó para regresar con ella hasta su cabaña donde Tauro y Gatiux deberían de estarle esperando.

 

Allí, un pequeño libro con letras doradas rezaba el nombre de cada una, para que sus alumnas se fuesen instruyendo en lo que les esperaba, seguramente estarían conmocionadas por lo que acababa de suceder más aquello había sido un golpe bajo que Amara no previno en su clase de Metamorfomagia; habría deseado estrechar la mano de Gatiux cuando logró sanar al pequeño con la imposición de manos y darle el hora buena a Tauro por el mismo motivo, cuando las personas que acudían a ella lograban superarse a sí mismas aun contra sus pensamientos negativos, redundante sí, pero le hacía sentir orgullosa.

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Habría que preguntarse si alguien le había lanzado algún tipo de maldición a Gatiux. En apenas dos semanas se vio envuelta en tres catástrofes diferentes. Todas ellas muy similares, explosiones e incendios. La mala suerte le perseguía. Como si un ente superior estuviese intentando acabar con la vida de la Malfoy. La primera vez logró escapar con vida por pura suerte, pero sufriendo severas quemaduras.

 

Y supo que algo malo se acercaba cuando la Arcana se quedó congelada. Gatiux se acercó a ella para preguntarle si estaba bien mientras se secaba algo de sudor con el reverso de la muñeca, los ojos de la anciana se habían quedado sin vida mientras veía algo más allá. La banshee de cabellos violetas le preguntó en un susurro ¿está bien?, pero de forma apenas audible.

 

Un grito. Más bien una órden para la que no cabía discusión. Amara tiró de Tauro y de ellas. La Malfoy ni lo dudó. El portal se había abierto muy cerca de ellas gracias a Majlis. Alguien, un soldado, gritó ¡¡¡bomba!!!. Y ella ya se estaba alejando de allí justo en ese instante. Quiso gritar en mitad del estruendo pero su voz quedó amortiguada.

 

El portal se las tragó y las escupió en el otro lado. Lejos del hospital de campaña, de vuelta en la Universidad Mágica. Se preguntó por el futuro de aquellas pobres personas a las que habían estado ayudando, y lo inservible de sus acciones, ya que si bien habían pasado toda la tarde curando heridas, ahora estarían mucho peor si es que llegaban a sobrevivir.

 

Aprovechó para quitarse el hiyab, el cabello negro cayó en cascada por sus hombros. Miró con sorpresa, estaba segura de que ella no había obrado el cambio. Comprendió que había sido Majlis cuando le tocó la frente que le camufló por si alguien llegaba a ver sus raíces. Ya llamaba lo suficiente la atención. Sacó de la mochila una toalla blanca que humedeció con una botella de agua para refrescarse el sudor que tenía en el rostro.

 

Pasaron a la cabaña de la Arcana mientras la esperaban, la Malfoy estaba preocupada por el paradero de Mía y de Amara ya que no volvieron al mismo tiempo con Tauro y con ella por el mismo portal. Al entrar a la vivienda de la Arcana, un libro dorado con su nombre escrito en él flotó hasta ella. Gatiux lo tomó y se sentó en el suelo en posición indio. No se atrevía a manchar el mobiliario de la Arcana con la arena y los restos de sangre que tenía pegada a la ropa. Tal vez aquella lectura le hiciera olvidar la conmoción de lo vivido.

«I'm a villain, and villains don't get happy endings.»
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  • 2 semanas más tarde...

No supo en que momento había logrado avanzar con los niños a cuestas, pero con la mente fijada en el objetivo de llegar hasta el hospital continuó con sus pasos. Respirando con dificultad, detuvo su andar un par de minutos, observando toda la destrucción que se cernía delante de ella, ¿dónde estaba? Era algo que no tenía del todo claro, lo único que sabía era que no soportaría mucho más tiempo ir divagando sin cesar por esos rumbos.

 

Intentando ubicarse, sintió como su cabellera oscurecida, se llenaba una vez más de sudor que baja sin cesar por su cuello y rostro, dejando sus rasgos brillosos por el obvio esfuerzo que continuaba realizando. Considerando seriamente la posibilidad de dejar abandonados a los que iban con ella, apareció delante de sí Amara, quién no pudo ocultar en su rostro la alegría de haberla encontrado.

 

— ¿Irnos ahora? —fue lo único que atino a preguntar.

 

Dudando un segundo si seguirla o no, colocó en el suelo a los niños y susurró un par de hechizos protectores. Sí bien, no le agradaba la idea de continuar ayudándolos, no los dejaría a merced de cualquier extraño, puesto que solo así estarían a salvo hasta que algún adulto los encontrara. Tras eso, se acercó hasta la arcana y tomó una de sus manos, para de ese modo juntas caminar hasta el portal que había conjurado.

 

Al traspasarlo, aparecieron en la cabaña. Al sentir el clima fresco del lugar, sintió como su ropa estaba pegada a su cuerpo y como su rostro comenzaba a tornarse un poco pegajoso. Habían vuelto, eso era algo más que obvio. Con un movimiento de su varita mágica y sin importarle lo que dirían sus compañeras o la misma Majlis, cambió sus ropas y regreso a su aspecto habitual.

 

Mirando un libro que contenía las letras con su nombre, lo tomó entre sus manos y esbozó una media sonrisa; estaba lista para realizar la prueba que indudablemente la reconocería como metamorfomaga oficialmente. Por fin dejaría de ocultar su habilidad, por lo que sin dudarlo, lo tomó entre sus manos y asintió ante la pregunta muda que le hizo la arcana, en el momento justo en que veía a Gatiux.

 

Era momento de prepararse, por lo que sin dudarlo se acercó hasta la puerta y abandonó la vivienda, debía recuperarse y esperar el llamado para realizar su prueba.

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  • 4 meses más tarde...

¿Nerviosa? ¡Por supuesto que sí! Pero, espera, respira...

 

Según lo que ha escuchado en boca de otras personas que han pasado por el procedo, tomar una habilidad no es para nada sencillo y algunos quedan en el camino, espera que ese no sea su caso. Sin embargo, lo ha espero con ansias, es algo que de verdad desea aprender. No tiene un propósito ni hay planes para usarla afuera, es por el mero hecho de comprender esa rama de la magia, aunque tal vez... bueno, podría serle útil un par de veces en su trabajo en el Ministerio. Hasta ahora lo ha hecho bien sin ella, no es algo elemental.

 

Por otro lado, sobre quien imparte la habilidad, no es demasiado lo que sabe. No es que estuviese averiguando pero siempre se pueden escuchar comentarios de las personas. Amara Majlis, ese fue el nombre que venía en la misiva de la Universidad, esa misma en que le confirmaron que podía tomar el curso. Todo lo que se sobreentendía es que no era inglesa, y que al parecer era mujer, el resto era un misterio como la misma Metamorfomagia.

 

En medio de tanta confusión mental no se percató de que ya estaba en los terrenos que correspondía a los Arcanos, seguramente sus pasos terminaron siendo más rápido de lo esperado. Una lastima, no logró disfrutar del corto "paseo", tendría otra oportunidad a la salida.

 

Solo una vez que estuvo frente a la puerta se dio cuenta que no sabía si simplemente debía presentarse ingresando al interior, debía esperar por alguien (¿Los Arcanos tienen gente que trabaje para ellos?), o quizás solo golpear la puerta. Optó por esto último, ya saben por todo eso de la educación y porque en realidad no sabía si Amara estaba dentro o en otro sitio. La carta decía que solo debía acudir allí, no qué demonios hacer después. Estaba dudando demasiado, lo bueno era que no lo demostraba, o eso creía Rouvás.

 

—Ehm... —Dio un par de toques suaves a la puerta. —¿Hola? ¿Hay alguien por aquí? —La puerta estaba un poquito entreabierto y eso ayudó a que se escuchara mejor su voz. —Busco a Amara Majlis, la Arcana de Metamorfomagia.

 

Mientras esperaba por alguna respuesta, o mejor aún por alguna presencia se preguntó que cualidades necesitaría para aprender del mejor modo, porque de seguro algo podría facilitar las cosas y no quedarse eternamente pegada o hasta que le dijeran que no es apta. Ni siquiera se preocupó por si le agradaría o no a Amara, tenía un objetivo y el plan era cumplirlo hasta las últimas consecuencias así tuviese que hacer uso de todos sus recursos mágicos para conseguirlo.

 

— ¿Hola? —Volvió a preguntar,

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Pese a que habían transcurrido unos cuantos días desde que vio a sus tres últimas alumnas, Amara no se había quedado como una flor marchita esperando en su cabaña. Aprovechó esos días para salir de los terrenos de la Universidad y ayudar allí donde más se le necesitaba, en aquellas zonas donde la gente apenas tenía un mendrugo de pan para pasar la semana. Sus cuidados y suministros fueron bien recibidos, cambiando de aspecto cuando cambiaba de ciudad.

Una cansada lechuza había llegado hasta Amara cuando estaba en un pequeño pueblo a unas cuantas horas de El Cairo, debía volver a la Universidad, tenía que esperar a un nuevo alumno. Recibiría el expediente en cuanto pusiese un pie en su cabaña. El contraste no fue muy grande, pese a encontrarse de nuevo en Inglaterra, la Universidad tenía un encantamiento que les envolvía en un verano eterno.

Las cientos de fotos que revestían las paredes de la casa de Majlis recibieron a la Arcana, mientras que ésta cambiaba de aspecto, volviendo a su habitual cabellera larga rubia y unos vibrantes ojos azul claro. Esa apariencia habría llamado demasiado la atención en Egipto, donde quiso pasar inadvertida mientras ayudaba a los demás, era una imagen reservada para el viejo continente.

Hizo té. También café por si a quien esperaba no le gustaba la primera opción. No a todo el mundo le gustaban las infusiones. Aprovechó aquellos instantes de paz para poner en órden la cabaña, justo cuando empezaba a despuntar el día. La gente no solía llegar antes de media mañana, claro. Con ayuda de la magia puso la cabaña a punto, quitando el polvo que se había acumulado en su ausencia aquí y allá.

Repasó el informe que le pasaron los directores. En realidad aquello no decía nada de las personas, su nombre, apellidos y cosas que se consideraban relevantes, pero que Amara consideraba vacío. Uno no sabía de una persona hasta que entraba en contacto con ella, las personas no eran los apellidos que las acompañaban, habían mil características distintas que conformaban un ser, caras opuestas del mismo dado, todas igual de fascinantes.

Mientras cavilaba sobre aquello oyó una voz distante, había desconectado de la realidad un instante y justo llegaba su nueva alumna. Tal vez un poco pronto. La voz procedía de fuera, pero se escuchaba a la perfección porque Majlis había dejado entreabierta la puerta de la cabaña. Se acercó hasta la misma y le sonrió abiertamente a la mujer.

¡Pasa, querida! Te estaba esperando. -contestó- Soy Amara Majlis, la Arcana que estabas buscando.

Amara la llamó con la palma de la mano para que se entrara.

He preparado un pequeño tentempié. ¿Qué tal si mientras tanto me cuentas quien eres y que te trae a mi cabaña? Me interesaría saber por qué has decidido caminar por la senda de la Metamorfomagia.

La Arcana caminó con tranquilidad hacia el pequeño salón. El vestido malva largo arrastraba por el suelo mientras pasaban por delante de innumerables retratos que decoraban las paredes de la cabaña. Algunos sonreían burlones, otros posaban serios y con gran solemnidad, todos habían significado algo en la vida de Majlis, incluidas sus tres últimas alumnas. De todas las personas se podía aprender, de sus vidas, de porqué se comportaban del modo en el que lo hacían, cuales eran sus sueños o lo que estaban persiguiendo. La sabiduría enriquecía.

Llegó hasta la mesa y se sentó, indicándole a su acompañante el lugar vacío que quedó enfrente para que hiciese lo propio, se pusiera cómoda y se sirviese té o café con algunas de aquellas pastas. Amara esperaba grandes cosas de esa reunión, y por supuesto, también de la mujer que tenía enfrente.

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—Ho--- Hola. —Demasiado tarde para intentar no titubear con la voz.

 

La Arcana lucía bastante diferente a como la había imaginado, o lo que había llegado a imaginar, pero se preguntó si esa sería su rostro y color de cabello habitual. Con paso algo tímido se internó en el interior de la cabaña mientras Amara le indicaba que la siguiera hasta lo que seguramente sería una habitación más central, allí donde otros alumnos previos a ella ingresaron con la misma meta que se habían impuesto Rouvás.

 

No pudo dejar de percatarse de las muchos fotos y cuadros que adornaban las paredes, mucho menos de sus respectivos habitantes. Pudo notar que algunos cuchicheaban, otros solo lanzaban miradas de curiosidad. Athena intentó no perder el paso tras Majlis pero era difícil no detenerse de vez en cuando. ¡Rayos!, más que nerviosa por instantes se sentía un poco intimidada con tantos ojos puestos en ella que no estaba acostumbrada a algo así... ¡Era un poquito aterrador!

 

Logró llegar al salón un par de pasos más atrás que Amara, siempre pendiente de los cuadros, aunque no todos le produjeran la misma sensación si lo hacía la mayoría. Hizo caso de su invitación a tomar asiento al frente de la mujer para responder a sus preguntas. Estaba consciente de que estuvo demasiado callada en el breve trayecto que a Rouvás le pareció bastante más largo en el tiempo. Al menos había olvidado los nervios previos a entrar, esos donde se imaginaba no siendo capaz de obtener la habilidad.

 

—Lo--- lo siento. Nunca había estado en un lugar con tantas fotografías, da un poco de escalofrío. —Se sobó ambos brazos con las manos contrarias por unos segundos, luego retomó la palabra. —Ehm... Mi nombre es Athena Rouvás y he venido porque estoy interesada en aprender el arte de Metamorfomagia. Me parece bastante fascinante eso de los cambios, pese a que no los practico demasiado en mí. —Admitió. No era el hecho de cambiar a gusto era el nivel de dificultad que creía tenía conseguir algo así.

 

>>Cuando era niña, conocí en Grecia (mi país natal) a una mujer que era Metamorfomaga, parecía algo tan complicado pero con resultados tan diversos que me prometí a mi misma intentar algún día aprender algo así. Es por eso que apenas tuve la oportunidad de llevar esta clase con usted quise probar. —Se animó a tomar una de las pastas que amablemente le había ofrecido. —La verdad no tengo ningún objetivo por el que quiera aprender más que ese, el tener una nueva experiencia, el conseguir una meta. Pero allá afuera no hay un plan, algo por lo que necesite aprenderlo más que la satisfacción propia. Aunque no voy a mentir, me vendría excelente para desempeñarme con algo más en mi trabajo. —Dejó salir una risita infantil, muy propia de ella.

 

Llevó una pequeña porción de pasta a la boca para degustarla.

 

—Vaya, ¡esto está sabroso! —Exclamó para luego probar otro poco.

 

Declinó de servirse el té, no quería parecer demasiado confianzuda ya que no se había abstenido de mostrar su carácter más extrovertido (o medio infantil) frente a la Arcana. Siendo su primera experiencia en una habilidad tenía esa sensación de que ellos eran sujetos serios y estrictos, aunque la primera impresión que le dio Amara es que estaba completamente equivocada con este concepto.

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Las fotografías guardan momentos especiales. Y si todo sale bien, tu también estarás en uno de esos cuadros de mi cabaña. -dijo Amara sonriendo con amabilidad- Allí puedes ver a las tres últimas personas que pasaron por aquí para aprender de la Metamorfomagia.

Athena comenzó a explicar el motivo que le llevó hasta allí. La curiosidad o el ansia de conocimiento era un pretexto válido como cualquier otro para intentar aprender algo nuevo o ir más allá. Algunos magos y brujas se avergonzaban de exponer argumentos de ese estilo y preferían inventar excusas que camuflasen sus intenciones. La sociedad no avanzaría sin anhelo del saber. Agradeció mentalmente la sinceridad de la chica, lo prefería a tener que estar buceando entre las capas de la mentira.

Athena, querida, nunca te avergüences por querer ir más allá. -contestó Amara tras escucharla- La curiosidad humana es lo que la conduce a grandes logros.

Sin preguntar, le sirvió un poco de te a la mujer que se había decantado por unas pastas pero parecía cohibida como para tocar la jarra que tenía delante. Después la Arcana sirvió algo de azúcar en su propia infusión, y mientras la removía miraba a la chica de forma maternal, con una de esas sonrisas que forman pequeñas arrugas alrededor de los ojos.

Cuéntame a qué te dedicas y por qué te vendría bien la Metamorfomagia. -por un instante la Arcana volvió su semblante serio- No estarás pensando en usar la habilidad para algo malo, ¿verdad?

La Metamorfomagia podía ayudar a hacer pasar desapercibido a un mago caucásico en cualquier lugar del mundo para integrarse dentro de una cultura, aprender de ella o ayudar a aquellos que más lo necesitaban sin generar desconfianza. Sin embargo también podía utilizarse para el engaño y la burla, y como Arcana no enseñaría a nadie con intenciones oscuras. Si Athena mentía, ella lo sabría. El color de ojos de Amara osciló desde el azul claro hasta un violeta poco natural.

Muchos magos se desvían del camino, pese a que lo natural en los metamorfomagos sea la filantropía. No enseñaré a nadie que pretenda utilizar su nueva habilidad en algo deshonesto.

La Arcana bebió del té sin dejar de mirar a su invitada, a sabiendas de que sus palabras podían resultar algo rudas así de primeras, pero prefería ser clara a que luego el alumno en cuestión se sorprendiera cuando ella se negase a hacerlos pasar por la prueba del Portal una vez llegado el momento. No pretendía que la chica fuese igual a ella, por supuesto, sólo averiguar sus verdaderas intenciones.

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Movió la cabeza de un lado a otro lentamente mientras hacía un sonidito que acompañaba la negación ante su pregunta. Tuvo que darse un par de palmaditas en el pecho para apurar el poco de pasta que aún estaba consumiendo, eso para poder responder adecuadamente.

 

—Hasta hace poco no relacioné nunca la Metamorfomagia con mi trabajo de no ser porque leí un par de archivos en donde se sugirió que lo usaron para conseguir un par de pistas... Ehm, cierto, trabajo en el Cuartel de Aurores del Ministerio. Mi tarea es atrapar magos o brujas que le dan malas prácticas a la magia. —Aunque en estricto rigor ella no planeaba darle un uso constante a una habilidad así, en su mente solo figuraba un uso cauteloso y justo. —Supongo que me puede servir tal cual lo describe ese informe porque no le encuentro otro uso; conseguir cierta información de alguien. —Ahora que lo mencionaba así ¿eso no calificaba como engaño? Pero no era en beneficioso propio. Era un tema bastante amplio.

 

Le pareció que la mirada de Amara cambió un poco aunque era algo muy leve, casi imperceptible de no estar atenta, solo una variación mínima ¿Tendría algo que ver con su repentina seriedad? De nuevo se preguntó cuál sería su verdadera apariencia, pensamiento que desestimó rápidamente al surgirle una duda que prefirió consultar inmediatamente. Majlis le entregaba la suficiente confianza pese a haber endurecido un poco las facciones en los últimos minutos.

 

—Ehm....¿Qué calificaría como algo deshonesto para usted? Es que, ya sabe, no todos tenemos el mismo concepto de las cosas, algunas son más universales pero igual hay otras que difieren según las creencias, la personalidad, estilos de vida, etc.

 

Estiró un poco el brazo -y el cuerpo- para alcanzar un terroncito de azúcar que agregar a su brebaje. Ya no se sentía tan tímida como en un inicio, la personalidad cercana de la Arcana invitaba a eso, le sugería que era alguien en quien podía consultar miles de cosas sin que ella perdiera la paciencia o la atención.

 

Se llevó la taza de té a la boca deleitándose con su exquisito aroma.

 

—Porque creo que el límite no es si beneficia o no a quien lo use, sino si perjudica o no a otros.— Tomó la palabra de nuevo. — Claro que hay muchas otras cosas, podríamos estar todo un día charlando de esas cosas y aún así seguir sacando tela, pero me parece que usar una habilidad para causar daño intencional es lo que califica como más deshonesto. —La miró expectante. —Por eso me gustaría conocer su concepto. —Alzó los hombros unos segundos para luego dar otro sorbo a la infusión.

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Un trabajo, o una simple experiencia que arraigase con fuerza, podía cambiar la perspectiva con la que se miraba al mundo. Hasta el más duro se podía ablandar al trabajar con niños que necesitaban atención, descubriendo un lado filantrópico de su personalidad que se mantenía oculto hasta el momento en el que empezó a desarrollar esa parte de sí mismo en un lugar nuevo. Los momentos vividos son los que van marcando al ser humano poco a poco, lo que despierta su interés o rechazo.

Athena parecía relajarse con la charla, cambio que Majlis notó. Si los alumnos no se sentían cómodos con el maestro nunca habría un avance hacia el conocimiento. Lograr aquel cometido en cierto modo era responsabilidad de quien los recibía, del mismo modo que la persona que entraba debía mostrar una mentalidad abierta y predisposición para lo que le esperaba.

Veamos, algo deshonesto es cometer un crimen y esconderte por ello. No me refiero a lo que conduce a las personas a cometer ciertos actos: la locura, la venganza, la pasión desmedida. Si no a esconderse detrás de una máscara para no afrontar las consecuencias o incluso echarle la culpa a otra persona. Todos deberían ser capaces de responder por aquello que llevan a cabo. No enseño Metamorfomagia para que se asesine con la apariencia de cualquier conocido o desconocido.

Amara había acabado su te, aunque aún sostenía la taza entre sus dos manos mientras elaboraba aquella respuesta. Una parte de sus pensamientos habían volado hacia el recuerdo de aquellos que se desviaron del camino, al principio ninguno poseía esa intención, pero descubrieron lo fácil que era robar y salir impune, y sus actos fueron aumentando el nivel de maldad. Acarició su anillo de forma distraída, volviendo a la conversación.

Pero por lo que veo en tí eres una jovencita juiciosa en este momento de tu vida. No me opongo a empezar el estudio de la habilidad. Dime, ¿alguna vez has podido cambiar el color de tu cabello u ojos? Los que nacen con esto de forma hereditaria pueden hacer cambios mucho mayores desde pequeños, pero si no es así hay que centrarse en pequeños cambios para luego hablar de estructuras corporales y demás.

La Arcana se levantó para llevar su taza al fregadero. Al volver a la habitación le pidió a Athena que se levantara y la acompañase. Juntas se dirigieron hasta una habitación despejada, un espacio libre de muebles, con un espejo de pie en un rincón, una alfombra que recubría todo el suelo y unos cuantos cojines donde sentarse de forma informal. En la pared colgaba un espejo de mano de plata labrado que la Arcana tomó y lo apoyó en la alfombra boca abajo, justo al lado de donde ella se sentó. Le indicó a Athena que hiciera lo propio justo enfrente.

Corría una suave brisa que entraba por la ventana.

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—No sin ayuda de mi varita, o de una poción multijugos, que yo recuerde al menos...

 

No podía estar segura si alguien en su familia poseía dotes de metamorfomagia. Por el lado de Richard era poco el conocimiento con que contaba, y por el lado de su madre... bueno, ella nunca mencionó nada a sabiendas de que Rouvás estuvo interesada en el tema desde pequeña. Quizás más adelante podría consultar con sus abuelos, pero ahora no podía prescindir de ese valioso tema, de modo que tuvo que dejar la pregunta con una negativa. Pese a eso, se fue el breve camino hasta el salón intentando recordar.

 

Al llegar al salón suspiró con evidente alivio. Allí no habían cuadros con fotografías, y por ende ojos que la observaran de distintas maneras. Eso disminuía su cuota de nerviosismo.

 

Tal como le indicó Amara, tomó asiento frente a ella prefiriendo directamente la alfombra pero acomodando dos almohadones tras la espalda. Cruzó las piernas en posición de indio y dejó los antebrazos relajados apoyados sobre los muslos, aunque con la postura más derecha posible. Sabía que el camino no iba a ser nada de sencillo, pero estaba dispuesta a intentarlo cuantas veces fuese necesario.

 

—Bueno... Como le decía... nunca he hecho ningún cambio en mí, ni siquiera cuando se manifestó la magia cuando pequeña. Un par de veces he utilizado la poción multijugos pero con ella solo puedo tomar la apariencia de otros obteniendo algún cabello. Se que esto es bastante diferente, tal cual hizo usted hace un rato con sus ojos. Fue algo muy pequeño y creí que solo era producto de algún reflejo de luz o algo así, pero ahora veo que ha variado el matiz de color de sus ojos.

 

Se fijó entonces en el espejo.

 

—¿Tendré que mirarme en el hasta cambiar algo? —Preguntó con la confusión visible en el rostro mientras miraba de reojo el objeto que yacía boca abajo. — Tengo también una duda, ¿se puede cambiar en cualquier aspecto? O sea... ¿solo partes del cuerpo y no de forma completa? —Esperaba darse a entender.

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