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Metamorfomagia


Amara Majlis
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Por fin había logrado hacerse el tiempo después de cuatro meses de estrés incesante para cursar una habilidad que poseía desde el nacimiento, la metamorfomagia, y más que cursarla, quería legalizar su habilidad, por lo que estaba segura que en cuestión de algunas semanas, sería nuevamente una metamorfomaga legal. Con ese pensamiento y una media sonrisa en los labios tras leer el anuncio de Elvis, uno de los directores de la Universidad, era momento de partir.

 

Con una túnica sencilla de color negro a juego con unas botas altas, y una tipo collar que colgaba en su cuello, con todos los amuletos y anillos de los libros de hechizos aprendidos hasta el momento, y su varita en la diestra. Estaba lista, por lo que dio un medio giro para perderse en una voluta de humo negro y segundos después, reaparecer a las afueras de la universidad mágica, lista para encaminarse a la morada de Amara.

 

Esperando que la clase fuese de su total agrado y que los compañeros con los que tuviese que cursar le agradarán, esbozó una media sonrisa en sus labios y de ese modo llegó hasta la puerta de la casa de la arcana, guardó su varita mágica en una bolsa oculta de la túnica y tocó con la diestra la puerta. Esperando que la arcana le diera el paso cuanto antes, para poder comenzar con su aprendizaje por llamarlo de alguna manera.

 

No se atrevió a ingresar, porque a pesar de que hubiese sido de lo más sencillo irrumpir en la habitación, pero no deseaba causar una mala impresión y menos porque había escuchado que la anciana se regía por normas morales bastante pronunciadas y que no le agradaban unas cuantas personas. Tendría que fingir que su naturaleza era tranquila y dócil, al menos al momento de ingresar, después, podría mostrarse como realmente era.

 

Así que continuó esperando a ser atendida por Amara.

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Amara observó por el rabillo del ojo el pronto cambio de Agatha, ésta lo había realizado como algo sencilla, como respirar por lo que regresó enfocándose en Leah y la revolución mágica que se estaba llevando a cabo en su interior. La arcano tenía la posibilidad de sentir la magia de su habilidad en las personas y allí, entre sus alumnas, había una clara diferencia de densidades; para una de ellas la metamorfomagia estaba diluida en sangre, como si ya la hubiese utilizado con anterioridad y para la otra era tan pesada que casi le costaba moldearla pero lo logró. La mujer de largos cabellos colocó la yema de su dedo índice justo sobre la arruga que se estaba formando en la frente de Ivashkov para que se relajara y segundos después todo se dio como esperaba.

 

—Los registros...— La puerta sonó detrás de las dos mujeres, —Un momento por favor.

 

Deslizó su andar hacia la puerta cortando en seco la conversación, ya habría tiempo para responder a la preguntas teóricas de la mujer curiosa más era necesario que acudiera pronto al llamado, no le gustaba hacer esperar a nadie y mucho menos a personas que tuvieran la iniciativa de plantarse ante ella buscando conocimiento. Así fue que encontró en el exterior a una dama enfundada en telas oscuras con brillantes joyas colgando de su cuello y una melena tan dorada como la de la mujer que se hallaba dentro, sonrió de lado y dio un paso al costado, —Bienvenida, tu haz de ser Mía ¿verdad?— Elvis, el Directo había sido lo suficientemente rápido como para darle una breve información acerca de la nueva alumna.

 

Guió a la Black Lestrange hasta el medio de la sala donde Leah y Agatha permanecían en silencio, una pequeña ventana se abrió y lejos de poder presenciar el magistral vuelo de una lechuza convencional estaban ante una paloma tan blanca como la nieve. Pocos eran los que tenían conocimiento sobre la locación de magia entre asuntos políticos, religiosos y demás, así como en la medicina y la literatura; la magia era indispensable para el mundo entero, era lo que mantenía la balanza en equilibrio. Algo andaba mal y Majlis lo supo en cuanto desenrolló la pequeña nota que traía el ave santa, —Monsignore— musitó elevando una temblorosa mano y cubriendo su boca.

 

Se compuso rápidamente y guardó la nota en el bolsillo de su vestido, —Bien, creo que tenemos una misión para el día de hoy señoritas— comentó evitando que una lágrima brotara de sus ojos azules, si ninguna de las tres hablaba con fluidez el idioma Italiano no podría haber sabido de dónde provenía la nota ni a quién hacía alusión. La arcano no lograba comprender como aun en el mundo había escondida tanta maldad pero haría hasta lo imposible por erradicarla. Con un leve movimiento de su vara de cristal cortó el aire en dos haciendo uso de la magia para abrir el haz de la noche con el que viajarían sin perder demasiado tiempo pues era de vital importancia no dejar escapar un segundo.

 

—signore si prega di unirsi a me.

 

Tendió una mano de forma generosa para que le acompañasen sin chistar y cruzó la cálida oscuridad que pronto la condujo a destino. Roma las recibió en silencio, los murmullos eran brisa fresca en los pasillos de aquel imponente, ostentoso e importante recinto por lo que debían cuidadosas si no querían llamar la atención; por su parte Amara había perdido estatura una vez más y ganado peso así como años, su piel seguía siendo blanca y tersa así como sus ojos de un azul profundo pero ahora estaba cubierta de pies a cabeza por un manto negro como la noche, dentro del Vaticano era común ver a una monja más no a tres mujeres con ropajes llamativos que enseñasen más de lo que Él desearía ver.

 

Quizás para Agatha fuese nuevamente sencillo el convertirse en una persona más, posiblemente Leah se estuviese esforzando antes de que la arcano dijese algo y Mía no comprendiese un comino pero era lo fundamental de sus clases, trabajar con lo que se tenía a mano y sin demasiados precedentes. —Se cree que un grupo de ateos se ha infiltrado entre los cardenales cercanos al Papa Francisco y buscan matarlo— su voz era melodiosa y leve, a lo lejos podían oírse pasos que resonaban y a su vez apagaban un poco su tono, —El monseñor Francisco es reconocido incluso en nuestra comunidad mágica, ha recibido en sus aposentos a grandes magos, hasta a nuestro Ministro guardando total secreto y protegiendo nuestro decreto, por ello es nuestro deber protegerlo.

 

—Necesitamos actuar en silencio pues un atentado de éste índole podría desatar una guerra civil, no política ni armada, pero peligrosa.

 

Dicho ésto se desligó del grupo, las saludó haciendo una reverencia y juntando sus palmas como si fuese a dedicarles una oración o un rezo pero no dijo nada, simplemente siguió la ruta de pasillo escondiendo sus manos en las anchas mangas del hábito que la vestía.

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Por supuesto, entendió lo que la Arcana dijo en italiano, pero nunca lo demostró con ningún gesto. Se quedó imperturbable, como si nada hubiera pasado y saludó a Mía, quien acababa de llegar, con la misma tranquilidad. ¿Qué se suponía que iba a pasar ahora? Ninguna de sus preguntas estaban siendo respondidas y tenía una idea de por qué. Debía aprender practicando, no con teoría. Aún así, se sentía ligeramente frustrada. La misión que tenían por delante dependía de un portal, lo que le hacía pensar que no era necesariamente en Londres, pero al cruzarlo no esperó aparecer en Italia.

 

Y... ¿El Vaticano?

 

—Oh, vamos —exclamó exasperada, como si la estuvieran lanzando al mismísimo infierno—. ¿No podemos dejar a los Muggles resolver sus problemas solos? Dudo mucho que el Papa Francisco envíe a sus Cardenales a salvar al Ministro de Magia Malfoy.

 

Su voz delataba la molestia que le provocaba estar en aquél lugar. Primero, porque si ella hubiera sido Muggle, cosa que le asqueaba pensar, hubiera sido tan Atea como los que querían matar al Papa, aunque quizás menos extremista. En seundo lugar, porque se trataba de un demonio. Estar en medio del Vaticao era un insulto a su especie, como si pisotearan su existencia con falsas creencias y tonterías de un grupo de ancianos sin mucho oficio. Alzó la mano izquierda hasta su nariz, antes de presionar el puente con los dedos, intentando serenarse. Era una clase, debía hacer todo lo que la mujer dijera.

 

Debía disfrazarse de monja. Perfecto. Si alguna vez Zack llegaba a verla con semejante cosa, podría decir que no tendría una vida tranquila más nunca. Se concentró o iba a perder la cabeza por puro estrés. Antes le había costado cambiar únicamente el color de cabello, ahora tenía que prácticamente cambiar todo. Lo primero que cambió fue su ropa, pues era lo más sencillo de hacer, incluso sin varita, aunque dejó el atuendo más grande porque dudaba que alguna monja tuviera su cintura. Luego el cabello. Otra vez, una pequeña arruga se formó en su frente, pero se disipó más rápido. Mantuvo el tono amarillo, aunque menos potente, para que pareciera un poco más... viejo.

 

—Esto es un asco —murmuró, después de una maldición que habría matado al Papa antes que los Ateos.

 

El dolor de cabeza aumentaba y al final, tuvo que recordarse lo que había aprendido en Oclumancia. El control sobre la mente iba a ayudarla. Cerró los ojos, se concentró en arrugas y esperó por lo menos no verse exageradamente similar a una pasa. Y lo logró. Era una versión de ella más vieja, de unos cuarenta. El cambio no había sido significativo, pero se veía lo bastante mayor para no parecer un infante entre tanto cadaver. Se negó a imitar a la Arcana y simplemente metió las manos en las amplias mangas, como si fuera demasiado pura para aguantar su propia vida.

 

—Ar... Sor Majlis, ¿me podría decir qué tenemos que hacer?

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Leah había tardado un poco más para lograr el cambio de color, pero lo había logrado. Estaba segura de que ella pensaba demasiado y eso se interponía entre su persona y la habilidad que, evidentemente, poseía. Oyó el golpeteo a sus espaldas, pero no volteó, estaba concentrada en lo que la Arcana estaba a punto de decir, no obstante fue esta la que se detuvo para acercarse a abrir a la nueva integrante del grupo.

 

Reconoció a Mia, aunque no por sus propios recuerdos sino los de Agatha, ella también integraba la Marca Tenebrosa, o al menos lo había hecho alguna vez. Otra vez, se encontraba frente a alguien que la incitaba a mostrarse con acorde a su falsa apariencia, pero empezaba a importarle menos. A fin de cuentas, estaba empezando a poder revertir su situación, o eso esperaba.

 

La sacó de sus pensamientos el sonido de la ventana que se abría y el magistral aleteo de una blanca paloma que se acercó a la mujer. Sonrió un poco, asombrada por la belleza del ave, preguntándose de qué sitio provenía pues en Londres las lechuzas eran mucho más frecuentes. Intentó estudiar en gesto de la receptora al leer la nota, pues estaba muy intrigada al respecto, pero la única palabra que ella pronunció como reacción le fue imposible de comprender.

 

Cuando por fin se dirigió a ellas, le avisó que tenían una misión, la cual parecía de gran importancia según su tono y su actitud. Miró con asombro como movía su vara de cristal y con ella abría una especie de portal hacia un sitio que no les había revelado aún. Interpretó las palabras que siguieron como un pedido de seguirlas, al menos por el gesto de tenderles la mano, así que no dudó en disponerse a hacerlo.

 

Siguió a la Arcana y a Leah y llegó con ellas a aquel extraño lugar. Nunca había estado allí, pero por palabras de su compañera supo de qué se trataba: el Vaticano, una ciudad de mucha importancia para los muggles. Oyó a la mortífaga protestar, sin embargo si Amara las traía hasta allí, era evidente que era algo importante. Negó con la cabeza y prestó atención solo a su mentora, pues si alguien necesitaba su ayuda ella no la negaría, y la importancia del Papa para los muggles era casi vital.

 

Se dispuso a cambiar entonces su apariencia, aunque no demasiado pues a fin de cuentas nadie la conocía allí. Las ropas escogidas fueron iguales a las damas que cambiaron primero, para aparentar provenir de una misma comunidad de religiosas. No cambió el color de su cabello, pero sí generó canas que lo recorrieron. Su piel fue surcada por arrugas y su estatura cambió un poco, para parecer una monja menuda, y de unos 60 años. Se unió al caminar de las otras dos, intentando saber de qué se trataba todo. ¿Cómo podrían encontrar así a los infiltrados?

-¿Cómo reconoceremos a quienes estamos buscando?- agregó en tono muy suave y sereno, pues si alguien las escuchaba tendrían problemas.

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—¿Disculpen?

 

El tiempo que ambas féminas utilizaron para controlar su magia interior y lograr modificar su apariencia para ser una monja que nadie allí conociera y de ese modo no llamar la atención le bastó a la arcano para cambiar ella misma, pasar a ser un hombre con las mismas vestimentas oscuras pero éstas eran más de un bordo que negras, tenía el cabello cano —casi calvo— pegado a su redonda cabeza al descubierto a diferencia de sus nuevas acompañantes y una pesada cruz se mecía con cada paso calmo que daba por los silenciosos pasillos. El dominar la habilidad le permitía ser en menos de cinco minutos tres personas distintas en lo que quien la vise solo parpadeara, había sido arduo el camino hasta semejante objetivo pero su maestro había sabido guiarla y ella trataba de predicar con el ejemplo.

 

Un grupo de cardenales pasó a su lado rápidamente empujando a Agatha en su papel de santa y volteando con la nariz arrugada mirando al par de mujeres, —¿Caballeros?— soltó Amara casi de inmediato, su accionar había sido algo precipitado metiendo a dos demonios de lleno en el núcleo más sagrado para la iglesia y la religión, era cierto que algunas personas tenían la capacidad sensorial para descubrir a aquellos que llamaban "impuros" y el rostro ofendido de Leah tampoco ayudaba demasiado. —¿Todo está bien?— cuestionó, por acto reflejo se había colocado delante de las monjas para romper el contacto que uno de ellos parecía intentar hacer, tenía años de experiencia, nadie podía contra su sabiduría, siempre iba un paso delante del mundo.

 

—Las hermanas se han desorientado, las acompañaba de regreso a su salón de rezo.

 

Su Italiano era tan perfecto y marcado que no existía margen de error, ni siquiera reparó en su sus alumnas la entendía aunque en su oficina sospechó de Ivashkov por su forma de proceder y la media sonrisa en su rostro como cuando una madre sonríe al notar que su primogénito comprende ciertas palabras sueltas. Un segundo de silencio en donde con sus manos escondidas Majlis estaba preparada para lo que sucediera y los hombres siguieron su camino no sin antes echar una ojeada a las supuestas monjas, se los notaba nerviosos, llevaban el ceño fruncido y mediante expresión corporal dejaban claro que perder un instante en aquella colisión no estaba en sus planes.

 

Impasible retomó el cansino andar de un anciano, obviamente, en dirección opuesta al grupo de hombres que se dirigían hacia el ala de la edificación en donde se encontraban los aposentos de su Monseñor Francisco. Calmó su corazón y miró hacia los lados, le daba cierta gracia que un par de pequeñas y frágiles monjas le estuviese escoltando pues ello parecía y luego sonrió a la rubia —o a la rubia que estaba en su interior— notando la incomodidad en los tensos músculos de su curtido rostro, no le gustaba estar allí y no demostraba querer ocultarlo, siquiera para caer bien a la arcano, eso le agradaba.

 

Veinte eternos minutos pasaron caminando, los pasillos del Vaticano parecían ser interminables más en Egipto uno de sus hobbies era dar largos paseos bajo el abrumador sol por lo que no notaba la diferencia, quizás por el contrario entre silencio e interrogantes el dúo estaría ofuscado y molesto. —Como verán, no es muy difícil captar la esencia de las personas en éste sitio tan sagrado. Incluso una simple monja podría llamar la atención— su voz era como la de un abuelo cuando observó a Leah por el rabillo del ojo dejando en claro que notaba sus caras largas, —Pero esa es su misión, jóvenes mías, y cuando encuentren a los farsantes los rosarios pesados que cuelgan de sus cuellos y reposan en sus pechos las llevarán al sitio que tanto anhelan.

 

Se detuvo frente a una puerta de madera algo roída por los años dedicando una mirada a cada quien, se despidió con una reverencia y desapareció tras la puerta como un muggle mundano. Había hecho alusión al sitio donde se realizarían las pruebas para obtener el completo control de la habilidad, ellas tendrían que notarlo, trabajar en equipo sería fundamental para poner al margen a aquellos que atentaban contra la vida del Papa para más tarde hacerse con sus cruces y llegar a orillas del enorme lago donde Amara la estaría esperando.

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  • 1 mes más tarde...

La paciencia no era una de las virtudes que poseía, por eso mismo al no recibir noticias de la Universidad había pensado que no podría cursar la habilidad de metamorfomagia en ese mes, cuando por fin llego la notificación de que estaba inscrita si todavía quería hacer el curso.

 

Claro que quería. Era una habilidad que tenían muchos demonios y era algo muy útil para las misiones que les daba mi padre, sin embargo era una habilidad con la que no había nacido ni llegado a experimentar, cuando mucho había logrado hacer un pequeño cambio en el color de mis ojos.

 

A lo mejor hacer que mi rostro siempre aparentara la misma edad, podría ser considerado metamorfomagia, pero no estaba segura de eso. Para mi, era algo normal en los demonios no representar la edad muchas veces, como pasaba en los vámpiros.

 

Era mejor concentrarme y encontrar el sitio donde sería la clase. Como siempre, decidí buscarla en su vivienda, por lo que tuve que bordear el río y pasar el primero de los jardines que abundaban en la universidad.

 

Llevaba como siempre todos los anillos y amuletos ganados con los cursos de los libros de hechizos, los anillos acomodados en las cadenas de los amuletos y colgantes como dijes. En la mano derecha llevaba mi varita y los anillos de las habilidades adquiridas.

 

Iba vestida como siempre con tennis, pantalón de mezclilla y una playera de mangas cortas negra. Encima llevaba una chamarra del mismo color que el pantalón, más que nada para prevenir. La manga larga cubría el gatito persa que tenía tatuado en mi antebrazo izquierdo, el cual la ultima vez que lo vi estaba dormido. O fingía estarlo.

 

Toque a la puerta de la vivienda, esperando que me contestara la arcana Majlis, sin anunciarme todavía. No estaba muy segura de hacerlo, me había tocado algunos uzza y uno que otro arcano que no necesitaban que uno lo hiciera, a veces hasta se molestaban.

 

-Esperare instrucciones.- Pensé.

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Uno de los Directores le había enviado cartas durante toda la semana para que no se sintiera desplazada del régimen universitario por la nula demanda que su habilidad impartida reflejaba cada mes en planillas y mismo en su sala vacía, añoraba la melodía que interrogantes representaban durante largas clases, miradas curiosas y cargadas de preguntas, echaba de menos ha decir verdad aquella sensación poderosa que significaba el trasmitir algo tan puro, algo con lo que se nacía —la magia retenida en el núcleo de un cuerpo— y verlo eclosionar con magnificencia sabiendo que era la base de toda responsabilidad, sentir orgullo por todo aquel que cruzaba su puerta.

 

Llevaba gran parte de la mañana recorriendo los pasillos que conducían a cuartos antiguos, salones inmensos y torres atestadas de artefactos curiosos, Hogwarts era un sitio por demás bello y delicado, una verdadera delicia para la vista y ella personalmente había aceptado las invitaciones implícitas en las cartas para que pudiese conocerlo y tomarse al menos un día como descanso, que verguenza por ella el descuidar su finalidad y no haber estado en su oficina cuando la más importante de todas las notas arribó entre las patas de una paloma pues ella las prefería por sobre las lechuzas, aquel mismo día tendría una alumna ¡Y ella paseando!

 

Majlis utilizando el haz de la noche apareció a no más de cincuenta metros de la pequeña casona que se le había otorgado para vivir con las limitadas y humildes instalaciones y mobiliario necesario, divisó a lo lejos una silueta extenuada por el abrumador sol de Egipto llamando a su puerta supiera uno por qué vez de insistencia, arrugó un poco el ceño torciendo una mueca de disgusto con sus labios suaves y finos y apretó el paso, era inaceptable aquello que se cocinaba por delante de sus narices sin que moviera un dedo.

 

—Las presentaciones con disculpas al principio son en mi opinión descorteses pero no puedo dejar de hacerlo en ésta ocasión, me temo joven dama que usted debe de estar buscándome a mi.

 

La arcano reverenció colocando una mano detrás de su espalda y otra en su abdomen como los hombres solían hacer al momento de pedir a una bella mujer que le concediera una pieza de baile, irguió su figura encantadora con una delicadeza propia de una muñeca de porcelana y sonrió, los años se agolpaban en las finas arrugas a los lados de sus enormes ojos azules y en la comisura de los labios pero aquello increíblemente no restaba un céntimo de hermosura. Amara era por lejos una de las mujeres más bellas de Egipto, del cónclave de arcanos y de los guerreros Uzza pero no se aprovechaba de aquello.

 

Su cabello caía largo hasta los hombros con perfectos rizos castaños, éstos tenían gracia mientras la mujer maniobraba para abrir la puerta sin molestar a Lyra y con un simple movimiento de mano le invitaba a pasar, dentro las luces estaban encendidas aunque la mayoría de la iluminación recaía en los largos ventanales que había en el techo con una inclinación justa al propósito. Los muebles eran pocos pero colocados de forma armoniosa, una extensa biblioteca con tomos relevantes para la clase y otro de gusto personal, un escritorio en línea recta a la puerta de entrada al cual accedías subiendo un ligero escalón, una enorme pecera con un hábitat vegetal digno de una mariposa, un pequeño recibidor con tres sofá y una mesa enana de café entre otros.

 

—Adelante, toma asiento. ¿Te ofrezco algo de beber?.

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Se sentía demasiado calor. Ese día el sol había decidido salir, cosa que en verdad me agradaba. Últimamente los días solían ser un tanto temperamentales y no se sabia bien que clima iba a ser en realidad. Aunque hacia calor, era agradable sentir los rayos del sol en el cuerpo aunque poco a poco llego a ser un poco pesado.

 

Mi videncia me había aviado de la llegada de la arcana, viendo que lo haría detras de mi, por lo que no me sobresalte esta vez al escuchar su voz. Aun como humana era un poco nerviosa como lo era en mi naturaleza gatuna, aunque poco a poco controlaba ese tipo de situaciones.

 

La arcana Majlis era una mujer hermosa y tenía cierta gracia al caminar, en general en sus movimientos.

 

-Si, efectivamente la estoy buscando a usted, arcana Majlis.- Le contesté con una sonrisa.-Soy Lyra Katara Ivashkov Selwyn,

 

La arcana abrió la puerta sin necesidad de que me hiciera a un lado. Parecía ser alguien bastante agradable y que podría tratar fácilmente. Entre como me indicó, el lugar estaba bastante iluminado gracias a los ventanales que tenían.

 

-Le acepto encantada un vaso con agua si tiene, no logro acostumbrarme del todo al calor. Sobre las presentaciones con disculpas, también le debo una disculpa por mi tardanza en llegar a la clase. Creo que las lechuzas que envió el director fueron desviadas de su destino, porque aunque me inscribi hace vaarios días, apenas recibí la lechuza de que podía venir a la clase, aunque tengo entendido que usted ya había sido avisada.- Explique.-Espero sepa perdonar ese descuido mio y no le haya causado una mala impresión.

 

Deseaba que ese problema con las cartas fuera un caso aislado y no significara algo más grave, como que el Ministerio estuviera revisando la correspondencia. Me sente como lo indico la arcana, fijando mi vista en la pecera, el habitat vegetal habia llamado mi atención. Era una vivienda muy agradable la que tenía la arcana.

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—Por eso aun prefiero a las palomas, querida Lyra, son más... confiables y prácticas.

 

Le sorprendía que fuese una Ivashkov pues no hacía mucho tiempo entre sus filas de estudiantes tuvo el agrado de conocer a Leah Ivashkov, esperaba que ésta muchacha fuese un poco más maleable. Le permitió hablar respecto al calor y a las lechuzas mientras con cortos pasos desfilaba hasta una pequeña cocina donde buscó agua fresca para su nueva invitada y colocaba otro poco en una tetera que rápidamente llevó a fuego moderado preparando una taza con hebras de té inglés, obsequio de ya su memoria no sabía bien quién. Katara había quedado sola junto al silencio de la sala principal donde los pequeños sofá se encontraban pero dicha compañía no duró demasiado, pronto una suave melodía resonó en cada rincón.

 

Una fina columna de humo hizo silbar a la tetera y Majlis supo que su té estaría listo en cuestión de segundos. Colocó todo en una bandeja de plata habiéndose ausentado unos cuatro minutos y regresó al salón con una radiante sonrisa en el rostro, adoraba tener visitas y algo en su interior y en todos los años que perfectamente ocultaba le decían que aquella sería una clase tranquila y por demás amena.

 

— Tu vaso con agua, espero no te moleste te acompañe con un té, por lo general no lo hago pero hoy he recorrido Hogwarts de una punta a la otra y ha sido interesante aunque agotador. Y dime, Lyra ¿Qué te trajo ante mi, qué te llevó a creer que tienes el don en tu interior?

 

Amara tomó asiento frente a la bruja, se cruzó de piernas e inclinó su cuerpo un poco hacia el frente para tomar el plato de porcelana junto con su taza humeante de té, además en la bandeja había un segundo plato con bocadillos diminutos en formas circulares posiblemente con chispas de chocolate, ¿quién no amaba el chocolate?. Un ligero sorbo y supo que le faltaba azúcar, deseaba oír todo lo que tuviera que decirle, sus aspiraciones así como la historia completa acerca de su descubrimiento respecto a la Metamorfomagia pues no sería la primera vez que alguien llegaba a su puerta con simples ilusiones y mucho esmero, pero sin el don nada podía ella hacer.

 

La arcano entrenaría la magia que bullía en su interior para que de ese modo Lyra fuese capaz de dominarla por su cuenta.

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-Nunca hubiera pensado en una paloma para ese tipo de viajes, las veo muy frágiles.- Comenté.-Suelo usar mis elfos o mis jobberknoll.

 

El comentario de la arcana me tranquilizo. Quizás no era cuestión de un complot del gobierno para controlar el correo, después de todo sino simple distracción de la lechuza.No era la primera vez que una lechuza tardará mucho en llegar.

 

Meditaba en todo eso mientras me había quedado sola, observando el lugar.con interés, aunque sin animarme a pasear como si estuviera en casa. Solia ser un poco brusca la mayoría de las veces y siempre terminaba rompiendo algunas cosas. Nada imposible de reparar para la mayoría de los objetos, pero algunos eran demasiado especiales y no permitían ser reparados de nuevo. La arcana no tardo en regresar y en seguida tome el vaso con agua.

 

-Muchas gracias.Espero que haya disfrutado su visita.- Comenté, dando un trago a mi ebida. Tenía mucho que no iba a Hogwarts pero suponía que ese era un tema para cuando terminará la clase. Escuche la pregunta de la arcana y decidi ser sincera.-No estoy muy segura de tener el don y estoy consciente que a lo mejor no logre tener la habilidad.

 

Suspire mientras dejaba el vaso en la mesa, todavía con un poco de agua, pensando en como explicar mi motivación.

 

-Siempre me ha llamado la atención la habilidad, es una de las muchas que tenía mi padre. Hasta ahora no había sentido la necesidad de aprenderlo puesto que contaba con la poción multijugos, sin embargo, tiene sus desventajas como muchas cosas.- Pensé en que había que conseguir el pelo de la persona, beber a cada hora la poción y el horrible sabor de la misma.-A veces no hay tiempo de preparar una poción, por lo que me llama la atención poder cambiar mi cuerpo en caso de ser necesario sin necesidad de hacer otra cosa que desearlo.

 

Sabia que con desear no bastaría para ser una metamorfomagia y mis motivos parecían ser superficiales.

 

-He visto a muchos de los demonios que están bajo el mando de mi padre todas las transformaciones que pueden hacer y eso ha despertado mi curiosidad, pero no solo eso. Últimamente mis ojos han estado cambiando de color. A veces un mechón de mi pelo también lo hace y tengo que aprender a contolar cuando hacer eso, no dejar que se cambie mi cuerpo por si solo.- Comenté.- Una vez desperté y me espante al ver en el espejo el reflejo de mi hijo menor, cuando tenía unos seis años, pero en seguida recuperé mi aspecto normal.

 

Me quede pensativa. Últimamente esos cambios estaban pasando más seguido desde que viera a Agares, ese demonio que perseguía a mi hija. Se me había metido la loca idea de transformarme en el y de esa forma tener un plática haciendo que Maida se deilusionara y se alejara, pero deseche esa idea de inmediato.

 

Eso no lo comenté en voz alta, aunque si era obvio en mi la preocupación de que esas transformaciones inesperadas se manifestaran más seguido..

 

-¿Le ha pasado algo parecido a usted o alguno de sus alumnos? ¿Transformarse sin pensarlo?- Peegunté.-Quiero aprender a controlarlo. No me gustaría estar en el trabajo o en cualquier sitio y que me pase eso. Supongo que es la forma que tiene la habilidad de decirme que esta ahi, esperando que la domine.

 

Espere la respuesta de la arcana. A lo mejor lo que tenía ni siquiera tenía que ver con la metamorfomagia, sino que alguien me estuviera haciendo creer que en verdad pasaba eso. Más preocupante aún porque eso significaba que no estaba protegienod bien mi mente. No, definitivamente debía ser por la metamorfomagia.

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