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Libro de los Ancestros


Khufu
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Kaori.

La bruja no solía enojarse fácilmente, de echo a veces parecía que tenía paciencia infinita, fue quizá por esa razón que para serenarse invocó la vara de cristal, para distraer su mente. Pero muy a su pesar no estaba funcionando del todo así que en silencio agradeció que su esposo le hiciera preguntas sobre el almuerzo. Unas preguntas que no tenían nada que ver con la clase y que solo eran la respuesta a la apuesta que hace minutos atrás habían hecho.

—Si, en el Dark Rom puede ser… —Se paro junto a su esposo, y guardaba su varita que a esas alturas volvía a tener su apariencia normal, bajó un poco la voz para que el guerrero, que parecía estar meditando para controlar el mal genio, no escuchara lo que le decía al Black Lestrange —…aunque de hecho justo en mi bolso tengo un par de cosas que quiero que estrenemos y el Dark no creo que sea el lugar apropiado — dijo con una sonrisa un tanto picara en los labios.

Esa sonrisa en su rostro se esfumó al escuchar las palabras del Uzza, que al parecer había fracasado al controlar su genio. Escuchó alabar a la viceministra por los dotes diplomáticos que tenía, no pudo evitar mover la cabeza y sonreír de forma sarcástica. Todos sabían que los Uzzas eran mercenarios que vendían sus conocimientos al mejor postor, pero que en esa ocasión estaban prácticamente obligados a enseñar su magia. Que Kufhu hablara de esa forma de la viceministra le hizo preguntarse, si había tenido algo que ver con el “acuerdo” que tenían, pero, sobre todo, que era lo que él había obtenido a cambio.

En varias ocasiones Kaori había usado la legeremancia y quiso hacer lo mismo en ese instante, tan solo para saber si su esposo pensaba en algo similar, sin embargo, por alguna razón se le hizo difícil hacerlo, al menos no de forma sutil sin correr el riesgo de violar, más de lo permitido, la privacidad del Black Lestrange. Era como si una fuerza invisible la repeliera, algo que hasta ese momento no le había sucedido nunca.

—De aquí no me voy sin aprender a usar ese libro… y será el ultimo — dijo la pelinegra girando la cabeza y protegiendo sus ojos de la arena que ingresaba por la puerta. El guerrero había desaparecido por ahí, no sin antes ordenarles que lo siguieran y, aunque no le había hecho gracia el tono en el que lo había dicho, no le quedo más remedio que seguir.

Dejo que su esposo siguiera delante de ella, al hacerlo la protegió de la ventisca. Estaba por darle las gracias cuando en ese momento a su mente llegó lo que parecía ser un recuerdo borroso, confuso, logro distinguir lo que parecían ser mascaras. Se asustó, cerró sus ojos con fuerza y se aferró fuertemente al brazo de Aries. No sabía donde estaba y la tormenta de arena se lo dificultaba aun más.

—¿Puedes ver algo? Necesitamos un refugio… —entonces recordó la carpa que llevaba en el bolso y que minutos atrás le había dicho que quería estrenar con él, aunque no de esa manera. —aquí…hay una carpa —Le entregó el bolso pues ella no se sentía del todo bien para armarla, lo único que esperaba que en el trayecto de buscarla no encontrara las otras sorpresas que guardaba ahí.

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Aries miraba a los oscuros ojos de Kaori mientras ella hablaba de los planes que tenía para ambos, sobre estrenar algo que había comprado para ambos, por su mente pasaron tantas cosas que no se había percatado del mal humor que tenía el Guerrero Khufu y realmente después de la forma en la que este se había estado comportando con ellos, al Black Lestrange no le robaba el sueño. Si quería estar enojado, que lo estuviera, Aries estaba muy tranquilo de que nunca le había faltado al respeto.

 

—¡Tú!

Le escucho gritar, cosa que le hizo girar la cabeza para poder verle a los ojos, tras ese grito llamando su atención le escucho decir un montón de cosas que no tenían sentido, era que el guerrero tenía una segunda personalidad oculta o ya se iba a poner serio al dar su clase después de que el metamorfomago le picara el orgullo insinuando que él podría enseñarle a dar su clase. Pero por desgracia para el guerrero Khufu, sus palabras no habían dado el efecto que él deseaba que tuvieran con respecto al mago rubio ahí presente.

¿Escuchaste que ha dicho que me pueden ejecutar por insinuar siquiera que puedo enseñar usar los poderes ocultos blablablá del libro de los Ancestros?

Le comento a su esposa casi al oído, mientras el guerrero de los Ancestros seguía con un discurso que parecía unilateral, sobre cómo se sentía comprometido con la viceministra ya que esta era parte de su honorable comunidad de guerreros o algo así. El mago sonrió mirando al hombre que tras las últimas horas actuando como alguien que no merecía el respeto de sus alumnos por fin había demostrado aquella parte que Aries admiraba de ellos, aun así, el rubio llegaría hasta las últimas instancias.

Amor, cuando salgamos de aquí, recuérdame de enviarle una canasta de frutas e ingredientes para pociones a la Viceministra por habernos salvado la vida.

Khufu no había logrado escuchar aquel comentario dicho con total ironía por que los había dejado al interior de su vivienda, caminando a la mitad de una tormenta de Arena. El mago miró a la joven bruja y tras escuchar sus palabras sobre no rendirse, avanzó por delante de ella, durante esa clase había mantenido las barreras para que la bruja no pudiera leer sus más ocultos secretos, ya que durante toda aquella conversación recordó los momentos en los que había torturado personas y quemado algunas viviendas sin piedad alguna, mientras se preguntaba si el guerrero pensaba que al amenazarlo iba hacer que diera pasos para atrás, estaba equivocado.

Pero aquella tormenta que le molestaba a los ojos, le había hecho bajar sus defensas permitiendo que Kaori pudiera ver parte de un recuerdo en el que, a mitad de una tormenta eléctrica, las favoritas de él para que los muggles no sospecharan que algo malo ocurría en la casa de sus vecinos, mientras él y su grupo de amigos enmascarados torturaban a varios muggles. Se pudo dar cuenta que ella había visto al interior de su cabeza, ya que le había tomado con mucha fuerza esperando ser protegida, entonces de inmediato hizo uso de aquello que le había dicho su tía Jessie que debía usar para no permitir que nadie viera cosas que no debían salir a la luz. Asmodeus no era un experto en la oclumancia, así que daba las gracias de que Kaori no hiciera aquello con intención de haberlo querido, aquella barrera que él ponía sería destruida.

Si amor, ahora mismo pongo la casa de campaña, sólo hay que alcanzar al uzza.

Metros más adelante, Khufu se encontraba de pie como si los estuviera esperando, fue hasta ese momento que el Black Lestrange comenzó a armar la casa de campaña, donde parecía más una residencia portátil que otra cosa. Cuando quedo perfectamente armada ambos se resguardaron de aquella arena que entre más pasaba el tiempo bajo de ella, les provocaba más escozor en los ojos dejándolos sin ver parcialmente.

Esta arena no es como el de las dunas del desierto, donde fui de excursión con mi familia, puede que sea arena mágica del desierto, vaya forma de ponernos a prueba. —el efecto de aquella arena le resultaba un tanto similar al hechizo fenixiano que les ponía una luz en su campo de visión haciendo que estos no pudieran ver por varios minutos, la diferencia es que la Arena sólo lograba hacerlo por unos segundos permitiendo que la persona que lo había usado, en este caso el Guerrero pudiese escapar sin dar oportunidad a ser seguido. No hizo el comentario a su esposa sobre la similitud de aquel hechizo por que no deseaba que supiera aquella parte de él.

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La Arena Mágica del Desierto era un ingrediente muy valorado en pociones. Suponiendo que los chicos lo supieran ya que decían haber leído el libro, entenderían al instante lo que les sucedía. Habían tomado la precaución de traer una carpa pero eso no sería suficiente para protegerse. La tormenta de arena arreciaba y chocaba de forma tan violenta contra ella que no tardó en volarla, dejándoles al aire libre.

 

Tal como la tormenta consiguió su objetivo, desapareció. El paisaje había cambiado por completo. Ondulantes dunas se habían formado con la tormenta. La carpa y el guerrero no estaban a la vista. Aquellos insolentes pupilos sólo conservaban sus varitas y lo que venía implícito del libro cuya magia querían usar, como únicas pertenencias; el resto había sido tragado por las arenas...

 

Caminar por ellas sería difícil pero no sería el único peligro. Estaban rodeados aunque aún no lo supieran. Varios cangrejos de fuego surgían del suelo, asomando sus patas delanteras y después su cabeza, arrastrando lentamente el cuerpo, sacándolos de sus agujeros alterados. Estas 4 criaturas de triple XXX tomaban a los muchachos como atacantes de sus madrigueras y estaban dispuestos a defenderlas.

 

- A estas alturas, a juzgar por vuestra palabrería, deberías dominar los conocimientos.

 

La voz del guerrero sonó potente, aunque lejana de ellos

 

- Tras esas dunas y a varias horas de camino de aquí, encontrarán los restos de un antiguo templo dedicado a la Luz. Sólo quedan 3 columnas de todo su antiguo esplendor. Sólo uno de los cangrejos os llevará allá y allá me encontrarán, si llegan vivos. Tienen encima todo lo que necesitan. Así que dejen de verborrear entre ustedes y búsquenme. Les daré las pautas para hacer un duelo, la fase final para demostrar que saben usar la magia prohibida de los Uzza. Y sí... Tal vez les deban algo más que un cesto de frutas a la Srta. Malfoy.

 

La voz del Uzza se desvaneció tan rápidamente como había empezado, casi dejando la sensación de que había sido un espejismo. Los cangrejos ya estaban casi fuera de la arena y se acercaban a defender el habitat que aquellos dos seres habían invadido.

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Kaori.

De poco o nada sirvió la tienda de campaña. Más se habían tardado en colocarla que, esta en salir volando por los aires ante la fuerza de la tormenta de arena. Se aferró aun mas a su esposo mientras usaba todas sus fuerzas para evitar salir volando ella también. Casi no podía ver nada y es que el efecto de la arena mágica se parecía mucho a cierto hechizo que ella misma había usado infinidad de veces durante los entrenamientos.

—Lo se… se parece mucho a un hechizo que conozco —comentó la pelinegra ante el comentario del Black Lestrange —Ya debe pasar, el guerrero solo esta ganando tiempo para desaparecer quien sabe a dónde —Añadió cubriéndose el rostro en el brazo del mago. Y es que la voz del Uzza se hacía cada vez más lejana.

Y así como la tormenta había empezado, paro. La bruja evitó refregarse los ojos y tan solo esperó paciente a que su visión se aclarara, poco a poco pudo ver a su alrededor. La puerta por donde habían llegado había desaparecido y a su alrededor solo se podían apreciar enormes dunas, solo dunas y mas dunas. Un panorama nada alentador, a decir verdad.

—Tengo arena en lugares donde no debería tener arena — dijo la bruja mientras se sacudía un poco la ropa. Era una suerte que, a pesar del fuerte viento, aun conservara el bolso en cuyo interior guardaba algunos de los amuletos que venían en el libro. La pulsera que contenía los que más usaba, seguía en su lugar, al igual que la varita.

No muy lejos de donde la pareja de magos estaba de pie, la arena comenzó a moverse y poco a poco fue apareciendo el caparazón de lo que para un muggle sería una tortuga de gran tamaño, más para ellos era todo menos una tortuga. Las joyas que tenía incrustadas los tres cangrejos que habían aparecido de debajo de la arena, brillaban con el sol a medida que iban acercando.

La voz del Uzza a pasar de que era potente, se escuchaba lejana, les explicaba que tenían que llegar a un antiguo templo y que solamente uno de los tres animales, sabía en donde estaba. Kaori, que a pesar de que parecía estar distraída buscando algo en el bolso, había entendido lo que debía de hacer, así que, tras ponerse el anillo de amistad con las bestias, se comunicó con las imponentes criaturas.

—Tranquilos bonitos… — dijo acercándose con cautela a los animales —No les haremos daño… solo queremos un poco de su ayuda— susurró. —Vemos… cual conoce el templo de luz— Añadió.

Las criaturas no podían hablarles obviamente, pero gracias al anillo, ella podía comprenderles, saber que era lo que los inquieta, aunque en esa oportunidad sin el anillo, fácilmente podían adivinarlo. Los cangrejos los consideraban unos invasores y es que seguramente tenían crías pequeñas a las cuales proteger.

Permaneciendo a una distancia prudente trató de relajarse lo más que pudo, sacó con suavidad la varita por si tenía que usar algún hechizo en caso de que llegaran a atacarlos. Se concentró en hacerles sentir que no eran una amenaza y que se irían si los guiaban al templo de la Luz del que Khufu había hablado, al hacerlo el cangrejo más grande dio un paso al frente, al parecer era el que sabía dónde estaba.

> pensó la Delacour y un anillo dorado rodeo al animal.

—Es tan raro que aun no hayas tomado la clase de cuidado de criaturas… —le comentó a su esposo —Sobre todo porque en los libros a los Uzzas les encanta usarlos a su antojo… pobrecillos — añadió.

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Aries había tratado de proteger a Kaori todo ese tiempo, la había mantenido cerca de él con los brazos alrededor de su cuerpo, evitando que pudiera salir volando o llevada por aquella tormenta de arena que tras unos segundos logró detenerse, haciendo que quedarán con varios granos de arena sobre la ropa. Mientras se quitaban aquellos granos de arena de la ropa, cuatro cangrejos de fuego emergieron del lugar, su mecanismo de defensa de aquellas criaturas se había activado lanzando varias llamas por el lugar. Lo bueno era que ambos tenían puestos sus anillos de amistad con las bestias ya que gracias a estos habían controlado la situación y se permitían conversar.


No le veo nada raro, ese conocimiento no es tan valioso como uno de pociones o uno de primeros auxilios. —comentó mientras seguía al cangrejo que los llevaría hasta su encuentro con Khufu. —Dime algo mi amor, ¿crees que soy un ser incompleto sin CCM?


Aries sonreía mientras realizaba aquella pregunta a su amada esposa. Ya llevaban varios metros de recorrido, aun a varios kilómetros de distancia se podía vislumbrar lo que eran tres columnas de lo que era un antiguo templo que miles de años atrás se erguía en aquel sitio. En ese momento de aquel bello templo no quedaba nada, solo tres columnas sin una historia que se pudiera contar de aquel lugar.


Khufu dijo que íbamos a tener que enviarle algo más que una canasta de frutas a viceministra, creo que lo otro que le vamos a enviar será el costo de San Mungo, por las distancias que nos ha hecho caminar. ¿Y si nos aparecemos?


Pero ninguno hizo la intención de aparecerse en aquellas ruinas, ya que mientras la conversación entre ambos iba fluyendo de forma amena el camino hasta el uzza se había vuelto más corta. Cuando sólo quedaban unos 10 metros de donde ellos estaban hasta donde se encontraba Khufu, fue que se dio cuenta que no había tenido la necesidad de aparecerse y que realmente no había corrido peligro alguno.


Hemos llegado Guerrero de los Ancestros, Guerrero Khufu.

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  • 2 semanas más tarde...

El Uzza estuvo tentado de atacar a los muchachos y acabar con ellos. Sentía que menospreciaban el libro que estudiaban. Sólo aquel juramento que los ataba aún le obligaba a no ceder a aquel cada vez más fuerte deseo de venganza por el estudio del libro de los Ancestros. Su rostro no experimentó ningún cambio al verlos entrar en la zona de Duelo. Sí, aquel templo sería el lugar del Duelo para ambos. No habían demostrado ser aptos para llegar a poseer aquel Libro que tanto les había costado a los Uzza dominar. Pero estaba harto de aquella presencia molesta, de aquellos magos que pensaban que eran superiores y no valoraban con humildad el tener acceso a aquella magia antigua, más antigua incluso que su propia sociedad.

 

Les dio la espalda. No iba a intervenir para ayudarles. Deseaba que, en realidad, las tres columnas les cayeran encima y desaparecieran de su vista.

 

- Es vuestra última oportunidad. Demostrar que sabéis luchar y que tenéis nociones para usar estos hechizos que no dominaréis más que con práctica.

 

Su voz era dura. Esperaba que valoraran la oportunidad que tenían y que no la desaprovecharan.

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  • 2 meses más tarde...

Y de nuevo con los Uzzas...

 

Keaton estaba algo preocupado por adentrarse de nuevo en los terrenos de aquellos guerreros, en ocasiones lo habían puesto en aprietos bastante serios que la verdad prefería olvidar, sin embargo, lograba aprender bastante de ellos, finalmente él había impartido una clase de Libro de Hechizo y sabía perfectamente los riesgos. Así que tendría que dejar sus temores de lado y entregarse al conocimiento, que finalmente era una de las razones principales por las que su casa Ravenclaw. Sonrió y así pués entró a Uagadou.

 

Entró sin más a los terrenos del Uzza de los Ancestros... Su vestimenta era sencilla, una ligera camiseta de manta, unos pantalones cortos y sus sandalias preferidas; así mismo, en su diestra llevaba a Santa Teresa, su varita mágica de cerezo, mientras que en la zurda lleva el libro de los Ancestros y un monedero de piel de moke donde guardaba todos los objetos de ese y los demás libros que ya había cursado. Así pues, al estar preparado, se arremangó la camiseta mientras se secaba un poco el sudor con la parte superior de la misma y habló con claridad.

 

—Guerrero Khufu... buen día... aquí Keaton Ravenclaw, su nuevo aprendiz —Dijo con seguridad en sus palabras mientras echaba una ojeada a los alrededores, no quería ser sorprendido por nada ni por nadie y quería ver cuanto antes al guerrero. Estaba medio oxidado en cuanto a batallas, hacía mucho que no practicaba, por lo que esperaba no morir en el intento.

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Los conocimientos de su pueblo habían sido celosamente guardados durante algunas generaciones, pero desde aquel acuerdo con Mackenzie Malfoy se habían visto en la forzosa necesidad de trasmitirlos a los miembros de aquella comunidad mágica londinense. No estaba del todo a gusto, sin embargo, su carácter afable siempre estaba presente para tratar con los diversos magos, algunos con buenas referencias y otras con otras detestables que hubiese preferido no haberles tenido de aprendices, pero así era el trabajo de docente, trabajar con los alumnos que le eran asignados.

Pensando en eso, negó con lentitud, Keaton había sido aceptado como alumno desde el día 12 de julio y algunos días habían pasado desde eso y no se había presentado aún, ¿se había arrepentido acaso? Pensando en eso, considero la seria posibilidad de volver a sus ocupaciones y relajarse un poco, hasta que el cuerpo de un mago comenzó a divisarse a algunos metros de distancia, al parecer no tendría tanta suerte como habría pensado.

—Bienvenido… ¿por qué el retraso? —preguntó sin inmutarse, mirándolo con sus ojos llenos de sabiduría— ¿por qué piensas que eres digno para conseguir mis conocimientos y enseñanzas? ¿qué te hace especial para adquirir los poderes de libro de los Ancestros? —añadió mirándolo.

Tras sus palabras, espero solamente un par de segundos por su respuesta. No tenía tanta paciencia aquel día, el clima estaba oscuro y frío, justo como era típico en Londres que contrario a lo que podría esperarse, le molestaba y le hacía sentirse un poco hosco. Así que al no conseguir respuestas tan pronto, decidió que quizás haciendo una prueba física y práctica, sería más sencillo obtener las respuestas a sus preguntas.

Acercándose lentamente hasta la posición del vampiro, comenzó a rodearlo con calma analizando cada uno de sus aspectos físicos y justo cuando iba a darse media vuelta, sacó un frasquito con la <arena mágica del desierto>, la cual al soplarla cerca de los ojos del mago, comenzó a ocasionar perdida de la visión y una sensación nada agradable.

Con eso, esperaba obtener alguna respuesta.

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  • 2 meses más tarde...

- Los espero a la 1 de la tarde en el Desierto del Sahara - Eso era todo lo que indicaba la nota que Khufu les había enviado a sus alumnos el día anterior. La clase del Libro de los Ancestros debía continuar y qué mejor manera de experimentar los poderes del mismo que en un desierto - Muy agradable - El guerrero les tenía planeas algunas sorpresas que seguro no se esperaban pero tendría que afrontarlas y salir de ellas de alguna manera.

 

- La arena mágica del desierto será la primera que conozcan - El desierto del Sahara guardaba mucha magia y su arena tenía poderes llenos de magia. Al llegar los 4 estudiantes quedarían en medio de una tormenta de arena que les haría daño en sus ojos y tendrían que descifrar la razón para ello así como intentar solucionar el problema de alguna manera a partir de sus propios conocimientos y de lo aprendido hasta el momento.

 

- Pero no me verán - Khufu estaría viendo todo con ayuda de su anillo de la presencia. Se había encargado de dejar su rastro en 4 objetos diferentes (uno por alumno) y sería su responsabilidad descifrar cómo era que los estaba podiendo observar y el objeto a través del cual estaba ocurriendo dicho proceso. Tendrían que haber leído el libro previamente para poder entender todo lo que estaba pasando o sino tendrían graves problemas.

 

- Yo esperaré en mi vivienda - El guerrero estaría desde su vivienda observando todo hasta poder tomar una decisión sobre cómo continuar el proceso de aprendizaje y si los invitaba hasta su vivienda o si mejor los llevaba hasta otro lugar en donde pudieran seguir experimentando la magia del Libro de los Ancestros.

 

@@Crazy Malfoy @@Beltis @@Dennis Delacour @@Darla Potter Black

Editado por Khufu
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Crazy se había quedado un par de días a descansar en aquella playa caribeña después de terminar su duelo con Khufu, analizando lo sucedido y recuperándose del gran esfuerzo mágico que había requerido convocar una magia tan poderosa. Se sentía viejo y sin embargo, la experiencia adquirida tras tantos años de batallas convertían la edad en una ventaja.

 

Cuando llegó la hora de acudir a la cita abandonó la playa con un suspiro pensando en que tenía que valorar seriamente jubilarse. Lo recibió una furiosa tormenta de arena, el viento rugía en todas direcciones y flotaba en el ambiente un extraño fulgor mágico que le obligó a cerrar los ojos. Sacó entonces un pañuelo del bolsillo y se anudó en torno al cuello para tapar la boca y poder respirar.

 

¿Qué era todo aquello? En medio de aquel infierno de arena no estaba seguro de si estaba solo o si Khufu estaba a un metro de distancia observándolo con mirada maliciosa.

 

- Odio los desiertos - susurró - ¿Porqué siempre termino en uno?

 

Reflexionó durante unos instantes. Aquel fulgor cegador le indicaba que no se trataba de una tormenta normal, sino que estaba imbuida de magia. Recordó entonces haber leído en el libro acerca de la arena mágica del desierto, aunque sus efectos eran descritos como mucho menos poderosos.

 

Con el libro les habían enviado un pequeño frasco de cristal con forma de colgante, vacío. ¿La intención desde el principio fue traerlos a la fuente para que lo llenaran ellos mismos de arena mágica? Interesante.

 

Tenía el frasco en el bolsillo, pero necesitaba poder abrir los ojos. Tomando una decisión, se quitó el pañuelo e invocó un encantamiento casco burbuja. Sintió al instante que el ruido del viento disminuía, aunque sin desaparecer del todo y pudo volver a respirar con normalidad. Intentó abrir los ojos, pero como había supuesto el resplandor mágico seguía allí y lo cegó. Sabía qué hacer.

 

- Cantar de Eleboro. - pronunció suavemente -

 

Sintió una familiar sensación refrescante recorriéndole el cuerpo y pudo entonces abrir los ojos sin ningún problema. Sacó el pequeño frasco el bolsillo, lo mantuvo abierto unos instantes hasta que estuvo lleno de resplandeciente arena mágica y lo cerró.

 

- Muy bien, ¿Y ahora qué?

 

No había ni rastro del profesor o del resto de alumnos. ¿Porqué los citaría a una hora en concreto sin presentarse? No era propio del guerrero faltar a su palabra ni tampoco parecía aficionado a las bromas. De forma que comprendió que tenía que estar allí, aunque no fuera capaz de verlo. Conjuró un homenum revelio pero la magia le indicó que realmente se encontraba solo.

 

- ¿Qué me estoy perdiendo? - dijo para sí mismo - ¿Y si... ?

 

Comenzó a caminar utilizando la varita para apartar la arena que se había ido acumulando en el suelo, que salía despedida como empujada por un golpe de viento. Había tardado tanto en resolver el reto de la tormenta que si el Uzza le había dejado algo estaría ahora cubierto de arena. Y había un anillo en el libro que... ¡Allí estaba! A apenas un metro de distancia descubrió medio enterrado en la duna un gran reloj de pared de estilo inglés. ¿Qué hacía aquello en medio del desierto del Sáhara?

 

- Hola. - dijo frente al reloj, esbozando una sonrisa que el casco burbuja deformó cómicamente -

Sapere Aude - Mansión Malfoy - Sic Parvis Magna

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