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Azkaban


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Ministerio de Magia

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Finalmente la bruja salía de la oficina de Matt dejando bien escondidos los papeles y después de pasar por la bodega donde tenían muchos de los recuerdos de Amya y Heliké en su momento (incluyendo la ganzua que la Snape deseaba); era una suerte que no todos los empleados de los departamentos que pertenecían al ministerio hubieran regresado a sus labores y que los que estaban en puestos más políticos, se entretuviesen abrazando y haciendole la venia al Ministro que poniéndole atención a los demás empleados

Eso significaba, que había suficientes oficinas abandonadas con sus carpetas y papeles intactos, con suficiente espacio para que ella se excusase por estar en aquel sitio

Se acomodó mejor la ganzúa y mientras andaba hacia los departamentos inferiores, se le ocurrió una idea

Después de todo... como bien sabía, no todos los empleados estaban en el sitio, verdad? a esas alturas (y ella lo sabía muy bien), la seguridad del ministerio todavía era un chiste y por eso los espías se estaban aprovechando

Olía a negocio

Un par de empleados se cruzaron con la vampiro y la observaron con expresión de miedo mientras sus ojos se dirigían a la ganzúa que descansaba sobre el hombro de la pelirroja; esta les dirigió una mirada maligna, lo suficientemente intensa como para que ninguno de ellos quisiera meterse con ella o hacerle preguntas indeseables

-A dónde?

Un elfo se encontraba en el elevador que tomó en aquellos momentos y la sonrisa de la Snape se volvió un poco mpas maligna

-Al departamento de Misterios

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La carta que había leído al menos dos veces yacía sobre el borde de la cama. La bruja se paseaba en su habitación yendo de una esquina a otra, meditando si debía o no aceptar la invitación hecha por el Ministro de Magia, el conocido Aaron Black Lestrange. Hacia unos meses que la había contactado, su idea de traer de vuelta la prisión de Azkaban había causado cierto revuelo dentro de la comunidad mágica que aun no se recuperaba del todo tras el último ataque, aunque bien esto podría ser buena propaganda para el Ministro, quién lo podría tomar de excusa para esparcir el miedo y vender la idea de que la prisión los mantendría a salvo. Por supuesto tendría sus detractores, pero esos solo servían para hacer bulla y que la noticia se propagara hasta los gobiernos cercanos.

 

Finalmente volvió a tomar la carta, esta vez para arrugarla y lanzarla en el bote de la basura por el que pasó antes de llegar al armario. Detestaba los compromisos sociales, mucho más las cenas, a duras penas lograba asistir a las de su propia familia. No tenía mucho de donde escoger, tampoco es que tuviera que impresionar a alguien. Se decidió por unos pantalones de cuero negro con una blusa ceñida a la figura color blanca y sobre ella, la chaqueta también del mismo material que hacía juego, junto con las botas. Esperaba que el evento no fuese muy ostentoso, porque de serlo le diría a Aaron que prefería reunirse con él, a solas. Miró la hora y se dio cuenta de que estaba aplazando más de la cuenta lo inevitable, por lo que se marchó.

 

Sus primeras impresiones mientras caminaba por los pasillos eran que definitivamente no se había vestido para la ocasión. En ese punto tuvo el impulso de retroceder y se sintió est****a de inmediato. ¿Qué eran unas cuantas personas a las que seguramente no volvería a ver en la vida? Mucha charla trivial y sin sentido, eso lo podía hacer. Reír con los malos chistes y fingir que se divertía... eso sí que no. Lanzó un resoplido y empezó a caminar erguida y no se detuvo hasta escuchar el murmullo de varias personas hablando. Estaba cerca.

 

Frente a ella, tal como lo había puesto en la carta, la esperaba un gran banquete, pero uno exagerado. ¿Serían esos los nuevos gustos que se podía dar el nuevo Ministro? Llegó justo cuando los invitados se disponían a comer. Cruzó la habitación en línea recta, sin mirar a ningún lado, hasta que tropezó con el mismo Aaron.

 

— He venido —dijo señalando lo obvio, pero para ella era un triunfo. Hasta el momento su comunicación había sido por cartas, charlas frente a la chimenea, así lo prefería ella, incluso cuando tenían que verse para el pago, mandaba a alguien más, solo cuando debía trasladar a los dementores lo hacía personalmente, porque entre el compromiso de garantizar que no ocurrieran accidentes, sentía fascinación al estar cerca de ellos.

 

Solo cuando Maida hubo traído el vino, el cual Tauro arrebató de las manos, se volvió hacia el resto de los presentes a los cual saludó con un leve asentimiento.

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Felicity notó que Ed la miraba curiosa cuando el ministro pronunció su apellido, Malfoy. Claro, el Browsler la conoció en un pasado donde todo el mundo la llamaba por el apellido de su madre que no era otro que aquel que hacía referencia a una larga estirpe de magos pecosos y pelirrojos, pero aquello fue antes de que ella supiera que su padre era descendiente de una de las veintiocho familias mágicas de linaje puro. Ignoró aquello, ya tendría tiempo de poner al día a su viejo amigo más tarde, y siguió relatando todos los motivos por los cuales creía que tener dementores custodiando la prisión mágica no era una buena idea. Pero de nada valieron sus esfuerzos, pues el Black se mantenía en sus trece y no daba la sensación de que fuera a dar su brazo a torcer.

 

La mago oscuro negó con la cabeza antes de dirigirse al ministro nuevamente. Por un momento, parecía a punto de echarse a llorar, dándose por vencida.

 

- Creo que esta vez te estás equivocando querido amigo, pero si tu decisión es seguir conservando los dementores en Azkaban, adelante - hizo un gesto de despreocupación con las manos - pero recuerda que esas criaturas son muy peligrosas y que se venden al mejor postor. No sería la primera vez que pasa, Aarón - detalló, muy seria - Aun así... sabes que siempre estaré a tu lado, decidas lo que decidas. Solo una pregunta - apartó una silla de la mesa y tomó asiento, cruzando las piernas - ¿cómo piensas controlarlas si nadie puede pisar la isla?

 

Pero al ministro no parecía importarle mucho cómo controlarlas o no. A Felicity aquello le daba un poco de miedo y no tenía ningún reparo en admitirlo. La única persona que parecía pensar como ella era la mujer italiana que se había colado en el minsiterio (aparte de Ed, claro, nadie como "el" apoyaría una idea así). Felicity le dedicó una mirada de agradecimiento a Lucrezia por sus palabras aunque sabía que nada ni nadie harían cambiar al ministro de opinión, al menos por el momento.

 

La mortífaga siguió bebiendo agua en silencio, pensativa, y para cuando volvió a la realidad Ed se encontraba hablando del ministro muggle, al parecer quería encontrarse con el primer ministro mágico. Aquello provocó que los mortífagos se miraran, cómplices entre todos ellos. Nada bueno podría salir de una reunión entre aquellos dos. Se evadió de la conversación de los magos y se acercó un tanto a Lucrezia.

 

- Con que te has colado, eh , bueno, ¿qué pretendías? tus motivos tendrás para haber querido llegar hasta aquí, y de peso, imagino... - se retiró mechones ceniza del rostro y los colocó tras las orejas, mostrándose muy interesada en conocer los detalles - Soy Felicity, por cierto, vieja amiga del ministro aun cuando no lo era y de Ed, claro está - Fee había notado que a la italiana se le iba un poco la mirada con el Browsler, quizá por su fama como jugador destacado en Quidditch y añadió por lo bajo - en realidad no la tiene tan grande, la escoba me refiero - y rió, llevándose por fin un bollo a la boca, empezaba a tener hambre... Una bruja hizo entrada, y Felicity la saludó alegramente con la mano ¿cuántos se iban a reunir en aquella sala?

 

off: supuestamente Lu (ai, déjame decirle así Nico) y Fee deberían de conocerse aquí, antes del rol de semper fidelis de tu mansión donde ya deberían conocerse, y como lo de la taberna es fail... supuestamente se vieron por primera vez cuando Lu se cuela así que entiendo que se deberían presentar aquí, como un "before" de todos esos roles xDD por cuadrar un poco, nada más... vaya lío!

Mortífaga retirada
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Ministerio de Magia

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Realmente el elfo no podía creer lo que le solicitaba aquella mujer pero tampoco tenía ninguna razón válida para negarle llevarla hasta el nivel más bajo que podían los elevadores, así que sin más cerró el enrejado detrás de la mujer y comenzó a pulsar los botones para el descenso del aparato; por lo general los magos lo hacían todo por su cuenta y ellos mismos hacían la selección del piso al cuál querían ir, pero gracias a la guerra, había tantas personas coladas que deseaban meterse en todos los departamentos a espiar por lo que se había tomado entre algunos pocos la decisión de colocar elfos de vez en cuando en los elevadores.

Estos afortunadamente conocían a todos los trabajadores del Ministerio y era muy difícil pillarles con la retaguardia baja, además de que eran muchos y ya habían comprobado en más de una ocasión que eran más que capaces de defenderse; por lo que si alguno de ellos detectaba a un mago cambiado o disfrazado o a alguien que no debería de estar en el MM, de inmediato corrían la alarma mágica entre sus pares y le ponían un alto al intruso

Aunque claro, eso a veces tampoco era conveniente y en especial para la pelirroja que necesitaba reunir cuanta información pudiera de cómo estaban aprovechando los nuevos papeles de poder, para sacar permisos que no debían de pasar por los filtros.

Pero qué demonios estaba haciendo la comisión de magia que había permitido la apertura de un sitio como ese?

Cuando finalmente se detuvo el elevador, solo observó unos segundos hacia atrás al elfo que se retiraba pero que la veía con la suficiente desconfianza como para hacer pensar a la Snape, que pasaría el chisme de que estaba intentando colarse en Misterios; bien, eso solo significaba que tenía muy poco tiempo para ir a donde quería hacerlo aunque... estaba segura de que el elfo daría mal la información, no tenía ni idea de las verdaderas intenciones de la vampiro.

Con un movimiento de capa, esta siguió su camino

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Eran muchas las cosas que pasaban por la cabeza del mago y no tenía idea de cómo organizarlas, pero cada vez que su cabeza comenzaba a maquinar sus posibles movimientos o palabras, algo en aquella reunión hacía que él volviera en sí. Ese estado tan sólo sucedía en su mente, puesto que su rostro se mantenía sereno frente a todos los presentes mostrando sonrisas educadas cuando el momento fuera pertinente.

 

En aquel caso, había sido Lucrezia.

 

- Oh, por supuesto, señorita Di Médici -respondió el mago para mirarle a los ojos directamente, y aprovechando que nadie le estaba mirando, le guiñó un ojo-. Justo de allí es donde conozco su apellido. Estuvimos muy complacidos con la donación del Banco Médici. Puede contar con que toda la familia tendrá un puesto de honor en la tribuna principal durante los juegos de quidditch de la Liga de Gran Bretaña e Irlanda, los cuales comenzarán muy pronto. -Y se volvió al Black, quién miraba su reloj de bolsillo, como si tuviese otros compromisos pronto-. Y espero, ministro, que también podamos contar con su presencia.

 

Y entonces, con la respuesta de Aaron, Edmund cayó en cuenta de por qué había sido electo como ministro. La forma de expresarse con pasión sobre sus ideales, sus pensamientos radicales, la facilidad de discurso, entre muchos otros, le caracterizaban al hablar. Y mientras él hablaba, giró su rostro a Lucrezia. Era bien sabido la debilidad que Edmund tenía por las rubias y había notado como la italiana le había mirado al caminar. Él también la había devorado con la vista, sólo que con tanta discreción que había pasado por debajo de la mesa.

 

El ministro se dirigió a él y Browsler observó sus labios al hablar con la misma discreción con la que lo hacía con los de Lucrezia, por lo que era casi imperceptible. Además, en medio de aquel discurso del ministro nadie le prestaba atención, sino a la autoridad mágica como tal. Browsler se mordió el labio inferior, imaginándose un momento a solas con Lucrezia y el ministro al mismo tiempo.

 

Pero volvió en sí, si no respondía al ministro, todos iban a notar las expresiones que no había podido evitar. Además, la ferocidad y sutileza de los comentarios de Lucrezia y los de Aaron le habían subido el tono un poco. No obstante, aclaró su garganta y continuó como si nada hubiese pasado.

 

- Definitivamente vivimos en paz con los muggles, señor ministro -respondió Edmund con firmeza-. Después de todo, la última guerra entre ellos fue alrededor de los años 40 y nosotros no hemos tenido ninguna con ellos. La remoción del Estatuto Internacional del Secreta no sólo traerá la guerra de muggles contra magos, sino una guerra entre magos como tal. ¿O qué piensa que la Comunidad Mágica Internacional dirá al respecto? ¿Y las grandes potencias? -El hecho de Aaron mencionara a los muggles como una raza inferior hizo caer en cuenta a Edmund de que estaba gastando saliva, por lo que cambió de táctica-. Ojalá pueda reconsiderar su posición, señor ministro. Después de todo, no querrá seguir los pasos de Grindelwald y acabar como él.

 

¿Acaso aquello contaría como una amenaza de muerte al ministro? No, claro que no. Las palabras habían sido escogidas con astucia. Aquel comentario se consideraría como un consejo. Y sí, Grindelwald había sido un gran mago, pero al fin y al cabo había sido vencido por el gran Dumbledore, y había acabado encerrado en Nurmengard por el resto de sus días.

 

- Y sí, le esperaremos con gusto con la Casa Clarence -dijo-. Estoy seguro de que a Boris le gustará escuchar los puntos de vista que tiene usted. -Luego se volvió a Lucrezia-. Una bella dama como usted también será bien recibida cuando así lo desee.

 

Edmund cogió una copa de vino de mesa que no se había derramado al ministro golpear la misma con fuerza y bebió un sorbo mientras observaba a todos con cautela. Bajó una servilleta y la colocó sobre su regazo, como si dispusiese a comer, aunque tan sólo estaba activando su anillo de la escucha para saber que le decía Felicity a la Di Médici en aquel momento. Browsler rió para sus adentros, aunque en realidad habría querido reír a carcajadas y molestar a la Malfoy. Fee no había cambiado en absoluto.

 

- Azkaban es una prisión muy grande -comenzó a hablar en tono solemne-. Aunque no importa el tamaño como tal sino como se use. -Había enfatizado aquellas palabras mirando primero a Felicity y luego a Lucrezia-. Aunque debo decir que el tamaño depende de la perspectiva de quién lo mire. Más aún cuando hay personas que no han visto Azkaban como tal y tienen la osadía de decir que no es tan grande como en realidad lo es. -Y satisfecho con su comentario, se dirigió al ministro de nuevo. -Hablando de Azkaban, siguiendo lo que dice Felicity, me gustaría escuchar también como se pretende controlar a los dementores, para no cometer los errores del pasado.

 

El siguiente comentario de Aaron si que le sorprendió, pero mantuvo la serenidad que le caracterizaba en la política.

 

- No tenía ni idea que el Wizengamot se había disuelto -comentó de manera casual-. Éramos tan pocos ya... Pasaron un par de años desde el último ejercicio de nuestras funciones. En este momento, tengo otras obligaciones como la política muggle y también con las asociaciones de quidditch que represento, señor ministro, pero por supuesto que me gustaría formar parte de su nuevo Wizengamot en caso de que me requiera para ello.-Y le dijo "podríamos conversar de ello más tarde señor Browsler..." lo cual le pareció una propuesta un tanto sugestiva e hizo volar su imaginación-. Ojalá que la señorita Di Médici quisiese unirse a nosotros.

 

Entonces una bruja más ingresó a la estancia y le resultó un tanto familiar, ¿la habría visto en algún sitio?

 

- Bienvenida -dijo Edmund a Tauro al ver que nadie hablaba, ni siquiera el ministro. O por lo menos por su boca, porque los ojos sí que le hablaban. ¿Acaso la estaba esperando todo este tiempo? Ahora que lo pensaba mejor, tal vez era la razón por la cual había estado mirando el reloj de bolsillo todo ese tiempo.

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- Soy fanática de los deportes mágicos. - mintió al hombre, sin escrúpulos - Será un placer acompañarlo en tal evento. Tenga por segura mi presencia, si la guerra lo permite.

 

Lucrezia tomó la parte superior el respaldo de una de las sillas y la arrastró hacia atrás, dejando un considerable espacio con la mesa. Luego dio lentamente la vuelta y tomó asiento con un movimiento un tanto ortopédico. La dificultad que inyectaba la finura de sus tacos a su postura siempre elegante comenzaba a sentirse, así que agradecía sentarse cómodamente para sobrellevar el resto de aquella improvisada reunión. La joven se sabía en frente de magos y brujas de renombre, siendo las subordinadas al ministro quizás las únicas que no pertenecían a una institución reconocida por fuera de aquel establecimiento; sin embargo, había bajado conscientemente la guardia dado que su atención se había centrado completamente en Edmund. Sus azules ojos seguían clavados en él con una actitud fiera que incluso podía interpretarse como confrontativa.

 

Tanto interés despertaba en ella el Browsler que por unos instantes se había visto a si misma perdiendo el hilo de las palabras de Aaron. Mientras estiraba su mano para tomar una copa por el tallo de la misma desvió su mirada hacia el Ministro, que en aquel momento observaba un reloj de bolsillo que le pertenecía ¿Esperando a alguien, quizás? Di Médici no podía estar más expectante y presta a la sorpresa sobre quién más podría sumarse a la extraña velada. Trato de poner foco en sus palabras, ignorando a la eminencia de Quidditch cuya presencia la llamaba como en canto de una sirena. Sin embargo, Lucrezia no ocultó en la frialdad de su expresión lo inesperado de las definiciones dichas por Yaxley ¿Acaso estaba abriendo su postura a favor de La Marca ante los presentes?

 

- Puedo pecar de extranjera, pero la historia cuenta que Hermione la cerró por ser una moralista indigna de tal puesto. El flujo de criminales y prisioneros va mucho más allá de la presencia de organizaciones como La Marca o la Orden ¡Que se avecinan crímenes de guerra! - anunció tratando de que sus palabras resonaran con una preocupación que no era tal - Romper con el Estatuto solo nos llevará a otro frente de enfrentamientos que no estoy segura que podamos superar. A diferencia del señor Black - remarcó el apellido, subrayando su ordinarez - no tengo un odio irrestricto hacia los muggles, ni levando una bandera de la pureza de la sangre. El destino llevó a mi familia a presenciar el nacimiento de muggles en nuestro ceno y eso no nos quitó nuestra pureza, nuestro renombre, nuestra influencia ni nuestra importancia en la comunidad…lo que al final del día tiene sentido, señoras y señores, es la clase.

 

Lucrezia finalizó el curso de sus palabras con una atractiva sonrisa en sus labios que acompañaba de manera dispar la frialdad que emanaban sus ojos. Se llevó el cáliz a la boca y empinó rápidamente el codo, bebiendo todo el violáceo contenido atravesó fluidamente su garganta. Era amargo y simplón, incluso con un aroma poco remarcable. La blonda italiana era una gran bebedora, catadora y productora de vino; se preguntó, incluso, si aquella noche podría cerrar otro trato para proveer al ministerio de los productos que elaboraba en los amplios viñedos de su mansión ¡Ah, dos negocios en uno! Su habilidad para las operaciones comerciales y la diplomacia suave que llevaba a cabo con pericia la delataban como una Di Médici, incluso una de las mejores que había surgido de su linaje. Sonrió y dejo nuevamente la copa sobre la mesa.

 

La mortífaga alisó los pliegues de su falsa arrastrando las yemas de sus dedos sobre ellos y apartó una vez más su atención de la charla, tratando de evadir los temas que poco le interesaban. No sabía exactamente cómo funcionaba el Winzengamot en la actualidad ni el devenir de sus principales miembros luego de la precipitada huida del binomio Malfoy del poder. El premeditado objetivo de su visita a Aaron Yaxley se había desdibujado ingratamente en medio de las recurrentes nuevas visitas a su despacho y la experiencia de una de ellas al visitar la prisión mágica; mientras más minutos pasaban, más lejos veía la imagen de las arcas del Banco Médici llenándose con el dinero de la reconstrucción de Azkaban. Fue entonces que la voz de Felicity Malfoy la sacó de su letargo.

 

- Oh, nunca pongas en duda mi habilidad para colarme co…colarme en lugares. - se corrió, dejando fluir la picardía que normalmente retenía para mantener las formas. - Mi nombre es Lucrezia Di Médici, un gusto. Acudí al Ministro con una propuesta para financiar con tasa blanda y flexible la muy necesaria construcción de Azkaban dado los tiempos que se avecinan, pero lo de los dementores me tomó de sorpresa sin duda. La utilización de estas criaturas no es mala en si, lo es la imposibilidad cierta de controlarlas.

 

Ante el comentario del tamaño – de la escoba – de Edmund, Lucrezia tuvo que ahogar con todo su esmero una carcajada que simplemente soltó como una risa pícara. Estaba ante una de las primeras brujas que le agradaba con sinceridad, dado que la poca mesura y la indignidad de las mujeres británicas habían sido difíciles de aguantar para alguien acostumbrada a rodearse de gente de alta alcurnia y damas con clase. Le devolvió la sonrisa con simpatía medida, dado que odiaba sonreír muy abiertamente, y la acompañó tomando una minúscula porción de bollo que entraba entre su dedo índice y pulgar. Su exquisita figura, como si fuese tallada por los mejores escultores, era algo que se ocupaba de mantener y en su dieta el único placer no culposo era el alcohol.

 

Su mirada, entonces, volvió a cruzarse con la de él. Había algo en los ojos azules de aquel hombre, su cabello ligeramente despeinado y su complexión fornida e ineludiblemente fibrosa que lograba captar toda su atención. Cada vez que sostenía la mirada en su atractivo rostro por demasiado tiempo un palpito se hacía sentir en la parte baja de su abdomen, que decidió amortiguar juntando sus piernas por debajo de la amplia falda de su vestido. Volvió a retener en su garganta una carcajada ante su intervención sobre el tamaño de la prisión y simplemente le regaló una media sonrisa dibujada en sus carnosos labios con hambre de lujuria. Se le escapaba completamente como el Browsler había escuchado su intercambio pero poco le importaba. Lo disfrutó inmensamente.

 

- Pues usted sabrá, Edmund, que yo estoy muy deseosa de conocer de cerca el tamaño de Azkaban. Cuando hablamos de algo así, algunos prefieren las prisiones largas, altas, mientras otros las prefieren más anchas. Personalmente, nunca me quejé de las anteriores que he visitado…- dejó aquellas palabras flotando en el aire, sabiendo obvio y claro el sentido con que las había pronunciado. - Aunque no sea mi aspecto, soy muy abierta.

 

Di Médici volvió a ponerse de pie y tomó de ambos lados su dorada y lacia cabellera, dejándola caer con delicadeza sobre su desnuda espalda. Acomodó por detrás de sus orejas los mechones rebeldes que amenazaban con interponerse en su visión y camino con paso elegante hasta posicionarse adrede junto a Ed Browsler. Le dio una observada fugaz, cruzando ambos sus miradas para reconocer la profundidad de sus intenciones, y se inclinó marcadamente para tomar una botella de vino. Dicho movimiento dejó su prominente busto a unos centímetros del rostro del hombre de decenas de títulos nobiliarios. Nadie allí dudaría que Lucrezia sabía lo que hacia. Logró inclinarse un poco más y por fin alcanzó el verdoso recipiente que contenía la deseada bebida.

 

- No creo que el señor Ministro acepte una extranjera en el Wizengamot, dado que lo percibí reacio a dejar de lado su postura contra quienes procedemos de otros países, aunque seamos de su confianza…Tal vez pueda intervenir para hacerlo posible.- finalizó, incorporándose, consciente de ignorar la nueva presencia que se sumaba a la reunión.

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-Oye, espérame!

La bruja salió corriendo desde un segundo elevador que había bajado hasta el último nivel al que podían acceder y parecía que llevaba mucha prisa para poderle dar alcance a la pelirroja

Respiraba de forma agitada, en cuanto había visto que Hayame salía corriendo de donde estaban intentando conseguir los papeles falsificados o los que creían que lo eran, había decidido que tenía que seguirla

No le gustaba que la pelirroja hiciera todo a solas, la gente solía verla andar por ahí por su cuenta y eso casi siempre era porque lo que fuera que hiciese la vampiro era peligroso

Algo que ya le había notado desde que se conocieran en sus viajes, era que no le gustaba arriesgar a los parientes y a los amigos en los trabajos que hacía, y eso le parecía bastante lindo de su parte

Pero tenía que enseñarle que tenía que confiar también en que los que la rodeaban y compartían su trabajo también eran capaces de hacer muchas cosas y que servían de un gran apoyo para su causa

Así que le había agradecido al hombre de anteojos que le diera un poco más de información y después de ver que la mujer ya no estaba en el departamento de Accidentes había corrido hacia los elevadores

Ya se imaginaba que iría al único otro sitio donde quizás podría encontrar algo de información vetada y donde ningún otro mago la molestaría o sospecharía de ella

-Yo no sé llegar por mi cuenta a esa biblioteca, déjame ir contigo y ayudarte

Le pidió la rubia hasta que finalmente llegó al lado de la pelirroja y la vió con expresión decidida y seria, porque no pensaba dejarla ir a solas si no la llevaba a un lado

La iba a ayudar, Hayame quisiera o no

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http://i.imgur.com/7WhajUW.gif ♥ TE AMAMOS SAGITAS ♥

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Ministerio de Magia

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La bruja mantenía una expresión de seriedad conforme sus pasos resonaban por aquel pasillo, pensando en que todo aquello le olía demasiado mal y se lamentaba que no hubiera nadie más de su departamento acompañándola; generalmente le gustaba hacer las cosas a solas, no había riesgo de lastimar a otros siempre y cuando hiciera las cosas por su cuenta y si acaso arruinaba algo pero también recordaba los pocos momentos en que como grupo, habían hecho todo unidos

Algo que siempre habia sido parte y firma de los de Accidentes y algo de lo que solían estar bastante orgullosos

Pero repentinamente parecía que se los había devorado un hueco negro abierto desde las entrañas de la tierra y empezaba a sentir la soledad como algo muy tangible; aunque también repentinamente algunos conocidos empezaban a hacer aparición, gente que quizá todavía no conocía pero que también estaban buscando espacio a los lados y donde la bruja, agradecia en silencio por su compañia

Hasta que...

-Ah!... porqué no me extraña que como siempre seas tú la que me viene a buscar para ayudarme con estos trabajos?... que no tienes sentido de la auto-conservación, mujer?

Le reclamó a la rubia que llegaba corriendo pero de igual forma la pelirroja se detuvo, para permitirle que la alcanzara en su camino y viéndola por sobre el hombro mientras sonreía discretamente y le agradecía por dentro, el que justo se hubiera aparecido cuando más necesitaba de la compañía de alguien de su propio departamento

Editado por Hayame Snape Potter Black

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Tras el pícaro comentario de la mortífaga de cenizas cabellos acerca del tamaño de la escoba de Edmund, la conversación se desvió un poco del tema central (de los dementores, los muggles, las ideologías...). Felicity lo agradeció puesto que estaba un tanto cansada de temas políticos. El primer ministro no pensaba cambiar de postura y el tema de los dementores era lo único que la mortífaga tenía por discutir. Mantuvo la sonrisa un ratito en la boca, mientras saboreaba los bollos calientes y asintió ante los comentarios de los presentes continuamente. Hacía ver que se mantenía en la conversación pero, en realidad, su mente divagaba muy lejos de aquella sala tras haber escuchado la palabra "Wizengamot" de boca de su amigo Ed.

 

Se acordó de la conversación con Aarón tiempo atrás acerca de ocupar un puesto del Wizengamot. Ella lo podría hacer sin problema. Incluso ser jefa. Aunque reconocía que le llevaría una gran responsabilidad para con el pueblo mágico inglés. Debería mantenerse lo más neutral posible en los juicios, incluso no ser muy descarada a la hora de aplicar penas más leves a sus compañeros que al resto de magos y brujas. Aun debían hablar el tema con calma, claro, pero lla bruja tenía la posibilidad sobre la mesa. Quizá más tarde se pasara por la mansión Black y cenara con su amigo para acabar de cerrar aquel tema de una vez por todas. Además trabajar con Ed le parecía bien. Ya se encargaría de buscar un comité afine a sus ideas y, por supuesto, a ella.

 

Suspiró profundamente, volviendo a beber agua, justo en el momento que Lucrezia se lamentaba en voz alta.

 

- No te creas, seguro que el ministro puede analizar tu posición y entrar en el Wizengamot. Aunque siempre podrías estar en la Junta de la Ley Mágica - la miró sobre la copa de fino cristal con sus intensos ojos azules y se encogió de hombros - también es una opción. No creo que el primer ministro cree una "Comisión de Registro de Hijos de Muggles" todavía, ¿o si?

 

Miró a su amigo y rió, poniéndose en pie. Sacudió sus ropas y paseó por la sala. No tardaría en abandonar aquella reunión, asuntos de la marca tenebrosa la reclamaban.

Mortífaga retirada
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Ministerio de Magia

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La bruja comenzó a guiar a la compañera que la estaba acompañando para ir a revisar la biblioteca restringida y no era la primera vez que había pasado por aquellos pasadizos escondidos; al menos, no en el tiempo que habían ocurrido todas las situaciones en el Ministerio y que necesitaban de que encontraran no solo el mejor sitio para llevar en paz sus investigaciones necesarias sino también, para esconder aquellas cosas que requerían de máxima discreción

-Tenemos que tener cuidado, no podemos hacer demasiado ruido o ser demasiado evidentes, entiendes?

Le dijo a la chica que iba a su lado y se colocó un dedo sobre los labios para ser todavía más clara sin tener que levantar demasiado la voz y hacer justamente lo que le pedía a la chica; esta vez no habían existido problemas mientras pasaban por la zona mágica que solo había proyectado una imagen por lo que había sido mucho menos peligroso

Una vez en la biblioteca, la bruja señaló a uno de los corredores donde se veían una gran cantidad de archivos oscuros

-Creo que en aquel sitio se encuentran los papeles que se refieren al gobierno en si

Musitó la bruja pelirroja con un gesto bastante serio mientras que alzaba la varita y permitía que el haz de luz que se proyectaba desde la punta de esta, cayese sobre sobre el lomo de los archivos; se encaminó hacia una carpeta cercana y la sacó del estante para luego, abrirla y comenzar a leer los papeles en su interior

-Vaya... aquí hay cosas de los Ministerios anteriores... esto es incluso más viejo que yo -murmuró la Snape y le mostró algunos papeles a la Ryddleturn -fíjate en esto...

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