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Calles del Callejón Knockturn


Cornelius Wind Haugthon
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Sus manos habían transferido cierta calidez a la roca nītida que tocaba cuando Evedhiel casi se percató de que no sabía que buscaba. Ni a quien. Y que podría ser carne facil de alguna trampa. Quizás MACUS hubiese descubierto su nueva residencia. O alguien... del bando equivocado había decidido renacer de entre los muertos.

 

Se llevó la mano nerviosa a su antebrazo izquierdo mientras se disponía a girarse y volver por donde había llegado cuando pasos cercanos la pusieron en guardia, y empuño a Niínde.

 

 

Petrificus Totalus! — Una voz masculina la tomó por sorpresa. Sus manos comenzaron a tornarse pesadas y sus pies parecieron fundirse justo con el suelo que pisaba. La habían encantado y aunque su mente seguía intentando encontrar una manera de zafarse de aquel hechizo, el cuerpo de Evedhiel era roca.

 

Finite Incantatem —. volvió a decir la misma voz.—. Lo lamento, te he confundido.

 

Pero para Evedhiel ya era tarde sus oídos parecían haber obviado aquella disculpa y la chica no sabia decir exactamente si fue el frio en sus manos o la rabia contenida del nerviosismo lo que la avalanzoó sobre su nueva acompañante, fijandola a la pared y agarrando la mano en la que llevaba la varita. Quizás no fuese la mas rápida en hechizos, pero aún conservaba algun que otro movimiento guardado.

 

Sacó la nota de su bolsillo y la posiconó frente a los ojos de la chica mientras aún impedía contra la pared que pudiese mover su varita.

 

-Tienes suerte de que este de buen humor y me apeteciese aventurarme a adivinar que es este juego psicótico- dijo refieriendose a la nota, asumiendo que Tauro tenía algo que ver con ella.- Además un petrific...- la voz de Evedhiel se vió interrumpida de manera rapida y fugar por el estruendo sordo del aparecerse de muchas personas en el ambiente silencioso de las calles vacias del callejoón.

 

Evedhiel se giró de nuevo hacia Tauro. Si la nota era de ella... porquê se había descubierto a si misma con un hechizo tan... básico? No. imposible. Aquella chica no tenía nada que ver con la persona que la había estado acosando.

 

 

 

A una calle de ambas figuras, tres hombres acababan de aparecerse en la sombra de los edificios. Los tres con capas de viaje y la mirada enfocada en un brujo menudo al que traian atado con grilletes. Lo suficientemente maltratado y golpeado como para parecer inconsciente y aún mantenerse en pie.

 

- Donde estan tus serpientes ahoraa eeehh??- dijo uno de los hombres altos. Un fuerte acento nordico tiznaba la voz del hombre.- Dooooonde??? Esque no ves que nadie vendrá a rescatarte? Es mas... ese era nuestro plan. Sabiamos que tu est****a y vil presencia no era importante a nadie mas que a ti mismo pero aahh! imagina los tablones mañana.... mortífago pidió auxilio y fue abandonado en sus ultimas horas. La Marca va a tener que dar muchas explicaciones sobre ciertas cámaras vacias en gringotts...- dijo mientras agarraba el brazo del chico cortaba un pequeño jiroón de la piel de su antebrazo.

 

La tinta magica del tatuaje del mismo se reorganizaba en la carne ahora separada del brazo del chico y la serpiente del trozo cortado amenazaba al hombre corpulento que osó cortarlo.

 

El brazo de Evedhiel ardía.

 

 

 

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  • 1 mes más tarde...

Entre en sus callejuelas con paso firme. Como siempre, algunos de sus viandantes me miraban con curiuosidad. No tengo aspecto de mago oscuro pero...algo en mi forma de mirar y de llevar mi paso les hacia apartarse con prontitud.

 

Torci hacia la izquierda, la solitaria placita estaba desierta. Me encamine hacia la calle del fondo hacia un edificio discreto que nada hacia presagiar sobre su funcion. Cogi la aldaba de fronce y di 3 fuertes golpes.

 

Una mirilla se descorrio y unos ojos me contemplaron un momento. Mi mano derecha se alzo y mostre un anillo. La mirilla se cerro y se abrio la puerta.

 

Una figura encapuchada se inclino hacia mi y me quito mi capa de viaje. No dijo una palabra. No habia necesidad. Desaparecio entre las sombras. Con paso firme subi la escalera principal....

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Por Jank siempre se había dejado llevar, con el propio nerviosismo de una adolescente, pero jamás hubo puesto resistencia alguna por lo que la tensión en los músculos la tomó por sorpresa. Su propio cuerpo parecía rechazar el contacto cuando usualmente se derretía cual helado al rayo del sol entre sus manos, había algo en él, algo que no acababa por descifrar que le sabía extraño. Aun así se mantuvo erguida, siguió sus pasos en completo silencio manteniendo el ceño fruncido y permitió que la condujera con un brazo sobre los hombros —dejamos de ser camaradas hace años— pensó, pero ésto el mago no lo sabía ¿o sí? la sospecha estaba instaurada en su mirada desde la primera vez que volvieron a verse.

 

El callejón se fue ensanchando hasta escupir a ambos personajes frente a un tendedero de sábanas, telas y demás. Macnair acostumbraba frecuentar sitios turbios pero evitaba los sucuchos gitanos por reticencia a la magia de éstos que a pesar de no utilizar varitas era muy poderosa por lo que sus cejas alzadas dejaron en evidencia el descontento a medida que descendían con lentitud para poder entrecerrar los ojos; él nunca la hubiese llevado a un sitio como tal, definitivamente algo había cambiado con Dayne pero no quería saberlo, ya no. Para fortuna una mujer interceptó sus pensamientos cuando separó los labios a punto de contradecirse y les entregó un par de bebidas de dudosa procedencia dejándolas sobre la mesa que aparentemente iban a ocupar.

 

Arya miró su vaso. Aquello parecía agua, tan transparente que podía ver el torso de Jank cuando tomó asiento. Lo siguió arrugando la nariz al acercar el líquido insípido, negándose a beber —asco— agua no era, de puro no tenía una gota, apestaba a ácido, no podía arriesgarse.

 

—No quiero que lo busques por mi— Soltó casi enlazando la última palabra del hombre —Quiero que me lleves a él... Jank— deslizó una mano serpenteante evadiendo el trago de mala muerte y se inclinó solo un centímetro sobre la mesa intentando encontrarlo en él mismo, no se sentía del todo convencida, como si se tratase de un sueño extraño en donde tú no eres tú pero no logras descubrirlo aun, —Si alguien me viera en éste momento contigo me matarían...

 

Una única carta sobre la mesa. Dayne era astuto, tenía años en ello. Se ponía en evidencia sin decir demasiado recurriendo a la única pizca de confianza que aun le quedaba más si aquel hombre no resultaba ser Jank sería imposible que supiese a qué se refería.

 

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Entre en la primera puerta a la derecha, una tenue luz iluminaba la estancia. Alli, delante mio, estaba la plana mayor de los 3 Circulos, la Sociedad Secreta. Tome asiento en el extremo de la mesa ovalada. Uno de los miembros tomo la palabra.

 

- Ahora que estamos todos declaro abierto la sesion, tiene la palabra nuestro lider.

 

- Queridos amigos, heme aqui de nuevo tras larga ausencia. Os comunicare una noticia importante, somos dueños del 25% de Gringotts.

 

Un murmullo de emocion recorrio la sala.

 

- Esto nos permitira ampliar nuestros negocios. Ahora mismo estamos en condiciones de expandirnos en la comunidad magica de Gran Bretaña.

 

- ¿Y como nos coloca eso en el accionariado, Señor?

 

- La Banca Kwanji es el accionista principal.

 

Las caras de satisfaccion de los miembros era evidente. Eran muy buenas noticias.

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  • 3 semanas más tarde...

Leonard Dayne

 

Se le quedó mirando, sin poder ocultar la extrañeza en sus ojos. Si la chica quería al Ministro era para salvarlo o cobrar por su rescate, una de dos, pero el escenario que planteaba era incluso más interesante. Leonard se terminó su bebida y empezó a absorber a través de la pajilla el resto del contenido. Lo que planteaba podía convertirse en una auténtica aventura, una que podía darle carácter propio al Jank que estaba recreando para Arya sin necesidad de compararse con el mequetrefe de su hermano; otra victoria que terminaría por acabar el poco orgullo que le debía quedar. La emoción que le causaba la idea también la pudo sentir entre los pantalones.

 

- ¿Te va a beber eso? - dijo. En realidad, fue más un aviso de que lo tomaría. El sabor era agridulce, difícil de catalogar. Misterioso.

 

Leonard respiró hondo y echó una mirada sincera al toldo de colores. Entornó sus manos encima del estómago mientras respiraba profundo, lento, una y otra vez. Ese gesto lo compartía con su hermano. Tenía tres opciones casi plausibles. La primera era cumplir con su deber, cosa que dudaba haber hecho jamás, y realmente conseguir una "cita" con el Ministro en persona. La segunda, la más divertida, era pagarle a unos colegas para que se hicieran pasar por el ministro y, después de haber creído obtener lo que sea que buscara, llevarla a la cama como recompensa. Y la tercera era hacer lo último, pero como pago adelantado de cualquiera de las dos.

 

<< O me ahorro todo eso>> pensó. Se le vino a la mente Arianne, quien había conseguido aliarse con la Hermandad Plateada con relativa facilidad. Si lograba calmar las aguas a través de ella, él podría hacer lo mismo. Entregarles a una posible asesina de ministros sería más que suficiente para limpiar su nombre y llenar la cuenta. Daba igual que la verdadera intención de la mujer fuera exactamente la contraria; lo que importaba era cómo se la presentaría al comité.

 

Sopló, de repente, como si quisiera despegarse un cabello de la frente para que una servilleta cayera y se metiera debajo del mantel de la mesa. Usó entonces el zapato para crear, a través de pisadas inaudibles, un mensaje que se grabó mágicamente sobre el papel. Volvió a soplar, esta vez simulando tener calor, para que ésta saliera volando por detrás y le diera el aviso correspondiente a los matones que le solían colaborar en ese tipo de situaciones.

 

Mientras tanto, del otro zapato, surgió una púa púrpura. No pensaba aturdirla ni mucho menos herirla; un rostro hacía no lo merecía.

 

- Arya, ¿cuánto tiempo ha pasado que no compartimos más que una conversación hostil? - rozó su mano y se inclinó para hablarle al oído. La silla se arrimó hacia ella levitando apenas unos centímetros del suelo, y con ésta, el filo impregnado de amortentia adulterada - ¿por qué no discutimos esto en otro lugar?

 

La púa iba a traspasar su tobillo cuando...

 

- ¡Desmaius!

 

Leonard fue lo suficientemente deprisa para crear un escudo, pero la potencia del hechizo bastó para que la silla se balanceara hacia atrás bruscamente y lo tumbara. El golpe fue tan duro que perdió la consciencia por unos momentos. Para cuando pudo abrir los ojos otra vez, su varita ya no estaba y las orejeras flotaban sobre su cabeza. Los volvió a cerrar, resignado.

 

- Arya, soy yo - fue lo que llegó a oír salir de la boca del i****** - Vienen por ti. Toma mi mano; vayamos al primer lugar que se te ocurra.

 

<< ¿Me cuidas las veinticuatro horas acaso? ¿Soy tan importante para ti? >>

 

<< Tú no. Ella sí >>

Editado por Jank Dayne

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- En otro orden de cosas podemos decir que la comunidad alternativa que, el año pasado, se desgajo de la comunidad principal, es floreciente y ya se ha afianzado. Su cercanía al rio principal que desemboca en el lago nos hace pensar en la posibilidad de crear un embarcadero y recorrer la zona en barcazas de fondo plano.

 

- Sobre eso yo puedo hablar ---le miraron expectantes y prosiguió--- creemos que seria conveniente explorar la zona norte, porque aunque sabemos que somos los únicos habitantes del valle seria conveniente conocer si hay zonas de cultivo.

 

- ¿Alguna objeccion del Consejo?

 

Ninguna voz se alzo en la sala.

 

- Aprobado por unanimidad. ¿Alguna cosa mas? ¿No? Pues se levanta la sesión.

 

Nos quedamos hablando entre todos en un ambiente de alegre camaradería. Contamos anécdotas y algún chiste. Las carcajadas eran ya generales. Es lo mejor de todas nuestras reuniones, son increíblemente divertidas.

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—¿Disculpa? Nosotros nunca...

 

¿Pero qué le pasaba? La forma en que le habló acabó por responder cada uno de los interrogantes que le hicieron dudar horas atrás pero es que aquel rostro era idéntico, aun así no fue capaz de sentir aquel gusanillo en la boca del estómago cuando sus miradas se cruzaron, no era Jank. Intentó retroceder pero él ya la tenía sutilmente por las manos, un rayo pasó junto a su oído arrebatándole el equilibrio y haciendo que ella también cayera de espaldas por la onda expansiva del hechizo desarmador que acabó con Leonard cual costal de harina.

 

Quería saltarle encima, tomarlo por el cuello y obligarle a confesar quién era pero sus oídos captaron el mismo tono de voz con el que hubo conversados todo ese tiempo trayendo hacia sí melancolía. Las palabras se le volvieron ceniza en los labios y tartamudeó, jamás se había negado a lo que Dayne le pidiese inclusive si se tratase de atentar contra su propia vida; aun cuando todas las alarmas indicaban que ya no podía confiar en él, confiaba. Así que cerró los ojos, echó con brusquedad el brazo izquierdo hacia atrás y el choque de las palmas los hizo desaparecer, fue un chasquido al viento.

 

"Al primer lugar que se me ocurra"

Un segundo más tarde ambos personajes surgían de un remolino arenoso en lo que parecía ser la más grandes de las estructuras arqueológicas mexicanas, Tenochtitlan. O más bien lo que quedaba de ella a modo figurativo. Cruzando medio mundo como quien no quiere la cosa la noche cayó sobre ellos, diferencia horaria y climática, el calor resultó insoportable. Miró a Jank, dejó caer sus ojos verdes por la extensión de su brazo tenso debido al susto y apretó la mano del hombre un instante antes de soltarla con precaución.

 

—¿Qué demonios está pasando?— Soltó frunciendo el ceño, con la cólera creando úlceras en su estómago pero con aquellas cosquillas en la garganta propias de verle, de saber que estaba bien.

 

Quizás se preguntaría por qué allí, por qué un sitio tan alejado y no algún castillo o su propio negocio ¿Quién los buscaría donde todo comenzó? porque ella jamás olvidaría el día en que lo vio por primera vez.

 

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Formabamos corrillos mientras charlábamos. Habia muchas noticias que intercambiar. Pocas veces nos juntábamos los 19 y eso siempre es importante. No lo parece, pero entre nosotros hay gente de lo mas variopinto, incluso hay aurores lo que ya es sorprendente.

 

- Oi decir que habas sido padre.

 

- Si, Monica me ha dado un varon. Y dentro de poco, Yanira se va a ir al valle, creo que necesita un descanso.

 

- ¿Esta cansada?

 

- No. esta embarazada.

 

- No lo sabia ¿Cuando lo supiste tu?

 

- El año pasado.

 

- Pero...de eso hace mas de 15 meses.

 

- Ya, pero no olvides mis facultades.

 

- Cierto, lo olvide.

 

Rompimos a reir.

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- Estabas en peligro. Es lo único que importaba - fue lo que respondió luego de, quizás, diez minutos.

 

Jank se sentó encima de los restos de lo que en su momento fue una flor de jade gigantesca. Respiró hondo. Cerró los ojos. Viajó al pasado. Pudo visualizarse allí, cinco años atrás, cuando ni siquiera sabía qué significaba la magia, o dónde encontrarla. Recordaba, curiosamente, el dolor de las heridas. Tenía yagas por todo el cuerpo, y el pus que brotaba de una raja que atravesaba la pierna lo hacía apestar. Lo resolvió sumergiéndose dentro de las aguas del riachuelo más cercano, como si eso no empeorara la peste. Aun así, cuando el sol lo hubo secado, se presentó a la clase.

 

Irónicamente, el mejor día de su vida estuvo co-protagonizado por una escoria. Una bestia sin la más mínima educación o prudencia. Tanto así que Jank, de dieciocho años, tuvo que tomar las riendas de la clase antes de que los estudiantes terminaran matándose unos a otros. No lo supo entonces, ni tampoco meses después, pero tal decisión determinaría el resto de su vida. Fue raro, pues cuando la vio, tampoco lo supo. Todavía no entendía los poemas en donde describían la conexión instantánea de los jóvenes amantes que están predestinados a coexistir. Lo que sí tuvo claro después de que hubo terminada la inducción a las batallas, las mismas de las que siempre la quiso proteger en el futuro, era que jamás la perdería de vista. Esa chica tenía algo.

 

Las mujeres no significaban nada para él; tampoco lo hicieron los hombres. La necesitaba. Ella a él, no, al parecer. Cualquiera pensaría que aquel desapego hablaba por sí solo, que lo más lógico sería sacar la cabeza del agua y seguir adelante, al menos por dignidad. Pero Jank sabía que la situación iba mucho más allá. La protegería sin ninguna recompensa a cambio. Mataría a quien sea que la perturbara. Y lo hizo, incluso sin decírselo. Era egoísta, puesto que al final, lo hacía más por su propio bienestar. Sabía que su vida terminaría el día que la de ella hiciera lo mismo. En su cerebro resultaba insólito universo un universo sin su presencia. No, no podía ocurrir. Leonard solo fue la puesta en práctica de tal razonamiento.

 

La volteó a ver. La sonrisa surgió por inercia. Describirla seguía siendo la misión imposible en la que amaba fracasar. Sin embargo, cuando se levantó y caminó hacia ella, no era esa melosidad con la que estaba cargada su mirada. Ya estaba aburrido de eso. Esta vez la miró a los ojos, directamente, sin expresión. La sujetó por la cintura, firme. Desde la última vez que se vieron Jank había empezado a recuperar peso, por lo que su fuerza se hizo notar. México los hacía sudar. Su esencia estaba más segura que antes, como si supiera exactamente lo que pasaría a continuación. Tal vez sí lo sabía.

 

 

- Estoy decidido a inmortalizar este sitio como el comienzo de mis Eras - susurró a su oído, y después, dirigió el mentón de la mujer a sus labios. Ahí se detuvo - O el final. Tú decides.

 

Nunca antes le había hablado así. Jamás se había sentido tan confiado de sí mismo, y de ellos. SI Arya no quería pasar el resto de sus días a su lado, al menos la haría arrepentirse de esa decisión.

 

@@Arya Macnair

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Tenochtitlan

México

 

 

Respondeme.

Jank, respondeme.

Que me respondas.

 

 

Diez interminables minutos transcurrieron hasta que se dignó a responder. La noche albergaba únicamente su voz, el reproche, el enojo por llamarse a silencio. Lo odiaba. Cuando habló lo hizo con tanta calma y brevedad que simplemente la dejó pasmada, no acababa de comprender por qué estaba en peligro y mucho menos cómo era que aun le importaba pero las palabras ―quizás― previamente seleccionadas le estremecieron los recuerdos. Demasiado era lo que hubieron vivido, el tiempo que duró su desencuentro y aun así mientras todo se desmoronaba alrededor bastaba con mirarse para saber que seguían sintiendo lo mismo.

 

La bruja intentó ocultarlo, se volteó dándole la espalda. Tenía el corazón en la garganta, los latidos pausados, un sudor frío le corría la espalda y las palmas de las manos le cosquilleaban. Fijó la vista en el horizonte aun cuando no podía verlo, el extenso desierto era por completo oscuridad y sus ojos verdes casi se contagiaban de aquel negro, estaba sonrojada y contrariada; miró su mano derecha un momento, ya no portaba la varita pero su mente la empujó unos cuantos años atrás, el Atrio, una batalla multitudinaria, Jank. Ambos habían llegado de la mano, no podía pensar siquiera en un solo momento a su lado donde él no le hubiese sostenido el alma con tan simple gesto.

 

―Ésto tiene que terminar― Pensó ―Es una eterna tortura.

 

Contuvo la respiración girando lentamente hasta dar la espalda al paisaje nocturno para toparse con un par de ojos observadores, críticos. Dayne sonrió, sintió que las rodillas emitían un extraño zumbido y las piernas se le aflojaron pero fue capaz de mantenerse de pie. Se acercó, tenía años sin ver aquella sonrisa que le desarmaba, aquel gesto tan comprador porque por encima de la dulzura y dedicación que ella conocía había una capa de galantería que en ocasiones el propio hombre quizás olvidaba tenía. Le devolvió la sonrisa, exhaló. Aquel aire que dejó escapar fue su perdición.

 

Ahora un par de brazos la tomaban con firmeza por la cintura, el pulso se le aceleró. Por primera vez en mucho tiempo sintió los latidos de su corazón palpitando en cada rincón de su cuerpo, la sangre hirvió. Quemaba. El clima de México se le metía en la piel, sus ojos verdes brillaron en contraste como los de un animal al acecho. Podía sentir la reacción en cadena por la cercanía de los cuerpos, tanto en el suyo como en el del mago. Tragó en seco sin poder apartar la mirada, hipnotizada, cediendo ante la corriente eléctrica que se ramificaba por su espalda provocando espasmos en cada uno de sus músculos.

 

Por fuera parecía tan serena y confundida, por dentro estaba enloqueciendo. Rozó sus labios y éstos se encendieron de inmediato, no tenía memoria exacta sobre cuánto tiempo hubo pasado desde la última vez que pasó pero en ese momento todo acto carecía de la inocencia que les caracterizaba.

 

Lo besó sin más, sin responder. Posó ambas manos cálidas sobre su rostro curtido, casi acunando sus mejillas con una brusquedad femenina y se pegó a él como el ser indefenso que quería ser por lo que durase el encuentro. Volcó en sus labios las palabras nunca antes dichas, los sentimientos reprimidos, el tiempo que lo amó en silencio, los momentos en que lo echaba de menos o se sentía preocupada. Su boca entonó una melodía única para ambos, su lengua en sintonía, la respiración en una armonía desesperante. Se separó un instante uniendo sus frentes, necesitaba recuperar el aliento.

 

―Tú y yo nunca tendremos un final― Respondió, fue un susurro prácticamente inaudible.

 

Mordió su labio inferior deslizando los brazos por sobre sus hombros para rodearlo por el cuello, lo atrajo nuevamente hacia sí comprendiendo que la necesidad de erradicar cualquier tipo de distancia se volvía casi dolorosa, era un volcán en actividad que hacía erupción en su boca. Los labios le ardían. Buscó los suyos, volvió a besarlos, los mordió con delicadeza. Ya no era una niña. Lo deseaba desde hacía tiempo y ya no se detendría hasta conseguirlo, hasta ser suya.

 

@@Jank Dayne

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