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Calles del Callejón Knockturn


Cornelius Wind Haugthon
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Tenía mucha sed. La garganta me ardía y estaba algo mareado por aquella sensación. Cada vez que me encontraba en ese estado acudía al Callejón Knockturn a saciarme. Prefería alimentarme de criminales que de inocentes. Todavía quedaba algo de moralidad en mí, o de eso intentaba convencerme. Mi pasado como psiquiatra había dejado una profunda contradicción en mi interior. Toda una vida dedicada a ayudar a las personas a curarse de sus demonios para acabar convertido en uno de ellos.

 

Vestía una túnica negra y bajo ésta unos pantalones ajustados y una camisa del mismo color, para pasar desapercibido. Mi cabello lucía ligeramente despeinado. Mis ojos brillaban enrojecidos como si dentro habitase el mismísimo infierno, y mi piel estaba surcada de finas venas tortuosas. Desde luego mi aspecto no desentonaba con el lugar: aquellas calles de piedra tosca y polvorienta, oscura, que habían sido testigo de todo tipo de fechorías. Aquellos pasadizos eran el centro neurálgico del contrabando de las artes oscuras.

 

Al cruzar una esquina, encontré a una joven pelirroja. Fruncí el ceño. Habría esperado a una oportunidad mejor, más noble, pero la chica estaba desprotegida y yo demasiado hambriento, así que la engatusé con mis poderes vampíricos para que me mostrase su cuello. Escuché unos pasos provenientes de unos metros más allá, que se aproximaban. Me alerté, y la situación me estresó y me enervó a partes iguales. Necesitaba disfrutar de mi cena. Cuando la persona que se acercaba ya debía estar viéndome pasé la punta de mi lengua por el cuello de aquella desconocida. Noté cómo la invitada intentaba alejarse, así que me dispuse a impedírselo, más que nada por simple diversión. Corrí tan rápido a cortarle el paso que nadie humano hubiese podido distinguir mi silueta.

 

Buenas noches. No es muy educado colarse en la fiesta de alguien sin avisar. Pero yo soy muy simpático, así que puedes unirte. –Comenté siseando, mostrándole los colmillos. Realmente era todo un juego. Un vestido blanco cubría su cuerpo. Su cabello rozaba sus hombros y se mecía con la brisa nocturna. Su humanidad me inspiraba cierta compasión. Qué extraño debía ser vivir rodeada de sobrenaturales, comprobar cómo el tiempo iba liquidándote sin piedad...– ¿Cuál es tu nombre?

 

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Editado por Sísifo

"mi vida es una hoguera / amo hasta el daño que me hizo"


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Nasha Montpellier


Solo un vampiro podía llamar tan alegremente "fiesta" al hecho de cobrar la vida de alguien pensó Nasha, mientras con rostro impávido no quitaba ni un segundo la vista de su interlocutor.

La armonía de sus facciones en combinación con el color de su cabello le otorgaban un indiscutible encanto, que su condición vampírica había potenciado. Y solo mucha fuerza de voluntad , unida a los conocimientos adquiridos en La Talamasca le ayudaron en ese momento a resistir el despliegue del sujeto.

La sabía humana. La sabía por tanto débil, una presa fácil en cierto sentido. Pero el recorrido que habia hecho de ella con la mirada, deteniéndose en los puntos donde el palpitar de su corazón se reflejaba, le indicaba a la morena que la encontraba bella también, por la simple razón de estar viva y joven.

Distinto hubiera sido que fuera alguna clase de anciano decrép***. Esa, su juventud , su única carta para salir indemne de la situación en que involuntariamente había terminado, estaba dispuesta a jugarla en ese mismo instante.

– ¿Unirme? Y si lo hago ¿que ganaría a cambio? Yo no juego si no hay algo que valga la pena obtener ma chère mignonne - respondió mezclando el inglés con aquel extraño francés cajún de su natal Nueva Orleans.

Como si de un inocente movimiento se tratase, hizo una reverencia hacia el vampiro de blanca cabellera, tensando su cuerpo en el proceso.

- Me llamo Nasha Montpellier. Una extranjera tratando de ganarse el pan en estas infames tierras - respondió al tiempo que rozaba ahora al levantarse, la punta de los fríos dedos del vampiro- y ud señor educado ¿cómo es que se llama?

El calor de los cuerpos era una de las cosas que más añoraban los vampiros y en su corta existencia, ella había presenciado como a alguno podía provocarles reacciones inesperadas. ¿Bastaría ese suave toque? Nasha necesitaba sacarlo a él de su zona de confort para poder escapar. ¿Lo conseguiría?

@Sísifo Editado por Bel Evans McGonagall

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Reí. La joven era valiente. Se estaba enfrentando a un vampiro sediento con cierta arrogancia, y era perfectamente consciente de que yo estaba en una situación de vulnerabilidad. Realizó una breve reverencia mientras se presentaba, y al alzarse rozó mi mano. Su calor corporal me hizo estremecerme. Sabía que podía desestabilizarme en cualquier momento. La joven pelirroja, una vez mi mirada hipnotizante dejó de penetrarla, había huido despavorida.

 

Mi nombre es Sísifo, –musité, apartándome unos centímetros. Realmente no quería hacerle daño a aquella joven– puedes tutearme, porque estoy demasiado cegado por mis instintos como para cuidar de mi lenguaje. Disculpa mis modales. No me has conocido en el mejor momento.

 

Su acento me enternecía. Me hizo trasladarme a otros momentos de mi vida, dejándome caer en posadas hostiles de lámparas frías y parpadeantes, con colchones incómodos llenos de chinches en las que había pasado noches enteras escribiendo y bebiendo vino. No podía evitar dirigir la vista hacia su cuello. Podía adivinar su pulso en forma de suaves elevaciones de la piel.

 

"Sobre su piel borrosa,

cuando pasen más años y al final estemos,

quiero aplastar los labios invocando

la imagen de su cuerpo

y de todos los cuerpos que una vez amé

aunque fuese un instante, deshechos por el tiempo."

 

Recité susurrando, como acostumbraba a hacer cuando conocía a alguien, buscando qué poema asociaba en mi cabeza a aquella persona nueva en mi vida. Nasha me hacía pensar en el tiempo, en el tiempo como deformación, alteración, pero también en el tiempo como perfeccionamiento, como irremediable ingrediente de una vida que nos construye desde dentro y nos deteriora desde fuera. Olvidé la sed por un instante, concentrándome en esa marea de sensaciones. La humanidad, que yo había perdido hacía tanto tiempo, seguía siendo la cuestión más importante para mi cabeza.

 

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Editado por Sísifo

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Nasha Montpellier



Que descuidada había sido. Concentrada en el vampiro, había olvidado por completo a la joven pelirroja que no había tardado en huir, al verse libre del encantamiento del vampiro. Quedar a solas con él no había sido su plan, pero al menos Nasha sentía la seguridad de que él no la atacaría por el momento.


¿El por qué? era difícil ponerlo en palabras. Se trataba más de esos impulsos percibidos por el cuerpo, a los que ella prestaba atención porque era en los gestos antes que en lo que se decía donde se revelaban las verdaderas intenciones de las personas. Y Sísifo, nombre con el cual el misterioso sujeto se acababa de presentar ante ella parecía establecer una tregua entre ambos, a través de su mirada y su susurrante y melodiosa voz.


Sí te he conocido en el peor momento y no has resultado una decepción, esto solo puede mejorar ¿no lo crees?


Mantener el interés del vampiro en ella, de forma que la considerase más interesante de compañía que de presa, era su única posibilidad. Supo que estaba en buen camino cuando lo oyó recitar un hermoso poema, que evocaba lo efímero de la vida y la muerte, pero no pudo evitar en ese mismo instante sentir que las piernas se tornaban débiles para sostenerla, y los latidos de su corazón comenzaban a acelerarse.


Un vampiro arrogante era un problema, pero el que tenía delante, inmediatamente la remitió a la figura que había marcado las tardes de su adolescencia en Nueva Orleans, cuando tras los entrenamientos de la Mama Ashanti, en lugar de escapar hacia el Barrio Francés, con su colorido, música y bohemia, tomaba el camino hacia las antiguas plantaciones de algodón y azúcar, en busca de los ecos de los antepasados esclavizados en ellas, en busca de almas, y del vampiro que se decía que esperaba eternamente a la niña de rizados cabellos que había perdido: Louis de Pointe du Lac.


A Louis lo había conocido, paradójicamente, recién en Londres, al interior de las instalaciones de Talamasca. Se había prometido desde aquella visita mantenerse alejada de los vampiros, pero allí estaba ahora frente a uno cuya melancolía hacía que conectara con ella de una forma que normalmente evitaba.


El tiempo detenido para ti avanza para mí. Necesitarás comida tarde o temprano ¿deseas que te ayude a conseguirla?- no se atrevió a tocarle nuevamente y mantuvo la distancia que él mismo había marcado entre ambos- No eres el primer vampiro con el que trato, ni al que ayudo, y prometo no estorbarte esta vez. Tu solo indícame el camino y te seguiré.


En su pecho, un sentimiento parecido a la ternura comenzaba a instalarse, así que respiró hondo para apartarlo de su interior.


@Sísifo


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No podía evitar analizar a aquella chica. ¿Estaba intentando causarme una buena impresión porque realmente lo sentía así o simplemente para salvarse el pellejo? Era una persona extremadamente sensible y odiaba las falsas apariencias aunque fuesen por algo tan justificado como la supervivencia.

 

¿Quieres que me vaya? –Inquirí, exteriorizando mi inseguridad. Observé cómo la joven flaqueaba. Un temblor en sus piernas, la mirada estremecida, el pulso más rápido. Definitivamente no comprendía sus intenciones. Hice un ademán de ayudarla pero recordé que el contacto físico podría desencadenar una terrible reacción.

 

Se ofreció para ayudarme a buscar comida. Enarqué una ceja. Al principio parecía contraria a estas prácticas. Supongo que en el fondo lo era, pero no le quedaba más remedio. Se me contrajo el corazón haciendo memoria de lo que era latir.

 

Quédate aquí. –Ordené. No me apetecía que Nasha presenciara cómo perdía los estribos. Agudicé el oído y olfateé. La chica pelirroja no podía haberse ido muy lejos. Cuando hube localizado su rastro, corrí haciéndome una sombra por los callejones. La sorprendí por la espalda y ahogué su grito con mi mano antes de que pudiese alertar a nadie. Clavé los colmillos en la fina piel de su cuello, y un líquido caliente rebosó mis labios. Sentí cómo se aplacaba el ardor en mi interior. Intenté no desatender el ritmo de su corazón, y cuando supe que era demasiado lento para seguir, me despegué y presioné sobre la herida.

 

Lo siento. –Musité cerca de su oído. Al menos sabía que se recuperaría.

 

Regresé donde Nasha, esperando encontrarla allí. Podría haber huido. Hubiese sido lo más lógico.

 

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La noche había caido hacía varias horas sobre las calles del callejón. Algún que otro mago embriagado de deseo, o bebida recorría de cuando en cuando los sucios adoquines, como buscando el siguiente garito en el que ahogar sus preocupaciones. Las sombras de los edificios se proyectaban en el suelo dando la sensación de estar siendo seguidos constantemente por los propios pasos de aquel alma en vela que decidiese aventurarse a salir.

 

El alma de Evedhiel no estaba, irónicamente, en pena. Sin embargo se había aventurado a las calles del callejón como guiada por un impulso casi obsesivo.

 

Los anónimos habían comenzado algunas semanas atrás. Los esporádicos papeles garabateados con frases que pretendían captar la atención de la bruja habían sido fáciles de ignorar. Al menos hasta que estos decidieron convertirse en algo más que papeles en su ventana o escritorio.

 

La gota que colmó el vaso, fueron las letras pintadas con contenido dudoso sobre una de sus pizarras lectoras de rayos mágicos mientras sometía a un bebé a la cura semanal de sarampión de dragón. Estaban afectando su día a día. Y esto si que ofuscaba a la Yaxley. Además, la chica temía que de alguna manera MACUSA hubiese seguido su rastro hasta Ottery y el chantaje escalase a mayores. La última nota, sobre su escritorio había llamado más si cabia su atención:

 

-"Puedes ser curiosa como un gato deambulante en el Knocturn, o lamentar las consecuencias de las noticias del viernes en el profeta. Tu misma decides. Aunque recuerda bien los efectos de la curiosidad en una linda gatita"- La frase aparecía y desaparecía continuamente en el pergamino.

 

Evedhiel decidió caer en la trampa de aquella persona que deseaba con tanto anhelo captar su atención, y antes de que se lo pensase dos veces, sus botas negras de viaje tocaban suelo adoquinado.

 

Escuchó pasos cerca de ella, y una mujer de cabello rojizo se perdió entre las calles. Ella se agazapó sobre una pared, ajustando el broche plateado en forma de ciervo de su capa aterciopelada de viaje. Esperando.

 

Quizás fuese más fácil si supiese a que esperaba.

 

 

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No podía decirle abiertamente que solo quería salir de allí ¿o sí? Nasha evaluó unos momentos la situación sin decidirse que hacer o decir. Estaba bastante claro que aquel vampiro de rara sensibilidad no iba tomarse a bien las cosas si ella admitía que únicamente el interés de salvarse era lo que la motivaba.

 

Al menos eso habia sido al principio.

 

Ahora él volvía a sorprenderla con la decisión que acababa de tomar. Podía elegir huir o permanecer y esperarlo hasta que finalizara su cacería. Le estaba evitando tener que presenciar el acto que en primer lugar había interrumpido momentos antes, evitando convertirla en cómplice de ese acto al echarse tras el rastro de la pelirroja él sin su compañía, evitando finalmente...convertirla en su presa.

 

Lo peor de todo: Le estaba dando un voto de confianza y poniendo a prueba la suya. Y en otras circunstancias Nasha no hubiese tenido reparos en tomar la oportunidad y desaparecer sin rastro , pero esta vez permaneció. No le interesaba romper una relación que en lo sucesivo pudiera resultarle favorable y Sísifo, pese a su vampirismo, resultaba tan sorprendentemente humano que a ella le interesaba conocer más de él, encontrar la causa para ese particular comportamiento y sensibilidad.

 

Y con suerte cuando lo supiese, encontrar el modo para beneficiarse de ese conocimiento.

 

–No tardaste mucho, pero te hubiera esperado igual todo el tiempo que hiciese falta.

 

Por primera vez una sonrisa genuina asomó en su rostro, pues no mentía al decir eso aun cuando sus razones no fueran del todo "transparentes".

 

- Yo no le temo a los vampiros, excepto cuando estan hambrientos y puedo convertirme en su presa - confesó observándole de reojo y dejándose llevar por esa sensación de calidez que contraria a su razón emergía naturalmente al tenerlo frente a ella- de hecho crecí escuchando historias sobre ellos varias tardes en el patio de la casa de mi abuela en Nueva Orleáns. Claro que en todas siempre te advierten que...es un peligro acercárteles.

 

Si él había mostrado que no estaba dispuesto a dañarla ¿que riesgo había con tocarle? Con cuidado, como si fuera alguna clase de cristal frágil, Nasha pegó el oído en su pecho, a sabiendas que nada escucharía y después, guiada por aquel creciente deseo de conocerle más, levantó la mano y la yema de sus dedos se deslizó desde la frente hasta el mentón de él delineando su perfil.

 

–Realmente frío,el corazón yermo y sin embargo...–apartando su mano lo contempló directamente a los ojos- sientes.

 

@Sísifo

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La encontré allí, parada, esperándome. Su vestido blanco se mecía con la brisa al ritmo de su cabello. No podía negar que me alegraba de que no se hubiese marchado. Sonreí.

 

La verdad es que estaba seguro de que huirías. –Confesé, suspirando mientras me liberaba de mis miedos. Me situé frente a ella y le sostuve la mirada. Aquellos ojos como una nebulosa de vidrio castaño. La escuché atentamente. Ahora que la sed no me atormentaba podía disfrutar verdaderamente de su compañía, atender a sus movimientos, memorizarlos, empaparme de su presencia. Aquella joven me intrigaba, sobre todo porque no conseguía descifrar cuáles eran sus intenciones, sus deseos, qué se escondía tras su expresión. Estaba acostumbrado a anticiparme a los pensamientos de los demás, hasta tal punto de saber mejor que ellos mismos qué sentían sobre mí. Pero con Nasha era distinto. A veces estaba seguro de que jugaba conmigo y de que yo era la auténtica presa, otras un mínimo detalle en su expresión me hacía recapacitar y estaba seguro de que le atraía de alguna forma que ni ella comprendía.

 

Entones se acercó a mí, posó su cabeza en mi pecho como esperando encontrar los restos de un latido extinto hacía años. Por un momento yo creí que aquel órgano volvería a la vida de puro nervio. Su dedo cruzó mi perfil, rozando mi nariz, mis labios entreabiertos.

 

Siento tanto que creo que podría morir. –Musité, sellando los párpados, contrayéndome. Contemplé a aquella chica que se había cruzado en mi camino como una explosión en mitad del océano. Dejé caer mi mano en su mejilla. Su vida me traspasó en forma de pulsaciones y calor.

 

¿Quieres ir a otro sitio? –Me atreví a preguntar, rezando porque no sonase a una invitación demasiado indecente, sólo a lo que realmente era: una propuesta para hablar durante horas y conocernos fuera de aquellos callejones plagados de ratas.

 

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Decidida de una buena vez a conseguir más información del único hombre al que amó, Tauro entabló relaciones con personas no precisamente más poderosas que ella, pero que conocían sus debilidades y tenían algo que impediría que la Líder Mortífaga moviera su varita para arrebatarles sus vidas. No tanto por él... sino por la hija que había mandado lejos para que el odio y la venganza no le alcanzaran. Estaba arriesgando mucho, pero tenía que hacerlo.

 

Todos los encuentros ocurrían en lugares inhóspitos, retirados, de mala muerte, donde sólo los que guardaban terribles secretos o huían merodeaban y las calles del Callejón Knockturn reunía todos los requisitos. Lo malo es que la podrían reconocer, no porque supieran que era Mortífaga, sino que inevitablemente dada su posición habían ciertas cosas que sólo podía encontrar allí, además de ingredientes para sus pociones que sólo comercializaban en el mercado negro. Ese día más que nunca debía andarse con cuidado y esperaba que una simple capucha cubriendo su llamativa cabellera fuera suficiente para pasar desapercibida, después de todo la cita había sido inesperada, sin darle tiempo para prepararse mejor.

 

El olor hediondo del callejón traspasaba la gruesa tela de lana de la bufanda que cubría de la nariz hacia abajo el rostro de Tauro. Al doblar por una esquina el olor se intensificó, provocándole arcadas. Se detuvo para recuperarse, de no ser porque su piel era exageradamente blanca pareciera que acabara de ver un fantasma por la falta de color. Siguió avanzando hasta volver a cruzar y ahí en medio de la calle lo vio. Supo que era un él por su silueta y porque cuando se acercó a la única luz proveniente de la única lámpara apreció más su contextura.

 

A medida que se acercaba olía cada vez peor, ahí cayó en cuenta del que le provocaba esa sensación de asco era el demonio frente a ella, que se dio cuenta de lo que ocurría y soltó una risotada.

 

— No creí que vendrías.

 

De cerca, su olor era lo más agradable de él. De su cara saltaba un líquido viscoso negro que parecía hacerle daño y que al caer al suelo se evaporaba. Tauro guardó su distancia.

 

— Por supuesto. Tienes algo que necesito —. La bruja bajó la bufanda que cubría su boca, conservando la capucha.

 

— ¡Eres una est****a! ¡Jamás te daría información!. Tengo más miedo de lo que pueda hacerme él, que de ti. Quería ver cómo era tu lindo rostro antes de que mueras. Lo que hará contigo es nada comparado a lo que hizo conmigo —dijo enseñando más el rostro —. Mi imprudencia me costó esto, pero ha valido la pena —. Sus dientes conservaban trozos pequeños de carne de dudosa procedencia.

 

— Maldito —musitó —. Me has hecho perder el tiempo —. Tauro, aunque parecía calmada, por dentro la furia acumulada estaba a punto de estallar. Empuñó su varita, dispuesta a matarlo, pero antes necesitaba conseguir así fuera a la fuerza algo de información. Para su mala suerte el demonio se dio cuenta y salió huyendo en sentido contrario. Al pasar por su lado manchó su túnica del líquido negro de su rostro, dejando un hueco en el lugar donde había caído.

 

— ¡Maldito! —rugió furiosa, corriendo también detrás de él. El demonio era rápido y ella también, lo suficiente para mantenerle el paso. Cruzó la primera esquina, luego la segunda y en la tercera. Le estaba pisando los talones, pero en una calle con dos salidas tomó el camino de la izquierda, el equivocado y al pasar por un basurero divisó una figura agazapada sobre una pared. Debido a la poca luz que había era imposible discernir si se trataba del mismo demonio, pero en situaciones así Tauro sabía que era mejor atacar y luego preguntar.

 

— ¡Petrificus Totalus! —. No era el hechizo más fuerte dentro de su arsenal, pero sí el que menos llamaba la atención. Después de todo no quería hacerlo chillar todavía y tampoco se quería arriesgar de que la manchara nuevamente de esa sustancia negruzca —Lumos —. De la punta de su varita apareció un punto de luz, el cual acercó al rostro del susodicho, para darse cuenta de que no se trataba de él, sino de una mujer. Maldijo por lo bajo. Podía dejarla ahí, pero a esas alturas sabía que no valía la pena seguir en la persecución y quizás ella había visto algo.

 

— Finite Incantatem —. Susurró, revirtiendo el efecto de su hechizo anterior —. Lo lamento, te he confundido.

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Nasha entendía unas cuantas cosas sobre la naturaleza humana. Las justas para llevar su vida del modo que lo hacía. En cambio, desde el instante (temprano) en que se le había revelado la magia y la diversidad de seres que podían poblar la tierra aprender de ellos se le había hecho tan necesario, que de allí derivaba su fascinación con Talamasca, la organización que "vigilaba y siempre estaba presente" para documentar todo ese mundo paranormal sin intervenir en él.

 

El roce de Sísifo la sacudió levemente. Libre ya su espíritu del desasosiego producido por el hambre, era como si en ese leve cruce de palabras, toques y gestos él comenzara a mostrar lo que verdaderamente era, una esencia que la morena encontraba acaso más atrayente que la raza a la que pertenecía.

 

Sin pensárselo más asintió en silencio a la propuesta que él acababa de hacerle, dándole una larga mirada con aquellos grandes ojos que ahora poseían un inusual brillo y las pupilas dilatadas por causa del interés que tenía puesto en su interlocutor.

 

–Llévame a donde gustes, no haré preguntas al respecto. Pero..- dejó escapar una sonrisa al tiempo que tomaba la mano que él había dejado en su mejilla- deberás aceptar que luego yo te lleve a dónde quiero.

 

Cedería cuantas veces hiciera falta. Pero jamás sin obtener algo a cambio. A través de la mano de él que seguía sosteniendo con fuerza, sabía que también para el vampiro la situación parecía resultar novedosa en cierto sentido. Desconcertante, quizá hasta arriesgada.

 

- ¿Nos vamos entonces? - musitó, con aquel tono de voz sutil que invitaba a los otros a que imaginaran lo que mejor les parecía- mi tiempo no es eterno como el tuyo, poeta de calles oscuras y derrotero incierto.

 

@Oniria

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