Calles del Callejón Knockturn

[Martin N Roses]

Era más allá de las siete de la tarde y por la cercanía del invierno el cielo se encontraba oscurecido. El sol se había puesto hacía un buen rato y sólo las nubes un tanto irregulares y plomizas parecían dar muestra de vida en lo más alto del cielo. Para colmo, una brisa sumamente fresca soplaba sobre aquellas callejuelas empedradas que componían el callejón Diagon, dificultándoles el tránsito a los magos y brujas que optaban por pasearse por allí sobre el anochecer. Las vestimentas iban desde gruesas capas de viajes hasta coloridas túnicas, también gruesas, a resguardo del frío.

 

Entre la multitud que comenzaba a disminuir caminaba un mago de gran porte, cuya estatura superaba con creces el metro ochenta y su cabellera azabache resplandecía en parte por sus mechones platinos, que sobresalía por sobre los hombros del resto. Su mirada era perlada y se encontraba fija hacia adelante, caminaba con cierto aire de superioridad y no perdía tiempo en lo que pasaba a sus costados. Con aquella seguridad y a paso rápido, llegó a un estrecho callejón que no contaba con gran reputación.

 

Black irrumpió en el callejón Knockturn, donde la fama por lo tenebroso y lo prohibido estaba bien obtenida. Sinceramente, era todo un misterio qué hacía él en un sitio como aquel, pero sus misteriosos viajes lo habían dirigido hacia allí.

 

La gran diferencia con respecto al callejón que acababa de dejar detrás, comparado al Knockturn, no sólo era la cantidad de personas, cuyo número disminuía con creces en este último, sino también las vestimentas oscuras y el aspecto de secretismo que parecía dominar a todo el mundo. Black continuaba con su andar, mirando, ahora sí, hacia los costados, buscando el negocio que le habían recomendado. Su nombre, su nombre, ¿lo recordaba a ciencia cierta? El pequeño pergamino que lo había llevado a aquel lugar no estaba en las mejores condiciones, ni siquiera estaba seguro si no le habían engañado. Entonces…

 

—Disculpa, no te he visto, este lugar no es destacable por su iluminación. —Acababa de chocar contra algo, más bien, contra alguien y tras percatarse que era una figura femenina y un tanto menuda, se había detenido de inmediato. Asimismo, el contacto había sido mínimo o así lo sintió el mago de cabellos negros, cuya capa de viaje sumamente gruesa le había hecho perder sensibilidad.

[Maida Black Yaxley]

De todas las cosas que había planeado para aquel día, perderse en el Callejón Knocturn no era una de ellas, la menuda bruja apenas y se había dado cuenta de cuando sus pequeños pies comenzaron a perderse entre las capas grises y negras que abundaban en el lugar y que, francamente la hacían resaltar. De una manera que comenzaba a parecerse incómoda, tenía que dejar de usar esos tonos pasteles si quería pasar desapercibida. Pero no, ahí estaba ella, enfundada en una capa de viaje en tonos beige y escondiendo una túnica holgada en un tono verde menta, si, esa suave combinación entre el mar de grises que el callejón ofrecía.

 

Se detuvo unos segundos para ver si estaba yendo correctamente hacia Borgin & Bur...

 

— ¡Hey! —saltó derrepente y apartándose de un salto de un bulto negro que la había asustar.

 

Con cuidado se giró y se retiró la capucha que cubría parte de su rostro y sus cabellos, en parte para ver bien al personaje que casi le había atropellado, y en parte para relajarse un poco. A pesar de lo mínimo del contacto, ya podía sentir la sangre corriendo por sus venas mucho más rápido de lo habitual. Al parecer, sus problemas con los contacto no habían desaparecido como lo había pensado hace unos días.

 

Al liberarse de la parte superior de la prenda, se topó con un mago de cabello negro que jamás había visto, ni en Hogwarts, ni en la Mansión Riddle. Y aunque tenía razón en cuanto a la pobre iluminación del Callejón, no logró sacarle un gesto a Maida.

 

Ella seguía evaluando como podía contestar sin sonar demasiado torpe.

 

— No se preocupes señor, de hecho —añadió encogiéndose de hombros un segundo—, creo que he sido yo la que se detuvo antes de tiempo y convirtiéndome en una obstáculo para cualquiera que haya caminado con el mínimo de distracción.

 

Le dedicó una sonrisa a modo de disculpa.

 

— ¿Extraviado como yo?

 

@@martin N´ Roses

[Martin N Roses]

La sonrisa de la desconocida lo dejó un tanto sorprendido y consternado pero no tanto como su naturalidad para hablar con él.

 

—Extraviado no sería la palabra que utilizaría en este momento —respondió lentamente.

 

Contempló un instante, fugaz, el reloj de plata que llevaba en su muñeca izquierda. Las siete horas y quince minutos, con exactitud. ¿Cuál sería el momento a partir del cual los negocios de aquel oscuro callejón dieran por cerrado? El mago de cabellos negros desconocía la respuesta.

 

—Más bien diría, que no sé a qué sitio debo ir —se sinceró.

 

Las nubes que apenas lograban verse sobre sus cabezas, dada la estrechez de aquella callejuela de piedra, parecían encontrarse a punto de explotar. Black lo intuía, a aquel clima invernal pronto lo acompañaría una lluvia intensa, capaz de calar a cualquier persona hasta los huesos.

 

—Sin pretender escucharme como un entrometido, ¿qué hace una joven como usted a estas horas en un lugar como éste?

 

De cierta manera, por el rostro de aquella bruja desconocida, Black pensaba que no sería mucho mayor a su hija. Eso en parte le causó desconcierto, ¿se encontraba extraviada como le había dicho en realidad?

 

Las miradas de las pocas personalidades que deambulaban en el callejón Knockturn no parecían de fiar. Conocer la identidad de cada uno era tan enigmático como llegar a desvelar sus intenciones. Era por ello que la varita mágica del mago de altivo porte se encontraba a apenas unos centímetros de su mano derecha, resguardada en uno de los bolsillos delanteros de su capa de viaje de color negro. Lista para ser usada.

 

Avanzó un paso hacia la menuda bruja desconocida, para, un segundo después, elevar su mirada perla y contemplar su alrededor.

[Maida Black Yaxley]

Si alguien le hubiera dicho a Maida Ivashkov que disculparse con algo más que una ligera reverencia de rostro, la llevaría a una conversación, seguramente habría fingido un desmayo, salido corriendo o desaparecido en ese mismo instante. ¿Ya era tarde para el desmayo?

 

Obvio.

 

Una hilera de hormigas imaginarias comenzaron a subirle por los brazos justo al mismo tiempo que su cerebro intentaba retener la mayor cantidad de información de lo que ese mago decía y/o hacía. Sus ojos azules siguieron cuando él revisó su reloj, cuando le confesó que no estaba perdido e incluso cuando le preguntó cosas acerca de ella misma. ¿Qué hacía la ojiazul en un lugar como aquel? Una pregunta interesante sin duda, sin respuesta fácil aparente, aunque si la tuviera. Necesitaba encontrar algunos artículos para unas pociones, unos ítems que no vendían en Diagon y que seguramente ahí serían más sencillos de encontrar, por la cantidad adecuada de galeones, claro está.

 

Maida se sostuvo con una pierna bien derecha mientras que la otra la cruzó por detrás, quitándose a si misma unos cinco centímetros de estatura, y claro, restándole confianza. Pero ya habían pasado algunos minutos y si no le contestaba, parecería una tontuela más perdida en el mítico y peligroso Callejón Knocturn.

 

— Pues, lo que todos, o lo que la mayoría —intentó explicar—, busco algo que no logro conseguir en Diagon. Las clases en Hogwarts están muy complicadas.

 

Se apartó un paso, retrocediendo, dándose cuenta que no tenía espacio suficiente entre ellos para sentirse segura.

 

— Maida Ivashkov —dijo finalmente inclinando la cabeza hacia él.

 

La noche finalmente había caído sobre ellos, y aunque cerca a ellos hubieran brujas y magos de todas las formas y olores, si, olores, sintió que ella comenzaba a resaltar con esas tonalidades de pastel que llevaba en su ropaje. Tenía que comenzar a usar otro tipo de ropa si no pretendía llamar la atención.

 

— ¿Nuevo en Inglaterra? —aventuró a preguntar mientras echaba un vistazo por el rabillo del ojo, siempre vigilando.

 

@@martin N´ Roses

[Martin N Roses]

La confusión volvió a atravesar al mago de cabellos negros. ¿Acaso la desconocida era una estudiante de Hogwarts? No se lo había esperado y más extraño le resultaba que se encontrara sola allí, sin más compañía que su propia varita mágica, como imaginaba que llevaba.

 

Continuó en silencio hasta que la bruja se presentó. Definitivamente no conocía a la familia de la que era miembro.

 

—Martin Black —respondió entonces, a modo de presentación, realizando una leve reverencia por cortesía.

 

Black se mantuvo en silencio una vez más, contemplando el evidente contraste que realizaba la vestimenta de Maida, así había dicho llamarse, con todos los alrededores del Callejón Knockturn. Incluso, el propio mago, con la capa de viaje de color negro, sus cabellos o sus zapatos, parecía parte del entorno si alguien observaba a la bruja y centraba su atención en ella.

 

—No, no soy nuevo en Inglaterra… —La miró a los ojos, clavando su mirada gris en la joven—. Pero tengo acento galés, nací allí y hay cosas que a uno lo siguen toda la vida… Esa es una de ellas. —Su expresión no se transformó en una leve sonrisa siquiera, entre el frío y su no confianza con ella, no daba lugar a mucho más—. Como habrás deducido, mi hogar es el Castillo Black, aunque hace ya demasiado tiempo que no paso por allí.

 

No supo muy bien por qué había dicho lo último, ¿acaso estaba perdiendo el juicio? Él más que nadie sabía la importancia de ser reservado con cierta información, pero, ¿acaso una bruja menuda de aspecto sumamente joven podría ser otra persona de la que decía ser? Podría, pero Black había tomado el riesgo de creer que no.

 

—¿Tienes en mente el negocio al que debes ir? Puede resultar que por eso de la suerte y el azar sea el que deba ir yo.

[justo]

Me encanta pasear por el Callejon Knocturn. Me gusta pasear por sus vericuetos y callejuelas, por sus tranquilas placitas. Tras el bullicio del Callejon Diagon este es un remanso de paz. Y lo mejor es que tiene mas mala fama que otra cosa, porque, en realidad, es el lugar ideal para situar un local discreto.

 

Porque esa es otra, hay algunas sociedades mas bien discretas que tienen su sede en algunos lugares reconditos de aqui. No son entidades tenebrosas, simplemente no desean llamar la atencion. Yo conozco algunas, pero...no voy a decir cuales.

 

Ese es el encanto del lugar.

[Maida Black Yaxley]

Al oír la mención de su familia, Maida no pudo evitar que su cuerpo diera un respingo, una sensación de vigilancia le recorrió le cuerpo sin poder ella evitarlo, tenía ya demasiados conocidos en esa familia como para oírla sin tener algún tipo de reacción, nada negativo. Todo lo contrario, a pesar de lo accidentado de un par de reuniones, recordaba a los Black como magos bastante arraigados en tradiciones que ella misma seguía. Entonces, la reacción era contraria en significado a lo que aparentaba en primer lugar, conocer a un Black significaba que nada malo le ocurriría.

 

Esperaba no equivocarse.

 

— Así que de Gales —apuntó sonriéndole un poco antes de encoger los hombros—, lo lamento, contrario a muchas brujas de por aquí, los únicos países de Europa que conozco con claridad son Italia y Bulgaria, de Gran Bretaña, apenas unos sitios de Londres, como ves. Pero estoy segura que debe ser una tierra hermosa o algo así —añadió haciendo un mohín gracioso en el rostro.

 

Adelantó unos pasos, completamente segura de que el Black la seguiría o al menos no estaría demasiado lejos para aún oírla. El semblante del mago le sugería que por lo menos un par de quinquenios en años, le llevaba, aún así, había algo en esos ojos grises que le impedían distanciarse, además, siendo quién era y con el lugar de nacimiento, seguramente le serviría de guía para ubicar el traficante adecuado para las cosas que necesitaba.

 

— Y no, aún no he encontrado ningún lugar dónde pueda conseguir bazo de rata —comentó como si se tratara de hojas de margarita para una poción sencilla—, necesito tener a mano una poción para encoger lo antes posible, pero sin un par de esas cosas, será imposible.

 

Las clases, para no variar, habían tomado un rumbo que indicaba peligro, por lo que si volvían a meterla a un laberinto sin salida y encima de todo, la dejaban desprotegida, sería mejor usar la técnica muy antigua de esconderse hasta que todo asunto pase claramente. Era algo que había decidido nada más abandonar las Catacumbas de París. No iba a volver a sentir el mínimo nivel de miedo en manos de magos y brujas que parecían encontrar extraño placer en tenerlos al borde de la muerte.

 

— Aún no sé si voy a usarla para evitar mis profesores de Magia Avanzada o a mi contrincante en Duelo Avanzado —bromeó girando sobre sus propios talones y sintiendo la brisa golpear suavemente la piel de su rostro. Se topó nuevamente con esa mirada que parecía esconder algo más que simplemente años de experiencia—, ¿crees que sepas de algún lugar así?

 

@@martin N´ Roses

[justo]

Ya os he hablado de algunas sociedades, discretas, que hay en lugares reconditos de esta zona. Generalmente no cuento mucho de esas entidades porque no desean llamar la atencion, pero poca gente sabe que en una placita adyacente existen las sedes de dos famosisimas asociaciones, y en cuanto os lo diga os quedareis de una pieza.

 

La primera es La Mas Extraordinara Sociedad de Amigos de las Pociones. Curioso ¿no?. Yo pertenezco a ella, soy miembro numerario. La segunda es aun mas curiosa, La Federacion Internacional de Gobstones. No estoy en ella pero supongo que tendriais que saberlo.

[Martin N Roses]

Asintió y reanudando sus pasos, continuó escuchando lo que aquella joven de cabello oscuro, provocado por la penumbra, tenía para decirle.

 

—Así que en realidad no eres británica… —Mantuvo un aire pensativo que le duró un instante—. Es curioso, mi historia es curiosa, porque en realidad nací cerca de este país pero viví mucho tiempo fuera. Imagino que en tu caso, has vivido fuera, en Italia y Bulgaria…

 

Black pensó en aquel último país. Se trataba de uno con mucha tradición en cuanto al deporte de magos por excelencia, por eso, al imaginarse a la bruja con las túnicas coloridas de los búlgaros festejando por el quidditch, le resultó difícil evitar hacer una mueca un tanto extraña. En cuanto al deporte mágico, aquel mago de cabellos negros era más bien nacionalista.

 

—Verás, me gusta mucho el Quidditch, estuve vinculado un tiempo con el departamento de deportes mágicos de Gran Bretaña. —Recordaba sus diferentes tareas de oficina dentro del Ministerio de Magia, pero también su actividad como un buscador profesional en la segunda división del país.

 

Sin embargo, a Black le resultaban bastante extraños aquellos ingredientes que Maida decía necesitar. A ciencia cierta, ¿en Hogwarts estarían pidiendo aquellas cosas tan rebuscadas que el propio castillo no pudiese brindarles? No llegaba a comprender del todo.

 

Aun así decidió avanzar un nuevo tramo a su lado, mirando de vez en cuando al nuevo local que aparecía a su costado.

 

—No es que sea un fanático de este callejón. A decir verdad, he venido menos veces de las que puedes imaginarte —respondió por lo bajo.

 

Volvió a detenerse de pronto, al visualizar un cartel que le sonaba familiar. Había estado allí pero no era ese el sitio que buscaba. Pero…

 

—¿Estas segura que en Hogwarts no encontrarías ingredientes de una poción que allí mismo te pedirían? —En ese instante, Black se aproximó a la bruja cuya edad superaba con creces, pudiendo sentir su respiración. A su alrededor, las figuras encapuchadas parecían haber ido desapareciendo poco a poco o alojarse a varios metros de donde aquel par se encontraba.

 

La observó con detenimiento, como si de aquella manera, fuera capaz de detectar un atisbo de mentira.

[justo]

LLevo en mi poder los ingredientes para la Pocion que he comprado en la Botica, tambien el caldero de, segunda mano, que encontre a precio de ganga, lo he metido en mi mochila y heme aqui, internandome en las callejuelas del Callejon Knockturn.

 

Las callejuelas estan llenas de bulliciosos magos y brujas que no desean llamar la atencion. Conforme me interno mas y mas en la zona va disminuyendo la presencia humana hasta que, al fin, estoy solo.

 

Mi paso es rapido pero tranquilo, tuerzo a la derecha y entro en una placita, el sol otoñal me da en la cara, llego a una Casa discreta y toco un timbre.

 

La puerta se abre, sin ninun ruido, entro en el lugar....