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Calles del Callejón Knockturn


Cornelius Wind Haugthon
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Chasqueó la lengua no pudiendo estar más frustrado ¿había fracasado? No, habría perdido una batalla pero no la guerra. Tenía que matar a aquel tipo antes de que fuera demasiado tarde. No se inmutó al ver aquel panal de avispas y susurrando -Incendio -apuntándolas con la varita provocó que todas ellas se quemaran antes de que llegaran hacia él. No le iban a detener con eso.

 

Tomó aire, eso no iba a quedar así... apretó un puño con fuerza, si no completaba aquella misión no podría ver a Irony... literalmente no la iría a ver hasta que la terminara porque sabía lo que le esperaría sino, no solo una discusión como patán sino también que le mandaría de nuevo a hacer lo mismo y a eliminar a aquel hombre.

 

Saltó al suelo y miró hacia donde se dirigió la chica, pronto encontraría otro momento donde poder emboscarle y la próxima vez no iba a quedar con vida ni tener una salvación. Esperaba que se preparara pues en ese momento Nathan se iba a convertir en su sombra hasta poder matarlo. Sentía la ira correr por su sangre casi dominándolo al completo... por el momento sería mejor ir a tomar algo a un bar antes de que la ira matase a la cordura. Cuando saliera de San Mundo tendría todo el tiempo del mundo de ir a matarlo... por el momento sabía que allí sería imposible aparecer, no para ese propósito.

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Como si de una conexión se tratase, la imaginaba y podía sentirla; su piel tibia y temblorosa impregnada de su hipnotizante perfume. En mi cabeza podía recorrer cada centímetro de su cuerpo con las manos, una caricia tan suave que ella, como siempre distraída, olvidaría con el pasar de los años, contrario a mí que aquel recuerdo resurgía en mi cabeza con cada mujer que había poseído.

Cada día que pasaba cuestionaba con mayor fuerza la distancia que había puesto la bruja entre nosotros y ahora, desconociendo su paradero, su imagen perturbaba mi mente en todo momento. La había buscado por todo Europa, recorriendo Francia, Italia y Alemania como posibles lugares donde ilusa siempre se había sentido segura y desafortunadamente el resultado era el mismo, era como si hubiese desaparecido.

Frustrado y casi resignado recorría las calles de Londres cuando entre finas y casi escasas gotas de la lluvia su característica aroma llamó por completo mi atención, nuestras miradas se cruzaron y fue necesario tan solo eso para que mis sentimientos hacia ella renacieran. Cubierta casi en su totalidad su rostro reflejaba una atemorizante soledad.

Después de unos minutos siguiéndola advertí que Isabelle creyó perderme, la seguí con la mirada y hasta que tomo asiento en el piso no quise acercarme, su oculto rostro me intrigaba y aunque ya estaba a tan solo unos pasos de ella me sorprendió que en su estado consiguiera ponerse de pie.

-No es el lugar ni la hora para que una joven como tu este sola-

 

 

Finalmente había conseguido lo que quería, la sorpresa junto con el miedo en su mirada era algo a lo que jamás podría desacostumbrarme y aunque me dolió que lo intentara me apresure en tomar su mano para evitar una nueva persecución con la bruja. -Me parece que no podrás llegar muy lejos. Advertí tomando asiento a su lado sin soltar su diestra aprovechando la cercanía para rozar su rostro con mis dedos.

 

 

-Hola. Murmuré y sin su permiso cole mi mano entre su ondeado cabello antes de empujarla con cuidado contra mi rostro depositando un suave beso en sus labios.

Editado por Lex Malfoy

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  • 2 semanas más tarde...

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Todo había sucedido rápidamente y Nicolle tuvo que pararse, apoyando sus manos sobre sus rodillas, para poder respirar. Habían sido horas de gran tensión. Primero, habían abandonado esas mismas calles con Delacour al borde de la muerte por unos hechizos de una magia irreconocible. Luego, en San Mungo, el descubrimiento de un extraño veneno que ya se había contagiado a otro medimago y había provocado la cuarentena de la planta. Mientras todos se ponían de acuerdo y encima, más pacientes de la guerra llegaban, Nicolle no había podido quedarse tranquila y sus lágrimas habían estado corriendo a cada segundo. Para colmo, nadie la escuchaba.

 

Horas más tarde, ya habían logrado dar con el despertar del mago y todo parecía calmarse poco a poco, dejando que la cuarentena desapareciera. Nicolle aun así se había mantenido en vela, tanto, que finalmente el último día se quedó dormida con los brazos cruzados sobre la mesa de al lado de la cama del mago. Eso no fue el fin de los acontecimientos. Cuando Robert se levantó, luego salir del pequeño lapso de confusión se llenó de ira como cabía esperar. Nicolle se despertó de golpe e intentó tranquilizarle poco a poco y le incitó a que no se moviera pues había estado débil. Fue entonces cuando en ese momento pensó que se le había ocurrido su idea más brillante y rebelde.

 

Así que pues, tras acordarlo y tras relajarle una flor blanca, la inocente bruja salió en busca de Damian y tras encontrarle en el mismo lugar de siempre, con mucho esfuerzo, había logrado hacerle creer que Irony Loveless se encontraba internada de urgencia en el hospital, todo para atraer al chico a la Quinta Planta donde cierto francés le esperaba con ansias. Todo hubiera sido perfecto si no fuera porque el White y la propia Irony se habían enterado de ello ¿Cómo? No lo sabía, pero en menos de una hora se había desatado una batalla campal que había acabado con una planta destruida y cientos de autoridades rodeando la zona ¿Y ahora ellos? Al igual que seguramente los otros, huyendo sin parar, aunque sabían que al cabo de dos días sería tema olvidado y como mucho, solo sería nombrado en el Profeta.

 

Dominé se llevó las manos a la espalda para descontracturarse y miró a los lados atenta y se quedó tranquila a pesar de que estaban en un tétrico y oscuro lugar que aún encima amenazaba con llover: nadie parecía haberles seguido hasta allí. Con el cielo nublado, la castaña ojiceleste volteó la mirada para ver si el mago se encontraba bien pues, aun así tenía por debajo de la túnica los vendajes de las heridas que podían provocarle algún dolor en los músculos. La intrigaba pensar qué harían ahora, probablemente, planear una nueva táctica para intentar matar a los tres enemigos que tenían.

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El falso ministro veia los vendajes que le habian colocado, los veia pensativo y miraba a Nicolle al mismo tiempo, suspiro y miro hacia el horizonte...

 

-Vaya asquerosidad de hospital, ni en Francia hay tan mal trato, y muy poco presupuesto, por favor lo unico que se necesitaba era moco de gusarajo, baba de basilisco y pluma de fenix, algo que encuentras en cualquier lugar del mundo magico, no tienes que pensar mucho que se debe hacer en un caso como ese- dijo bufando.

 

El ministro se detuvo un momento, habia sentido que lo veian, lo curioso era que sentia que lo veia un muggle...

 

-Ok, esto es raro...siento que alguien nos mira, alguien no magico, pero...peligroso-Suspiro y agito la cabeza

 

-Deben ser cosas del brebaje que me dieron a tomar, no me hagas caso...-suspiro y miro a Nicolle- Bueno, ya necesitamos hacer otras cosas...en primera, deshacernos de los amigos de Damian..osea de Ironia y Nathan...Necesitamos un nuevo plan..¿Se te ocurre algo?- dijo volteando hacia la chica...

 

Miro hacia una esquina, aun sentia que alguien los veia, sin embargo se quedo callado, no queria preocupar a Nicolle, mas aparte no habia nadie en esa esquina...

 

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Tras correr a toda velocidad saliendo viva de la batalla del hospital, inevitablemente se había tenido que separar de sus compañeros pero sabía que tanto Nathan como Damian estaban bien. Tras perder de vista a los Aurores sin ser reconocida en el incidente, que era la mejor parte porque no pondría en peligro su historial, ni su familia ni su puesto en el Ministerio de Magia, se puso a pensar su siguiente movimiento. Estaba llena de ira por lo que había ocurrido, ese maldito bastardo se las iba a pagar, ya no solo eran por cosas de Damian, sino por también por motivos propios. Aún encima el día no parecía mejorar, la noche se había abierto pasos con un firmamento tapado de nubes.

 

Habiendo llegado al Caldero Chorreante sin quererlo, decidió entrar para poder ir al baño. Allí se mojó la cara para intentar tranquilizarse y se cambió la ropa. Sus vestimentas más anormales habían quedado sucias y un tanto desgarradas, por lo que optó ponerse uno de sus antiguos uniformes de soldado. Ni tanto, solo llevaba una camiseta negra normal muggle de tirantes, y luego si, unos pantalones de camuflaje junto con unas botas. Se había quitado las muñequeras para que pudiera circular mejor la sangre y simplemente se puso unos guantes negros sin dedos. En aquellos minutos de tranquilidad, tuvo tiempo para pensar. Era hora de la venganza.

 

Saliendo del Caldero Chorreante, comenzó a andar por el Callejón Diagon pensando en reunirse con Nathan, a quien seguramente encontraría frente al local de Dulces Tentaciones, punto de encuentro que se había hecho popular entre ellos, pero en su lugar divisó algo más interesante. A lo lejos había visto a la pareja huir rumbo a lo que conocía bien como las calles del difamado Callejón Nockturn. Sin pensarlo, decidió seguirles, y poco a poco comenzó a introducirse en los tétricos pasos. Tenía que ser muy disimulada porque aunque el mago era un humano tampoco era tan idi***. Cerró los ojos un momento y decidió poner en funcionamiento sus técnicas. Fue como si su respiración cambiara y todo rastro de esencia de Irony desapareciera.

 

Volviendo en sí, siguió corriendo y oculta tras una esquina escuchó sus voces. Parecían desorientados y no dispuestos a moverse de aquel rincón en un buen rato. Era la oportunidad perfecta. Apartándose de allí y notando que el Delacour comenzaba a sentirla, subió unas escaleras para llegar al techo de un local abandonado. Desde allí se asomó con cuidado pudiendo verlos con una gran diferencia de altura y llevó una mano a su bolso de cuero sacando instintivamente el arma. Era una pistola de plata, algo pesada pero con apariencia simple. No era de ella, se la había otorgado el White y era muy importante… Solo poseía una única bala, una bala de grueso calibre en oro. No era cualquier bala, era una bala endemoniada, maldita. Quien la recibiera, estaría condenado a una muerte eterna, siendo incapaz de resucitar o reencarnar para siempre.

 

Si, y a pesar de ser algo tan especial, la ojigris quería gastar aquella bala contra aquel mendigo de una buena vez, no quería verlo nunca más, ni en esa vida ni en ninguna otra, debía morir, dejar de existir hasta como recuerdo. Con milimétrica puntería apuntó al mago y cuando dejó de respirar y estuvo completamente preparada, lo hizo: disparó.

 

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Alzó la mirada al cielo para luego frotarse los brazos notando como algunas gotas de lluvia comenzaban a caer en su rostro mientras volvía a escuchar las quejas de su acompañante aunque más apaciguadas a como las habían sido en el hospital. Realmente no se atrevió a cuestionar ni nada, Nicolle también estaba un poco enfadada por que no la hubieran tenido en cuenta y además había pasado mucho miedo, por un instante había perdido la esperanza y había pensado que el mago iba a perder la vida. Esos momentos se repetían en su mente constantemente como si hubieran sido hace diez minutos.

 

Bajó la mirada al escuchar las preocupadas palabras de él y miró hacia la esquina donde él miraba no viendo a nadie. Sintió desconfianza pues no creía que fueran cosas de los medicamentos… Ella no sentía nada pero si Robert si era por algo. Mientras pensaba luego en lo que le había preguntado, comenzó a dar algunas vueltas para vigilar un poco el área. A primeras no veía a nadie, ni si quiera a las mujeres de vestidos escotados que siempre se podían encontrar al pie de alguna taberna o contra las farolas gastadas y apagadas, ni un alcahueta o vagabundo. Quizá, eso mismo era lo que le daba desconfianza al hombre, y era que todo parecía extrañamente tranquilo, como si se tratase del ojo de la tormenta.

 

―Bueno, los tres ya saben que vamos a por ellos, y en mí ya no confiarán. Quizá si capturamos a algún familiar importante de alguno de ellos… Recuerdo a la dueña del local ―murmuraba mientras pensaba.

 

Fue entonces que se le paró el corazón cuando vio una cabellera pelirosada en el techo de un viejo y abandonado local de antigüedades, y lo que era peor, apuntando un arma brillante hacia el mago. Tenía que evitarlo por todos los medios y sabía que si le gritaba simplemente Robert no llegaría a tiempo a evitarlo. Así que como si se le fuera el alma a ello, corrió a toda velocidad contra este y le empujó al suelo mientras se escuchaba el disparo. Sabía que él le gritaría por haberle empujado sin embargo… Había acabado ella también en el suelo y sentía debajo del pecho un dolor inimaginable que le quitaba el aire. Bajó la mirada con miedo y entonces vio la mancha de sangre en su ropa.

 

Sus ojos se aguaron no previendo que aquello fuera a pasar, pues pensaba que iba a ser mucho más rápida que eso, ya que se había dado cuenta antes y no estaba tan lejos… Pero la bala había viajado más rápida que un rayo y le había dado a Nicolle. Y si se le habían aguado los ojos no era por el dolor descomunal que sentía: sino más bien porque tendría que despedirse de la vida. Cayó de costado mientras en su rostro sintió también gotas más gruesas y numerosas de lluvia. Estaba completamente asustada, ¿para qué negarlo?

 

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Todo habia pasado demasiado rapido para que lo pudiese asimilar, al instante se vio en el piso rodeado de un charco de sangre, penso que era una de sus heridas pero al revisarse miro con horror que la que sangraba en esos momentos era Nicolle. El ministro ardia en rabia cosa que lo hizo quedarse en un dilema. O iba por la persona que habia hecho esto o iba por ayuda.

 

Se mordio el labio inferior sin saber que hacer, deposito a Nicolle en el suelo y empezo a hablar..

 

-No debiste hacer eso, es lo mas...-Esta vez el delacour se contuvo, no era momento para actuar cual si fuera una herida simple, sabia de una bruja que podia ayudar, una bruja que tenia mucha fama mundial y tenia todo lo que le pidieras..

 

-Vendre por ti, te curaran, no en el fastidioso San Mungo, pero tengo que ir por la persona que ha hecho esto....-se paro del piso lentamente y fue hacia el callejon, donde vio unas escaleras que dirigian a una azotea...

 

Apunto con la varita hacia la persona que estaba frente a ella, estaba de espaldas, pero el, tal como esa persona misteriosa no tendria compasion...

 

-No tengo idea quien eres, pero hiciste sufrir a Nicolle y eso jamas te lo perdonare,,,,

 

-Avada Kedavra- la varita del delacour, al terminar de decir el hechizo, reboto hacia uno de sus lados haciendo que el hechizo pasara al lado de la persona desconocida....miro hacia uno de los lados, era Damian...

 

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El muchacho apenas habia llegado a tiempo, viendo como casi una pesadilla se cumplia ante sus ojos...

 

-Tienes bastantes agallas para echarle una maldicion imperdonable,no perdon, fue el hechizo de muerte instantanea el que pensabas hacer a alguien que aprecio mucho...el muchacho se quedo viendo al que se hacia llamar ministro y palidecio...

 

-Tu no eres el min...no eres el.. -Delacour sonrio dejando ver sus blanquecinos dientes mientras tomaba la varita...

 

-Te diste cuenta...pero demasiado tarde dijo el Delacour y apunto hacia Damian...

 

-Te cazare cuando menos lo esperes Damian, Expelliarmus- La varita de Damian volo estando a un lado del precipicio del edificio..luego volteo hacia la muchacha que al parecer pensaba huir sin embargo no la dejaria ir..no esta vez...

 

-IMPERIUS- el hechizo hizo efecto rapidamente en Irony que gracias a la orden del Delacour se acercaba a el para darle un beso tipo las novelas...

 

-Lo siento Damian..tu no tendras final feliz..-levanto la varita hacia el muchacho...

 

-No te matare ahorita porque me gusta verte sufrir, sin embargo cuando veas sufrir a la chica que tanto quieres tal como ella lo hizo, veras como se siente y..bueno lo otro ya lo debes saber-dijo y junto con Irony hechizada se bajo del tejado... para ir rumbo a Nicolle...

 

-Cargala y lleva a Nicolle con sagitas...-dijo suspirando viendo hacia Nicolle...- ella ya esta de nuestro lado, no te preocupes....sanaras.-dijo Delacour mostrando una sonrisa que casi se podia notar como verdadera y sincera...

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Maldijo por lo bajo totalmente nerviosa al ver que la única bala asombrosamente había fallado. Al menos, podía consolarse de que no había ido a parar por ahí contra una pared, sino que había impactado de lleno con la francesa, y muy pronto su vida se apagaría como la llama de una vela. Se volteó reconociendo a Damian llegar, sin saber cómo la había encontrado. La pelirosada no le había llegado a contar de aquel plan de venganza pero esperaba que lo comprendiera… La ira que la rodeaba era muy grande. Pero sus ojos se abrieron al escuchar el hechizo que por poco había impactado en su compañero y luego reconoció las palabras del Delacour… Inmediatamente dio un paso adelante dejándose ver.

 

―¡Él no tiene nada que ver! ―exclamó con fiereza sacando su varita.

 

Sin embargo, o bien por la ira que rodeaba al mago, o por alguna otra extraña razón, el enemigo había actuado mucho más rápido que de costumbre, y en menos de cinco minutos la varita de Lawrence salía disparada e Irony comenzaba a ver todo borroso. Sintió su cuerpo dormido y su mente en otra parte… Había visto el odio en los ojos del supuesto ministro, ¿Por qué? Porque ella no se iba a tragar el cuento de que le importara la vida de la castaña, personas como él eran incapaces de sentir aprecio por nadie. Irony sabía que andaba deambulando, no estaba muerta pero tampoco se sentía dueña de sus actos. Poco a poco comenzó a poder distinguir las imágenes del callejón ¿Estaba andando sin su consentimiento?

 

Se vio cargando a la pronto fallecida jóven ojiazul y aunque quería soltarla y dejarla morir su cuerpo no respondía.

 

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Era un dolor incesante que poco a poco consumía su vida además de que podía notar la falta de sangre en su cuerpo. Pero no era nada comparado con otra clase de dolor espiritual que sentía… No quería morir, quería seguir viviendo a pesar de no recordar casi nada de ella misma. Aún tumbada, apenas lograba escuchar al mago y cerró los ojos un momento triste pensando en el grito que le iba a esperar pero este nunca llegó. Al volver a abrirlos las imágenes ya eran más difusas pero pudo ver con pavor como la pelirosada se acercaba a ella, cogiéndola. Escuchó a Robert hablar, y eso la sorprendió… Ya que pensaba que la dejaría a su suerte muriendo allí. Sonrió débilmente y finalmente sus ojos se cerraron dejando derramar las últimas lágrimas.

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  • 7 meses más tarde...

¡iBien!....algún día tenia que pasar. De tanto caminar de aquí para allá sin proponérselo siquiera, sus pasos le llevaron hasta un nuevo sitio igual de desconcertante.

 

Se podía notar que era como otro mundo, eso era muy excitante.

 

De a poco iba más a otros nuevos sitios su curiosidad como su aburrimiento lo habían conducido a este nuevo lugar.

 

No sabia que esperar o que podría hacer, pero las calles eran para seguirse o para marcharse y como por el momento no tenia más cosa que hacer, se aventuro a avanzar por entre aquellas calles.

 

Su vida transcurría en ese descubrimiento continuó de su nueva realidad: ser mago. Había mucho que desconocía y que esta en pleno camino de descubrimiento y ahí jugaba un papel importante su sed de conocimiento.

 

Era un poco difícil pero no imposible, llevaba consigo muy a la mano, aquella varita que le otorgaron el mismo día que le hablaron de esa realidad que ya había intuido; que el no era como aquellos seres con los que tuvo que lidiar durante su infancia: muggles.

 

Exhalo con profundidad mientras continuó un poco más su andar por ahí, al menos ahora tenia algo que antes no: libertad.

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  • 4 semanas más tarde...

Con cada paso que daba la castaña, sus zapatos de tacón hacían un sonido sordo en las adoquinadas calles del Callejón Diagón. En su mano izquierda varias fundas con compras danzaban al compás de su andar, que como siempre era elegante y con algo de altanería en el mismo. Su atuendo consistía en un vestido sin mangas en color azulado, sencillo, de escote redondo que le llegaba hasta arriba de la rodilla, con un cinturón en tono café a juego con un pequeño bolso de mano. En aquella ocasión no llevaba túnica alguna, lo cual no había sido muy inteligente de su parte, pues empezaba a soplar un viento gélido.

 

Si bien iba recorriendo con la mirada los ventanales de los innumerables y tan variados locales, la bruja sabía a la perfección que en ninguno de ellos encontraría los materiales que andaba buscando. En uno de los escaparates un llavero le llamó la atención, se trataba de un tigre en miniatura que rugía cada cierto tiempo. No pudo evitar pensar en Bastian, hace mucho tiempo que no sabía nada de él y al parecer su pequeña serpiente aún no había dado con su paradero. > —pensó la ojimiel— intentando recomponer la expresión de su rostro y así ocultar aquella mezcla de tristeza y preocupación que sentía.

 

Apartó la mirada de su reflejo en el cristal de la enorme ventana e ingresó en el interior de la tienda. Pasados unos minutos salió con una pequeña caja en cuyo interior estaban dos llaveros idénticos, habían costado más galeones de lo que se imaginó, pero eso no le importó demasiado, después de todo podía permitirse ciertos lujos. Guardó la caja en una de las bolsas, comprobó que aún le quedarán galeones suficientes para lo que aún le faltaba comprar y continuo su camino hacía el callejón Knockturn.

 

Sin importarle mucho si alguien la estaba observando o siguiendo, la Black Lestrange dejó las cálidas y seguras aceras del Diagón, adentrándose en un callejón tan oscuro que casi no podían verse las escaleras a sus pies, más ella las recorrió como si conociera de memoria aquel trayecto, y quizás, fuera así. A pesar de que ya no pertenecía a la Marca Tenebrosa su reputación en aquel lugar la precedía. Los acostumbrados magos y brujas de aspecto lamentable que solían acercarse a ofrecer sus productos, se alejaron y fingían no verla.

 

Ella por su parte estaba consciente de que desentonaba por completo con el lugar, su vestido a pesar de ser azul llamaba la atención, aunque la elegancia y belleza de la bruja eran aún más notorias. Una sonrisa imperceptible apareció en su rostro, como si estuviera haciendo una travesura o broma privada. Tan solo de imaginar la cara que pondría Bastian si la viera en aquel lugar paseándose por sus callejuelas, como si estuviera tentando a algún fenixiano u auror que estuviera de incógnito a que se acercara a ella. O quizá algún ex compañero de bando con quien conversar y pasar un buen rato en algún bar de mala muerte. Quizá solo estuviera aburrida y buscaba algo con que entretenerse, sin embargo, su rostro no reflejaba nada.

 

Se acercó a varios compradores e ingresó en varios locales, aunque en ninguno se demoró demasiado, lo único que iban aumentando eran las bolsas de compras. Poco a poco la noche fue cayendo en el callejón y ahora todo estaba sumido en las sombras, lo que le indicaba que era hora de volver al castillo, aunque esa idea no la sedujo en absoluto. Estaba cansada de la soledad de su habitación, de que las únicas charlas que tuviera fueran con sus elfos. Aunque no le gustaba admitirlo, extrañaba demasiado al peli blanco y cada vez le dolía aún más su lejanía.

 

—Maldición… ¿dónde demonios estás? — dijo en un susurro mientras reacia a volver a la soledad de su hogar, empezó a caminar de vuelta al bullicioso Diagón.

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Los últimos meses le habían sido muy pesados. La agencia lo apartó del mundo mágico puesto que necesitaban un hombre con sus habilidades (adoptar la apariencia de las diferentes razas de personas) para infiltrarse en las altas esferas turcas. La misión, como sus superiores predijeron, fracasó estrepitosamente luego de ser descubierto por un extraño tatuaje que comenzó a brillar en su cuerpo. Tuvo que huir. Las cosas se controlaron gracias a los magos de Turquía que no iban a aceptar que estaban siendo espiados por Mortífagos. La agencia, por suerte, no se vio comprometida.

 

—¿Qué haces tan sola en un lugar tan peligroso? —preguntó.

 

Apareció cerca de Valkyria con la intensión de causarle un susto. Seguramente ella notó que se acercaba, pues justo antes de aparecerse levantó el hechizo que lo mantenía oculto del todo el mundo. Él era capaz de saber en donde se encontraba su novia al igual que ella podía localizarlo con la misma facilidad. Estaban, de alguna forma, conectados.

 

Antes de que la conversación siquiera comenzara le lanzó una mirada con la que le pidió, más bien rogó, no llegara a preguntarle nada de la venda que cubría su marca tenebrosa. No estaba listo para contarle todo lo que sucedió, ni siquiera él asimilaba aún todo aquello.

 

 

 

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