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Calles del Callejón Knockturn


Cornelius Wind Haugthon
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May estaba totalmente confundida; por una parte deseaba estar con aquel chico el tiempo que pudieran estar y por otro, sabía que lo más sano sería evitar ese tipo de relación. Pero... ¿Cuándo había seguido al pie de la letra las reglas? Su mano descendió con lentitud y tomó su mano por un breve segundo hasta escuchar las razones por las cuales no se atendía la vista. ¡Sus padres!

 

-Pero Allen... Tu vista, no digo que sea un sentido sin el cual no puedes vivir pero ¿no extrañas ver el color del cielo o quizás ver a tu próxima mascota?... ¿No quieres ver...me? -acabó con un tono casi inaudible.

 

Deseaba que él cambiara de opinión, realmente quería que fuera por su propia voluntad por la que fueran al hospital pero sino... Ella jamás podría borrar de sus pensamientos que él la había visto actuar tan fría. Odiaba sentirse tan tonta y fuera de lugar. Se acercó un poco más a él y lo tomó de sus manos.

 

-Vamos al hospital, por favor -sus palabras podían sonar a ruego pero realmente le preocupaba.

 

Las siguientes frases que le siguieron a todas las acciones intentaron apaciguarla pero no siquiera aquella sonrisa arrebatadora lo consiguió. Al contrario, sólo la ponía un poco más tensa; sus palabras le dolían y cada vez se convencía más que odiaba que el último recuerdo que él tuviera de ella fueran tan horrible.

 

Sin meditarlo terminó con la distancia que los separaba; aquel momento era más que diferente al que habían tenido un par de días atrás. No sabía si él podía percibir que ella había acortado la distancia entre sus cuerpos, seguramente si, pues sus manos rozaban tanto el abrigo de él como la capa de la bruja.

 

A penas toco sus labios con los suyos cuando una lágrima resbaló por su mejilla. Se separó de inmediato, no podía permitir que Allen notará que ella lloraba por él. Soltó una de sus manos algo bruscamente para poder limpiar su rostro; suspiró pero sólo cuando estuca segura de que su voz era el adecuado dijo:

 

-No puedo obligarte a estar conmigo, ni siquiera a pedirte que me soportes... Pero si me necesitas siempre podrás contar conmigo.

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El pelinegro nuevamente se mantuvo en silencio, pero porque tenía un nudo en la garganta por lo que May dijo si es que acaso no quería volver a verla, la respuesta era obvia, Allen deseaba volver a ver aquella radiante sonrisa que ella tenía, su larga y hermosa cabellera, sus ojos que tenían una mirada tan dulce, casi angelical, pero, aquello no podía ser, pues de hacerlo sabía que sus padres serían capaces de asesinarlo y tirarlo al mar para que nunca más lo encontraran, ellos eran bastante extremistas y aquello no solo era su imaginación, pues ellos mismos se lo advirtieron. May le tomó de ambas manos, pero Allen solo pudo corresponder con la izquierda, pues con la derecha sujetaba su bastón.

 

Su sonrisa se mantuvo incluso cuando la chica terminó con la distancia entre ambos, Allen sabía que los separaban muy pocos centímetros, pues sentía un poco la respiración de la chica, la cual tuvo la iniciativa de aquel contacto, un beso tan cálido que le hizo olvidar a Allen por unos segundos el frio del lugar. El correspondió al corto beso, para sentir como ella se apartaba, incluso le soltó la mano con la que el sostenía su bastón, ella tardó un poco en hablar y su tono no era precisamente el más alegre, Allen solo sonrió apasible.

 

-May.-Empezó a hablar, gracias a que tomaba su mano, y escuchó su ultimo paso sabía su posición, conocía tambien su diferencia de alturas, así que ahora si pudo acertar su movimiento. Allen soltó su bastón, el cual quedó apoyado contra el, y colocó su mano derecha sobre la mejilla de la chica, buscando consolarla.-Yo no me siento obligado a nada, yo quiero estar contigo... Pero más importante que eso, yo quiero que seas feliz, tienes la sonrisa más bonita de todas, y cuando estas feliz, es como si todo estuviera bien, sin importar lo que pase alrededor. Y si te hace feliz estar conmigo, así como a mí me hace estando contigo... No sueltes mi mano entonces, que yo velare para que los dos seamos felices.-Expuso el joven sin perder aquel gesto de alegría en su boca.

 

-Extraño mucho poder ver, si, y de todo lo que has dicho lo que más extraño es verte sonreir... Pero esa es una desición que de momento no me pertenece. Mientras aprendere a estar así, y si es que me aceptas a estar junto a tí, el día que recupere la vista quiero que seas la primera persona que vea.-Explicó, tratando de contagiarle su animo a May.

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Allen había tomado completamente por sorpresa a la bruja cuando se acercó para consolarla, sin saber como reaccionar ella se quedó completamente estática sintiendo la caricia sobre su mejilla y sólo hasta que él habló salió de su trance. Colocó su mano libre sobre la del pelinegro y la mantuvo ahí hasta que él terminó de hablar. Las cosas se habían complicado, y no, a la vez; por una parte ella sabía que todo se haría más sencillo para ambos pues ella podría guardar para sí ciertas cosas pero, la realidad es que no estaba segura de que él fuera capaz de aguantar el silencio de ella. Además, pronto comenzaría la academia, aquello le permitiría conocer a otras mujeres, mujeres menos complicadas que ella.

 

—Tus padres no entienden que no te haremos daño... —murmuró más para sí que para él.

 

Lo miró fijamente. Era terrible que él no pudiera verla, seguramente se sentiría halagado de que lo mirara tan embobada. Ella estaba confundida, tenía que admitirlo pero también era cierto que lo quería demasiado y que siempre se le haría sumamente atractivo, bueno, quizás sin aquel abrigo blanco se vería mejor; pero aún así le gustaba demasiado. Casi podía escuchar a su hermana preguntar "¿por qué él?", la respuesta era sencilla pero no era la que Afrodita querría escuchar. Esbozó una sonrisa burlona, su hermana no había logrado deshacerse de los ataques de la orden, era obvio, siendo tantos contra una... Seguramente se escaparía de la prisión pero por ahora le vendría bien que su hermana estuviera encerrada.

 

—¿Quieres que vayamos a comer? —le preguntó cambiando radicalmente el tono y el tema. Si él quería estar con ella, estarían juntos por el tiempo que pudieran— Conozco un lugar bonito, ¿vamos?

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  • 4 meses más tarde...

Llegando a las Calles del Callejón Knockturn con una sonrisa en el rostro y con varita en mano, podía verse claro sus oscuras intenciones de causar el caos y el terror a los muggles o algún sangre sucia, en su mirar se notaba la frialdad demoniaca que observa todo a su alrededor, en ello nota algo inusual a lo que apunta con su varita y explota con malicia.

 

-¡Alto!- Pronuncio un auror, a lo que de inmediata lanza un rayo para así petrificarlo, al impactar el rayo, se acerca y le patea la cara, rompiendo de esta manera la nariz, por un segundo pensó en matarlo, pero no sería divertido, a lo que procedió en desvanecerse la ropa y hacer que perdiera la memoria.

 

-¡Bravo!- exclama un siniestro enano y aplaude, mientras que se acerca. –Es sin duda que las alimañas del ministerio merecen eso y mucho más…- A lo que el demonio actúa y apunta con su varita. –No es necesario, te aseguro que tus habilidades son aparecidas por él y no vale comentar su nombre, solo te sugiero que me sigas.

 

En eso se ríe y guarda la varita, envolviéndose en una niebla oscura y casi a punto de desaparecer, el enano le comenta. -¿Qué pasaría si puedo hacer que todo lo que deseas se pueda hacer realidad?- la niebla se comienza a desvanecer, pero no por completo. –Pero lo del auror, puede llamar la atención.- Le toma del hombro al enano y desaparecen ambos al instante.

 

****Una hora más tarde*****

La tormenta se había desatado y todo los negocios de Callejón Knockturn se encontraban cerrados, aunque no todos poseían las luces apagadas, ya que solo uno se observa salir en oportunidades varios destellos verdes, seguido de gritos perturbadores y era allí donde se lleva una reunión clandestina.

 

-¿Qué va a suceder con el ministerio?-

 

A lo que respondió una mujer refinada y algo frívola. –El ministerio no es problema, las artes oscuras dominan las mentes de las cabezas e incluso los corazones de los que dicen ser aurores, por ejemplo un joven auror desaparecio de la nada, por lo que ni el departamento de aurores será problema…

 

El demonio no contento con la respuesta, volvió a preguntar.

 

-Ya sé que ni la Orden o los otros son problemas, para nuestros fines y si colaboran no sería mala idea, por lo que será necesario conjurarla.

 

El enano interrumpió con desespero. –A ellos no lo involucremos, no todos los magos tenebrosos estamos de acuerdos con sus fines, pero si con sus medios para aniquilar a los asquerosos sangre sucia.

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John Doe - El Vigilante - D.



John Doe había amanecido una vez más buscando a los mortífagos que atacaban muggles en Hyde Park, sabía que debía encontrarlos, su compañera y esposa, Melany Park estaba a su lado, con las mismas ojeras que él. La pareja de aurores caminó lentamente hasta un callejón solitario para desaparecerse. Hacía mucho tiempo que ya eran más que compañeros, pero por ahora era un secreto entre ellos. Aunque ninguno de los dos creía que bajaran la guardia por cuidar al otro, pero en eso se equivocaban.



Aquella había sido una noche como cualquier otra, una vez más los magos de la máscara se les habían escabullido, aunque habían logrado salvar la vida de un par de muggles, debiendo luego borrarles sus recuerdos de lo ocurrido. John se detuvo a mitad de camino, habían escuchado el ruído de lo que podía ser una aparición.



--Quédate aquí Melany.



--No, vamos, sabes que no soy una niña --había protestado ella y así, se encaminaron ambos, cansados pero decididos hacia donde ahora se escuchaban voces y llantos.



De pronto todo se volvió un caos, allí estaba aquella pareja de muggles rodeados por unos cuatro o cinco mortífagos, Jonh y Melany intentaron rodearlos y sorprenderlos pero solo para encontrarse con que los rodeados y sorprendidos eran ellos. Los temerosos muggles no habían sido tales y en los arbustos y las sombras más mortífagos esperaban escondidos. Rayos verdes y rojos volaban por todos lados. Cuando todo acabó, las risas y el dolor invadían los oídos y el cuerpo de John. Desde el suelo, moribundo, vió el cuerpo de Melany; el mago enloqueció del dolor. A la par, escuchaba a uno de los chicos muggles que pedía que ahora le dieran su parte del pago: su magia.



Un avada kedavra fue lo único que logró, al igual que su compañero.



Los mortífagos dejaron allí los cuatro cuerpos, dando por muerto a John, el que enloqueció ante la traición de los muggles que querían magia y la muerte de su amada Melody. Meses después, repuesto en un hospital muggle, fingiendo amnesia, John decidió que los muggles tendrían la magia que querían. No iba a permitir que nadie más cayera engañado por los mortífagos; revelaría al mundo la existencia de los peligrosos magos oscuros y lograría que todos los muggles los ayudaran a ellos, los magos de la luz.



Y así fue como empezó aquella locura, el Estatuto del Secreto de la Magia estaba en peligro, John Doe había decidido revelar al mundo la existencia de magos buenos y malos para evitar que más ingenuos cayeran en la trampa de que podían tener su propia magia y fueran utilizados para hacer caer a ningún mago más.


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Catherine

 

La mujer mascullaba maldiciones arrebujada en la capa negra. La delgada túnica que vestía en aquel frío, era a causa del hecho de que, comparado con otros climas más crudos, Londres parecía un festival aun cubierto de nieve.

 

<<Esto elimina los rastros>> pensó para sí con pesadumbre.

 

En la mano, llevaba el pergamino que Richard le había entregado. No se había pasado por el departamento desde hacía mucho y la persona que más derecho tenía de quejarse era el propio Richard. Sin embargo, la noticia que le había dado la había preocupado. Después de todo, Melany y John Doe eran un par de aurores cualificados... y en cuanto a lo que John respectaba, pues Catherine había logrado averiguar también sus lazos para con la Orden del Fénix.

 

Se mordió la lengua un par de veces, distraídamente, mientras avanzaba sobre la nieve resbaladiza. Las calles lucían más desiertas de lo habitual, por lo que el silencio reinante en el Callejón Knockturn no la sorprendió; eso no impedía que se sintiera intranquila de todas formas. No muy lejos, Kiba hizo su aparición. En medio de la nieve, se veía como un par de ojos ambarinos y colmillos bastante feroces. Catherine sonrió y el lobo se aproximó más a ella.

 

¿Qué la había llevado aquel día al callejón ese de cualquier manera? Apenas una ínfima pista. Al parecer, aquel había sido el lugar que había visitado el par de aurores antes de partir de Londres.

 

Catherine observó con cautela a través de escaparates y ventanucos y por poco cae sentada sobre la nieve de pura concentración. Soltando una nueva tanda de maldiciones, recuperó el equilibrio y se paró en medio del callejón. Su respiración formaba nubecillas a su alrededor.

 

Un grito se escuchó, desgarrador, en medio del silencio.

 

Catherine corrió, ya sin importarle el hecho de caerse. Lo hizo, y se levantó sujetándose con las uñas largas como garras, a la gruesa capa de nieve. Apenas doblando un recodo, sintió como el vómito le subía a la garganta.

 

Delante suyo, tenía nieve rosa. Sí, nieve rosa circundando un charco de sangre, mientras el cuerpo totalmente distorsionado de un mago se encontraba enmarcado por la enorme sonrisa que le habían dibujado en la cara a punta de cuchillo o una maldición, no tenía forma de saberlo en esos instantes, abriéndole a partir de las comisuras de la boca.

 

Más nieve rosa a pocos pasos de distancia, rezaba: "Asesino de muggles".

 

Sin poder contenerse más, Catherine vomitó su desayuno allí mismo, se limpió con el dorso de la manga y movió la varita para desaparecer el desastre que había dejado su asco encima de la nieve.

Editado por Pandora Stark

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Demisit lacrimas dulcique adfatus amore est 

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Estaba terminando de cenar en uno de los restaurantes del callejón Diagón, cuando escucho de boca de un muchacho débil que entro al local pálido y jadeante; que algo extraño sucedía en el callejón Knockturn, no muy lejos de allí. La nívea pagó su cuenta y decidió que era su deber inspeccionar de aquel inesperado suceso, siendo miembro de la Orden ya estaba al tanto de la situación por la que la comunidad mágica estaba pasando y era su responsabilidad asegurarse de que no ocurría nada fuera de lo común. Agarró su abrigo purpura y partió rumbo a la entrada de aquella misteriosa y oscura calle.

 

El frió y la nieve aun no habían desaparecido, el camino estaba cubierto por completo de la blanca nevisca y aunque sus botas hasta la rodilla le dejaban caminar con mayor facilidad sus pasos se hundían unos centímetros llenandolas de escarcha fría. Luego de unos segundos, se vio alejada de las personas, por alguna razón todo el sector estaba desierto incluso los delincuentes que habituaban aquella oscuridad estaban ausentes. Sacudió su brazo para hacer descender su leal varita, la aferro en su puño derecho invocando un poco de luz para ver mejor o mas bien asegurarse de donde pisaba y de paso tener a la mano en caso de que tuviera defenderse de algo.

 

Siguió su camino sin vacilar, un escalofrió le recorrió la espalda, aquel lugar covertia aun mas gélido el invierno, sin embargo, no era eso lo que la coloco en alerta hasta que sintió el olor a sangre. Estaba por todo el lugar y cada vez se hacia mas intenso, apresuro el paso para hallarse con una sombra algo agachada en el suelo.

 

- ¡Identificate!- Le ordeno mientras le apuntaba con la varita, al tiempo en que su rostro se hacia visible por la luz de la misma y al instante la escena del horror aparecía tras ella. Rose retrocedió asqueada, el lobo de Catherine se había posicionado delante de ella de una manera ofensiva, sin embargo la nívea no podía pronunciar palabra. El cuerpo desgarrado del cadáver dejaba ver todo el mal que le habían hecho, ¿que ser cruel era responsable de tan abominable homicidio?

 

Se le escaparon las lagrimas por si solas, inhalo algo de aire pero el olor a sangre la mareaba a tal manera, cerró sus ojos para tranquilizarse no era el momento ni el lugar de perder la cordura. Volvió a aferrarse a su varita y habló con la mujer que se había adelantado a la escena.

 

-¿Has avisado... ya de esto?- dijo acercándose a la mujer esperando de que el animal protector la reconociera como miembro de la familia y no la atacase. Catherine parecía estar igual de impactada que ella, la chica batió su varita invocando su peculiar patronus con un mensaje especifico directo a la orden; la tortuga plateada partió de inmediato en busca de los miembros de la hermandad.

 

 

 

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Moisés Park

 

Llevaba largo rato caminando por las calles del callejón, el aire frío inundaba sus pulmones y salía de su cuerpo en forma de pequeñas nubes de vapor, las misma creaban asimétricas formas frente a sus enormes ojos verdes, escondidos tras unos pequeños cristales que se empañaban debido al calor de su aliento; realizaba como de costumbre sus rondas nocturnas, desde que formaba parte de la Orden del Fénix había decidido que la noche era lo suyo, cuidar a todo mago y bruja mientras estos dormían, además, a pesar de su problema de visión, por las noches parecía un felino agazapado entre las sombras, esperando encontrar al enemigo y acabar con él.

 

Descansaba su cuerpo en la fachada de un negocio cerrado, probablemente una florería, cuando todo se iluminó por esa luz tan hermosa ante los ojos de un Fenixiano, levantó la vista para encontrarse con un magnifico ejemplar de una tortuga, > pensó sonriendo, conocía a Rose desde tiempos atrás, pero dejando eso de lado, su llamado le preocupó, hacía tiempo que nada pasaba por esas calles, así que sin pensarlo dos veces oyó el mensaje y se dio a la carrera para encontrarse con sus compañeras. Poco más de media hora tardó el llegar, y la escena fue poco alentadora.

 

-- Moisés Park -- Se reportó, -- Tranquila Walker, baja esa varita -- agregó algo perturbado por la cantidad de sangre que había alrededor, era una escena poco grata de ver, ¿Quién haría semejante cosa?, repasó el cuerpo masacrado, era triste, irreconocible, -- Catherine -- saludó a la nueva adquisición de la Orden, poco la conocía, pero le caía bien, tenía fuerza y determinación, cosas que le hacían falta al bando, siempre que tenía el gusto de cruzarse con ella no comprendía como podía ser que a su prima le cayera tan mal. Dio unos pasos más hacia delante y observó el desastre, -- ¿Qué fue lo que ocurrió? -- preguntó casi en un hilo de voz, para ser hombre le faltaban agallas.

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Catherine

 

-Asesinado evidentemente -comentó Catherine con el estómago menos revuelto, recuperando el habla.

 

Silbando bajo, hizo que el lobo se detuviera antes de morder a cualquiera de los dos. El eco de las pisadas de Park, así como la proximidad de Rose lo habían alertado. El olor a sangre hacía que el animal se sintiera ansioso.

 

-La sangre aun exhalaba humo cuando llegué -dijo Stark repasando los confusos hechos agolpados en su cabeza- escuché... -reunió fuerzas para soltar la peor parte- escuché un grito, poco antes de llegar. Probablemente, aun estaba con vida -de pronto, se sentía vacía y gélida, sentimiento que nada tenía que ver con la temperatura-. Podría haber llegado a tiempo.

 

No dijo más. Tampoco era como si necesitaran que dijera algo más; suponía que entendían su frustración a la perfección.

 

-Era un mago -dijo observando su túnica e intentando recuperar la compostura-. Sacaré las fotos. Necesitamos funcionario ministeriales aquí.

 

Tomó las fotos con su cámara fotográfica muggle. Luego podría modificarla con poción, era lo que siempre hacía. Sin embargo, necesitaban un registro oficial de los hechos si querían averiguar algo. Por alguna razón, la desaparición de los aurores seguía dando vueltas en su cabeza. ¿Sería lo mejor acudir al cuartel? ¿O quizá era mejor acudir al escuadrón para la aplicación de la ley mágica?

 

-Park ¿fuiste testigo de alguna actividad extraña recientemente? -susurró de forma lúgubre.

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Moisés Park

 

Escuchó a Catherine sacar conclusiones, al parecer era la única que de momento tenía estómago para hablar en aquella situación, se incorporó lentamente, asentía con la cabeza mientras buscaba de forma nerviosa la cajetilla de cigarros en sus bolsillos, -- Míralo Cath, nada hubieses podido hacer. Todos estábamos cerca -- susurró acercándose a la mujer, aquel cuerpo estaba por completo irreconocible, podría haber sido una fracción de segudos lo que acabó con su vida, ni siquiera los propios Dioses hubiera podido hacer algo al respecto. Prendió un cigarro y le dio una calada.

 

La pregunta le sorprendió, al parecer Stark estaba al tanto de sus rondas nocturnas, por algo hacía alusión semejante, -- Llevo horas recorriendo las calles -- soltó, -- Ni una condenada alma se paseó frente a mis ojos, eso te lo aseguro -- nada se escapaba a sus instintos, era cierto lo que decía, peor había algo más, -- Pero hay algo .. No sabría como explicarlo, no hace más de una hora, todo pareció sumirse en un profundo silencio, y de repente, sentí frío, demasiado frío para esta época del año -- confesó, su contacto con la naturaleza era al 100%, sus compañeros de bando lo sabían, el trabajaba así.

 

-- ¿Deberíamos llamar al Ministerio ya? -- Preguntó, con las últimas palabras de la mujer en el aire.

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