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Confesionario de las Lamentaciones (MM B: 87865)


Reena Vladimir
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Sonreí con malicia... Siempre que Sol y yo nos juntábamos terminábamos en algún enredo: habitualmente era de faldas o de pantalones pero no siempre... a veces el enredo era escapar. Enganché el brazo con el de mi prima y acompase mi paso al de ella mientras dábamos una vuelta mas por los jardines y le señalaba la extensión del jardín:

 

-¡Oh si! Tengo un plan pero por ahora solo sonríe y demos un paseo, te muestro el lugar, paseamos por los jardines y por último hacemos una "petición" - dije recalcándole la palabra - a los Dioses en el altar... Portémonos como un par de damas decentes porque mi madre esta por las inmediaciones y hay que dejar que nos vea siendo un par de mujeres responsables. Ya después podemos irnos a algún bar o te puedo llevar a una casa de té a beber algo de sake y a bailarles a los mejores comensales... o podemos irnos de cacería. A ver que incauto cae esta vez...

 

Alce la vista oteando el aire a ver quien mas estaba por el lugar: había una leve fragancia a acebo y nieve, tenia un cierto parecido con el olor natural de Matt pero era diferente en su composición... algo mas maduro o terroso, fruncí un poco el ceño pero me olvidé de ello y sonreí:

 

-Pero todo depende de lo que quieras tu ¿Bebida, sexo, baile, apuestas? Tu solo pide

 

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Siempre seré tu hija... Reiven Grindewald te quiero // NiqQIUZ.gif

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  • 4 semanas más tarde...

Annabelle Isabella Rambaldi Di Sforza

 

Dentro del confesionario.

 

Suspiraba de cansancio. Llevaba largo rato, desde que se apareció en el callejón Diagón, cargando con la maldita maleta, que parecía que pesaba varias toneladas. Dedujo que sería por el hechizo extensor, en dónde se permitía guardar más cosas, de lo que realmente parecía en tamaño. Guardó su varita de cerezo dentro de la túnica blanca que llevaba, en un bolsillo oculto. En cuánto vio las formas del confesionario, respiró aliviada. Necesitaba un lugar de recogimiento y ese para ella, era el mejor de todos. Bueno, técnicamente hablando, era el único lugar en todo el callejón en dónde podía aliviar su alma...

 

Maldijo por lo bajo, al casi chocar con uno de los escalones por culpa de la vieja túnica que llevaba encima. La levantó con una mano, mientras tomaba nuevamente la varita he hizo flotar la maleta hasta colocarla cerca del interior y de la entrada. Sentía el frío otoñal en sus pies, al llevarlos solamente atados con las sandalias romanas que, frecuentemente usaba. Tendría que usar otro calzado, sino quería amanecer con un cubito de hielo "humano". Cuando se adentró al interior del lugar, fue recibida por un poco de oscuridad y frío. Tiritó... y suponía que, a la dueña, no le importaría que se encendieran las antorchas (?) que había en el interior, para darle un poco de calidez al pequeño confesionario...

 

Suspiró nuevamente y se sentó en uno de los bancos más próximos al acceso. Con otro movimiento de su varita de cerezo y las antorchas se "incendiaron" al menos, con su luz, no estaría dentro de una oscuridad permamente y que parecía que no había sido visitado durante mucho tiempo... En ese lugar, se encontraba por decirlo de alguna forma, en paz. Lo necesitaba, después de su larga ausencia... Si hasta no pudo asistir a la boda de su hermana, según le habían informado de todos los hechos, maldijo por lo bajo por no acudir en su ayuda. El cuidado de sus dragones y de la Orden de la que era Suma Sacerdotisa, la habían mantenido lejos del lugar en el que consideraba su hogar, pero ahora, estaba ahí para ver si encontraba un poco de paz antes de volver de nuevo a reencontrarse con su otra hermana.

Editado por Helike Rambaldi Vladimir
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  • 3 semanas más tarde...

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Su risa. Su olor. Las respiraciones agitadas y el calor de su cuerpo junto al mío, tan agradable en contraste con la fría piedra del altar, bajo aquel tapete ceremonial...Aun nos provocaba la misma risa que a un par de críos, y es que aquel acto tan sincero que había sucedido entre ambos en el mismo altar, podría ser visto como algo tan...provocativo...casi como olvidar la calidad de lugar sagrado de aquel lugar.

 

Levitaba ante el árbol de la parte de atrás del confesionario. No era un Arciano, pero desde aquel día, lo llamaría el Árbol de las Luces. Hacía...cuanto...cerca de cuatro meses de aquel encuentro, de aquellas luces que habían servido de ancla para traerme del más allá como un ser humano, por un muy breve período de tiempo.

 

No era un árbol corazón, pero para el caso, podría servir. Por eso levitaba allá, entre recuerdos, ya que era la primera vez qeu regresaba desde nuestro encuentro. Estaría Sagitas por alli? Habría alguien en el confesionario? Como fantasma pocas cosas me impedirían el paso a ningún sitio, y tampoco me importaban las horas, y a diferencia del chico, no poseía su habilidad para sentir a las personas, excepto mi unión con su madre, asi que poco podía decir, si es que me encontraba alli acompañado de alguien más.

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  • 3 semanas más tarde...

Annabelle Isabella Rambaldi Di Sforza

 

Dentro del confesionario

 

A pesar de que Annabelle había encendido las antorchas aún sentía cierto frío. Pero a pesar de la humedad que parecía contener el confesionario, sintió que bien podía ser debido a otra causa. Miró alrededor y no vio nada en especial. Todo estaba tal y cómo lo veía de la última vez que estuvo en ese lugar. Chasqueó la lengua, fastidiada. Debía sacar algo más antes de congelarse definitivamente. Pero algo le decía que, seguramente un fantasma estuviese ahí dentro... Sentía esa energía especial que ellos emanaban.

 

Quizá debía de reunir el suficiente valor para acceder a la cripta más oscura de ese lugar. Sabía que, por su abuela, había estado ahí de "visita" temporal y se había refugiado en ese lugar de calma y paz que le proporcionaba ese complejo marmóreo. Pero tampoco quería moverse. Así que, sacó una vieja capa de algodón y se la puso por encima de la túnica y eso le dio cierta calidez. Siguió susurrando unas oraciones a la diosa a la que tanto veneraba y le gustaba. Quizás llamase a su hermana, pero no tenía intención alguna de tener una batalla dialéctica, cómo siempre tenían, cada vez que se encontraban...

 

Volvió a presentir ese aura fantasmal, aunque invisible, le daba la sensación de que alguien más, estaba con ella. ¿Quién sería? No tenía ni la menor idea...

 

- ¿Hay alguien ahí? - su voz resonó en eco en las paredes del confesionario. Sabía que, de aparecerse alguien tendría que ser alguien en forma etérea.

 

- No voy a hacerte daño, mi magia es de luz y sanación - volvió a decir con voz fuerte.

 

@@Matt Blackner

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  • 1 mes más tarde...

Hacía frío fuera del confesionario.

 

Alargué la mano y rocé con la punta de los dedos las piedras del dintel de la puerta. Había espiritualidad en aquella entrada. Se me erizó la piel aunque no puedo decir si fue por el frío o por lo que sentía, lo que recordaba, lo que anhelaba... Habían pasado varios meses desde aquella boda y aún recordaba aquel paso previo en el que había podido disfrutar de mi marido. Aquella boda sería recordaba por muchos, por todo lo sucedido, una serie de acontecimientos insospechados que acabaron de una forma dramática pero casados, al fin y al cabo. Yo tenía recuerdos buenos y malos. En realidad, tenía un recuerdo bueno y muchos malísimos pero todo es importante para hacernos reflexionar sobre la vida misma, sobre la levedad del ser en esta franja de existencia... Mi mejor recuerdo era poder gozar, una vez más, de mi marido.

 

Decidí entrar, entonces, ya que tenía secretos no tan secretos que confesar a la Diosa Madre, la Diosa Naturaleza, que haría que se sonrojara en su seno. No, no estaba orgullosa de ciertas acciones mías, aunque eran muy justificables... Levanté la barbilla, orgullosa. Sí, mi orgullo herido me obligaba a una naturaleza que creía olvidada hace tiempo... Después la bajé y me entraron ganas de llorar. Llevaba mucho tiempo bailando entre la ira y el dolor y aún no había podido desahogarme. Con Jack había hablado mucho, al fin y al cabo un marido sirve para apoyarte en él. Pero ni aún así había contado todo lo que sentía mi corazón y mi alma, eso que pesaba tanto que parecía arrastrar una mochila de piedras dentro.

 

Entré, sí, para notar que había alguien dentro. Avancé despacio y los vi. Mi marido, silencioso, miraba por encima de su cabeza a la abuela de la mujer de su hijo...

 

-- ¿Jack? ¿Qué haces aquí? -- le pregunté, sonrojándome y respingando con el recuerdo demasiado caluroso de un pasado inmediato sobre aquel altar que ahora estaba cubierto por un mantelito rojo y unos cirios encendidos.

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  • 4 semanas más tarde...

¿abuela? ¡Es hermana, Sagis! jajaja

 

On:

 

Annabelle Isabella Rambaldi Di Sforza

 

Dentro del confesionario, en el altar.

 

Dio un respingo y todo lo que llevaba al altar cayó con algo de estruendo en la fría piedra. Cogió rápidamente la varita y estuvo a punto de lanzar un hechizo si no fuese que enseguida se dio cuenta de quién era...

 

- ¡Sagitas! - le dijo con alegría - ¡cuánto tiempo sin verte! - y en ésta ocasión en vez de apuntar a ella, recogió con magia todo lo que había por el suelo - lamento dejar ésto echo un asco... ahora lo recogo - le dijo apresurada y un poco sonrojada.

 

- Pensaba que había alguien más, un fantasma, pero supuse que era una apreciación errónea... ¿a quién llama? -preguntó con curiosidad - que yo sepa, estoy yo sola, bueno, ahora está usted aquí -preguntó Annabelle con curiosidad. ¿Al final, sería realmente el fantasma que había sentido? - Yo, espero no importunarla, si quiere hablar con quien sea... puedo dejar ésto bien arreglado para usted. Estaba terminando de hacer mis propias oraciones - bueno, si es que, cuando empezaba a hablar no se callaba ni debajo del agua en eso sí que se diferenciaba de Heli que era mucho más parca (o eso creía pensar).

 

Con un par de toques de varita enseguida acicaló el altar de piedra que recién estaba limpio.

 

- si quiere, puedo esperarla fuera... No sé si he traído algo de comer. Podemos merendar en los exteriores, hace un buen día. La verdad, necesito charlar con alguien que no sea tema de dragones -rió por lo bajo, mientras esperaba la contestación de la pelivioleta.

 

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@@Matt Blackner

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¡Leñes! Pues a quien me preguntó, no sé si Hayame o Xell, le dije abuela, jajajaja...

 

ON:

 

El ruido que hizo la mujer me hizo pegar un salto y grité del susto. No es propio de mí asustarme así pero la hermana de Heliké había dejado caer varios objetos del altar. Me puse la mano en el pecho y solté el aire de los pulmones con fuerza, como limpiando mis células internas de la bilirrubina que me había recorrido todo el cuerpo.

 

-- ¡Dioses! ¡Qué susto, Señorita Rambaldi!

 

Aún esperé un poco a recuperar el resuello antes de contestar su alud de preguntas. Sonreí al aire, sabiendo que ella no veía a mi marido Jack.

 

-- Sí... No estaba sola. Mi marido estaba con usted, supongo que atraído por la fuerza espiritual de este lugar. -- Sonreí. Lo que le atraía a mi marido fue la escena de amor que mantuvimos el día de la boda de Matt y Heliké. Intenté mantenerme impasible a aquel agradable y placentero recuerdo que, tal vez, no debiera haber sido encima del altar. -- Supongo que le dio algo de miedo materializarse ante una desconocida.

 

Le ayudé a recoger lo que se había dispersado por el suelo del Confesionario mientras escuchaba su ofrecimiento a salir fuera. Asentí.

 

-- Aquí siempre hay obleas de miel y zumos naturales. Reena insiste en que haya siempre algo que ofrecer a los visitantes que busquen refugio en este lugar. Podemos charlar de animalitos menos peligrosos que los dragones. ¿Le gustan los basiliscos? Tengo uno.

 

Miré hacia Jack y le guiñé el ojo. Siempre amaba verle pero ahora tocaba ser amable y dejar los toqueteos para luego.

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- perdón, perdón, no quería asustarla - le dijo apresurada mientras guardaba la varita nuevamente, dentro de su traje blanco impoluto. Al menos ahora, después de recoger todo ese estropicio, se sentía mucho más tranquila. Que no dijeran que era una guarra por dejar todo echo un asco. Lo último que necesitaba era que la sacerdotisa Reena, le echara la bronca.


- Es de lo más lógico - le comentó con una sonrisa al escuchar sus explicaciones - y es raro, porque todo el mundo me confunde con mi hermana. En parte, puedo entenderlo, pero como sabrá bien somos bien diferentes - y soltó una carcajada que resonó en los muros del ¿pequeño? confesionario.


- pero ya le digo, si quiere estar a solas con él... no tengo problema - hizo un ademán con la mano, para restarle importancia al asunto - además, ya he acabado, como le dije antes.


Y aún así, mientras era ayudada por la suegra de su hermana, se sentía en paz con ella. Suponía que era de lo más normal entre sacerdotisas. Con tanto dragón y tanto revuelo en el norte lo que necesitaba ahora era paz, por eso había vuelto al confesionario. Era uno de los lugares que más le gustaban de ese concurrido callejón Diagón.


- ¿Basiliscos? -preguntó asombrada - ¡Prefiero los dragones! Al menos los segundos no te dejan petrificados... brrr, no, en la reserva en la que trabajo, tenemos de casi todas las especies, es cómo una especie de reserva natural... ¿qué le parecería al ministerio si abriese un santuario para éste tipo de animales? -preguntó, dudosa. Aunque estaba segura de que, a su hermana, le daba algo si se enteraba.


- Bien, pues, usted cógalos señora Sagitas, y vamos hasta afuera. Así tomamos un poco de sol -le dijo con una sonrisa a la sacerdotisa Potter Black.


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  • 4 semanas más tarde...

La hermana de Heliké seguía insistiendo en que la perdonara por el susto. Tras el momento inicial, ciertamente me había asustado antes, ahora me lo tomaba a broma.

 

-- Es imposible que la confunda con su hermana. Usted es más educada, se nota a la legua. Heliké es... Heliké... No la juzgo, supongo que bastantes problemas habrá tenido en su vida para ser como es pero... A veces me sorprende que conozca a gente tan increíble como ese Lazarus u otros personajes que dan... miedo...

 

Sí, por fin confesaba que temía a esa gente con la que ella se había codeado alguna vez.

 

-- Espero que estar con Matt le haga más asequible. A veces me cuesta mucho conectar con ella. No es todo culpa suya, las dos somos de carácter fuerte. Mejor salimos fuera y seguimos hablando.

 

Tomé viandas, las que pude, y las puse en una cestita que encontré en una de las estanterías, seguro que para llevar flores o velas. Caminamos en silencio, respetando cada una los pensamientos de la otra, hasta que llegamos al árbol donde, una vez, Jack y yo hicimos un ancla para llegar al mundo de los muertos. Sonreí al recordar como celebramos que todo había salido bien. Fue justo el día de antes de la boda de los chicos.

 

-- ¿Le parece bien este árbol? Tiene mucha historia secreta y es un punto energético de este lugar, aunque el templo o el mismo confesionario también lo son.

 

Moví la varita para que un mantelito de cuadros rojos y blancos se extendiera a sus pies y me arrodillé, para depositar la fruta y el pan encima.

 

-- No creo que le dejaran tener una reserva de animales que rivalizara con la oficial, la Newt Scamander. Pero siempre se puede intentar. Para mí, el Circo es como una mini-reserva en la que tengo de todo. Estoy de acuerdo que los dragones son alucinantes pero reconozco que no sabría elegir entre los animales que hay allá. El negocio no funciona bien como espectácul0, la verdad, pero no lo cambiaría por nada. Amo demasiado los animales así que muchas veces ni los uso en las pistas y me paso horas dándoles de comer y cepillándolos. A los que se dejan, claro... ¿Y usted, tiene alguna mascota que le siga? Yo tengo una rana...

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Annabelle Isabella Rambaldi Di Sforza

 

- jajajaja - Annabelle rió con fuerza al escuchar hablar a Sagitas de su hermana. Hizo un gesto comprensivo y volvió a sonreír- sí, la entiendo perfectamente, señora Potter... en el pasado yo y ella chocábamos mucho, nuestra abuela Eyra, tenía que separarnos con escobazos para no dejarnos llevar por las varitas jajaja - rió nuevamente con ganas - pero eso, por supuesto, no quita de que la quiera, no deja de ser mi hermana y tiene razón... cuando me fui informando de sus... viajes - dudo un momento antes de seguir - sentí cierto terror por ella. Es un poco impulsiva, más que yo, y a veces parece que disfruta saltandose la ley como le viene en gana...

 

- gracias por el cumplido... pero, si le soy sincera; me crié en un lugar en dónde la educación estaba por encima de todo. En la vieja Italia eso era lo más primordial, sobre todo en las clases más altas y por supuesto los vampiros no se quedaban atrás - sonrió con amabilidad - y en comparación con mi hermana, yo también tengo unos gustos un tanto... peculiares -sonrió de lado- y aunque nos parezcamos hay cosas que siempre nos diferencian. Aunque seamos mellizas...

 

- claro que sí - asintió con la cabeza y le ayudó con lo que pudo - déjeme echarle una mano - ella también cogió varias cosas y salieron al exterior. Tuvo que poner una mano delante de los ojos a modo de pantalla, el sol daba de lleno y la había deslumbrado por completo - argg, prefiero el invierno, de verdad - protestó por lo bajo - y, en cuánto a la boda... no pude asistir porque tenía ciertos asuntos pendientes. Ya me enteré de lo que pasó. Lástima, se iba a enterar esa mala bruja de lo que es tener una varita de cerezo, se iba a tragar todas esas estupideces por la boca - comentó rechinando los dientes- y es más... yo creo que sí ha mejorado, aunque su carácter sea fuerte... yo creo que puede aplacarse y más ahora, con el embarazo... ¿cómo lo lleva? -le preguntó con curiosidad- no me sorprendería que ahora, por las hormonas, estuviese más insoportable que de costumbre jajajaja -rió con ganas al decir ese comentario...

 

- Y sobre lo que comenta de ese tal Lázarus, si quiere, yo puedo echarle una mano con eso. No sé si una sacerdotisa puede hacer mucho, pero puedo intentarlo - le dijo con una amable sonrisa.

 

-claro que sí -asintió con la cabeza- un lugar fresco y siendo tan mágico como dice, seguro que es un buen lugar para descansar y disfrutar de ésta maravillosa naturaleza -sonrió - no hay muchos lugares por aquí y se agradece tener algo de ésto... En Escocia el paisaje es impresionante y más dónde están la reserva de los dragones - y parecía que no se daba callado - perdón...

 

Escuchó atentamente sus palabras y frunció el ceño:

 

- Vaya, así que, lo considerarían una competencia. Pues yo tengo entendido que la viceministra tiene algo parecido. Una especie de reserva natural en dónde acoge a muchos Aethonans... ¿cierto? -preguntó dudosa- lo mío sería más de dragones. Y además, no sería para enfrentarme a lo oficial sino a una especie de cooperación mutua si se le puede llamar así. Ambos compartirían infromación y además, mis sacerdotes y compañeros magos me ayudarían a proteger el lugar. Además que, al Ministerio no le costaría ni un galeón. Nosotros mismos nos encargamos de su manuntención y de la vigilancia en general - elevó sus hombros.

 

- ¿Mascotas? No especialmente - susurró mientras cogía un tentempié y se sentaba al lado de Sagitas en el mantel de cuadros que había invocado - ya le digo que, el cuidado de esos fieros animales ocupa la mayor parte de mi tiempo y bueno... no tendría posibilidad de cuidar a uno siquiera -comentó con cierta tristeza...

 

- Pero, si prefiere ir a verlos, puedo llevarla allá, es sacerdotisa y sabe bien que, el poder del fuego aunado con la espiritualidad es uno de los mayores poderes -sonrió, guiñándole un ojo a la suegra de Heli.

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