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Confesionario de las Lamentaciones (MM B: 87865)


Reena Vladimir
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Perdóname padre, he pecado;

lastimé a personas inocentes,

entregué mi cuerpo a cambio de poder,

traicioné el honor y la lealtad de mi familia,

y en toda esa oscuridad, me perdí a mi misma.

Perdóname padre, he pecado.

 

 

20 de Mayo | Devuelta a Inglaterra.

 

Aparecí en medio de los árboles con la varita bien presionada entre mis dedos frágiles, mi anatomía permanecía cubierta por el manto azabache que me despidió de las fortalezas del Castillo Oscuro, y aún cuando supiese me encontraba segura, el temor a ser encerrada nuevamente cual prisionera me aterraba. Observé atentamente a mi alrededor, la tarde traía consigo una calidez que hace mucho no experimentaba; mis pulmones se llenaron de ese aire fresco, mis oídos de la dulce melodía de las aves y mi piel, del calor que emanaba tiernamente de los tímidos rayos de sol.

 

Caminé lentamente mientras agarraba los pliegues de la capucha que ocultaba mi rostro, y en cuanto me quité esa incómoda "máscara", dejé escapar todo el aire que venía acumulando en ese corto y al mismo tiempo largo viaje.

 

Me sentía inmersa en un mundo completamente surreal; poco a poco había recuperado las piezas que había duramente perdido tiempo atrás, sin embargo, aún no me sentía yo misma, como si de alguna forma hubiese extraviado algo mucho más profundo. Traicioné a mi familia e intenté matar con garras y dientes, a las personas que suponía más me importaban. No tenía coraje para verlos a los ojos, ni la fuerza para enfrentar al mundo que osó devorarme con su poder. No tenía la valentía de ver a Arya, de enfrentar a Pik o a Castalia, siquiera sabía si podía mantenerme de pie frente a Aaron nuevamente.

 

En reiteradas ocasiones oí de este lugar, si bien en el mundo existían muchas edificaciones que guardaban en su interior una promesa de ser una especie de guarida para poder ser perdonados de todos los pecados, este en particular, parecía ser mucho más que un simple confesionario ligado a alguna religión en específico. Al menos, yo lo sentía así, mis piernas y mis manos, también mi cuerpo cuando traspasó las puertas o mis ojos cuando apreciaron la belleza del tiempo escrita en sus paredes. Me sentía segura.

 

Todo en su interior era completamente pacífico, los vitrales en lo alto, los bancos percudidos con el tiempo esperando ser tocados por las personas que como yo, nos lamentábamos por nuestro duro destino, y frente a mi, las infinitas velas a medio encender, aguardando mi llegada.

 

Dejé mi túnica bien colgada en uno de los percheros, y entre los bolsillos, los guantes que previamente protegían la piel de mis manos, acomodé el vestido ceñido para asegurarme de que todo se encontrara en su lugar, y antes de ingresar a las profundidades, me detuve frente a una fuente que conservaba en su interior una agua cristalina, poderosa y al mismo tiempo letal. Temerosa por lo que pudiese pasarme, ingresé las yemas de mis dedos en aquel líquido, y en cuanto no sentí ardor en mi piel, acerqué mi mano al centro de mi frente, mientras recitaba algunas palabras en latín.

 

Volví a caminar hasta poder estar al frente de todas esas velas que las brujas y magos encendían con esperanza; quizá si rogaba con fuerza a algún ser poderoso, tendría clemencia y me devolvería a mi antigua vida, me daría la oportunidad de recomenzar sin ataduras o promesas por cumplir en un futuro.Prendí con fuego un clavo delgado para luego acercar el mismo a una vela más entera, y dejarla completamente encendida, iluminada de ese fulgor que necesitaba ahora en mi vida. Y esperé, con paciencia y cariño. Me arrodillé, con calma y delicadeza. Aguardé, a que el silencio me inundara por completo y que la carta que envié horas atrás, llegase a las manos de Black, y que sin cuestionamientos viniera a mi encuentro, en completo secreto.

 

Porqué yo,

Juliette Macnair Rosier,

al fin había vuelto.

 

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Para: Aaron Black Yaxley.

De: Alguien que conoces.

 

Te has convertido en un hombre fuerte, siento orgullo por tus logros y por tu constante valentía. Sé que no entiendes y jamás entenderás mis decisiones, mi carácter o el mundo del que provengo, pero espero de corazón, que muy en el fondo, sepas que intento redimirme. Me odias, lo sé. Sé que me ves como una traidora o una impura, quizá ya no soy digna frente a ti y detesto eso, pero necesito verte, aunque sea una vez más. Te necesito Aaron.

 

Te esperaré en el Confesionario de las Lamentaciones, no le digas a nadie y por lo tanto, no vengas con nadie. Si el sol se oculta y tu presencia no se encuentra, entenderé que nuestra historia ha llegado a su fin.

 

Saludos Cordiales.
J.B.M.R

 

 

 

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Off: Pa' que no digas que no vengo.

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Aaron Augustine Black Yaxley

 

El castillo había sido destruido, estaba casi en ruinas pero no podía dejarlo, era parte de mí. Ojalá hubiese estado en el momento en que ocurrió todo, ojalá pudiese haberlo defendido tanto como él lo hizo conmigo cuando me dejaron a merced de la vida misma. Mis pasos vacilaban en mantener un equilibrio constante entre tanto escombro, a veces, desapareciendo y apareciendo un poco más allá ...esperando ver a alguien con vida. El viento soplaba columnas de humo y polvo que terminaron por opacar tanto mi cabello como las prendas azabaches que solía vestir, hasta que, en el supuesto lugar de mi habitación, una carta sin abrir pareciese haber sido un ápice de esperanza o historia.

 

-Si el sol se oculta y tu presencia...- continué hasta terminar la lectura. No tenía fecha, el sol se había ocultado ya un par de veces, quizás cuánto tiempo desde que habían atentado contra la fortaleza de los Black. Pero, ¿y si había caído ésta mañana entre los escombros?- Confesionario de las lamentaciones...-susurré y desaparecí entre un fuego oscuro que me consumió de inmediato al enfocar tal local en mi mente.

 

****

 

No era muy difícil descifrar las iniciales del remitente, la cuestión era el cómo. ¿Qué había pasado con Hathor?, si es que no era una emboscada mal puesta en medio de una guerra que recientemente se había librado, ¿sabría de ello siquiera?. Tal vez el fervor de defender a una familia podría hacerte cruzar el mismo velo entre la vida y la muerte, después de todo, Julieta nunca había muerto sino que solo se había quedado atrapada en el limbo.

 

Mis pasos aligeraron la carga en medio de un callejón en ruinas, sin duda alguna la guerra nos estaba afectando bastante. Algunos locales habían clausurado entrada, siendo utilizados como simples moradas, albergues o centro de reuniones. El confesionario no era uno de ellos, pero también se veía algo devastado. Entré.

 

La luz era algo tenue allí dentro, los pasillos adornados en mármol y cuanta cuestión muggle que podría creer que allí iban aquellos sangre sucia para adorar a su dios, o redimirse de lo que ellos concebían como pecado. Nuestra esencia bajo el manto de la magia era distinta y diversa, si es que había o no un dios, no lo sabía; yo solo adoraba a la magia y su pureza. En medio de todo eso, al fondo de un largo pasillo, se apreciaba la silueta de una bruja encendiendo unas cuantas velas.

 

-Julieta...

 

@@Juliette Macnair pa que no digas que no respondo (?) jajaja

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Tenía muy clara la idea de no cortar ningún esqueje de flores para el cumpleaños de mi mami. Las dos éramos sacerdotisas y alabábamos la vida de las plantas. Ella era más de fuego y se notaba en su carácter, yo era más de tierra. Pero la vida está en todas partes que nos rodean. Ambas estábamos de acuerdo en que no debíamos matar ninguna sólo para un gesto tan laico como la celebración de un aniversario.

 

Por eso, hoy, que mi mami cumplía años, la familia se reuniría en el Confesionario. Era un día especial en un momento especial. Estábamos en guerra. Rumanía atacaba Inglaterra y se habían acabado las reuniones sociales, las terrazas abiertas para tomar algo mientras se observaba a los transeúntes, Los vecinos habían prácticamente desaparecido de la ciudad. Pero eso no iba a impedir que mami cumpliera años y que nosotros lo celebráramos con ella. Por eso, encargué muchas plantas dentro de sus macetas y me dirigí al confesionario.

 

Yo llevaba un par de ellas en mis manos, los elfos que me seguían llevaban el resto. Intenté no ver los escombros del callejón Diagon y entramos en los terrenos del Confesionario. La puerta estaba entreabierta. ¿Era posible que hubiera gente dentro del edificio? Eso me animaba, aún quedaban personas en el pueblo que buscaban refugio en él.

 

Yo caminé por los alrededores, en busca del árbol sagrado, donde adornar todo con las flores, preparar una carpa y colocar las mesas y las sillas. No éramos muchos, así que no harían falta muchas. Suspiré algo entristecida. Pero no iba a dejar que la noticia de la guerra enturbiara el cumpleaños de mi madre. Llamé a Taga y le dije que avisara a los miembros de la familia para que fueran llegando, antes de que llegara ella misma.

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¿Cómo te explicarías que todo lo que conociste en realidad es una pequeña parte de lo que en verdad te tocó vivir? ¿Aceptarías un trato con el diablo para estar con las personas que amas? ¿Algunos años suenan mejor que una eternidad sin ellos? Esas mismas preguntas rondaron mi cabeza por un período extenso de tiempo, y aún no me logro convencer, de que esas pequeñas decisiones hayan sido las correctas. Y es que todos, absolutamente todos, nos dejamos llevar por el corazón en tiempos de guerra.

El mundo Mágico se encontraba en ruinas, al menos, la gran parte de Europa luego de que Bulgaria decidiera levantarse contra todo poderío más fuerte que ellos. Parecía que todas esas amenazas del pasado habían culminado en una explosión gigante que provocaba hacia ya un tiempo, el pánico entre las familias pertenecientes a la casta mágica, y por supuesto, el MACUSA, metiendo sus narices intrusas, controladores como siempre, enviaban a sus mejores espías secretos a tantear el terreno para siempre tener en mente, agarrar lo que según ellos, hacia tiempo se había salido de control.

╋ ───┈

 

Mi mano se sujetó con fuerza al pañuelo azabache que llevaba de emergencia entre mis ropajes, había aprendido a la perfección las tácticas para ser una sombra sin ayuda del más allá, y es que sí, no sólo había vuelto a refugiarme en aquellas tierras Americanas, también había aceptado ser partícipe de su ley y actuar bajo sus órdenes. Yo, Juliette M. R, había vuelto a ser una espía del MACUSA.

 

En cuanto volví a incorporarme, mi mirada se fijó enseguida en el bailoteo del fuego débil de las velas y entre el silencio sepulcral, le oí llegar. Pasos a las afueras del confesionario que prontamente se acercaron hasta cruzar el umbral, y me negué a darme vuelta con esperanza, pues era mejor convencerme de que no vendría a dar la vuelta y ver las facciones de alguien más. Sin embargo, en un murmuro apagado pero lo suficientemente audible como para llamar la atención, oí su voz rasposa pronunciar mi nombre.

 

Mi corazón dio un brinco con desesperación y no tuve otra opción, más que girar sobre mis talones y enfrentarme a los verdaderos fantasmas de mi pasado; uno en este caso. Me quedé detenida por unos cuantos segundos sin saber que decir ni como comportarme, agarré todo el aire que pude y mientras lo iba exhalando, mis pasos me fueron acompañando, acercándome cada vez más a él hasta que no di para más y me detuve a ciertos centímetros frente a él.

 

Aaron...⸺Dije su nombre con completa seguridad, mientras mi mano derecha hacia de las suyas al sentir como la varita de ébano se había deslizado por mi brazo hasta dejarla posicionada completamente entre mi palma y mis dedos. ⸺ veo que los años han hecho de las suyas y también claro, ésta guerra que mantiene preso al mundo de las novedades.

 

¿Qué más podía decir? ¿Qué otra cosa podría hacer? Mi vista se desvió rápidamente a mi alrededor, como si antes no hubiese hecho un análisis completo a los detalles y mientras presionaba la madera de mi arma, preparada para quizá cualquier acción del contrario, volví a retomar mis palabras.

 

Gracias por venir, antes de que digas algo y me ataques con justa razón... ⸺Volví a observar a sus ojos ⸺ sólo quería asegurarme de que siguieras con vida, oí las noticias, están por todas partes y no sabía absolutamente nada sobre ti, el Castillo Black se encontraba en ruinas o al menos, eso supe hace algunos días y... ⸺Mi mano izquierda se dirigió directo a mis labios hasta cubrirlos, intentando que el nudo que peligraba por escapar se detuviera; estaba hablando de manera apresurada, dejando en evidencia el miedo que experimenté. ⸺ necesitaba verte bien, Aaron. ⸺ Y cerré los ojos.

 

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PD: Lo siento, ya pide un deseo.

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  • 1 mes más tarde...

Aaron Augustine Black Yaxley

 

Le vi acercarse. Dibujada la silueta en un parsimonioso andar, se reflejaba armónicamente en la gélida mirada gris que tanto me caracterizaba. Indiferente, me percaté de como su varita deslizaba por la suave palma de su mano más solo atendí a extender mi diestra y rozar con el dorso de mis dedos su mejilla hasta posicionar un mechón de su cabello tras su oreja. ¿Sonreí?, la verdad no me percaté y ciertamente no era un tipo que desbordara sentimientos, sin embargo y satisfecho de verle bien tras toda la bataola de circunstancias en las que se encontraba hoy en día el mundo mágico, atendí a acercarla hasta mi pecho para abrazarle con una sola mano, la misma que había extendido hacia ella. El sonido de los amuletos y cuanto anillo, rompió el silencio.

 

- Creo que también necesitaba saber si estabas bien Julieta...- Sostuve, ya separados y tras ciertos recuerdos de su madre, pues la bruja tenía un angelical parecido con Isobelle-...han pasado muchas cosas éste último tiempo. La guerra acabó con gran parte de las familias aquí en Inglaterra, el Ministerio está en reconstrucción y en los callejones se susurra con fervor el llamado a los bandos rebeldes, creen que ellos pueden acabar con ésta guerra...-comenté con cierta desesperanza, quizás un tanto paradójico en cuanto a mis ideales...

 

...Le hablaba mientras caminaba por la estancia, ni tan lejos ni tan cerca, tal vez rodeándola sobre escombros que variaba en verle más alta o más baja hasta que finalmente me senté sobre una vieja silla con el respaldo quebrado; ambos antebrazos sobre las piernas y cabeza gacha, quizás una posición cómoda después de mucho tiempo. Las prendas victorianas, uno que otro amuleto y un par de anillos, sin obviar la varita, era todo lo que me había quedado luego de la guerra. Levanté la mirada.

 

-¿Qué sabes de tu familia, de los Macnair?....

 

Un haz de luz, tenue brillo de luna, se posicionó en medio de ambos para dar un poco de vida a una estancia oscura e iluminada por unas pocas velas que tras una brisa se apagaron sin más; el humo de las mismas podía dibujar figuras que separaban nuestras posiciones.

 

@@Juliette Macnair

Recuperando al pj, hice mi mayor esfuerzo xD.

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Desde el momento en que sus dedos rozaron mi mejilla, acomodaron el mechón rebelde de mi cabello y luego con la misma era acercada directo a la seguridad de su pecho, mi corazón había dado un brinco, salido y vuelto a mi pecho en menos de un segundo. A penas pude atinar a posar una sola de mis manos contra su cuerpo, asegurándome de que era real y no producto de mi imaginación. Él estaba bien, vivo y frente a mi. No había intentando asesinarme como mi menté maquinó horas atrás. Sólo estaba ahí.

 

Lo sé, he oído cada uno de los rumores que corren por las calles de Inglaterra. ⸺murmuré con delicadeza mientras mi esmeraldina mirada buscaba la suya constantemente, bajé el mentón sutilmente y fruncí ligeramente el ceño al recordar para quienes estaba colaborando otra vez. Guardé mi varita nuevamente entre las mangas de mi atuendo, y sacudí un poco las telas del mismo para intentar controlar el nudo en la garganta. Habían pasado años desde la última vez, y tantas cosas que explicar en un período de tiempo efímero. Era demasiado. ⸺ Hay muchos países que buscan la forma de adueñarse del Ministerio, supongo que todos están desesperados por salvar su independencia...

 

Fue todo lo que dije. Sabía más, por supuesto, pero tenía prohibido revelar los planes del MACUSA, sin embargo, ¿debía seguirle mintiendo? ¿ya no había causado el daño suficiente en la vida de mis seres queridos? Lo observé detenidamente, se había vuelto todo un hombre, hecho y derecho, con la fortaleza en sus manos, en sus ojos e incluso en la forma de caminar. No era un muchacho de vanidad excesiva, sólo un mago con el tiempo en sus espaldas y aunque seguía indiferente, presentía que había algo más en su interior intentando salir.

 

Me acerqué lentamente hasta él, deteniéndome a tan sólo unos centímetros luego de oír el apellido de mi familia paterna. Pude sentir como se quebraba mi corazón en mil pedazos, el simple hecho de recordar a mi padre y la posibilidad de que me odiase por intentar asesinar a la casta, visualizar la decepción de Castalia por verme convertida en una versión poco valorable de Bietka, y Arya...mi bella hermana, a quien hube apuñalado por la espalda en todos los mundos existentes. Sentía tanto remordimiento, tanto dolor que lastimaba mis entrañas hasta el punto de hacerme sentir nauseas.

 

Intenté que todo aquello quedara en silencio, pero era imposible, mis ojos se empañaban por esa fina tela cristalina de lágrimas peligrando por escapar.

 

Absolutamente nada. ⸺murmuré con determinación ⸺ No tengo permitido acercarme a los terrenos de los Macnair, es probable que si toco la hectárea próxima a la mansión...termine muerta...⸺dije con cierta nostalgia mientras acomodaba algunos mechones castaños tras mi oreja restante. ⸺ traicionar a tu sangre es ser cazada de por vida, y no los culpo, se perfectamente lo que hice.

 

Volví a fijar mi atención en el mago que tenía a mi lado, este parecía sereno sobre una banca, escuchando mis palabras como si nos hubiésemos visto hace tan sólo unos pocos meses, ¿por qué no había odio en su mirada? ¿él me perdonaría por los pecados que cometí?

 

Lentamente me acerqué hasta llegar a él, agaché mi anatomía hasta quedar de cuclillas frente al mago y acerqué una de mis manos hasta posicionar la misma sobre su rostro; rogaba porque sintiera el calor de mi piel, que escuchara los latidos de mi corazón, que viera a través de mis ojos que ya no era un monstruo. Que había logrado volver ser una humana, aunque fuese por un período corto de tiempo. Que había logrado escapar y recuperar mi humanidad. Sentí como habíamos quedado a oscuras, en silencio y sólo iluminados por una luna que tiempo atrás parecía ser la condena de haber perdido un amor, de haberme perdido a mi misma.

 

Aaron... ⸺llamé su atención en un susurro, alzando su mentón para que pudiera prestarme toda su atención. Deposité mi esmeraldina mirada en la frialdad de la suya, tomando entre mis manos su rostro endurecido por la vida y volví a susurrar.⸺ Aaron perdóname, lamento todo el daño que causé y te hice, lamento que le hayas fallado a mi madre...por favor, no me odies...⸺mis manos cayeron rendidas entre ambos, al tiempo que bajaba mi cabeza hasta depositar la mirada quebrada en el piso⸺ no lo resistiría, no podría vivir sabiendo que me odias.

 

Y lo confesé.

 

 

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Off: Lo recuperaras, you know.

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  • 3 semanas más tarde...

-¿Odiarte?- pregunté al mismo tiempo que acercaba mi diestra a la suya mientras que con la otra mano levantaba su rostro por el mentón- sí, le fallé a Isobelle, pero mírate...-apoyé mi frente con la suya y cerré los ojos un par de segundos; estaba exhausto- no te fallé, estás con vida...así que de cierta forma le devuelvo la mano a tu madre-sentí el calor de su respiración y finalmente besé su frente-No volveré a hacer eso así que guardatelo - ironicé en mi egocentrismo-...en cuanto a Castalia, jamás te haría daño, ¡te hemos buscado por mucho tiempo!... y Arya... esa maldita bruja estará feliz de verte. Hemos estado en resguardo, andar por las calles no es seguro, la gente se ha revolucionado y la guerra será inminente...-busqué su mirada, el color esmeraldino de sus ojos sombreados por el claro de luna- ...no te alejes de mí. Debemos irnos de acá...

 

Y no mentía, pues de pronto se oyeron unos estruendos allí dentro. Sobre el techo parecían correr un centenar de criaturas mientras que algunos escombros del lugar se soltaron a lo lejos. Se levantó algo de polvo en la estancia; tomé a Juliette de la mano y la escondí tras un pilar. El paso de un trío de individuos amenazaba el lugar; llevé mi índice hasta mi boca y lentamente tapé los labios de la pequeña Macnair para que contuviera algún escándalo.

 

-No es el minuto- chisté y escondí parte de mi túnica que podía apreciarse a simple vista desde la entrada.

 

-¡Allí están!... ¡mátenlos!- exclamó la grave voz de uno de los extraños.

 

-Ven, por acá...- susurré a Julieta al cabo que soltaba un par de hechizos para atacar y contrarrestar otros mientras escapábamos por un largo pasillo hasta dar con unas escaleras- sube... ¡sube!

 

@@Juliette Macnair OFF: cerebro seco >.<! vamos ideando drama *O*

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  • 7 meses más tarde...

El sonido de la moto, una Triumph Bonneville, era lo único que se escuchaba por los alrededores. Me encontraba parado frente al confesionario. No era un sitio en el que se me viera demasiado....supongo, tal vez, porque no creía demasiado en aquellas cosas....o tal vez, porque una parte de mi se sentía siempre incómodo alli, como si algo no me quisiera dentro de un lugar sagrado para las sacerdotisas.

 

Apagué el motor y bajé, recorriendo el par de metros que me separaba de la entrada. Llevaba puesta una camiseta azul oscuro y encima, una chaqueta de color negro, pantalones vaqueros y zapatillas del mismo color. No sabía exactamente que hacía alli, simplemente había decidido dar una vuelta, ahora que Helike estaba en casa.

 

Abrí con cuidado la puerta y pasé al interior. No sabía bien qeu hacer alli, asi que metí las manos en el bolsillo de la chaqueta y caminé procurando no hacer ruido. Sabía que por algún lugar había una puerta que daba a un jardín interior, donde había un árbol plantado, asi que mi siguiente objetivo era dar con aquella puerta y salir fuera.

 

Cuando logré dar con la salida y me encontré el jardín interior, solté un pequeño suspiro. Di un par de pasos y me quedé plantado sobre la hierba, mientras un augurey pasaba por mi lado y se posaba en una de las ramas.

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¿Fue el aire lo que movió el pelo del muchacho? Tal vez sí, tal vez no... En aquel lugar, el mundo espiritual y el material se mezclaban como un punto energético que poca gente podía vislumbrar. Por ello, aún no se sabría quien había movido de forma tímida aquel cabello rebelde del joven que se hallaba tumbado en la hierba. Aquel era un lugar sagrado y se supone que sólo las energías positivas podían caminar por él.

 

Pero tampoco era así. ¿Dónde mejor que allá para que hubiera confrontamientos entre auras positivas y negativas luchando por cruzar la línea? El Confesionario de las Lamentaciones no era sólo un punto de encuentro para Hermanos y Hermanas que viajaban por el pueblo, un albergue sencillo para almas que entraban a Ottery sin un lugar donde reunirse, un punto de encuentro entre Sacerdotes y Sacerdotisas.

 

También era un punto energético que controlaban los dueños. Reena, Sagitas y Xell Vladimir estaban allá para controlar a los muertos que querían traspasar aquel mundo y quedarse en él. Los vivos no eran tan peligrosos.

 

Sólo que hacía tiempo que no se pasaban y el árbol de ancla que estaba en los jardines no podía él sólo.

 

Entonces... ¿Quién acariciaba a Matt Blackner en los jardines del Confesionario? ¿Era el viento?

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  • 7 meses más tarde...

Me había quedado en el patio....simplemente había permanecido allá, sentado en el césped ligeramente humedecido por el ambiente, observando el árbol. Había mucho silencio...demasiado. No tener nada que hacer o en qué pensar, no escuchar a nadie a tu alrededor...esa soledad no me era desconocida, pero hacía mucho tiempo que creía haberla olvidado.

 

Alcé la cabeza al sentir qeu algo me revolvía el pelo, y por un momento creí sentir que algo, o alguien, estaba allí conmigo. Pero esa sensación desapareció al poco, como se lo que fuera se escondiera de mi, o verdaderamente, había sido mi imaginación.

 

Suspiré, frotándome los brazos. Hacía ya más de diez años desde que había encontrado aquel lugar, desde que...había encontrado una familia. Una parte de mi siempre temía que no fuera eterno, qeu no durase para siempre, qeu no fuera definitivo. Pero otra, simplemente, se había ido acomodando, o lo intentaba...

 

Me puse en pie, metiendo las manos en los bolsillos. Los tiempos extraños cambiaban a las personas, y tal vez era momento de cambiar. No lo sabía, nunca podría estar seguro. El cielo se había oscurecido, olía a tormenta y el frío viento me estremeció, mientras caminaba hacia la puerta qeu daba a los jardines. Aquel lugar de sacerdotisas, aquella capilla siempre me incomodaba, pero debía atravesarla para abandonar el lugar.

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