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Animagia


Suluk Akku
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Los hombres se dispersan y, por un momento, todo se queda en silencio. Ellie se siente, repentinamente, exhausta; desearía regresar a su forma humana, su verdadera forma, acostarse en la nieve, cerrar los ojos... y esperar a que todo termine. No obstante, hace desaparecer ese pensamiento rápidamente. Si bien en un principio se sentía ajena a lo que Suluk le había presentado, ahora siente cierta responsabilidad y es consciente de que aquella fue la intención de la arcana. Ya no se trata únicamente de demostrar sus habilidades como animaga, sino también su valía como bruja. Extiende las alas y se posa en otra rama, mientras reúne los detalles que ha encontrado e intenta armar aquel cada vez más complejo rompecabezas.

 

No habían huellas de un lobo, mucho menos de una manada. Sin embargo, en el bosque, había un lobo. Uno que tenía tres cicatrices en el rostro, atravesando uno de sus ojos... justo igual que Singajik. Él pudo acercarse al hijo de Malik sin asustarlo, al tratarse de un rostro conocido, aprovechar la oportunidad para atacarlo y luego escapar limpiamente como un humano, pudiendo inclusive borrar sus rastros. Por la breve conversación que escuchó, él solía ser la mano derecha de Malik. ¿Sería posible que envidiara su posición y deseara hacerse con el poder de la tribu? Lo cierto es que Ellie poco entiende de la sed de poder, de cómo una persona puede hacer cosas tan terribles por obtener cierta posición social; no obstante, con el tiempo que ha conocido la comunidad mágica inglesa, no puede ser tan ingenua como para pensar que no es una posibilidad. Incluso, ¿no sería posible que él hubiera tenido algo que ver en el ataque del propio Malik?

 

«Pero la arcana dijo que fue un oso, durante una cacería». Ellie no sólo sospecha, sino que cree estar segura de que le faltan detalles. Necesita seguir investigando. Sin embargo, algo evita que tome vuelo.

 

Un gemido lastimero, allá abajo. Puede observarlo con claridad: un cachorro de lobo, de pelaje oscuro y brillantes ojos azules, que tiembla incontrolablemente. ¿No debería estar en alguna madriguera, con sus hermanos y su madre? Sin embargo, por la forma en que la observa, no está segura de que se trate de un lobo común. A esas alturas, ya se siente incapaz de confiar en cualquier otro animal. Ellie desciende y se posa junto a él, sin poder hacer más que observarlo. Por encima de su lloriqueo, escucha los sonidos que salen de la tienda donde Malik está al borde de la muerte. Quisiera poder sanarlo y así ayudar a la tribu, quisiera buscar a Singajik y detenerlo, pero de momento el lobezno capta toda su atención. Siente que hay algo importante con él, pero de momento, no es capaz de descifrarlo.

 

«¿Qué tienes que ver tu con todo ésto?». Por un momento piensa en volver a su forma humana, pero están demasiado cerca del asentamiento de la tribu.

 

Arriba, nuevamente, la gaviota grazna.

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El anciano rió, el acogedor iglú pareció iluminarse ante aquel sonido y Suluk estiró una mano para palmear la suya, estaba arrugada, mucho más que las de ella, aquel hombre tendría alrededor de 200 años pero eso Xell no tenía por qué saberlo. En medio de los tres un pequeño fuego, casi del tamaño de un gato adulto y sostenido por dos frágiles y flexibles varas de madera, un caldero. El agua bullía dentro, burbujeaba. El inuit metió una mano en el bolsillo de sus ropajes de pieles, extrajo unas cuantas hojas mezcladas con alguna hierba amarillenta y la lanzó dentro saboreando el aire que rápidamente se impregnada de un aroma a brebaje ártico, no tenía dientes, sus labios se humedecieron de inmediato por ello.

 

—Noto, mi querida amiga, que aun no le has dicho nada a la jovencita— Aun sonreía, entrecerraba los ojos.

 

Un zorro se coló entonces por un agujero detrás del anciano, se subió a su regazó esperando recibir una pronta atención y fijó sus diminutos ojos negros de la Sacerdotisa. La sonrisa del hombre se ensanchó, aclaró su garganta mientras Suluk negaba pues había dado por sentado que su pupila sabría con quién estaba tratando casi de inmediato; los Ingleses tenían una obsesión por controlarlo todo, incluso el misticismo de saber cómo se ve una persona antes de conocerla, arruinando el efecto sorpresa.

 

—No he tenido la oportunidad— Respondió al tiempo de la negación.

 

—Pues déjame decirte, muchacha, que te equivocas si piensas que yo puedo ayudarte. Si deseas interpretar esas ansias de volar debes dirigirte a ella, Suluk Akku.

 

La mencionada ladeó el rostro regordete para contemplar la expresión de la rubia cuando cayese en cuenta de la situación pero se apresuró a sonreír con delicadeza, Xell le agradaba, tenía un alma pura.

 

—Es un placer conocerte, Xell. Ahora dime, en presencia de mi amigo, ¿crees que puedas ayudarnos a resolver un problema de índole mayor y que en cambio yo pueda ayudarte a despertar tu don?

 

La miró fijamente. El zorro le imitaba, aquel animal era los ojos de un anciano ciego, de un cambiapieles. El fuego chisporroteaba y mientras Vladimir sospesaba su respuesta, la Arcano se atrevía a tomar tres tazas de barro, pequeñas, para verter un poco del té que su antiguo compañero había preparado, le tendía una taza a su pupila y una a él mismo. Sorbió, estaba caliente. Luego se puso de pie súbitamente.

 

—Piénsalo bien, te dejaré en su compañía, por ahora te servirá más que la mía.

 

Y salía al frío invernal.

 

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El lobezno asomó la nariz entre el montíc.ulo de nieve. Quería olisquear a aquella criatura que se acercaba pero no comprendía por qué, los humanos no hacían eso, las lechuzas no se acercan tanto tampoco, son desconfiadas, astutas. El joven heredero observó entonces sus patas, una vez más, torpes por ser tan joven e intenta ponerse de pie. Saltó de manera exagerada golpeándose un poco con una raíz que sobresalía del suelo dejando escapar un quejido distinto a los de momentos atrás, el golpe le hubo dolido y así lo expresó.

 

Pero por qué no podía hablar, por qué veía su cuerpo cubierto de pelo negro, por qué de repente todo a su alrededor es extremadamente grande y aterrador. El cielo se ve lejano ¿dónde está su madre, y su padre? echaba de menos que Malik le revolviera el cabello, pensar en su padre le produce una gran tristeza en el corazón. Desde la entrada de la carpa principal se pueden oír los aullidos lastimeros del cachorro, o al menos Singajik levanta la mirada al pasar, sospecha.

 

El pequeño arrugó la nariz mucho antes de oír los pasos secos sobre la nieve, alguien se acercaba. El pelaje de su lomo se erizó en consecuencia pero era simplemente un niño, o lo hubo sido antes de que le asesinaran. El miedo lo embargó, enmudeció, le temblaban las cuatro patas y se petrificó con la vista fija en Eileen ¿Qué haría ahora? resultaba imposible que un ave de aquel tamaño pudiese cargar con un can pero si el cazador miraba directamente los ojos de aquel animal sería capaz de comprender que se trataba del espíritu de Yuma o como la mayoría respondía a la traducción "Hijo del Jefe".

 

Sobre sus cabezas, una gaviota grazna. Singajik alza la mirada, el sol le ciega pero puede ver la silueta. Una oleada de pesar y verguenza lo embarga, Suluk tiene la certeza en su corazón de que saber que ella se encuentra ahí le hará recapacitar pero simplemente consigue unos pocos segundos para que Eileen decida qué hacer; puede darle la espalda al lobezno al no saber de quien se trata o bien puede aprovechar la distracción para regresar a su forma humana y ponerle a resguardo.

 

Aquella bruja no solo se estaba jugando la vida en conseguir despertar aquel don dormido con el que pocos nacen, se estaba ganando un lugar privilegiado en el corazón de Akku. Quizás, con un poco de suerte, la tribu completa vería días mejores, gracias a ella.

 

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Su silueta animal se perdió entre las altas montañas, cuando se supo a resguardo recuperó su forma humana para poder invocar la delicada vara de cristal que le llevaría de regreso a casa. Algo le decía que su presencia se necesitaba allí además de aquel escozor en la nariz, típica en un Arcano, cuando alguien irrumpía en su morada sin previo consentimiento. Sabía perfectamente que sus colegas eran poco tolerantes con aquello más ella buscó armarse de valor, puesto que la visita de Eileen y Xell le recargaron de una energía tan pura y agradable luego de sus anteriores aprendices, que no querría arruinarlo.

 

Bastó un segundo. Un simple chasquido del tiempo, un parpadeo.

 

La gélida brisa de invierno besó la nuca del vampiro, le hizo tiritar. Suluk, parada detrás de él, carraspeó llamando su atención sin fruncir el ceño. Tres inmensos malamutes salieron a su encuentro, le habían sentido en cuanto puso un pie sobre el jardín, sin reparar en la presencia del mago, tirándolo al suelo sin más. La arcano rió, acarició sus peludas y enormes cabezas para tender la punta de su cayado de madera en dirección a Haughton.

 

—Mis disculpas joven Gaunt. No quieren entender aun que ya no son cachorros ¿se encuentra bien?

 

La puerta se abrió de par en par permitiéndoles el arribo. Allí se respiraba magia, sobre una acogedora mesa, dos vasos de leche caliente y un plato de galletas de canela. Akku señaló las sillas cubiertas por pieles de oso y le invitó a pasar, con formalidad, comprobando así que todos sus huesos estuviesen ilesos.

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Sacudió su ropa para quitarse el resto de hierba y polvo que había quedado en ella por aquella embestida de los perros de la Arcana. Estaba acostumbrado a ser "atropellado" ya que sus criaturas mágicas lo recibían así cada vez que lo veían o sentían la presencia del vampiro.

 

Se levantó de suelo con la ayuda de la Arcana e ingresó a la morada de la misma.

 

El cúmulo de magia, dentro del reciento, era increíble. El Haughton podía sentirlo. Sus bellos de los ante brazos se habían erizado, con algo de ayuda por el frío; aunque no podía sentirlo su cuerpo procesaba aquél estímulo. Cuando había cursado Nigromancia, en las mazmorras del Ateneo, había sentido una carga de energía mágica pero muy distinta a la que sentía ahora. La que irradiaba la Arcana era más soportable y no tan pesada como la de aquella vez.

 

La hospitalidad de la Arcana era algo que siempre agradecería el vampiro. De por sí cursar una habilidad era algo agotador pero fantástico a la vez asi que uno buenos mismos nunca venían mal antes de comenzar la aventura.

 

Se sentó en una de las sillas con pieles, tomó una galleta y le hizo una pequeña mordida tomando un pedacito decente.

 

- Arcana, quisiera hacerle una pregunta si no se molesta - miró por la pequeña ventana de una de las paredes y volvió a concentrarse en la anciana - Como puede notar, tengo mi anillo de Nigromancia, lo que quiere decir que me he logrado vincular con él y con la habilidad, pero mi pregunta no va a ello - tomó un sorbo de leche para aclarar su garganta y hacer que el pedacito de galleta pasare más fácil - Sentí la energía mágica que rodea su lugar y que hay aquí dentro pero lo mismo me pasó en las mazmorras donde el Arcano de Nigromancia nos esperaba aunque aquella era mucho más pesada y muy complicada de soportar; como que uno se asfixiaba - explicó detenidamente - La que está en este lugar es mucho más amena y cómoda de llevar - mordió su galleta de nuevo - ¿A que se debe esa carga energética diferente? ¿Me explico?

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7F1CpeC.gif "El Romeo"

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Arriba...

 

«¿Por qué me ves así?».

 

Nuevamente...

 

«¿Quién eres?».

 

La gaviota grazna.

 

Singajik alza la mirada y la luz clara del sol, por un momento, lo abruma. Simultáneamente, Ellie extiende sus alas. No vuela, pero siente cómo asciende; crece y vuelve a sentir su cuerpo. Ya no tiene alas ni enormes ojos, pero sí brazos para cargar al lobezno y, espera, la astucia y la capacidad de poder evitar los problemas. Ellie lo recoge con una mano y lo oculta bajo su túnica; con la otra mano, levanta su varita mágica y con un susurro susurradísimo, que se confunde con la brisa que brota del interior de la tundra, conjura el hechizo desilusionador. Unos instantes después, el inuit vuelve el rostro en su dirección y Ellie es capaz de sentir su mirada penetrante, buscando. El lobezno, como si fuera consciente de la situación en la que están, ya hace un momento que ha dejado de lloriquear.

 

Luego de murmurar algo por lo bajo, que Ellie no alcanza a escuchar, el hombre regresa. Por los sonidos que emanan de la tienda, Malik sigue luchando. ¿Cuánto tiempo más podrá resistir? ¿Lo suficiente como para dejarla ayudar a la tribu? Si bien no es capaz de evadir la sensación de que el destino es imparable, sabe que no puede dejarse doblegar. No hasta que esté segura de que no hay posibilidades ni opciones. De momento, tiene que seguir...

 

Ellie se aleja prudentemente de la tienda, pero no lo suficiente como para adentrarse demasiado entre los árboles. Descubre una depresión en el terreno, que le recuerda a una madriguera. Al acomodarse en el interior, Ellie todavía tiembla, de frío y de nervios. Sus acciones fueron demasiado arriesgadas, ¿en qué rayos estaba pensando? Como si esperara obtener así una respuesta, baja la mirada su regazo, donde el lobezno se acomodó. Cada vez, hay más piezas y es más difícil armar el rompecabezas; de verdad, espera no encontrarse con más sorpresas.

 

—Lo siento —susurra Ellie, con un hilo de voz. No le gusta usar sus poderes de esa forma, pero ¿qué otra opción tiene?—. Quiero ayudar, pero, para hacerlo, necesito entender. ¿Me ayudarías con eso?

 

Definitivamente, si algún conocido la viera, creería que ha perdido la razón. Lo cierto es que ella misma comienza a pensar que la poción y el encantamiento para desarrollar la animagia pudieron haber dañado algo en su cabeza... Pero supone que vale la pena intentarlo. Está sola. Si resulta que no hay nada especial con ese lobezno, sólo le habrá hablado y la criatura no habrá comprendido nada. Y ¿cuántos magos y brujas no hablan con animales, a sabiendas de que no los entenderán por completo?

 

Por un momento, tiene la esperanza de que el animal la ignorará. Pero el cachorro levanta la mirada y la contempla con esos brillantes ojos azules, idénticos a los de ella misma.

 

—Te juro que no te haré daño.

 

Ellie levanta al cachorro hasta que sus ojos están a la altura de los suyos. El azul brillante de sus ojos le recuerda al hielo, que se derrite y se transforma en el mar, en el océano... Por un segundo, está convencida de que se ahogará en ellos.

 

—... te juro que no quiero hacerte daño —pero Singajik no fue capaz de verlo a los ojos. Su rostro es una mancha difusa, salvo por las cicatrices—. Pero a veces, no hay otra salida. "Por el bien mayor", dicen algunos...

 

No entendía qué sucedía. Tenía frío y estaba triste por la enfermedad de su padre y la propia tristeza de su padre; extrañaba las risas y la calidez que había en casa. Y ahora, extrañaba estar cerca de sus padres. Se suponía que ese paseo sería divertido, pero hay mucho viento, el frío es terrible y la luz es escasa. Ni siquiera sabe a dónde se dirige. Quiere volver. Intenta hablar, pero las palabras no le salen. ¿Por qué tiene ganas de llorar? Como sea, tiene que tragarse las lágrimas. Los hombres no lloran, mucho menos el hijo del jefe. Cuando Singajik se vuelve hacia él, tiene la esperanza de que regresarán. Él lleva la mano hacia su hombro... pero no es una mano. Son garras.

 

El recuerdo del dolor es tan vívido, que Ellie se ve obligada a morderse el labio inferior para contener el grito. No es capaz de mantener la conexión por más tiempo.

 

—Tú eres ese niño... —susurra, con apenas un hilo de voz—. Pero ¿cómo es posible?

 

No obstante, más que entender la situación, comprende que hay algo más importante que hacer. Tiene que llevarlo a la tribu, pero también impedir que Singajik lo dañe a él o a Malik. Ir en su forma humana es lo peor que se le podría ocurrir, pero tampoco su forma animal sería de mucha ayuda. Definitivamente, una entrada directa no es una opción. Necesita otra forma de acercarse. Sin embargo, Malik está al borde de la muerte y no está segura de confiar en los hombres. Por lo que ha observado, ellos parecen ser un poco brutos. Sin embargo, quizás una mujer... quizás una madre... Sabe que es una locura, pero, por su experiencia como Inefable, sabe que hay una magia que va más allá del entendimiento.

 

—Tienes que guardar silencio y tienes que quedarte aquí —dice Ellie, en voz baja, luego de realizar un par de encantamientos para mantener al cachorro a salvo—. Estarás a salvo, lo prometo. Piensa en tus padres, ¿sí? Por favor, ayúdame a ayudarlos.

 

Una lechuza blanca vuela hacia la tienda. Pronto, la noche caerá y la cacería comenzará; pronto, también, las esperanzas morirán. Las plegarias y el incienso se agotan... incluso las lágrimas lo hacen. Nivi está afuera de la tienda, sintiéndose ya sin fuerzas, sintiéndose ya sin propósito. Malik respira débilmente, pero no recupera la consciencia y la fiebre permanece viva; tiene la sensación de que podrían pasar semanas, y lo observará consumirse. ¿Por qué ni siquiera se le concede a Malik una muerte tranquila? ¿Por qué a ella no se le ofrece descanso a su corazón? Primero su amado, luego el fruto de su amor... y lo que le espera, cuando él la deje.

 

La lechuza se posa sobre la rama de un árbol y ulula débilmente, como si supiera la tragedia que hay en su vida. Ella a veces ha visto a esas aves —a veces, podría jurarlo, llevando cosas atadas en sus patas—pero no es habitual que estén allí. Mucho menos que se tomen la molestia de posarse en uno de esos árboles desnudos. No está segura de por qué vuelve el rostro, en busca del ave. No debería estar distrayéndose con tales tonterías, cuando su esposo está sufriendo y —está segura— necesita su compañía. Pero...

 

Sus ojos, son como los de él. No como los de Malik; sus ojos son de un cálido café, así como los de ella. Pero los de su hijo... cuando nació, eso fue lo primero que Nivi apreció en él. Muchos dijeron que era una bendición; que había sido besado por el cielo, o por el agua, o por el hielo. Pero Nivi pensaba en los cachorros de lobo, que alguna vez Malik, cuyo tótem también era un lobo, le había mostrado. Los lobeznos son de pelaje oscuro y ojos azules, así que tenía sentido que su hijo tuviera el cabello negro como el carbón y esa mirada fría.

 

Cuando la lechuza vuela, adentrándose en el bosque, Nivi camina tras ella, mientras que reza internamente por el bienestar de Malik y la paz del alma de su hijo.

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Aunque parecía extraño, estar allá dentro me dio una seguridad que no había sentido cuando decidí buscar al Arcano. El calor era agradable, al resguardo de las ventiscas y el frío extremo del exterior. La compañía de los dos viejitos era agradable, me sentía a gusto con ellos. Sentía una protección estando ante ellos, como si estuviera entre iguales, entre hermanos... Era extraño, no solía tener esa sensación de Bienestar con gente de fuera de la familia pero ellos dos, con sus gestos tiernos y sus miradas intensas habían conseguido una vinculación conmigo que me hacía sentir afortunada.

 

El aroma de las hierbas bailoteaban por el aire dentro del iglú. El Arcano estaba preparando algo en un fuego reparador. Sentí que debía ofrecerle mi ayuda. Los jóvenes debemos apoyar a los más sabios, los que con sus arrugas adquiridas por la experiencia, pueden ofrecernos consejos sabios que sólo los necios desdeñarían. A mí me habían enseñado, desde pequeña, que las personas mayores tienen secretos en sus mentes que merecen la pena ser escuchados.

 

Entró un animal y no sentí miedo. Los zorros tienen una leyenda fea que los hace parecer despiadados; sin embargo, aquel que acababa de acceder al interior se acurrucó de forma cómoda en el hombre y me miró con unos ojos tan redondos y profundos que supe enseguida que podría leer en ellos mil historias encantadoras que me harían sentir una niña ante sus experiencias. Era mi naturaleza amar a todos los seres vivos y una leyenda tonta en torno a los zorros no iba a cambiar aquella sensación de estar viviendo una escena idílica y poco común, la comunión entre el Viejo y los Animales más insospechados.

 

Dejé que hablaran entre ellos, encandilada por los ojos del animalito. Sólo reaccioné cuando el Arcano me negó la ayuda que necesitaba. Iba a lanzar un "¿Por qué?" algo dolido cuando me di cuenta que... ¿Suluk Akku era ella?

 

La sorpresa fue algo que me aturdió, en aquel acogedor espacio aromatizado por las plantas que el ya no Arcano había esparcido en las burbujas hervientes del agua del caldero. Con la vergüenza reflejada en el rostro en un rubor creciente, contemplé a la mujer que me había acompañado todo el rato desde que había entrado por aquel portal y a quien no había reconocido como la Gran Arcano que todos me habían mencionado.

 

- ¡Es un mayor placer para mí, conocerla al fin! Le ruego disculpe mi torpeza, Doña Arcano. Cuando me hablaron del Arcano de Animagia llamado Suluk Akku, imaginé que era signo de masculinidad, no que el título sea igual para todos los Sabios entre los Sabios. He sido muy imprudente en mi juicio. No suelo ser tan ignorante.

 

A pesar del error, su sonrisa era agradable y no parecía tener enfado por la confusión. Siguió conversando dejando aquel lapsus como algo anecdótico que no merecía más conversación. Sin embargo, su petición de ayuda me sorprendió. ¿Yo, una humilde sacerdotisa, ayudarles a ellos? Junté mis dos manos, entrelanzando los dedos y acercándolas al pecho, en señal de respeto que solíamos demostrar las novicias ante nuestras Sumas Sacerdotisas, cuando deseábamos adquirir conocimientos de ellas.

 

- Para mí sería un honor ayudarles en lo que necesiten, Doña Arcano, sin nada a cambio. A usted y al... Señor... - Ahora no sabía cómo dirigirme con aquel amable viejecito ciego que nos había acogido en su casa. - Lo que necesiten de mí.

 

Esa última frase la hice mirando al hombre; la ausencia de vista no se reflejaba apenas en sus gestos calculados, como si realmente no importara estar ciego, como si pudiera "ver" más allá de la ausencia de vista. El Zorro me miraba con gran intensidad y seguía mis movimientos casi a la vez que el Anciano parecía también verme mientras tomaba la taza de barro que me cedía la Arcano. Olisqueé el mismo olor que se había expandido por el interior y sonreí. Reconocía una buena tisana en aquel caldo. Vivía en una mansión con brujas muy sabias en Herbología que sabían aplicar sus conocimientos en tazas de té riquísimas. Y ésta también lo era.

 

Apuré el líquido para poder contestar a la mujer que salía, dejándome a solas con el hombre y el animal. El frío azotó un poco el interior a su salida pero pronto el calor se instaló de nuevo a nuestro alrededor. Observé su marcha y murmuré muy bajito, casi para mis adentros.

 

- Parece una mujer fascinante - Usé un tono de satisfacción que me sorprendió. Era una mujer sencilla que me había impactado al conocer que había adquirido un rango tan alto en el mundo de la magia. Volví la atención hacia el anciano y al zorro. - Confío en usted, también es fascinante. ¿Cómo consigue que el animal esté tan a gusto a su lado? Sólo he visto eso en una bruja en mi familia. Animal que pasa a su lado, acaba sintiéndose atraído con ella y le ofrece una amistad que no parece natural.

 

De repente, sentí que estaba hablando demasiado. Tomé las tazas de la Arcano y la mía y las puse al lado del fuego, esperando que él acabara su tisana y poder recogerla también, para lavarlas. Era lo mínimo que podía hacer con un señor tan amable.

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Tras un árbol, muy próximo a la madriguera, Ellie vuelve a tomar su forma humana. Su frente está perlada de sudor, el corazón le late rápidamente y cada vez es más difícil respirar; reconoce perfectamente ese tipo de fatiga. Aunque es capaz de tomar la forma de una lechuza y luego regresar a su verdadera forma, ella no es todavía una animaga de verdad y está abusando de su poder. Sin embargo, ya no hay marcha atrás. Extrae la varita de su túnica y la agita para romper el hechizo desilusionador. ¿Acaso el lobezno... el heredero... habría sido capaz de percibirlo? Pues, poco a poco, su quejido se alza; sin embargo, Ellie no reconoce verdadera tristeza. Quiere llamar la atención, lo necesita.

 

En el silencio de la tundra, pues incluso la brisa parece haber muerto, las pisadas de Nivi se escuchan con facilidad y por lo tanto, Ellie percibe el momento en el que se detiene. Aunque en ese momento no es una lechuza, siente que presta mucha más atención a los detalles de lo usual. ¿Se trata sólo de la responsabilidad que siente, o tiene que ver con su vínculo con la habilidad y con la lechuza? Quizás, si le hablara a Suluk al respecto, ella le daría una respuesta certera; de momento, sin embargo, no es eso la que importa. Hay algo más urgente...

 

Aunque se siente a punto de desfallecer, vuelve a cerrar los ojos. Deja de sentir el suelo bajo sus pies y, en cambio, extiende las alas y se posa sobre la rama de un árbol. Nivi la observa y Ellie se pregunta qué tanto será capaz de percibir esa mujer. No es que haya podido verla o escucharla; según su criterio, realizó una transformación silenciosa y sigilosa. Pero, por la forma en que la mira, no puede evitar pensar en Hobb; él también es un nativo de su tierra, y su conexión con la magia es un tanto diferente. Así como puede conectarse con más facilidad con los animales y las criaturas mágicas, ¿no podría reconocer a un animago? ¿Y qué hay de Nivi? Otra de muchas preguntas pendientes, si es capaz de regresar a la morada del arcano y luego a casa.

 

Pero finalmente, la mujer le deja de prestar atención. Nuevamente, Ellie se recuerda a sí misma que ella no es quien importa. El animal sigue llorando...

 

—¿Dónde estás?

 

Le gustaría volar y posarse justo junto a la madriguera, pero ya ha llamado demasiado la atención. Sin embargo, ya no es necesario. Nivi baja la mirada y, entre la blancura de la nieve, observa al cachorro que intenta salir de la depresión en la tierra, tras haberla reconocido. Ambos se observan durante un largo rato, en silencio. Luego de un rato, la mujer se agacha y levanta al animal a la altura de sus ojos. Y, entonces, un sollozo escapa de su pecho.

 

Pero hay un tema pendiente para Ellie. Singajik.

 

«Y Malik... ¿me será posible ayudarlo? ¿Me será permitido?».

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Sorprendida Suluk bebió de su vaso. Era la primera vez que alguien se presentaba en su morada para entablar una conversación tan sensorial, dejando por completo de lado el punto principal, vincularse con la habilidad. Curiosamente aquello le hizo sonreír, a pesar de ser una anciana agradable, solía guardar ciertas expresiones para el final del recorrido y Emmet simplemente acababa de llegar. Lo estudió, entonces, con la mirada, sus ojos eran de un gris pétreo tan cálido que confundía, en nada se parecía al Arcano de Nigromancia y a su vez tenían tanto en común; el poder, el recelo, el ánimo de enseñar y la nula paciencia hacia la ignorancia, la personalidad de cada uno de ellos resultaba apabullante.

 

—Verá joven Gaunt, cada habilidad se alimenta de un sentimiento distinto— Dejó sus manos a la vista del mago —La videncia, por ejemplo, se trabaja con la mente— tocó con el índice su sien izquierda —Así como la Nigromancia trabaja con el alma, pero una faceta del alma que está ligada sutilmente a los terrenos de la muerte, es verdaderamente una magia poco clara, densa, y poderosa.

 

Llevó el vaso de leche a la mesilla que estaba dispuesta entre ambos y se puso de pie dejando en evidencia los centímetros de menos que tenía para con la altura de su pupilo, un hombre fornido. Lo invitó a seguirla, nuevamente hacia el exterior, notando en su pecho una opresión por segunda vez en el día, se sentía fatigada. Quizás los años, se dijo, y continuó hasta la puerta principal.

 

—En cambio, la animagia se alimenta de algo que va mucho más allá. La animagia despierta el espíritu protector de quien porta el don, y ese espíritu tiene forma animal.

 

Fuera el frío resultaba insoportable, los malamutes le habían seguido los pasos pero ésta vez con más calma, Emmet la seguía muy de cerca, quizás tal vez tieso por el clima, más ello no la detuvo. El jardín frontal era lo suficientemente pequeño como para recorrerlo en no más de 3 minutos y así fue, deteniendo el andar al borde de un estanque congelado, dentro podía verse vida. Akku alzó la vista, esperaba haber respondido las dudas de su aprendiz pues tenía claras intenciones de continuar con la clase sin derroche de tiempo, aquel que no perdonaba y pasaba tan rápido.

 

Un segundo más tarde, de entre los pliegues de su ropaje Inuit, extrajo una fina vara de cristal azulado que tras un simple y elegante movimiento de muñeca transformó en un cayado. La vara casi doblaba su estatura y parecía firme. Con ésta partió la gruesa capa de hielo que no permitía admirar la belleza natural del estanque para luego abrir sin más un portal a su izquierda, sin previo aviso, rasgando el aire gélido.

 

—Si ha venido hasta mi es porque está dispuesto a hacer todo lo que yo le diga— Repuso, parecía severa pero dulce a la vez —Quiero que se sumerja en el estanque, joven Gaunt, sin importar nada. Sin objeciones

 

Aguardó. Aguardó a que el vampiro acatase sus palabras sin miramientos. Al principio el agua le podría resultar dolorosa, como cientos de agujas clavándose en su nívea piel, pero una vez consiguiese sumergir hasta la nariz, la calidez embargaría su cuerpo desde fuera hacia dentro, adormecería sus sentidos y lo transportaría a su piel animal. Suluk sabría cuando despertarlo.

 

Y una vez solo fueron ella y el viento, desapareció.

 

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Puede sentir el agotamiento de Eileen. Le duele el cuerpo, le pesan los párpados, su corazón cada vez late más y más lento. A veces, con un simple exabrupto recuerda que debe palpitar con rapidez y aquello causa taquicardia en la lechuza que aprecia la escena en pleno bosque. Suluk apareció detrás de Nivi, ésta solo tenía ojos para el cachorro de lobo que temblaba entre sus brazos y la propia Arcano tenía asuntos más importantes que resolver. La mujer volteó, asustada, aprisionando al animal contra su pecho, temiendo que alguien se lo fuese a quitar de un momento a otro pero el ver a su guía espiritual luego de tantos años le tranquilizó.

 

La anciana abrió los brazos tanto como pudo para recibirlos a ambos, acunarlos suavemente. No pudo evitar besar la mollera de Nivi como si se tratase de una niña pequeña, la niña pequeña que ella educó luego de que sus padres muriesen a causa de una horrible helada. Los hijos que siempre quise tener, pensaba, con el alma desgarrada al igual que el pecho de Malik.

 

—Debes ser fuerte, hija mía. Y gobernar— Fueron sus palabras, un simple susurro frío como la propia nieve bajo sus pies.

 

La esposa del Jefe convaleciente asintió, escondió al lobezno bajo sus ropajes, y desapareció. Quizás Moody quisiera saber cómo acababa toda aquella historia, de qué forma se desenlazaba, si para bien o para mal, o siquiera si su participación había servido para algo. Cierto era que su valentía, su pureza y desinterés habían marcado la diferencia, el rostro de Suluk lo demostraba. Solo entonces se sintió libre de alzar la vista hacia una fina rama, allí afianzada, una lechuza lechosa. Nuevamente abrió los brazos, silbó finamente, la llamó, la atrajo hacia sí y la abrazó.

 

Eileen estaba agotada, había pasado su primera prueba con crecer ante ojos de la Arcano y por tanto se merecía descansar. Pronto sería capaz de regresar a su forma humana para embarcarse en la recta final. —Todo va a estar bien, tranquila.

 

Musitó, acariciando su plumaje.

 

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El anciano observó partir a su amiga, el silencio se hizo en la tienda mientras bebía pacíficamente su infusión. Desde su arribo el zorro no había perdido de vista a Xell salvo para despedir con un simple parpadeo a Suluk. No le resultó, entonces, que la rubia cuestionase el motivo por el que una criatura salvaje se mostrase tan dócil frente a varios humanos, el hombre sonrió de lado sin enseñar la falta de dientes por el pasar de los años y tosió un poco, debía admitir que ese último tiempo estuvo haciendo mucho frío y quizás su hora estuviese cerca.

 

—Él es mis ojos, jovencita. Ese es el único motivo por el que no se mueve de mi lado, hace años decidió que esa sería su función hasta el final de mis días y no me ha abandonado.

 

Acabó en silencio, nuevamente, el té dejando su taza cerca de su pie. Los huesos de su espalda crujieron cuando se agachó pero fue tan ágil como un adolescente al momento de atrapar con una fuerza curiosa la muñeca de Vladimir con su mano derecha. El pulso no le tembló, se irguió en el asiento y carraspeó. De pronto su voz sonaba seria, dura, cargada de importancia, como si estuviese a punto de orar. Lo último que necesitaba era una mujer limpiando su tienda.

 

—Necesito su ayuda, señorita Vladimir. La ayuda de una Sacerdotisa con el corazón tan puro como el suyo— suavizó el agarre, deslizó la mano hacia la tersa palma de la mano de Xell y le dio unas cortas palmadas, sus propias palmas estaban curtidas por los años y el trabajo arduo en la tribu Inuit —Necesito de su magia, de su compromiso. Todo un pueblo depende de ello ¿sería capaz de ayudarme?

 

Si la respuesta era afirmativa Akku lo sabría, y Xell estaría lista para la prueba final.

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Las palabras del anciano eran amables, me gustaba su cadencia de voz, aquel ritmo pausado que generaba confianza. Me gustaba lo que decía del zorro, ojalá yo pudiera contar alguna vez con la ayuda desinteresada de un animal como aquel que prestaba sus ojos para que no se perdiera nada del mundo que le rodeaba.

 

- ¡Qué lindos son los animales! Siempre me han enseñado que ellos están más cerca de la Diosa Madre que nosotros, los humanos. Son más leales que muchos de nosotros. Ahora, tal vez le resultó raro ver desde una altura tan baja... La perspectiva de la visión debe de ser muy diferente a la humana. Somos tan altivos que olvidados donde ponemos los pies.

 

Me resultaba muy fácil hablar con él de estos temas que nunca se me habían ocurrido. Hubiera seguido horas haciéndolo pero me sorprendió con aquel gesto tan poco previsible. Solté un gritito al sentir que me agarraba con más fuerza de la que cabría en un hombre de su edad. Me había pillado desprevenida pues estaba mirando su taza para llevarla a un lugar donde pudiera lavarla. Aquel gesto era imperante por lo que le miré a los ojos en blanco, sin recordar que era el zorro quien le mostraría mi reacción.

 

- No sé si tenga el corazón tan puro. Amo las travesuras - Creo que no era la respuesta que él quería. Tampoco era la que yo quería darle. Le mostré una sonrisa insegura; me pregunté qué visión tendría de mí, desde los ojos del zorro. ¿Los animales ven en colores? ¿Notaría el rubor a pesar del frío? - No soy una hechicera poderosa, señor... No tengo apenas habilidades y pocos conocimientos. Soy una sacerdotisa de nivel bajo, abandoné la Isla de Avalon antes de adquirir más grado de sabirduría. Pero le prometo que lo poco que sé lo pongo a su disposición para ayudarle en lo que necesite. No le fallaré en mi compromiso.

 

¿Un pueblo había dicho? ¿Había un pueblo por allá? ¡Oh, ilusa! ¡Claro que debía haber un pueblo! ¡Él no iba a estar sólo en medio de todo aquel hielo, con la única compañía de un zorro!

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Suluk había comenzado el camino hacia afuera de su casa. El vampiro la siguió, ya habiendo visto el gesto que la anciana le había hecho. Mientras caminaban estaba recordando la explicación de porqué la energía era diferente en cada una de las habilidades. Ahora entendía el porqué podía ver y percibir aquellos espíritus en las mazmorras del Ateneo. Apretó el anillo de Nigromancia contra su pecho al pensar en la palabra "alma".

 

Era exquisito escuchar las sabias palabras de la Arcana.

 

Realmente estaba disfrutando el paseo y de la vista a aquél claro congelado. Pudo notar como Suluk tomaba su vara de cristal y la transformaba en aquél cayado con el que rompió la gruesa capa de hielo como si fuese una hoja de papel que uno agarra entre sus manos y la rompe por la mitad.

 

¿Que tenía que hacer el vampiro para obtener una varita como esa? No lo sabía pero esa pregunta era recurrente cada vez que pensaba en inscribirse en un nuevo curso o conocimiento. De lo que sí estaba seguro es que se necesitaba un gran poder mágico para manipular aquél objeto. No cualquier mago o bruja podía ser dueño de una varita de ese estilo y calibre.

 

Miró hacia el interior del hueco. El agua, a pesar de haber estado congelada, enseñaba un panorama hermoso digno de admirar. Podía ver movimiento dentro de ella. Aquellos pequeños pececillos que no se congelaban y aguantaban esas temperaturas zurcaban el agua escapando de aquellas miradas que, seguramente, los asustaban.

 

Estaba apreciando la hermosa vista, casi perplejo ante tanta belleza natural, cuando la voz de la Arcana lo volvió a la realidad. Sus ojos azules se abrieron como platos al oír el pedido de la mujer. Emmet tenía que sumergirse en aquellas aguas congeladas pero, ¿cuál era el objetivo de aquello? Si una cosa estaba en claro es que Suluk, más que seguro, jamás le pediría hacer algo en donde podía llegar a perder la vida ... o al menos eso pensaba. Se tomó unos momento para pensar mientras toda su vida le pasaba por enfrente. Sus 226 años en tan sólo segundos.

 

Su naturaleza no le permitía sentir frío o calor. Siempre estaba frío al tacto de aquellos mortales, claro era un vampiro, pero nunca había probado si era a prueba del congelamiento. Por otro lado, no podía permitirse dudar. No al menos en ese momento en que él mismo había decidido aventurarse al estudio de una nueva habilidad y a descubrir aquél espíritu animal protector que llevaba consigo mismo.

 

Se paró, juntando ambos pies, en la orilla de la ruptura. Miró hacia arriba, vio el portal que Suluk había abierto y volvió a concentrarse en el claro. Sentía como que el agua misma lo llamaba e incitaba a tirarse. Algo le decía que allí dentro descubriría algo que la Arcana quería que conociera y tomara conciencia de que aquello existía: ¿Qué era?.

 

< 3 ... 2 ... 1 >

 

Contó para sí mismo y, de un momento a otro, ya había dado el pequeño salto para hundirse en aquellas claras y profundas aguas.

 

Era complicado describir lo que estaba sintiendo. Parecía que todo iba en cámara lenta y que no terminaba de sumergirse. Todo el cuerpo del vampiro, con ropa y todo, estaba bajo el agua. De instinto, abrió sus ojos, miró sus manos, tocó su pelo, su cara ... como si algo se le hubiese salido de lugar ... pero todo estaba allí. La sensación que tenía era como si millones de pequeñas agujas se le clavaran en la piel haciendo que fuese un dolor soportable pero molesto a la vez por esos pequeños pinchazos.

 

Podía soportar aquello pero, por primera vez en su vida, comenzaba a sentir aquél frío. ¿Ésto sentían los mortales? ¿Ésto era realmente el frío?

 

¿Qué es lo que tenía que descubrir? Miraba para todos lados pero aquellos pececillos habían desaparecido pero, a la vez, dentro suyo, sentía algo cálido. Era complicado pero, en simples palabras, sentía frío pero que era contrarrestado por aquella agradable calidez.

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http://i.imgur.com/LZ2zUEj.gifhttp://i.imgur.com/C83rY.gif // ~

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Crazy Awards 2018:

7F1CpeC.gif "El Romeo"

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Si hay algo que Ellie no prevé, es la aparición de la arcana Akku. Con cada latido es más difícil mantenerse en su forma animal, pero sabe que su aparición, especialmente de forma repentina, podría ser problemática; a veces, como ella bien sabe, lo mejor es quedarse al margen —aunque no es precisamente éso lo que ha estado sucediendo durante el día—. Por un momento, se imagina a la bruja agitando su vara de cristal y quizás haciendo que el heredero vuelva a ser un niño de verdad, incluso sanando a Malik y que él siga siendo la cabeza de la tribu... Le toma por sorpresa que Suluk salude a Nivi con tanta familiaridad y, además, que la mujer parezca reconocerla, incluso guardarle cariño; y, cómo si no fuera poco, las palabras que la arcana le dedica.

 

Debes ser fuerte, hija mía. Y gobernar.

 

Con sus grandes ojos, observa cómo la mujer esconde al lobezno entre sus capas de ropa y se aleja, rumbo al asentamiento de la tribu, con pasos decididos. Las interrogantes no tardan en aparecer, por supuesto. ¿Cómo lograría Nivi hacerse oír ante la tribu? ¿Cómo lograría posicionarse como gobernante... como líder? Aunque en su entorno, Ellie ha visto a muchas mujeres llegar a la cima, las tribus suelen ser un tanto más anticuadas. Es extraño, pero se siente afligida. Sin embargo, un pensamiento repentino la reconforta. «Quizás nunca se trató de salvar a Malik, sino de darles fuerzas a Nivi de hacer un cambio en su tribu». La fuerza que necesitaba no se la dio el ulular de una lechuza, sino el mismo poder que le permitió reconocer a su hijo. Una fuerza misteriosa e inmensa.

 

El silbido hace que pierda el hilo de sus pensamientos. Suluk la llama y no puede ignorarlo, de modo que vuelva hacia ella. El abrazo la sorprende y, a decir verdad, la avergüenza un poco. No es sólo porque Ellie sea una persona distante físicamente, sino porque en sus previas experiencias con arcanos, todo había sido mucho más... frío. No quiere sentirse especial o superior, pero aún así piensa que aquello debe ser una buena señal.

 

Ellie extiende las alas —por última vez en un buen rato, espera— y vuela hacia adelante. Sin mucho esfuerzo y con mucho alivio, vuelve a ser ella. Luego de tanto rato siendo una lechuza, su cuerpo se siente rato... aunque quizás sólo es el cansancio. Toma una gran bocanada de aire y lo exhala lentamente, intentando controlar el mareo. El frío parece hacerse más intenso, y entonces recuerda que es porque sólo tiene su túnica negra.

 

—Eso espero —susurra, volviendo el rostro hacia la dirección en la que Nivi y su cachorro se alejaron—. Aunque todavía me preocupan.

 

»Y... ¿qué es lo que sigue?

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sins don't end with tears, you have to carry the pain forever

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