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Animagia


Suluk Akku
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― No creo que pueda, pero ahora es tu debes comprender por qué la sangre es importante en tu propia historia y el por qué puede ser una conexión con tu forma animal.

 

Las palabras de Suluk la dejaron pensativa un momento. ¿Por qué era importante la sangre? Mucha había sido derramada por su causa, por sus manos, por sus sacrificios. Una vida dedicada a las Artes Oscuras y se había convertido en lo que había detestado durante toda su existencia. Lo peor de todo, ya no le importaba. Y mientras más conocía las Artes Mágicas, más y más cosas estaba dispuesta a sacrificar por ella.

 

Estaba preparada para discutirle a la Arcana el que la enviara a un lugar lleno de sangre, contempló el portal que había abierto con mucha desconfianza y ladeó la cabeza, antes de dejar escapar un suspiro. Se echó para atrás, además, quizás encontrara las respuestas a preguntas no formuladas -o mal formuladas- que estaba necesitando. Así pues, se encogió de hombros y cruzó.

 

***

 

No iba a terminar de acostumbrarse nunca a esos portales, le daban una sensación de inseguridad. A pesar de saber -un 95 %- de que no corría peligro alguno atravesándolos. Se abrazó y frotó los brazos, como si hubiese sido presa de un escalofrío. Sintió un ligero tiritón y comprobó, con las yemas de sus dedos, que se le había puesto la piel de gallina. Miró hacia atrás, hacia el portal, pero éste ya no se encontraba allí.

 

El sol parecía estar ocultándose entre los frondosos árboles, y el cielo -o lo poco que podía verse de él- ya se había teñido de un naranja que amenazaba con traer la noche en cualquier momento. ¿Qué haría ella allí? Suluk le había dicho que debía analizar el entorno, pero no veía mucha utilidad en ponerse a estudiar la cantidad de troncos caídos, distribuidos de tal forma, que parecían haber sido lanzados así a propósito. Candela escuchó, con cierto recelo, el ulular de un búho en las cercanías. Dio unos pasos más. Un búho no se parecía en nada a ella, excepto por la parte de la vida nocturna. Se permitió sonreír en ese momento. Le relajaba el lugar, aunque no lo reconociese.

 

No pudo evitar sentir que esa escena ya la había vivido muchas veces; así que comenzó a recoger las ramas que le parecían buenas a la vista para preparar una fogata. Seguramente llamaría la atención de algún animal, pero sería bueno si con eso llegaba su cena. No había comido nada en todo el día y la llegada a la cabaña de la anciana tampoco había supuesto el que se encontrase con un banquete. ¡Ni siquiera agua le había convidado! Así pues, hizo un montoncito con las ramas y arrastró un pequeño tronco que le serviría de asiento. Tuvo que sobar la planta del pie sobre la hierba, la sentía pegajosa. Y se detuvo en el momento justo en el que iba a encender la fogata pues, lejos, logró escuchar un arroyo y unos cuantos pasos en la orilla.

 

La Triviani frunció el entrecejo. No podía evitar pensar en el extraño olor que había en el aire, mientras se acomodaba en su improvisado asiento. Cuando sostuvo el tronco a los costados, volvió a sentir algo pegajoso entre los dedos. Y, cuando se acercó las manos para observarlas, se dio cuenta de lo que era. Olía a sangre. Un olor que le hizo ver partes de una película, una en la que ella era la protagonista.

 

Sólo entonces se atrevió a ver realmente.

 

Habían partes de animales alrededor de ella, extremidades destrozadas. Eran producto de una pelea, probablemente fresca. Y a poco metros, un chillido que creía entender.

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~ Mosquito ~          Ianello 

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El Van Halen sonrió al saberse en presencia de una fémina con la paciencia suficiente para controlar su curiosidad. Aquello no solo le daba confianza, sino que le incitaba a ser él mismo con ella. De cierta manera le recordaba a su padre, cuando de niño le resolvía todas las dudas habidas y por haber y no se frustraba cuando Luca repetía constantemente aquella pregunta que todo niño parecía nacer con ella. La miro a los ojos y estudio con calma sus facciones. La animagia era una magia antigua y debía responder con calma a las inquietudes de la anciana. Probablemente esta quería asegurarse de las intenciones del dhampir para con sus futuros poderes.

 

Cerro sus ojos y pensó. Ninguna respuesta era mala, aquello era evidente, sin embargo, quería hallar la perfecta, para hacer que Suluk le abriese las puertas a lo que esperaba fuese una nueva vida sin reparos. ¿Como era que sabia que dentro de su figura habitaba un animal? Interesante, ademas de demandante pregunta. Quizás eran esas tremendas ansias de libertad que sentía cuando el agobio y el estrés ocupaban su vida. O tal vez ese sentimiento de no sentirse solo nunca, mucho menos cuando paseaba o corría por los grandes bosques que rodeaban su ciudad natal. Se sentía parte de algo mas, algo grande, por Gaia había descubierto eso.

 

Estaba tan centrado en su propio mundo, que no se dio cuenta de como un portal se abría frente a sus narices y una de sus compañeras de estudio ingresaba al mismo. El toque del hocico de uno de los canes en su diestra lo hizo retomar el control de su cuerpo. ¿Se sentía, ya, preparado para afrontar cualquier cuestion de la bruja?. Evidentemente. Se apoyo en una de las paredes, la cual estaba despejada de artículos y hablo. El medio vampiro no era un hombre temeroso, sin embargo, el respeto por quienes tenían un conocimiento mayor que él estaba muy presente en su forma de comunicar y expresar sus ideas. Omitio que estaba rodeado de otras personas y fue directo al grano.

 

- Muchas son las veces que sueño con una gran bestia negra. De gran tamaño. corre por los bosques de Rumanía, por la noche, como si los custodiase y protegiese. Sus ojos son verdes, aunque no estoy muy seguro de ello. Cuando el animal se acerca al lado y estoy a punto de ver que forma posee, la imagen del reflejo no es la de la criatura, es la de mi persona – Se abrió con la pasión que lo caracterizaba – Anhelo libertad y solo un bosque me la puede dar. Y al ser sacerdote del clan de la luna roja tengo una unión con este astro difícil de explicar. Me habla, me escucha y me regala consejos cuando los necesito. ¡Que crees que puede significar? - Hasta los alaska malamuten lo escuchaban.

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Suluk pareció conforme con los avances de Anne. Bueno, avances... más bien el hecho de que creyese haber encontrado su forma animal. Pero aún le quedaba mucho por comprender sobre la animagia antes de poder avanzar en sus estudios. O, al menos, es lo que ella pensaba. Asintió cuando la vio abrir un portal y le indicó qué debía hacer a continuación mientras un pellizco en el estómago empezó a inquietarla.

 

De acuerdo, arcana, así lo haré —manifestó en voz alta mientras ésta ya comenzaba a centrarse en otro de sus alumnos. Jamás había aprendido una habilidad con tanta gente, se le hacía difícil imaginar la presión que debía vivir la anciana para llevar el aprendizaje de todos al mismo tiempo. Aunque por otra parte, a los arcanos se les veía suficientemente capaces como para ocuparse de una nimiedad como debía ser la enseñanza para alguien tan poderoso.

 

Anne decidió que no debía perder ni un minuto y se dirigió sin dudar hacia el portal, ignorando la sensación de incomodidad que sentía ante su nueva misión. Estudiar y comprender a las aves podía ser relativamente fácil, pensaba. Pero no tanto liberar sus instintos animales. ¿Dónde dejaba todo aquello su parte lupina? No quería ser un lobo, bastante tenía ya de aquel animal en su vida como para pensar en él en esos momentos.

 

El portal la trasladó inmediatamente a Hokkaido. Lo supo por el paisaje y el ambiente: el frío y húmedo aire la envolvió inmediatamente y la hizo encogerse de frío. ¡Menudo despiste al no abrigarse antes de acudir! Extrajo de su bolso la capa negra de viaje que siempre usaba y se envolvió en ella mientras observaba el cielo entre los árboles. El sol estaba comenzando a caer, aunque aún quedaban horas de luz natural. «La diferencia horaria, claro, ya no estoy en Inglaterra. Ya ha pasado el mediodía», pensó. Así que no tenía tiempo que perder si quería comprobar antes de que se acabase el día si había llegado a la conclusión correcta respecto a su forma animal.

 

Comenzó a caminar pensando en lo que sabía sobre las aves que estaba buscando. Eran marinas, eso sí lo sabía, y podía percibir que estaba muy próxima a un humedal, por lo que no le costaría encontrar un nido. O varios, con un poco de suerte. Podía sentir que la observaban desde la copa de los árboles y estuvo tentada de devolverles la mirada a los salvajes espías, pero se contuvo para no molestarlos. Al fin y al cabo, ella era la extraña en aquel lugar mientras que ellos se contentaban con compartir aquel hábitat en toda la armonía que les era posible.

 

No tardó demasiado en dar con el lugar que buscaba desde el principio. Todo a su alrededor era de color verde y olía bien, aunque pesado a causa de la humedad. Podía escuchar el sonido de distintas especies que se comunicaban a su alrededor, quizás extrañándose por su presencia o simplemente porque la naturaleza vive y se comunica entre sí aunque los seres humanos no supiesen entenderla la mayoría de las veces. Observó lo que la rodeaba, era simplemente magnífico. En las copas de los altos y frondosos árboles de un lado, alcanzó a ver un enorme nido del que sobresalía una cabeza oscura. Sonrió y se sentó en el suelo, eso es lo que ella había ido a ver.

 

Pero no tuvo mucho que ver durante un buen rato. El ave no se movió y ella tuvo que esperar allí, en silencio e inmóvil para no interferir en aquel ecosistema. Pero de repente, el águila se alzó en el nido y se lanzó en picado... alejándose de allí.

 

¡Ay, no, mier**! —gritó Anne, dando un brinco para ponerse en pie y corriendo tras la estela del ave. Era simplemente maravillosa cuando alzaba el vuelo. Pero rápida también. No tardó en perderle la pista y, al final, tuvo que dejar de correr para pararse a intentar tomar aire con normalidad. Con los brazos en jarras y jadeando, elevó la vista al cielo de nuevo pero no vio ni rastro del animal. Endemoniada criatura, ¿qué le habría hecho abandonar su nido de esa forma?

 

Retomó el camino cuando recuperó el aliento, pero no había ni rastro del ave. El olor a sal marina le llegaba a la nariz más intenso que al principio y supuso que, en su carrera, se había acercado a algún punto donde la tierra acababa para dar paso al océano. Decidió dirigirse hacia allí, quizás el águila había volado hacia aquel lugar en busca de algo de alimento para luego regresar a su nido. Así que retomó su caminata, esta vez con más relajación que al principio, y lo enfocó como un paseo en el que se dedicó a pensar en lo que sabía sobre aquel ave. Mucho sobre el físico, pero nada sobre el comportamiento real del animal, tan solo lo que su padre le había contado. Eran marinos, eso sí, les gustaba estar próximos al agua. Eran de aquella zona, del este de Europa. Le sonaba algo de Kam... no recordaba el nombre. Pero emigraban allí. O desde allí viajaban hasta Hokkaido, no estaba segura. Algo le impedía pensar.

 

Le rugió el estómago como si hubiera un león a su espalda. Se detuvo un momento, con los ojos como platos, y se miró a sí misma. ¿Por qué tenía de repente tanta hambre? No recordaba cuándo había sido la última vez que había comido, si se ponía a pensar. Se detuvo cuando los frondosos árboles comenzaron a escasear y salió a un espacio más abierto, una especie de acantilado que daba paso al mar. Miró su alrededor, maravillada: había varios nidos de águilas a su alrededor. Y un enorme pigargo de Steller volaba en aquel momento en picado hacia el mar. Lo siguió con la vista hasta que desapareció en la profundidad del acantilado, pero no se movió para no tener que cruzar la extensión que la separaba del borde del acantilado, siempre le había dado un poco de vértigo aquella altura. Aunque sentía ganas de asomarse, casi tantas como de comer algo. Se frotó la frente, ¿aquello sería cosa de Suluk o su cabeza empezaba a hilar ideas extrañas?

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Candela llegó hasta una oscura cueva, siguiendo los rastros de las partes de animales que, hasta ese momento, no se había detenido a ver. Sus pies se arrastraron por el camino y sentían partes de tierra seca -en algunos momentos- y húmeda, probablemente por la sangre que iba pisando. Y en cada paso, la escena se repetía una y otra vez. Trataba de concentrarse en lo que estaba buscando y eso hacía que sus recuerdos se ofuscaran, pero cada vez era más difícil mantener esa tenacidad para alejar su propia memoria.

 

Se detuvo para agacharse y levantar una extremidad destrozada. Tenía un pelaje muy ralo y, al parecer se trataba de un ala. Lo que la llevó a pensar en que tenía la sospecha de qué se trataba. O por lo menos, qué tipo de animal había encontrado con toda esa cantidad de sangre. La olía cada vez más cerca y sabía que no podía ser nada más que de uno solo de ellos. El ruido que escuchaba desde dentro le indicaba que se trataba de un nido. Se adentró en la cueva y, tal vez, su repentina aparición alborotó a todo el nido.

 

Los murciélagos planeaban sobre un montículo de cadáveres, sus pares, y emitían chillidos en forma de protesta por la interrupción de la Triviani. Ésta, con sumo cuidado, fue acercándose cada vez un poco más, hasta estar lo suficientemente cerca como para contemplar a gusto el pintoresco cuadro que formaba aquella matanza. Habían mamíferos pequeños, entre el montón de muertos, una perfecta mezcla de niños y adultos que tanto había estado evitando la bruja.

 

La gitana apretó los puños, la similitud de la escena casi parecía una burla. Estaba segura, en medio de su obsesiva tortura psíquica, de que casi podía ver el cuerpo de su propio hijo sobre aquel montículo de cuerpos sin vida. El único biológico que había tenido, hacía muchos años, y al que ella había asesinado siendo un recién nacido. No permitió que el dolor se convirtiera en lágrimas, como dejó que pasara cuando estuvo con Baléyr, sino que se convirtió en odio. En rabia. Un dolor tan agudo que taladraba su cabeza y la obligaba a contraerse. Se abrazó a la altura del estómago, mientras respiraba con dificultad. Ladeó la cabeza y cerró los ojos.

 

Ya no sólo veía el rostro de su hijo, sino también de todos los niños que había asesinado para llegar hasta donde estaba. La cantidad de vidas, entre hombres y mujeres, que había tomado en su proceso de transformación. Ella lo había intentado todo, y lo seguía haciendo, pero sus resultados eran nefastos. Lo que la llevaron a convertirse en un ente, una especie de esclavo de la muerte, o de la entidad que la hizo como era.

 

Cuando Candela abrió los ojos abrió los brazos para liberarse del agarrotamiento que estaba sufriendo por haberse apretado tan fuerte las costillas, pero allí a donde debían estar los brazos se encontró con una fina membrana de piel que era sostenida por sus propias falanges. Su estatura se había reducido, si se podía más, hasta estar a la altura de los mamíferos que continuaban la dura lucha. La Triviani se vio a través de los ojos de uno de ellos, y pareció estar frente a un espejo. Con orejas ridículamente más grandes de lo normal, patas pequeñas y alas.

 

El nuevo murciélago también participaría de la toma de poder.

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La revolución del bosque fue para Orión una experiencia surreal. Haber descubierto que pertenecía a una comunidad completamente nueva sacudió su espíritu, al punto de ser un él diferente. Recalco el él. Nunca dejó de serlo. Más allá de ganar absolutamente todo: peso, altura, pelos. Violencia, capaz. No, no era violento porque sí en ese estado, siento que se describe mejor como salvaje.

 

Su pelaje cobrizo estaba manchado de sangre. Ya ni sabía si era la suya, de sus aliados o de los enemigos. Sabía que eso era positivo. Había sido, después de todo, una buena batalla. ¿Qué fue lo que específicamente sucedió? Pues, podría pasarme horas sobre cómo empezó torpe, caminando con cuatro patas, para luego levantar el pesado torso y lanzar una zarpada mortífera, para solamente repetir.

 

Además, las sensaciones eran tan diferentes que lo mareaban llegado a un momento. La sangre le daba hambre y parecía como si alguien hubiese subido el volumen del mundo. La realidad era otra cosa. Estaba sobre estimulado y ahora sólo podía sentarse a tranquilizarse. En su cueva. Con su cachorro. Sus garras estaban pesadas y ya la nieve había cubierto todo el terreno. Levantó su cansada vista azulada. Luces en el cielo. Quiso sonreír, pero no era muy capaz con esa mandíbula.

 

Se desplomó en el borde de la cueva. El cachorro lo estaba esperando con brillos en sus ojos. Las luces del norte se reflejaban en sus pupilas azabaches. Estaba calmado. Un poco de sangre se le metió en el ojo. No podía usar magia en ese estado, cuando básicamente su transformación en ella. Pero estaba demasiado cansado como para pensar en humano. Sentía sus heridas. Había sido un error volver a la cueva, un depredador podía haberlo seguido.

 

Parpadeó más lento. Sintió como el pequeño oso se le ponía a un lado, lamiéndole una de las heridas al costado de su torso.

 

¿Por qué era que había hecho todo eso?

 

La humanidad… Su humanidad se encontraba en sus relaciones. Él era humano, en tanto se relacionaba. Zoon politikón dijo Aristóteles. Cerró los ojos, suspiró.

 

El problema con la esencia del mago era que, luego de esta primera transformación, realmente nada había cambiado en ella. Entonces, no se podía volver a lo que… bueno, nunca cambió. Pero, era su humanidad la que había quedado relegada. Entonces, ¿cómo se podía recuperar algo que estaba muy por debajo de una capa de piel de oso?

 

Claro, sus relaciones. No es que, la gente que conocía lo hacía a él, si no el vínculo.

 

Se envolvió con una luz, la cual lentamente se disipó para revelar su cuerpo desnudo, lleno de sangre y completamente frío.

 

- Aghhh –se llevó su mano a la cara, para limpiarse un poco-. Hey there amigo.

 

El pequeño animal se asustó ante la presencia de magia y volvió a la cueva. El Yaxley se arrastró como pudo hasta sus cosas. Tomó su varita y empezó a aplicar curaciones. Su cara de desesperación salió a flote cuando se dio cuenta la cantidad de heridas que tenía encima. Algunos agujeros de baja en su abdomen, como cortes en sus brazos que llegaban hasta sus músculos.

 

- Menos mal que s-soy un m-mago –estaba pálido de la cantidad de sangre que había perdido-. Eh, ¿pequeñín?

 

Como pudo, fue colocándose su ropa. Estaba tiritando. Sentía que la Arcana lo estaba llamando. Tenía que volver. Era de madrugada ya. De su monedero Mocke sacó una poción Herbovitalizante. Lo mantendría con fuerzas hasta el portal. El viaje no le tomó mucho. Recordaba la gran parte y fue como cuando llegó, salvo por sus ropas, que estaban desgastadas, con manchas de sangre y barro. Algunos trozos de su camisa servían como vendas, en aquellas partes donde no había alcanzado a curar.

 

Volver a Inglaterra fue un alivio y bastante chocante al mismo tiempo. Allí la temperatura era más templada y sentía los aromas aún un poco más acentuados que antes. Estaba tan enfocado en volver que no se había dado cuenta de que su pequeño amiguito lo había seguido. Suspiró. Seguramente Suluk sabría qué hacer. Levantó al pequeño animal quien se abrazó a su cuello, abriéndole una herida más. Con una mueca de dolor volvió a la cabaña.

 

- ¿Arcana? Estoy preparado para la prueba. Ay, por Merlín, necesito una taza de té y un poco de comida sólida.

 

Por alguna razón, tenía antojo de pescado y frutos del bosque.

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- No se trata de lo que yo crea - El hombre de nuevo le hacia preguntas a Suluk que ella no tenía por qué responder. La animagia era un proceso de aprendizaje y dominio muy fuerte como para ser resumido en un ¨creo¨. Suluk abrió un nuevo portal pero esta vez para Luca - Te llevará a un bosque y tendrás que entender qué tipo de libertad buscas y por qué es relevante para ti actualmente - La arcana no acostumbraba a enviar de viaje a sus alumnos tan pronto pero en ese momento consideraba que era lo mejor.

 

Anne se encontraba estudiando el comportamiento de su forma animal para pronto dejarse llevar por sus instintos animales. Suluk sabía que compartir y analizar a los animales era lo mejor que podían hacer los aprendices de Animagia así que esperaba que Anne pronto se dejará llevar por los mismos y pudiera adoptar su forma animal - Esto se va a poner interesante pronto - La arcana sabía que pronto podría observar una transformación pero solo Anne tenía la respuesta.

 

- Candela ahora debes salir de esa forma y encontrar el modo de convertirte nuevamente en humana para regresar a mi vivienda - La arcana estaba satisfecha con lo logrado por la mujer y solo tenía una tarea más para finalizar. Si lograba regresar hasta su casa con vida y en forma humana podría acceder a la prueba de la habilidad - De paso puedes ir pensando en si deseas realizar la prueba de la habilidad. Dame tu respuesta tan pronto vuelvas.

 

- Me temo que él no puede ingresar a mi vivienda - Suluk no permitiría que el cachorro ingresara a su casa así que hizo mover su Vara de Cristal para regresarlo al lugar del que provenía. No era correcto permitir que saliera de su zona y debía preservar su ecosistema - Con respecto a ti, podrás comer y tomar el té en tu casa pero antes debo curarte - La arcana volvió a mover su Vara de Cristal y lo terminó de curar porque se notaba demasiado herido y débil.

 

- Te veré mañana en la zona cercana a la Gran Pirámide para dar inicio a tu prueba - Orión podría descansar esa noche y recuperar energías para poder presentar su prueba y demostrar que estaba listo para ser considerado animago.

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Seguía debatiendo consigo misma aquellos raros impulsos cuando un fuerte chillido de águila la hizo dar un respingo donde estaba. El pigargo que se había lanzado en picado por el acantilado ahora volaba hacia arriba con algo sujeto en el pico mientras una cortina de gotas de agua caían a su espalda, como si de una estela se tratase. Anne no podía apartar la vista del animal.

 

Éste descendió entonces hacia uno de los nidos y plegó sus fantásticas alas mientras se inclinaba y soltaba el pescado. Se percató entonces de que había otras águilas más pequeñas alrededor con el plumaje marrón y de envergadura menor. Sin duda eran sus crías. Observó maravillada cómo se alimentaban y cómo chillaban al aire, posiblemente comunicándose. Ella quería unirse a aquella extraña conversación, pero no tenía modo de hacerlo... sin usar la magia del anillo de amistad con las bestias, claro. No había cruzado el portal de Suluk para usar los poderes de los uzzas.

 

Un pigargo más grande apareció de detrás de los árboles y descendió junto al que custodiaba a las pequeñas águilas. Era la hembra, se veía en su enorme tamaño. Al hacerlo, el macho abrió un poco las alas y se echó hacia atrás, como dejándole un poco de espacio. Era precioso ver a la naturaleza en aquel estado, tan pura y salvaje.

 

No supo cuánto tiempo estuvo así, tras uno de los últimos árboles que daban paso al acantilado, observando la vida familiar de aquellas águilas hasta que empezaron a lanzar chillidos distintos al aire. Con interés, Anne se asomó un poco más para no perder detalle. Dos de las águilas más pequeñas comenzaron a dar saltitos hacia el acantilado seguidas de sus progenitores, que parecían observarles con interés. Y cuando alcanzaron el borde... se tiraron, sin dudarlo ni un segundo, con las alas abiertas y aleteando a toda velocidad. Una de las pequeñas águilas consiguió alzar el vuelo enseguida, y uno de los pigargos adultos se lanzó tras ella con un fuerte chillido. La otra águila desapareció de la vista de la Gaunt y tardó un poco más en aparecer.

 

Cuando lo hizo, aleteaba con fuerza y cierta dificultad, al menos para su entendimiento humano. Pero parecía haber conseguido su objetivo, y su progenitor saltó del acantilado tras él. Las cuatro águilas revolotearon por los alrededores y en algún momento, desaparecieron de su vista. Anne suspiró, sentía envidia por la libertad que derrochaban los animales alados. Decidió que era momento de asomarse al acantilado para ver si podía observar qué hacían las dos pequeñas águilas que acababan de probar sus habilidades voladoras. Lo hizo con precaución, intentando no molestar a ninguna de las aves que había a su alrededor. Había algunos nidos más a cierta distancia de donde estaba ella. Cuando se asomó, con precaución para no despeñarse, se fijó en que las águilas estaban pescando. ¡Con el hambre que ella tenía! Si pudiera transformarse en águila, podría conseguir algo de comida igual que estaban haciendo ellas...

 

Un chillido a su espalda la alertó de que tenía un águila cerca, y se sorprendió al ver que no sentía miedo de ella. Era una de las crías que había visto antes, la que había quedado atrás mientras su familia alzaba el vuelo. Sus chillidos eran lastimeros, posiblemente reclamando una atención que le habían negado: se había quedado atrás. No sabía cómo serían las águilas al respecto, pero algunas especies dejaban atrás a las crías que no podían seguir el ritmo que la naturaleza les imponía. Y era precisamente lo que acababa de pasarle a aquel animal.

 

Espera, ¿qué haces? Te vas a...

 

Se le cortó la voz de golpe cuando comprendió sus intenciones. No pensaba quedarse atrás: o lo conseguía como sus hermanos, o moriría en el intento. Ni siquiera tuvo tiempo de gritar o moverse para detenerla, el águila abrió torpemente sus alas y saltó del acantilado. «Por todos los demonios». Anne se descolgó de un tirón el bolso y lo arrojó por detrás de ella. Al hacerlo, la capa se le desabrochó y cayó a su espalda, pero ni siquiera se dio cuenta. Se llevó una mano al pecho: sí, tenía el amuleto volador y la varita en el bolsillo, así que pasara lo que pasase no se mataría. Y sin pensárselo ni un momento, se lanzó al vacío tras el animal. No podía permitir que muriera de esa forma.

 

La caída era veloz, tanto que casi no le dio tiempo a ver cómo el águila conseguía remontar el vuelo y planear torpemente unos metros antes de poder aletear y alzar el vuelo. Bueno, al menos uno de los dos lo había conseguido. «Y yo también puedo conseguirlo», pensó de repente. No sabía si Suluk tendría algo que ver, o si simplemente había conseguido asimilar lo que ella les había explicado antes de partir. Pero en aquel instante centró su poder en su cuerpo, y no en su varita. Y algo comenzó a cambiar mientras caía.

 

El aire ya no era algo molesto, sino una especie de corriente que chocaba contra su cuerpo, que de repente pesaba menos y tenía un punto de equilibrio distinto. Inconscientemente, cambio la postura de la caída y ésta, en lugar de caída, se convirtió en una especie de planeo semi-controlado que no la asustaba. Con cierta dificultad, extendió ambos brazos en cruz y vio que ya no eran brazos exactamente, estaban cambiando como todo en su cuerpo. Su piel se cubrió de plumas, su cuerpo se encogió para adoptar una forma muy distinta y sus brazos, aunque conservaban fuerza como en su estado humano, ahora eran ligeros y poderosos. Sus pies ahora eran garras, enormes y fuertes, de color anaranjado. Su cabeza era más pequeña y sus ojos, antes grises, ahora eran completamente amarillos salvo la pupila, que era un punto negro. Y lo veían prácticamente todo, con una agudeza y precisión que jamás habría podido imaginar. Su mandíbula mutó por completo, y sus pómulos desaparecieron. En su lugar, ahora había un poderoso pico curvado que chasqueó con fuerza, de un color similar al de las garras. Era un águila, era un ser más en el cielo.

 

Batió las alas con fuerza y el planeo cesó para remontar el vuelo aprovechando una corriente de aire que la elevó mucho más de lo que había esperado. Pero ya no sentía vértigo, ni miedo a la caída. Ni siquiera sentía la necesidad de mirar dónde había quedado la tierra. Ahora podía volar, y se sentía tan libre como el viento. Chilló al aire abriendo el pico y luego cerrándolo con fuerza mientras batía nuevamente sus enormes alas. Abiertas, medían más de dos metros de una punta a la otra. Descendió hacia el mar para poder observar su reflejo: era un águila enorme, con el plumaje marrón tan oscuro que parecía negro y algunas zonas blancas. Y además, tenía mucha hambre. Una sombra por encima de ella la hizo alzar la mirada. Era la pequeña águila que había saltado antes que ella, que ahora compartía su vuelo. Bien, era hora de pescar juntas.

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El Van Halen se sorprendió cuando la arcana, sin pensarlo mucho y tras una respuesta algo breve en opinión del dhampir, abrió el portal para que Luca lo atravesase y respondiese a sus propias preguntas. ¿A caso no era pronto para aquello? Tal vez si, pero si la anciana bruja consideraba que esa era la mejor manera, el rumano no lo dudaría un solo instante. Avanzo, tras comprobar cm Suluk le hacia un gesto afirmativo. Ingreso al portal con la cabeza alta y seguro de lo que vendría a continuación. La animagia era una habilidad complicada, sin embargo, él confiaba ciegamente en su conexión con Gaia y en sus propios conocimientos de la fauna y flora.

 

El estomago del hombre rugió al atravesar el portal, protestando por la sacudida. El moreno no le dio mayor importancia. Se estaba acostumbrado a aquello, aunque seguía sin gustarle. El paisaje que ahora lo rodeaba era bello, como ningún otro. Valía la pena un retortijón por verlo. La naturaleza demuestra que la magia existe, pensó, mientras observaba y detallaba el paraje. Se hallaba, de pie, en lo que parecía un camino rocoso, a una altura de como mucho veinte pies del suelo. Frente a él un bosque enorme y espeso. A lo lejos pudo distinguir la sombra de un animal, el cual probablemente estaba de caza, ya que el sol se estaba poniendo en el horizonte.

 

La noche estaba cayendo, probablemente mas rápido de lo normal. La oscuridad nunca le había dado miedo, es mas, se sentía cómodo con ella. Un mur cielo, dándole la bienvenida al entorno, paso volando por encima de su cabeza, agitando con rapidez sus alas. Su instinto de supervivencia se activo y supo lo que debía hacer; hallar un lugar para acampar y algo de comer. Al fin y al cabo no sabia cuanto iba a seguir allí. Sus ojos, verdes por la excitación de la nueva aventura, visualizan el refugio perfecto. La entrada de la cueva era grande, por lo que se podía intuir que era enorme. Camino sin preámbulos hacia ella, escuchando como las ramas se quebraban y rompían al pisarlas.

 

No incendio luz alguna, ¿para que? Avanzo con paso rápido. El viento comenzaba a incrementar su fuerza. Las piedras de la gruta habían estado al sol todo el día, por ende, el calor residual era notorio. Algo dentó de su anatomía le indicaba que aquella elección era la adecuada. ¿Sus ganas de no congelarse o su tótem animal llamándolo? Fuese lo que fuese, Luca decidido arriesgarse. Su respuesta llego en forma de sonidos, débiles y algo pausados. El rostro del europeo se tiño de preocupación. El lamento era lastimero y fuese lo que fuese aquello estaba al borde del colapso. De inmediato y olvidándose en parte de su misión allí, se puso a buscar la criatura que producía los sonidos.

 

Rebusco, retirando algunas piedras cercanas, eliminando la arena y la maleza que lo entorpecían. Su corazón martilleaba con furia, mas al sentir los sollozos de la pequeña bestia. Odiaba el dolor, mas de quienes no se podían defender. Logro, tras un gran esfuerzo, llegar hasta el animal. Su fuerza no le servia en aquellas circunstancias y aunque era extraño, él no le dio importancia, pues sus esfuerzos eran para salvar una vida. Estaba acostado en una cama hecha por hierbajos y ramas secas. Débil, muy débil. La fragilidad de aquel cachorro era notoria. El lobo giro su peluda cabecita al sentir su presencia. Sus ojos conectaron con los del rumano. Lo supo al segundo; lo cuidaría y protegida con su vida.

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Le costó un poco acostumbrarse a su nueva forma, movía sus alas como si estuviese bajo el agua e intentara emerger a la superficie. Podría haberse dado el lujo de sentirse ridícula, de no ser porque, en ese momento, varios de sus pares comenzaron a abalanzarse sobre ella. Veían un nuevo contrincante, alguien que podría querer pelear por ese "poder"; mas en apariencias, era nada más que una hembra desorientada. Una presa fácil. La nueva murciélago se valió de sus patas traseras para deshacerse de la prisión que habían hecho los demás en sus alas. No estaba pensando con total claridad, se estaba empezando a desesperar por el repentino giro que había dado la situación; si no ponía la mente en claro, lo más probable era que terminase desmembrada y en esa pila llena de cadáveres.

 

>, pensó. Y se elevó lo suficiente como para terminar de liberarse los agarres. Sentía que la rabia inundaba toso sus sentidos, dedicó una mirada colérica a aquellos que la hubieron atacado y gritó, o chilló, a la par de algunos que todavía esperaban derrumbarla. Hizo uso de sus alas, sus patas y sus colmillos. Desgarró, desmembró y desangró. Unos, al ser testigos de la escena, decidieron participar en apoyo a la bruja. Al cabo, de alguna forma, ella había hecho valer su fuerza en el nido.

 

Luego de unos minutos, se alejó y se quedó en la parte más alta de la cueva. Aún con la adrenalina invadiendo sus sentidos, le fue difícil escuchar la voz de la Arcana. Al principio creyó que se trataba de una ilusión auditiva, había olvidado el qué su transformación y la razón que la había llevado hasta ese lugar. Una parte de su cerebro estaba satisfecho con lo que había hecho para merecer el "respeto" del nido, mas la parte más razonable, le exigía volver a sus sentidos. Aquella había sido una masacre, una de muchas que decidió dejar atrás hacía mucho tiempo. Asesinaba sólo por buenas razones y, aunque aquella lo pareciera, no era lo más propio ni lo más sensato.

 

>, se obligó a callar cuando vio la pila de muertos. Tenía que regresar. Pero así en ese estado no podía, así que huyó de la cueva. Si la siguieron, lo ignoraba. Estaba más centrada en alejarse lo más que pudiese de ese lugar, mientras escuchaba las voces, los chillidos y los gritos de dolor en su cabeza. Valga decir que, a pesar de que debería haber sentido remordimiento, sólo se enfureció más.

 

Se detuvo en la copa de un árbol, la noche ya asentada en el cielo, y empezó a comer los pequeños bichos que encontraba en el tronco. Estaba hambrienta. Toda aquella pelea la había dejado con el estómago vacío. Y tampoco podía pensar con claridad si se encontraba en ese estado. Pero a medida que fue relajando sus músculos, su mente, empezó a sentir los efectos y resultados de la lucha. Tenía el ala lastimada -que ya no era un ala, propiamente dicha, se iba pareciendo más a un brazo- y caída. Sus piernas -que habían dejado de ser patas- se doblaron del cansancio y cayó del árbol, con un golpe seco, directo al suelo.

 

Candela tuvo la impresión de que se había quebrado algo, cosa que descartó cuando se sentó -muy lentamente- y empezó a mover brazos, piernas y cuello. Se incorporó con dificultad y dio un grito ahogado cuando descubrió los tatuajes que marcaban toda su piel. Se tocó la cabeza y comprobó el color de su pelo. Seguía siendo ella misma. Se miró las manos, llenas de sangre y cubiertas de tatuajes. Los brazos, hombros, pies, abdómen, muslos. Frunció el entrecejo, dibujando una fina línea en su frente, pues no entendía cómo podía haber pasado.

 

— La arcana... —murmuró de repente, recordando que la había llamado. Y caminó, con mucha dificultad, hasta el portal.

 

Cuando volvió a la cabaña y presentarse frente a Suluk, notó que sentía frío. Y no fue hasta se miró así misma a través de los ojos de la anciana, que se dio cuenta de que estaba desnuda. La maraña de pelos cubrían sus pechos, con mechones manchados de sangre. Y el resto de su cuerpo estaba cubierto de tatuajes, así que mucha piel no estaba mostrando. Además, con lo menuda que era, seguramente sería confundida con una niña en pleno crecimiento. Su cuerpo estaba ligeramente ladeado hacia la derecha, por el esfuerzo que le suponía mantener en alto el brazo lastimado. Formó puños con ambas manos, tenía sed.

 

— Estoy lista para la prueba. —Aunque bueno, primero tenía que curarse a sí misma.— ¿Me convida agua? Estoy sedienta. —forzó una sonrisa.

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~ Mosquito ~          Ianello 

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Como cualquier anciana de avanzada edad, Suluk sabía cuándo debía poner sus esperanzas y cuando no en sus pupilos. Unos eran más avispados que otros pero algunos no poseían lo que se necesitaba para la Animagia. En aquél instante, tenía la certeza de que no solo Orión y Candela lo lograrían, sino también Anne. Si bien no le había hecho la pregunta a esta última, había estado esperando aquella iniciativa desde hacía un tiempo. Que no solo probara su transformación, sino que aprendiera de ella tanto como lo estaban haciendo los otros dos pupilos. Y aquello solo sería el principio de todo lo que tendrían que avanzar para llegar al final de la prueba, conseguir su anillo y quedar, para siempre, bautizados como Animagos.

 

La mujer movió sus manos delgadas y con magia poderosa, antigua, pesada, atrajo a Anne ante ella. Sin brusquedad, casi como si sus dedos se hubieran metido delante de ella y la hubieran atrapado, hasta posarla delante de sus ojos, junto a sus compañeros, aunque Orion estuviera a punto de irse. Candela estaba en peores condiciones que este, a decir verdad y una pequeña sonrisa se dibujó en el rostro de la Arcana, que con la misma facilidad que había atraído a Anne ayudó a que sus heridas sanaran. Despacio, sin adelantarse, confiriéndole la tranquilidad que necesitaba. Además, tomó una de las pieles que estaban esparcidas por la cabaña y la cubrió con ella, para otorgarle calor.

 

—El agua es vida —comentó, entregándole un cuenco a cada una.

 

Se llevó un dedo a la barbilla y esperó un segundo hasta que las dos hubieron descansado lo suficiente.

 

—Te veré mañana, junto a tu compañero, para la prueba —le dijo a Candela, luego miró a Anne—. Y a ti, dependiendo de tu respuesta, también te veré por la mañana. ¿Estás lista para tomar la prueba de Animagia? Cuando tu respuesta llegue, retírate.

 

Sus ojos sabios volvieron al Van Halen, quien le había estado hablando con pasividad durante minutos previos a la llegada de los pupilos que estaban de salida. A diferencia de ellos, él no tenía claro qué animal era el que lo estaba llamando. Y esto le provocaba tanta curiosidad a Akku como a él, puesto que era un misterio, una prueba más que debían enfrentar juntos. Las cosas así eran más entretenidas, llevaban a un descubrimiento más rico que a algo que ya estaba dado por sentado. La mujer preparó un cuenco con una serie de plantas y una sustancia de color extraño, casi tornasol, que al mezclarlas provocaron que la cabaña se llenara de un aroma frutal desconocido.

 

¿Fresas? ¿Peras? ¿Agún fruto asiático? Era imposible saberlo.

 

Tendió el cuenco hacia Luca y aguardó a que bebiera, sin darle más explicaciones. Intentaría con él algo más antiguo, distinto a lo que solía hacer con sus pupilos. El motivo en sí era desconocido, podría tratarse de un ritual de su pueblo o de algo que hubiese inventado por su cuenta. Pero lo cierto era que no provocaba ninguna sensación extraña o de desconfianza. Podría tratarse del aroma de la mezcla en primer lugar o podría ser cosa de la expresión calmada de la Arcana, no le haría que Luca ingiriera su brebaje. A decir verdad, todo se vería solo cuando bebiera y sintiera esa sensación de paz invadirlo, al punto de adormecerlo. Con agilidad para su edad, la anciana se puso en pie y acomodó unas cuantas mantas a su espalda para que pararan el impacto de su caída con suavidad.

 

—Duerme, Van Halen y deja que tu alma te muestre el animal que llevas dentro.

 

Luca pasaría la noche con ella a su cuidado, vigilando su mente y su estado emocional durante el proceso. La sustancia que había usado con él lo mantendría dormido al menos dos días enteros. Y en cada uno de ellos, le mostraría indicios del animal hasta que tuviera muy claro cuál era. Mientras tanto, la Arcana haría pausas para comer, alimentarse y tomar alguna que otra siesta.

Editado por Suluk Akku
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