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Metamorfomagia


Amara Majlis
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La Potter Black sonrió, asintiendo ¿qué creía ella? En verdad pensaba en lo que ser manada significaba, no era necesario ser una sola raza, cada uno formaba parte de la manada sin importar quiénes eran sino importando que unos cuidaban de otros, eran algo así como una familia. Darla no alcanzó a abrir sus labios cuando unos gruñidos lejanos interrumpieron los sonidos habituales de la naturaleza y la reflexión de la vampiresa antes de dar su respuesta.

 

--Pero, ¿qué... --no alcanzó a terminar, el pequeño se debatía en sus brazos, ella dispuesta a no lastimarle intentaba soltarlo con cuidado cuando él se lanzó, el gemido fue de la Potter Black, no del lobo, le había dolido e iba a correr tras él cuando la llegada de Hagrid la hizo poner en guardia, tensa, sus cabelllos cambiaron una vez más hacia un rojo oscuro, aunque mantuvo el lacio y su cuerpo se hizo más adulto, aunque la niña mexicana, en apariencia, mantenía la fuerza de la vampiresa, ella prefirió adoptar una forma más adulta, sospechando que sería necesaria.

 

Había tomado su varita dispuesta a seguir al lobezno cuando Majlis se interpuso en su camino, la pregunta la tomó un poco por sorpresa y la dejó meditando, una vez más, los arcanos tenían esa costumbre, ponerte a pensar, lo cual no era nada malo. El "nuevo" Hagrid fue el primero en reaccionar, mientras Darla recordaba una anécdota infantil. Su cuerpo volvió a ponerse tenso al sentir una nueva presencia pero se relajó un poco al reconocer a Shalyit. Escuchó atenta lo que ambos tenían que decir.

 

A la Potter Black le encantaban los animales y a pesar de su raza le gustaban los lobos, cerró su mente al pasado con gesto resignado y dijo con voz suave tras escuchar la respuesta de los demás.

 

--Bueno, como diría mi madre de crianza, a Seguro lo llevaron preso, se hace lo que se debe hacer por el bien mayor --un destello dorado en sus ojos los convirtió a un tono verde esmeralda que recordaba los ojos de Scarlet, su alter ego, Darla avanzó un paso hacia la cueva y tras cerrar su mente aún más a los recuerdos que le habían llevado a decir eso último, continuó hablando.

 

--Sin dudas la raza debe sobrevivir, y tener que reproducirse entre hermanos los haría más débil, pero el mestizaje, salvo que se modifique a los lobos de otra rama... dicen que algunas ranas africanas cambian el sexo y los camaleones su aspecto ¿la magia puede cambiar el adn de los lobos? --Darla suspiró, se sentía como un muggle queriendo jugar con el adn de las especies, sacudió la cabeza antes de agregar --quizás la arcana tenga acceso, o quizás tres desconocidos podrían lograrlo, en el Wizengamot solía haber un giratiempos, si lo consiguiéramos, quizás, si la especie se extinguió en tal punto de la historia... quizás... solo quizás podríamos traer del pasado tres lobeznos que estuvieran a punto de perderse en la historia y... --Darla giró y miró a la arcana, en ese momento no pensaba en los osos, sino en la locura que acababa de plantear --estoy segura de que algo debemos hacer y que somos los tres capaces de hacerlo, ¿qué es lo que espera que hagamos y cómo es que realmente podemos ayudar a esta joven manada nuestra? --había allí dos respuestas a las preguntas que la arcana le planteara.

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—Hay casos documentados de muggles que han logrado recrear especies mediante la cría selectiva. Si, en principio dejarán de ser lobos grises propiamente dichos, pero mediante la crianza selectiva se puede recuperar lobos grises con una pureza casi total.

 

A él le seguía pareciendo una locura el apareo solamente entre los especímenes que tenían a mano. Con el tiempo resultaría en crías débiles y propensas a enfermar. Lo más seguro era buscar alguna especie parecida a los lobos grises. La siguiente etapa de reproducción era fijarse en aquellos que tuvieran la genética más parecida a la de los lobos grises que a la de la especie introducida. Serían ellos los que debían aparearse, los que continuarían generación con generación acentuando la genética de la especie que buscaba preservar.

 

Dejó, a propósito, la primera pregunta de Shalyit para contestarse en segundo lugar. Era una idea que él estaba manejando desde el momento en que se enteró que debían proteger a una especie en peligro. Pero, por su puesto, eso podría romper algunas leyes de la Confederación Internacional de Magos.

 

—Podríamos crear una reserva en este lugar. Un sitio mágico que no aparezca en los mapas, que repela a los muggles. ¿Qué tan difícil puede ser eso para una erudita de la mágica? —dijo desviando su mirada hasta el lugar en donde se encontraba la arcana.

 

Las palabras de Darla estuvieron a punto de hacer que Bastian saliera de su papel, que dejara ver su rostro detrás de la apariencia del personaje que se encontraba interpretando. Un giratiempos implicaba magia demasiado complicada como para ser entendida. A él no le gustaban las paradojas, eran demasiado complicadas de entender.

 

—Para traer lobos del pasado con un giratiempo deberíamos protegerlos durante todos los años que trascurran desde ese momento hasta el día de hoy. ¿Y si nos encontramos con nosotros mismo durante todo ese tiempo? Sería demasiado peligroso. Sin contar, por su puesto, que existe un solo giratiempos conocido y esta custodiado por el Consejo de Warlocks y por los ministros

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Darla escuchaba atenta las palabras del mago mientras este comentaba sobre los documentos muggles y la cría selectiva, de verdad parecía que era un experto en la materia de cuidado de criaturas y no solamente las mágicas. Darla jugueteó con uno de sus cabellos que se rizó en sus manos y tomó un color rosa chicle para volver a su tono y lacio una vez más cuando lo soltó. Le resultaba tan interesante la capacidad de cambiar no solo la forma sino también la esencia con la metamorfomagia de forma tal de ocultar las formas reales sino también de esconder los aromas, las auras, lo que caracterizaba a todo ser humano. Si los lobos lo habían logrado y su magia era un poco más incontrolable y salvaje, por qué no ellos.

 

Recordó entonces a los osos, y el tema de los animagos, cambiadores, les habían llamado algunos antiguos en sus escritos. Miró a la Arcana, no solo por la idea de "Hagrid" de crear allí mismo una Reserva Mágica, que en el fondo no le disgustaba para nada, ello agregado al hecho de que acababa de recordar que Majlis no había respondido a la pregunta de Shalyit sobre los osos. Segundos después la Potter Black debió disimular una sonrisa, ¿eso sería metamorfomagia u oclumancia? como fuera, no podía reír abiertamente al ver que sus comentarios del giratiempos habían hecho envarar al mago llamado "Hagrid".

 

Los castaños ojos de Darla se volvieron verdes unos segundos mientras analizaba la mirada y las palabras que mencionaban sobre paradojas, si las miradas se vieran en el aire y formaran colores, un par de lineas variando del escarlata al negro irían de los ojos del mago hacia ella. Scarlet estaba muy tentada de lanzar una carcajada pero la alter ego fue refrenada por la Potter Black que recuperó el control y con voz suave respondió.

 

--Bueno, por un lado eres la clara muestra de por qué la paradoja no sería encontrarse con uno mismo --señaló el aspecto cambiante del mago --jamás he estado en esta parte del mundo en mi pasado, los vampiros vivimos lo suficiente para ir, vivir y volver sin que nada cambie, excepto quizás mi aspecto por la metamorfomagia, la reserva se puede crear en el pasado y mantener hasta el futuro ¿quién te dice que no lo hemos hecho ya? --guiñó un ojo al mago --pero obviamente los Warlocks pueden haber creado nuevas defensas que los ex Wizengamots no conozcan para tener acceso a ese giratiempos ¿verdad? --Darla inclinó un poco la cabeza hacia un lado y esta vez la sonrisa no huyó de sus labios y se dibujó ampliamente --eso claro, siempre y cuando los Warlocks tengan bajo su custodia el verdadero giratiempos y no una replica hecha con geminio u otra magia más poderosa --ella sabía muy bien que cada ex juez habría deseado mantenerse en posesión de su objeto mágico legendario, claro que ninguno de ellos sería capaz de ir en contra del orden mágico ¿o si?

Editado por Darla Potter Black
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La arcano asintió. El sentir como sus alumnos se conectaban con el medio y conseguían atar todos los cabos sueltos para sacar conclusiones le producía un regocijo difícil de explicar. Los argumentos que Darla y Bastian planteaban tenían tanto sentido que se descubrió sonriendo de lado con el semblante complacido más todo eso fue interrumpido por una voz a sus espaldas, maravillosamente la bruja que le hubo retado al comienzo de la clase parecía haber vuelto sobre sus pasos al notar que se le había pasado totalmente desapercibida y que sola no lograría nada dentro de aquella húmeda y oscura caverna.

 

Una nueva faceta surgió ante sus ancestrales ojos, —El camuflaje sentimental también es una forma de metamorfomagia, señorita Malfoy— musitó haciendo sus pasos a un costado para que la muchacha quedase en su campo visual. Lo que acababa de decir no respondía ninguna pregunta pero esperaba que Shalyit comprendiera a qué se refería, era posible que Amara viviera sus propias palabras de manera metafórica y que algunas personas no captaran las directivas de las mismas pero en ésta ocasión tenía el agrado de compartir su más preciado conocimiento con tres humanos muy inteligentes y capaces.

 

La mención del Wizengamot le provocó un ligero dolor de cabeza cosa poco usual en ella, tenía su varita y su propia magia pero con la Metamorfomagia como estilo de vida le bastaba así que no deseaba el asunto se desbordara. Tosió un poco para cortar el tema en seco y se cruzó de brazos primero alisando las inexistentes arrugas de su ropaje y desdibujó la sonrisa que segundos atrás habría sido un cumplido para cualquiera, —La preservación de la especie es lo importante, ¿no se creen lo suficientemente capaces como para proteger a éstos pequeños que ya necesitan recurrir al Wizengamot o al consejo?— inquirió y si no fuese de las más tranquilas estaría frunciendo el ceño.

 

—Cómo y dónde lograrán vivir en paz es asunto de los animagos. Nuestra misión es ponerlos a resguardo por el momento, debemos encontrarlos allí dentro, también a su madre. Luego regresaremos a Egipto con los cachorros.

 

Curiosamente no solía complicar tanto las cosas para quienes deseaban dominar la habilidad más en ocasiones anteriores las personas que hubo guiado eran prácticamente nulas en el asunto y éstos tres tenían escuela de vida, un par de obstáculos no les supondrían problema mayor. El trío de lobeznos estaría cerca de encontrar a la alfa albina dentro de la cueva donde también habría una pequeña pila de libros, tres para ser exactos, que correspondería a Bastian, Darla y Shalyit, los cuales les devolverían a su oficina sin que éstos siquiera se percataran.

 

—Me han demostrado ser muy capaces y decididos a la hora de actuar, conectando pasión con razón. Demuestrenlo una vez más y nos veremos en la prueba final.

 

Dicho ésto extrajo su varita tan frágil como el cristal y agitándola en transversal abrió un fino corte espacio tiempo en el aire circundante tan oscuro como la noche el cual le permitió desaparecer ante los ojos mundanos que le seguían de cerca para aguardar a sus intrépidos alumnos sentada en la sala que horas atrás habían compartido todos juntos.

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No se necesitaba haber cursado adivinación ni mucho menos para notar el sutil cambio que la mención del Wizengamot había provocado en la arcana. La vampiresa asintió en silencio, sabía que no a todos les agradaban lo que ellos representaban. Y también había averiguado que no todos los arcanos y uzzas eran felices por lo que el trato con el Ministerio londinense había significado. Lo positivo era que si habían estado dispuesto a hacer mejores magos, de los magos y brujas del mundo occidental.

 

La pelirroja escuchó con gesto calmo las palabras de Majlis hacia ella y hacia sus demás compañeros. Abrió los labios para replicar que si estaba lo bastante capacitada y que no era a los jueces a quienes quería y mucho menos a los Warlocks, sino la magia que ellos habían decidido "custodiar", pero de momento guardó silencio terminando de escuchar a su mentora. Sobre todo porque la mención de los animagos la hizo prestar mucha atención. No se había equivocado, había conocido varios en su larga vida y estaba segura de poder reconocer a casi todos, aunque ambas magias, animagia y metamorfomagia, ponía una suave capa de ocultamiento incluso en las esencias de las personas. Algo así como la capa que cubría y ocultaba los recuerdos de un oclumántico.

 

Las indicaciones de la arcana la hacían sentir una mezcla de curiosidad e inquietud, se sabía lo bastante capaz de afrontar cada prueba o situación que se le presentase. Acarició con ternura el anillo de compromiso en su mano y asintió ante las palabras de Amara, no le había avisado a Seba que debería viajar, bueno, ella no se lo había imaginado, estaba en México e iría a Egipto, quizás pudieran tomar el té tras la cena en Londres. Antes que la arcana desapareciera en aquel extraño pasaje que había abierto en el lugar Darla alcanzó a responder a sus preguntas, sin saber con certeza si alguien más que sus compañeros la escuchaban.

 

--Me creo más que capaz de proteger a los lobos sin los jueces del Wizengamot y ayudar a que los animagos que menciona a tener bajo su cuidado a los cachorros y su madre --hizo una leve pausa --y estoy segura que mis compañeros también se enfrentarán a ello junto a mí.

 

Tras la desaparición de la arcana, Darla miró a sus compañeros y lanzó un suspiro resignado, era hora de moverse.

 

--Bueno, creo que nos vemos adentro, voy por mi cachorro y encontremos a su madre --sonrió a sus compañeros y se adentró en el interior de la caverna en donde los pequeños habían ingresado y desde donde había surgido el suave rugido de su madre.

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  • 4 semanas más tarde...
¿Cómo hacer? Quería recuperar su apariencia. Pronto, o ella esperaba que sea pronto, lograría deshacerse de aquella demonio que se había apropiado de su cuerpo tiempo atrás. Pero con eso no había bastado, había cambiado en su figura tantas cosas que tan solo sus más cercanos amigos sabían qué había sucedido con una y la otra.


¿Acaso Agatha había utilizado simplemente una habilidad aún no despierta en su propio ser? ¿O era propio de una demonio poder cambiar el cuerpo así? No lo sabía cuál era la realidad, no obstante buscaría la respuesta. No podía rendirse si quería recuperar su vida por completo.


Fue en su desesperación cuando se le ocurrió probar con estudiar en la Universidad, pues la magia Arcana podía ser respuesta a su gran problemática. Así que acudió enseguida a inscribirse. No tardó en ser aceptada y, con su corazón ansioso ante las posibilidades, decidió contactarse con quien sería su mentora en forma inmediata.


Supuso que estando las clases iniciadas no la encontraría en su residencia o en un aula de clase, así que prefirió remitirse a ella por medio de una nota.


“Amara Majlis:


Me dirijo a usted para solicitar instrucciones, pues soy su nueva alumna para adquirir la habilidad de Metamorfomagia.

Espero con ansias su respuesta.

Saluda atentamente,

Agatha Haughton”


Dudó a la hora de escribir su nombre, pues quería gritar a todos que no era aquella mujer. Sin embargo debía contenerse y aguardar el mejor momento.

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Le sorprendió ingresar en su oficina y encontrarla vacía, estaba segura de que otra alumna debería estar allí pero el desorden del grupo anterior era lo único nuevo en el cuarto. Acomodó algunas sillas y comprobó como la mariposa monarca se encontraba en su capullo, quizás era otra, triste la vida de aquella hermosa especie que tan solo disfrutaban del mundo por 24 horas para morir sin más ¿qué haría uno si tan solo le diesen un día de vida?, era una pregunta curiosa. Zapateó un poco en la alfombra, había polvo y no le agradaba demasiado pero tan solo con aquel movimiento permitió que su aspecto cambiase rotundamente mientras los músculos vibraban ligeramente.

 

Su cabellera se volvió más espesa y oscura casi azabache, la luz se reflejaba en ella perfecto y arrancaba destello. Sus ojos antes claros ahora adoptaban una tonalidad chocolate claro y su piel se volvía algo amarillenta, por un instante dejó de ser la mujer hermosa y llamativa que era para enmarcar un par de rasgos normales que no sobresaldrían en una multitud. Perdió estatura, mediría quizás 1,50 con esfuerzo y tacones remendados y ganó peso, sus caderas eran más anchas y donde había tonificación solo se podía ver grasa. Su vestimenta también cambió, abandonó sin problemas los vestidos de época que tanto le gustaban con sus detalles delicados para cubrir su nuevo cuerpo con un simple traje de servidumbre manchado con salsa y un delantal blando con ribetes.

 

La nota que Agatha le había enviado reposaba abierta sobre su escritorio, ella no solía ir hacia sus alumnos el caso era a la inversa, tampoco recordaba cuando había sido la última vez en escribir una carta para citar a alguien a su oficina así que simplemente agitó con soltura su mano izquierda para traer a ella la vara cristalina con la que permitió que la mariposa monarca saliese de su pecera puesto que ya no tenía la altura suficiente para abrirla sin problemas y sin siquiera tener que pedirlo ésta voló en busca de la joven Haughton, al llegar a ella simplemente le haría sentir la necesidad de llegar hasta Amara mientras la arcano guardaba la nota en un cajón y tomaba un plumero.

 

Sonreía en silencio pues sus aposentos estaban más que limpios y la pantomima le parecía absurda pero algo en la forma de escribir y en la esencia que la bruja había dejado impregnada en el papel le decían que haría falta un camino falso para llevarla a la verdad, aun tenía una conexión directa con los jóvenes que se encontraban transitando la última prueba y éste caso no le pareció muy distinto al de Bastian, de estar en su poder Amara los enfrentaría para que el hombre viese cómo se diluía un alma cuando el espíritu y la apariencia se perdían después de tantos cambios, quizás Agatha bordeaba la locura y eso le llevó hasta Majlis, ella haría todo lo que estuviese a su alcance por ayudarla a dominar la metamorfomagia para recuperarse a si misma.

 

Pero solo Agatha podría pasar la prueba final.

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Llevaba meses frecuentando la universidad y aún así no podía acostumbrarse del todo al calor. Andaba con los ojos entrecerrados para tratar de evitar al sol, manteniendo las manos ocupadas en pequeños juegos imaginarios o acabarían por sudarle, cosa que no toleraba. Por supuesto, no había abandonado la necesidad de portar túnicas de gala en cada lugar que visitaba, pero aún así tuvo sentido común suficiente para elegir una menos pesada y holgada que el resto. Aún se marcaban sus curvas y la tela era hermosa, de modo que no debía preocuparse por cómo se veía.

 

Cada paso la acercaba más a su objetivo y la alejaba un poco más de la última persona de la que quería separase, ya que ésta iba a una clase completamente diferente. Cuando se enfurruñó, una expresión infantil y poco común en ella se adueñó de su bonito rostro, haciendo que la alta coleta dorada se moviera de forma grácil. No le gustaba en absoluto, ¿pero cómo decírselo? Ni la Metamorfomagia ni el Pársel se podían adquirir, eran habilidades con las que se nacía y bien sabía lo frustrante que era escuchar constante susurros de las serpientes sin entender nada. Como si quisiera probar el punto, aunque no lo hizo a posta, un siseo perteneciente a los ofidios se escapó de sus labios.

 

La Arcana Amara sería un nuevo descubrimiento, una nueva personalidad con la que debía lidiar. Era fácil moverse entre los Uzza siendo una clase distinta de guerrero, habiendo presenciado sus habilidades en otras pruebas o sólo cuando practicaban por el desierto de la Plaza del Árbol de Fuego. Pero estos ancianos conocedores, con sus anillos de poder, eran más reservados y misteriosos. Guardaban sus conocimientos con una caja fuerte mucho más efectiva que la de los Muggles: sus cabezas. No se podía saber nada de ellos a menos que lo quisieran así, manteniendo cada uno un lugar fijo en el Ateneo, esperando a alguien digno.

 

¿Lo sería ella?

 

Como la serpiente que portaba en el brazo en tinta negra y con la gracia con la que hablaba en su lengua, avanzó con elegancia a través del camino hasta que se encontró con la puerta indicada e hizo una pausa. Siempre que iba a hablar con alguien nuevo, se preguntaba cómo debía actuar. Lawan no se había esperado su llegada y la había hecho presenciar lo que había hecho a Mía, que no era precisamente agradable. Sauda por su parte la había obligado a andar por un bosque hechizado, intentando que hiciera cosas que no quería. Amara podría tener algo en la puerta... que quizás no era una puerta. Dejando las preocupaciones detrás, golpeó de forma moderada dos veces, usando los nudillos para que se escuchara bien.

 

—Buenas tardes, ¿Arcana Majlis?

 

Su inglés, marcado por un acento extranjero bastante bonito resonó desde donde estaba hacia el interior de la sala. Por supuesto, también en un tono pausado para no incomodarla con lo que fuera que estuviera haciendo ahí.

 

—Disculpe la interrupción, soy su nueva estudiante —dio un paso atrás, dejando una distancia prudencial con el umbral y aguardó, dejando los ojos verdes fijos en la superficie de madera.

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Su apariencia jamás cambió. Cuando la voz de Leah resonó atravesando la madera de la que estaba hecha la puerta Majlis detuvo lo que estaba haciendo y con un simple movimiento permitió que la rubia contemplase el interior de su humilde morada, ella le observaba desde el segundo escalón de una escalera vieja y tambaleante de cinco escalones y sonrió a la recién llegada. A simple vista era una mujer de quizás unos 60 años, tez enferma, ojos chocolate y una espesa melena que había acomodado en un peinado como el de las bailarinas clásicas. Su vestimenta dejaba qué desear y no daba crédito a la imaginación puesto que le apretaba en algunas zonas donde la grasa sobresalía, tan solo era una sirvienta puesto que Ivashkov no conocía en esencia a la arcano y jamás sospecharía de ella.

 

―Oh, muchacha ¿podrías ayudarme a bajar?― Pidió extendiendo una mano hacia Leah.

 

La escalera que sostenía sus pequeños pies en zapatillas de tela blanca algo sucias con tierra en la punta se tambaleó y por un momento estuvo a punto de caer, podría hacerse daño por la cantidad de años que tenía si llegaba a caerse caso contrario estaría a salvo si la mujer que aguardaba en el umbral de la oficina de Amara se apresuraba y le ayudaba a bajar o al menos a mantener el equilibrio. Amara no conocía la apariencia de Agatha más sabía de buena fe que la mujer que tenía en frente no podía ser la misma que escribiese aquella nota horas atrás, parte de las emociones de ella habían quedado prendados en el papel y no coincidían con el aura que rodeaba el grácil cuerpo de la rubia que titubeaba entre ingresar o no.

 

Ella siempre confesaba que la habilidad dominada se regía mucho por la bondad, había personas en el mundo que la utilizaban para el mal y ésta misma se encargaba de consumirlos hasta volverlos cenizas, hasta que se perdieran en si mismos y no recordasen quienes eran; se volverían locos al verse al espejo y no ser capaces de reconocer su reflejo. Por ello con cada paso que daba incluso con un simple juego de palabras Majlis buscaba poner a prueba las intenciones de aquellos que decían creerse capaces de dominar la metamorfomagia ya fuese porque la portaban de nacimiento o porque la hubieran descubierto recientemente, los dones eran en extremo poderosos y ni el mago más capaz del mundo lograba luchar contra ellas si no se instruía como era debido.

 

Todo estaba en silencio y solo el par de féminas se encontraban allí, quizás el tiempo se congeló unos breves segundos porque Amara no sabía cómo reaccionaría Leah ante su pedido y corría el riesgo de herir su actual cuerpo y dejarse en clara evidencia pues tenía la capacidad de sanar y no solo por la metamorfomagia sino por el resto de los conocimientos adquiridos. Sus ojos chocolate la observaban con recelo, podría cumplir en el mundo muggle la misma tarea que los elfos en la comunidad mágica y muchos magos no toleraban a los muggles así que de momento creía saber el modo de proceder de la rubia amén de disfrutar sobremanera como en ocasiones se equivocaba.

 

La bondad estaba allí, había un curioso velo en sus ojos verdes pero tras un ligero parpadeo lo había descubierto y trataría de sacarlo a flote de ahí en adelante.

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Mica Gryffindor (aún con la apariencia de Agatha)

 

Estaba muy ansiosa, quería recibir ya respuesta de la Arcana pues confiaba en que si lograba dominar esa habilidad podría recuperar del todo su vida. Estaba ya próxima a deshacerse de Agatha por siempre y eso la llenaba de emoción. ¡Por fin! Caminaría entre sus familiares y podría acudir a ellos cuando los necesitara y contenerlos cuando fuese a la inversa.

 

Notó un leve movimiento alrededor, sin embargo no vio nada. Fue entonces cuando sus demás pensamientos se nublaron y quedaron de lado. Necesitaba ir a la Universidad. Sabía que no había obtenido respuesta, no obstante iría hasta allí a ver si encontraba a Amara, le hablaría directamente.

 

Antes de salir, se miró en el espejo de su habitación. Contempló los ojos ambarinos de Agatha, su grácil y llamativa figura, su tez tan blanca y el cabello rubio largo y ondulado. Se veía perfecta pero, tan lejana a quien era realmente. Despreciaba verse así, necesitaba regresar a su auténtica apariencia, a ser por completo aquella joven que sí despertaba confianza en los demás.

 

El camino hasta la Universidad estaba marcado en su memoria, de los tiempos en que Agatha había sido directora, pero más aún de cuando ella había sido profesora. Amaba enseñar, era uno de los objetivos que tenía para su vida, sin embargo no podría regresar a esos terrenos en calidad de profesora por mucho tiempo. ¿Años? Tal vez años, sí.

 

En esos pensamientos iba su mente cuando llegó a estar cercana a la puerta detrás de la cual sentía que encontraría a Amara, quien era guardiana del conocimiento de Metamorfomagia. Tan solo esperaba que la considerara como estudiante, pues lo necesitaba.

 

Se sorprendió al notar que no era la primera allí. Reconoció a Leah ante la abierta puerta. Sintió algo de miedo, no por ella realmente, sino porque con ella presente no podría manifestarse en forma libre por quien era. Otra vez debía fingir ser Agatha. Suspiró y enderezó su porte, acercándose a su excompañera de bando.

 

-Hola Leah, ¿Amara se encuentra?- dijo en tono seco y poco demostrativo, parándose a su lado y observando hacia el interior.

 

Abrió mucho los ojos al ver a aquella anciana dentro, parecía tener la intención de descender aquellos escalones. Parecía que caería en cualquier momento, por lo que no pudo contenerse en el impulso. Ingresó al recinto y subió hasta estar a altura de la anciana. Ofreció su brazo para ser apoyo en el descenso.

 

-Sin vergüenza, yo la ayudo, señora- dijo en un susurro para que solo ella la escuche. Temía que Leah notara demasiado el cambio en su personalidad.

 

No quería enfrentarse al resto del mundo hasta lograr cambiar su apariencia de una vez por todas y la presencia de aquella muchacha allí intercedía demasiado en sus planes.

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