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Metamorfomagia


Amara Majlis
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Apenas había llegado al nivel para tomar su habilidad, se encontraba nerviosa, ansiosa. Soñó con aquella clase durante mucho tiempo, aun no entendía como algo que le había sido heredado de nacimiento, necesitaba ser justificado y certificado para poder cambiar el color de su cabello a su antojo o alguna parte de su cuerpo.

 

Mientras caminaba de un lado a otro de su habitación eligiendo que ropa usar para su encuentro con la Arcana, una lechuza llego con una cuchara, amarrada en su pata, algo le decía que aquel objeto serviría como un traslador que la dejaría en el lugar que se encontraba la Arcana. Su cita con aquella mujer estaba próxima, por lo que termino eligiendo un vestido negro que si bien le llegaba arriba de las rodillas, era el que más le parecía cómodo de usar para realizar cualquier prueba.

 

La peliazul, tras mirarse una última vez al espejo, tomo la cuchara y apareció frente a la Arcana, con solo el aura que emanaba de esta le hacía a la Karkarov presentarse a ella con total respeto. Procuraba ser lo bastante cuidadosa a pesar de que era una mujer rebelde, ya que le había llegado el rumor que los Guerreros Uzza y Arcanos eran personajes con grandes poderes.

 

Buenos… —se pauso a ver que sucedía a su alrededor, había perdido la noción de tiempo de la nada, pero al mismo tiempo tuvo la necesidad de quedarse callada hasta que la propia mujer frente a ella decidiera interactuar con ella. Por el momento solo se quedó callada mirando a los ojos a la mujer, ya que miedo no era lo que tenía, solo trataba de ser respetuosa.

Editado por Shalyit Malfoy Karkarov

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  • 3 semanas más tarde...

No tenía mucha idea de cómo sería esta vez la experiencia, había decidido anotarse antes que los seis meses caducaran y había evitado lanzar un crucio al director de la Universidad cuando la había llamado apurada al inscribirse. ¿Era en serio eso? Les había llevado sus buenas semanas, muy generosas semanas, aprobarla en oclumancia y consideraban que era "apurada" que ella buscara no perder más el tiempo. Darla suspiró, tranquila de tener sus recuerdos, pensamientos e ideas al respecto del citado director bien al resguardo en su mente tras las barreras oclumánticas cada vez más efectivas que realizaba gracias a su renovada habilidad y al anillo en su dedo, vinculado al de Sauda.

 

Pero basta de pensar en ello, se dijo a si misma, no estaba recorriendo los jardines de la Universidad hacia el despacho de Amara Majlis para volver al pasado, sino para reforzar su habilidad de metamorfomagia. Igualmente no podía negar que una cierta ansiedad y preocupación invadía su corazón y su mente. Su Seba le había dicho que no debía preocuparse, que saldría todo bien y eso la había hecho sentir más segura, eso no lo podía negar, él era siempre su apoyo, su equilibrio.

 

Darla se detuvo unos segundos frente a una vitrina y revisó su aspecto, había recogido en una coleta sus cabellera rojiza, cuyos bucles habituales estaban planchados, lucía una túnica azul marino, bajo la cual apenas se apreciaba un sencillo vestido negro con un pequeño bordado en plata y rojo. Unas sandalias negras con detalles azules completaban su atuendo. Creía que se veía presentable, Lualú, su elfina, le había ayudado a escoger su atuendo en base a datos que había logrado recabar de la arcana con la qué ahora trataría.

 

Sus pasos la llevaron finalmente al lugar en que le habían indicado estaba la oficina de Mailis, en parte porque las arcanas tenían distinto origen, aunque sus informes decían que eran una casi tan antigua como la otra, el lugar al que había arribado no se parecía en nada al que había tenido que ir para realizar el perfeccionamiento de la anterior habilidad. Al llegar la vampiresa se encontró con que no era la única en el lugar, o eso le pareció al ver que alguien más estaba allí además de la arcana. Se detuvo despacio y golpeó con suavidad la puerta con la zurda, mientras su diestra acariciaba en su cadera a Edelweiss ahora oculta en el amplio pero casi invisible bolsillo de la túnica.

 

--Buenos días --saludó a las presentes.

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Estudiar Nigromancia le había sido, en demasía, revelador. Abrió su mente a posibilidades que antes él jamás había llegado a considerar. Posibilidad que eran ahora opciones reales y que parecían brillar mucho, opciones que se habían convertido en caminos sólidos por los que le emocionaba caminar. Redención: aquel era un sentimiento que deambulaba por su cabeza y que había echado raíz.

 

Su andar era lento y torpe, característico del cuerpo que en ese momento representaba. Su cabello plateado había desaparecido dejando a la vista unos cuantos mechones de canas sin brillo. Su rostro joven, gracias al poder que lo conectaba con la naturaleza, mostraba arrugas típicas de un anciano. Ese día llevaba su antiguo bastón porta varita que iba arrastrando por el suelo en cada paso. Era, en si, una persona totalmente diferente en apariencia. ¿Alguien lo reconocería? Seguramente no. Habían dos anillos en su mano, ocultos debajo de unos desgastados guantes. El primer anillo era su vínculo con la animagia y el segundo con le nigromancia. Ambas clases habían sido enriquecedoras ¿Lo sería la de Metamorfomagia?

 

Cuando Bastian interpretaba papeles le gustaba cuidar los detalles, no dejar nada a la suerte. Por ello es que hizo todo el camino a pie bajo su piel humana. Transformarse en tigre y correr podía causar que alguien lo viera, que alguien se diera cuenta de que aquel anciano no era realmente un anciano. La Arcana sabría, supuso, su verdadera identidad. Sin embargo, no le apetecía ser reconocido, en ese momento su tapadera era lo más importante.

 

—Estoy muy viejo para esto —dijo cuando finalmente se reunió con quienes -pensó- serían sus compañeros en aquella clase. Saludó con un ademán de la cabeza, era eso también parte de su papel.

 

 

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La voz del anciano le sonó levemente familiar, casi tanto como su aroma, la vampiresa se giró y observó al hombre de pies a cabeza, apoyado en su bastón se veía agotado, los ojos de la vampiresa adoptaron por unos segundos el color de las esmeraldas para luego volver a su tono natural. Darla extendió su diestra y apuntó con la varita hacia una silla a unos metros de ellos.

 

--Accio silla --dijo mientras hacía una grácil floritura con la varita y luego dejaba que el hechizo dejara el asiento a las espaldas del hombre --buenos días caballero, creo que debería 'descansar' --la sonrisa se dibujó enigmática en sus labios para luego aspirar suave y profundamente el aire, era muy listo no lo podía negar.

 

Se giró una vez más hacia donde estaban las otras personas presentes y dejó que su mente volara apenas unos segundos, quizás, solo quizás, hubiera sido buena idea venir, no simplemente con el cambio de forma de sus cabellos, la otra chica traía el cabellos azul y estaba segura que no de tintura. Él, ya fuera por pasar de incógnito o para demostrar que poseía la habilidad, había venido con un aspecto cambiado. Darla refunfuñó para sí misma, en parte entendía eso de demostrar que tenían la habilidad, ella hacía años que la utilizaba, había sido en ocasiones una morocha de verdes ojos o una rubia más pulposa de lo que era ella.

 

No tenía nada contra los arcanos, pero realmente lo que había hecho el Ministerio obligándolos a demostrar ante ellos sus habilidades ya adquiridas desde hacía años, e incluso algunos desde su nacimiento. Claro que perferccionarse en las artes que manejaban los arcanos egipcios tenía por otro lado un punto a favor muy importante. Inconscientemente Darla había comenzado a jugar con su varita mientras dejaba que sus cabellos pasaran por diversos tonos de colores y largos hasta volver al rojo lacio con que había llegado, aunque jamás había estado convencida de que a su rostro original le fuera bien el lacio, muchos decían que si.

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Mantener la tapadera no consistía únicamente en guardar la apariencia y la forma de ser de la persona a la que se interpretaba (incluso si toda esa personalidad era inventada), sino que iba mucho más lejos. Con los años aprendió a ocultar sus expresiones faciales, a desaparecer el ceño fruncido o cualquier tipo de expresión que pudiera demostrar sorpresa o cualquier otro sentimiento. Él lo hacía antes de que esos símbolos se hicieran presentes, se anticipaba a esas acciones en otros involuntarias.

 

—Muchas gracias jovencita, mi espalda se lo agradecerá —dijo el anciano ante las palabras de Darla.

 

Mientras menos personas supieran que él poseía la habilidad de la metamorfomagia mejor. Era eso parte de su tapadera, parte del sin fin de misiones de las que participó. Parte de infiltrarse en futuras asignaciones. >, se dijo, sin embargo su conocimiento respecto a las reacciones involuntarias hicieron que nadie se percatara de la molestia que en ese momento sintió. La clase no duraría un día, eso era seguro, al día siguiente cambiaría de apariencia y de olor, se presentaría sin embargo con el mismo nombre.

 

—La gente me dice Rubeus Hagrid porque suelo ser un tanto descuidado y muchas veces se me va la lengua. He vivido tantos años que he olvidado mi nombre real, por lo que he adoptado aquel célebre nombre. Le agradezco de nuevo señorita... —dejó la frase inconclusa, esperando que Darla se presentara como es debido.

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La respuesta a su saludo no había llegado, el color de su cabello cambiaba de un azul a un rojo y del rojo a un rosa, al igual que su piel blanca se iba volviendo un tanto dorada mientras pasaba el tiempo, aun recordaba la primera vez que había cambiado de color su cabello, de aquel cabello rubio característico de los Malfoy, tras un berrinche por no comprarle un dulce su cabello había sido cambiado a un negro, aquel negro que la hacía parecerse mucho a Elizabeth y que por esa razón nunca volvió a cambiar su cabello a ese color.

 

Estaba lista para retirarse al ver que no había ninguna alma a su alrededor, hasta que escucho a lo lejos el caminar de alguien, no estaba segura si aquel sepulcro silencio que reinaba en la habitación seguiría de aquella manera por mucho tiempo, esperaba de cierta manera que aquella clase solo fuera algo entre la Arcana y ella. Pero el sonar del golpeteo de la puerta la hizo girar a ver quien sería la persona que le acompañaría en aquel curso muy a pesar de que detestaba en cierta forma a las personas.

 

Escuchó el saludo de la mujer, que al parecer no venía sola, porque minutos más tarde un señor de edad avanzada entraba al aula donde se encontraba ella, miró a la Arcana, si cualquiera de las personas que acababan de entrar hubieran visto su ojos sabrían que estaba suplicando para que de cierta manera la Arcana apresurara las cosas, ya que hasta ese momento se habían presentado las dos cosas que ella más odiaba. Los vampiros y la vejez, los primeros porque había sido transformada a pesar de no quererlo por uno y la segunda por que nunca iba a llegar a ser capaz de que naturalmente llegará a aquella edad, por lo que prefirió mantenerse apartada de ellos y quedarse en silencio hasta que la Arcana empezará a hablar.

 

No fue hasta que escuchó al hombre de cabellos blancos y palabras cansinas decir su nombre que Shalyit le intereso un poco la conversación que llevaba aquella persona con la vampiro, pero en esa misma oración le perdió un poco de interés. No era de verdad Rubeus Hagrid, sólo era un hombre que por su descuido era apodado de aquella manera, ahora en ese momento le intrigaba cual era el verdadero nombre de aquel sujeto.

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Le hizo gracia que el anciano la llamara jovencita y como para que sus palabras tuvieran justificación adoptó la forma de una adolescente de 15 años para luego volver a su aspecto habitual. Darla no solía utilizar socialmente su habilidad metamorfomágica y no pretendía que el mago tomara su actitud de cambiar a adolescente como una burla. La vampiresa gustaba de utilizar su habilidad cuando necesitaba hacer alguna investigación o en sus épocas había realizado redadas con otro aspecto, cabellos largos y negros, ojos claros.

 

--Un gusto Señor Hagrid --dijo en respuesta a la curiosa presentación del hombre que decía haber olvidado su verdadero nombre.

 

Eso era un hecho muy curioso, ella y su alter ego habían vivido lo suficiente para ser incluso mayores que el hombre frente a ellas, pero ni Scarlet ni ella habían olvidado quiénes eran. La Akane recordaba que solo los hombres de la calle y los locos del bosque en su siglo eran los únicos que podían olvidar su nombre, e incluso ellos buscaban mantenerlos, porque eran lo único que les era propio.

 

La bruja que había llegado antes que ellos cambiaba cada tanto de color de cabello pero se mantenía alejada, había mostrado una cierta curiosidad cuando el anciano había dado su nombre pero luego había vuelto a su mutismo. La arcana, concentrada quizás en sus cosas o preocupaciones, aún no se dirigía a ellos. Darla volvió a cambiar a verde sus ojos y sus cabellos tomaron el rojo oscuro característico de Scarlet pero mientras cerraba su mente a cualquier enfado, odiaba esperar, se obligó a volver a la normailidad y se presentó al anciano.

 

--Darla Potter Black es mi nombre y parece que debería acercarme una silla para sentarme a su lado, mi columna no lo necesita pero el tiempo parece hacerse largo cada vez que uno entra en la Universidad, de verdad se vuelve elástico y entrevesado.

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Al despedirse de Hades, Anne y Niko un sensación de regocijo la embargó, aquella misma que hubo sentido cuando Cissy logró su cometido al curar las heridas de la parturienta, Zack haber sido capaz de controlar su instinto e Ishaya formar parte de algo grande como ella lo consideraba el ayudar al prójimo sin importar nada más; la Metamorfomagia era una habilidad engañosa por el hecho de que no todos lograban descubrir su verdadera esencia. Aquellos que la deseasen para uso personal no lograría siquiera sostener unas vanas palabras con la mujer, ni siquiera lo merecerían. Antes de la intromisión había partido en busca de su cámara fotográfica, la pequeña pero valiente oruga no era más que un capullo de seda.

 

—De ser ésta una clase de transformación ahora mismo todos serían sapos— Expresó interrumpiendo a Darla y Bastian.

 

De no ser porque aquella escena se repetía constantemente en el transcurso del día habría redactado una carta a aquellos que le rogaban impartiera su gran dote a las humildes personas que osaban ingresar en su morada y hacer uso de su mobiliario porque así lo creían. La indulgencia en ella era tan escasa ahora como lo sería la fealdad en la oruga que pronto sería una magnífica mariposa ¿le había molestado tal atrevimiento? más que factible su rostro maduro y hermoso lo denotaba pero serenando su repentino instinto sonrió a los presentes e hizo una reverencia. Había sido capaz de modificar su atuendo en un parpadeo antes de llegar y ahora portaba un vestido de época morado con ribetes en oro, sobre éste una fina capa de viaje como si estuviera lista para partir una vez más.

 

—¿Pero cómo podría enseñar Metamorfomagia a un par de sapos?— Dio unos pocos pasos uniéndose a ellos. —Sospecho que ya sabrán quien soy, ahora la pregunta es ¿quiénes son ustedes y por qué creen que los dejé entrar?.

 

Ella jamás omitía detalles, estaba conectada con su pequeña morada por lo que desde Shalyit hasta Darla percibió cada ingreso por la puerta principal, el movimiento de las sillas y las bromas entre ellos. Normalmente se pasaba por alto pero las endorfinas que libera un cuerpo al estar relajado y divertido eran capaces de transformar a cualquier persona, uno de los cambios importantes en todo ser vivo que muchos ignoraban. Esperaba respuestas convincentes pues ésta nueva camada debería sorprenderla en comparación a la anterior; guardaba con recelo en su pecho la satisfacción.

 

—¿Qué es lo que desean de mi?— agregó una vez obtuvo breves respuestas desapareciendo en una blanca voluta de humo, sembrando así la incertidumbre en ellos.

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La neófito se estaba acostumbrando a la voz de ambos compañeros, ya se había aburrido de cambiar su apariencia en algunas partes de su cuerpo, en ese momento tenía unos ojos amarillo, con la pupila rasgada tal cual las tiene un felino. Hasta que escucho la voz de alguien más unirse a la conversación que mantenían la vampiro y el anciano, al girar pudo notar a la mujer de cabellos dorados. Por un momento dudo si aquella mujer era la Arcana o era alguien que simplemente se uniría a la clase. Fue la forma de dirigirse a ellos que le aclaró su mente, así que ella fue la primera en dirigirse a la Arcana.

 

Mi nombre es Shalyit, supongo que si usted me ha dejado entrar es por que tengo el don, ese que viene de nacimiento. Lo que me hace preguntarme, ¿En qué momento se decidió impartir una clase de una habilidad de nacimiento? —la mujer de piel morena, ojos amarillos hablaba sin quitar la mirada de los ojos de la Arcana, podría parecer insolente al tomar aquella actitud y dar esa respuesta, algo que no se esperaba de alguien como ella y claro que era de aquella manera, más cuando era cuestionada de aquella manera.

 

Tras su respuesta se quedó callada, deseaba escuchar las respuestas de sus compañeros, mientras regresaba a ser de la forma en la que había comenzado la clase, su cabello había regresado a ser ese azul algodón y sus ojos azules eran como ver el mar en ellos, el tono de su piel regresaba a ser igual que el mármol, blanca y fría. No había perdido la oportunidad de que mientras todo aquello sucedía, como si fuera la cosa más sencilla, de seguir con la cabeza a sus compañeros.

 

Tengo la curiosidad de, ¿Cuál va ha ser nuestra primer prueba para ser dignos de poder portar el anillo de Metamorfomagia? —pregunto. Al momento de ver como la mujer desparecia de la misma forma que había aparecido en la habitación, generando en la Malfoy un sentimiento de molestia. Así que ahora la pregunta que tenía revoloteando en su cabeza había cambiado, en ese momento lo único que se preguntaba era si iba a tener que esperar de nuevo a lado de aquellas personas.

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Al regresar lo hizo sobre su escritorio, aquel que normalmente se encontraba repleto de papeles, archivos y carpetas con expedientes de las personas que concurrirían a su clase. La pregunta de Shalyit le resonaba en su madura mente más la imagen que les devolvía una curiosa sonrisa era la de una niña dulce e inocente; tenía el cabello cobrizo como normalmente lo llevaba con ondas hasta los hombros y sus ojos tan azules como el cielo —su color idóneo— una blanca dentadura con la carencia de un incisivo que le otorgaba cierta simpatía. La Arcano meció sus pequeñas piernas pues éstas colgaban del mueble y torció la cabecita mirando a la bruja prepotente, aquella que tenía un aura peculiar.

 

—Dígame, señorita Karkarov ¿por qué está aquí si considera que una habilidad de nacimiento no debe ser puesta a prueba y entrenada?.

 

Observó a los presentes pues nadie hasta el momento se hubo atrevido a desafiarla léxicamente como ella lo había hecho, cosa que para nada le disgustó y esperó una respuesta que mereciera la pena. Aguardó unos segundos y aferrada al borde del escritorio tomó impulsó y saltó para caer de pie sobre sus negros zapatos de charol, tenía un delicado vestido color azul Francia con la cintura ceñida y las mangas anchas muy de época; jamás sería capaz de vestir algo atípico a ella y a sus creencias. —Si usted cree señorita que es capaz de controlar la metamorfomagia sin problema alguno ya sabe donde está la puerta— había sonado dura pero ella vivía a través de dicho don.

 

—La habilidad como tal es poderosa, es peligrosa y a su vez es grandiosa. Quienes la utilizaron de forma errónea acabaron de forma triste y penosa, no los conozco aunque me gustaría realmente y no desearía que sus futuros se vieran arruinados por tal altruismo.

 

Bastian por su parte denotaba ser una persona centrada y formidable así como Darla alguien que se guiase por el buen juicio y la razón. Estaba claro que no había llegado a dichas conclusiones con solo verlos o por el simple hecho de que éstos no abriesen la boca en lo que apareció y desapareció como una terrible anfitriona cosa que le pesaría instantes más tardes; el hecho es que podía leer sus ojos, interpretar sus expresiones y sentir la magia fluyendo dentro de sus cuerpos ansiosa por salir y canalizarse donde más lo deseasen.

 

—Repetiré mi pregunta una vez más, ¿Qué es lo que desean de mi?— Ésta vez su tono fue inexpresivo y pacífico al tiempo que se cruzaba de brazos y miraba a Shalyit pues ésta parecía tener más presura que alguien tardío al trabajo un Lunes por la mañana y lo mejor es que su apariencia infantil le daba a todo un tono despreocupado y gracioso.

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