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Nigromancia


Báleyr
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-El arte de hacer regresar a aquellos que ya han caído en las manos de la muerte... ¡Qué irónico es! ¿Quién podría burlar a la muerte sin que ésta quisiera cobrar venganza por tal ofensa?- pensaba en voz alta Gryffindor mientras se terminaba de leer la fábula de "Los Tres Hermanos" de los cuentos de Beedle el Bardo que su madre, Annick, le había obsequiado la pasada Navidad tras semanas de incertidumbre sin saber cuál sería su regalo. <<Millie>> fue el nombre que afloró en su consciencia casi de forma espontánea; recordando a su fallecida novia con un dejo de nostalgia y pena, debido a que aquella ocasión el joven no pudo siquiera hacer algo para evitar el triste desenlace de los carismáticos Diggory a manos de los seguidores de Lord Colt, el mortífago más temido de aquellos tiempos futuros de los cuales provenía el fornido muchacho que ahora yacía tendido boca abajo en la calidez de su lecho. Poco a poco, Elros se estaba volviendo un mago muy poderoso dentro de la lista de hechiceros de su clase; tanto así que ese vil sentimiento de rebeldía en contra de La Marca Tenebrosa podía convertirse en un arma que ellos mismos podrían saber manejar para hacerlo dudar de sus convicciones personales para con el bando de la luz.


-No... La Orden es parte de mi familia... jamás podría dejarlos. Deja de pensar idioteces, Thomas... no es bueno- se dijo para sí mismo a modo de reprimenda; no sin antes volver a incorporarse con tal de tomar la posición sedente al borde de su cama.


-Báleyr... Misterioso personaje del Ateneo de Magia Arcana... ¿No lo crees así? Eh... ¿Brahmsy?- preguntó en voz baja al oír que su elfo doméstico le hacía compañía sentado en el marco de su ventana, observando cómo la nieve no dejaba de caer durante aquella noche de invierno; la misma que estaba agendada como su fecha de visita al viejo noruego de cabellos y barbas entrecanas que sería, desde ahora en adelante, su nuevo maestro. -Mi Señor... Brahms cree que debe marcharse ya... La señorita Rouvás no le esperará más tiempo de lo acordado. Además no es bueno que si usted planea conquistarla...- alcanzó a decir el pequeño, pues el pelirrojo le silenció en el acto con un movimiento ágil de su varita. -No digas sandeces, Brahmsy... Mira que las paredes tienen oídos aquí en casa. Gracias por tu buena disposición y por ordenar mi bolso... Creo que llevaré el abrigo de piel de bisonte negro de papá. No quiero llegar todo lleno de nieve- exclamó poniéndose de pie; para posteriormente coger su equipaje y salir disparado escaleras abajo desde el segundo piso de la mansión de sus padres en Ottery hasta el umbral de salida del vestíbulo.


<<Tal vez este Arcano tiene la Piedra de la Resurrección bajo su poder>> reflexionó antes de sumergirse en aquella incómoda sensación de vacío que lo materializó de lleno frente a una gruesa puerta de madera oscura de una vivienda ubicada al norte del Ateneo, aislada del resto de sus pares y de toda la sociedad mágica. Hacía mucho frío, y efectivamente de no ser por el abrigo de Elvis, el adolescente estaría cubierto de nieve en escasos segundos pese a haberse corrido hacia el follaje de un árbol que mágicamente lucía más frondoso que los demás. -Llegas tarde, Athena Rouvás... Ya es muy característica tuya la impuntualidad o gustas de hacerte la interesante, eh ¿Bonis?- susurró sonriendo con los ojos cerrados tras percibir el aura de su amada tan cerca y tan cálida como aquel beso que los unió por primera vez hace ya un buen tiempo atrás.

Editado por Thomas E. Gryffindor
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La Nigromancia no le era ni cercana ni lejana, solo conocía las cosas generales leídas en algún libro en algún momento. Pero en cuanto se planteó tomar la clase en la Universidad había un nombre que se repetía en sus pensamientos una y otra vez, y no era precisamente el de su madre, supuestamente fallecida desde hace un par de años.

 

―Artemisa... ―Murmuró mientras estaba recostada en su cama en el hogar de los Moody. La habitación estaba a oscuras, solo cortado por un poco de luz que se colaba por la ventana, y el silencio era abundante; seguramente estaba sola por esos lados. Se acomodó de costado dándole la espalda al único lugar claro del cuarto. ―Lo siento mucho, todavía...

 

Lo suyo era una mezcla de nostalgia, culpa y remordimiento. Una especie de cruz que iba a cargar toda la vida partiendo del momento en que dio su consentimiento para cerrar el bendito círculo hasta cuando Hades le arrebató la vida para luego darse a la fuga sin el éxito de obtener a Selene; fue todo lo que pudo rescatar y asegurar para el futuro, para la época de los héroes. Ahora el pequeño Theron crecía sin una madre que le enseñara todo lo necesario sobre la historia de su familia, todo, todo por su condenada culpa. De seguro ya tenía alrededor de siete años. Nunca tuvo el valor de acercarse a él, pero algún día, cuando ese pequeño tuviese hijos tendría que hacerlo para entregarle lo que le correspondía por derecho, por sangre.

 

* ~ * ~ * ~ * ~ *

La lechuza trajo noticias dos días atrás. Su inscripción a la habilidad de Nigromancia había sido aceptada y debía acudir a donde se decía estaba la arcana que la impartía para así adquirir una nueva destreza. De la forma en que la conocía hasta el momento ¿la iba a utilizar? Eso era algo que solo tiempo podría resolver.

 

―Dysis, estaré en la Universidad... si, de nuevo. ―Dijo con una pequeña sonrisita no forzada al ver la cara de la elfina doméstica. ―No puedo asegurarte mi hora de regreso, pero trataré de no ser demasiado impuntual. Aunque si Richard te pregunta algo solo dile que huí lejos, muy lejos.

 

―La ama Athena no debería hacerle esas bromas a su padre...

 

―No por favor, no otro sermón... ―Era un tema bastante recurrente dada su poca voluntad a mejorar las cosas.

 

Al final, terminó por despedirse, ponerse la capa de viaje sobre el sweater y guantes y una bufanda para capear el frío propio de la estación. Salió de los terrenos donde se alzaba el hogar de los Moody y desapareció para aparecer en la Universidad, aunque en la parte cercana a la dirección. Desde allí, la casa de Báleyr es la más lejana. Los pasillo están silenciosos y desiertos, no son demasiados los que se atreven a intentar adquirir una habilidad y menos son los que lo consiguen. Por suerte las zapatillas no hacen tanto ruido al pisar.

 

Antes de llegar divisa a su compañero de clases, pero en el último tiempo también un compañero de otras aventuras. No apresura el paso, si está ahí es porque Báleyr aún no ha echo acto de presencia. Sin embargo, alcanza a escuchar su protesta, por supuesto eso solo le hace sonreír.

 

―¿Qué son esos modales para saludar Thomas Gryffindor? ―Iba a decirle Elros, pero siempre tenía cuidado en público de hacerlo. ―No soy impuntual, más bien te apresuraste demasiado. Apuesto que te morías de ganas por verme y llegaste temprano para tener una excusa. ―Al llegar a su lado jaló el cuello de su abrigo para obligarlo a quedar a su altura. ―No me puedes engañar, lo sabes. ―Le robó un muy breve beso, lo soltó y le guiñó un ojo.

 

Por supuesto todo aquello era una broma, ocasionalmente se trataban así.

 

―¿Ya viste si estaba el Arcano en su vivienda? No es como que se escuchen demasiados ruidos del otro lado. ―Comentó mientras intentaba husmear un poco, a ver si había alguien en el interior. Como no detectó nada, golpeó la puerta con la suavidad justa para que no pareciera que iba a echar abajo la madera pero para que se escuchara con claridad. ―¿Hola? Ehm... ¿Arcano Báleyr? ―Preguntó más que nada. No estaba muy segura si tratarlo con los mismos términos que se usan en un docente. ―¡Hola!

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Cosas oscuras se aprendían todos los días. Unos les temían, otros las ignoraban e incluso habían varios que intentaban erradicarlas. Jank había sido alguna vez parte de los últimos, fieles partidarios de la luz cuya ceguera era justificada por ideales vacíos que solo mostraban la banalidad del objetivo final. Habían pasado años para que comprendiera lo necesaria que era la oscuridad en el universo; tanto, que incluso la presencia de ésta en ocasiones alimentaba sus poderes. Lo que faltaba era saber manipularla sin ser absorbido por la tentación..

 

Esa mentalidad lo condujo a la Universidad, de nuevo. Teniendo en cuenta el calor abrasador característico de la nueva (e innecesaria) ubicación de la institución, Jank no escatimó en recursos y llegó a Egipto sobre su nimbus tres mil casi recién estrenada. Surcó el aire pegajoso tan rápido que no le dio tiempo de sentir la aridez del ambiente. La indicación del sitio donde residía el arcano que le enseñaría las artes tabú de la magia había sido inconclusa pero, por suerte, era lo suficiente curioso como para averiguarla por sí mismo. Y así lo hizo.

 

Cuando descendió pudo sentir el cambio climático refrescar su rostro, lo que no pudo alegrarlo más. Jank había tomado la cautela se abrigarse con una sencilla chaqueta de cuero y unas botas gruesas para cualquier tipo de terreno. Apenas pisó el piso se sacudió el pantalón la arena, redujo la escoba a una edición de bolsillo y la guardó en el bolso que colgaba de su cintura, el mismo que solía llevar cada vez que se aventuraba a probar una nueva experiencia. Había escuchado historias diversas e incongruentes una con la otra acerca del famoso Arcano de Nigromancia, por lo que se propuso mantener las expectativas altas. Después de tantas catástrofes vividas, decepciones y miedos enfrentados, pocas eran las situaciones que llegaban a causarle emoción. Esperaba no equivocarse..

 

Jank avanzó hasta la puerta principal, donde se percató de que no sería el único estudiante. Maldijo por lo bajo, casi al borde dar la media vuelta. Si bien había reconocido el rostro de Athena, se había planteado la idea en la cabeza de que sería una vivencia exclusiva, por lo que aunque supiera que se trataba de una acción egoísta no le motivaba la idea de compartirla. Sin embargo, quizá fuese más sencillo afrontar los misterios de una materia tan desconocida entre tres personas. Tres varitas se defendían mejor de la muerte que una sola.

 

>> ¿No es precisamente la muerte lo que buscamos al venir aquí? <<

 

- Hola, chicos. ¿No da señales de vida? - alcanzó a decir cuando se aproximó lo suficiente a ambos. Jank aprovechó el tiempo para pasar la mirada por encima de los amuletos que colgaban en la entrada. Reconoció varios, pero lo que más le llamó la atención fue una letra en noruego tallada en la propia madera de la puerta. La rozó con los dedos, sintiendo su antigüedad. Si Baélyr era Noruego como él, sería un aprendizaje mucho más personal de lo que pensaba - ¿Probamos con entrar sin más? Me estoy cag**do de frío..

Editado por Jank Dayne

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  • 3 semanas más tarde...

Baléyr se obligó a abrir los ojos y salir de su aletargamiento. Llevaba mucho rato descansando la mente y tratando de alejar las terribles voces de sus recuerdos. Recuerdos de aquella montaña, de una cueva y de su maestro. Sacudió la cabeza ligeramente, como si fuese a disipar sus visiones con el mero movimiento. Aún le asaltaban los gritos y el olor a azufre que, aunque no los escuchara ni sintiera, los percibía vivas en sus visiones.

 

<< Veo que tenemos nuevos pupilos. >>dijo. Y su voz resonó en la cabeza de los tres aprendices que aguardaban a la puerta de su choza. <<Mucho me temo que no me encontrarán allí, he salido a vagabundear un poco en los alrededores. Quizás podrían encontrarme en el camino. Si es que no se pierden en él.>>

 

La voz del anciano sonaba pastosa, normal para alguien que acababa de despertarse de una pequeña siesta. Pero, además de eso, la nota en su última frase tenía un matiz enigmático. Acarició su larga barba, mientras permanecía allí sentado, en el suelo. Había elegido el tronco de un árbol muy parecido al kiri, a cuyo pie se instaló y, al haber apoyado la cabeza en él, su sombrero se ladeó.

 

<<Deben dirigirse a la parte trasera de la cabaña, allí se toparán con un camino que tendrán que seguir para encontrarme.>>

 

Ya, pero eso no era todo. A cierta distancia del camino, éste se dividía en tres senderos más estrechos. Ninguno aceptaba más de un caminante, lo que significaba que tendrían que separarse. Las sendas tampoco aceptaban ninguna clase de calzado; así que si intentaban caminar a través con los pies cubiertos, se quemarían. Por supuesto, cuando sintiesen la tierra en la planta de sus pies desnudos, cada uno notaría una posible característica.

 

<<Ya que vienes a mi encuentro, ¿puedo saber el motivo de tu elección?>> La misma pregunta para los tres, aunque ninguno supiese que los demás recibían la misma cuestión.

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-¿Modales? Ehhh... Tú sabes bien que yo escaseo de tamaña humanidad cuando...- fue lo que alcanzó a decir el chico pelirrojo tras darse la media vuelta con tal de ver el pequeño trayecto de Athena hasta él y así no seguir dándole la espalda; siendo sorprendido por ésta al jalarle del cuello del abrigo de su padre con el afán de robarle un beso en medio del clima invernal que no dejaba de llorar copos de nieve por doquier. -Pues no... Ni me he asomado por la ventana de la casa del viejo noruego tuerto. Así que te concedo el honor de ser la primera en tocar a su puerta- le respondió a Rouvás con una sonrisa, para luego saborear sus labios rápidamente tratando de percibir una vez más el sabor de los suaves pétalos de la griega, aquellos que le volvían loco y le hacían perder la cabeza.


-Shhh... No es necesario que grites demasiado, Bonis... Los Arcanos saben cómo y cuándo comunicarse... Alguien viene- platicó en voz baja, desviando su mirada esmeralda en todos los sentidos de su espectro visual hasta que sus ojos se hallaron de frente con la figura de su compañero de bando, Jank. -Buenas noches, Dayne... Así que seremos tres- saludó luego de acercarse hasta el fenixiano para estrecharle la diestra con fuerza en señal de bienvenida y complicidad otorgada por su vínculo con La Orden. -Cualquiera diría que aterrizaste en el desierto de los Uzza... ¿Por qué traes tanta arena, eh? Si acá lo que hay es nieve- consultó con una pizca de curiosidad; pese a que la chaqueta de cuero del joven pecoso ya mostraba pinceladas de blanco gélido.


-No creo que sea prudente, Jank... Los Arcanos pueden ser muy benevolentes, pero si invades su privacidad... son capaces de desatar las plagas de Egipto en contra de quienes los pasen a llevar- dijo Gryffindor; segundos previos a que la voz de Báleyr penetrase su mente como un simple parásito cualquiera contra su huésped. -¿Alguna otra cosa que debamos saber, eh? Pues de no ser así... ¿Vamos chicos?- se explayó Thomas; cogiendo a Athena de la mano para que fuesen caminando juntos hasta la zona trasera de la cabaña, acompañados de cerca por Jank (el cual no paraba de examinar un extraño símbolo tallado en la puerta del caucásico anciano nigromante.


-Ésta debe ser la senda que nos lleve al Arcano... No perdamos más el tiempo- comentó, adelantándose un par de metros con varita en mano, para divisar si había algún peligro próximo. Nuevamente la voz de Báleyr resonó en su consciencia, aunque en esta ocasión fue una pregunta que no tardó en responder mentalmente. <<Mi elección fue netamente necesaria para solucionar errores del... pasado, maestro. Soy partidario de que todo tiene solución... incluso la muerte>> fue la forma que tuvo Elros de contestar en una primera instancia al cuestionamiento.

Editado por Thomas E. Gryffindor
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―No, aún nada. ―Respondió a Jank mientras no paraba de mirarlo.

 

Quiso preguntarle si estaba bien, pero no era el lugar correcto para una charla de ese tipo. Dayne había cambiado demasiado desde que lo conoció, desde aquella vez que fue a San Mungo y terminó haciéndole una broma con uno de sus peluches, claro, Athena también era mucho más joven y volátil en el actuar. Verlo solo le producía preocuparse el doble pues de sus actividades llegaba con nuevas cicatrices, un poco más introvertido y con el rostro serio y algo rígido, lejos del risueño Jank que todavía perduraba en sus memorias. No habían pasado tantos años, pero los cambios si que fueron bastantes.

 

Ya tendrían tiempo y espacio para esa conversación, aún tenían un negocio entre ambos que dirigir y también otros lazos que los seguían uniendo.

 

Volviendo a lo del Arcano, ella también era partidaria de solo entrar en el lugar. No por invadir la privacidad, más bien para comprobar si está en el interior pese a que el silencio indica lo contrario. No es posible que tenga el sueño tan pesado ¿o sí? En ese debate estaban cuando la voz de Báleyr accede en sus cabezas; su primer instinto fue llevar la mirada hacia el cielo, aunque después se percata de un pequeño eco que le hace comprender de dónde realmente viene.

 

―Vamos, no nos dijo si estaría mucho tiempo allí esperándonos... Aunque me temo que tendremos que seguir sufriendo con el frío. ―Debería haber traído un abrigo en vez de la capa, esto será al aire libre. Pensó mientras tomaba la mano de Thomas para seguir el camino tras la cabaña no sin antes girar un poco la cabeza y así tener un vistazo de Jank que aún observaba los símbolos de la puerta.― No te tardes Jank, es mejor si vamos los tres.

 

No tardaron en encontrar el camino ni tampoco en iniciar la marcha sobre el, aunque a medida que avanzaban pudo notar como todo estaba más caliente al punto de comenzar a ir en puntillas. Pensó en lanzarse algún hechizos, o mejor dicho al camino, sacarse las zapatillas no era opción, pero al final tuvo que hacerlo porque ya no daba más. ¡Sorpresa! El calor quemante cesó inmediatamente, aunque claro el frío le caló hasta los huesos. Una cosa por otra.

 

―Voy a terminar siendo un cubito de hielo. ―Le susurró a Thomas mientras avanzaba hasta llegar a una especie de bifurcación que separaba el camino en tres partes. ―¿Será buena idea separarnos? Báleyr no dijo nada de esto... ― Resultaba lo más lógico de pensar, que llegarían a él por separado. ―Tal vez solo un camino sirve y debemos decidir cuál es, o solo podría cada uno tomar un camino y el que lo encuentro enviar un mensaje a los demás para avisar que fue por el correcto. ―Solo eran más ideas.

 

En eso estaba cuando nuevamente escuchó la voz del Arcano haciendo una interrogante ¿La escuchó solo ella? Ni Gryffindor ni Dayne parecían inmutarse, cuanta serenidad parecían tener los dos frente a aprender algo como Nigromancia, ella era un mar de confusiones y, en ocasiones, hasta nervios.

 

Optó por responder de la misma manera, concentró sus energía en responder de manera mental rogando porque Báleyr lograse escucharla.

 

¿Curiosidad? Sería como mejor definirlo. No se mucho de la Nigromancia, solo algunas cosas que leí, me pareció una rama interesante de la cual aprender. Aunque no mentiré ni ocultaré el echo de que en algún momento, mientras venía para acá, no me imaginé trayendo a alguien de vuelta. Tengo claro que no es posible, fue solo una ocurrencia. ―Algún día esos comentarios la iban a meter en problemas reales, pero ¿por qué no decirlo? Todos son tan políticamente correctos... ―Además, me gusta aprender, saber ramas de la magia que me son desconocidas. En mi círculo familiar nadie es mago Nigromante, es todo un desafío personal presentarme aquí. ―Sentenció finalmente ¿Serían suficientes para que el Arcano la considerara una alumna? ¿Era de ese tipo de personas que buscaban esa empatía del estudiante con la habilidad? Por el momento no podía anexar nada más.

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- Desde que mudaron a la Universidad a Egipto no le presto atención a las tormentas de arena que debo atravesar si voy por aire. Es fastidioso y sí, parezco un fósil recién desenterrado - respondió a Thomas, tratando de sonar amigable. Había perdido la práctica años atrás, por lo que no sabía calcular qué tan rudas podían sonar sus palabras ni cómo nivelar el tono. En Noruega no existían tales parámetros, y contra los mortífagos lo que menos interesaba era el diálogo. Quisiera o no, Jank estaba totalmente oxidado en cuanto a prácticas sociales básicas, a pesar de sus intentos por pintarlo como indiferencia. Aunque algo de eso sí que tenía..

 

Athena lo sacó del ensimismamiento causado por los símbolos de la puerta, aunado a las palabras de Baélyr en su mente. Dedujo que los demás también lo habían escuchado, pues los tres se dirigieron al mismo sitio sin planificarlo previamente. La parte trasera de la cabaña parecía una extensión de la principal, solo que menos rústica. Habían algunos bancos para sentarse, cachivaches recubiertos por la nieve y círculos en el suelo que, a juzgar por su poca visibilidad, llevaban dibujados décadas allí. Pero eso no lo distrajo lo suficiente. Siguió a los magos por el camino que el Uzza les había indicado sin rechistar, como si una vieja clase de la academia se tratara. Después de todo, el Arcano parecía estar empeñado en tratarlos como borregos alumnos en lugar de magos ávidos por conocer una magia tan peculiar.

 

Escuchando las intervenciones de los demás en silencio volvió a escuchar a Baélyr en su mente, lo que le hizo alzar la cabeza y notar que el camino, no muy lejos, se dividía en tres. A Jank le pareció demasiado fácil: como para él las casualidades no existían, el que fuesen tres opciones para justamente tres estudiantes significaba lo obvio. Aun así, comprendió las dudas de Athena, las que de cierta manera compartía. Aclaró su garganta y se sacó la mano de los bolsillos de la chaqueta para gesticular lo que quería decir.

 

- Podemos enviar chispas moradas para el camino equivocado y chispas rojas por si es el correcto. Solo necesitaremos que una de las varitas suelte las últimas para saber quién se fue por el acertado. O quizá todos lo sean, quién sabe - se rascó la nariz, observando los tres - solo lo sabremos si avanzamos. Me iré por el de la izquierda. Con suerte nos veremos pronto, chicos.

 

Jank se encaminó hacia el sendero más provisto de troncos secos que conformaban una corona casi infinita que proporcionaban una mezcla entre seguridad e incertidumbre acerca del destino al que llevaban. En eso escuchó las palabras del Arcano, nuevamente, invadir la privacidad de sus pensamientos. Si algo ya había aprendido era su completo desagrado ante la invasión desmesurada de su mente, por lo que sin dudarlo su siguiente habilidad sería la Oclumancia. Pese a su inconformidad, encontró la pregunta acertada. Aburrida, pero igualmente necesaria.

 

- Siento una extraña empatía por lo desconocido. Mi vida está compuesta por factores que la mayoría de las personas ignora, les teme o les huye, así que esta rama de la magia complementaría mis deseos por representar la otra cara de la moneda. He matado, he estado al borde la muerte en cientos de ocasiones, he visto morir, he salvado. He presenciado todas las facetas de la no-vida, excepto la que ofrece la Nigromancia - se detuvo en seco y esta vez dejó de usar su mente para responder -. Creo estar listo para verlo todo.

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Observó cuidadosamente las elecciones de camino que tomaba cada uno y cómo deducían de lo que encontrarían. No se detuvo a contemplar las opciones que se daban cada uno, sino que le prestó atención al muchacho que tomaba el camino del lado izquierdo; no porque ese lado guardase algo especial, sino por la respuesta que le ofrecía éste. Ya sabía el Arcano que ese tipo de preguntas eran lo que menos gustaba a sus aprendices, pero él lo consideraba un mal necesario.

 

― La curiosidad y la avidez de conocimiento, son primordiales para sentirse listos, señor Dayne. Mas es un defecto del que sufrirán siempre los seres humanos. Es normal, por supuesto, sentirse atraídos hacia lo desconocido. Confío, entonces, en que tenga usted buen juicio para actuar frente a la Muerte.

 

Tras sus palabras, empezó a escucharse un ligero murmullo. Conversaciones susurradas y sollozos contenidos, a poco más de 10 metros, un grupo de personas se reunían alrededor de un cuerpo. Parecía estar acostado cómodamente en el suelo, con ambas manos sobre el pecho y los pies bien juntos. Así pues, Jank tendría que sortear ese pequeño obstáculo, antes de seguir su camino.

 

Baléyr se fijó, entonces, en la única muchacha del trío, y que ya iniciaba también en su sendero. Notó la inseguridad en sus pensamientos y la falta de confianza, quizás no con ella, quizás sí. Tal vez, incluso, la incredulidad que recitaba en su respuesta. Pues muchas veces se declara algo que no se siente, pero ella, de algún modo, creía lo que decía.

 

Usted posee magia, señorita Rouvás. Uno pensaría que cualquier cosa es posible con magia. ¿No es así? ¿Qué pesa, entonces, en su conciencia? ―hizo una pausa, un silencio previsible― Los hombres le temen a la muerte por encima de todas las cosas, creen entenderla y aceptarla. Pero no es más que una ilusión que se crean desde niños, esa resignación. Pero cuando la enfrentan...

 

Un no-muerto apareció frente a Athena, a no mucha distancia. La iba acortando, claro, con ese caminar lento y dificultoso que tenía. Sobre su hombro cargaba una bolsa de tela, sucia y llena de hilachas. A los pocos pasos de llegar con la joven, se desplomó. La tarea de la aprendiz sería, cuando menos, reanimar el cuerpo con los pocos materiales que encontrar en la bolsa de tela. Uñas y unos cuántos pedazos de madera. Una práctica de carácter "profano", para quienes no estaban familiarizados con esas artes.

 

Al fin, pues, se concentró en la confusa mente de su tercer alumno. Un muchacho contrariado, el anciano lo sentía. Y, aunque era consciente de las habilidades del Gryffindor, Baléyr se sonrió a sí mismo cuando escuchó la respuesta a su pregunta.

 

― Todo tiene solución, menos la muerte. ―dijo el Arcano, adoptando la voz de quien recita un refrán.― No importa cuán duradera o longeva sea una cosa o un ser, al final, su vida llegará a su fin y morirá. Pero claro, no existiríamos los nigromantes si nos quedásemos con eso, ¿verdad? ―le confirió a su voz una nota divertida.― Sin embargo, hay quienes creen que el objetivo de esta magia es esclavizar los espíritus de los difuntos, resucitar a los muertos, y dominar a la muerte para alcanzar la inmortalidad. ¿Qué cree usted, señor Gryffindor?

 

Más allá, a lo lejos, dos almas aguardaban a Thomas. El muchacho tendría que elegir a una de ellas, a quien, posiblemente, brindaría el don de la vida. Pero antes, debía escuchar las razones que tenía cada una para volver al mundo de los vivos.

Editado por Báleyr
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Rouvás, por su parte, escogió el camino de la derecha para continuar el camino luego de asentir ante la propuesta de Jank y de despedirse con moviendo lentamente la mano y con un débil "nos vemos" a ambos acompañantes. Se aseguró de llevar la varita bien sujeta pero cayendo al costado, no sería la primera opción, dependiendo de que fuese lo que saliera al paso. Consideraba poco probable un ataque por sorpresa contra su persona.

 

Conforme fue avanzado a paso regular volvió a escuchar la voz de Báleyr dentro de su cabeza.

 

―No todo es posible con magia. La vida, los sentimientos, el aprendizaje, e incluso algunas enfermedades, entre un sinfín de cosas no pueden ser moldeadas. Si nos permite conseguir muchas facilidades que los muggles no tienen, pero no son absolutos, ni eternos. ―Pese a que en algunas ramas se había avanzado mucho, y en otras existían cosas con se podía suplir la realidad, sus efectos dependían de la constancia, no generaban un real cambio. ―El pasado siempre pesa, pero no puedo ni quiero cambiarlo. No sería quien soy ahora si me arriesgara a algo así. ―Era lo más doloroso de haber tenido que aceptar los eventos de hace unos años atrás y que en ese entonces no comprendió.

 

Meditó un poco las siguientes palabras del arcano. No podía ponerse en los zapatos de otros para saber si todos temían o no a la muerte.

 

―Creo que más que entenderla o aceptarla, la respetan. La muerte suele venir y todos creen no tener sus asuntos en orden y es por eso la incertidumbre, otros temen el olvido que la muerte trae. Hay muchas variantes. ―Era un tema demasiado amplio.

 

Alguien venía por el sendero en sentido contrario, caminaba un poco extraño como con una especie de tomara y traía los hombros un poco caídos. Athena detuvo sus pasos solo unos segundos para luego retomar la marcha. Llevaba muchas ideas en la cabeza y también mucha incertidumbre. Conforme más se acercaba se dio cuenta de otros detalles, era un hombre de unos cuarenta años pero con el rostro maltratado y ojeroso, las mejillas hundidas y los labios secos. Tenía unos ligeros temblores en las manos y casi arrastraba un pie, caminaba cada vez con más dificulta hasta que al final solo se desplomó.

 

Lo vio caer, estab apenas a un par de metros. Por un segundo pensó que solo era una especie de actuación pero luego comprendió que no; estaba perdiendo tiempo valioso.

 

El pecho del hombre resaltaba con mucha altura, fue entonces que se percató de la bolsa que llevaba y que había quedado bajo el cuerpo al caer. Corrió el espacio que los separaba y en cuanto llegó a su lado se arrodilló, con la adrenalina recorriendo las venas le quitó la bolsa y lo dejó recostado en el suelo. Quiso buscar su pulso y solo entonces se dio cuenta que era un no-muerto, de seguro llevaba poco en esas condiciones pues la piel no lucía en exceso demacrada pero en sí en vías de ir hacia allá. No podía hacer nada por ayudarle.

 

Iba solo a levantarse para proseguir su camino cuando la curiosidad pudo con ella y prestó atención a la bolsa. Al abrirla, su contenido hizo que se se sintiera asqueada, como primera impresión. Fue sacando los trozos de madera y las uñas de diferentes tamaños, y las fue dejando sobre la tierra. En su mayoría estaban sucios, incluso con barro. También traía unos trozos de metal sin oxidación.

 

―Ew, ¿tengo qué...? ―Ni siquiera terminó la pregunta porque ya conocía la respuesta. Eso no le quitaba la primera impresión aunque si amainaba con los segundos que transcurrían.

 

Los puso alrededor del cuerpo del no-muerto sin ningún orden en particular y procurando que abarcara toda su contextura. Se tardó un poco en ello, para ese entonces ya no sentía rechazo por estar tocando las uñas, ni por la suciedad. Tampoco prestaba atención a que sus propias ropas estaban llenas de polvo.

 

―Báleyr ―Preguntó en voz alta. ―¿Hay alguna especie de ritual o algo así como algún hechizo que pronunciar? ―Miró hacia el cielo.

 

En realidad preguntaba solo por cerciorarse de ir haciéndolo bien porque algo leyó sobre el tema, solo que muy ambiguo. Se quedó de pie, a un costado del cuerpo y extendía las manos sobre el sujeto; una palma abierta, la otra con Niké sujeta. Cerró los ojos y se concentró en lo que quería, las facciones se fueron tensando sin darse cuenta. No dijo una sola palabra mientras estaba en la tarea.

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-Si gustas te puedo pasar el abrigo de mi padre, eh... no quiero tener que descongelarte como a un dinosaurio del período prehistórico- respondió el muchacho al susurro de Rouvás; justo en el preciso momento en que arribaron a lo que parecía ser una trifurcación de sendas tan estrechas que no permitían el paso a más de una persona a la vez; muy extraño, pero no tan inusual viniendo de la mano de un Arcano. -Es la mejor opción... por ahora, Athena. Quiero que te cuides. No hagas nada precipitado ni arriesgues tu vida de forma innecesaria ¿Me entiendes a lo que voy?- fue la manera de sentenciar la valentía que su chica siempre demostraba cuando algo se le interponía "entre ceja y ceja", y no iba a ser una habilidad mágica lo que acabaría por sepultar sus ansias de pasar con ella el resto de sus días en paz. -¡Cuídate Jank! Tendré en mente aquello de las chispas- se despidió de su compañero de bando con una sonrisa que solamente opacaba la aprensión de tener que dejar ir también a la griega, sin su consentimiento. -Nos vemos pronto, cariño- musitó casi al viento el veinteañero, esperando que la fenixiana hubiese logrado leer aquellas palabras de sus labios carmesíes antes de marcharse por el camino de la derecha. Sin más remedio, y luego de quitar las botas y calcetas que cubrían sus pies (pues un calor inmenso y quemante le sofocaban los dedos); Gryffindor se adentró por el trayecto central sin despegarse de su varita firme en mano diestra, a la espera de que algo o alguien le atacase en el momento menos indicado; como si una tropa de inferi poseídos por magia oscura viniesen por él.


<<Creo que todas las posibilidades son factibles, maestro>> contestó el pelirrojo mientras avanzaba a pies descalzos por la nieve; notando que una bruma muy espesa y blanquecina le rodeaba desde los tobillos hacia abajo. <<Si todos pensáramos igual... este mundo sería más aburrido de lo que ya es, señor Báleyr... pero si usted quiere saber mi humilde opinión en base a lo que me expone... es sencillo; yo quiero convertirme en un ser poderoso, pero no sólo por mí, sino que por los demás. Siempre he querido proteger a los míos con todas mis fuerzas... pero la muerte me ha arrebatado a tantos que... me ha hecho cuestionar mi capacidad de salvaguardar lo que más anhelo. A veces pensaba en la grandeza de poder jugar con el espacio y el tiempo; de buscar las instancias para volver atrás y cambiar tantas cosas que pudieron no ser... y que de haber sido así... ellos estarían con vida. Pero no... la Nigromancia es otro camino que me permitirá remediar el pasado para construir un futuro bajo mi perspectiva>> continuó reflexionando de forma mental a través del hilo psíquico que le unía con el nigromante; sabiendo que podía sonar muy egoísta y algo personalista su enfoque, pero era lo que él creía y no iba a cambiar de parecer ante la solidez de sus ideas.


La neblina poco a poco se volvía más densa; tanto así que sus orbes esmeraldas se perdieron en el misterio de lo no tangible, siendo sus pies lo único que le conectaba con el gélido piso que cada segundo se volvía más familiar al estar acostumbrándose a la temperatura invernal ambiente. -¿Quién anda ahí? ¿Athena? ¿Dayne?- preguntó en voz alta al sentir que dos energías estaban por hacer contacto con su cuerpo, ansiando que los tres caminos ya convergiesen en uno y así volvieran a reunirse. |Tranquilo... No temas, chico... Somos dos aliados que estamos aquí para pedirte un gran favor| fue la voz que resonó en sus oídos y que no tardó en materializarse frente a sus ojos. Ahí, parados como seres sin brillo propio, estaban dos hombres aguardándole como ángeles custodios. Uno era mayor, de unos cuarenta años; en cambio el otro podía ser fácilmente su hijo, pese al color fuego de sus cabellos. |Hace veinte años morimos en una batalla muy sanguinaria... donde Voldemort cayó; pero nuestra vida también se extinguió| dijo el adolescente, realizando una pausa antes de proseguir. |Georgie hubise sido tan feliz si nuestros proyectos se hubiesen concretado juntos| culminó entristecido, dejando que el otro espíritu dialogase. |Y Edward se hubiese criado con un padre que siempre lo hubiera aconsejado| exclamó el merodeador con pesar. |Revívenos con tu poder, joven Gryffindor... pero únicamente podrás sacar del limbo a uno de los dos| se oyó al unísono, dejando todo en las manos de Elros.

Editado por Thomas E. Gryffindor
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