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Nigromancia


Báleyr
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Mazmorra

 

— Bueno, al menos ha notado el sentido de mi pregunta, señor Haughton. —la respuesta de Baléyr fue corta, y con su mano libre le animó a continuar hablando.

 

Hizo bailar la botellita en sus manos, expectante a las palabras de ambos muchachos. No podía juzgar a ninguno en la primera impresión. O bueno, de poder, podía. Ya lo había hecho. Mas se quedó contemplando sus rostros, lo que duró sólo un instante, pues inmediatamente la puerta se abrió una vez más. Se extrañó, no había sido notificado de otro aprendiz y, aunque poco probable, podría tratarse de un error.

 

El Arcano se rascó la barba, pensativo, mientras observaba al recién llegado instalarse -como perro por su casa- en la pequeña estancia. Elevó una de sus pobladas cejas, formando un arco casi perfecto, cuando el mago tomó asiento.

 

— Quiero creer que se ha equivocado de clase, señor... ¿? —fingió desconocer el nombre del hombre.— A menos, claro, que esté aquí como voluntario para autopsias y extracción de órganos.

 

En el otro mundo

 

El murmullo de voces se iba haciendo cada vez más fuerte, conforme ambos aprendices mantenían su discusión. La advertencia de Fred sobre un posible ataque había sido ignorada. Y como no quería quedarse allí para ser -quien sabe qué- por parte de las almas que los habían empezado a rodear, se lanzó junto con el Gryffindor a aquel agujero de almas perdidas.

 

Cuando Rouvás se quedó en aquella superficie, ya no eran murmullos lo que se escuchaban, eran alaridos. Todos gritaban a viva voz, el júbilo en sus semblantes, de haberse encontrado con una bruja. Pues ella tenía magia y podría devolverlos al mundo de los vivos. No creían que existiese otro motivo, otra razón. Entre ellas, Artemisa observaba al grupo de almas, acercarse a la muchacha.

 

— No creo que estés en tu camino. —le dijo a Athena, con el ceño ligeramente fruncido.

 

Por otro lado, al Gryffindor no le estaba yendo mejor que a la joven griega. Los susurros invadían sus oídos, las voces se confundían unas con otras, mientras arrastraban los pies para acercarse al cuerpo del chico. Podían oler la magia en él y, seguramente, querrían lo mismo que las almas que habían rodeado a Rouvás.

 

— ¿Qué hace aquí? —preguntó uno.

 

— No es sitio para uno de ellos.

 

— ¿Y a quién podría importarle?

 

— Tiene magia. Él puede.

 

Y así, la lluvia de preguntas, respuestas y opiniones, continuaba.

 

— ¿Qué haces aquí? —esta vez era Fred quien preguntaba. Aunque no se parecía en nada al Fred que había estado con él hasta antes de lanzarse al vacío.

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La diferencia entre un No muerto y el Gaunt.

Aries se quedó mirando a su compañero y después al Arcano, pensaba en una respuesta lo bastante buena y acertada para ayudarse en el juego que pensaba hacer con ellos Báleyr. No le gustaba perder, así que no se podía dar el lujo que, por responder rápido, su respuesta fuera errónea.

Estaba por responder aquel cuestionamiento, por parte del nigromante frente a él, cuando fue interrumpido por el mismo Gaunt. Al menos el Ángel Caído lo tenía claro, su respuesta ante aquella pregunta iba a ser la voluntad. Podría estar erróneo, pero al menos él así lo creía. Los vampiros tenían cierta voluntad, —propia, no dependían de nadie —lo que los hacia muy difíciles de que siguieran ordenes sin ser controlados. Los No muertos como los Inferis servían a voluntad del mago que los invocaba. Era por eso que a él le interesaba levantar muertos.

Espero a que el mismo Arcano respondiera a la pregunta hecha por el Gaunt, así que cuando este se quedó en silencio fue el Ivashkov quien rompió aquel ambiente tan silencioso.

Los no muertos carecen de voluntad. Aunque físicamente sean muy similares a los vampiros, los no muerto son más lentos ya que no pueden controlar su cuerpo a voluntad. —dijo con una sonrisa en su rostro, cuando una persona se acercó al lugar donde ellos estaban. Lo conocía, lo había visto aquella mañana en una visión, pero jamás imagino verlo tan pronto y al parecer Báleyr tampoco lo esperaba en ese momento.

El director del profeta, había llegado a los aposentos del arcano como Juan por su casa, situación que le pareció graciosa, más aún al escuchar la bienvenida que el nigromante le había dado a este y mientras aquello pasaba este se preguntó, ¿en qué momento iba a ser capaz de ver un primer cadáver? Sólo deseaba verlo pronto para regresarlo a la vida.

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En esos momentos comencé a ver a mi costado como algunos libros de la pared comenzaron a moverse, alcé mis cejas sorprendido porque, bueno, realmente no conocía nada de ese sitio pero podría entender que el arcano estaba dándome la bienvenida y me pedía que siguiera aquel camino que se acababa de abrir ante mi: un marco de puerta que daba a unas escaleras que bajaban a un sótano (o eso pensaba).

 

Muy bien, pensé, es momento de conocer al último de los grandes.

 

Acaricié inconscientemente mis anillos de habilidades mientras me levantaba de mi asiento y caminaba hacia mi siguiente encuentro, haciendo consciente el movimiento justo cuando bajaba las escaleras mientras recordaba los primeros encuentros que había tenido con todos los anteriores arcanos, cada uno tan diferente del otro sin realmente estar seguro de que alguno estuviera dispuesto a compartir los conocimientos que poseía; ni uno solo había sido lo que se consideraba amable, educados sí, pero todos estaban siempre a la defensiva, renuentes a que cualquiera pudiera ser un candidato posible a entrenarse para desarrollar sus habilidades. Y me topé ahí, al pie de las escaleras viendo la enorme mazmorra deseando (casi rezando) porque la última experiencia de aquellas fuera completamente diferente.

 

Sabía que mis deseos eran en vano.

 

Miré a Báleyr junto con uno de mis compañeros de la Marca, Emmet, a quién saludé con simple movimiento de mi cabeza para no ser mal educado hasta acercarme a los dos magos mientras escuchaba las palabras del nigromante cuando me vio llegar hasta donde se encontraban.

 

- Triviani, - respondí extendiéndole una mano para estrechar la suya - Ishaya Triviani. No es ninguna equivocación y con gusto prestaría mi cuerpo para los estudios que quisiera realizar pero, claro, no sin antes intentar defenderme porque aprecio mucho este escueto cuerpo que aún me sirve y en dado caso a mi esposa, Cye Lockhart, una antigua alumna suya si no me equivoco.

 

Esperaba que mis bromas no lo ofendieran, total, no las hacía para molestarlo.

 

- Vengo a pedirle humildemente que me acepte como aprendiz de nigromancia, sería para mi un placer el poder desarrollar la habilidad en forma.

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El anciano puso la atención en el mago que había entrado de sopetón al aula haciéndole alguna gracia con un comentario ácido. Pero el chico no se quedó atrás y éste le respondió de una manera que al Gaunt le hizo gracia pero intentó ocultar la risita para que el Arcano no se diera cuenta. Ishaya había llegado a la clase para unírseles, algo tarde, pero llegó al fin y al cabo; mejor tarde que nunca. Además, con lo cara que estaba la matrícula uno no se podía dar el lujo de estar faltando a las habilidades.

 

Luego de aquél pequeño entremés, el vampiro volvió a repasar en su cabeza las palabras que el Ivashkov había dicho intentado responder el cuestionamiento del Nigromante.

 

Emmet estaba de acuerdo con que la voluntad era algo que lo diferenciaba de un no muerto. Por la respuesta que había obtenido del Arcano, Emmet, no estaba muy errado de la idea que había formulado primeramente. Quizás los elementos que lo diferenciaban eran muchos pero debía haber algo que lo hacía único de un no muerto.

 

- Coincido con mi compañero aunque el no muerto puede tener algo de voluntad - un frío recorrió su espalda baja - Pero, sigo sosteniendo el tema de la inmortalidad, Arcano - se quedó pensando un poco más y eso abrió de manera considerable el espectro de ideas que tenía y lo que le había generado esa pregunta.

 

Quizás tampoco debía confiar en su inmortalidad pero tampoco podía negar que no era fácil de matar; las pruebas que le había puesto la vida lo demostraban. ¿Porqué todo en esa clase le estaba comenzando a generar dudas que jamás se le habían presentado?

 

- A decir verdad, Arcano, estoy un poco desconcertado - y en realidad lo estaba. Se podía notar en su mirada - Tal vez, lo de la inmortalidad de ciertos seres, sea relativa ... digo, por lo que usted me dijo que había que aprender a desconfiar de todo - soltó mirándolo directamente y luego a aquellos frasquitos ¿Que contenían?.

Editado por Emmet Haughton Gaunt

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Crazy Awards 2018:

7F1CpeC.gif "El Romeo"

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Me agradó el hecho de que mi compañero mortífago me reconociera de inmediato y escuché atento ante una respuesta que le brindaba al arcano, al parecer llevaban ya un tiempo con su aprendizaje y dejé que fluyera la conversación en esos momentos para poder absorber la mayor cantidad de información en ese momento, era la mejor forma que sabía de aprender en priemra instancia y, después, sería bueno comenzar con la práctica.

 

Hablaban sobre la inmortalidad de algunos seres y que ésta fuese relativa. ¿Cómo podría ser relativo un término que es específico? Si realmente no fuese de ese modo pues solo se utiliza otra palabra, más bien creía que el uso del lenguaje era el incorrecto en vez de tener como tal la duda de la raíz del evento.

 

Pero me quedé callado, no quería incomodar a Báleyr porque en sí no me había aceptado aún como alumno y, conociendo a los arcanos, todos se molestaban por todo. No, no, mejor mis comentarios reservarlos para después.

 

Y fue en ese momento que noté la presencia de Aries, otro de mis compañeros de bando. Lo saludé cuando atravesamos miradas con un simple gesto mientras sentía como el color subía por mi rostro, estaba muy apenado por la situación y no quería que me tomara como una persona irrespetuosa, pero lo hecho, hecho estaba.

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¿Cómo pudo olvidar algo tan importante como el amuleto? Bueno, podía ser que había propuesto así misma no mezclar la magia que aprendía de los Uzzas con la lección de los Arcanos, más que nada porque no las veía muy relacionadas pero en este caso no tenía más opción que agotar todos los recursos disponibles, y el Amuleto de Resurección calificaba como única opción en esa travesía porque indudablemente iba a morir al saltar por la Colina de Yomotsu.

 

Vio a Thomas hacerlo, pero no se llegó a fijar en que situación estaba Fred quien no tenía la misma suerte que ellos dos, pero su mirada se desvió nuevamente hacia Artemisa quien la contemplaba con aire taciturno, tal vez no la reconocía, tal vez era solo producto de su imaginación o estaba allí para confundirla. Ella llevaba años fallecida, no era posible que su alma estuviese aún en el limbo, su paso por allí fueron solo unos segundos en lo que el hechizo le dio y su cuerpo cayó sin vida. Una escena que jamás olvidó ni olvidaría.

 

Eran muchas las cosas que tenía para decirle, pero tampoco era el momento. Su principal preocupación actual era el hecho de que no estaba en su campo visual su acompañante; Gryffindor.

 

―Perdóname, una vez más...― Intentó expresar con solo la mirada lo mucho que la complicaba la situación.

 

Las demás almas comenzaban a tomar rumbo hacia ella. Le impresionó darse cuenta que todos estaban conscientes de la magia pese a que muggles se enredaban con magos, allí todos eran iguales. No podía darle demasiadas vueltas al asunto así que solo retrocedió unos pasos antes de tomar velocidad rumbo al Yomotsu Hirasaka. Sorteó un par de almas en pena que le salieron al paso hasta que al final alcanzó la cima. Un viento frío provenía del interior el cual también se vislumbraba oscuro desde el primer metro. Más allá están los dominios de Hades, más allá solo está la muerte... pero saltó con el amuleto en su mano.

 

¿Era una mal sueño? Cuando abrió los ojos estaba sola, a orillas del río Aqueronte y a la vista del barquero. Por una acción innata se llevó la mano libre a la cara, al cuello, al otro brazo ¡Estaba viva! Se apresuró a guardar el amuleto que perdió todo su poder hasta la siguiente luna. Parecía ser que el barquero estaba aguardando por ella, un poco receloso, no era como otros que llegaban hasta ese punto.

 

―Debo cruzar el Río Aqueronte.

 

―¿Y tienes como pagarle a este barquero para tu cruce?

 

―Un óbolo es tu precio ¿no es así? ―Se lo enseñó mientras el barquero asentía. ―Pero antes necesito encontrar a alguien de mis mismas condiciones que ronda por aquí, tengo con que más pagar.

 

Pareció meditarlo un poco pero al final accedió a un viaje previo antes de llevarla al primer infierno, a donde se juzgan las almas por sus acciones en vida. Luego de entregarle los dos óbolos se pusieron en marchar. La barcaza avanzaba lenta pero segura, aunque Athena no se confiaba demasiado del barquero, llevaba la varita sujeta en la mano y bajo la túnica, aunque esperaba no necesitarla, al menos hasta encontrar a Thomas.

 

Luego de unos quince minutos navegando lo vio aún incorporándose a orillas del río. Le indicó al barquero que era a quien buscaba para que se acercaran hasta su ubicación. Cuando descendió de la barcaza se apresuró a ir con él.

 

―Ni la muerte nos pudo separar y eso que ni siquiera hemos hecho nuestro votos. ―Bromeó. ―¿Estás bien? Caronte está esperándonos para cruzar el río, tengo otro óbolo para que pagues tu viaje. ―Se lo entregó pues debía ser él quien se lo entregase para evitar altercados en la travesía. ―No te fíes de él, aunque creo que cumple correctamente su palabra si es que le das el precio correcto.

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En la mazmorra

 

Baléyr escuchó al joven Ivashkov y vio rastros de ansiedad en su semblante. Torció el gesto en señal de contrariedad, pero les dio una respuesta ambigua a ambos.

 

― Sí y no. ―rascó su nariz mientras intentaba ordenar sus palabras para explicar― Sí, la voluntad es una de las diferencias que tiene un vampiro y un No muerto. Aunque, seamos claros, ambos son No muertos. Es verdad que éstos últimos están más predispuestos a ser "controlados" por una fuerza exterior, y creo que para nadie es desconocido el hecho de que, aquellos mortífagos, hagan una burda imitación de esta habilidad. ―hizo un gesto con la mano para restarle importancia al hecho― Por supuesto que el objetivo de ellos no es el de un Nigromante.

 

Se dio la vuelta para encarar al recién llegado y le señaló una angosta puerta de metal, a la izquierda.

 

― Señor Triviani. ―arrastró sus palabras, como si le pesara nombrarlo― Detrás de aquella puerta se encontrará con un cadáver. Me gustaría que lo examine, mientras piensa la razón por la que ha decidido presentarse a mi humilde morada.

 

Le dio la espalda y se volvió hacia los otros dos muchachos.

 

― La principal diferencia entre un vampiro y un No muerto, es que éste último está a la espera de un alma. Es una vasija vacía que ansía la vida, y para tener vida debe contar con un alma. ¿Cierto? Un vampiro, por otro lado, no tiene alma, pero no la espera. Su cuerpo está ya lleno de otro tipo de esencia que simula una. Y sí ―apuntó con un dedo a Emmet―, la inmortalidad es relativa. Yo no diría que usted es inmortal, sólo que tiene un tiempo indefinido. Hay mucha diferencia.

 

Los miró con curiosidad, tratando de decidir su próximo paso. Le dio a cada uno, una de las botellitas que tenía en sus manos. Y abrió un portal.

 

― Vayan. Usen lo que les he dado sólo en caso de extrema necesidad. Observen. Nada más. ―estaba enviando a sus aprendices a una exploración a través del terreno astral. Estarían como ánimas e interactuarían con ellos.

 

 

En el otro mundo

 

― ¿Qué haces aquí?

 

Fred repitió su pregunta al Gryffindor. Pero no parecía él mismo desde que hubiesen saltado en aquel monte. Tenía un corte en la frente, producto de haberse golpeado con uno de los filos de una roca, y manaba sangre que se deslizaba por el lado derecho de su cara. Otra figura lo seguía de cerca, mientras que otros tres cargaban a Thomas lejos de la orilla.

 

― No importa. Él nos llevará con los vivos. Él puede. ―El que lo seguía sonrió abiertamente, como si fuese un hecho. Fred se estremeció.

 

****

 

Pero Rouvás no iba mejor, ni mucho menos. Había encontrado la orilla en donde cayó Thomas y lo vio poniéndose en pie. De hecho, hasta había hablado con él. Pero Athena no sabía que no era Thomas Gryffindor. No realmente.

 

― Yo creo que debemos salir aquí. ―masculló el supuesto Gryffindor.

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Y en un instante me cortó mis ánimos de participar con los otros dos compañeros, algo que podía haber esperado debido a mi ingreso en aquel lugar un tanto más tarde en comparación con Emmet y Aries, así que simplemente asentí con un movimiento de mi cabeza y acaté las indicaciones del arcano para que no pensara que no lo tomaba en serio. Las bromas en ese momento se habían acabado, su humor no estaba para nada más.

 

Mientras verificaba el cuerpo que estaba detrás de la puerta señalada, un cuerpo que colgaba como de unos ganchos dentro de una bolsa de plástico, comencé a reflexionar las razones de mi presencia en aquel lugar. Sí, la más importante o al menos la que pesaba más en esos momentos era simplemente tener el conocimiento y las habilidades necesarias para mejorar como mago, es decir, seguir creciendo en todas las áreas posibles que se me permitía para proteger mejor de los míos, sobre todo a mi familia, más después de las pláticas que tuve con mi esposa siendo ésta la primera habilidad que desarrollo Cye.

 

Me detuve en mi tren de pensamientos cuando abrí la bolsa donde estaba el cuerpo y noté que parecía como de porcelana. no tenía rastros visibles sobre su muerte y más bien parecía un cuerpo dormido, lo que lo delataba era el tono casi blanquecino de su piel y los músculos rígidos. ¿Sería un cuerpo reciente? Podría ser, igual se trataba de una forma de conjuro que le ponía Báleyr para su conservación, supongo que eso lo tendría que descifrar por mis propios medios.

 

Tomé aquella masa de carne y huesos y lo coloqué en una de las mesas libres, una muy parecida donde estaban revisando mis compañeros su propio objeto de estudio y saqué de entre mis ropajes mi vuelapluma para hacer registro escrito de lo que estaba ocurriendo en esos momentos.

 

- La consistencia es bastante fresca, - comencé a hablar - ninguna herida superficial a simple vista aunque, por la calidad de sus músculos, no parece una muerte natural. Sin duda algún tipo de magia se ha empleado en el mismo... antes de morir, su causa de muerte... como si hubieran desconectado todas sus funciones en un segundo. Un avada, claro, eso fue.

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El sonido de varias voces y el correr singular del agua, fue lo que comenzó a invadir los oídos de Elros; el cual empezó a acomodarse, poco a poco, sobre la roca que le había dado cobijo por breves instantes en la primera parte del Inframundo tras su valeroso abordaje al Yomotsu junto a Fred. En su cuello, el Amuleto de la Resurrección lucía opaco y sin vida; mientras que su Vara de Cristal había vuelto a convertirse en una simple varita de pirul que se mantenía con firmeza en su mano derecha. |¿Qué haces aquí?| consultó Weasley con seriedad; notándose en él cierta desconfianza que antes no había aflorecido, pues parecía ser que no reconocía a Gryffindor. -Fred... Soy yo... Thomas. Recuerda que hemos venido aquí a petición de Báleyr... ¿Sabes quién soy? ¿No es cierto?- preguntó el paladín de La Orden del Fénix; incorporándose en su totalidad hasta recuperar la posición bípeda.


En eso, tres sujetos agarraron con firmeza al aprendiz de nigromante y lo volvieron a lanzar al suelo; cargándole lejos del sitio junto a un ensangrentado Weasley y un tipo muy extraño que no logró vislumbrar de cerca. Pero eso no era todo lo que percibió el muchacho; debido a que la voz de Athena le hizo reaccionar, estremeciéndose de inmediato al ver que su cuerpo se había quedado ahí tirado, y era su espíritu el que estaba siendo cargado por las almas en pena (vaya a saber Merlín hacia dónde lo conducían). -¡Suéltenme! ¡Déjenme en paz! Tengo que volver a mi cuerpo- gritaba Thomas con euforia, tratando de liberarse de los errantes; obviamente sin poder conseguirlo. A ciencia cierta; el viaje hasta el Inframundo le había permitido "desdoblarse", y ahora había un huésped desconocido ocupado su cuerpo y junto a la mujer que amaba (la que corría un peligro inminente).


-¡Athena! ¡Athena!- vociferaba una y otra vez; no recibiendo respuesta alguna de la griega, la cual se aproximaba a una barcaza junto al "supuesto Elros". -¡Váyanse al demonio! Tengo que volver a mi cuerpo, ahora. Fred... Fred por favor entra en razón... Hemos venido aquí con un propósito. Recuerda... Por amor a Merlín- suplicaba, esperando que Weasley tomara consciencia de lo que estaba pasando, pero el mago lo único que hacía era preguntar la misma cuestión como si fuese una grabación repetida y programada. <<Tal vez su tiempo en aquel cuerpo está acabando. Báleyr dijo que la conexión de la resurrección sería... ¿temporal?>> meditó, justo cuando escuchó unos potentes ladridos que le obligaron a mirar hacia el frente. Ahí, custodiando una enorme puerta, se hallaba un perro gigante de tres cabezas; era el Can Cerbero, el guardián que vigilaba que ninguna persona viva entrara en aquellos dominios. -Lindo... perrito- susurró con un nudo en la garganta, luego de tragar una bocanada de saliva.

Editado por Thomas E. Gryffindor
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Con mucho cuidado comencé a hacer una inspección más profunda del cuerpo mientras sostenía mi varita con firmeza en mi mano derecha sin dejar que todos los anillos de los libros de poderes Uzza interfirieran, o incluso los anillos de habilidades mágicas que ya tenía vinculados con los anteriores arcanos, simplemente debía de continuar con la asignación de Báleyr para ser digno de su conocimiento sobre aquella antigua magia prohibida.

 

Era una fortuna para mi el poder haber ingresado a las filas de los mortífagos porque tenía un acercamiento más real con las artes oscuras, comprendía mucho mejor su uso y no solo a defenderme de ellas, como en todas las escuelas actuales querían implementar; obviamente mis estudios anteriores me habían dado una base bastante clara de lo que me iba a enfrentar, una idea de lo que se requería para ser un buen nigromante y nada de lo que había investigado me había espantado, por decirlo de alguna manera, al decidirme en tomar de inmediato dicha habilidad.

 

Anteriormente me había vinculado, hace años, con la habilidad de videncia y fue justamente por esa razón que me emocionó la idea de poder utilizar las artes adivinatorias con la magia negra, las artes oscuras, en cuestión de la invocación de los malos espíritus. ¡Era simplemente una combinación demasiado alucinante! Obviamente entendía los riesgos superficiales, por ello que era necesario el adentrarme con un correcto estudio de dicha rama de la magia, no quería poner en riesgo mi vida o la de mis seres queridos la meterme de lleno con esas fuerzas.

 

Y también porque quería llegar más alto en mi propio bando, el mismo rango que necesitaba conseguir: nigromante.

 

- Las víceras del objeto de estudio están en perfectas condiciones, - hablaba claramente para que mi vuelapluma siguiera tomando nota de todo lo que ocurría en ese lugar - no se siente ningún tipo de daño interno y, sí, la magia utilizada para acabar con la vida de esta persona parece que dejó libre camino a cualquier órgano interno.

 

Dejé de tocar con mi mano libre el cuerpo y pasé rápidamente mi varita encima del abdomen para hacer un hechizo de comprobación ante maldiciones y luego uno que detectaba la magia, en este segundo brilló con cierta intensidad avisándome que, en efecto, habían usado magia pero nada que pusiera en riesgo el contacto con el cuerpo.

 

- Se puede utilizar le cuerpo para invocaciones. - Concluí mi breve discurso antes de fijarme en el rostro de aquel hombre, bien podría concentrarme un poco en los secretos que podría revelar...

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