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Nigromancia


Báleyr
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-¡Santos recórcholis!- exclamó Gryffindor cuando vio aparecer un cuerpo flotando junto a Athena en la escena del árbol que servía de punto de apoyo para el nigromante; observando que este "ser" descendía cuidadosamente con extrema lentitud hasta el suelo, cuyo fin era no maltratarle a ciencia cierta. -Me alegra verte aquí, Bonis... ¿Qué es lo que traes contigo? ¿Un zombie? O no me digas que invocaste un inferi con magia oscura ¿Cierto?- consultó el joven con cierto grado de incertidumbre; reflexionando sobre los verdaderos motivos que tendría Rouvás como para hacer de su hechicería una arma letal tal como la que utilizó Voldemort en la Primera Guerra de antaño. -¿Dejar ir algo o alguien, maestro?- preguntó el paladín de La Orden luego de oír con cautela y atención las palabras de Báleyr posteriores al análisis del cuerpo que la griega había conducido hasta el final del sendero a pies descalzos. <<¿Es que acaso se refiere a la temida Ley de la Equivalencia?>> pensó el muchacho; notando en que quizás el anciano había tenido que dar su pequeño y frío ojo azulado izquierdo por parte de pago para que La Muerte no se sumergiese en rebeldía absoluta en su contra. Las indicaciones eran claras y precisas; había que conectar el alma de Fred Weasley con el cuerpo vivo, pero sin esencia, que Athena consiguió; teniendo en cuenta que su juicio no podía ser errado o se arrepentiría por el resto de sus días al haber perdido algo importante que jamás volvería a recuperar ni haciendo mal uso de las bondades del tiempo.


-Con confianza, Athe... no vayas a flaquear ¿De acuerdo?- le susurró a la fenixiana cuando el Arcano se quitó el sombrero para empezar a trabajar; posicionándose a los pies para que su compañera hiciera lo suyo desde uno de los flancos del recipiente sin espíritu. -Tranquilo Fred... Todo va a salir bien- musitó al mismo tiempo que imitaba los gestos de Báleyr; frotando sus níveas manos antes de extender sus palmas sobre el cuerpo. -Ressurrexit a mortuis, suscitare de veritate- repitió una vez Thomas, percatándose que nada sucedía. Fue así que optó por cerrar sus orbes esmeraldas y adoptar el grado de concentración máxima que requería el uso de las habilidades; haciendo fluir toda su energía desde cada rincón de su propio cuerpo hasta sus manos; creando un puente entre "la vida y la muerte" que se afiató con la repetición de las mismas palabras que antes no ocasionaron ni un mínimo signo de factibilidad. -Ressurrexit a mortuis, suscitare de veritate- exclamó el pelirrojo por tercera vez; sintiendo tal potencia en su frase que se vio obligado a abrir sus ojos para observar lo que estaba ocurriendo a su alrededor en el bosque.


Desde las palmas de sus manos emanaba una densa neblina carmesí que arrastraba, a su vez, el alma de Weasley hacia el recipiente; Báleyr tampoco vacilaba en sus acciones y Athena parecía estar mucho más sumergida en su consciencia que él mismo. Para cuando el espíritu de Fred fue absorbido hacia el cuerpo y la conexión se logró, el cielo se oscureció y una luminiscencia roja brilló encandilando la mirada de Elros que no tuvo más remedio que cubrirse con su antebrazo derecho. ¿Qué es lo que habría pasado? ¿Lo consiguieron con éxito? ¿Estarían en presencia de su primer regalo obsequiado por la Nigromancia? Nadie lo sabía ni lo podía presagiar con exactitud; lo único real era el fuerte dolor estomacal que le aquejó al instante.

Editado por Thomas E. Gryffindor
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―Claro que no, no seas bobo. ―Le dirigió a Gryffindor una senda mirada de "¿cómo puedes pensar algo así?" en lo que Báleyr se incorporaba para destrabar el siguiente punto, examinar el cuerpo que ella trajo consigo y explicar de manera muy breve al alma lo siguiente que harían. Fue allí donde demoró la mirada unos segundos demás. Era transparente pero se lograban distinguir varios rasgos que se le hicieron conocidos, solo que no sabía de donde... Aguzó un poco la vista intenta buscar ese rostro entre sus memorias, pero las nuevas palabras del arcano hicieron que se desconcentrara. Volteó nuevamente para ver al Nigromante y prestar su atención en él. ―Es algo como la primera Ley de Alquimia, pero también a como cuando creas un horrocrux, parte de uno mismo se pierde al utilizar magia tan oscura. ―Más lo susurro para si misma que para los demás presentes.

 

Bien comprendida esa parte tomó lugar por el mismo costado derecho en que se encontraba. Alzó la vista solo para darse cuenta que el alma de Fred Weasley estaba en el lugar que quedaba desocupado alrededor del cuerpo inerte.

 

―¡Por todos los Dioses! ¡Eres Fred Weasley! ― ¿Lo pensó o lo dijo en voz alta? Por la forma en que la vio, se dio cuenta que había sido la segunda opción, pese a eso no parecía molesto sino más bien ¿divertido? ―Lo siento, fue la impresión. ―Bajó la mirada unos segundos antes de comenzar a centrarse en la tarea que tenían por delante. ―Tranquilo, tienes que aprender a confiar más en mis capacidades Gryffindor, no soy tan frágil como me veo. Más bien, concéntrate tu lo que vamos a hacer.

 

Con la espalda recta, respiró profundo, juntó las palmas de las manos y las frotó una contra la otra para luego cerrar los ojos y extender ambas manos sobre el cadáver. Se mantuvo así un corto período de tiempo, solo en su ensimismamiento para luego soltar las palabras que el Arcano mencionaba. ―Ressurrexit a mortuis, suscitare de veritate... ―Dio una pausa para luego repetir las palabras al unísono con sus acompañantes. ―Ressurrexit a mortuis, suscitare de veritate...

 

No vio el momento en que alma ingresó a la que sería su nueva vasija corpórea. Para cuando quiso ver lo sucedido se encontró con una fuerte luz que le hizo llevarse las manos a los ojos para cubrirlos, aún así intentó acostumbrarse y mirar lo más posible. Había humo, no muy denso, alrededor y el cielo estaba más oscuro de lo que recordaba instantes atrás. Sintió también el cansancio en las extremidades, en la espalda, casi como si hubiese corrido una buena cantidad de horas, e incluso la respiración estaba algo agitada. Del extremo de la cabeza del no-muerto, Báleyr parecía incólume ¿cuántas veces habría apreciado ese proceso con anterioridad que le es tan natural?

 

La luz comienza a ceder de a poco pero Rouvás aún no baja los brazos, ya no está tan encandilada pero el cuerpo le pesa de todas maneras, sobretodo los brazos.

 

De pronto cae en cuenta de algo si es que ha resultado todo bien; Fred Weasley estará solo en esos tiempos. Ignora por qué su alma está allí, pero han pasado varios años de su deceso, muchos de los que él conocía ya tampoco están con vida, aunque otros si están por ahí y deberá buscarlos ¿los podrá convencer de que se trata de él? Además, el arcano mencionó que no sería algo permanente ¿cuánto tiempo iba a tener hasta que todo volviese a acabar? En el fondo, lo única frase cierta es que nadie puede escapar eternamente a la muerte por mucho que se esquive.

 

―¿Cuánto tendrá? ―Quiso saber, para luego añadir otra pregunta. ―Una vez que alguien regresa, ¿es un alma libre o debe actuar bajo la orden de quién lo trajo? Se que dista totalmente de un inferi, pero también sé que en ciertas circunstancias se crea cierta fidelidad tácita ¿se da también en estos casos?

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Mazmorra. Aries y Emmet.

 

¿Ha escuchado de los planos astrales, señor Haughton? ―Baléyr se fijó un momento en el otro muchacho, luego devolvió su mirada a quien había hablado― Imagino que sí, creo que es lo primero que empieza sabiendo un niño. Cuando una persona cruza el velo de la muerte, el cuerpo físico queda en este mundo y el alma es llevada al más allá. Hay versiones que nos dicen que permanecen en el limbo, esperando la hora, ¿de qué? Según la religión, la hora del juicio final. Pero no vamos a meternos a en ese tema, ¿cierto? Aunque muchos sí coinciden, y yo también coincido con ellos, en que este mundo, con nosotros, es su limbo.

 

>> La mayoría de ellos olvidan los motivos por los que dejaron de existir en el plano terrenal, como seguramente confirmarán ambos, cuando se encuentren con uno. Algunos otros tienen vivo el recuerdo de sus ambiciones, de sus metas sin cumplir y, quizás, ellos sean los más peligrosos. Un alma con recuerdos y que anhele volver, es un alma con un propósito marcado. Con un fin planeado. ¿Es seguro? Sólo lo podremos saber en el momento en que lo enfrentemos. Pero, volviendo a su inquietud, ¿cómo podemos estar seguros de que es su abuela, la que lo llama? ―entrecerró los ojos y observó con viva curiosidad a su nuevo aprendiz― Lo primero que hay que aprender, es a desconfiar de todo lo que ves y de todo lo que escuchas. La Muerte, como repito a todos mis estudiantes, es muy traicionera.

 

Él lo sabía. Había aprendido esa dura lección hacía muchos años, y aún conservaba los recuerdos frescos y vivos en su memoria. Sus acciones habían tenido consecuencias, por supuesto, y se habían llevado partes de su propia esencia como pago por sus decisiones. El Arcano contempló sus manos, lo que duró una milésima de segundo, y observó las arrugas que surcaban su piel. Regresó el azul de su ojo bueno al muchacho que aún aguardaba por sus palabras y se ajustó en anillo en el dedo corazón.

 

― Vamos a jugar a un juego. ―dijo y se acercó a la mesa para tomar los pequeños frascos de vidrio.― Pero antes, señor Ivashkov, ¿me diría cuál es la diferencia entre su compañero, el señor Haughton, y un no muerto? ―repiqueteó los largos dedos sobre la madera y esperó por su respuesta.― La mayoría de mis estudiantes fallan en el análisis o me dan una respuesta incompleta. Aunque usted también podría competir. ―señaló a Emmet― Les diré qué, el que me de la respuesta más acertada, se ganará una botellita de éstas para la próxima actividad. ―agitó el frasco de vidrio en su mano y torció el gesto, algo que intentaba ser una sonrisa cargada de malicia.

 

En el bosque. Thomas y Athena.

 

Sentía el tirón de su larga barba, atada a la cintura, por lo que se puso de pie y la aflojó un poco para estar más cómodo. Aprovechó ese momento para inclinarse y estudiar el cuerpo al que le habían dado un alma. Esperaba, con poca paciencia, a que el alma de Fred saliese disparado. Tendría que, era la lección que necesitaba enseñar en ese momento pues, ese cuerpo, no le pertenecía.

 

El anciano chasqueó la lengua y dio un profundo suspiro. Tal vez debía atribuirle al hechizo que habían utilizado; al ser temporal el vínculo, probablemente no exigía algo tan estricto. Sin embargo, si hubiese usado el hechizo de resurrección permanente, entonces habrían visto cómo cuerpo y alma se repelían. ¿Hacía cuánto que no usaba la vinculación temporal? Llevaba más de un siglo sin pronunciarlo, quizás se debía a eso.

 

― Señor Weasley, ¿está con nosotros? ―más que a pregunta, su voz sonó imponente, fuerte. Como si le estuviese dando una orden.

 

El aludido abrió los ojos y miró con fijeza al Arcano, al cabo de unos segundos, hizo lo mismo con Thomas y Athena. Se incorporó con lentitud, como si le pesara mover cada músculo, y comprobó rápidamente los movimientos de sus extremidades. Estiró los brazos, primero a ambos costados y luego sobre la cabeza. Se encorvó ligeramente para eliminar la rigidez que le quedaba y, de pronto, se sacudió. Aunque fue un movimiento casi imperceptible, apenas visible para el viejo Baléyr.

 

― Excelente. ―el Nigromante se colocó nuevamente el sombrero y materializó su vara de cristal.― Entonces, es hora de dar un paseo.

 

Con la varita abrió un portal y le indicó a sus aprendices que pasaran a través de él.

 

― Pero... Pero creí que me quedaría... aquí. ―protestó Fred con un dejo de miedo y rabia en la voz.

 

― Oh, verá, señor Weasley, le dije que esto sería temporal. Y tiendo a cumplir mis promesas. ―seguido, se dirigió a Thomas y Athena:― Irán a explorar el otro mundo, sólo un poco. Pero tengan mucho cuidado. Desconfíen, incluso, de sus sombras. No se queden mucho tiempo en un mismo lugar y no acepten nada, absolutamente nada, de lo que se les ofrezca. ―miró con severidad a al Gryffindor, aunque el consejo era para ambos por igual― Y, por sobre todas las cosas, la razón será su mejor aliado. Actúen con prudencia, efectúen con justicia. Y no olviden llevar con ustedes a su nuevo amigo.

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-Me... me duele el estómago- se quejó Gryffindor mientras se llevaba ambas manos hacia el lugar exacto donde sentía aquellos retortijones; tratando de observar con cautela todo lo que había acontecido tras la prueba de vinculación del alma de Fred con el cuerpo que Rouvás condujo hasta los pies de aquel árbol. -Ti... tienes toda la razón con la pregunta que formulas, Athe. Si bien es cierto que no hemos hecho un inferi o un homúnculo, según la Alquimia más retórica... Tal vez igualmente se crea un vínculo distinto y peculiar entre creador y creado. No sé si fidelidad sea la palabra más adecuada, pero debe haber algún lazo que los una- comentó el pelirrojo con un poco de incomodidad; lo que le incentivó a tratar de pasar desapercibido para efectuar una "Curación", la cual cesó con sus malestares. Por su parte, Báleyr permanecía estoico; señal de que todo había salido como lo esperaban, y que el nexo temporal ya era algo concreto y visible. Tras una palabras de "bienvenida" al mundo por parte del Arcano; Weasley se incorporó con lentitud hasta adquirir una posición bípeda con mayor firmeza de la que Elros podía esperar, lo que le hizo sonreír mientras el anciano cogía su sombrero y conformaba un portal tridimensional con ayuda de su cayado azabache que se asemejaba bastante a la mítica lanza de Odín. <<Es... bellísima>> pensó con asombro y admiración.


-Comprendo, maestro... Vara de Cristal- susurró el muchacho de orbes esmeraldas, lo que produjo que su varita de pirul se alargase y se transformara en un bastón de cristal azul con la cabeza de un león en su extremo más proximal. -La luz de mi Vara nos servirá de guía. No se alejen... ¿de acuerdo?- fueron las últimas palabras que el veinteañero dedicó; no sin antes pedirle a Fred que apoyara el brazo derecho por detrás de su cuello con tal de brindarle mayor estabilidad en la marcha, por lo menos hasta que se adaptara en su totalidad al nuevo recipiente momentáneo que estaba ocupando gracias al poder de la Nigromancia.


Al atravesar la brecha témporo-espacial; Thomas sintió un leve cosquilleo en su espalda, pues jamás había visitado aquellas tierras del mundo de los muertos; pese a que dentro de sus habilidades y conocimientos estaban las aristas que le colaboraban en sus viajes entre el pasado y el futuro. Todo se veía desértico, el viento corría con fervor azotando sus cuerpos y moviendo sus cabellos de un lado hacia el otro, un poderoso frío calaba sus huesos, y una extraña sensación de "estar husmeando donde no era bien recibido" carcomía su consciencia. -Terrenos de Hades... ¿Has traído las monedas para el barquero?- le consultó por lo bajo a Athena, sonriendo con aquella complicidad que ambos se tenían desde hace ya mucho tiempo. -No sé qué es lo que tenemos que hacer acá... Báleyr dijo que diéramos un paseo... Me imagino que eso debemos hacer, pues no podemos permanecer mucho tiempo en un mismo lugar. ¡Miren! Por allá- exclamó señalando hacia el noreste con el extremo distal de su Vara; debido a que se podía divisar una enorme fila de almas errantes caminando a través de un opaco sendero que daba hacia un precipicio sin final.


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Editado por Thomas E. Gryffindor
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―Si es un paseo corto, no creo que alcancemos a llegar con el barquero... ―Le devolvió la sonrisa a Thomas, aunque algo forzada.

 

No es ningún secreto que cada cultura tiene sus propias creencias y visiones de como veían el mundo en un inicio; algunas han sobrevivido al paso de los años traspasando las historias de padre a hijo, de madre a hija, hasta convertirse en mitos. Para ella, que nació y creció en Grecia, ese lugar no es un buen augurio. Antes de tomar la clase imaginó que tendría que lidiar con la muerte, o con algún alma que ya había partido y que le hiciera poner en duda el continuar, pero definitivamente no se esperó llegar a la entrada de lo que ellos llamaban el Inframundo, otros le decían el infierno, y otros utilizaban otro nombre.

 

Intentó contagiarse con la idea de que solo sería momentáneo. Al menos allí no estarían los que tanto quería volver a ver pero que ya no tenían una segunda oportunidad, allí todas las almas eran desconocidas.

 

No hay palabras para describir el infierno, es solo un lugar carente de demasiada luz, pero que permite la visibilidad, es frío y silencioso salvo por uno u otro breve quejido de vez en cuando. Lo que es el suelo es solo tierra que forma diferentes alturas y pendientes por las que caminan las almas que van a la colina, que es la más elevada del lugar. Donde sea que se mire el escenario se replica como algo sin un final concreto.

 

―Esto es solo el Yomotsu, la entrada del Inframundo, aunque en realidad el Yomutsu es aquella colina ―La señaló. ―En mi cultura, una vez que caes ahí es cuando realmente mueres de lo contrario estás vivo aún. Las almas que aquí se ven caminando son las que están agónicas, las que se debaten entre la vida y la muerte en nuestro mundo. Se supone que si caes por ahí no puedes regresar, no hay manera... ―Por supuesto, eso eran solo sus conocimientos. Tal vez Báleyr conocía algún método, después de todo los nigromantes traían almas de regreso y eso significaba robarles las almas a Hades.

 

Observó a Fred Weasley unos momentos ¿recordaría ese recorrido antes de morir? Luego se fijó en una fila extensa pero en donde todos sus participantes eran de pequeña estatura... ¡Son solo niños! Se llevó las manos a la boca, esa tenía que ser la peor escena, niños que por enfermedad, guerra o algún suceso estaban caminando hacia su destino. Sabes que no puede hacer nada por ellos pero la tentación de ir y cortar su caminar es demasiado grande.

 

Además aún no sabe que es lo que realmente quiere el Arcano ¿qué solo recorran el lugar?

 

―Fred, ¿cómo se supone que lleguemos a los otros infiernos? Se que suena cruel, pero tu conoces más este lugar que nosotros.

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|No lo sé, señorita... Todo es muy confuso aún. No recuerdo haber estado aquí| respondió Fred un tanto apenado, ya que lamentaba no ser de gran ayuda en una instancia así de importante en aquel lúgubre lugar. |Lo último que tengo en mi memoria es estar batallando en el castillo de Hogwarts... en los pasillos subterráneos junto a Georgie, cuando una explosión siniestra opacó todo... cerca dela Sala de los Menesteres| añadió el joven tratando de hacer memoria, mirando a sus dos acompañantes mientras quitaba su brazo del cuello de Gryffindor con tal de mantenerse en pie con absoluta autovalencia.


-Quizás no sea buena idea presionarlo demasiado, Athe. Es una opción viable que cuando dejas el mundo terrenal... el subconsciente no mantiene registro de lo que sucede después del fallecimiento. Algunos tipos hablan de un túnel oscuro con una luz al final... un resplandor que los llama y les incentiva a caminar rumbo a esa dirección sin vacilar sobre lo que se deja atrás- comentó el fenixiano afirmando su Vara de Cristal con tesón; sin dejar de observar y analizar todo el entorno que le envolvía con frialdad, en especial aquella colina que no dejaba de llamarle la atención. -¿Yomotsu? O sea que estamos en el... ¿Limbo? Según la cultura griega... ésta es la parte más superficial del Meikai... La frontera entre el mundo de los muertos y el de los vivos. Mi padre, Elvis, solía llamar esto, en sus historias, como "La Procesión Final de las almas"- se explayó el animago, sintiendo cómo una gélida corriente de viento le paró todos los pelos de punta en un fugaz abrir y cerrar de ojos.


-¿Niños? ¡Claro! Nadie está libre de la guadaña de La Muerte. Imagina que en la época en la que Fred murió... muchos alumnos de aquel Colegio fallecieron a manos de los mortífagos y del mismísimo Voldemort. Aunque lo que no entiendo mucho es que si estamos en la entrada... o sea... ¿debemos arrojarnos por ahí para llegar al Inframundo? Sé que hay muchos tipos de infiernos según el cómo fuiste en tu vida y el castigo que mereces si no obraste bien... pero hay otro lugar... Algunos le llaman "El Cielo"... otros "Los Campos Elíseos"... Tal vez Fred llegó hasta allá, y su alma descansó ahí hasta que apareció en el sendero del bosque trasero a la vivienda de Báleyr- habló con tranquilidad el muchacho, a su vez sus pies (aún descalzos) avanzaban en línea recta hacia la pendiente donde caían las ánimas. -¿Tenemos otra opción? Yo voto por lanzarnos al hoyo negro- exclamó Thomas. |Yo también| le siguió Fred; al mismo tiempo en que ambos hombres clavaron sus miradas en Rouvás, esperando su intervención.

Editado por Thomas E. Gryffindor
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@Báleyr

 

Quizás haber mencionado que había escuchado a su abuela fue un error. ¿Cómo no lo había pensado antes? Era más probable que fuera cualquier otra ánima que su propia ascendiente; y las palabras del Arcano se lo volvieron a hacer conocer. Era como los muggles solía pasarles con aquellos juegos que hacían para incursionar en lo paranormal y terminaban invocando diversos espíritus los cuales después no volvían a su plano, como explicaba el hombre.

 

Las palabras de Báleyr eran muy impecables y se notaba que el hombre había vivido en carne propia lo que era la Muerte. Su mirada sabia, que percibía el vampiro, decía mucho más a medida que se explayaba en la explicación.

 

Sentía el ambiente un poco pesado. Quizás era por toda la magia que se encontraba allí dentro. Tomó una bocanada de aire e intentó calmarse para poder concentrarse en este camino que, todavía, ni siquiera comenzaba.

 

- He escuchado de los planos astrales, Arcano, pero siéndole completamente sincero no mucho conozco de este tema - contestó mirando al anciano luego de aquella impecable explicación - Y la verdad que me ha dejado desconcertado. Quizás me dejé llevar por el sentimiento que me produjo la voz de mi ascendiente en el momento pero es obvio que no puedo afirmar que fue mi verdadera abuela quien me dirigió esas palabras - la imagen de aquella bruja se le vino a la mente por unos segundos.

 

Miró al Ivashkov y continuó, ahora, intentando dar respuesta a aquella pregunta.

 

- Hay algo que me genera duda con esta última pregunta que usted nos hace - pasó la mano por su cabello para acomodarlo - ¿Se refiera a mi naturaleza vampírica cuando me compara con un no muerto? Digo, por lo que soy inmortal - concluyó.

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Crazy Awards 2018:

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―¡Pero yo no quiero morir todavía! ―Exclamó sin pensar lo mal que se escuchaba la frase cuando la soltaba así de improviso.

 

No estaban allí para discutir las creencias de cada diferente cultura, pero si estaba segura que ella no daría el salto por la colina de Yomotsu. Hacerlo significa morir, por eso solo las almas agonizantes caminan hasta el lugar para luego precipitarse y caer al primer infierno donde son juzgados. Tampoco menciona que los Elíseos quedan solo reservados para los Dioses, y que todas aquellas almas mortales van a algún infierno, todos tiene algún defecto que al ser juzgados no toma buen camino.

 

Los magos y brujas griegos, pese a que no se relacionan con muggles son también creyentes en la mitología. La magia allí evolucionó sin dejar de lado esas raíces; saben que los dioses no existen, pero creen en la existencia de un Inframundo, de un cielo, y de un monte Olimpo antiguamente habitado por deidades que regían cada suceso que marcaba la vida de los hombres. Es una mezcla extraña, pero por algo es que aún utilizan los nombres de esos dioses, héroes o titanes para bautizar a sus hijos, como es su propio caso.

 

―Debe haber otra manera, déjame recordar algo...―Trata de no darle importancia al hecho de que Thomas se metió en su cabeza sin darse cuenta. No mencionó nada sobre los niños, pero si lo pensó con demasiado énfasis, y tristeza; la imagen fue desoladora. ―Los héroes siempre tenían una especie de guía que los aventuraba por otros caminos... ¿crees que tu vara de cristal pueda cumplir ese objetivo? Nos tardaremos más, pero es más seguro. ―Porque definitivamente ella no iba a arrojarse al infierno.

 

¿Y qué tal si nos damos prisa? Hay almas que nos están mirando hace un rato... ―Fred tragó saliva después de mencionarlo, aunque no parecía aterrado. Eso era algo característico del Weasley. ―Y como que no vienen en plan amistoso... Miren, ese parece un oso gigante con hambre.

 

O estaba tratando de alivianar la tensión, o no sabía a que venía el comentario, pero en efecto el tipo parecía un oso enorme. Rouvás tuvo la tentación de risa pero trató de aguantarse para no llamar más la atención.

 

En efecto algunos solo miraban pero otros habían comenzado a acercarse con su poca velocidad ¿con que motivo? Era imposible saberlo. Lo cierto es que ya habían perdido demasiado tiempo allí y debían recordar las palabras del Arcano "Desconfíen, incluso, de sus sombras. No se queden mucho tiempo en un mismo lugar y no acepten nada, absolutamente nada, de lo que se les ofrezca." Si era así, era mejor ponerse en marcha antes de que aquellas almas los engatuzaran para hacerlos lanzarse por el Yomotsu, en el peor de los casos.

 

―Va... mos... ―Su voz se apagó al terminar la palabra. Una de las almas era idéntica a Artemisa... Pero no podía ser, ella había muerto hace años, no podía estar aún en ese limbo.

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- Espero que no haya problemas con iniciar mi aprendizaje.

 

Inspiré con tranquilidad mientras abría aquella puerta de madera oscura para entrar a la vivienda de Báleyr, justo al norte del ateneo donde vivían el resto de sus compañeros arcanos, aunque esta edificación estaba bastante aislada del resto. Miré con curiosidad la habitación para ver las paredes repletas de libros de tapas oscuras, viejos, de antaño, cubriendo todo espacio posible hasta casi dejar sin ningún paso de luz por la única ventana que existía en el lugar.

 

Estuve tentado a tomar uno de los libros, por supuesto, pero preferí sentarme en uno de los sillones de cuero ya que no quería que el poderoso mago tomara cualquier movimiento como si lo estuviera retando, ya tenía demasiadas experiencias con los demás arcanos como para sumarme una enemistad en esos momentos.

 

Acomodé mi hermosa túnica turquesa con cuidado para que no me molestara mientras se revelada mi calzado al tomar una posición cómoda en aquel mueble, era obvio que no saldría sin unas botas largas (me llegaban hasta mis rodillas) de un material parecido al terciopelo, en juego a la perfección con mi conjunto de tres piezas (pantalones, camisa de mangas largas y hermosa gabardina de cuello alto). Sí, algo diferente a lo que los magos y brujas contemporáneos usaban actualmente. A mi me gustaba lo clásico.

 

Sabía a la perfección que había más habitaciones pero no lograba ver a primera vista ninguna puerta, seguramente el viejo mago aparecería de la nada tomándome por sorpresa, o quizás detrás de algunos libros, como si las puertas estuvieran ocultas; como fuese el caso, simplemente me encontraría ahí con mi monedero de piel de moke colgado a un lado donde guardaba el resto de anillos, artefactos que me había ganado con los Uzza. Claro, no iría a ningún aprendizaje "desnudo", solo en mis manos estaban los cuatro anillos anteriores de habilidades.

 

Suspiré, solo era cuestión de esperar.

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-¿Le temes a la muerte, eh Bonis?- preguntó Thomas con una pizca de burla en la entonación de sus palabras; tratando de hacer que Athena se "picara" tras sentirse en desventaja versus a la personalidad temeraria de su compañero de bando y "futuro esposo" (?) -Puede ser que la Vara de Cristal sea una solución viable a la guía que necesitamos los tres para caminar por estas desoladas fronteras del Yomotsu... pero... creo que morir no es tan malo. ¡Recuerda que tenemos este as bajo la manga!- exclamó el muchacho; exhibiendo desde sus ropas un colgante con forma de esmeralda que colgó alrededor de su cuello casi espontáneamente. Se trataba del mítico Amuleto de la Resurrección que le fue concebido al aprobar la enseñanza del Libro Uzza del Equilibrio; misma cátedra que hoy en día estaba bajo la tutela de Rouvás, por lo que ella debía conocer a la perfección los efectos de la joya tras una luna completa de estar sin uso alguno. |Hey chicos... No quiero arruinarles su momento, pero el oso gigante viene para acá| musitó Fred, al mismo tiempo que husmeaba entre sus prendas de vestir en búsqueda de su propia varita; hecho que le desilusionó al corroborar que ésta (obviamente) no estaría allí. -Yo no dudaré más de mi juicio, Athena. Me lanzaré al hoyo ahora mismo aunque ustedes no me acompañen... Este sitio ya me tiene apestado- añadió, no sin antes avanzar entre la fila de almas, optando por no mirar atrás para que la griega se percatase que en realidad estaba hablando en serio.


Al llegar al borde de la cima de aquella colina; un frío inmenso caló en lo más profundo del ser del animago; quien, en lo más hondo de su corazón, sentía pavor ante la locura que iba a cometer; pero también creía que si estaba allí era por algo, y no iba a defraudar la confianza que Báleyr había depositado en él. El chico se aferró con fuerza a su Vara de Cristal; mientras que con la mano zurda tomó el amuleto que colgaba de su cuello, lo besó y le apretó sin soltarlo; ya estaba decidido a seguir su trayecto hacia el Inframundo, y si Rouvás no le acompañaba, pues tendría que saber arreglárselas solo en aquellas tierras de nadie. A su lado derecho, Weasley le tomaba el hombro en señal de apoyo; y sin más vacilaciones se arrojó a los brazos de La Muerte, escuchando únicamente un grito desgarrador que resonó en toda el área como un rotundo "No". Ya no había marcha atrás, la sensación de caer y caer sin un final aparente era lo único que le carcomía el alma; hasta que finalmente sus sentidos se nublaron y su consciencia se sumergió en una absoluta y sombría oscuridad que jamás le había invadido por completo. ¿Estaba muerto? No lo sabía, ni tenía noción de su cuerpo mortal que yacía boca abajo sobre una roca a orillas de un río... Aqueronte.


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