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Nigromancia


Báleyr
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Grelliam Ollivander

Se quedó de pie por un tiempo más bajo la puerta abierta de la mazmorra de Báleyr, frente al arcano manteniendo la mirada gandula sobre la anciana figura del mago que también lo observa del otro lado de la habitación mientras diversos objetos viajan de un lado a otro acomodándose en las estanterías y demás espacios. Grell no está siendo necesariamente contemplativo, ni interesado, sino más bien es que su mente, que está hecha un desastre, le está costando escaparse del ensimismamiento al que está habitualmente sometido. Ése de ahí es el nigromante. No es que hubiera pensado antes en el aspecto de un hechicero de la sangre, pero no es hasta este momento en el que piensa en Báleyr como una persona real. Pero ¿que había estado esperando? ¿aprender nigromancia de alguien que haya vuelto de la muerte? ¿De un espectro o un demonio tal vez? Quizá Báleyr lo era.

Entra solo después de que el arcano finalmente le invita un asiento en su lugar de trabajo. —Gracias-, masculló casi sin voz. —Voy a entrar a su espacio. Co-con permiso-, advierte con una venia apenas formada (porque siente que su cuerpo no da para tanto) antes de dar sus primeros, lentos y arrastrados, pasos al interior de la mazmorra que es sorprendentemente mejor que lo que fuera el corredor. 

La disciplina en el estudio de la magia lo lleva a poner la atención correspondiente al cuestionamiento que finalmente le hace el mago, pero su naturaleza, ahora alterada, no deja que piense en una respuesta fácil, o al menos algo aceptable. Él aparta su mirada entonces del hombre que tiene enfrente, su atención se pasea por el interior de la mazmorra, como si estuviera buscando en alguno de los objetos que Báleyr ha ordenado, la respuesta a su sencilla pregunta. Su gesto inexpresivo hasta ahora, pero que es por herencia severo (de su padre y del padre antes de él) con todas esas cicatrices, marcas y moretones, hacen parecer que algo de todo ese lugar no le gusta. 

¿Qué es lo que haces en este lugar, arcano?-, piensa que quiere preguntarle con genuino interés en el tiempo libre de Báleyr.

El silencio del muchacho solo termina cuando el recorrido de su mirada se encuentra con la vara de cristal del mago maestro y, finalmente, el mismo Báleyr. 

¿Cuál había sido su pregunta? Quizá al arcano le basta con sólo conocer de su nombre de pila y algún motivo razonable (o no) que justifique su interés por aprender de la magia de la sangre.

Soy un fabricante-, responde, sus palabras salen sin energía, con cansancio, sintiendo que lleva horas hablando sobre lo mismo, un tema no impresionante. —Construyo...posibilidades-, dice tranquilamente como si eso explicara todo. —Ahora mismo estoy ideando algo que es…-, hay algo de más ánimo en su cantar, se esfuerza, pero sus pensamientos, retorcidos y empalmados, no están interesados en este momento en arrojarle un adjetivo que describa con justicia su trabajo. —Es solo que…-,sus manos tiemblan a pesar de que son un gran puño enredadas entre sus piernas, de pronto parece querer farfullar algo que es inentendible. —Algo le falta-, lentamente palpó el diafragma. 

Él tarareó, descontento consigo. 

Así que lo estoy buscando, aquí, ahora-, luego se encogió de hombros. —Podría no estar en este lugar eso que hace falta-, pareció angustiado, quiere torcerse con frustración sobre la silla del arcano, pero no está en su casa, no es la butaca maltratada que sufre de la pérdida de equilibrio mental del ex medimago. En un parpadeo se serenó, debe conformarse con la quietud de una estatua. —Pero si no existe esa posibilidad...yo podría...intentar fabricarla.
 

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El muchacho pareció tomarse una especie de respiro antes de entrar en la mazmorra. Báleyr no le culpaba por ello: quizás, en su época de juventud, él también habría sentido reparos a la hora de entrar en una sala con un nigromante experimentado como lo era él. O, por el contrario, quizás se habría sentido tentado de entrar para aprender todo lo que le fuera posible, descerebrado e irreflexivo, sin plantearse ni siquiera si habría consecuencias negativas por ello. Ya era tarde para reflexionar al respecto: era viejo, y hacía tanto de su época de juventud que los detalles se entremezclaban en su sobrecargada memoria. 

Finalmente, el recién llegado entró en la mazmorra y lo hizo pidiendo permiso. Aquello sorprendió al tuerto: él mismo le había invitado a entrar. Quizás era una sencilla muestra de respeto, cosa que le gustó. 

Se tomó otro rato antes de responderle y, cuando lo hizo, Báleyr tuvo que esforzarse por no cortarle a mitad de aquel extraño e inconexo discurso. Cuando dejó de hablar, el anciano se tomó un instante para que sus palabras no salieran sin filtro: tendía a ser hiriente cuando le agotaban la paciencia, y aquel chico le estaba poniendo a prueba nada más llegar. Ni siquiera le había dado su nombre, y él no iba a molestarse en buscarlo en el aviso que seguramente le habían mandado unos días antes. 

— Con que eres un fabricante... —murmuró, pensativo—. ¿Y qué fabricas? Has olvidado comentarlo. 

Sabía lo que había ido a buscar allí, por supuesto. Quería aprender nigromancia, como todos los que acudían a buscarle. Pero él no iba a entregarle sus conocimientos a cualquiera, y menos aún a un alumno que no le hablaba con claridad. 

— Muchacho, me gustaría que respondieras directamente mis preguntas. No tengo tiempo ni edad para aguantar enigmas: ya tengo suficientes por resolver en mi vida sin que me añadas otros que no me interesan —le dijo con sinceridad, intentando que su tono de voz no fuera hostil. Mientras le hablaba, rebuscó en el plato de fruta y agarró un par de cerezas. Se llevó una de ellas a la boca y la saboreó durante unos segundos antes de seguir hablando—. Así que, por esta vez, te daré otra oportunidad para que escojas el camino fácil y cómodo para ambos. ¿Quién eres y qué buscas aquí? Sin enigmas ni trabalenguas, por favor. 

 

 

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Grelliam Ollivander

Yo fabrico posibilidades-, repite en un murmuro bajo mientras desvía la mirada creyendo que ha visto pasar algo o alguien más por debajo de la puerta de la mazmorra. No había olvidado decirlo, solo no había sido claro al parecer. Quizá los fabricantes de posibilidades hoy llevan otros nombres, otras denominaciones. En todo caso el podría volverse a colocar el título de médico brujo sobre su cabeza. Aun si no se le tenía permitido volver a San Mungo. Eso podría funcionar. Ambiguamente, volvió su mirada al arcano, dispuesto a hacerlo a su modo. Ya habría tiempo de descomponerse por ello después. —¿Fui desmesurado? Perdon-, se reorganizó.

Tararea nuevamente, parece ser un ejercicio propio de concentración, esta vez es un asentimiento suave que deja ver que ha entendido el mensaje del arcano. Puede hacer una visualización virtual de lo que el mago le indica. Supone que a la larga, entre más claro sea el objetivo, más fácil será llegar a él. Eso no solo deja de complicarle las cosas al nigromante, si no también al mismo licantropo. No lucía tan atractivo así, pero parecía más eficiente. Y no ha planificado tampoco hacer perder el tiempo a nadie solo porque no puede reunir la razón suficiente para mantenerse consciente. 

Más bien, yo estudio de la medicina mágica-, comienza de nuevo con esa definición, después de todo es lo más cercano a lo que se ha reducido su proyecto de vida. —Mi nombre es Grelliam Ollivander-, se escucha extraño llamarse a sí mismo por su nombre. Hace años que no tenía una presentación tan formal. —Algunos me dicen Garry, pero no me gusta-, quizá eso estaba de más. —Buscaba aprender nigromancia por supuesto, ah, pero para incursionar más allá en la medicina mágica-, se explica. —Quisiera conocer de los alcances que se pueden lograr con distintas amalgamas-, su voz se apaga lentamente mientras concluye con todo esto. Fue más breve, pero acorde con sus palabras.

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  • 1 mes más tarde...

Baléyr evaluó con ojo crítico aquellas nuevas palabras, un poco más claras que las anteriores aunque sin llegar a convencerle del todo. Al menos, ahora sabía que el chico tenía conocimientos de medimagia y que estaba interesado en la nigromancia por ello. Pero, ¿cuánto de todo aquello sería verdad y cuántos motivos ocultaría? Eso sería complicado saberlo por el momento, aunque no dejaría de intentar descubrirlo. 

— Bien, Garry —le dijo, pensativo—. Me vale... por ahora. 

Se puso en pie y rodeó su escritorio para encaminarse hacia una de las atestadas estanterías que había al otro lado de la habitación. Tomó un libro de gran magnitud y se tambaleó ligeramente mientras se dirigía hacia la mesa. Apartó el plato de fruta con el codo y dejó caer el pesado tomo, produciéndose entonces un ruido sordo. 

— Ahora vas a empezar a entender lo que es la nigromancia. Este libro es mágico, por supuesto. Cuando lo abras, nos llevará a un lugar muy distinto de éste e iniciará tu aprendizaje —le hizo un gesto con la cabeza, animándole a abrirlo—. Además, mientras tanto, quiero que me cuentes qué sabes de la nigromancia. Necesito saber qué base tienes para decidir con qué comenzar exactamente. 

Una vez le dijo eso, esperó a que el chico respondiera y abriera el libro. Éste era una especie de portal oculto que los trasladaría hasta un pueblecito de África perdido de la civilización. Hacía muchos años que ningún vivo ponía un pie en aquel terreno, y ellos aprovecharían la enorme presencia de espíritus para iniciar las prácticas nigrománticas. 

El anciano agarró su vara de cristal y una bolsa de cuero gastado que se echó al hombro, imprescindible para aquel viaje. El pueblo que tenían por destino había sido arrasado por un virus muchos años atrás, pero lo que no sabía la gente era que ese virus había sido provocado por los humanos y lanzado en aquella tierra para conquistarla y dominarla, pues era rica en petróleo. Sin embargo, los atacantes no habían contado con que un viejo chamán lanzaría una maldición para impedir que nadie pudiera asentarse en el lugar si quería conservar la vida, y ellos se iban a encargar de deshacer aquel centenario entuerto. Baléyr no tenía ningún interés en el petróleo, por supuesto. A él le interesaban más unas gemas mágicas que, según contaban los pergaminos antiguos, habían sido custodiados en las viejas minas de los alrededores. Tenía grandes proyectos para ellas. 

 

 

@ Hessenordwood Crouch  

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  • 1 mes más tarde...

Grelliam M. Ollivander

No se más allá de la nigromancia de lo que nos dicen que es correcto saber-, responde automáticamente, distraído en la portada de aquel libro mágico, más concentrado en la idea del arcano que lo relaciona a este libro y al lugar donde van a aparecer para comenzar este sendero, ¿sería acaso un lugar aleatorio? quizá la magia de este libro podría detectar algún sitio que fuera relevante y que, por el mismísimo Flamel, no evoca o remueve muchas cosas del pasado. Tras el momentáneo silencio donde tampoco tiene una respuesta inmediata de Báleyr se da cuenta de que quizá, nuevamente, está siendo muy complicado.

Lo siento-, parece afligido. —Lo que quise decir es que se de ella lo que la gente considera básico; existe como una magia capaz de traer a los muertos a la vida, de evocar entidades desde otro plano terrenal y controlarlos-, los largos y astillados dedos de sus manos dibujaron los patrones sobre el encuadernado hasta llegar a la orilla donde pareció dudar un segundo antes de abrirlo. —Pero desconozco cómo es que lo consiguen, cómo y con qué exactamente está conformada esta magia.

Debe mantenerse sereno, ya el arcano se lo  ha advertido, pero de pronto es muy difícil cuando le queda todo el camino por delante y las preguntas más complicadas se empalman una sobre otra de forma desordenada. Es un poco frustrante además no conocer las respuestas más técnicas, entiende que en ciertas artes mágicas tal como las ocultistas, no todo podía salir de la teoría, sin embargo, en cuanto a sendas de la sangre, no se imagina que pueda tratarse de magia tan incierta, por lo que está de algún modo convencido de que Báleyr pueda ofrecerle conocimiento que después, en la privacidad de su exploración propia pueda tergiversar por el bien de un descubrimiento aún mayor. 

Cuando el libro finalmente se abre una luz solo poco más fuerte que la de la misma mazmorra del arcano es capaz de encandilar sus pálidos ojos, ante ellos se ha abierto un portal que muestra un camino que no hay forma que él pueda reconocer, aun si Hess estuviera con él ahora o si su mente se encontrara aún en una sola pieza. No han cruzado todavía, cerca de él Báleyr se prepara para partir, mientras él en cambio se queda observando solo un poco más por el estrecho camino que los separa de aquel lugar, ¿qué es lo que van a encontrar ahí? piensa que nadie necesita haber pasado por lo que él para detectar toda esa energía, no necesariamente mala, pero tampoco se sentía sana, que le pica en la piel cómo un veneno que actúa lento. Y ante la predisposición que parece tener el arcano para aventurarse en esto, Garry apenas tantea los bolsillos de sus ropas solo para asegurarse de no haber olvidado traer consigo la varita. Solo después de eso, es que cruza el portal hacia tierras desconocidas.

No sería la primera vez, y quizá tampoco lo más arriesgado, aventarse de ese modo o simplemente el hecho de querer aprender de la nigromancia en este estado tan frágil de salud mental y física en la que se encuentra actualmente, sin embargo están ahí y solo por todo lo anterior es que se siente más capaz que antes de comprender mejor esta senda. La marca de la maldición obtenida tras una mala práctica de alquimia y que se ha secado sobre la piel de su mano palpita animadamente como si algo en este lugar le despertara, se siente como un corazón externo al suyo, que funciona y piensa independiente a él.

¿Qué es lo que hay o no hay aquí?-, pregunta observando el solitario escenario, porque es casi demasiado evidente que este sitio no es ordinario y que una magia espesa, que nubla muchos de sus sentidos, cae sobre el lugar.
 

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  • 2 meses más tarde...

Báleyr no solía demostrar sus emociones ante sus alumnos, Garry creía haber detectado aflicción en el anciano tuerto. Estaba un poco errado en su percepción con respecto al humor del Nigromante, solo se le estaba escapando un detalle elemental con respecto a la imagen que estaba visualizando antes de darle la bienvenida a su aprendiz. Existían dos lados en la luna y lo mismo sucedía con la habilidad que el enseñaba, no siempre se mostraba del todo la verdadera cara de la magia que controlaba el mundo de los muertos y como obtener favores por parte de ellos.

— No, no estoy afligido. Solamente que cada mago o bruja que ha pasado por esta mazmorra, suele despertar un interés diferente en mi—le miraba observando el escenario que les acompañaba— Lo que hay es lo que puedes ver a simple vista, aquello que no hay serás capaz de percibirlo con sensaciones. No eres digno de ver a los demonios o seres del bajo astral, no hasta no contar con el don desarrollado para ello—mascullaba apareciendo un grupo de camillas— La Nigromancia es capaz de devolver la vida de una persona, pero muchas veces no vuelven como eran antes de abandonar el mundo de los vivos—sujetaba con firmeza su vara de cristal que era la semejante a la lanza de Odín el padre de todo. 

— Puedo invocar espíritus que pueden sanar o matar a una persona. He aprendido a dominar a cada uno de ellos, leyendo libros que llevan plasmadas en sus amarillentas hojas canticos que me dan esa potestad sobre ellos—echaba una leve mirada a los cuerpos cubiertos por una sabanas blancas. Debajo de las mismas personas que el hombre apreciaba, yacían sin un solo atisbó de vida en sus cuerpos— Deberás aprender a traerlos de vuelta, sanando sus heridas, curando todo el daño que el asesino provoco en ellos y finalmente recitar los cantos adecuados para dar por terminada tu labor—golpeando su vara de cristal contra el suelo, sellaba esa zona con un halo de magia oscura que solo el podría anular.

— Recuerda, Garry no todo lo que es apreciado a simpe vista es real. Busca dentro de ti el don de la Nigromancia, escarba hasta que las yemas de los dedos te sangren y las uñas se arranquen—le invitaba cerrando su único ojo. El mismo tuvo que perder parte de si para acceder a ese poder, pero no se arrepentía en lo más mínimo. Solo un par de sus alumnos tuvo lo necesario para actuar como el tuerto, pero no ahondaría en recuerdos del pasado. Posiblemente más adelante, daría una breve reseña de ello al caballero, pero de momento lo dejaría con la tarea que acababa de encomendarle— No pierdas el control, domina tus emociones—la frialdad en la voz del Arcano se semejaba a las paredes de la mazmorra donde habitaba.

@ Hessenordwood Crouch

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Grelliam M. Ollivander

No todo lo que es apreciado a simple vista es real-, decía el arcano.

Grell cree que conocía de buena y mala manera el significado de eso, él precisamente, que a corta edad en el encierro donde había sido exiliado y posteriormente olvidado, había comenzado a experimentar diversas realidades, alternaba su día a día entre este plano en el que pretende vivir ahora y todos aquellos que por mucho tiempo creyó que solo fueron representaciones creadas algunas por su desahuciada mente, de los delirios de un joven licántropo, y otras tantas por la extraña magia que en la Heredad de los Ollivander florece. El grado de enajenación mental del brujo con el tiempo que llevó guardado ahí era tal que el significado de -realidad- que la mayoría de las personas a su alrededor conocía, para Grelliam significó muchas otras cosas, excepto una verdad absoluta.

Perderle el miedo a todas esas ideas había sido su segundo mas grande error en su vida. Y de a poco, distinguir una cosa de otra le parece una tarea de lo más imposible, no era de extrañarse que su brújula de la moralidad se encontrara actualmente averiada, y por lo tanto tampoco le resultaba extraño escuchar al arcano hablándole sobre esto ahora, sin embargo, lo que se cuestiona es si verdaderamente es capaz de percibir o apreciar todo eso de la forma correcta, porque una cosa era su propia visión y otra la que representaba con certeza a esta magia de la nigromancia y Garry podría no ser, de todos los usuarios, el mejor o el más cuerdo para esto. 

Escucha a Báleyr entonces, con detenimiento, con el cuidado de no querer dejar que se le escape algún dato importante, mientras camina pausadamente alrededor de las camillas que el arcano ha hecho aparecer de pronto. Ha practicado de la nigromancia su magia antes, desde luego que sin éxito alguno, y se había reinventado más de una ocasión con una mezcla de ciencias muggles, alquimia y artes oscuras, para reconstruir el cuerpo humano y trabajar con ellos como si de elaborar varitas se tratasen, él había sido enseñado en el arte, y sumado al resto de conocimientos y pensamientos que con el tiempo se fue formando, creía firmemente que las personas, así como el resto de la naturaleza, solo eran ingredientes más para la fabricación de algo mucho más grande. 

Pero luego Báleyr menciona algo que hace ruido y es cómo incongruente en este hilo de pensamientos: -Domina tus emociones-, decía, provocando que  el ritmo pausado y lento de sus pensamientos se agitan hacia todas direcciones en busca de respuestas a una pregunta que no se ha terminado de formular. En cuanto a sus emociones, no sabe si -dominar- es la palabra que describe mejor la habilidad que tiene para, ante casi cualquier circunstancia, no dejar que nada se mantenga por mucho tiempo dentro de él, no es algo que suceda a propósito, que tenga que esforzarse por lograr, simplemente no parece que algún sentimiento pueda generarse y querer quedarse por tanto tiempo en él, sino más bien suceden como destellos, descargas momentáneas que salen a flote en momentos poco esperados. 

Báleyr lo encerró entonces en la habitación, no era necesario preguntar por ello, pues podía sentir a través de cada poro la magia con la que había sido conjurado. Las últimas palabras del arcano aun enfriaban la habitación cómo si de una morgue se tratase y solo entonces Grell se acercó a la camilla más cercana descubriendo lenta y cuidadosamente el cuerpo que se escondía bajo la sabana. Fue quizá demasiado pretencioso no fingir aunque sea sorpresa ante la imagen de su amada rubia inerte sobre la camilla, pero había sospechado que se trataba de ella tan solo de ver la silueta bajo la sábana, la observación, a pesar de su mala interpretación, es de Garry una de sus mejores cualidades.

El silencio se prolongó unos minutos mientras inmovil como una estatua contemplaba el rostro sin vida de la muchacha, hasta que con una exhalación expulsa todo el vaho del frío acumulado en su pecho y con ello se llevó también los pensamientos que alrededor de esta situación crecían, pues aunque existía la posibilidad de que de ninguna forma esto era real, la sola idea de pensar en que esto puede verdaderamente ocurrir lo paraliza.

Tembló, él siempre lo hace, y con eso se acercó más al cuerpo para verlo de cerca. Era hermosa aun sin el brillo de su vida. 

Sanar sus heridas y curar todo el daño que el asesino provocó en ellos-, repitió calmadamente. Y razonó. —Puedo reparar el cuerpo físico-, con un ademán que requirió ambas manos conjuró un hechizo de curación potente, solo había sido una demostración, sus años de medimago y aficionado a la anatomía que estudia los muggles, había perfeccionado técnicas de curación para sanarse a sí mismo durante su juventud. —Eso no es difícil, puedo rejuvenecer un órgano dañado y se como devolver el estado de un tejido muerto-, lo hizo muchas veces antes, sobre sí mismo, sobre los cuerpos de otros, sin embargo, usar de esta magia en los cuerpos sin vida era muy diferente. —Pero sanarlos del daño físico no lo es todo ¿cierto?-, esto era lo más difícil de entender para el brujo, que a duras penas si podía empatizar con los vivos.

Lentamente y en silencio, dos de sus mayores características, palpa el cuerpo con conciencia y comienza a trabajar sobre él, con leves descargas de magia, primero que nada en busca de marcas, cicatrices o la presencia o ausencia de heridas sobre este y reconocer sobre ella el motivo del fallecimiento. Restaurar lo que se ha podrido en el cuerpo es lo siguiente que hace, si es que hace falta algo ahí o hay que ponerlo en su lugar. 
 
Ella es mi hija-, dice, aunque no parece que se lo esté contando al arcano, sino más bien sale cómo un pensamiento en voz alta. —Tiene casi mi edad y es brillante-, es una historia larga, pero esa no es la idea que quiere sacar a flote con todo esto. —Es fuerte, aunque ella parece no darse cuenta de ello. Tiene una piel suave, unas manos gentiles y unos ojos preciosos, los más hermosos que pueden haber-, farfulla mientras continúa su trabajo, pero aunque habla cosas tan buenas de ella, ni su voz de acento monótono, ni su feo rostro son capaces de demostrar algo del verdadero cariño que siente por la Ollivander. —Pero ante todo, ella posee un espíritu entrañable y un perdón que no he visto en nadie más-, retrocedió entonces y levantó la mirada al arcano. —No puedo reconstruir eso en ella, no sé de qué está hecho, aun si su cuerpo andase y funcionara como debe ser, algo que no es físico es lo que le hará falta-, y ese es el misterio de la Nigromancia que a Grelliam vuelve solo un poco más loco.
 

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Garry lucía visiblemente afectado ante el cuerpo de la joven que reposaba sobre la camilla, el viejo tuerto no era capaz de experimentar el dolor que aquejaba al hombre. Infructuosamente se imaginaba como era perder a un ser amado o verle desfallecer ante el abrazo de la muerte, simplemente se limitaba a enseñar como sanar el cuerpo físico. Pero al hablar de emociones o curar las mismas, si que eran palabras mayores— Curar y sanar, no es lo mismo y creo que lo sabes perfectamente—miraba con su único ojo como curaba los daños que estaban presentes en esa anatomía destruida por magia oscura o quizás solo fue lacerada por afiladas hojas de metal.

— Cada uno es capaz de sanar heridas emocionales, pero debes ayudarla. No podrá hacerlo sola y la tarea será sumamente ardua y agotadora—recorría con las yemas de sus avejentados dedos su vara de cristal— Se puede sanar todo lo que se ha corrompido por medio del uso de magia oscura y antigua. Sin embargo, siempre debe pagarse un lato precio por ello, dejar una prenda o algo que sea valioso para ti—se revolvía contra el muro que le servía de apoyo. Centrando toda su atención en el resto de los cadáveres, viajar por medio del tiempo y entender realmente que les llevo a ser asesinados de esa forma tan brutal.

— Estás dispuesto a lo que sea, enfrentarte al inframundo con tal de recuperar todo lo que has perdido—sonaba reflexivo y al mismo tiempo exigente. Tomándole solo un breve instante recordar porque una pieza de su cuerpo, no estaba donde debía— Arriesgue demasiado para controlar la Nigromancia, años de aprender a manipular a demonios y seres que le helarían la piel a cualquiera. Pero no a un ser como tú, no me cuestiones como lo sé o lo intuí—caminaba hacia una puerta que daba acceso a una sala—Ven conmigo, ella no irá a ninguna parte—extendió su mano para mostrarle el camino— Piénsalo bien, ¿A qué renunciarías con tal de recuperarlos a todos ellos?. No creo que todos sean apreciados por ti, entre los caídos están personas que también te han lastimado y deseado los peores de los males—quedaba en silencio sin detener su andar.

— Toma este grimorio te será de suma utilidad, no podes entrar al mundo de los muertos sin tener las palabras adecuadas—sonreía torciendo esa mueca en un gesto malicioso. Afianzar los lazos con los caídos y crear nuevos con los que estaba por salvar, buscando en lo más profundo de ese pozo oscuro. Brotando del mismo gritos y lamentos, susurros que suplicaban una mano amiga que les ayudará a escapar de su interminable tormento. Cadenas de dolor y sangre, retratos mudos de lo que alguna vez fue su vida dentro del mundo mágico, fantasmas que pululaban entre ambos mundos sedientos de obtener algún objeto valioso a cambio de otorgar algún favor.

@ Hessenordwood Crouch

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  • 2 meses más tarde...

Grelliam. M. Ollivander

 

Grelliam escuchó de la boca del arcano cada palabra que el viejo sabio podía ofrecerle, puso todo de su parte para entenderlas y más allá de eso explotarlas muy a su manera, para que no hubiera forma de estarse perdiendo alguna aclaración que el tuerto de Báleyr quisiera ofrecerle entre líneas. En cierta forma, ha sido bastante complicado para él tenerse que ver a sí mismo en una situación como esta que explica el mago nigromante, pues a menudo, y con mucha más frecuencia de lo que pudiera considerarse sano, Grell no es capaz de sopesar con sensatez los riesgos, límites o sacrificios que son necesarios para conseguir un objetivo de su interés, pues muchas veces el grado de despersonalización que padece es tal que verse a sí mismo como alguien externo, de quien debe preocuparse y atenderse también, le resulta tan poco relevante como alguna otra alucinación más que circula alrededor de su pensamiento.

No obstante, de todo lo que es expuesto en esta charla con el nigromante algo parece despertar en el interior de la mente del adormilado muchacho cuando el arcano dice que ha intuido algo en él que no encuentra dominable a diferencia de las entidades con las que está habituado a tratar. Es lo primero que Báleyr dice que verdaderamente deja a Garry conspiranoico. Pero antes de que pueda perderse en aquel pensamiento que lo arrastró casi de inmediato a las altas instalaciones de Baker, en un consultorio viejo y olvidado y con una compañía igual de cálida que el fuego en la chimenea, el brujo Ollivander se despide temporalmente de su amada hija, con un roce de sus labios sobre la mejilla del cuerpo inerte de ella y desvió sus pasos siguiendo los del mago nigromante y con ello el resto de sus explicaciones. 

-¿A qué renunciarías con tal de recuperarlos a todos ellos?-, ha cuestionado el viejo Báleyr. Por un momento Grell piensa que el arcano ha sembrado esa pregunta como una semilla en su interior, esperando que la truculencia de la nigromancia se encargue de cultivar el resto y crezca como una gran raíz entre sus ideas más rebuscadas, floreciendo la duda, enredando entre sus brotes incertidumbre y descontrol. Pero no es esta la primera vez que Grell desciende a los bajos mundos de la taumaturgia, magia de la sangre o artes oscuras, por lo que ante la gravedad de las palabras de su guía, el brujo sabe mantenerse tranquilo, recordando que cada paso que da hacia adelante lo han traído ahora hasta la mazmorra del nigromante y, por ende, no le resulta lógico sentir alguna clase de arrepentimiento en este momento.

Ya no me quedan muchas cosas para perder-, ante la pregunta de Báleyr, Garry se responde a sí mismo, en un pensamiento que apenas remueven un poco su ánimo ya de por sí aletargado. En su cabeza el pensamiento resuena vacía de sentimientos y sensaciones y se mantiene fría como en las paredes de la mazmorra. Por alguna razón el costo es solo menos importante, por ahora, que la última de las advertencias de Báleyr. Y tras ese pensamiento, mismo que deja a su cuerpo helado, como si de un mismo muerto se tratase, Garry toma finalmente el grimorio que el tuerto le ofrece y lo lleva consigo hasta quedar a un par de metros frente a la puerta. 

La incertidumbre de qué es lo que va a encontrar del otro lado lo está consumiendo, está intoxicando cada parte de su mente con ideas que van desde lo más benevolente hasta lo más retorcido, y le encanta, lo hace sentir vivo, vivo de verdad después de mucho tiempo. 

Lentamente, la mirada del brujo baja de los glifos tallados sobre la madera de la puerta y bajan hasta la portada del grimorio. Sus manos antes  temblorosas sujetan el libro con firmeza y a Grelliam le da la impresión de que sostiene algo vivo entre sus manos, no como una persona, ni alguna clase de organismo u órgano autosustentable, sino más bien era más similar al estar cerca de un horrocrux. La herida maldita sobre su mano izquierda comienza a quemar nuevamente, ansiosa, deseosa de devorar toda esa magia que contienen los textos antiguos y maldecidos de aquel ejemplar, no obstante, Grelliam sabe que si la deja ser, su cuerpo maltrecho no conseguirá contener todo ese poder y su visita hasta aquí hubiera terminado. 

Así que exhala suavemente, dejando ir toda ese atisbo de necesidad que la abstinencia a lo desconocido le provoca, antes de animarse finalmente a acariciar con sus dedos pigmentados de enfermedad y locura los escritos sobre la portada. 

Es en ese momento que lo siente, como el latido de un corazón y que dispara un choque eléctrico en todo su cuerpo. La pálida mirada de Grelliam se devuelve con intriga a Báleyr que lo observa en silencio, todavía con esa torcida sonrisa maliciosa, y que advierte más que nada de lo que haya podido decir hasta ahora. El contacto visual entre los magos se mantiene mientras Grelliam busca en el rostro del nigromante una respuesta.  Siente entonces el siguiente latido, es más demandante esta vez y siente, aunque es casi imposible, que la magia del libro ha visto en su interior con tan solo ese tacto, como si de un legeremante se tratara.

Puedes tomar de mí lo que quieras-, masculla suavemente, en una conversación que de alguna forma deja a Báleyr fuera, pues los descoloridos ojos de Grell están nuevamente sobre la portada sellada del grimorio. —Humildemente te lo ofrezco, aunque os advierto también que…-, él tarareó mientras empuñaba su mano por encima de la pasta. —...No es de la mejor calidad-, con ayuda de uno de los conocimientos más recientes que ha estudiado entre las bibliotecas que muy secretamente resguarda el grupo mortifago en las profundidades de la Torre Negra, Grelliam recurre a la sangre corrupta para ofrecer oblación a cambio de los adentros de este ejemplar de la magia oscura.

La pequeña abertura que se generó a la altura de sus muñecas dio paso a un goteo espeso de algo en lo que se había convertido la sangre del brujo Ollivander. De apoco, los surcos en la portada absorbieron la magia, y toda la información que el fluido era capaz de transmitir consigo y, ante aquella fuerza, la cerradura que resguarda aquellos textos, finalmente cedió.

¿Qué es esto que me está mostrando?-, preguntó después de varios densos minutos de ojear las ensangrentadas páginas del libro. 

Detrás de él sintió la figura del arcano merodeando cerca.

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  • 7 meses más tarde...

«Vuelas hacia la oscuridad, para pelear con fantasmas»

¿Qué era la vida sino el complemento de la muerte, un estado físico-espiritual por lo que pasaba la mayoría de los entes? Varias habían sido las disertaciones respecto a ambas, así como sus correspondientes representaciones. Para el Black Lestrange, constituía parte del ciclo de la vida misma; todo tenía un auge y una caída, y los humanos, los seres más terrenales de ese planeta, no estaban exentos de ese declive, tanto de forma física, como vistos desde una perspectiva como sociedad. Sin embargo, el velo del desconocimiento estaba vigente, y ramas de la magia como la Nigromancia eran todavía desconocidas para el castaño, quien se había cruzado con el término a edad temprana, cuando estudiante se especializaba en el uso de las artes oscuras. 

⎯⎯Vida y muerte, ciclo infinito. Pero, en esencia, un intercambio eterno de lo tangible y lo intangible. 

Se materializó justo antes de la entrada a Mahoutokoro, como hubiera hecho meses antes cuando decidió retomar su aprendizaje de la Legilimancia. La mente humana era un ente fascinante, y aunque había sido una experiencia memorable, era momento de avanzar; a lo que se enfrentaría, sería algo distinto, algo que, de hecho, no tenía rostro y cuerpo, sino distintas interpretaciones. 

Tres duelos seguidos con la guerrera Uzza del Libro de las Auras, le habían dejado en claro que la muerte no era benevolente con él, o que de plano, su habilidad con el ataque y defensa mágicos dejaba mucho qué desear. Como fuera, en todas esas ocasiones había caído en batalla, cual nórdico deseoso de ir al Valhalla, pero había resurgido, con el dolor más grande sin sanar del todo: su propio ego. 

Su talón de Aquiles. 

Mientras reordenaba sus pensamientos, inició su trayecto hacia la vivienda del Arcano de Nigromancia. Hasta el momento, había dado con tres de ellas, pero nunca había reparado en ubicar la de Báleyr, por si algún día se presentaba ante él, como sucedería instantes después. Supuso, y quizá tuvo suerte, que sería una vivienda separada del resto, donde hubiera silencio sepulcral, y desde luego, una edificación no tan ostentosa, pues era bien cierto que al morir uno no se llevaba posesión alguna, por más valiosa que ésta fuera. 

⎯⎯A veces es solo eso, un salto de fe. 

Sus pisadas lo llevaron hacia uno de los extremos de la escuela de magia oriental, donde encontró una construcción sencilla, de tres plantas orientadas hacia el norte, y cuyo distintivo era una puerta de madera oscura. No recordaba haberla visitado antes, y cuanto más se acercaba, experimentaba esa sensación de vacío, como cuando invocaba el Fulgura Nox o empleaba el Aura del Escudo Fantasmal. 

⎯⎯ ¿Arcano Báleyr? ⎯ preguntó, llamando a la puerta con sus nudillos, en un único golpe. Conocía de antemano que no debía colarse a las viviendas de sus mentores como si fueran la suya ⎯⎯. He venido ante usted para presentar mis respetos. Sé que llego varias semanas tarde, pero tuve una serie de contratiempos médicos. 

Se trataba de excusas sin mucha trascendencia, pero que habían constituido la principal razón de la demora del castaño-rubio.

Mientras aguardaba al pie de la entrada, revisó que llevara la varita mágica de nogal negro entre los pliegues de la capa de viaje, que en realidad era el disfraz cambiante, la cual cubría su vestimenta, que consistía en el mismo traje para ambientes extremos, de dos piezas y fabricado a base algodón, que el Black Lestrange usaba para ese tipo de travesías. 

Esperaba estar a la altura de su nuevo mentor. 

 

@ Báleyr

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