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Nigromancia


Báleyr
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Todo había transcurrido con rapidez ante el único ojo sano que poseía el tuerto. Los arranques violentos por parte de Caelum, no harían más que enfurecer a los atormentados espíritus que deambulaban dentro de ese psiquiátrico. Asesinos seriales y posiblemente uno que otro adolescente inocente, aunque para el Nigromante nadie lo era del todo. El mismo tenía que lidiar con escuchar los gritos y lamentos, asegurándose de que ninguno de esos seres entrará en su cuerpo e intentará posicionarse de su persona.


Control de las emociones desbordadas — intentaba trasmitirle ese mensaje. Darla se apreciaba mucho más serena y tranquila, adormecida quizás por el cumulo de sensaciones y sentimientos que experimento al estar delante de ese cadáver. La compasión era un sentimiento extraño, pero que muchas veces era un bálsamo necesario en situaciones como esa. El ojo del anciano estaba fijo en la herida que prontamente curará la vampiresa, cerciorándose de que la joven no cayera en un choque cataléptico.


La llave que abriría la cerradura entre el pasado y presente, se encontraba maniatada por un par de manos fantasmales. Buena táctica al verse sorprendido por una persona que no correspondía a la época en la que ellos vivían. ¿Cómo demonios le hizo para llegar al año 2001 y toparse con el par de hechiceros. Contrariedades que le complicarían su andar, si no sabían como dar con el espíritu de la joven. Un cuerpo sin alma era como un cascarón vació, no contaba con más utilidad que la que suele darse a un desperdicio que ha cumplido su misión en el mundo.

Una nueva oleada de gritos sorprendieron al par de alumnos, posiblemente eran un puñado de almas que iban en busca de la enfermera. Poseer un rostro angelical, no la eximía de posibles culpas o crímenes contra alguno o varios de los enfermos de ese hospital. Vagamente llego a su mente un recuerdo que retrataba el sufrimiento humano, pero no de la clase que suele provocar la caída de un árbol o verse atacado por una serpiente.

Sino de ese que era capaz de colarse hasta la medula de los huesos, cavando profundo para abrir un hueco imposible de sanar del todo. Así era la Nigromancia abría portales en varias partes del mundo, tras ser recitados los hechizos debidos par desatar a las almas que no podrían volver atadas jamás a su prisión perpetua. Era solo un espectador de todo ese pasaje, confiando que en que algún momento le pedirían ayudar. Conocía a la perfección la forma de rastrear un cuerpo, aquella esencia que era el alma siempre despedía una fragancia única y especial

No existía una similar en el mundo, tal y como las huellas digitales. Nadie poseía un par idéntico, ni siquiera los clones eran capaces de capturar la perfecta forma de los rasgos que poseía el original. Seguía atento al accionar de sus alumnos, perderse un solo detalle, le orillaría a recapitular y no estaban para desperdiciar un tiempo valiosísimo. Acomodase sobre la pared adoptaba una postura comoda y despreocupada Sigan con su andar confiando en que le prestarían atención.

Ahí a donde fuera siempre escucharían hasta el más mínimo susurro que el escandinavo emitiera. Porque tenía en poder y la esencia de sus aprendices estaba entre sus manos, si lo deseaba con solo cortar el hilo de la vida a ambos les enviaría al otro lado sin palanca de freno y caerían directo en el infierno que les correspondiera. Pero no, no era esa su misión y prefería dejar todo en sus manos, ya les daría una guía un poco más elaborada más adelante.

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La situación me tenía algo desbordado, pues seguía sin comprender porqué estábamos allí. Ciertamente tenía un problema con mi temperamento pero también era práctico con las situaciones que pudiesen atentar contra mi integridad; vida o muerte. De seguro el plano en el que nos encontrábamos no era más que un paralelo que solamente el arcano podría distinguir. Seguro Baleyr seguía viendo las viejas instalaciones, los jardines descuidados y el árbol muerto frente a nosotros, a diferencia mía y de la bruja, pues nuestros ojos admiraban un paisaje completamente distinto. ¿Era ese el arte de la nigromancia?...

 

-¡Déjame!- exclamé a Darla con un estruendoso susurro producto de la máscara que cubría mi identidad. Junto con el reto, había hecho amague con mi mano libre para que la segunda mano fantasmal impidiese que la vampira se acercase a la enfermera- ¡no vamos a curar a nadie!...

 

Pero de pronto un fuerte dolor atravesó mis sienes, las manos fantasmales se ofuscaron y la enfermera se deslizó por el tronco del árbol. ¿Habría sido el arcano?. La bombilla que colgaba en mi cuello emitió un tenue tintineo, uno que mostró los dos planos en cuestión de segundos si es que no era uno solo; ¡el rostro de la enfermera había enseñado su verdadera imagen!... una calavera con la quijada desviada y algunos pelones de cabello sobre el cráneo, cuestión que pudimos percibir o al menos yo observé en un par de pestañeos. Luego de eso, volvimos a mirar lo que los espíritus del lugar nos querían mostrar, que no era más que las cuidadas instalaciones y un bello jardín.

 

El corte en el brazo de la muchacha ya no estaba. Varios guardias se acercaban seguidos de otros cuerpos de enfermería...

 

-¡A ellos!... atrápenlos, ¡se han escapado!- gritaban unos a otros.

 

Mi máscara se reflejó en la mirada de Potter Black al buscar sus ojos y sin más, esfumé mi identidad mortífaga para que entendiese que podría confiar en mí.

 

-O los matas tú o los mato yo, pero recuerda... ellos ya están muertos...

 

>>Sigan con su andar<<...

 

-Maldito Baleyr...- susurré entre dientes y de pronto la escena volvió a su estado original. Cientos de Dementores se abalanzaban sobre nosotros y mi sentimiento feliz se había apagado hace poco- ¡protego diabólica! - intenté...

 

De mi varita se expidió una llamarada azulina fina y delgada, pero que a medida que se extendía se ensanchaba con creces, deteniendo a los espectros que seguramente buscaban lo mismo que nosotros, un espíritu. Vital para su existencia. Con el amor que había entregado al cadáver, se había ido mi sentimiento feliz y toda la serenidad que aquello pudiese otorgarme; yo solo me estaba transformando en alguien que arrasaría con lo que tuviese en frente.

 

-¡Funciona!...- exclamé al ostentar la cúpula de poder con la que nos había cubierto. Pero de pronto sentí una estocada por la espalda...escupí sangre.

 

La mano huesuda de la enfermera había atravesado mi abdomen como una lanza y de pronto, caí dormido.

 

***

 

Desperté en el mismo siquiátrico, con un camisón blanquecino y algunas agujas en mi piel. No recordaba mucho, no recordaba quién era... en eso, me vi mirando por la ventana hacia el mismo patio donde había muerto... ¿estaba muerto?... miré mis manos, mis antebrazos, el reflejo en el cristal de la ventana. Cuando volví a mirar al patio, admiré el protego diabólica... ¡estaba allí! ¿y aquí?... ¿cómo podía ser eso posible?.

 

-¡Cuidado atrás!... -grité sin que nadie más que yo, pudiese oírme. Viendo como la mano huesuda de la enfermera me atacaba por la espalda, dentro del círculo que había formado para protegerme junto con Darla. Entonces y en un pestañeo desperté nuevamente.

 

Estaba tendido en el césped con la bruja a mi lado y la enfermera seguramente hecha añicos. Sentía la sangre cálida por mi boca...

 

-Mi...m...mi va..rita...

 

Necesitaba un episkey con urgencia.

 

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Su actitud al querer curar a la enfermera no la sorprendió, petulante, pasó la palabra por su mente pero sí logró enfurecerla, se volvió hacia él, mostrándole la realidad. Era muy est****o si creía que lo que hacía era solo por el bien de la mujer frente a ellos.

 

—¿Eres idi***? No ves que aquí no tengo control de mi verdadera esencia y si no me dejas curarla no será ella la única víctima sino tú también —por un momento había pensado que le gritaría como él había hecho con ella, pero sus palabras habían salido casi como un siseo y por un momento temió haber hablado en Pársel, pero estaba segura de que no ¿por qué perdía el control en ese mundo? Báleyr no los había mandado al pasado simplemente, había abierto un portal más profundo que eso, lo podía sentir pero no lograba aún terminar de canalizarlo, a su alrededor fluían y confluían muchas almas y por un momento sintió que casi podía sentir hasta la propia alma quebrantada de Caelum.

 

Pero él no la escuchaba ¿qué es lo que le ocurría? Observó el destello en la bombilla y luego hacia la mujer que había quedado liberada de la necrohand. Darla pestañeó, ¿qué es lo que había sentido? No podía estar segura de que hubiera visto o no algo, lo había sentido. El poder de las almas en pena, recordó en ese momento. Era muy conflictivo, casi que su poder de clan chocaba contra el poder del nigromante. Pero no pudo seguir pensando en aquello, guardias, gritos y la pelirroja elevó su varita viendo a los ojos al Black esperando saber si contaba con él o si era una carga más de la que debería defenderse.

 

Lo que siguió no lo esperaba, porque como si hubiera leído en su rostro la muda pregunta qué le hacía, el mortífago se permitió desvanecer su máscara revelando su rostro. La mano que sostenía su varita bajó y de los labios de Potter Black escapó un resoplido y ante sus palabras volvió a elevar el arma apuntando hacia los que venían hacia ellos.

 

—Juntos —fue la única respuesta que dio cuando las palabras de Báleyr se escucharon en su mente. Así que si había estado atento, entonces, era una prueba, no una trampa.

 

El frío la caló hasta los huesos y giró su rostro, para observar a su alrededor.

 

—Dementores —jadeó —no puedo —susurró no sabía si para el mago a su lado o para ella misma, él tampoco debía poder conjurar un patronus o tal vez tan acostumbrado como estaba a las artes oscuras había pronunciado un hechizo que la sorprendió, pero al menos resultaba útil, y eso mismo manifestó su grito de victoria.

 

Mala de ella, lo sabía, debía cubrirle las espaldas como él a estaba cubriendo a ella, de pronto la furia le llenó el alma y se giró. No iba a perder a todos los que amaba en su vida. Sinceramente dudaba que el arcano aprobara lo que estaba a punto de hacer. Cambió de mano la varita y en su diestra comenzó a concentrar todas sus energías, la convocatoria de espíritus era una invocación que había manejado hacía poco tiempo pero solo la había utilizado con un grado de letalidad mínima, ahora ponía todas sus fuerzas y energías en invocar todas las almas en pena que aquella mujer había atormentado.

 

Las podía sentir a su alrededor, hambrientas, furiosas, espíritus hambrientos de venganza. Darles una orden semejante era peligrosa pero lo hizo, todas las almas convocadas a su alrededor atacaron a la enfermera.

 

—Accio bombilla —dijo la bruja y en su diestra apareció la que Caelum había colgado en su cuello, con delicadeza la deposito en el césped, consciente de que la orden era clara, destruír lo que quedase corpóreo de aquel espíritu y encerrar en la bombilla su alma.

 

 

Los ojos de Darla fueron cambiando del negro en que se habían convertido de regreso al castaño natural y tropezando por las energías desgastadas se acercó al caído mago. Se arrodilló junto a él y apoyó su mano sobre la herida, maldiciendo.

 

—No otra vez chiquillo, siempre te dije que te cuidaras —cerró los ojos y mientras por su mente pasaba uno de los hechizos más básicos del Libro de la Fortaleza, curación, la herida de Caelum comenzaba a sanar aunque ella podía sentir aún el aroma quebrado de su sangre, metálica, agridulce, cardo, ¿por qué su sangre olía a cardos? A la mente de Darla vino el recuerdo en la botica de la Macnair. Abrió los ojos y tomó la varita de Caelum que estaba a pocos pasos de ella y la puso en la mano del mago, sintiendo que las fuerzas se le agotaban, a unos metros de ella la bombilla yacía en el piso, sellada por la magia antigua, conteniendo el alma de la enfermera, los espectros que había invocado comenzaban a dispersarse.

 

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Mi otro yo, quizás algún fragmento de alma perdido en aquél paraje que nos había enseñado el arcano, y tal vez, producto del primer horrocrux que había elaborado hasta ese momento, golpeaba la ventana con los puños y frente, intentando escapar de lo que parecía ser más una prisión que cualquier otra cosa. Observó cómo la bruja utilizaba sus dotes mágicos, para que los espíritus que nos rodeaban entre dementores y violentas llamaradas del protego diabolica, atacasen a quién atentó contra mí... por un lado sentía la desesperación de aquél Aaron encerrado en cuatro paredes y por otro lado, la gélida caricia de la muerte enamorada.

 

El hechizo de curación que Darla aplicó sobre mí, me hizo tomar una bocanada de aire como quién sale del agua bajo presión de haberse ahogado; fue un golpe de adrenalina. Mis prendas estaban manchadas de sangre a la altura del abdomen, tintes de un obscuro tono escarlata. Cuando la bruja me entregó mi arma mágica, atendí a la tregua que debíamos formar para salir de aquél embrollo, ya que, indistintamente del poder de control que logró sobre los demás espíritus, nada nos aseguraba que pudiese soportarlo por mucho tiempo, ni tampoco aquél antiguo hechizo que había conjurado alguna vez el gran Gellert Grindelwald. Era una maldición difícil de controlar...

 

Me concentré luego en el básico encantamiento de curación, un simple episkey que me ayudaría a ir recobrando fuerzas. Aún así, la mano libre presionaba el lugar donde me habían herido. Murmuré un accio a duras penas, apuntando mi arma mágica hacia la bombilla que vibraba inestablemente sobre el césped, por el endemoniado ente que Potter Black había capturado.

 

Utilicé mis últimas energías para concentrarme en un círculo astral, conocimiento aprendido de los libros de madame Boswell, para ralentizar un diámetro prudente a nuestro alrededor. Las llamas azules que entraban dentro de la cúpula invisible de magia, se movían tan lento como un alga en el mar.

 

-¿Será esto lo que quería el anciano?- pregunté a la bruja con una débil mueca de dolor, pues aún sanaba- ... me vi, tal como te vi a ti en esa habitación, pero desde algún piso más alto...- le comenté mientras colgaba la ampolleta a mi cuello y buscaba el ventanal donde supuestamente estaba o estuve encerrado, ya ni entendía la situación- ... esto no es un viaje en el tiempo, Darla. Es una dimensión de espíritus inestables... puede que sea nuestro propio infierno...- crucé la varita sobre mi rostro para materializar la máscara una vez más- ... movámonos de aquí...puedo extender un poco más el círculo astral pero no podré controlar al fuego del protego diabólica... estoy débil ...

 

¿Porqué me sinceraba con ella de esa manera?... ¡fácil! me había salvado una vez y lo había hecho una segunda, aún conociendo las intenciones que tenía para el mundo mágico y a pesar de que sabía, no lo compartía. Una tregua versátil bajo el adagio de mi maestro "Por el bien común"...

 

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La bocanada de aire que había tomado el mago le indicaba que su herida estaba mejor, ella sentía poco a poco recuperar sus propias energías. El Black se había terminado de curar tras que le entregara su varita y ella pensaba en la imagen que había visto de sí misma en aquella habitación. ¿Qué ocurría realmente a su alrededor? Observó el hechizo que él había conjurado y se hizo una pregunta ¿podría atravesarlo si hiciera falta? El murmullo de él la hizo volver su atención hacia su persona y darse cuenta que seguía arrodillada a su lado, había estado a punto de sostener su cabeza sobre sus rodillas pero no lo había hecho. ¿Qué debía hacer con aquello ahora?

 

—No lo sé —fue su respuesta hacia el mago —pero fue lo único a lo que atiné, debe tener respuestas y las quiero —él le comentaba sobre haberse visto también a sí mismo como le había visto a ella, Darla se puso de pie y observó hacia donde él había señalado, mientras llevaba su mano libre a la nuca.

 

—No es mi infierno —susurró pensando que su infierno hubiera sido estar impedida de salvar a Seba estando en peligro, y el Granger había muerto y la bruja en aquella habitación no tenía la desesperación de quién pierde al amor de su vida, sino el odio de… se detuvo de pronto en sus propios pensamientos ¿acaso era el odio que Scarlet había sentido por su esposo Aidan? Era imposible de saber, el recuerdo, el nacimiento, todo había convergido allí ¿y si era eso lo que odiaba? El que ella hubiera entregado su recuerdo.

 

Tonterías. La palabra susurrada en el fondo de su mente era clara y tenía la convicción que ella necesitaba para estar segura de que si era un infierno no era el que ella hubiera imaginado vivir, aunque tampoco debía pensar que sería como un boggart. Para cuando le miró él había vuelto a cubrir su rostro y aquello le arrancó una sonrisa y asintió a sus palabras.

 

—Si te atreves puedo darte de mi sangre, aunque si busco en mi mochila quizás tenga entre las pociones sanadoras una reabastecedora de sangre —descolgó la mochila de uno de sus hombros y abriéndola rebuscó en ella para luego tenderle un frasco —no sé si te guste más que la sangre de vampiro pero al menos sentirás que no te contaminas —su tono había sido mordaz, sentía que estaba molesta con él y a la vez quería verlo bien, no entendía nada qué es lo que aquel lugar provocaba en ella.

 

—Además no te quiero muerto en este lugar, no voy a cargar por todo el maldito infierno tu cuerpo y no creo que Báleyr quiera tu alma encerrada en ese est****o contenedor —dijo alejándose unos pasos del Black, dándole la espalda, no quería que él viera su expresión, podría haber dejado que la metamorfomagia la ayudara, como siempre, pero por algún motivo sentía que necesitaba al menos sincerarse consigo misma. Acomodó de nuevo su mochila en la espalda y agradeció haber tomado esa costumbre de Seba, aunque en su bolsa de piel de moke habitualmente llevaba todas esas “chucherías” salvo por la botella de agua que mantenía en uno de los bolsillos laterales. No te pongas sentimental, se recriminó a sí misma y se giró de nuevo para clavar sus ojos en la mirada gris de Caelum.

 

—¿Estás listo?

 

 

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Báleyr solía desear demasiadas cosas, pero el alma insignificante de una enfermera, no era el premio mayor para el Arcano. El derramamiento de sangre, nunca lo considero innecesario salvo que se tratará de sangre divina o que provenía de seres sumamente poderosos como el. Caelum alardeaba sobre la pureza de la sangre e ir en busca de un bien mayor para la comunidad mágica. Pero, ¿realmente cuál era ese bien mayor que divisaban los ojos del caballero?.

Ante el tuerto todo aquello era un parafraseó barato, publicidad que buscaba convencer a los magos y brujas de que existía un cambio radical y pronto todos ellos lo presenciarían, Si ese hombre se hacia con el dominio de la Nigromancia, no esperaba que fuera abriendo portales hacia ese mundo. Sino que buscará algo mucho más siniestro para concretar sus planes. En cambio Darla se veía más centrada respecto a sus intereses sobre esa habilidad, ya se había desprendido del dolor del pasado en parte. Pero aún quedaba varias pruebas que sobrellevar y demostrar que tenían lo necesario.

— Ese ha sido de los males el menor —la voz del anciano se colaba por sus oídos— Esa mujer era un peón dentro del inmenso tablero de ajedrez. El verdadero culpable está relativamente lejos y cerca, perciban esa almas en pena. Vuélvanse uno mismo con esos seres, dejen que los guíen—aconsejaba al par de magos. Ver el daño causado en el hombre, no le causó el menor pesar. El mismo empeño hace tiempo una posesión valiosa para convertirse en lo que era actualmente. El poder de la Nigromancia, no conocía limites y el par de magos estaban a nada de comprobarlo.

— Levántate con las mismas ganas que sentiste para dejarla ir—el impulso iba enfocado en esas vivencias. Ambos tuvieron el tesón para dejar ir a las personas amadas al mundo de los muertos, pero por muy extraño que pareciera ellos vivirían en sus recuerdos eternamente. La eternidad solía ser caprichosa a la hora de solicitar un pago, el lo sabía a la perfección. La magia que poseía era ilimitada, empero el costó que tuvo que cubrir no era menor que el sus alumnos empeñarían.

—Juntos, recuerden que dos cabezas piensan mejor que una —acariciando su vara de cristal la representación exacta de la de Odín. Ambos eran tuertos y poderosos, pero el Nigromante no moriría jamás no hasta con dar la inmortalidad. Había vivido demasiadas cosas y 300 años no se decían en vano, por eso obligaba a sus alumnos a demostrar de lo que eran capaces para hacerse con el anillo de Nigromante. Era sencillo el pensar den ir y venir dentro de los portales que el mismo abría, para probarlos de diversas formas. Otra cosa era estar delante de la pirámide, ahí residía un poder que ni el mismo podría frenar si se lo proponía.

El portal de las siete puertas, esperaba por nuevos aspirantes a las diversas habilidades que cada uno de los Arcanos impartían. La que conducía a la Nigromancia, siempre era cambiante y estaba plagada de sorpresas inesperadas, posiblemente la confianza excesiva de algunos les devolvió ese desafío como una locura incurable. Otros más controlados y mesurados, sabían como engatusar a la muerte, aunque ella siempre iba dos pasos adelante y les ponía más de un obstácu.lo en su andar.

— Muchas almas y poco tiempo, ya en su contra, corren las arenas del desierto—haciendo alusión a un reloj de arena. Para el estaba dentro de su mente y cada grano que caía era un minuto a favor de Darla y Caelum. El curar a la mujer fue una acción compasiva, pero en un sitio como ese era arriesgado creer que las buenas acciones suavizarían lo que estaba por venir— Estás loco, por eso te viste dentro de esa habitación. Aunque no estoy del todo seguro, puede ser uno de tus antepasados—ignorando el poco tacto que tenía al hablar. No era partidario de ir dando palmaditas en los hombros de las personas, sino todo lo contrario.

— Cada habitación tiene una historia que contar, no hagan oídos sordos a ellas—finalizó dejándolos a su libre vuelo. Contaban con astucia para salvarse de las almas, pero no de las que verdaderamente eran las culpables de toda esa masacre. El aroma a cuerpos quemados aún se percibía en el aire, amoniaco y cloroformo, elementos químicos que eran capaces de matar y noquear sin remedio alguno—Buena suerte, aunque no creo que sea tan sencillo como parece—enviaba ese mensaje a través de uno de los atormentados.

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  • 2 semanas más tarde...

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Pero no fue Caelum quien dirigió su voz hacia ella en primer lugar, sino la voz del arcano la que llenó sus mentes o ¿era proyectada en el lugar como si fuera por megáfonos? Por Merlín, si eso había sido un mal menor, no quería enfrentarse a los más grandes, levantó la vista hacia el piso en que había visto Caelum su reflejo y luego lo dirigió hacia donde ella se había visto antes que que él los arrastrara hacia el jardín.

 

Cerró los ojos y buscó proyectar su propio espíritu, las esencias se podían sentir en los vivos, pero las almas en pena. Darla suspiró, las había podido manejar por su poder de clan, pero no quería mostrarle a Báleyr lo que ya podía dominar desde antes, le seguía pareciendo irrespetuoso, pero él tenía razón, podía sentirlas. Cerró su mente a las palabras que el nigromante le dirigía a Caelum, no quería saber a quién o qué había dejado ir.

 

Las palabras del nigromante la hicieron girarse hacia Caelum y observarlo, ¿por qué les pedía que trabajasen juntos? Él no iba a entender jamás el por qué le había ayudado y ella no estaba dispuesta a abrir ni su boca ni su mente para explicárselo, no era una tregua, aunque quizás era conveniente que él lo pensara. Darla se preguntó si no les obligasen a trabajar juntos él la hubiera matado, pero poco importaba, sabía que quizás no llegar al nivel del líder mortífago, pero sí que su propia magia podía ser tan poderosa o similar a la de él. Miró el fuego del protego diabólica y se preguntó si con la espada del invierno y el efecto del Fūsiō podría controlarlo.

 

El nigromante tenía razón ¿cuánto tiempo habían estado allí? El encuentro con sí misma, con la enfermera, el ataque. Podía sentir el hambre de sangre, lo había sentido apenas la mujer había departicionado con la desaparición conjunta y eso no era normal, los tiempos debían correr distintos en esa dimensión, o lo que fuera que en Mahoutokoro. Lo malo es que su cuerpo sí lo sentía, tenía sed.

 

—Tiene razón, el tiempo nos juega en contra —murmuró mientras obligaba a sus ojos y sus colmillos volver al estado natural.

 

Sus ojos, aún con destellos rojos se posaron en Caelum ¿estaría loco como decía Báleyr? O tal vez si fuera un antepasado aunque no podía saber qué había tras la máscara, qué pensaba él de aquello y descubrió algo, fue la primera vez en su vida que deseo haber tenido la habilidad de legilimencia.

 

¿Cada habitación? ¿Cuántas había allí?, deseó por unos momentos extender la mano y consumir al atormentado que había canalizado la voz del nigromante.

 

—Y yo que esperaba llegar pasar a la pirámide para la cena —susurró la vampiresa mientras se acercaba a Caelum y le tenía la mano—¿quieres seguir jugando a aparecer? Llévanos a donde te viste a ver qué demonios podemos obtener de ti ya que viste el odio que había en mí como para lograr sacar algo bueno de allí.

 

@@Aaron Black Yaxley

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Darla estaba dando muestras de entender mejor el proceder de las acciones de esas almas, no todas estaban dentro de ese manicomio para purgar una condena o porque sufrieran algún tipo de mal relacionado con la mente. Aunque Báleyr, no podía descartar que permanecer demasiado tiempo de una celda, derivará en perder la poca o nula razón que se jactaban de poseer al estar delante de la sociedad. Eso era lo maravilloso de los seres humanos, podes proyectar mil y un facetas, pero no saber cuál es la real o la inventada. Muchos suelen emplear tretas tan viejas como el Arcano, juegos que derivan en obtener lo que más desean sin importar quien se lleven entre las patas.

— Todo depende del fin que se desea obtener, mira a tu compañero. Reducido a nada, todo por pelear por la pureza de la sangre— las palabras del tuerto eran lapidarias y dolorosas sin lugar a dudas. El mismo tuvo la oportunidad de vivirlo en carne propia, obtener cosas insospechadas que lo llevaron a perder una parte de su cuerpo. Pero no se arrepentía de nada y les haría ver a sus aprendices lo que era apreciar todos los dones y habilidades que delegaba ser un Nigromante.

No solo se trataba de revivir un cuerpo o dejar en el pasado lo que lastimaba, desprenderse de las emociones siempre se asemejaba a meter las manos al fuego y no terminar con algo menos que simples ampollas que sangrarían sin remedio. El caminar en medio de la noche sin tener una luz amiga que te guie, simplemente se resumía a eso que experimentaban esas desgraciadas energías—Libera a las que lo merezcan, al resto encapsúlalas para siempre en el infierno que creas conveniente— la sugerencia por parte del Nigromante estaba hecha.

Ir a donde Caelum se vio reducido a un cuerpo aquejado por la locura, no era un castigo digno para los actos cometidos por sus antepasados. Todos solían arrastrar el karma que desataron sus predecesores, muertes, hurtos e infinidad de actos atroces. Todo se englobaba en una sola palabra, purgaría eternamente en esa celda mohosa y humedad. Era el recuerdo que le legará aquel hombre que tanto defendía a capa y espada, pero en su sitio reposaba preso del dolor interminable Caellum Black. El cincel que poco o nada podría diseñar con su mente afectada por la locura.

Darla era otro cantar, siempre esperando el momento justo para actuar con la sabiduría adecuada y no precipitándose hacia el acantilado. Era el momento de decidir, si se ataba a las erradas acciones de su compañero o caminaba por su propia cuenta. Darse la mano mutuamente, no significaba ahorcarse con la misma soga y morir intempestivamente. Ahorcada o asfixiada eran las dos únicas opciones para salir de ese lugar. Todos los enfermos, ya habían experimentando atroces tratos contra su persona, vejaciones que serian dignas de ser reproducidas en el infierno.

— Recuerda las arenas del tiempo, no lo pienses demasiado—quedaba en silencio el anciano. No le ayudaría más de momento, permitiría que ella tomará las decisiones que considerará adecuadas y terminar de una buena vez con esa prueba que les conduciría a otra quizás mucho más demandante. La pirámide estaba esperando, pero aun les quedaba mucho tramo por recorrer antes de demostrar que eran dignos de plantarse delante de ella y aspirar a obtener el anillo de la habilidad de Nigromancia. El ser estricto era algo que se le daba a la perfección, no por nada era considerado uno de los Arcanos más difíciles de convencer y tratar.

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Pérdida de Cordura.

 

Los demonios que cargábamos no siempre eran entes que intentasen dominarnos, a veces, era una lucha constante con las mil y un convicciones que podrían clarificar el camino, pero en ese momento ¿Cuál era el camino?. Haber perdido el amor no era un consistencia menor de lo que estaba dispuesto a utilizar una vez que haya logrado convencer al anciano y que este entregue el anillo de la Nigromancia. ¡Oh la Nigromancia!, qué desconocimientos, ¡digna paradoja!, se develarían ante mí una vez que haya logrado el poder para convencer no solo a Baleyr, sino a los mismísimos demonios enclaustrados en el propio ser.

 

-La locura...

 

Había sido un murmullo, comprendiendo tal vez, que debía poseerla tanto como el vacío que había quedado en mí ante la pérdida del amor. ¿Qué clase de convicciones aparejaría la una sin la otra?. Quizás habría algo más allá de una lucha constante por un derecho que el mismo arcano parecía desconocer, o tal vez, fuera de esas cuatro paredes habría una cosa más por la que pelear: El Poder. Quizás he de perder la cabeza en el momento, pero tenía muy clara una sola situación y era el mero hecho de desenvolverme ante mis propios demonios, el temperamento, la determinación, el ego y la poca compasión con la que podría azotar el mundo para mantenerlo a mis pies. De seguro Baleyr podría comprenderlo, ¡cómo no!, si llevaba vidas de ventaja. Lo cierto era, que perder algo físico era mucho menos doloroso que la capcidad humana de sentir...

 

La bombilla que colgaba aún, comenzó a vibrar con total inestabilidad. Quizás era alguna clase de prueba impuesta por el arcano, o tal vez una pequeña muestra de su poder ¡Qué es lo que quería el famoso Nigromante!- el cristal se trizó sin darme cuenta- ¿a qué jugaba con nosotros?, ¡¿acaso quería que todos nos quedásemos tuertos como él?! ... ¡Tuerto!, esa debía de ser la respuesta a todo este laberinto.

 

-Si un ladrón desea entrar a tu casa...- comencé a hilar aceptando, por inercia, la mano de mi compañera. Busqué su mirada y hablé en voz alta para que el arcano pudiese oírme. Aunque sabría que lo haría de todos modos- ... si un ladrón ha de entrar a tu casa ¿te darías cuenta, eh Darla?, ¿acaso él querría que siquiera lo escuchases para atentar contra ti?... parece ser que esté demente, sí, parece ser que Baleyr ha desconocido lo básico de un espíritu como el que capturamos; ya que no siempre se mostrarán como en realidad son.. Mataría a mi propia familia por defender el honor de mi sangre- otra trizadura se dibujó en la bombilla, dejando salir una nebulosa de la que aún no me percataba pero que comenzaba a envolverme- atentaría contra lo que fuese con tal de defender nuestra libertad y de la misma manera arrasaría con todo con tal de demostrar nuestra diligencia... ¡nuestro poder!... ¡mi magia!...

 

La bombilla reventó y con ello se desenvolvió una densa neblina que aspiré con cierta excitación. No era ningún demonio lo que había absorbido, no era ningún ente el que me controlaba ¡solo yo podría controlarme! ¡solo yo podía tomar el rumbo de mis decisiones!. La determinación es algo que obtendría cuando al fin decida la muerte del auror, la determinación era una curiosa senda que solventaría mi propia tiranía, ¡sobre el muggle!.... ¡sobre todos los débiles!...El joven Black que la bruja pudo conocer no era ni una mínima copia de lo que había alcanzado hoy en día, en lo que me había convertido hoy en día.

 

-¿Qué quieres de mí, anciano?- grité, oyendo un estruendo de mi voz por todo el recinto- ¿Quieres saber porqué deseo los conocimientos de la Nigromancia? ¿porqué me acerqué hasta ti con el verdadero rostro que me identifica?- cuestioné nuevamente, aludiendo a la máscara con la cuál era conocido entre brujas y magos tenebrosos- obtendré cada conocimiento de este mundo, adquiriré cada poder que se me presente y si en algún momento debo llegar a ti y desinhibir de tu existencia, lo haré. Como lo haré con todos algún día... me alimentaré de cada odio y resentimiento ¡venga de donde venga! y cargaré con ese peso por el bien común de lo que muchos desconocen ¡la espiritualidad de la magia! ¡NUESTRA DIFERENCIA CON EL MUGGLE! ...-denosté y proseguí buscando que me oyese- y ¡me aferraré a lo único que me ha dado vida!... ¡YO!.

 

¿Acaso sería ese el milagro de la existencia?, digo, la fuerza de mantenerte firme ante las adversidades.

 

Y de pronto, desaparecí del lado de la bruja sin saber si ella lo hizo conjuntamente conmigo. Observé mis pálidas manos, mis pantalones en contraste con una pulcra y blanquecina baldosa y tras darme cuenta de todo a mi alrededor, me percaté de que había vuelto a aquella habitación.

 

Habiendo perdido el amor, habiendo perdido la cordura... era uno solo con mi demencia. Determinante y sin un ápice de remordimiento, a nada, sentía un cierto control de mi más oculta oscuridad. Hubiera reído, pero no era como el resto de quienes allí se hospedaban; no era sicótico, ¡era libre!.

 

Crecí sin una madre preocupada, sin un padre que conocer, sin una vida por la que buscar regocijo, cariño o sentimentalismos, comprendiendo cada vez más que lo único que necesitaba para mantenerme fuerte ante la adversidad de la vida, era yo. ¿Perdería alguna vez a mi propio yo?. No creía que fuese difícil que el anciano comprendiese mis convicciones, ni que mucho menos esperase un sacrificio físico como las rústicas costumbres de un básico muggle. No éramos afines de una tribu de humanos, ¡éramos seres de magia!, de lo desconocido, con una habilidad que iba más allá del humano común. Ni siquiera la condición de razas era un impedimento para nuestra superioridad como almas sublimes capaces de proyectarse en un mero recuerdo, en un objeto, en una plática. Perder no era perder, sino más bien un trueque para tallarse ¡como lo hace un cincel!, quitando esquirla por esquirla para descubrir el sentido de la vida o de la muerte; ya había dado dos grandes concepciones.

 

-Quizás pierda tanto la cordura como cualquiera que busque la vida eterna...

 

De pronto, la nebulosa que había inhalado se expulsó por mis fosas nasales, mis oídos, tal vez logrando algún cometido del que esperaba aprender luego. Por mi mente habían pasado los recuerdos del viejo arcano, su pobre familia de seno, la venta de contratos para trabajar de niños junto a sus hermanos y un mago que le dio todo lo que él es hoy en día Fjöln.

 

-Espero que el tiempo aún esté de nuestro lado...- Darla había estado allí conmigo y yo sin darme cuenta hasta entonces.

 

 

@@Darla Potter Black

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Escuchaba a Báleyr descubriendo que aquello se había convertido en una verdadera discusión filosófica. Sus ojos puestos sobre Caelum le mostraban quién era, qué era, lo percibía como se percibía a sí misma, ambos habían “crecido” en el mismo árbol. Oh, sí, Darla había sido “engendrada” en la Orden del Fénix, había seguido paso a paso la evolución de Katara durante su instrucción y ambas habían descubierto sus caminos. Lyra se lo había marcado y finalmente habían sido como el ying y el yang. Pero esos cuatro años no habían sido los que habían definido el carácter de la Potter Black, había sido entre los mortífagos en donde había encontrado su verdadera esencia, sus sentimientos y donde había aprendido a esconderlos y dominarlos ¿para qué deshacerse de ellos si podía hacer que fueran su brújula?

 

Suspiró, las palabras del nigromante calaban, liberar y encapsular en el infierno, ella era capaz de lo uno y lo otro, lo sabía. Y él insistía y sabía que aunque los había mandado juntos podían terminar peor o mejor según cómo se dejaran arrastrar por aquello que los tenía “atrapados” allí.

 

La locura, inclinó suavemente la cabeza intentando entender lo que el mago decía o a qué se refería, pero lo presentía en el fondo. No, quiso decir pero no pronunció palabra alguna porque la bombilla había empezado a vibrar sobre el pecho de Caelum, había dirigido la vista hacia ella y cuando él volvió a hablar casi no reaccionó, salvo por la forma en que sus manos se unieron en ese momento y ella sintió la fuerza, el poder que parecía multiplicarse al contacto de ambos cuando sus dedos se entrelazaron. Quizás no era bueno o tal vez sí.

 

—El demonio no muestra su rostro real, es el rey del engaño —susurró Darla como vana respuesta a las palabras del mago y volvió a clavar su mirada en la bombilla unos centímetro por debajo de la máscara ¿Cuál de todas las máscaras usaba Caelum hoy? ¿Era consciente de que aunque usara una sola física usaba otras más cada día? Lo oía sin oír, porque su fuerza se estaba concentrando en un susurro que surgió de sus labios en el momento en que él exclamó “¡YO!” —Escendia…

 

En ese preciso momento dos cosas ocurrieron, en un tiempo lento pero continuo, la bombilla explotó en el pecho del mortífago y éste pareció embriagarse y el efecto de los Archimagos del Clan de los Oscuros permitió a Darla poseer a Caelum, pero quizás estaba equivocada. Se dio cuenta que el tiempo le había jugado una mala pasada, la explosión había sido antes y el mago había seguido hablando hasta que ella había lanzado aquel hechizo de clan, ¿acaso había sido también infectada por lo que fuera que atraparan? La perlirroja había desaparecido y el mago gritando al arcano no podía percibirlo, era otro ser al que la Potter Black poseía y sin embargo ¿estaba allí o estaban en su propio infierno?

 

—Quién eres?——murmuró observando frente a ella a lo que parecía una imagen desvirtuada y feroz de lo que había sido la enfermera, ni el cadáver de antes ni la joven bella, sino más bien una caricatura de largos dedos y uñas como garras, un rostro tan fino y perfilado que casi era de pantera.

 

—No soy… somos Legión… porque somos muchos… —la voz parecía surgir de todos lados y de ninguno, estaban allí en aquella habitación blanca e infinita y Darla estuvo segura de no haber poseído al Black.

 

—Caelum tenía razón —murmuró reconociendo que la analogía del ladrón era casi tan cierta como la afirmación con que ella le había respondido.

 

A lo lejos podía sentir la pelea, o cómo se pudiera llamar, al diálogo que mantenía el Black con el arcano o con sí mismo.

 

—Él ya es nuestro, solo tú quedas caer —las voces en polifonía hicieron que la Potter Black centrara su atención no en lo que sucedía con el mago sino en la criatura frente a ella.

 

—Báleyr no dijo cómo me desasía de ti pero ten por seguro que sé cómo lo haré.

 

Alrededor de ambas figuras un viento comenzó a arremolinarse mientras que todo se oscurecía. La que fuera la enfermera sonreía con dientes afilados como sierras y la pelirroja le regresó la sonrisa con sus colmillos sobresaliendo en sus labios.

 

—Vas a caer, tu odio te consumirá, tú ya estás aquí —le recordó Legión y la sonrisa de Darla se acentuó.

 

—Yo estoy aquí y yo estaré siempre, soy de la estirpe de las Erinias y de Hela, Megera, Tisífono y Alecto son mis nodrizas, no les temo a ustedes ni a la muerte, ni le temo a la locura que presientes, no le temo a la oscuridad que nos rodea… ¡yo soy la oscuridad! —la bruja extendió sus brazos mientras su mente terminaba de centrarse y su concentración, la que había ido creciendo a medida que el remolino se cerraba sobre ellas, llegaba a su máxima expresión —Fūsiō —gruñó en un tono grave y amargo.

 

Sus ojos habían ido pasando del castaño al rojo de su esencia vampírica para finalmente volverse negros, sin pupilas distinguibles en ellos. La esencia de un vengador nocturno dolía en toda su piel, en sus manos, en sus piernas, en todo su cuerpo, pero ella ya había experimentado aquello y sabía que podía controlarlo. Extendió sus manos hacia adelante, girando las palmas hacia arriba y dos esferas de oscuridad comenzaron a surgir de ellas, brillantes y oscuras a la vez, un vacío, el vacío propio de los agujeros negros, pequeños inestables, poderosos. Y con un movimiento rápido los lanzó, convergiendo en una sola esfera que creció, estrellándose contra el cuerpo de la enfermera que chilló al darse cuenta.

 

Darla cerró los ojos, todo a su alrededor comenzaba a desintegrarse mientras la esfera se hacía más pequeña, absorbiendo en aquella masa cuyo campo gravitatorio no dejaba escapar nada a las alamas de Legión y la creación a su alrededor. Ella misma podía sentir como sus energías se consumían y las almas chillaban al quedar atrapadas en aquel punto finito del espacio que sería su propia nada su infierno final. Todo el poder y la magia llegaban a su límite, y cuando el agujero negro desapareció volviendo a su lugar en el universo, la vampiresa ya no pudo sostener dos hechizos a la vez, el escendia y el Fūsiō, de por sí, este último no permitía ninguna magia más, por lo que ya ella dudaba si había poseído a alguien o había sido poseída ella.

 

El mundo creado a su alrededor se fue destrozando como cristales de un espejo hecho añicos que van cayendo destrozándose más víctimas de una explosión, la explosión de la energía que ella había consumido. Y todo cayó como un telón, cuando abrió los ojos estaba junto a Caelum, aún de su mano y él parecía salir de un trance o un embriague de poder mientras una voluta etérea se disipaba en la nada. Escuchó las palabras del mago y negó con la cabeza mientras lo miraba a los ojos resoplando con sus últimas fuerzas.

 

Ya no hay… Báleyr… exigimos la prueba… su mirada se volvió a Caelum ¿estás conmigo? —susurró segundos antes de caer desmayada y sin fuerzas por la magia utilizada.

 

 

@@Aaron Black Yaxley

 

@Báleyr

Editado por Darla Potter Black
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