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Nigromancia


Báleyr
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Axel solo bajo los hombres y suspiro resignado, que había pasado debajo de esa mazmorra. El mago observo el cuerpo mutilado y en su cara apareció una media sonrisa, para dar media vuelta y abandonar el lugar arrastrando los pies, había sido una jornada dura y necesitaba tomar un buen baño.

 

Esa noche el danés no pudo dormir, en su mente no dejaba de vagar el rostro aquel joven hombre que yacía muerto sobre la mesa dentro de los aposentos del arcano Báleyr. Axel solo miraba la oscuridad de su habitación y miraba de vez en cuando el reloj al lado de su cama, las horas transcurrían lentamente, la noche aun no llegaba a su clímax y Axel no podía calmarse, las preguntas inundaban su cabeza, mientras el minutero de su reloj caminaba paulatinamente, faltaban unos minutos para que dieran las cuatro de la mañana.

 

Los ojos cerrados de aquel joven hombre y su cuerpo inerte, inundablemente habían abierto una sima en la mente de Axel Rexdemort, lo que obligaron al semidesnudo hombre a abandonar su cama e ir a su pequeño estudio, estaba seguro que tenía algún libro sobre anatomía en su colección de objetos muggles, que lo ayudaría a espabilar aquellos pensamientos tortuosos.

El hombre observo su reflejo en aquel sucio espejo, y miro el enorme tatuaje que atravesaba su pecho además de que llegaba hasta la cabeza. Había pasado la noche en vela leyendo ese libro francés de La Poule Noire sobre la vida de los vampiros. Se lavó la cara, los dientes, se vistió con lo primero que encontró, no se sentía cansado solo frustrado. Salió del callejón Diagón con dirección a Londres, sabía que podría algo de información en alguna biblioteca muggle sobre anatomía, al final de cuentas Axel era un tipo sorprendentemente testarudo, a veces enigmático y oscuramente horrible cuando algo se le clavaba como objetivo.

 

Sabía que Báleyr tendría algún libro de saberes arcanos o rituales mágicos, pero prefería ir un poco más instruido en el cuerpo humano, no quería repetir los sucesos de ayer. No tenía ningún grimorio que hablara sobre Necromancia, en serio era una rama de la magia muy oscura que los únicos libros que Axel tenía a su alcance omitían ese contenido tachándolo de prohibido.

 

Había llegado de nuevo a las mazmorras, donde el tuerto se encontraba y sintió un déjà vu, al volver a titubear delante de la puerta. Axel lucía un poco demacrado, pero se sentía en plena forma y estaba decidido. Coloco su tatuada mano derecha sobre el picaporte y movió con fuerza, para entrar lentamente a la oscura habitación.

 

El aroma ya no lo sorprendió y localizo al Arcano entre las sombras, el cual parecía muerto; Axel camino directo hacia el hombre e hizo una pequeña reverencia. – Maestro Báleyr. – hizo una pausa al ver como el anciano levantaba la cara y su único ojo se clavaba en él. – Quiero pedirle, que hoy me deje continuar con el cuerpo con el cual ayer trabaje, estoy seguro que puedo curarlo y con sus consejos podre encaminar a esa alma perdida de vuelta. – Sus palabras eran claras y su acento escandinavo fue muy notorio, el tatuado quería cerrar ese capítulo y estaba completamente seguro que podría ayudar a aquel joven muerto que había conocido el día de ayer en aquella húmeda habitación.

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Báleyr había sacado los dos cuerpos de la mazmorra, pues la siguiente clase para Rexdemort no se llevaría a cabo allí. Apenas la puerta se abrió y Axel ingresó en la estancia, el anciano clavó su ojo en él y lo escuchó hablar. Parecía más seguro de lo que se había mostrado el día anterior aunque se lo notaba cansado y un poco tenso. La partida de Lyra había hecho mella en él por lo que no le sorprendió escuchar la petición del muchacho.

 

—Me sorprenden tus palabras, porque no trabajaremos aquí el día de hoy. Pero llevaré el cuerpo que mutilaste para que puedas hacerte cargo de él de forma apropiada— dijo.

 

No solía ser benevolente con sus alumnos pero sí era exigente y le sorprendía un poco que Axel se estuviera exigiendo así mismo. Quizás no era el muchacho asustadizo que había pensado en un principio, poco confiado de sus propias facultades. Báleyr bien podía pensar que Axel no iba a volver a presentarse a su clase luego del penoso día que había pasado, pero parecía que su decisión era más fuerte de lo que mostraba. Aún no descubría por completo las motivaciones de Rexdemort para optar por la Nigromancia, teniendo quizá otros Arcanos que con gusto soportarían sus errores y los corregirían con una sonrisa.

 

Le dio la espalda por un momento y tomó un Grimorio de arriba de una gastada mesita de madera redonda que tenía junto al sillón en el que solía sentarse a leer. Golpeó dos veces el bastón en el suelo y una grieta se abrió en medio de la mazmorra, de la que emanó una luz azulada titilante, bañando la estancia y sacando horribles sombras de los objetos alrededor de ellos. El Fulgura Nox era un hechizo conocido por todos los magos habilidosos como él, una grieta espacio tiempo que les permitía moverse a varios kilómetros de distancia (cual portal), viajar en el tiempo e, incluso abrir una puerta entre el mundo de los vivos y de los muertos. En esta ocasión, el Arcano sólo la utilizaría para trasladarse con Axel hacia la ubicación de su siguiente clase.

 

—Vamos— lo apresuró, indicándole con un brusco movimiento de cabeza que se metiera dentro del protal. Cuando Axel le hizo caso, él fue detrás.

 

Aparecieron en el cementerio de Ottery St. Catchpole, lugar que ya había usado para dar otra clase. En aquella ocasión no abriría aún el portal con las almas, sino que esperaría hasta que Axel recuperara el cuerpo. Con un golpe seco de su bastón en la tierra hizo aparecer una mesa de piedra pulida y, sobre ella, el cuerpo del muchacho que Axel había estado intentando "reparar", aunque no sólo se lo veía más muerto, sino que además el olor era intenso.

 

—Cura ese cuerpo y comenzaremos con lo difícil— dijo, tomando asiento en un banco de piedra a escasos metros de Axel.

 

El día recién había empezado y a pesar de que Báleyr prefería la noche, no le molestó el sol radiante de finales de primavera. Por el contrario, tal como la vez anterior, un halo de oscuridad los protegía, por lo que la temperatura dentro del cementerio no era tan elevada como afuera, como si allí hubiera un clima propio.

 

Mientras esperaba a que su pupilo terminara el trabajo que había comenzado, Báleyr dibujó con su bastón unos símbolos rúnicos en el suelo y otros tantos desconocidos para la media de los magos. Recitó unas palabras en un idioma desconocido (quizás noruego o finlandés) y la tierra emitió un suspiro, como si todo el lugar estuviera vivo de repente. El aire se impregnó con un aroma a rosas muy fuerte y un leve brillo comenzó a aparecer frente a la mesa de piedra.

 

—"Pues las almas en pena de este mundo son atraídas por lugares de muerte y pueden propinar muerte. Son controlables por nigromantes que conozcan el cántico adecuado. Pues las almas en pena son peligrosas. Pues no debes jugar con ellas. Pues estas no pueden volver a la vida". No olvides esas palabras, Axel— el ojo celeste del Arcano estaba fijo en el brillo que estaba comenzando a tomar forma de portal.

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El danés asentó con la cabeza, estaba agradecido con el Arcano de que le permitiera continuar al lado de aquel joven, algo tenían aquellos ojos que lo motivaban a continuar. Fue así como Axel Rexdemort sin dudarlo salto dentro de la grieta, sabía que la clase de aquel día requeriría más que la pasada.

 

En un instante abrió los ojos, cuando la luz solar golpeo su cara algo que lo desconcertó. Miro de arriba abajo, de izquierda a derecha, conocía aquel lugar el cementerio de Ottery a las afueras de la ciudad, Axel trago saliva al momento que escucho la primera orden del anciano hombre, lo difícil aun no comenzaba.

 

La piel blanca, el cabello negro y la gran herida en el pecho de aquel hombre. Axel intento guardar la serenidad al ver al joven cadáver sobre la mesa, habían pasado algunas horas y lucia peor, notándolo al acercarse. El tatuado se quitó su chaqueta de cuero y la coloco encima de una tumba, miro una vez más al arcano Báleyr y suspiro ignorando el potente aroma que desprendía aquel muchacho sobre la cama de piedra.

 

Saco de su chaqueta su varita y la coloco sobre su mano derecha como si de una pluma se tratase, Axel tenía una vaga idea de como continuar aquel “trabajo” sin llegar a ser una carnicería. Colocando una pequeña libreta al lado del cadáver.

 

El trabajo comenzó, Axel empezó a tratar aquella herida en el páncreas, los gusanos ya no se encontraban sobre el cadáver, pero aun así reviso detalladamente cada parte de la herida, no quería dejar nada mal. Una vez que estuvo seguro con la punta de su varita como si se tratara de una máquina de coser, marcaba la pauta con sus dedos sobre la piel y después con su varita intentando cerrar la herida que el mismo había provocado la clase pasada.

 

Las horas pasaban, Axel no sabía exactamente cuanto tiempo había transcurrido pero pudo notar que la sombra del sol se había movido, cuando finalmente termino de recorrer todo el corte con sus dedos y su varita, sus reiterados encantamientos parecían funcionar, la herida del torso parecía cesar pero no terminaba de cerrar por completo.

 

Con un pequeño paño empezó a limpiar el rostro del joven, usaba demasiada delicadeza y empeño, lo que menos quería lastimarlo más, la tarea podía parecer asquerosa pero Axel había tomado las precauciones necesarias, cuando termino de limpiar el rostro y después empezó a pasar sus dedos sobre el pecho del joven. Sus manos ya conocían el cuerpo de aquel hombre, apretando con firmeza pero sin marcar mucha fuerza Axel recorrió su pecho, bajo por su vientre y termino cerca de sus los muslos, palpando con sus yemas.

 

El Rexdemort levanto la mirada, el arcano seguía sumido en sus pensamientos cuando el joven saco de su chaqueta un par de bálsamos y algo de alcohol. – Ojala que sirva. – Susurro en danés cuando termino de limpiar el cadáver, la herida aun no cerraba por completo y era grande, había intentado por todos los medios curar aquel páncreas y había hecho todo lo que tenía a su alcancé. Cuando Axel se levantó de aquella mesa que tenía horas torturándolo con una sonrisa algo torcida, no sabía si estaba listo pero lo asumió cuando noto al Arcano.

 

Miro con sorpresa el cementerio, en un radio de un par de metros no entendía bien, pero al sentir aquel aroma un ápice de emoción se hizo presente.

 

-Almas en pena… - Repitió seguro de sus palabras y espero con calma el siguiente movimiento del maestro.

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El portal entre el mundo de los vivos y los muertos finalmente se abrió y Báleyr habló por encima del susurro de las cientas de miles de almas que albergaba aquel pequeño espacio.

 

—Cada alma posee una sintonía, un color, un aroma o como quieras llamarlo. Son distinguibles las unas de las otras, pero sólo para las manos y los sentidos más expertos, así que será algo que debemos cultivar en este aprendizaje que te brindaré— comenzó, rodeando la mesa de piedra con algunos renqueos, mientras se apoyaba en su bastón que hacía a la vez de vara.—Al principio no reconocerás las voces femeninas de las masculinas, las de los niños de las de los ancianos. Pero eso no debe preocuparte, sino aquellas voces que parezcan encajar demasiado bien en tus oídos—.

 

Puso una mano sobre la mesa de piedra donde se encontraba el cadáver ya casi recuperado por completo de las heridas que el mismo Axel le había hecho. Había creído que el día anterior el trabajo desprolijo del muchacho haría que aquello durase más tiempo pero no, había demostrado que podía comprometerse con el trabajo que realizaba y, finalmente, el cuerpo sin vida sobre la mesa tenía mejor aspecto.

 

—Como te he dicho, las almas en pena son peligrosas y son con las que no debes toparte al hacer este trabajo. Habrá muchas almas que te ruegan volver, otras que te alejarán porque no desean abandonar la comodidad de su actual situación y es ahí donde debes usar el sentido común: ¿traerías a un ser querido de vuelta a la vida aunque te rogase que no lo hicieras? ¿Pondrías tu propio egoísmo por encima de su bienestar? Como he dicho, los nigromantes somos egoístas— y era algo en lo que El Tuerto no quería entrar en detalle.—Lo más difícil vendrá al comienzo. Primero, deberás introducirte en el portal y localizar el alma que corresponde al muchacho que yace sobre la mesa de piedra, no será una tarea sencilla pero debes empezar por algún lado— lo miró con dureza en su siniestro ojo celeste.—Luego de que lo localices, deberás convencerlo de volver y es ahí donde comenzará lo más complicado de este asunto—.

 

—¿Recuerdas que ante te dije que las almas son las que recuperan al cuerpo y pedí que no dañaran el cadáver? Eso es porque las almas pueden regenerarlo, devolverlo a la vida ya que son ellas, en esencia, lo que le dan la "actividad" al cuerpo. Los cuerpo sin alma se llaman Inferi y no son más que cadáveres inanimados que se mueven como marionetas de la voluntad del Nigromante. No son un gran desafío. El verdadero reto es devolver un alma a un cuerpo dañado y esperar a que lo repare sin huír, porque las almas sufren cuando deben reponer algo que está roto—y él lo comprobaría cuando viera la forma en que el cuerpo se iba a retorcer y gritar mientras el alma regeneraba los daños que Axel no hubiera podido reparar.—¿Estás listo? Sólo necesitas moverte dentro del portal para comenzar con tu trabajo—.

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El danés saco un poco la lengua, miro el cadáver, después al Arcano finalmente al portal, y repitió esto último un par de veces, estaba impaciente sí, pero aún tenía dudas, como distinguir el alma de una persona, como saber cual era un alma en pena. Báleyr ya lo había mencionado antes. Axel dudo por un segundo.

 

Trago algo de saliva y miro el cadáver, el joven hombre descansaba desnudo en aquella mesa de piedra. ¿Qué edad tenia? Axel analizo su cuerpo sabía que su páncreas había sido el causante de su muerte, por eso fue el primero en descomponerse.

Había sido una infección lo que había causado que aquel joven hombre, apuesto con buen cuerpo, terminara en las manos del Rexdemort como si se tratase de una muñeca vieja la cual el tatuado solo reparo. Pero era Axel realmente capaz de regresarlo al mundo de los vivos. No dudaba que su futuro fuera brillante. Axel suspiro y miro finalmente el ojo del Arcano, lo que lo impulso a dar un paso hacia adelante.

 

Te traeré un regalo pal. – Sonrió Axel dirigiéndose al inmóvil cadáver, para hacer un gesto con la mano derecha, en señal de despedida al Arcano, cuando camino decidido al portal.

 

Abrió los ojos lentamente. - ¿El cementerio de Ottery? – Exclamo Axel sorprendido. – Sigo aquí. – Mirando el lugar, las antiguas tumbas de piedra seguían allí, el hombre volteo inmediatamente.

 

- Arcano…. – Dijo terminando en silencio, el anciano no estaba, ni el cuerpo, ni siquiera su chaqueta, estaba completamente solo dentro del cementerio, el cual comenzaba a oscurecerse.

 

- ¿Qué quieres aquí? Largo. – Axel volvió a mirar a su alrededor, de donde venían aquella voz. – Demonios. – Dijo en el momento en el que detubo su mano en seco, Axel tenía la manía de despeinar su cabello cuando no sabía que hacer, pero en ese momento se congelo, había pasado horas con las manos dentro de un cadáver no se ensuciaría el pelo. Y observo sus manos. quedando en completo silencio.

 

Miro la derecha, miro la izquierda, se llevó la mano a la nuca y a la sien. Ni una gota de sangre, ni una gota de sudor. – Lárgate intruso. – Aquella voz lo hizo volver a concentrarse en el lugar, ya no se encontraba en el cementerio, aunque lucia como tal.

Busco un hombre. – Axel grito pero el lugar seguía solo. – ¡Busco a un hombre!- Volvió a gritar, empezando a caminar entre las tumbas y continúo gritando cada vez más fuerte. – ¡Busco a un hombre! ¿HEJ?... ¿HOLA?.....¡Der søger en mand! –

 

No sabía cuanto tiempo había transcurrido, pero el cementerio seguía solo y los gritos de Axel hacían eco sobre el cementerio. El hombre llevo sus manos sobre sus ojos y bajo el rostro, Báleyr no dijo nada sobre ese lugar. – Diablos, ¿Dónde estás? –

 

- Largo. – La voz parecía más clara, era acaso una mujer, Axel levanto la mirada y los ojos negros de una mujer lo miraban directamente enfrente de él.

 

Treinta, quizás treinta y cinco, la mujer era joven, su piel morena y sus gruesos labios, una mujer muy bella - No perteneces aquí, lárgate. – La mujer dijo con serenidad. – Estoy buscando a un hombre y no me iré de aquí. – Axel respondió sintiendo la garganta algo seca.

 

- Entonces, Llévame a mí. – La mujer hablo y su voz sonó fuerte dentro de la cabeza del tatuado.

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Rexdemort atravesó el portal con algunas dudas. Báleyr se lo quedó mirando mientras la mente del mago iba directo hacia la fisura pero su cuerpo quedaba atrás, parado frente al portal, inamovible. Uno no podía doblar su cuerpo para entrar dentro del "más allá", sólo podía doblar su mente, su voluntad y su alma para hacerlo, lo que hacía que quedaran gravemente expuestos a los ataques de las almas en pena. Aún así, no dudaba de la capacidad del mago para seguir sus instrucciones y estaba dispuesto a ir detrás de él si veía que las cosas se complicaban.

 

Oyó las voces que le decían a Axel que se alejara pero ya le había comentado sobre aquellos que le advertirían, los que querrían usarlo como medio para volver al mundo de los vivos y los que lo repudiarían por intentar llevarse un alma con él. Debía encontrar su fortaleza interior, la magia de la nigromancia oculta dentro de él y llevarla hasta quien él quisiera devolver a la vida.

 

—Uhm— musitó el anciano, mientras esperaba con paciencia a que el muchacho avanzara.

 

Por otro parte, su mente estaba también con su aprendiz, Cissy, quien aún no había tomado la prueba del portal pero estaba lista para ello, esperando ansiosa a que Axel concluyera con su prueba así podría llevarla a cabo. No era propio de él hacer esperar a sus aspirantes pero la perfección requería tiempo y esmero y él se los ofrecería sólo para verlos triunfar. Jamás se había sentido orgulloso de un estudiante, prefería no pensar en que sus fracasos iban a ser los de él y que por tal motivo iba a sufrir. Simplemente se limitaba a seguirlos de cerca, sabiendo que ellos quizás, podrían ser algún día como él.

 

Sacó de entre sus ropas el Grimorio de donde había sacado la cita que le había dicho a Axel sobre las almas y lo abrió, leyendo en voz baja y apenas nombrando las palabras mágicas que había en él. Estaría listo si algo sucedía dentro de la fisura.

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Era la primera vez que recorría aquellos pasillos en calidad de estudiante, también era la primera vez que iba a ver a un arcano, por lo que su curiosidad y sus expectativas sobre las siguientes horas estaban a tope. Había tanto que quería pregunta y aprender sobre el “último enemigo a vencer” y quizás cuando llegara el momento enmudecería, pero estaba determinada hacerse de la habilidad así que la única manera era ir en pos de Báleyr su mentor.

 

Su cuñada Sagitas le había dicho que su vivienda estaba al final del ala, aislada de todo lo demás, así que pasados cuarenta minutos, la Lockhart se encontraba parada frente a una puerta de madera oscura, con el cabello suelto cayendo cual cascada sobres sus hombros y espalda, que estaban cubiertos con una túnica celeste abierta, bajo la que se veían una blusa de algodón blanco y un jeans azul noche, prendas tan cómodas como las zapatillas deportivas que calzaban sus pies.

 

Soltó el aire y con ello un poco de tensión antes de abrir la puerta y encontrarse con una estancia, insulsa para su gusto a no ser por los libros de lomos desgastados que indican muchas horas de consulta o el paso del tiempo haciéndolos milenarios como se comenta que son los arcanos. Las orbes celestes de la bruja deambularon por el espacio tropezando con los muebles, el hueco donde percibió el marco de un espejo, pues le pareció imposible que no reflejara nada y finalmente una puerta, ¿Qué habrá detrás? se pregunto, su espíritu aventurero le susurro “Hay que abrirla” más su cordura le grito “ten cuidado”, ante ambas sugerencia “Belisama” su varita mágica se materializo en su mano derecha.

 

Le parecía increíble que nadie la estuviera esperando, que no hubiera un pergamino o una instrucción que seguir, su mente se burlo de ella al recordarle “No es la academia niñita y no son profesores, sino arcanos, seres ve tu a saber de dónde y con qué mañas”, era cierto, además esto no era una fiesta o una invitación a un tour.

 

--Hola ¿Arcano Báleyr?-- dijo usando el hechizo espansor de voz, para que pudiera escucharla donde quiera que se encontrara. A ver si no empezaba con el pie izquierdo.

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El cuerpo desnudo de aquella mujer resaltaba entre las tumbas, la atmosfera era pesada. Axel no conocía bien la belleza, el terror y el misterio de aquel reino oscuro en el que solo algunos soñadores se atrevían a imaginar y el cual era la prueba para los Nigromantes, un lugar tan extraordinario donde habitaban las almas después de la muerte.

 

El tatuado enmudeció instantáneamente ante las palabras de aquella morena mujer, pero por mucho que el anciano Báleyr le hubiese advertido, la tentación era grande acaso Axel osaría ignorar las recomendaciones del tuerto.

 

Los penetrantes ojos negros de aquella mujer miraban directamente al mago, un fantasma, un espectro, Axel no podía responderse aquella pregunta. – No puedo. – Su voz temblo un poco, y Axel volvió a tragar saliva. – Mi maestro me dijo…-

 

- ¡Dejalo en paz! - Sus palabras callaron bruscamente, la mujer había desaparecido. -¿Almas en pena? – Susurro para si mismo llevando sus manos sobre su rostro, se sentía cansado, la noche en vela ya le estaba cobrando factura y el silencio espectral de aquel lugar lo estaba poniendo nervioso. ¿Quién había ahuyentado a aquella mujer de color?

 

-¿Buscas a Andreas? – Una nueva voz llamo su atención, Axel levanto la mirada, pero no había nadie, que tipo de lugar era aquel dentro del portal. – Andreas observo todo, no le interesa saber nada de ti.- La voz cada vez sonaba más familiar, Axel continuaba buscando la fuente de aquel sonido. – Profanaste su tumba, trasgrediste su cuerpo y ahora quieres quebrantar su alma, Axel Rexdemort eres un ser despreciable. –

 

- ¿Gabrielle? – Dijo con voz trepidante. ¿Aquella era la voz de su esposa que habia fallecido varios años atrás? – Las almas pueden llegar a permanecer al lado de sus cuerpos por algún tiempo, con la esperanza de cruzar el limbo entre la vida y la muerte.

 

-¿Eres tu Gabrielle? – Axel volvió a preguntar. – Andreas está aquí, pero no podrás convencerlo, Los que han ido más allá, rara vez han regresado. – La voz empezó a consumirse mientras el Rexdemort camino sobre las tumbas, hasta encontrar una tumba de piedra rosada en la cual el nombre del propietario se encontraba tachado.

 

-No soy despreciable. – Susurró el danés, arrodillándose en la tumba, se encontraba muy cansado y el aliento empezaba a faltarle. Aquel mórbido museo de lapidas, calaveras y detalles de piedra lo estaba volviendo loco, cuando noto un rostro familiar el que lo observaba detrás de aquella tumba rosada.

 

-¿Te conozco? – Pregunto Axel, mirando a la figura etérea. La afilada nariz, la mandíbula pronunciada, el cabello negro. Axel conocía a ese hombre.

 

-Axel Rexdemort, eres un ser despreciable. – Grito aquel ente, su voz irradiaba molestia. El mago miro sus propias manos, clavando sus ojos primero en su mano derecha donde leyó LIFE y después a la izquierda para leer DEATH. Levanto la mirada hacia aquel ser, claro que lo conocía; El Rexdemort había pasado dos días conviviendo con él,

 

Andreas estaba parado enfrente de Axel y ya no estaba con los ojos cerrados y el abdomen abierto. - ¿Te encontré? – Suspiró el danés.

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Báley tomó a Axel por su hombro y tiró de él hasta sacar su voluntad, su mente y su alma del portal y transportarlo al ahora. La mirada del anciano, de un único ojo celeste pálido, estaba clavada firmemente en el rostro de su aprendiz, además de que sus labios estaban fruncidos en una mueca de desprecio y enojo que nunca antes le había visto.

 

—Ten cuidado con las almas en pena, Rexdemort— gruñó, mientras lo soltaba para que el joven mago recobrara el aliento y, con un movimiento de su bastón, cerraba el portal entre los mundos.—Volverás aquí todos los días y repetirás este proceso hasta convencer al joven Andreas de que regrese a su cuerpo. Algo que, como habrás visto, no es algo sencillo de hacer. Quizá la próxima vez puedas evitar las almas poco deseadas— su intención no era regañar a Axel, no al menos tanto como lo estaba haciendo. Pero de no haber sacado al chico de allí, el alma de Andreas se hubiera puesto violenta.

 

—Si tu alma recibe algún daño en el portal, tu cuerpo también lo recibirá y no dudes en que no podrás regresar a un cuerpo dañado si tu alma también lo está— le explicó, aún con el grimorio en la mano.— No me has preguntado nada sobre los horrocruxes o las almas fragmentadas, siquiera si todas las almas pueden volver a sus cuerpos. De ser así, ¿por qué los nigromantes no regresan a todos los que han muerto? Aprenderemos de esos peligros mañana. El cuerpo de Andreas estará aquí y también el porta, así que ven preparado para trabajar—.

 

Báleyr se dio la vuelta para retirarse del cementerio, asegurándose de guardar entre sus ropas el viejo grimorio.

 

****

 

Salió del Fulgura Nox justo a las espaldas de una joven rubia de cabello largo que parecía estar deambulando por su mazmorra. ¿Acaso los magos ya no tocaban a la puerta?

 

—No hace falta que grite, la escucho perfectamente—gruñó El Tuerto, sabiendo que su voz profunda sobresaltaría a la despistada mujer. Disfrutaba aquello más de lo que parecía, aunque ninguna expresión de su rostro lo delató.— ¿Has venido a aprender el oscuro y terrible arte de la nigromancia?— preguntó, examinándola.—No pareces la clase de bruja que se ensucia las manos. ¿Cómo es tu nombre? Y sólo tu nombre, joven, no me interesa de dónde vienes o quienes son tus padres, tampoco tus títulos o posesiones— el viejo rengueó hasta el sillón que había allí y se sentó en él, sin ofrecerle asiento o bebida a la recién llegada intrusa.

 

Los cadáveres no estaban allí, así que la mazmorra no olía tan mal como solía. Las antorchas estaban encendidas, como era de esperarse e iluminaban algunos muebles del lugar lanzando oscuras formas en las paredes, el techo y el suelo.

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Axel despertó inmediatamente, al caer de bruces contra el frio suelo de piedra. Abrió los ojos; había dejado la brecha humeante dentro de aquel portal cediendo de este modo a todo lo que había conquistado allí dentro. Miro a su alrededor, el cementerio seguía intacto y Báleyr detrás de él.

 

- Arcano. – Suspiró el danés mirándolo hacia arriba desde el suelo, para levantarse aún estaba algo confundido, vislumbrando cuando el portal era cerrado. Escuchando con atención al hombre.

 

Miro sus manos y después miro el cuerpo inerte de Andreas en la mesa entre las tumbas, era obvio que no seria una tarea fácil convencer a aquel joven de que el solo quería ayudar, ya lo había mencionado aquella familiar voz dentro de esa galería de almas, como confiar en un hombre que había mutilado su cuerpo. Axel solo suspiro, entendiendo los peligros de los que el tuerto hablaba, un alma molesta agradeció mentalmente al anciano que lo hubiese sacado en ese momento, fue demasiado arriesgado y peligroso aquel vertiginoso viaje.

 

Levanto la mirada y susurro un – Entendido.- en danés cuando el Arcano le dijo que estarían yendo un par de días más a intentar convencer a aquella alma de regresar a ese recipiente, Axel estaba un poco decepcionado pero no podía darse por vencido y mucho menos con el tiempo pisándole los talones, no quería volver a abrir aquel cuerpo; pero escuchaba con atención al Arcano, era tan peligroso como él lo describiría. Axel bajo la mirada de nuevo y suspiro resignado.

 

- Almas Fragmentadas. – Volvió a enfocarse en el anciano el cual tomaba sus cosas para retirarse. Axel aun sentía que le faltaba conocer muchos secretos de las almas. - Gracias por la ayuda. – Sonriendo un poco, aunque sus palabras desaparecieron con el aire, el Arcano había desaparecido.

 

El muchacho tomo su chaqueta y se dirigió al Ministerio de Magia, en función de Warlock podría entrar al departamento de misterios sin llamar la atención y robar algún grimorio prohibido, necesitaba estar preparado para el día siguiente, Axel quería aprender a abrir el portal por sí mismo y convencer a la joven alma.

 

EL día siguiente Axel estaba de nuevo en el cementerio, continuaba leyendo aquel pesado y viejo libro que había hurtado la noche anterior, en esta ocasión no fallaría, en traer de regreso al hombre.

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