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Oclumancia


Aailyah Sauda
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A pesar de que la Arcana no podía saber literalmente en qué había pensado, qué fue lo que ocasionó el brusco cambio de Elros, sí podía sentir el torrente de sentimientos. De momento, se sentía capaz de describirlo, pero con su experiencia y sabiduría se le ocurría algo que pudo haberlo ocasionado: epifanía. Como las personas de si tribu, Aaliyah creía en ellas y quizás en algún momento experimentó una (en un momento, llegó a pensar que la llegada de su maestra fue eso, una revelación), y también estaba segura e que eran importantes. Si acaso lo había llegado a olvidar, ahí estaba él, un joven que apenas había vivido una quinta parte de lo que Sauda, y que mostraba un brusco cambio de actitud, siendo incluso de dejar de lado el ego de la juventud. Se despidió de él con un gesto de la cabeza y una sonrisa imposible de descifrar (con certeza y razón), como todo en ella.

 

—Te esperaré en mi estancia en la Universidad —alcanza a decirle, antes de que el muchacho se eche a correr entre la vegetación—. No estamos muy lejos.

 

Mientras decía eso, leía un pergamino que una lechuza, ahora posada en las ramas del árbol donde había estado sentada, le había dejado tomar. Incluso antes de leerlo, sin ser Vidente, sabía de quién era. Los únicos que se comunicaban así con ella, los únicos de fuera que se comunicaban con ella, eran los directores de la Universidad. Y la mayoría de las veces, traían la misma noticia: más aprendices. Le reconfortaba el ver que más personas buscaban la Oclumancia. Sauda, aunque estaba viviendo una etapa muy feliz y fructífera, sabía muy bien que no le quedaba mucho tiempo, y lo que más ansiaba era poder esparcir sus conocimientos cuales semillas, esperando que por lo menos una se transformara en una bella y fresca planta. Y, quizás, llegar a encontrar a alguien que tuviera sus capacidades mágicas, o incluso unas todavía mayores... llegar a encontrar a alguien de digno de ser su sucesor.

 

Una vez que terminó de leer los nombres, que de momento no significaban nada para ella, dobló con cuidado la carta y la guardó en un pliegue de su improvisada túnica de kanga. Casi inconscientemente, como una actividad en segundo plano, había estado manteniendo la conexión mental con Thomas, no para penetrar en su mente como hacían los Legilimantes, sino para implantar pensamientos e ilusiones no tan fuertes como para volverlo loco, pero sí como para que se tuviese que esforzar por mantener su barrera mental.

 

Con la vara de cristal, sin mucho esfuerzo, abrió una abertura en la realidad. No podía ver más allá del Portal, pero sabía muy bien lo que la esperaba. Esa era magia antigua, oscura, delicada... y, sin embargo, sabía que ahora muchas personas en Inglaterra, gracias a su Ministerio de Magia, podían usarla, teniendo de maestros no a los dueños de ella sino a sus ladrones. A pesar de que no los odiaba, pues Sauda no odiaba a nadie (y hace mucho que había dejado de odiarse a sí misma), sí sentía cierto recelo. Nunca había sido fanática de la forma de ellos de hacerse con el conocimiento, y la sed de ello no lo justificaba. Sin embargo, así eran las cosas y en algún momento todos tendrían que dejar de lado las diferencias; en algún momento, incluso,tendrían que trabajar juntos.

 

Sauda, sin dejar de cavilar al respecto, pasó una pierna a través del portal, luego la cabeza, el torso, y finalmente la otra pierna. Tras ella, la abertura se cerró silenciosamente, sin ocasionar daños en la realidad.

 

Justo en el momento en que se encontró en su pequeño despacho, un salón amplio, luminoso y con macetas flotantes donde crecían sus bien cuidadas plantas, escuchó los golpes en las altas puertas de madera de roble. La voz se identificó como la de Cye Lockhart, uno de los nombres que había leído apenas unos momentos atrás. Aaliyah se detuvo durante un momento a pensar en la increíble rapidez con la que había llegado, para luego caminar con parsimonia y abrir la puerta.

 

La mujer joven que observó frente a ella era muy pálida, con el cabello del color del maíz y ropa delicada y de colores puros. Y la mujer joven que Cye a su vez observaría, como se imaginó y aseguró Sauda, tenía una piel oscura y cálida, con el cabello seguramente negro cubierto con un turbante de kanga, y el vestido del mismo material y colores chillones. Para ambas, la otra tenía una belleza exótica, muy diferente de lo que habían visto durante los años más importantes del crecimiento, en donde inconscientemente habían aprendido qué era lo normal. Pues, aunque la arcana tenía ya medio siglo en su labor, todavía se sentía extranjera.

 

—¿Y eso por qué, joven Cye? —le preguntó la anciana, con la voz débil y temblorosa por la edad, pero sabía que para la muchacha sonaría joven y jovial, acorde con la imagen que veía. Todavía la arcana no se apartaba para dejarla entrar a sus aposentos.

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Transcurrieron un par de segundos en los que sus nudillos se detuvieron a escasos centímetros del roble del que estaba hecha la alta puerta y luego sin escuchar pasos de pesado calzado, como sí quien estuviera del otro lado no caminara sino flotara, la puerta se abrió. Las orbes celestes de la rubia se posaron en las facciones de Sauda, escrutándola con avidez, no quería ser grosera al observarla y sin embargo era incapaz de dejar de mirarla; aquella piel, aquellos ropajes, la trasladaban a sitios que había soñado visitar pero que aun no conocía, si aquella primera impresión era el preámbulo de lo que la arcana guarda en su interior, entonces sería una clase fascinante.

 

Fascinante, si, y no lo decía por la joven apariencia de su figura y su voz, de la que no estaba segura, luego que el fugaz recuerdo de las palabras del maestro de nigromancia le sugirieran que todos los arcanos eran centenarios, no, su fascinación provenía de la fuerza que percibía en las convicciones que aun no expresaba Sauda, de la energía que emanaba de todo su ser y que Cye al ser una fiel practicante de los secretos de su raza sacerdotal podía más que ver, sentir y vibrar en sintonía con ella.

 

Esa mujer parada frente a ella, seria de ahora en más su mentora y juraba de forma silenciosa con la leve venia que ahora le prodigaba que pondría todo de su parte para entender los secretos de la Oclumancia. En medio de aquel hilo de pensamientos las palabras de la centenaria se perdieron, mientras su corazón latía apresuradamente, segura de que todo carecía de importancia a partir de ese momento, como si una barrera invisible se levantara para desdibujar el mundo fuera de esos pocos metros en los que estaban paradas las dos, solo... Eirian hizo que su corazón se detuviera por un momento, si su pequeño bebe recién nacido, el que había dejado en casa a cargo de su elfina, la misma criatura que la había criado a ella y con su padre, un mago capaz, inteligente valeroso y único… entonces una sonrisa apareció en sus labios, y desde lo más profundo de su ser un calorcillo la invadió, esa justamente siempre había sido la diferencia, el amor, el amor recibido y aprendido de su padre, de su abuelo, de y a su esposo, a sus hijos y nietos, a la naturaleza y a la vida misma, ¿Como no dar cuando se ha recibido tanto y a manos llenas?

 

Otro pensamiento la rompió el silencio cuando sus labios pronunciaron -- @@Bodrik -- la niña de sus ojos, su primera nieta y fiel Lockhart, ella iba a adquirir la habilidad junto con Cye, lo habían planeado en un intento por pasar más tiempo juntas, por vivir momentos que las uniera más, si es que eso era posible, pero no la veía, no había llegado, a menos que estuviera dentro y ya hubiera comenzado su proceso de aprendizaje y esas fuera la razón por la que la arcana no le invitaba a pasar.

 

--¿Por qué?-- no entendía, se había perdido en su propia mente y la respuesta que esperaba Aailyah no parecía brotar de los labios de Cye, hizo un esfuerzo dibujando los motivos de aquella pregunta que podían ser tantos: porque se quedaba callada, porque tomaba la clase, porque mencionaba a Bodrik, porque se preocupaba por su bebecito Eirian y por Ezra su hijo de tres añitos que recién había sido dejado a las puertas del castillo Lockhart y que desde el momento en que lo sostuvo en brazos su corazón lo declaro Lockhart a pesar del gran misterio que lo envolvía, o porque quería que fuera su mentora, bajo la mirada que se había perdido en los vibrantes colores del turbante a los ojos de la arcaba ¿Acaso había invadido su mente ya...? Negó con la cabeza y una barrera mental se levanto, como sacerdotisa había aprendido a erigirla, la había practicado infinidad de veces con la ayuda de la meditación, el viaje astral y el retiro voluntario hacia la aparente soledad de la naturaleza, que desde luego era un mito, porque allí nunca se estaba sola. Pero ¿era lo suficientemente fuerte como para mantener a Aailyah a distancia? Eso pronto lo sabría, de lo que si podía estar segura la mentora era de la convicción y determinación de su estudiante.

 

@@Aailyah Sauda

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Siempre se había caracterizado por su curiosidad a la hora de aprender y pese a su poca experiencia en ciertos campos de la magia, la joven fenixiana tenía un plan con respecto a dichos conocimientos y el primero de ellos sin duda seria Oclumacia pues no solo era útil para evitar que alguien leyera su mente fácilmente, también era un complemento perfecto para la enseñanza que estaba recibiendo de los guerreros Uzza. Como fenixiana estaba dispuesta a adquirir cierto nivel cognitivo y habilidades mágicas y por supuesto había otras que se salían de sus ideales.

 

Se arregló temprano intentando llegar a tiempo pues tenía entendido que la Arcano encargada del curso era bastante estricta al impartir sus clases y lo último que deseaba la adolescente era enfadarla igual que había sucedido con Budru el guerrero que hizo la vida imposible en el estudio de la magia druida, un verdadero reto para la fenixiana que había tenido que cursar dos veces debido a su maestro enojado.

 

Decidió usar unos Jeans no tan ajustados, una blusa de color negro ceñida a su delicada figura pero cómoda y con un pequeño adorno de una mariposa rosa al lado superior izquierdo, tenis converse. Su cabello lucia suelto y adornado con una cinta de color rosa atada con delicadeza. Por otro lado, no estaba maquillada.

 

Media hora antes del inicio del curso, la voz de su abuela Cye le alertó acerca del poco tiempo del que disponía y después de lograr acomodar su kit médico, la joven bruja se despidió de Martelac su elfo dando instrucciones acerca del cuidado de su perrito que últimamente estaba destrozando algunas flores del jardín que Cye cuidaba con tanto esmero- Si no lo controlas terminare metida en problemas cuando mi abuela descubra los estragos.

 

Bajó afanosamente las escaleras del castillo esperando que la rubia no hubiera decidido partir sin ella, pero fue una decepción encontrar que la matriarca ya se había marchado de allí y que lo más seguro es que ella volvería a llegar tarde a una clase en la universidad – ay no, otra que me odiara- se dijo a sí misma y tal como le había indicado Jobs decidió usar el mismo medio de transporte usado por la rubia y después de lanar algunos polvos flu se dispuso a viajar a la universidad mágica.

 

Siguiendo algunas indicaciones que uno de los conserjes de la institución, y gracias a la suerte que seguramente Merlín le bridaba a los magos y brujas desamparados, la joven pelinegra consiguió dar con el sitio de reunión y a la hora apropiada, pues según decía el listado que encontró pegado en el tablero informativo, la reunión estaba programada a las 8 pm y aun que daban unos minutos, pero al llegar a la puerta de entrada no encontró a nadie ahí.

 

Al encontrar a su abuela esperando que se le permitieran la entrada al recinto y tal vez por instinto decidió saludar - ¿es esta la clase de la Arcana Sauda? – Preguntó – Soy Bodrik Lockhart y estoy inscrita en su clase.- estaba un poco nerviosa.

Editado por Bodrik
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-¡De acuerdo!- vociferó el Gryffindor tras escuchar la última indicación de la Arcana, la cual decía relación con el próximo punto de encuentro de ambos en su estancia dentro de la Universidad británica. Ésas fueron las únicas palabras que el chico dedicó a su maestra, ya que su mente se dispuso a trabajar "codo a codo" con la fuerza natural e innata que brotaba por sus poros; energía que le serviría para conformar una barrera psíquica que impediría que los obstáculos le arrebatasen la misión que Aailyah le había encomendado como aprendiz. Poco a poco el adolescente se fue introduciendo, una vez más, en la frondosidad del bosque; sin limitaciones, sin miedo ni titubear que diera lugar al fracaso, pues el fenixiano quería salir victorioso de su revancha. Los mooncalfs se mantenían igualmente danzando a la luz de la luna llena, y las hadas revoloteaban por el firmamento dejando caer un fino polvo brillante que resplancedía con los rayos del astro de la noche; pero también pudo distinguir el sonido de una bandada de diricawls que corría alrededor de un manantial, desapareciendo en un estallido de plumas al ser incapaces de volar con sus propias alas. <<Grandiosa propiedad tienen estos pájaros... Nadie pensaría que el vasto mecanismo de aparición que usamos fue inspirado en ellos... y yo que odio esa sensación>> pensó Elros, sintiendo aquella punzada en su estómago, igual a ésa que percibe al momento de aterrizar de una aparición forzada. -¿No es ése un sauce boxeador? Vaya... no veía uno desde que era estudiante en Hogwarts- exclamó en voz baja para no llamar la atención de las criaturas que permanecían ahí; deleitándose con aquella especie vegetal que nunca pudo tocar en el colegio por miedo a salir lastimado de muy mala manera, peor que aquellas veces donde cayó volando en escoba cuando ensayaba para su ingreso como guardián con los experimentados en Quidditch de la casa de Hufflepuff.


El veinteañero lo estaba logrando; no había nada que interfiriese otra vez con sus designios, su mente se estaba volviendo tan poderosa como cuando empleaba la Legilimancia o cuando se abría en un mundo de posibilidades con la Videncia. Solamente sentía unos pequeños "pinchazos" en su sien, acompañados de imágenes de tristeza y melancolía que le hacían recordar parte de su pasado, de su motivo para haber viajado en el tiempo. Muerte, desolación, venganza, desconfianza, y sed de poder; eran parte de aquel repertorio musical, pero Thomas no hizo caso de sus revelaciones, sino que a través de una voluntad divina logró concentrarse como nunca antes lo había hecho... su barrera mental estaba levantada con firmeza como una fortaleza impenetrable. Fue en eso que, tras ver a un ejemplar de graphorn adulto junto a su cría; el patriarca de los Granger recordó que debía acudir con Sauda para comentarle todo lo vivenciado, por lo que fugazmente se montó en su alfombra voladora (luego de extraerla de su bolso con hechizo de expansión indetectable) rumbo a los territorios académicos formales de la institución londinense. Al arribar a la Universidad; el pelirrojo ascendió en su alfombra hasta los ventanales del despacho de Saka, y luego de analizar una serie de macetas flotantes con plantas a través del vidrio, se decidió a golpear con sutileza para no ser grosero ni interrumpir a la tanzana, porque tal parecía ser que no se hallaba sola. <<¿Quién más tocó?>> se preguntó curioso al escuchar otro sonido; pero proveniente de la puerta de entrada, y no de la ventana que era el lugar por donde pretendía ingresar Elros al aula.

Editado por Thomas E. Gryffindor
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  • 2 semanas más tarde...

Aaliyah sonrió, compasiva, aunque en su rostro era imposible saber qué pasaba por su cabeza. Sabía que no había formulado correctamente su pregunta, por lo menos no como para que Cye entendiera qué era lo que quería saber (sin tener que invadir sus pensamientos, o prestar atención a sus emociones); el error, era sólo suyo. Sin embargo, le sorprendía la forma en que la mujer había reaccionado, cerrando su mente con tanta fuerza que la arcana estuvo segura de sentir cómo se levantaban las murallas, dentro de aquella cabeza plateada. Notaba que tenía práctica, aunque el que estuviera allí con tanta determinación y seguridad le decía que estaba abierta a perfeccionar su técnica y aprender nuevas cosas.

 

Sin embargo, antes de que pudiera explicarle a Cye qué era lo que quería saber, advirtió que tras ella aparecía alguien más. Se trataba de una muchacha muy joven, y la arcana percibió en ella cierto nerviosismo. ¿Acaso era inseguridad? Todavía no podría decirlo, pero a medida que charlara con ambas, lo averiguaría, así como si la convicción de la otra era genuina.

 

—Sí, esta es la "clase" de la arcana Aaliyah Sauda —musitó la arcana, haciéndose a un lado para dejar pasar a ambas brujas. A esas alturas, no entendía por qué las personas se empeñaban en llamar a su orientación una clase, como si ella los fuese a sentar a todos frente a una pizarra y les fuese a colocar un número en la frente, que supuestamente representaría su habilidad. Sauda se consideraba a sí misma una ayuda, una orientadora, una consejera. Si alguien diría si eran dignos de hacerse llamar Oclumantes, sería el Portal—. Pero pueden decirme Saka.

 

>>En primer lugar, quiero saber por qué están aquí. ¿Por qué debería ayudarles a dominar la Oclumancia?

 

Mientras hablaba, la arcana caminaba con parsimonia un cojín colocado sobre el suelo. Se sentó con delicadeza, con las piernas cruzadas, e hizo un gesto para que ambas brujas tomaran asiento frente a ella, de modo que formaran una especie de círculo. Antes de que alguien más hablara, escucharon unos golpecitos, pero no provenían de la puerta sino de una de las ventanas. La arcana y las brujas observaron, sorprendidas, a un joven mago flotando al otro lado de los cristales. Era Elros.

 

—Pasa adelante —le dijo Sauda, con calma. No le parecía que el muchacho necesitara ayuda, así que permaneció sentada, aprovechando de descansar los cansados pies—. Quiero saber cómo te fue —añadió con una sonrisa, esperando que el muchacho hubiera sido capaz de evitar sus propias trampas.

Editado por Aailyah Sauda
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En cuanto oyó el beneplácito de la Arcana para ingresar a su despacho universitario; Elros extrajo sutilmente su varita de pirul entre sus túnicas y, con un gesto ágil como si de rasgar el aire se tratase, desvaneció el vidrio del ventanal que lo separaba de la figura de su mentora. -Gracias Aailyah- exclamó con una sonrisa luego de saltar desde su alfombra voladora proveniente de Asia; aterrizando en el piso a través de un único golpe de pies que hizo retumbar las macetas de plantas que yacían en variados estantes coloridos adentro de la habitación. -Espero que no haya tenido que esperar mu...- fue lo que alcanzó a pronunciar el Gryffindor; debido a que tan pronto su apuesta y jovial figura emergió detrás de una especie de biombo africano, sus expresivas perlas verdosas se cruzaron con dos mujeres que reconoció al instante, no pudiendo evitar alegrarse como un niño de kindergarten con crayones nuevos sólo para él. -Cye y Bodrik Lockhart... Vaya maravilla encontrarlas justo acá, eh. Cualquiera que viera esto diría que Cye y yo tenemos algo oculto, pues últimamente nos hemos topado de forma habitual ¿No es así?- platicó con ojos seductores hacia la esposa de Ishaya, recordando su pasado encuentro en el Estadio de Quidditch junto a la Potter Blue y sus escobas. -Ingresa, enróllate y guárdate en mi bolso- ordenó el muchacho a su alfombra; la misma que siguió, al pie de la letra, las instrucciones de su amo; quien la esperaba con la mochila (con hechizo de expansión indetectable) abierta entre sus manos. -¿Quiere saber cómo me fue maestra? Pues... ¡Excelente!- respondió Thomas a las palabras de la tanzana; observando la postura de piernas cruzadas que ésta tenía.


Fue así que, luego de besar las mejillas de abuela y nieta, el adolescente imitó la posición que Sauda tenía, sin pasar por alto el coger otra de las almohadas que allí estaban disponibles, con el fin de conformar una especie de plenario con forma de circunferencia donde todos se podrían ver a las caras. -Estoy convencido de que logré poner en alto mi muralla, Saka. Sé que no fue una tarea fácil de realizar y... que en un principio me acarreó molestosos dolores de cabeza producto de pensamientos antiguos que parecían ser imágenes reales que se cruzaban, una y otra vez, ante mi ser... pero vencí, maestra- empezó relatando el fenixiano, tratando de hacer memoria sobre cada hecho y sensación que su mente y cuerpo experimentaron al usar la "Oclumancia pasiva". -Mooncalfs, hadas, diricawls, un grandioso ejemplar de sauce boxeador... e inclusive un graphorn junto a su cría; fueron parte del abanico de muy gratas sorpresas que pude divisar muy de cerca durante la travesía nocturna. Aunque debo reconocerles que la luna y las estrellas me ayudaron bastante con la visión; ya que el bosque, en sí, es muy frondoso- prosiguió tranquilo y sereno el veinteañero, esperando que sus acompañantes lograran dimensionar la magnitud de su aventura. -Arcana... ¿Le puedo preguntar algo? Es que... ¿Usted piensa que podré concretar pronto mi orientación ante el Portal?- dijo el pelirrojo sin tapujo alguno, pues su corazón sentía que ya se estaba acercando la hora de pararse frente a los peldaños de la Pirámide para enfrentar su prueba de vinculación.

Editado por Thomas E. Gryffindor
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Un suspiro escapo de su pecho al escuchar la voz tras de si, con lo cual la barrera mental que había levantado desapareció, se giro un poco para ver el rostro de quien llegaba, aunque ya lo sabia, incluso antes de que hablara, era su princesa, du adorada nieta @Bodrik, como siempre estaba linda con su atuendo aunque se notaba más vulnerable que de costumbre, o es que no estaba acostumbrada a verla nerviosa, sino cómoda y muy serena a persar de las situaciones estresantes a las que se enfrentaba como jefa del Hospital Mágico.

 

Cye apenas le guiño el ojo en gesto cómplice pero no quiso decir palabra alguna para no interrumpir a la arcana que le respondía. Cuando la mujer se hizo a un lado para dejarlas pasar la rubia puso una mano en la espalda de Bodrik para animarla a pasar primero, siempre lo hacia, primero su nieta cuando era seguro, cuando no ella, pues nunca permitiría que la dañaran, no si podía evitarlo aun con su vida.

 

Cuando por fin la Lockhart entro a la habitación se sintió cómoda con los colores, las plantas, era como traer un pedacito del exterior allí, fue entonces que sus orbes captaron el movimiento en la ventana, era Thomas flotando en su alfombra, un tinte carmeci cubrió sus mejillas, la ultima que vez que se habían visto ella había terminado en sus brazos... Pero no de la manera que algunos pudieran pensar, sino como unico medio para evitar que se estrellara en las gradas del estadio luego de volver añicos su escoba, era de algún modo y de muchas formas, además de un buen amigo, su ángel. Cuando el joven ingreso y comento lo fortuito de sus encuentros Cye río divertida sin que el rubor desaparecierá

 

--Así es Thomas, el destino conspira para reunirnos-- dijo en tono cómplice ya sentada sobre uno de los mullidos almohadones de colores vibrantes a disposición de las chicas, allá justo frente a Saka como había pedido que la llamaran, a su derecha estaba Bodrik y a su izquierda se acomodaba ahora el Gryffindor para quedar todo en una especie de circulo donde era fácil verse y también conectarse

 

Cuando el mago comenzó a relatar sus vivencias Cye se maravilló, cuantos ejempares! Y se pregunto si ellas támbien acudirían al mismo lugar y tendrían la misma suerte. Un puchero se dibujo en sus labios acentuando el par de oyuelos atractivos en sus mejillas al darse cuenta que su amigo ya estaba por concluir la orientación, mientras que ellas apenas empezaban. Miró al discípulo y luego a la maestra para ver que respondía y cual era el siguiente paso para ellas.

 

@@Aailyah Sauda @@Thomas E. Gryffindor

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Con una sonrisa imposible de interpretar y los ojos cerrados, la Arcana escuchó con atención el relato de Thomas. Ella, que durante aquel medio siglo había llegado a conocer a la perfección los bosques que rodeaban su hogar, podía recrear perfectamente las imágenes que el muchacho describía; ella, una amante de la vida y la belleza de ésta, usaba parte de su tiempo libre para apreciar esas escenas, y fue por ello que le encargó la "tarea" de disfrutar de ellas. No sólo tenía que ver con fomentar un valor que para Sauda era fundamental, que quería ver en cada uno de los Oclumantes que la sucederían, sino que también quería cerciorarse de que él había, de verdad, comenzado a trabajar en la barrera. No sólo en expulsar a un invasor que atacara directamente, sino de mantener una defensa pasiva, pero siempre en alto. Los peores ataques, después de todo, solían ser los que sucedían sin previo aviso.

 

—Por supuesto, Elros —dijo Aaliyah una vez que el muchacho terminó su relato e hizo la ansiada pregunta. La Arcana podía percibir la emoción que sentía con respecto a la Prueba, además de una seguridad que sólo podía tener un muchacho de su edad—. Has avanzado muy rápido, y espero que no decaigas.

 

Se tomó unos momentos para meditar al respecto. Ya Thomas no sólo demostró poder defenderse de un ataque directo, invocando abiertamente su habilidad, sino que ya parecía haberse esforzado bastante en su muralla mental, la que de ahora en adelante nunca debería descuidar.

 

—Me gustaría que te tomes un momento para ti, ¿sí? —musita Sauda, con suavidad en la voz y en el rostro, para infundir paz en el muchacho— Si quieres puedes sentarte un poco más lejos, para que te concentres. Quiero que sigas trabajando en tu barrera mental, la que siempre deberás mantener en alto —lo que no le dice, es que también probará cómo usará la Oclumancia; si será una defensa ofensiva, para intimidar, o se conformará con expulsar al intruso—. También quiero que trabajes en tus emociones. No sólo se trata de cerrarte, sino de mantener el control. ¿Entiendes, querido?

 

Haciendo uso de sus avanzados poderes mentales, de la facilidad con la que puede implantar pensamientos e imágenes realistas en los demás, procuró que ni Bodrik ni Cye pudieran escuchar aquella conversación. No, en lo que a ellas respectaba, tanto Thomas como la Arcana las observaban, expectantes. Aquellas lecciones eran muy avanzadas, y sólo podrían confundirlas... además, cada una le debía una respuesta. Sin abrir los labios realmente, pero dejando que las brujas pensaran lo contrario, hizo que la pregunta volviera a salir a flote.

 

—¿Por qué debería ayudarles a dominar la Oclumancia?

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La respuesta afirmativa de la mujer la tranquilizó un poco así que asintió con una sonrisa, pero sentir la mano de Cye sobre su hombro la llenaba de energía y valor para continuar con su plan de adquirir aquel conocimiento especial y habilidad de dominar la mente hasta el punto de hacerla impenetrable . Se dispuso a seguir a la arcana caminando con suavidad hasta el interior de su oficina detallando la hermosa decoración hasta que acomodarse en uno de los mullidos cojines que habían sido dispuestos para ellos.

Apenas estaba sentándose cuando un chico de cabello rojo atravesó el lugar después de hacerse paso atreves del cristal que separaba la acogedora oficina de Sauda con el exterior que según parecía se hallaba un entorno completamente diferente a los terrenos universitarios y era des de donde Thomas Gryffindor hacia su entrada sonriendo ampliamente ante el encuentro con ambas brujas y saludándoles con afecto como era su costumbre , aunque Bodrik no le conocía desde hacía mucho, más bien desde el día en que le pidió que personalizará sus dos motos voladoras y obviamente había quedado perfectas , desde ese momento se había cruzado varias veces sobre todo en el ministerio y en la orden del fénix.

-Hola Thomas que gusto encontrarte – Saludo sonriendo al Gryffindor y lo siguió en medio del salón hasta que este se acomodó en uno de los mullidos cojines que ya ambas Lockhart ocupaban al igual que la maestra. Bodrik por su parte tenía a su izquierda a la rubia matriarca Lockhart y a su derecha se hallaba la Arcana Saka con la piernas cruzadas al igual que ahora lo estaban haciendo sus tres estudiantes.

El chico de cabello rojo comenzó a narrar sus aventuras en el interior de un bosque mágico y mientras lo hacia Bodrik se imaginaba una a una sus aventuras y los animales legendarios que Elros mencionaba y según lo que Bodrik acaba de escuchar de sus labios la misión que les esperaba era bastante compleja hasta que lograran hacer una barrera mental que los protegería.

Posteriormente dejó de escuchar la conversación entre la Arcana y el Gryffindor y en su lugar Saka le hizo una pregunta que no podía pasar desapercibida y tras de pensarlo por algunos minutos por fin respondió Desde que me gradué Hogwarts tenía el deseo de aprender a dominar mi mente no solo como un arma defensiva, sino también porque creo que puedo aprender mucho más que eso.-

@@Aailyah Sauda , @, @@Thomas E. Gryffindor

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-Muchas gracias por el voto de confianza, maestra... No la defraudaré- respondió el pelirrojo a las palabras de "ánimo" que la tanzana le brindó, frente a sus nuevas compañeras, tras la pregunta de rigor que el muchacho no dudó en realizarle a su mentora. Dentro de todo lo vivido con Sauda; Elros sentía que su espíritu estaba listo para ser parte, una vez más, de una prueba de habilidad en la Pirámide; aunque, obviamente, ésta sería distinta a todas las ya vividas junto a los otros tres Arcanos del Ateneo. Aailyah meditaba, parecía estar tratando de dilucidar sobre la interrogante que su discípulo le expresó con perseverancia y optimismo; y así fue, pues no demoró en entregar una frase muy convincente que hizo reaccionar al Gryffindor de inmediato. -¿Un tiempo para mí? Pues... yo- susurró con la misma suavidad en la voz que la sabia bruja había empleado, tiñendo sus mejillas de un tenue rubor que demostraría lo muy complacido que estaba con aquella propuesta de descanso. -Me parece perfecto, maestra. Creo que mi ansiedad no me ha dejado entrever que igualmente mi cuerpo está un poco cansado... Soy humano al fin y al cabo ¿No es así?- agregó sonriendo mientras se ponía de pie; cogiendo la almohada (donde estaba sentado segundos antes) con ambas manos para aferrarla, posteriormente, contra su tonificado abdomen. -Me haré a un lado para que puedan conversar tranquilas ¿Les parece chicas? Así yo puedo trabajar lo que nuestra guía me ha pedido. Cye... Bodrik; con vuestro permiso- concluyó el fenixiano junto a un gesto de cabeza que proyectaba el respeto que él le tenía a ambas camaradas de La Orden del Fénix; las cuales parecían estar "en pausa", como si por alguna razón no hubiesen oído todo lo que la mujer, oriunda de tierras africanas, le había comunicado.


<<Poner firmeza en mi barrera mental... trabajar mis emociones>> repetía para sus adentros el adolescente, al mismo tiempo que encaminaba sus ágiles pies hasta un rincón del despacho universitario; hallando un lugar propicio junto a una ventana donde se lograba contemplar la luna en compañía de las hermosas estrellas. -Ideal- musitó el chico tras un suspiro; sentándose a modalidad "indio" sobre el cojín que antes acolchó su trasero. Todo lo aventurado, poco a poco, empezó a florecer en sus pensamientos; analizando cada sílaba que Sauda le brindó como enseñanza para sacar adelante dicha habilidad que cumpliría con la profecía de la "Triforce". Mantener en control su corazón era algo que le costaba su resto, pero que luego de haber pasado por tantas tristezas y pérdidas importantes en su vida; ya era un don que llevaba consigo donde quiera que vaya su sombra. Fue así que el aprendiz cerró los ojos, envolviendo su mundo de tinieblas, pero no de ésas que le oscurecían el paso, sino de aquéllas que le permitían cerciorarse de que el camino que estaba eligiendo era el correcto. Por su parte; Thomas no se definía como alguien "ofensivo", de hecho se había auto-instruido a manejar su "sed de venganza" luego de su peregrinación desde el futuro; por lo que su mecanismo de defensa sería siempre el expulsar al intruso que optara por navegar en su universo abstracto sin su consentimiento previo, a menos que la integridad de sus seres queridos estuviese en juicio. <<Una fruta>> pensó fugazmente, cuestionándose el porqué de aquel deseo natural en él. Luego, abrió sus esmeraldas de par en par. No sabía cuánto tiempo había pasado, ni si sus acompañantes le estuvieron mirando o no; solamente quería algo sabroso para comer y no vaciló en aproximarse hasta una fuente de greda donde habían unas manzanas rojas. -Lo necesitaba; perdón maestra- soltó el paladín con un trozo de la fruta en la boca tras una mascada.

Editado por Thomas E. Gryffindor
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