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Oclumancia


Aailyah Sauda
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-¿Una reliquia? Pues... sí, también es un preciado objeto de oro puro con forma de triángulo hueco en el medio... pero yo me estoy refiriendo, en realidad, al significado más "literal o trascendental" de la "Triforce"- comenzó diciendo el muchacho, sin perder su foco de atención de los ojos cansados de Sauda; los mismos que le transmitieron una anhelada cuota de serenidad tras dejar de sentir, en sus pensamientos, aquellos disturbios que por segundos muy escasos no terminaron por enloquecerle en pleno bosque londinense. -¿Hablarle de la conexión, maestra? Pues no es algo muy difícil de analizar si lo miras de un punto de vista más... "concreto" y menos "abstracto". Aquellas tres habilidades que le nombré: Legilimancia, Videncia y Oclumancia... Tienen un lazo muy estrecho que se remonta a los confines de la mente. El poder psíquico, es en sí... la base de todas. Tienes que tener un vasto dominio de tu "yo interior" antes de aventurarte a aprenderlas o... "controlarlas", como es en mi caso- continuó platicando Elros, al mismo tiempo que tomaba asiento en un tronco de un árbol que quedó justo frente a la silueta jovial de la morena de turbante exótico en la cabeza. -Así también pasa con las ya conocidas "Reliquias de la Muerte"... La capa de la invisibilidad, la piedra de la resurrección y la varita de saúco. Éstas también conforman una "Trifuerza" que hará invencible al mago que las posea... Bueno, mi "Triforce" también funciona algo..."similar", maestra. Con el poder de extraer emociones y memorias, el ser capaz de auto-cuidarse de un símil a través de una pared propia, y con el don de profetizar... podrías controlar a cualquiera, y volver vulnerable hasta al hechicero más fuerte- concluyó el hijo menor del matrimonio Gryffindor, sonriendo como si de ambición infantil se tratase.


Dentro de todo, las palabras del pelirrojo podían sonar a codicia personal; pero no era así. Thomas deseaba poder volverse cada día más fuerte con tal de proteger a sus seres queridos; ése siempre iba a ser su "talón de Aquiles" desde que regresó al pasado con una misión especial. -Sólo espero, Saka... que no malinterprete mis dichos. Yo única y exclusivamente quiero tener una mente ofensiva y defensiva para mí, y ante el resto. Y bueno... supone muy bien, maestra Aailyah. Tuve encuentros con Rosália y Sajag... Ellos, generosamente, me ayudaron a canalizar mis energías para aprender a utilizar de buena manera mi don psíquico. También... la enseñanza de mis padres bajo el manto de los paladines... fue un eslabón primorial para saber a qué me enfrentaba- explicó el animago con templanza en cada una de las sílabas que emergían de sus labios. -¡Hermosa pulsera, Arcana! ¿Son zafiros?- consultó cuando su norte se encaminó hasta una formación compuesta de piezas circulares que descansaba en la muñeca de la tanzana de compleja altura. -Debe de tener un significado muy especial para usted- agregó el extrovertido adolescente; tratando, a su vez, de utilizar la Legilimancia para penetrar la mente de la mujer vestida de kanga; sin olvidarse del contacto visual directo.

Editado por Thomas E. Gryffindor
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Sauda, por supuesto, sintió el ligero golpe. Fue suave, débil, como si no quisiera atacar en realidad, sino como si más bien estuviera tanteando el terreno. Quizás alguien más se habría ofendido, pero ella no; consideraba el intento de Thomas un infantil intento de comprobar si lo que se decía acerca de la arcana era cierto, que no había nadie capaz de derribar sus murallas mentales. Con la facilidad de quien tenía más de cien años controlando, siendo uno, con la Oclumancia, no permitió ni siquiera que sus defensas flanquearan. Bien habría podido jugar con la mente del muchacho, hacerle creer que de verdad lo había logrado... pero eso lo guardaría para después.

 

En su rostro, no dejó ver señales de que había advertido el uso de la Legilimancia.

 

—Oh, sí —la arcana, con la mirada de quien olvida que carga algo con sí (lo cual no era cierto, pues siempre tenía presente aquel brazalete, una reliquia personal, con la que recordaba a toda su familia), levantó ligeramente el brazo y observó los zafiros que colgaban de la discreta cadena de bronce—. Esta será una noche fresca —murmuró distraídamente, luego de cerrar los ojos y concentrarse en lo que el amuleto le decía con respecto al clima. Sin embargo, de inmediato sacudió la cabeza. Claro que él no había logrado distraerla; ella se lo había permitido a sí misma.

 

Durante un momento, durante un segundo, había dudado de Elros y de sus intenciones. Muchas personas creían que la magia era poder, y que mientras más, mejor. Ella misma había sido (caso) víctima de alguien que pensaba así, que creía que podía someterla como quisiera. Ella no lo había permitido, y no sólo se había prometido a sí misma que no sucedería de nuevo, sino que tampoco permitiría que alguien más lo fuera. Si Sauda estaba allí, era porque comprendía la necesidad de defenderse y lo saludable que era controlar perfectamente las emociones, y consideraba a todos sus pupilos, por lo menos al principio, personas que creían lo mismo que ella.

 

Pero durante un momento, al escuchar las palabras del muchacho, no pudo evitar imaginarlo como un mago sediento de poder y de control. Si se tranquilizó no fue sólo por sus palabras, que había percibido buenas y sinceras, sino porque recordó a Elvis, y simplemente no podía creer que su descendiente directo no fuera u mago igual de honrado y respetuoso de la vida y el prójimo.

 

En silencio todavía, asintió, permitiéndole a Elros percibir lo que quería decir con ese gesto; que comprendía sus motivos, y que los aprobaba.

 

—Comencemos, entonces, con tu entrenamiento. Confiaré en ti, Elros. No voy a negar que me preocupa que alguien tan joven tenga a su disposición tanto poder, pero estos días, parecen muchos jóvenes brillantes y talentosos.

 

>>Contigo, no seré sutil; comenzaremos en serio. Voy a atacarte, a tratar de penetrar en tu mente, y tu tratarás de defenderte. Hay muchas formas. En algunas personas, funciona imaginar que levantan murallas, que esconden sus recuerdos. Es una forma de verlo, y funciona cuando estás aprendiendo. Otras personas (o las mismas personas, pero en una situación más tensa) optan por una "defensa ofensiva"; es decir, esperar a que el enemigo entre y entonces atacar, usar tus recuerdos más oscuros, tus secretos más penosos, para hacerlos retroceder. Por supuesto, es este caso tienes que ser muy cuidadoso para no dañar a tu enemigo; podría...

 

La arcana Aaliyah aprendió, de la peor forma, lo peor que podría suceder en una de esas batallas psíquicas. El recuerdo le hizo que sentir un peso en el corazón, que con los años es casi indoloro. De no ser por la Oclumancia, no habría podido lidiar con tantos sentimientos complicados y oscuros. Gracias a la Oclumancia, se había mantenido sana todo ese tiempo.

 

—Podría terminar verdaderamente mal, Elros. Tienes que tener mucho cuidado. Pero no te preocupes por mi —añadió, con una sonrisa que no quería ser presumida, sino más bien amable—. Sólo probaremos, ¿sí? No tiene que salir a la primera, así que tampoco te tortures.

 

>>Ahora, relájate, pero también concéntrate. Cuando te sientas listo, dime.

 

Aguardaría a la señal del muchacho. Aguardaría... para agitar su vara de cristal y conjurar el hechizo que él conocía perfectamente.

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La fijación de mirada directa de Elros en los diamantes brunos de la Arcana no perduró más de cinco segundos; ya que un ligero dolor de cabeza, específicamente en su sien derecha, le obligó a desviar su foco de atención hacia el tronco del árbol que le cobijaba; sintiendo curiosidad y, a su vez, intriga ante el poder mental que proyectaba su nueva mentora. <<¿En blanco?>> se cuestionó el muchacho, pues ésa había sido su única respuesta ante aquel osado y atrevido (pero no poco temerario) gesto, misma postura que era propia de los adolescentes de su edad que no sabían medir todas las consecuencias de sus acciones. -Claro, maestra... Lo más probable es que sea una jornada nocturna muy especial y... bueno, espero que el clima así nos acompañe- contestó el apuesto pelirrojo de figura atlética; desconociendo la verdadera fuerza mágica que tenía dicho objeto que colgaba de la muñeca de la Arcana, por lo que atribuyó aquella frase como proveniente de una bruja con vastos conocimientos del tema, inclusive erudita en lo que a Meteorología podría tratarse. -Me parece perfecto... Le agradezco, enormemente, que confíe en mí. Estoy seguro que no se arrepentirá, Sauda... No la decepcionaré en lo absoluto. Espero honrarla con todo lo que yo aprenda de este nuevo viaje a vuestro lado- expresó el extrovertido Gryffindor, sonriendo a flor de labios tras notar aquella disposición que Aailyah le demostraba al querer entrenarlo en el arte de la Oclumancia a pesar de sus años joviales e inexpertos. -¿Sutileza? No se preocupe por mí, Saka... Sus camaradas, sobretodo Rosália, no midió muchas veces la intensidad de su fuerza mental y... por poco, termina acabando con mi voluntad. De no ser por mi convicción en dar la pelea sin rendirme... no estaría hoy con usted con el juicio sano- agregó mientras se rascaba la nuca con un toque de insistencia; ademán que tenía el animago cada vez que una cuota gratis de nerviosismo aparecía.


Sus mejillas se ruborizaron, la adrenalina empezó a circular ferozmente a través de su torrente sanguíneo, una gota rebelde de sudor cayó desde sus rojizos y ondulados cabellos hacia su mejilla izquierda, y la respiración se tornó un tanto agitada al corroborar que las indicaciones de la tanzana venían sin vacilaciones. -Comprendo a lo que va, maestra... pero antes de conformar algún tipo de barrera mental... siempre soy partidario de experimentar lo que una posible "víctima o agresor" sufriría estando yo en su lugar. Es por eso que me dejaré atacar, Sauda. Y no tenga miramientos conmigo... como también no los tendré con usted ante una eventual defensa ¿De acuerdo Aailyah?- fue lo que quiso transmitirle el patriarca de los Granger a la morena; gallardía y optimismo. Ante aquello; Thomas se puso de pie con agilidad y conservó una distancia prudente de la Arcana. Poco a poco fue impregnándose de la paz y de la armonía del bosque, sintiendo el vaivén de la naturaleza sobre su cuerpo; pero fue cuando estuvo listo que abrió los ojos de par en par (debido a que segundos previos los había cerrado para concentrarse) y los clavó, sin ejercer presión psíquica alguna, en los de la hechicera nativa de África. -Adelante- exclamó el ex-medimago de La Orden del Fénix, con determinación y entereza.

Editado por Thomas E. Gryffindor
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Aaliyah sonrió y asintió, para que Thomas sintiera que ella haría lo que él le había pedido. Por supuesto, no sería así... no todavía. El que él no se contuviera con ella, no era un problema; después de todo, ella era la Arcana de la Oclumancia desde hacía casi medio siglo, y si ni siquiera su propia mentora había logrado doblegarla, dejarle cicatrices siquiera, mucho menos lo haría un aprendiz usando la habilidad con la que ella mejor se defendía. No es que ella fuese egocéntrica, pero era consciente de que su mente era impenetrable y prácticamente invulnerable. Sin embargo, ese muchacho apenas estaba dando sus primeros pasos. Y aunque Sauda no dominaba la Legilimancia al nivel de Rosália Pereira, la usaba lo suficientemente bien como para hacer sudar a sus aprendices durante las prácticas, lo suficientemente bien como para que fuese consciente de que debía ser cuidadosa.

 

En un momento, cuando estuviera segura de que el chico estaría bien, lo atacaría de verdad. Buscaría en sus escondites, usaría sus recuerdos en su contra, incluso trataría de romper sus escudos y barricadas. Pero, de momento, se limitaría a usar la Legilimancia superficialmente... indoloramente.

 

La arcana permaneció en silencio durante unos momentos, con los ojos cerrados. Usar aquella habilidad no se le daba naturalmente, como el caso de la Oclumancia, de modo que necesitaba prepararse. Mientras que el muchacho se puso de pie, ella se mantuvo sentada, segura de que terminaría cansada y luego la piernas le fallarían. Sus huesos ya no eran tan fuertes como en juventud, ya no podían soportar golpes. En las manos, abiertas en dirección al cielo estrellado, sostenía su vara de cristal, manteniéndola paralela al suelo. Luego de unos minutos, por fin abrió los ojos y la boca.

 

Legeremens —su voz, el poco tiempo que permaneció en los oídos de ambos, fue un susurro bajo y contenido. Sus ojos eran los determinados; estaban clavados sobre los del mago. Sauda se concentró en el color verde brillante de ellos, con tanta fuerza que terminó perdiéndose en ellos. Inconscientemente, cerró los ojos; en la oscuridad, era más fácil buscar y encontrar.

 

Explorar en sus recuerdos era extraño. Todo se veía muy... moderno, y hasta una centenaria como ella se daba cuenta. Sin embargo, decidió no prestarle mucha atención, pues respetaba la privacidad de sus estudiantes. Mientras no viera nada malo, nada que le dijera que debía detener la enseñanza, simplemente dejaría pasar las cosas. Así, desechó los recuerdos de la infancia del muchacho, pues parecían bastante normales y felices. Un conjunto de recuerdos bastante escandaloso llamó su atención. Sauda, al comenzar a explorarlos, de inmediato percibió energías negativas; sin embargo, se adentró todavía más en ellos. Reconoció los jardines de la mansión Gryffindor, pues estuvo allí junto a Elvis, dentro de su cabeza. Podía ver lo que Elros vio, lo que alguien le obligó a ver. Era un ataque contra los Gryffindor; un grupo de magos, con túnicas oscuras y mascaras de plata, atacaba a cualquiera que no vistiera igual que ellos, así como a la propia edificación familiar. En los jardines, podían verse los caídos. Los propios pensamientos de Thomas les dieron identidad a los cadáveres maltratados y torturados: Elvis y Annick Gryffindor.

 

Pero, ¿era eso en verdad un recuerdo? Tenía la sensación de que era algo que había pasado antes, mas no podía ser posible, pues el padre de su ahora aprendiz estaba con vida. Y no había magia, salvo, quizás, la Nigromancia, que devolviera la vida con tanda facilidad.

 

A pesar de que se sentía confundida, no podía dejar que eso la desconcentrara. Con el transcurso de las lecciones, quizás tratara de resolver aquel enredo; sin embargo, de momento, tenía que seguir con el "ataque". A raíz de aquel oscuro recuerdo, encontró varios pensamientos y sentimientos relacionados: mentiras, secretos, incertidumbre, despedidas, un muerto deseo de venganza... pero, principalmente, dolor por aquella escena. Sauda decidió seguir explorando en aquellas ramificaciones, pero sin tratar de "tocar" nada ni de volver la oscuridad propia del muchacho en su contra. Todavía no. Primero, necesitaba saber si por lo menos él podría expulsarla, o cuando menos esconder lo doloroso o vergonzoso, algo muy básico en la Oclumancia, y uno de los principales motivos por las que las personas buscan manejar la habilidad.

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Sauda se mantuvo exactamente en la misma posición en la que estaba desde un comienzo, sentada al borde de un árbol en pleno bosque que daba camino hacia su morada; condición que hizo reflexionar (aún más) a Elros, pues denotaba la seguridad que ésta tenía consigo misma para utilizar una habilidad que, a ciencia cierta, manejaba tan bien como la Oclumancia. <<Legeremens>> fue la palabra, a modo de susurro, que salió desde los labios carnosos de la morena tras abrir los ojos muy concentrada y determinada a cumplir con su enseñanza para con el muchacho. -Merlín- exclamó el pelirrojo cuando una leve presión, similar a una de sus crisis de jaquecas, empezó a sentirse en su cabeza; pues era evidente que Aailyah ya estaba navegando en el mundo de su subconsciente sin su beneplácito directo. Poco a poco, comenzaron a aflorar una serie de imágenes que originaron una sonrisa divertida en la boca del Gryffindor al poder contemplarlas como un sutil flash-back, como quien ve una película muggle en un cine antiguo: Mith y Oscurus, los hijos gemelos de Sofía, junto a Zahil y Aranel, las retoñas mellizas de su tía Arabella. Su primera aventura de magia a los cinco años, la compra de su varita en Ollivander, su ingreso a la Casa de Hufflepuff, Steven y Millie, el Torneo de los Tres Magos, el obsequio de su tía Mica... y muchas otras escenas que conmovieron al animago; hasta que un fuerte dolor en el pecho le hizo retroceder con cierta repulsión inherente a su naturaleza mortal. -Hey... ¿Qué estás buscando? ¿Saka?- consultaba con un dejo de desasosiego; debido a que la representación gráfica del ataque a su familia en la mansión, fue lo que dio pie a que punzadas quemantes culminaran por derrumbarlo de rodillas en el húmedo suelo que antes sólo pisaba con el afán de recorrer el trayecto hacia el hogar de la tanzana; área protegida que jamás había conocido antes, ni con su padre cuando éste era director.


Vacío existencial, apatía, desesperanza y un sentimiento agudo de soledad le invadió por completo; era volver a ser parte de aquella macabra situación que le hizo querer vengarse de la persona que había traicionado a sus amados y respetados padres; sí, los mismos que ahora volvían a yacer maltratados y con los pies descalzos calcinados... una muerte terrible que el Gryffindor no le desearía ni a su peor enemigo. -Pa... padre, Ma... mamá- musitaba con algo de dificultad el ojiverde, puesto que el aire comenzaba a faltarle y una leve asfixia le oprimía el tórax a tal punto de tornarse cianóticos sus labios. Un desorden de sentimientos negativos... culpa, ansiedad, melancolía y rencor; embriagaron su alma inocente, pero justo cuando estas alteraciones estaban "at portas" de derrumbarlo ante la figura de su maestra; Thomas sacó "fuerzas de flaquezas" y con un rotundo "Detente ahora" conformó una barrera psíquica compuesta de sus principales alegrías y júbilos junto a Athena (su actual enamorada), sobretodo aquel simple beso en Cirque du Freak que impulsó a su corazón a frecuencias que tenía olvidadas. -Ya basta, Sauda- dijo el apuesto hechicero con mayor control; logrando ponerse de pie nuevamente para quedar mirando de frente a una expectante y sorprendida Arcana.

Editado por Thomas E. Gryffindor
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Aunque Aaliyah había previsto el golpe, no pudo evitarlo. Lamentablemente, no era tan buena Legilimaga como Oclumaga, y estaba segura de que jamás lo sería (¿para qué lo necesitaba?). De un momento a otro, la descorazonadora escena fue reemplaza por flashes de imágenes mucho más felices y dulces, donde veía al muchacho con una linda y agraciada joven rubia, una griega de sangre pura. En aquella milésima de segundo, reconoció el sentimiento en torno a ella: era amor. Justo antes de que Thomas la expulsara, escuchó un susurro de su mente: Athena.

 

La Arcana parpadeó un par de veces, tratando de sacudirse las sensaciones de Thomas. Eran sus recuerdos, no míos. No los mezcles. Por mucho que quisiera, no podía compartir con él su dolor; lo que sí podía hacer, en cambio, era sentir compasión por el muchacho. Sin embargo, ¿eran recuerdos verdaderos? ¿Cómo era posible que aquello hubiese sucedido, si Elvis y su esposa estaban vivos?

 

—Buena defensa —le dijo Sauda, luego de ponerse de pie. Se apoyaba ligeramente con su bastón, pues sentía las piernas adoloridas y rígidas—. Aunque, personalmente, no te recomiendo exponerte tanto. Ahora sé que esa muchacha es especial para ti, y un enemigo usaría eso en tu contra. Pero buen trabajo, de todas formas —finalizó, con una plácida sonrisa que, de haber conocido él su rostro actual, habría notado lo mucho que lo rejuveneció—. Eres natural, no se puede negar.

 

Aunque le hubiera gustado preguntarle más acerca de ello, reconocía los sentimientos que había despertado en Thomas. Cosas oscuras... cosas que no le obligaría a contarle, pero que escucharía atentamente si él decidía abrirse.

 

—Ahora intentaremos algo un poco más diferente, Elros. Quiero que vayas a ver qué flora y fauna hay por aquí. Yo te esperaré aquí mismo. No tengas miedo de alejarte; si eres cuidadoso y te mantienes centrado, dos características muy importantes en un Oclumante, deberías poder encontrar el camino de regreso sin dejar rastros físicos.

 

Muchos ataques, los más peligrosos, no eran directos y era algo que Sauda había aprendido mucho tiempo atrás. Un legeremens penetra hasta el fondo, hasta los recuerdos más oscuros y privados, pero lo que ella llamaba "Legeremancia pasiva" era bastante peligrosa; podían comenzar escuchando sus pensamientos superficiales, y poco a poco ir metiéndose en tu cabeza sin que te dieras cuenta. Es por eso que siempre les decía a sus aprendices que nunca bajaran las defensas. Y, por supuesto, había que aprender a hacerlo mientras se estuviera haciendo otra cosa.

 

Una vez que el muchacho se alejara lo suficiente, ella comenzaría a sembrar en su cabeza pensamientos confusos, imágenes aleatorias e incluso voces que lo desviaran de su objetivo. Lo que le importaba a la arcana era que fuera capaz de prestar atención a su entorno, pero que eso no implicara quedar desprotegido. Que fuera algo natural, por inercia, básicamente.

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-Muchas gracias por el halago, maestra- expresó en un comienzo el Gryffindor, luego de oír cada una de las palabras que la morena le dedicó mientras se ponía, una vez más, de pie. -¿Natural? ¡JaJaJaJa! Mejor llámalo "espontaneidad" ¿O no? Suena como una cualidad mucho más... "masculina". La natularidad dejémosla para las chicas, Sauda. Aunque he de confesarle que concuerdo mucho con usted en relación al nivel de exposición que dejamos ver a la hora de hacer o conformar una barrera mental con finalidades de ejercer la Oclumancia... ¿Hasta qué punto nos volvemos vulnerables contra un legilimago? Es cierto... quizás los sentimientos puros son la fuente más poderosa cuando elaboramos un mecanismo psíquico de defensa efectivo... pero también demostramos cierto nivel de flaqueza que nuestro oponente puede bien utilizar en nuestra contra ¿No es así?- cuestionó el pelirrojo una vez que sus pasos se aproximaron a los de la Arcana, tanto así que sus ojos expresivos no se cansaban de observar la fisonomía armónica de la mujer nativa de África. <<¿Analizar la flora y fauna del lugar?>> se preguntaba para sí mismo el hechicero, debido a que no le encontraba mucho sentido a la petición y tarea que la tanzana le estaba otorgando; pero decidió callar y obedecer en silencio sin rechistar, ya que reconocía la labor de Aailyah y la vasta experiencia que ésta manejaba en la habilidad que estaba puliendo cada vez más concentrado en cumplir a cabalidad su objetivo principal. -Muy bien, Saka... Iré a explorar los confines de este bosque y luego regreso hasta acá para comentarle cuáles son las especies, tanto del reino animal como vegetal, que he hallado durante esta noche... Seré cuidadoso y me mantendré centrado, maestra... se lo prometo- platicó el muchacho con una sonrisa dibujada en su jovial rostro, no sin antes estrechar aún más la distancia entre ambos, con tal de tenderle su diestra con simpatía inigualable.


Fue así que, una vez comenzada su ruta de aventura; Elros se adentró, poco a poco, en el frondoso y lúgubre monte que rodeaba la desconocida morada de la sabia oclumaga del Ateneo Universitario. El silencio envolvía cada uno de los rincones oscuros de la alameda, tanto así que la espesura del terreno le conmovió los nervios con una leve sacudida en la espalda que produjo en él un cúmulo de cosquillas inofensivas. -Cálmate... es sólo un bosque- se decía en voz baja el alquimista del futuro, sin mirar hacia atrás ni tampoco dejándose llevar por el ulular de aves nocturnas que se mimetizaban con el silbido o soplido del viento que aumentó considerablemente. <<Ya sé>> pensó el aprendiz, cuando una idea brillante iluminó sus pensamientos; pues si no la cumplía, Suluk Akku sentiría una grave decepción de su actual animago. Entonces Thomas, sin vacilar más, se transformó en un mono araña y empezó a escalar un árbol con la agilidad que caracterizaba a los de su especie; y tras llegar a la copa pudo vislumbrar el resplandor de la luna llena que acompañaba a una decena de mooncalfs que habían salido de su madriguera a danzar. <<Maravilloso>> caviló el primate cuando unas revoltosas hadas se unieron al escenario festivo, pero no todo podía salir como lo tenía premeditado el patriarca de los Granger, debido a que una fuerte cefalea le aquejó con un recuerdo cruel y despiadado que tenía oculto en su subconsciente. La muerte de Zahil y Aranel en el Departamento de Misterios a manos de los mortífagos, fue el "punto de quiebre" que le hizo abandonar el equilibrio y caer de la rama que le sostenía; golpeándose ferozmente la cabeza al colisionar contra el piso húmedo, perdiendo súbitamente el conocimiento... ¿Qué sucederá con el adolescente ahora ahí tendido como un bebé indefenso?

Editado por Thomas E. Gryffindor
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Elros, como la mayoría de los jóvenes talentosos pero inexpertos, no tardó en romper su promesa. Si bien la arcana sentía compasión, no dejaba que eso la cegara; el muchacho no había sido cuidadoso, y por eso las cosas, tan rápida como inadvertidamente, habían salido mal. Sí, ella misma le había pedido que se concentrara. Aquel era un lugar hermoso, y habían muchas cosas que pocos magos y brujas tenían la dicha de observar, como el baile de los mooncalfs o los árboles iluminados por decenas de colores ya bien entrada la noche. Aunque no tuviera mucho que ver con la Oclumancia, le gustaba que sus aprendices aprendieran a apreciar la belleza de la naturaleza y la vida, sin importar su simpleza. Pero también, quería que el muchacho comenzara a construir sus defensas; que no sólo fuese capaz de defenderse de un ataque directo, sino de uno pasivo.

 

Y aunque lo había hecho muy bien al principio, ahora había sido "derrotado" sin que Aaliyah se esforzara mucho.

 

Vamos de nuevo.

 

Caminó con parsiomonia por el bosque que tan bien conocía, sin apresurarse. Podía sentir la presencia de Thomas, y podía sentir que, aunque estaba perdido en tinieblas, estaba bien. Mientras iba hacia él, no pudo evitar pensar en el dolor de cabeza que había percibido, cuando desató uno de los recuerdos que había encontrado en él. Eso había hecho que todo fuera mal... pero, ¿lo había provocado ella? ¿Acaso estaba mejorando en la Legilimancia? ¿O era un efecto secundario? Al ver al muchacho, ya sin su forma animal, tendido en el suelo, se dijo que no era importante. Los dolores de cabeza no son extraños en magos jóvenes que exploran ese tipo de habilidades. Si ella lo hubiera provocado, lo sabría.

 

No tenía pociones consigo, pero reconoció en el suelo las hierbas que solían usar los curanderos para devolver la consciencia y la energía a una persona. Luego de arrancarlas de raíz, agitó su vara de cristal para triturarlas en pleno aire, y entonces dejar fluir aquel jugo verde por la garganta de Elros, con cuidado de no ahogarlo.

 

—No fuiste cuidadoso, Elros —le dijo con seriedad, pero sin severidad, cuando el muchacho abrió los ojos—. Siempre tienes que proteger tu mente. La Oclumancia no sólo es decir "oclumens"... también, hay un lado pasivo, que nunca puedes descuidar. La mayoría de mis aprendices se refieren a ella como una muralla, una barrera que levantan y que siempre mantienen en la cotidianidad, para evitar que, por así decirlo, les "lean" la mente —si bien ella sabía que aquella no era la forma correcta de decirlo, y si la Arcana Pereira hubiera estado allí quiz

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<<¿Dónde estoy?>> era la pregunta que afloraba, una y otra vez, en la mente del joven fenixiano; el cual ahora se encontraba en el centro de un escenario completamente rodeado de niebla, tan densa como el algodón. <<¿Quién soy yo? ¿Cuál es mi origen? ¿De dónde provengo?>> fueron otras de las interrogantes que retumbaron en el lugar como "eco en la montaña más oculta de la cordillera"; pues si alguien miraba el panorama desde afuera, podría aseverar que el Gryffindor no tenía compañía alguna más que su propia sombra que se dibujaba en el piso, tal como si aquel suelo que ahora afirmaba sus pies descalzos estuviese conformado únicamente por agua nacida del manantial más puro y cristalino de todo el mundo. La situación era muy extraña, porque el adolescente jamás se había hallado en una zona así, sobretodo desconociendo donde su "propio yo" estaba; hecho que le intranquilizaba, causándole un dejo de incomodidad que se manifestaba con el titubear de sus pasos indecisos hacia lo que él llamó "el horizonte". Estaba claro que allí no había nadie más y que dicha realidad era, nada más y nada menos, que su propia mente jugando con él en un mundo abstracto y onírico... estaba dormido. Pero fue en eso que sus ojos esmeraldas se cruzaron con la figura de una mujer añosa, muy delgada y tan alta como un roble. Su piel era morena, labios carnosos y facciones delicadas, pero exóticas. Usaba el cabello corto, rozando la calvicie; el cual llevaba descubierto al aire, mismo que mecía los rizos rojizos del hijo de Elvis y Annick. <<¿Quién eres tú?>> consultó a través de un susurro que sacó una leve sonrisa de la anciana, justo antes que ésta le balbuceara un par de palabras en un idioma extraño que nunca antes había oído en su vida. "Protege tu cuerpo, porque éste es tu templo" "Se cuidadoso y mantén tu mente concentrada... enfocada en tu objetivo... tu centro" Fueron las frases que Elros oyó antes que la mujer le golpease en la garganta con una vara de pastoreo que le ayudaba a mantener el equilibrio... Y así despertó.


-¡Madre santa!- exclamó el muchacho algo asustado cuando recobró la compostura en pleno bosque, estando a punto de ahogarse con un líquido verdoso que discurrió a través de su cuello desde su boca, manchando su sudadera. Ahí, junto a él, se encontraba una Arcana envuelta en la seriedad, pero no por eso actuando con intransigencia. -Lo... lo siento mucho, maestra... Yo me siento muy avergonzado, en verdad... disculpa- masculló con la mirada gacha, pues estaba muy decepcionado de su comportamiento y de no haber sido precavido; incluso irresponsable. -Comprendo a lo que se refiere, Aailyah... Entiendo que jamás debo bajar la guardia, y que esa "barrera o muralla" debe ser natural en mí desde ahora en adelante. Esto... este error, me ha servido para darme cuenta de mis debilidades... Ahora sé que puedo enfrentar mejor la misión- platicó el alquimista mientras se ponía de pie para quedar frente a Sauda. -Le pido, por favor... que se mantenga acá... Volveré con lo encomendado en unos minutos- agregó el aprendiz, segundos previos a lanzarse a correr por uno de los senderos de la frondosidad, sin mirar atrás... Debía terminar lo empezado de buena manera para enorgullecer a Saka y sentirse satisfecho consigo mismo. Era parte del aprendizaje que tenía que sortear para poder ser digno de la Oclumancia; y así enfrentar sus peores miedos al interior del portal que tendría que cruzar en la Pirámide del Ateneo.

Editado por Thomas E. Gryffindor
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Se había pensado por largo tiempo sobre que habilidad tomaría para crecer y fortalecerse no solo como mágica sino como persona y como sacerdotisa. Al final se había decantado por la Oclumancia, después de todo el control de la mente era casi un todo del resto, o el principio y también el fin de muchas situaciones, por eso se emociono cuando la dirección le notifico sobre la aceptación y fue una doble alegría, porque su nieta, su princesa seria su compañera en esta ocasión.

 

EL amanecer se hizo más largo que cualquier otro, exceptuando el del día de su boda, claro. Cuando al fin dieron las ocho menos cuarto, ya estaba enfundada en una túnica ligera y sencilla pero de buen corte, en tono celeste, que llevaba abierta bajo el que se apreciaba un pescador y una blusa inmaculadamente blancos, su cabellera caya suelta alrededor de sus hombros y espalda mientras que sus pies estaban cubiertos por unas sandalias de taco bajo, lo había decidió luego de mirar por la ventana lo que parecía ser un día estupendo. El atuendo lo completaba su varita de arce y un bolsito con un oculto hechizo expansor en el que llevaba su botiquín de pócimas y varios implementos que pudiera necesitar.

 

Mientras bajaba las escaleras luego de despedirse de su hijo recién nacido y de avisarle a Bodrik que ya se iba, meditaba sobre los rumores que había escuchado de la arcana oclumantica, era para muchos una mujer enigmática, reservada y se dice que nadie sabe con exactitud donde vive, algunos especulan incluso que no es dentro de la Universidad, sino que va y viene de acuerdo a las clases, otros sin embargo expresan que la mujer es parte del mismísimo bosque en el que no es prudente adentrase. Esa mera insinuación le hace a Cye sonreír, siendo una sacerdotisa amante de la naturaleza, cuya vida es regida por los elementos y el entorno natural, no le teme a los arboles ni a los animales, les respeta sí.

 

--Quiero saberlo todo, todo-- dijo mientras una llamarada verdosa hace desaparecer su cuerpo en la chimenea para materializarla en la universidad. Poco más de diez minutos le llevo conseguir la aparente dirección de donde se iba a llevar la clase, y cuando se acerco a la plaza que debía ser el lugar de Sauda no pudo ocultar su decepción, esperaba dada las especulaciones, un ambiente distinto, enigmático, natural y salvaje, sacudió la cabeza reprendiéndose a sí misma, pues apenas estaba ante la puerta cerrada, aun no podía ver y juzgar el interior.

 

Los nudillos de la nívea mano donde ya estaban las sortijas de la videncia y la nigromancia chocaron contra la puerta en varias ocasiones, anunciando su llegada, para complementarlo dijo. --Arcana Sauda, soy Cye Lockhart solicito su tutelaje para el aprendizaje de la Oclumancia-- ahora era la rubia quien se cuestionaba si realmente había acudido al lugar correcto o más bien debió dirigirse al límite del bullicio donde se pierde de vista las edificaciones de la universidad y se entra en el mundo de los sonidos mágicos de la naturaleza, ¿estaba dándole crédito a los rumores? Negó con la cabeza y volvió a tocar.

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