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Oclumancia


Aailyah Sauda
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- ¿Cambios graduales? - Eso era lo que le faltaba al Tonks, había hecho todo tan rápido que hasta él mismo pensaba que había un engaño. No obstante, la arcana no había podido acceder a sus verdaderos recuerdos, debía seguir manteniendo todo en secreto y replicar de nuevo su intento por evitar dar a conocer su verdadero recuerdo, nadie podía conocer que en algún momento había sido Demon Hunter excepto sus propios compañeros de bando, y evidentemente la mujer no era una de esas personas.

 

- Es hora - El Tonks comenzó a mover sus pensamientos de nuevo de un lado a otro, todo era tan rápido que de nuevo parecía que un río estaba en su mente. La arcana no podría identificar lo que estaba ocurriendo hasta que todo volviera a su lugar, pero esta vez no le dejaría el camino tan fácil y tendría mucho más cuidado en los cambios que debía realizar - Espero tener suerte - La necesitaba o quizás no, pero tenía confianza que era lo más importante en ese momento.

 

Esta vez no la engañaría con la ceremonia de su nombramiento de Director, tenía una mejor idea en mente. Sería en el mismo lugar, pero sería maestro de ceremonias en dicha ocasión, la invitaría a una de las antiguas ceremonias de graduación de la Academia de Magia y Hechicería. Uno de los eventos más importantes en dicha época, muchos de los magos y brujas más importantes asistían para conocer a los nuevos graduados y experimentar un poco de sus poderes.

 

En primer lugar comenzó a cambiar los roles, el Tonks apareció muy formal y en el lado del orador. No estaba entre el público como en el caso de su ascenso dentro de la Orden del Fénix. Sus pensamientos siguieron moviéndose para evitar que Sauda pudiera notar qué era lo que había cambiado, así la podría entretener y despistar un poco. El lugar seguía siendo el mismo que en su anterior cambio: Los terrenos de la Academia de Magia y Hechicería.

 

En segundo lugar, hizo aparecer mucho más público, incluyendo los chicos que estaban a punto de recibir su diploma. Esos dos cambios serían suficientes para modificar el recuerdo lo suficiente sin que fuera tan notorio, no debía cambiar todo como lo había hecho anteriormente o Sauda lo notaría - Eso es - Pensó, lo estaba logrando, tenía un recuerdo completamente diferente al original pero con pocos cambios, así que no se podrían detectar tan fácil como en su primer intento.

 

- Arcana, ¿lo he logrado? - Deseaba una confirmación de parte de la mujer para saber que su aprendizaje había finalizado. Había sido una clase demasiado interesante y podía decir que había aprendido demasiado, su mente estaría mucho más protegida que antes y podría guardar con mucha más seguridad sus recuerdos más importantes y privados.

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Asentía levemente a las palabras de Sauda, porque entendia lo que me estaba diciendo. Había aprendido, por las buenas, que la mente no era para nada sencilla. Entenderse a uno mísmo era lo más complicado que existía. Y ni hablar si se trataba de otra persona, porque no la conocías, porque era sumergirse en un océano oscuro, donde solamente te permitía verte a ti mismo. Se debía ir tanteando de a poco y a ver qué sucedía. Pero la Legeremancia me había dado un poco de seguridad, al poder recorrer las mentes ajenas. ¿Por qué no intentarlo? Tal vez otro retrocedería en sus propias palabras, pero yo llevaba la Sangre de los Leones, tenía que intentarlo.

 

Entiendo, Arcana. Pero enséñeme, por favor. Sé que es un gran peligro. Pero confío en mi mismo y en mi maestra —no necesitaba usar la legeremancia contra ella, aunque pudiera, para saber que ése brillo en sus ojos me alertaban pero a la vez me daba la posibilidad de empezar. Sino claramente se hubiera negado sin dudarlo. Le dirigí una sonrisa. No le estaba mintiendo. Si de algo me caracterizaba era la seguridad. Y quería hacerlo o fallar en el intento—. Creo que puedo intentarlo. Estoy seguro de mi vida, de mis pensamientos y de mi historia, Arcana. No tengo nada que perder.

 

Esperaba que aceptara. Y sino, al menos había tenido buena intención. Recordaba una lección excelente con Rosália, donde había podido visualizar la mente de aquella bruja y la había desmenuzado por completo. Su mente se había convertido en miles de hojitas secas, las cuales podía tomar, y juntar entre si para formar otros recuerdos. Con la Oclumancia no hubiera sido diferente. Porque no solo tenía que leer la mente de la otra persona, sino amoldarla y volver a depositar esas imágenes deseadas para encerrarlo entre si. Me llevaría más tiempo y concentración de la habitual, pero ahora lo único que recorría mi cuerpo era adrenalina.

 

Carraspeé mi voz. ¿Cómo sería utilizar aquello contra los mortífagos? Entendía que el peligro al que se refería Sauda se volvía más real ahora que lo pensaba. Si usaba ése método con alguien que podía llegar a detestar, significaba que vería absolutamente todo. Todo lo que odiaba, todo por lo que luchaba podía volverse parte de mi. Pero ahí entraba lo que yo quería hacerle ver. ¿Cómo podría ser parte algo de mi por lo que luchaba erradicar? ¿Cómo podía formar parte de mis pensamientos cuando eran pensamientos que me invadían por las noches y no me dejaban dormir? De a poco iba asegurándome que era lo que quería. Eso significaba que la prueba sería peor, o eso suponía.

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GOLDOR ♦ DEMONIUM MERIDIANUM

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  • 2 semanas más tarde...

Nathan aprendía rápido. Sauda estaba impresionada por la forma en la que el alumno, perdido al principio, había logrado tomar todo lo que ella le había dicho y ponerlo en práctica. A muchos les costaba días, incluso semanas. Pero hasta el momento, Nathan había sido uno de los más rápidos. La otra que lo había hecho era Jessie, la jovenzuela que, cursando su primera clase de habilidad, había logrado enormes cambios. Sauda alguna vez había pensado que los magos ingleses, remilgados y ajenos a la naturaleza, a los cambios, eran seres superficiales a los que les costaría mucho aprender de ella pero ahora podía decir que ella había podido nutrirse de ellos también, en una simbiosis perfecta y equilibrada.

 

<<Bien hecho>> dijo a Nathan, mientras tomaba el ramo de flores que le tendía. Parecía ser uno de los pocos que se había dado cuenta de su presencia o que había podido rastrearla hasta allí. Aún así, no movió sus labios para dirigirse a él. <<Aprendes rápido y creo que ya estás listo para afrontar la prueba de la habilidad... ¿Te crees listo para ello?>> le preguntó.

 

Mientras esperaba una respuesta, su mente fue hasta donde estaba Niko, siguiendo otra de sus consignas. Le había parecido que Niko no comprendía lo que ella le había querido decir, pero no, el Warlock lo había comprendido a la perfección. <<Acércate a donde estamos Nathan y yo>> y entonces, la imagen de cómo Niko la percibía cambió por completo como ella lo deseó, mostrando a una joven versión de sí misma y lejos de la imagen de Saka que Jessie había visto. Ahora era una Sauda de unos treinta años y no la anciana o la adolescente extraña en medio del grupo de alumnos. <<Has hecho un excelente trabajo, Niko y creo que como Nathan, estás listo para enfrentarte a la prueba de la habilidad. ¿Crees que estás listo?>> fue la pregunta que le hizo, hundiendo su nariz en las margaritas que Nathan le había dado.

 

Ahora era el turno de Elvis, el último de sus pupilos. Estaba pidiendo que hiciera algo complicado y peligroso, pero parecía decidido.

 

<<¿Estás completamente seguro?>> preguntó. <<Si es así, entonces, tomaré un recuerdo tuyo y lo haré mío. Cuando te deje acceder a mi mente, lo verás como si fuera parte de mi propia memoria>> y sin más aviso que ese, la Arcana se hundió dentro de la mente de Elvis y tomó uno de los recuerdos que le había mostrado, donde todos estaban reunidos en la mansión Gryffindor. Moldeó a cada uno de sus personajes, sus voces, sus atuendos y los adaptó hasta que la imagen de ella misma, la imagen de Sauda en aquella escena, parecía tan natural que cualquier podría decir que aquello había pasado. Una vez que terminó, le permitió a Elvis usar la Legeremancia para que llegara a ella y viera por sí mismo lo que había hecho. Y aquello solo era algo inocente.. Las formas en las que alguien podía transformar los recuerdos ajenos, volverlos propios y, por lo tanto, volverlos contra otra persona, eran incalculables.

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- ¿Que me acerque? - Niko no entendía que era lo que debía realizar, no sabía en dónde se encontraba así que no era una tarea fácil la que le había puesto. No obstante, en el momento en el que todo comenzó a cambiar su mente, entendió que era lo que deseaba la mujer. Su imagen era completamente diferente y podía verla dentro de su cabeza, podía entender que su poder era demasiado fuerte.

 

- Lo creo - El Tonks no estaba confiado pero sí seguro de lo que había aprendido con la arcana y consideraba que estaba listo para afrontar la prueba de la habilidad, sería su tercera prueba y esperaba que la experiencia acumulada fuera útil para realizarla con mucha más seguridad y habilidad que las anteriores que habían salido bien pero podrían haber salido mejor o al menos eso quería creer.

 

- Arcana, ¿qué debo hacer mientras tanto? - Suluk lo había enviado a descansar durante unos días antes de presentar la prueba, pero no sabía qué le indicaría Sauda. Las arcanas mujeres eran sus favoritas y tenía claro cuál sería su próxima habilidad dentro del Ateneo pero primero deseaba terminar adecuadamente Oclumancia, su mente necesitaba estar protegida para guardar todos sus secretos y recuerdos más privados.

 

El Tonks se sentó a esperar las indicaciones de la arcana, sabía que en cualquier momento llegarían y debía estar listo para seguirlas. Sus recuerdos estaban más protegidos que al principio de la clase y agradecía el apoyo otorgado por Sauda en su proceso de aprendizaje.

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Las palabras de la Arcana lo tomaron completamente por sorpresa; de no haber estado escuchando con suma atención hubiera pensado que sus oídos lo habían traicionado. No podía creer que ya había hecho el progreso suficiente para acceder a la prueba de la habilidad; todavía sentía que restaba mucho por aprender de aquella habilidad. Sin embargo, sabía a la perfección que como cualquier otra habilidad, ya fuese muggle o mágica, era la experiencia y la práctica las que le enseñarían la destreza que buscaba.

 

- Sí, Arcana. Estoy listo para hacer la prueba. - le contestó firmemente.

 

Quizá en ocasiones anteriores una sensación de ansiedad hubiese explotado en su pecho, más ya había dicho aquella misma frase en dos ocasiones anteriores y sabía perfectamente lo que una prueba de habilidad implicaba. Por supuesto, no conocería los pormenores de la prueba hasta que estuviese dentro de ella misma, y todavía tenía que atravesar los obstáculos previos que sabía que lo separarían del santuario mágico donde dichas pruebas tomaban lugar.

 

No obstante, por el momento, así se sentía.

 

- Estoy listo. - repitió, más para sí que para ella.

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»La fortaleza mental que debes poseer para distinguir los recuerdos propios de los ajenos o los implantados no es algo que se aprenda de un día para el otro, Elvis«

La voz de Sauda resonó nuevamente en mi cabeza, recordando lo que habia dicho. No pude evitar sentir que mi corazón brincaba una y otra vez. La Oclumancia era un arte delicada, pero poderosa. Y yo era alguien que ya manejaba otra arte poderosa, asi que lo único que podia volver a lograr es que me convirtiera en algo mejor. La magia siempre tomaba dos caminos, la luz y la oscuridad. Tenía que ser alguien que controlara los poderes para poder desviarlos al camino del bien. Si lograba eso, seria éxitoso para nuestro grupo.

Respiré hondo. Ya desde mi esencia como Paladín había aprendido a relajarme, tanto yo como a mi mente. Tal vez por eso que en ambas habilidades se me hacía siempre tan fácil. Sauda había aceptado enseñarme aquello. Si lo aprendia, si lograba a distinguirlo, podría hacer cualquier cosa. Claramente que no de mala manera, no me gustaba ser alguien codicioso, alguien que llevara la ambición a lo más lejos. Sino en aplicarlo para mejorar mi vida y la de los demás. Miré atentamente los ojos de Sauda. y me adentré a ellos con su permiso.

Nuevamente estaba en aquel recuerdo, hacía 28 años atrás. Hacía tiempo que había perdido la cantidad de veces que había vuelto a vivir ése episodio. Sauda estaba dispuesta a ayudarme con mi petición, pero podía notar que tal vez era más fácil, porque sabía que la Arcana era una oclumante. Y que ése era mi recuerdo. Lo que tenía que aprender era a enfrentarme a eso cuando no supiera ésos dos factores. Sin embargo por algo se empezaba.

La reunión familiar se estaba llevando a cabo como de costumbre. Y Aailyah Sauda era una Gryffindor más, una leona más en aquella mansión. Era extraño ver a una Arcana ser parte de mi familia pero tal vez su mente me había hecho sentir que hasta había sido real. "¿Quieres una taza de chocolate?" pensé, intentando involucrarme más, pero no, eso era lo que deseaba Sauda, pude frenarme justo a tiempo para darme cuenta. Y sonreí otra vez. Negué con la cabeza mientras me dedicaba a indagar en su cabeza. Ella me había dado paso, asi que tenía que jugarle en contra con alguna otra situación.

Navegar en la cabeza de otros era peligroso, era andar a ciegas en lo oscuro, era flotar en lo desconocido y aferrarse a la primera oportunidad que uno encontraba. Y si mi deseo era usar su mente en su contra, para desconcentrarse de la mia, entonces lo que se me ocurría hacer era mezclar sus recuerdos en el mio, a ver si podía lograr separarla de mi mente. Tomé aire. Husmeé en su cabeza. Todos teníamos un punto de quiebre en nuestras historias, de esos momentos en que si hubiera sido de otra manera, nos hubiera cambiado la vida por completo. Sauda estaba en el mío, asi que había encontrado el suyo. O eso esperaba.

Saka. Saka, por favor...

Tenía mi mente trabajando en cada detalle. Exclamé ése nombre en voz alta, pero no con mi tono, sino con el de la mujer que estaba entrando en ése momento por la puerta de la mansión Gryffindor. No era hábil con la metamorfomagia, pero si que podia alterar la realidad, usar los recuerdos de la Arcana para que me viera como aquella mujer de piel blanca y cabello dorado. Llamaba su atención con el nombre que era conocida. Su mente me lo había enseñado.

Cora portaba las ropas de los mortífagos. Su cabello enrulado brillaba por encima de tanta ropa negra. Acababa de desaparecer su máscara mientras con una mano apuntaba con la varita a una mujer, que había arrastrado hasta allí del cabello. Derramaba algunnas lágrimas mientras miraba a su hija. Claramente la mujer no era una Gryffindor, sino que se trataba de la verdadera madre de la Arcana. En la realidad había pasado algo parecido, la rubia desconocida habia llegado a la vida de Aailyah Sauda para llevársela y enseñarle, sucediendo luego otras cosas. Ahora se mezclaba con mi vida, tenía que retraerla para sacarla de mis propios recuerdos.

Decidiste que ésto era lo mejor para ti. ¿No crees, Sauda? Podrías haber sido una bruja poderosa junto a mi. Pero te uniste a ellos creyendo que así podrías sacar adelante a tu familia. Ahora, maldita, tu recompensa será la nada.

La mortífaga estaba jugando con la madre de Sauda mientras sus camaradas atacaban a los demás Gryffindor. Los cristales de las ventanas explotaban en miles de pedazos, mientras las cortinas escarlata se prendían fuego como si fueran de papel. Los elfos domésticos corrían despavoridos hacia todos lados, tratando de llevarse a los más pequeños. Pero estaba obligado a hacer un último movimiento, si quería tomar el control absoluto de la situación. Moví la mano, como señalando a cada uno de mis familiares. Me sentía mal, porque estaba jugando a ser un mortífago. Pero por otro lado tenía que pensar en que me estaba protegiendo en caso que ellos quisieran atacarme a mi.

Uno a uno, los Gryffindor se fueron transformando en los familiares de Sauda, mi padre se convertía en el suyo, igual que mis hermanos. Ahora eran los de ella. La enorme mansión Gryffindor se iba trasmutando a donde ésta había vivido, todo de una manera sin que se diera cuenta. La enorme estatua que se encontraba en la Antigua Mansión, ahora se derrumbaba cambiándose a aquel color naranja tan chillón que a ella le gustaba. Me había apoderado de sus recuerdos. Alterándolos un poco. Nuestros papeles habían cambiado y la estaba haciendo vivir lo que me había tocado sufrir a mi. ¿Alcanzaría con eso? Conocía que era una bruja poderosa, estaba seguro que con un chasquido de los dedos podría sacarme de su mente. Pero estaba dando todo lo mejor de mi. Hasta podía oler el humo que ascendía en espirales hacia el cielo y el olor a la sangre de aquellos hermanos, casi me oprimía el corazón al verlos.

 

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GOLDOR ♦ DEMONIUM MERIDIANUM

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  • 4 semanas más tarde...
―Construye tu muralla ―le responde a Niko, al tiempo en que se sienta frente a él. No es que lo esté haciendo en realidad; su cuerpo no está para esos trotes, y ella no haría sufrir a sus cansadas articulaciones, por no mencionar que ni siquiera está allí físicamente. Es sólo una imagen para que el aspirante se sienta cómodo, así como el hecho de que la vea como a una joven bruja, que irradia vitalidad―, y nunca la bajes.


Entonces alza la mirada hacia Nathan, dándole a entender que sus palabras también van dirigidas hacia él. Después de todo, ambos dentro de poco harán la prueba, y no tendrán la compañía de su maestra.


―Recuerda que es la magia del Portal de las Siete Puertas quien crea la prueba; te aseguro que no tendrá piedad ni te dará otra oportunidad. Lamento decir esto, así como lamento que tengas que escucharlo, pero no tengo la menor idea de lo que te depara. Sólo puedo decirte, como alguien que ya ha pasado por ahí, que estés preparado para cualquier cosa. No permitas que la prueba te quiebre. Sé que podrás conseguirlo, pero no debes rendirte.


Casi al mismo tiempo, está con Elvis, en un lugar completamente diferente. Está en una mansión que no conoce, con personas a las que no conoce, pero que sabe que son familiares del aprendiz. No pasa mucho tiempo hasta que lo siente en su cabeza, hurgando entre sus memorias. Por supuesto, es así porque Sauda lo permitió, porque es parte de su entrenamiento; él, siendo también un Legilimago, podría acceder a la mente de los enemigos que traten de penetrar en su mente, volviendo sus propios recuerdos y secretos en su contra.


Muchas personas se quebrarían en aquella situación, pero la Arcana no es como muchas personas. Un Oclumago respetable no puede permitirse eso.


El verlos a todos a su alrededor, tal y como los recuerda en su infancia, hace que una vieja herida le duela. Sin embargo, la culpa había mermado con los años y hoy lo único que siente es nostalgia. Sauda había superado ello y se había perdonado a sí misma gracias a la Oclumancia. Para ella, no se trata sólo de construir murallas, sino de control; controlar recuerdos, pensamientos, emociones, y así controlarse a sí misma. Quizás alguien más se hubiera hundido en la pena, o incluso hubiera pensado en terminar con su vida. Pero, así como nunca dejó que nadie penetrara en su mente (por lo menos, sin que ella lo deseara) ni se permitió ser la víctima de su mentora, tampoco dejó que los sentimientos negativos la controlaran.


―Admito que buscaste bien, Elvis ―le dice al mago, mientras observa a su alrededor. Deja que el mago la vea como realmente es; como una anciana, con ojos llenos de sabiduría y cansancio, aunque sin dejar que perciba sus emociones―. Usar el “punto de quiebre” es un golpe doloroso… pero efectivo. No dudo que el atacante hubiera huido de inmediato ―musita―. Sin embargo, debes tener cuidado. Alguien que no maneje la Oclumancia, podría romperse. Podría quedarse atrapado, incluso ―le advierte―. Sé que eres capaz de realizar esta defensa agresiva, y espero que seas capaz de usarla con responsabilidad y control. Lo principal es defenderte y controlar tu mente, y expulsar al invasor cuando esté distraído, pero dañar al enemigo no es algo que yo recomiende o incite ―añade, aunque aquello es un comentario personal. En realidad, una vez que consigan el Aro podrían hacer lo que se les antoje con sus poderes; sin embargo, cree que nunca está de más el pedirles que sean respetuosos y humildes.


»Espero que sepas dónde termino yo, y dónde comienzas tu ―murmura, al ver a su alrededor. Aquel lugar es una mezcla de ambos. La historia de Elvis, con la familia, el dolor y la vergüenza de Sauda―. Eso es lo primordial. No mezclar los recuerdos tuyos, con los de la otra persona. No creer las mentiras que tú mismo haces ―lo dice, más que todo, por formalidad; estando ahí, viendo cómo controla las cosas, está segura de que su aprendiz es perfectamente capaz de hacer la distinción―. Yo creo que estás listo para la prueba, mi joven aprendiz. Pero, ¿tu qué crees? Lo más importante es que tu estés seguro, pues sólo tienes una oportunidad.

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Se había quedado en una especie de limbo del que no sabía salir. No estaba segura de si había sido por la presión, o quizás simplemente porque había intentado forzar su mente más de la cuenta. No en aquella clase, claro estaba... pero sí en la anterior. Se había empeñado en aprender tanto como le fuese posible de los arcanos hasta el punto de enlazar unas clases con otras, casi sin descanso. Y, al parecer, Legilimancia la había agotado mucho más de lo que se había imaginado.

 

Al abrir los ojos, si es que los había cerrado en algún momento, se dio cuenta de que seguía en aquel bosque que colindaba con el hogar de Aailyah Sauda, pero ya no estaba donde se había encontrado con Bastian y los demás. Estaba sola, con la espalda apoyada contra el tronco de un nudoso (e incómodo) árbol que había clavado las irregularidades de su madera en la espalda de la licántropa. Hizo una mueca de disgusto al notar la molestia en la piel, aunque todo quedó en nada cuando intentó ponerse en pie. Las piernas le dolían como si se las hubiese partido en diez trozos. ¿Qué diantres le había pasado?

 

Miró a su alrededor mientras se rascaba la cabeza con gesto torpe y buscó con la mirada algún indicio que le indicase cómo reunirse con la arcana. Pero no halló pista alguna. Sin embargo, contaba con que Sauda sentiría su presencia, tal y como había ocurrido la primera vez al llegar al bosque: y decidió usar aquel conocimiento que había adquirido nada más llegar para ver si la arcana no se había arrepentido de aceptarla como aprendiz.

 

«Arcana Sauda... siento lo ocurrido, aunque ni siquiera sé lo que es. Lo único que tengo claro es que deseo continuar con mi aprendizaje. ¿Me aceptaría usted de nuevo a su lado, por favor? Prometo dar lo mejor de mí... y ser más fuerte que la otra vez», añadió, con cierto arrepentimiento. Su altanería le había jugado una mala pasada, pues hasta se había planteado atacar con legilimancia a la arcana. ¡Pobre ilusa! Como si pudiera combatir contra el inmenso poder de la centenaria.

 

Aguardó para ver si la anciana le respondía, deseando con todas sus fuerzas volver a escuchar su voz en su mente.

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Miraba atentamente a los ojos de Sauda. Lo único que hacía era asentir, la Maestra me recordaba algunos datos importantes que estaba seguro que recordaría, pero eso me hacía ver que al menos la bruja, se interesaba en sus alumnos. Era algo bueno, porque desde mis comienzos junto a los Arcanos, me habían parecido de una manera y ahora eran de otra.

 

Tomaré cada consejo, Maestra, siempre recordaré éstas palabras y haré lo correcto —le dirigí una sonrisa. ¿Había necesidad de decirle lo bien que siempre intentaba comportarme? ¿Hacía falta que le dijera que siempre elegía el camino del bien? Sauda había visto cada centímetro de mi historia, por eso estaba seguro que podía confiar en mí, ya que la Oclumancia utilizada por un miembro de la Orden, era totalmente diferente a si la utilizaba un mortífago, aún más siendo usada por algún civil. Por eso que confiaba en mi mismo, porque si siempre había sido cauteloso con la legilimancia, con ésta sería aún mucho mas precavido.

 

Pero me quedé anonadado al ver a Sauda. De a poco, como si siempre hubiera estado ahi, había adoptado una imagen más vieja. ¿Era producto de mi cabeza o el de ella? La contemplé durante unos segundos. Pude sentir orgullo por ella, orgullo por mi, por haber llegado hasta allí, porque había logrado aprender realmente el arte de las mentes. A hurgar en las demas y a proteger la mia. A trabajarlas juntas y separadas. Asentí una vez más. No tenía necesidad de hablar.

 

»Estoy preparado, maestra Sauda. Estoy listo para hacer la prueba«

 

Era la tercera vez que iba a atravezar la Sala Circular donde se encontraban las Siete Puertas. ¿Podía verme reflejado en el pasado?

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―Sé que me harás sentir orgullosa ―cuando le habla, curva ligeramente las comisuras de los labios hacia arriba, en una sonrisa casi imperceptible―. Nos veremos al anochecer ―no falta mucho para eso; la luz del sol comienza a teñirse de púrpura, a enfriarse, y éste está cada vez más cerca del horizonte.

 

Elvis no parece necesitar más de ella, de modo que la arcana se despide haciendo un ligero asentimiento con la cabeza. Confía en él, sabe que es un mago muy poderoso. Pero un gran poder, conlleva una gran responsabilidad. La Oclumancia y la Legilimancia, combinadas, son peligrosas; sin embargo, también confía en que Elvis sabrá usar las habilidades de forma precavida, de forma respetuosa, nunca para hacer daño a alguien más. Es por eso que Sauda se siente tan tranquila, y no le dice nada más que sus habituales palabras (¡Protege tu mente!). Decide, en cambio, dejarlo tener un tiempo para sí mismo.

 

Piensa en ir a casa y descasar un poco, antes de acompañar a sus aprendices a la prueba. La jornada ha sido larga, y ella ya no es esa muchacha joven que los demás suelen ver. Sin embargo, mientras camina por el bosque, siente una presencia familiar. Anne Gaunt. Por un momento, había olvidado a aquella aspirante. Sauda siente en ella la determinación, así como el arrepentimiento; la última vez que estuvo en su mente, la muchacha actuaba de forma altanera. Incluso había dudado acerca de aprender a dominar la Oclumancia. Pero ahora parece decidida de verdad, y es por eso que la arcana camina hasta donde está la muchacha.

 

―Oh, querida, ¿te encuentras bien? ―tiene un aspecto cansado y descuidado, muy diferente al que vio la primera vez. Incluso percibe el dolor, las extremidades tensas― Creo que una taza de té te sentaría bien.

 

>>Vaya, ya está oscureciendo... ¿Crees que puedas ayudarme a llegar a casa, Anne? Allí te prepararé algo para que te sientas mejor, y hablaremos acerca de tu aprendizaje ―con una sonrisa, infunde seguridad y confianza en Anne, aunque deja que ella sea la que decida seguir sus palabras. Su casa no está muy lejos y la arcana es perfectamente capaz de ir por sí misma, pero pretende comenzar inmediatamente con el aprendizaje y entrenamiento de la muchacha. Sin mucho esfuerzo, haría que la muchacha viera enemigos y monstruos en las sombras, incitando la paranoia y el nerviosismo. Espera que la muchacha, si de verdad está decidida a ser una buena alumna, no haya acudido a ella con la guardia baja.

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