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Libro de los Druidas


Badru
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—Uhm.

 

Torció los labios en una mueca al ver que Mei se llevaba por delante a su compañero, que había estado saltando como un impala de un lado a otro hasta llegar con bien a su destino. La muchacha parecía torpe por naturaleza. Sin embargo, Badru no dijo absolutamente nada, permaneció con los ojos perdidos en el infinito, allá donde una minúscula mancha formaba la estructura de un muchacho perdido. O quizás no tanto. El hombre pensó que era conveniente, después de todo, que terminara de una vez por todas con el grupo actual y empezara a dedicarse a él. Pero aún tenía cosas que hacerle pagar a Mei y empezaría por una tarea sencilla.

 

—Thomas, Delacour, conmigo —sin más, saltó.

 

El muchacho había tenido la iniciativa y él lo sabía, pero lo pondría en práctica sólo para que viera que había tenido razones suficientes para aprobarlo sólo por su inventiva. Badru caía con elegancia y una rudeza natural, como una estructura de puro músculo que estaba dispuesta a estrellarse con la arena de un sólo golpe. Pero una vez que estuvo lo bastante cerca del nivel del suelo, accionó el amuleto volador y planeó los últimos metros hasta que sus pies empezaron a guiar sus pasos; eran una extensión de su cuerpo, hacían exactamente lo que él pensaba sin ponerle trabas.

 

Mientras avanzaban por el camino, el hombre empezó a controlar nuevamente la zona que estaba a su disposición. Un estruendo, además de un mínimo movimiento en la arena, delató que la muralla había sido tragada por la misma duna que la había visto nacer. Por su parte, el hombre estaba concentrado en algo en particular, la mancha que había visto antes. Mientras lo observaba con atención, decidiendo si se trataba de un chico o una chica, sus manos jugueteaban con la varita de cristal azabache y sus brazos se flexionaban con fuerza. Algo estaba pensando.

 

—Delacour, ve por tu nuevo compañero y vuelve aquí con él. Estoy seguro de que necesitará algo que sólo tú podrás mostrarle de momento.

 

Con un movimiento mínimo e imperceptible de varita, además de un pensamiento que sólo rezaba Arenas del Hechicero, dejó a Ishaya inmediatamente ciego del otro lado del desierto. Las arenas se habían arremolinado entorno a su cabeza sin avisar y ahora tendría que ser Delacour, si no le sacaba los ojos en el intento, quien lo curara. Él se enfrentó a Thomas, alzando la varita.

 

—Los dedos sobre la cabeza y una caída libre hasta abajo, flexionando la espalda —empezó a decir, guardando la varita en algún lugar de su peto de cuero—. Deberás cortar el aire con la convicción más fuerte que tengas. Cada vez que intentes, fallarás, sin embargo, en cuanto estés cansado y deteriorado, será el momento ideal para que vuelvas a tratar. Tu energía la conoces sólo tú y sólo tú debes saber cuándo no puedes más. Ahí, deberás cortar el tiempo y el espacio con todas tus fuerzas.

 

Mientras explicaba, el guerrero adoptaba la postura adecuada para la perfecta realización del hechizo. A medida que iba dando indicaciones, sus dedos, su cuerpo y su energía parecían salir a relucir para servir de guía al Gryffindor, a quien había empezado a llamar por su nombre como muestra de entrega. Como profesor y como guerrero. Cuando sus dedos llegaron abajo, acompañados de un movimiento de columna colosal, una pequeña línea de poder había quedado marcada en el aire.

 

—Fulgura Nox, el Haz de la Noche. Si logras abrirlo a la perfección, podrás llevarte a Delacour contigo. Pero te llevará un rato, así que te sugiero que tomes mucha agua e inhales con fuerza.

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El desafortunado de Thomas no logró recibir respuesta alguna de su mentor tras haberle formulado su inquietud en ayudar a la joven Delacour con su misión; pues, tan pronto como sus labios se cerraron en pos del uso de su gran habilidad mental, un choque despiadado e inesperado le lanzó hacia atrás del borde superior de dicha plancha de metal. Se trataba de Mei, quien no logró dimensionar los poderes de los lirios de fuego y terminó estrellándose contra la figura esbelta de un cansado pelirrojo que perdió el equilibrio en el acto y se desplomó como pato de campo baleado sobre el pantano. -Disculpas aceptadas... pero para la siguiente oportunidad, por favor ponte un par de lentes o gafas aislantes de arena... si es que no ves nítido en el desierto- respondió el Gryffindor con una sonrisa fingida a flor de labios, restándole importancia al asunto mientras permanecía sujetado a la mano de la líder de la Orden del Fénix, la cual se aferraba con fuerza al extremo de la muralla de hierro con tal de no caer al vacío y terminar como cucarachas aplastadas ante la magnitud del supuesto impacto desde aquella altura y con un mecanismo de alta velocidad o aceleración irreversible. Fue así que, luego de que la muchacha realizase una especie de movimiento oscilante como péndulo circense, el inefable logró hacer contacto con aquella zona de grosor delicado y, sin mayores cavilaciones ni dificultades, subió una vez más al lado de Badru; no sin antes tenderle una mano amiga a la Directora de la Oficina del Ministro. -Parece que el Nefir nos hará sudar la gota más gorda que saldrá fruto de nuestro esfuerzo... ¿No lo crees Mei?- le susurró el ojjiverde por lo bajo a su compañera, en el mismo instante en que el guerrero saltó con dintinción hacia el área de origen desde donde el par de fenixianos había empezado a escalar pendiente arriba. Sin nada más que hacer, además de contemplar el horizonte desde aquel rascacielos liso, el veinteañero se lanzó a la aventura sin temor ni represión emocional. El aire que rozó su rostro fue escaso, sin embargo la adrenalina que fluía en su sangre parecía estar alborotada con tantas descargas que avivaban sus sentidos en el santiamén en que sus pies estaban at portas de tocar la zona inferior y distal del trayecto aéreo; por lo que no objetó en su consciencia sobre el segundo preciso en que su amuleto volador se activó y le permitió planear la distancia final de su odisea, descendiendo lentamente.


-Buena caída libre, Elros... Podrías hacer este deporte de vez en cuando- se auto-motivó el extrovertido mago de carismáticos orbes esmeraldas, al mismo tiempo que sus pies se orientaban junto a los del Uzza en medio de la arena que cada vez se entibiaba aún más con el pasar de las zancadas en compañía de Mei. Pero fue un ruido muy extraño el que le sacó de su propio estado hipnótico de alabanza; fuente sonora que provenía del movimiento de una duna que envolvió con sus brazos a la antigua pared de metal, dejándole atrás junto con una experiencia que el initié jamás olvidaría. -Y si Delacour se va a buscar a... vaya a saber quién... ¿qué pasará conmigo y con lo que usted dispondrá a...- fue lo que alcanzó a pronunciar el alquimista viajero del tiempo, pues el Uzza ya se había apresurado a alzar su varita azabache que, minutos previos, fue su objeto de juego en el camino. -Entiendo a la perfección, Badru... Voy a conseguirlo, señor... ya lo verá- exclamó el chico con optimismo luego de oír el rosario de indicaciones de su mentor y la seguidilla de posturas que éste adoptó con tal de realizar el hechizo que le permitiría abrir un portal hacia la prueba final del conocimiento del Druida. Ya con su mente bien fija en la perseverancia, y con su capacidad física orientada al éxito; Thomas desenvainó a "Lion" desde sus túnicas y comenzó a reunir todas sus fuerzas con el propósito de efectuar un corte certero en la delgada línea que unía al tiempo con el espacio. Uno, dos, diez, catorce intentos ya llevaba el legilimago cuando su respirar se volvió entrecortado y las gotas de sudor cayeron desde sus cabellos ondulados revueltos; poco a poco su visión verdosa se nublaba y su aliento perdía consistencia... el Gryffindor estaba agotadísimo. <<Fulgura Nox>> invocó cuando su concentración y energía alcanzó su máximo esplendor, logrando abrir una brecha tridimensional que le sacó las últimas palabras antes de exhalar una bocanada de aire. -Lo hice, señor... Lo hice... Es el Haz de la Noche. Ya estoy preparado para lo que usted disponga- enunció el satisfecho alumno hacia su profesor, contemplando con orgullo su creación... el portal mágico que lo trasladaría junto a Mei.

Editado por Thomas E. Gryffindor
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Tomaré en cuenta tu sugerencia – logró pronunciar no sin cierta dificultad ante las palabras que Thomas le dedicaba respecto a la inteligente idea de las gafas para evitar que la arena obstaculizara su vista de alguna forma.

 

La pomada poco a poco iba perdiendo su efecto, por lo que el calor se hacía sentir en su mano, y la fuerza en sus brazos comenzaba a asemejarse más a la normal de sus músculos. Dolía, y le estaba costando un mundo no soltarse o soltar a su compañero. Rápidamente comenzó a moverlo para hacer un movimiento oscilante que poco a poco fue haciéndose más pronunciado, hasta que al fin pudo ver que alcanzaba a agarrarse con las piernas de la planta y de allí, la ayudó a subir, cosa que agradeció eternamente y lo dejó notar en un sonido entre quejido y suspiro que escapó fuertemente de sus labios.

 

Se tomó un momento para recuperar el aire, pero al parecer, el Uzza ya tenía otros planes en mente, pues mientras ellos permanecían una vez más al borde de la plancha, Badru había bajado hasta llegar al inicio, donde el ascenso mismo había comenzado. Esta vez aspiró aire, sintiendo que el día se le estaba haciendo más largo de lo normal.

 

Realmente lo espero, la verdad es que no creo que pueda aguantar por mucho más este calor infernal… digo, no sé tú, ¡pero yo necesito una bendita ducha! – exclamó a las palabras del Gryffindor, de forma más teatral que de otra forma, aunque no por ello menos ciertas.

 

Bajó por detrás de Thomas, aterrizando limpiamente sobre la arena una vez más y se dio a la carrera para intentar alcanzar a ambos hombres mientras se tomaba el cabello con las manos y lo ataba en una alta cola para evitar sentir calor en la nuca y que le volviera a molestar, como había sucedido en ya varias ocasiones.

 

Estuvo a punto de chocar contra la espalda de Badru, pero logró hacerse a un lado justo a tiempo para cuando le daba las nuevas instrucciones. Levantó la vista de forma curiosa, intentando ver a quién habían enviado a buscar. Se hizo visera con una mano, pero ni aún así logró identificarlo, pues estaba muy lejos. Comenzó entonces un trote constante para intentar llegar más rápidamente hasta la posición donde se hallaba, de seguro esperando al Uzza, a fin de cuentas se hallaba en la Plaza del Árbol de Fuego.

 

De pronto, algo que no esperaba sucedió. Alrededor de aquella persona, comenzó a arremolinarse la arena, la cual lo envolvió por completo, aunque ésta tenía un aspecto totalmente distinto al de la arena normal. Aceleró el paso, notando poco a poco que se trataba ni más ni menos que de Ishaya, el que se estaba viendo afectado por un conjuro que conocía bastante bien: Arena del Hechicero.

 

Lindo recibimiento el que te dieron, ¿no? – comentó por encima la castaña, envainando su varita, sabiendo lo que tenía que hacer – No te alarmes, te ayudaré…

 

Las arenas se disiparon entonces y sin más, comenzó el movimiento de la varita, imitando aquel que ya había visto hacerlo al mismo Uzza para cuando había atacado a Lyra y Lisa con otros hechizos. Un lado y al otro, y una floritura final.

 

Cantar del Eleboro.

 

Inmediatamente, sintió que su varita vibraba levemente, y al instante siguiente, una melodía tan suave como dulce surgió, dejándose llevar por la suave brisa ardiente del desierto y envolvía completamente a Mei y al Tonks también, restituyéndole el sentido de la visión.

 

¿Estás bien? – le preguntó inmediatamente – Ven, a quien busca se encuentra por acá.

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  • 2 semanas más tarde...

Sin deberla ni temerla, en seguida fui atacado con las arenas del hechicero, poder del libro del equilibrio que llegó por completo hacia mis ojos dejándome con una visión borrosa, algo que temía que sucedería. Afortunadamente para mi, en seguida llegó ei Black Delacour, la líder de la Orden del Fénix a mi rescate, por asi decirlo, curándome con uno de los conjuros del nuevo libro al que me había inscrito y que, seguramente, estaría siempre a disposición del guerrero Uzza para defenderme de él.

 

- Muchas gracias, - fue lo que le respondí de inmediato - vamos a donde se me ha solicitado.

 

Seguía reacio a tener que enfrentamre a uno de los guerrero, quien sería mi maestro en este nuevo camino, sobre todo porque la experiencia que tuve en el libro del equilibrio me había abierto la visión al cómo funcionaban sus métodos tan... ortodoxos. No me eran de fiar, por supuesto, ni tampoco los arcanos aunque estos se vieran más mansos al momento de guiarnos en el camino de aprendizaje. ¿Por qué tanto mistisismo? No, algo no estaba bien.

 

- Pensé que ya estarías en la prueba del libro, aproveché el momento en el que nos encotnrabamos la bruja y yo - llevan un bine tiempo dentro del aprendizaje, ¿te inscribirste junto con Thomas y Lisa, cierto? ¿También siguen acá?

 

Me había retrasado bastante cuando no pasé la primera prueba del libro del equilibrio, después de que había empezado a nivelarme con todo lo que había quedado pendiente hace un año, junto con las habilidades y los conocimientos especiales, pero ese ligero retraso de los libros de poderes me habían dejad un tanto molesto, sobre todo porque estaba dentro de los mismos régimes que Sally o Acel, con quienes cursé en aquel momento mi primer intento.

 

- Badru es bastante joven, por lo que pude investigar, - seguía hablando a pesar de que no recibía respuesta de mi líder - así que espero un comportamiento como cualquier joven guerrero. Espero que no tenga que encontrarme con su familia, sería algo bastante extraño recibir el entrenamiento de ese modo.

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—Ya, ya, largo los dos.

 

Le hizo un gesto a los dos pupilos, sin muchas ganas de seguir con lo mismo y se plantó delante del nuevo, Ishaya, mirándolo con fijeza. Tenía un aura interesante. Al igual que con Lyra, pudo percibir en él un poco más de madurez de lo que solía ver en los demás magos del Londres actual, al menos de forma mágica; los anillos, el poder, todo en él indicaba que iba a tener compromiso y no tanto berrinche como la última del grupo. Asintió para sí mismo y buscó en el interior de uno de los bolsillos que tenía en la ropa, uno de muchos, hasta que halló un frasco pequeño y algo torcido que seguramente tuvo que haber dado a los otros estudiantes.

 

Todavía no se había presentado y estaba consciente de que el otro mago también lo había notado, pero poco le importaba. Descorchó el frasco sin mucho cuidado y se echó la pomada en las palmas, extendiendo bien la crema sobre su piel antes de tendérsela al hombre. Movió la cabeza, indicándole que lo imitara y demostró que estaba renuente a hablar o que era mudo por momentos. Lo cierto era que estaba evaluando la habilidad de Ishaya para seguir órdenes, incluso cuando no eran verbales, para saber si contaría con él o no en la misión que tenía por delante. Había pasado, de momento.

 

—Muy bien, esto es lo que haremos. Coloca tu libro en un lugar seguro, donde no se caiga, porque perderás todo lo que no esté bien ubicado o protegido de la gravedad, ¿vale?

 

Tensó los músculos, flexionó las piernas y cortó el aire con los dedos desde arriba hacia abajo, muy hasta abajo, abriendo un portal sin necesidad de hacer el hechizo; era su habilidad innata, no necesitaba libros o nada más, sólo el poder mágico que le sobraba.

 

—Bajaremos lo más cerca del núcleo que nuestros cuerpos puedan resistir y lo haremos usando nada más que nuestras extremidades. Esta pomada, que Thomas aprendió a hacer junto con el grupo anterior, hará que tus palmas se adhieran a todo y sean prácticamente inmunes al calor, pero no durará para siempre. Cuando sientas que te resbalas, vuelve a usarla. Espero seas lo bastante rápido para que no se te acabe.

 

»Al cruzar este portal, llegaremos a un conducto estrecho y vertical que cae directamente a un centro de puro magma. Te seguriero que te agarres a lo primero que encuentres en ese momento o perderé a mi único alumno antes de tiempo. A partir de ahí, escalaremos hasta dar con el primer agujero horizontal que se cruce en nuestro camino. Estará hirviendo, será oscuro y lo más agotador que hayas hecho. ¿Estás listo?

 

Le tendió una mano fuerte al joven y lo miró con interés. ¿Respondería al no saber por qué estaban haciendo eso o haría lo que tenía que hacer?

 

—Soy Badru y seré tu maestro. Cuando estés listo, cruzamos.

 

@Ishaya

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Al estar en frente del guerrero Uzza, éste únicamente le indicó a Thomas (quien estaba con él) y a Mei que se pudieran ir, seguramente a la prueba que les correspondía realizar. No sabía si estrecharle la mano o hacerle una reverencia con mi cabeza, debido a que lo había visto presente en la prueba del libro del equilibrio, pero él me cortó las dudas cuando sacó un ungüento de entre sus ropajes y me lo pasó de inmediato, sin dar ninguna indicación, por lo que lo imité en seguida mientras acomodaba mis ropajes para que no me molestaran en ese momento.

 

Asentí con un simple movimiento de mi cabeza cuando me indicó el siguiente paso, de forma verbal, acomodando mi libro cuidadósamente en mi espalda, amarrado con fuerza de forma diagonal para que el cuero se amarrara con firmeza en todo mi torso; de esa forma también mi brinaba la libertad necesaria de mis extremidades para aquel entrenamiento porque, bueno, esto no era un curso para sentarse y tomar notas: los poderes y magias guerreras se experimentaban en combate.

 

Al menos las cosas estaban avanzando con buena velocidad ya que, acto seguida, un portal apareció frente a los dos debido a las habilidades de Badru, sintiéndome más cómodo por tener que movernos por otros lugares diferentes al ateneo de la universidad. Estreché su mano con firmeza, dábamos inicio.

 

- Ishaya Tonks, comencemos.

 

Se podría tomar aquel gesto por una sonrisa, pero mis labios jamás se movieron, era mi mirada la que estaba encendida por continuar a partir de es emomento lejos de magos conocidos, como en los anteriores cursos, para comenzar a recibir directamente los conocimientos de una raza demasiado ajena a mi realidad del día a día. Cerré los ojos un momento para sentir el ojo interno despertar dentro de mi, esperando que me guiará a través de aquel portal con seguridad, previniendo alguna roca suelta u otro peligro que estuviera cerrado a mi vista en esos momentos; para Badru sería solo un parpadeo, pero yo había visto cruzar todo ese camino sin problemas, viendo mi caída un par de veces hacia una muerte segura.

 

Cuando me dió la indicación el guerrero Uzza, me lancé hacia le portal extendiéndo mis brazos con tal presición que mi aterrizaje en el túnel vertical fue lo más limpio que se podía en esa situación, sintiéndo la fuerte onda de calor golpear mi cuerpo transformado gracias a la metamorfomagia para resistir aún más las inclemencias del ambiente que me rodeaba. Mi piel estaba transformada de manera parcial en al de un dragón, notándose a simple vista como si estuviera llena de escamas, pero sin tornarse de un color extraño, diferente al mío.

 

La subida fue bastante rápida, ya sabía porque ruta debía de conducir mis fuerzas para no caer directamente a la bóveda de magma que estaba debajo de nosotros, inclusive no estaba esperando a mi instructor en aquella ocasión, ya sabía de antemano que llegaria bien a nuestro lugar de encuentro debido. Lo único que no podía predecir en esos momentos era el esfuerzo que en realidad me costaba ese obstáculo, sintiendo como todos los músculos de mi cuerpo trabajaban en conjunto para que ninguno resintiera más el peso o la intensidad de los movimientos.

 

Apenas pude vislumbrar el túnel que me decía Badrú, aceleré el movimiento mientras me permitía el ungüento en mis manos, sosteniéndome los últimos metros de mis fuerzas más que de la ayuda que me había brindado aquel gel.

 

Respiraba con cierta dificultad, pero controlando la situación, ya bastantes años tenía enfrentándome a diversos peligros como apra que un simple esfuerzo físico me doblara como un simple estudiante de Hogwarts. El guerrero Uzza se encotnraba a mi lado, completamente entero. No dije ni una palabra, simplemente estaba esperando las siguientes instrucciones.

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Perfecto, pensó el Nefir, siguiendo al joven al interior del portal que había creado. Si había algo que apreciaba en un mago, era la cualidad de seguir órdenes sin hacer preguntas insulsas. La mayoría solía fallar en este sencillo paso para caerle bien. Pero Ishaya parecía tener futuro, no sólo en la forma en como podrían llegar a llevarse sino en la forma en que llevaba la situación. No lo vio caer, sino que lo vio subir, ya que él había aparecido un poco más abajo y en diagonal a donde el Tonks empezaba a escalar, pero no hizo ningún comentario. Ya hablarían cuando completaran la primera parte de la misión.

 

Los movimientos de Badru no eran como los de Ishaya. Los dos tenían una forma bastante diferente de moverse y se veía con claridad en la forma en que adherían sus manos a la roca ígnea, haciendo de sus cuerpos un instrumento; el Uzza era tosco y algo salvaje, daba más saltos que otra cosa, derrumbando algunas pequeñas rocas a medida que seguía al hombre. Por eso fue una sorpresa que llegara intacto arriba, como si no hubiera sido nada más que un entrenamiento. El túnel era pequeño, algo sofocante y bastante más oscuro de lo que le había dicho a Ishaya en un principio, pero se las arregló para parecer conforme con el tamaño y su anatomía.

 

—Estamos aquí abajo porque tenemos que encontrar algo muy importante: una salida.

 

Atravesó al muchacho con sus ojos negros, casi tanto como el entorno, al tiempo en que encendía la punta de su varita de cristal azabache.

 

—Seguiremos este camino durante el tiempo que sea necesario, hasta que lleguemos a una cámara donde podamos hacer el Fulgura Nox o Haz de la Noche, que es lo único que nos permitirá salir. Ni siquiera la aparición funciona, así que es mejor no intentarlo o nos llevaría directo al magma que dejamos atrás. Es un camino largo, estrecho y lleno de peligros, pero mientras tengas tu libro no habrá nada que pueda dañarte.

 

Sacó su propio ejemplar, ajado y viejo, antes de abrir la página.

 

—Hay hechizos de protección aquí que serán muy útiles, pero te sugiero que leas con atención y practiques antes de seguir. Tienes diez minutos para eso y descansar, además de hidratarte. Para mí es normal estar a estas temperaturas pero no quiero que te desmayes, así no serás útil —hizo aparecer un par de cuencos llenos de agua y bebió el suyo de un solo trago, antes de señalar al final del túnel, donde no se veía nada más que oscuridad infinita puesto que la punta de la varita se había apagado—. Sabremos a dónde vamos porque llegaremos a una sala amplia e iluminada. De momento, tendremos que ir a oscuras. ¿Qué nos encontraremos? Depende de ti y tus miedos. Todo lo que temes nos está esperando y será a ello a lo que nos enfrentemos. Así que, ve delante y guia nuestro camino en cuanto estés listo. Lo que sí, si tienes dudas haz las preguntas ahora o sino podríamos encontrarnos con la muerte.

 

Alzó las pobladas cejas, sabiendo que apenas se podían ver el uno al otro por el escaso resplandor de la lava abajo y asintió.

 

—Vamos, pregunta, no nacemos aprendidos. Pero pronto, el tiempo se acaba y puede que haya una erupción.

 

@Ishaya

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Tomé uno de los recipientes para tomar agua y asentí por lo que tomé mi libro de los druidas para sentarme de inmediato a leerlo con un simple conjuro de lumos debido a que el tiempo no estaba de nuestro lado, inclusive por más que empujara mis poderes al limite, no funcionaría de mucho si el magma nos alcanzaba.

 

Verifiqué las descripciones y usos de los artefactos que tenía que aprender a usar, desechándolos por el momento ya que ninguno de ellos era relevante en ese lugar, sin embargo, cuando leí los poderes que se podrían aprender, entendí a la perfección lo que sucedía con el fulgura nox. Obviamente el guerrero Uzza estaba esperando a que llegaramos a un sitio más amplio para realizar el conjuro, simplemente por funcionalidad del mismo, o por lo menos era lo que entendía.

 

Los lirios de fuego, el cerco luminoso y el cantar del eleboro resultaban bastante prácticos, así que empecé a imitar mímicamente los movimientos necesario antes de realizarlos, no quería tener un error simple frente a mi guía. Busqué el polen de los lirios entre los objetos que traía para el aprendizaje y, de inmediato, comencé a esparcirlo por la piel e inhalándolo para protegerme por completo, de toda forma posible, guardando el resto del ungüento que me había entregado Badru por si se requeria más adelante.

 

- Adelante.

 

Comenté después de asegurarme nuevamene el libro en mi torso y comenzar a caminar por ese túnel, modificando mi físico para hacerme de un cuerpo más acorde a ese sitio, de esa forma me movería más ágilmente, con menos dificultades gracias a la metamorfomagia.

 

No le había realizado ninguna pregunta en esos momentos, la verdad es que las dudas siempre surgían en el momento que se presentaba una situación incómoda,peligrosa, de riesgo, no cuando me encontraba sentado leyendo un libro; una actitud que a los anteriores maestros de libros de hechizos no ls había gustado, por supuesto, los ingleses siempre estaban sintiéndose demasiado perfectos como para que alguien llegue frente a ellos para demostrarles que no cuentan con la verdad absoluta ni que todos estarían agachando la cabeza sol porque ells querían.

 

Por otro lado, Badru había mencionado los peligros a los que nos íbamos a enfrentar, citando sus palabras como "mis peores temores", algo que siempre quedaba demasiado vago. Lo único que temía era la seguridad de mi familia, pero eso no quedaba en mi o en el guía, desde hace bastante tiempo había aceptado el hecho de que la vida no nos pertenecía, simplemente debíamos de estar preparados para lo que se nos ponía en frente para resolver las situaciones, inclusive los riesgos de morir en cualquier momento; es por ello que no me sorprendí cuando comenzaron a aparecer unas extrañas criaturas en nuestro camino, como inferis, pero con puntos brillosos que asumí que eran lava.

 

Pensaba en un simple obsistens mientras caminábamos, absorbiendo a las criaturas para transportarlas lejos de mi presencia, librándome de su ataque en un simple movimiento; era una ventaja el que fuese una invocación no verbal, de esa forma les sorprendía el mismo a las criaturas acuando aparecía de la nada.

 

Evité mirar hacia atrás para verificar si venía el guerrero, sabía que durante ese incómodo camino no mencionaría palabra alguna hasta que llegáramos a la bóveda para realizar el conjuro del portal y que, era más que obvio, no terminaría con el entrenamiento si no ponía en riesgo mi seguridad... o al menos eso sentía.

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—Adelante.

 

Badru nunca se había caracterizado por ser demasiado hablador, a menos que se le hiciera una pregunta directa o le dieran conversación sobre algo que le interesara. Siendo un guerrero, los temas eran escasos. Sin embargo, debía admitir que le parecía curioso el silencio del joven Tonks. Quizás porque siempre se había topado con estudiantes que lo llenaban de preguntas o comentarios cargados de egocentrismo, así como uno que otro insulto que se supone no debía haber escuchado. Pero con él no. ¿Sería algo común de su personalidad? Decidió conservar el comentario para sí mismo, como todo, mientras lo seguía por el túnel.

 

También era interesante ver cómo usaba la Metamorfomagia para avanzar por el túnel. Antes se había fijado en cómo había mutado su piel hasta conseguir una apariencia y dureza similar a la piel de dragón. Ahora lo veo amoldar su estructura ósea y muscular al camino, para que se le hiciera más cómodo y mucho más rápido. Detrás del pañuelo amarillo, el hombre sonrió con diversión. Le gustaba ver las habilidades de sus pupilos, por lo que aún tenía cierto pesar de no haber visto la Animagia de Lyra en el desierto.

 

Pero antes de que lograra ponerse sentimental, las criaturas empezaron a aparecer. Inferis. Eso le dio una pista de cuáles eran los miedos del muchacho y cómo los enfrentaba. Frío, con mucho profesionalismo. Eran bestias de magia oscura y había que combatirlos con lo que tuviera a la mano, como el cerco de magia pura. El Nefir se quedó observando con atención lo que hacía, sus movimientos y la forma en que los seres eran absorvidos, pero pronto la magia del joven empezó a flaquear ligeramente y él lo interpretó como una señal de intervención. Ishaya no lo notaría, pero Ishaya no era un Uzza. Se colocó delante apenas por un metro y sostuvo la varita entre los dedos.

 

Obsitens.

 

Un cerco luminoso apareció entre ambos, repeliendo al último grupo de no muertos y tragándoselos con un chisporreteo como de aceite. Negro, como sus ojos o su varita, la protección había durado escasos segundos y aún así había dejado a los dos magos intactos. Metió la mano dentro de su peto de cuero y buscó hasta que encontró lo que parecía un chocolate artesanal, guardado en un fino plástico sellado.

 

—Come —ordenó, mirando al frente—. No creo que tardemos demasiado en llegar al lugar que te mencioné antes a este ritmo, pero debo mantenerte activo. El calor y el cansancio son capaces de nublar la mente, sólo hay que tener un poco de fe.

 

Con una pesada palmada en el hombro, Badru se retiró de nuevo a su sitio, ni a su lado ni muy atrás, mientras alzaba la varita. Pero antes de poder iluminar algo, de la nada el resplandor naranja y rojizo característico del fuego empezó a arder ahí cerca de donde estaban. Además, por el sonido, se acercaban muy rápido. Soltó una risita.

 

—Cangrejos de Fuego en un lugar cerrado, será mejor que hayas aprendido a usar bien lo que leíste. Atento, Tonks, muéstrame qué tienes bajo la manga.

 

@Ishaya

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Nos detuvimos un momento después de ver a Badru lanzar una última defensa mágica, al parecer me estaba agotando más rápido de lo que había considerado posible, pero también las condiciones del ambiente que me rodeaba no eran las más comunes para entrenar. Por ello acepté el chocolate, o al menos eso pare´cia, que me ofrecía mi entrenador, antes de vislumbrar e siguiente peligro que teníamos en frente de nosotros.

 

- Ignea.

 

Los cangrejos de fuego aún se encontraban lejos, expectantes a nuestros movimientos, por ello utilicé el conjuro para protegerme con el polen de los lirios de fuego y evitar cualquier tipo de percance que tuviera con aquellas criaturas mágicas ya que, de hecho, tenía el conocimiento especial que me brindaba más información y la experiencia para lidiar con las mimsas, así como el rango social.

 

Comencé a caminar con la varita en alto, frente a mi, mientras me adelantaba al guerrero Uzza porque había previsto gracias a la videncia lo que estaba buscando en esos momentos: mis habilidades de batalla. La visión que brevemente había llamado mientras masticaba el chocolate me había dado el resultado de que cuidara a los cangrejos, evitando algún daño y la respuesta de Badru había sido seca, corta y menospreciada, todo porque él era un guerrero y estaba ahí para entrenar a otros guerreros.

 

Semillas de hielo, pensé para lanzar mi rayo directamente contra las criaturas a las que me acercaba casi corriendo, previniendo algún ataque de las mismas, sobre todo aquellas que se encontraban aún de manera pasiva en aquel estrecho túnel. En seguida, un simple orbis bestiarum fue capaz de crear un anillo para controlar a una de esas bestias, la más alejada, para atacar a sus compañeras, aquellas que llegaban por un túnel abyacente al nuestro, ayudándome con mi ataque.

 

Todo ese intercambio de movimientos provocó que un par de piedras comenzaran a caer por todo el lugar, dejando que mi salvaguarda mágica hiciera efecto en mi cuerpo para que traspasaran mi cuerpo ya que la primera invocación del polen solo me ayudaría a evitar que me quemara de las llamaradas que lanzaban aquellas criaturas que no estaban congeladas por mis semillas.

 

En todo ese tiempo no presté mucha atención en Badru, mi guía, sabía que él estaría detrás de mi todo el tiempo evaluando mis movimientos, mis habilidades de combate, solo llegando a intervenir si la situación se me iba demasiaod de las manos, cosa que evitaría a toda costa, sobre todo por demostrarle que no llegaba a ningún tipo de entrenamiento sin los conocimientos basicos del mimso, como todos deberían de hacerlo.

 

Un par de cangrejos congelados y el camino estaba libre, alcanzando a ver a unos metros una cámara lo bastante amplia para llamar al portal, justo cuando el piso debajo de nosotros comenzó a rugir. ¿Estaríamos a punto de recibir una erupción en ese lugar?

 

- ¿Seguimos, maestro? - Dije un poco jadeante, a pesar de que mi experiencia me daba ventaja en cualquier enfrentamiento, seguía siendo humano y aquel enorme esfuerzo físico no pasaría desapercibido.

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