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Libro de los Druidas


Badru
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Asentí ante la explicación del guerrero Badrú ante mi pregunta, sabiendo que nunca utilizaria una de mis criaturas contra un oponente que pudiera tener este hechizo o cualquier otro en realidad. De todas formas, faltaba mucho para que los poderes de criaturas estuvieran disponibles.

 

Escuché la explicación de las propiedades que tenía el polén de esa planta respecto al fuego, siendo uno de los hechizos que más me llamaba la atención. Vi que una carpa roja había aparecido de repente, pero por lo visto no teníamos que ir a ella todavía.

 

Casi sentí pena por la profesora Weasley por no haber traido algún lirio más, pero sabia que podría cumplir con su misión.

 

-Profesor, ¿me regresa el lirio por favor? Le pedí, ya que él guerrero lo seguia sosteneindo en la mano. Cuando me lo dio sonreí agradecida, no quería ir otra vez al desierto.-Gracias.

 

Me senté en el suelo, sabiendo que quedaría llena de arena pero no me importaba, era más fácil trabajar asi para mi. Saque de mi monedero de piel de moke el libro del druida, el cual abri para tomar el colgante con forma de frasco, abrirlo y empezar a trabajar.

 

En la arena deje el monedero de piel de moke y encima del mismo el libro y la tapa del frasco. Me alegraba haber estudiado herbología en ese momento, por lo que se me facilitaba tener cuidado con las plantas, más aquella que apenas tocaba parecía querer soltar su polén y no podía desperdiciar nada.

 

Saqué con cuidado uno de los pistilos, lo más fácil hubiera sido agitarlo si hubiera estado en una bolsa grande o fuera del frasco, el mismo parecía tener una boca demasiado pequeña. Lo acerque bastante a mi cara haciendo un movimiento brusco que hizo que aspirara un poco.

 

Senti como se metía por mi nariz, lo cual hizo que mi percepción olfativa y sensible aumentara. No pude evitar toser un poco.

 

-Lo siento, aspire un poco de polén, creo que lo acerque demasiado a mi cara para ver el tamaño del pistilo antes de intentar meterlo, senti la boca del frasco muy pequeña.- Expliqué apenada.

 

Afortunadamente todavía quedaban algunos pistilos y esta vez tuve más cuidado, metiéndolo en el frasco. Lo iba a empezar a agitar, pero el frasco ya estaba haciendo su trabajo sin necesidad de eso, separando el polén del pistilo

 

Fui haciendo lo mismo con los otros pistilos sin desperdiciar nada esta vez, hasta quedar lleno. Esperaba que eso fuera suficiente. Cerre el frasco con cuidado, me levante del suelo mientras recogía mis cosas, entre ellas el libro que estaba dentro del monedero de piel de moke nuevamente.

 

No podía negar que si bien al principio me había decepcionado ver el frasco vacío, daba bastante sastifacción ver que uno lo había llenado correctamente. Uno valoraba más las cosas de esta forma. Tome la hoja deshojada, antes de ir con el guerrero a enseñarle el frasco.

 

-Tengo el frasco listo.- Comenté, pareciendo una niña con juguete nueva.

 

¿Nos enseñaría a hacer la pomada que permitía que las manos se pegaran a cualquier superficie?

Deseaba aprender todos los usos del polén. La temperatura había bajado bastante pero no me preocupaba, puesto que en el monedeo llevaba también una sudadera.

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<<Vaya… estamos de mal humor parece>> meditó el Gryffindor para sus adentros tras ver que Badru ni siquiera le saludó como debía y, en vez de eso, le tendió una flor de tonalidad similar a la lava de un cráter volcánico; lo que le hizo pensar en que ésta podía tratarse del lirio de fuego que muy bien nombrado estaba en el Libro del Druida. -Lyra- dijo luego el pelirrojo con cortesía, realizando una pequeña reverencia en dirección a la bruja que antes no había visto, debido a su constante expectación en la clase. A continuación, Thomas se dedicó a escuchar atentamente las explicaciones del Uzza en relación al ejemplar que ahora él estaba sosteniendo en su mano derecha; comprendiendo inmediatamente todos los costes y beneficios que traía el polen de aquella especie extraña que inaudita vez se hallaba. -Hola Mei… ¿Cómo has estado? Te noto… ofuscada. Creo que la jaula de ahí te dejó tus cabellos como la melena de un león estresado- manifestó sonriendo el Gryffindor, al mismo tiempo que corroboraba que su amuleto contra defensas carcelarias estuviese colgando de su cuello en ese preciso instante; aunque dentro de todo agradecía no haber sido él el cautivo de esos barrotes metálicos, pues el aro dorado podría servirle más adelante sin la necesidad de tener que esperar una luna completa con tal de volver a utilizarlo a su favor. -Buenas, profesora Weasley… no nos vemos desde Ames ¿Lo recuerda?- expresó hacia Lisa, la cual no estaba muy radiante que digamos, o eso era lo que aparentaba su ceñida nariz frente al entrenzado.

 

La noche poco a poco los embriagaba a través de bajas temperaturas que se hacían notar en medio del desierto, pese a que la arena se mantenía cálida y las llamaradas anaranjadas que flotaban en el perímetro cercano, iluminando el área de entrenamiento, les entregaban otra fuente de emanación de fervor que mantenía sus cuerpos con buena sensación térmica. Fue así que Badru se explayó con creces al encomendar a sus alumnos la primera misión; ésta consistía en extraer el polen de los lirios de fuego y reservarlo en los frascos pequeños que venían junto a los materiales del Druida para su posterior uso. Sin pensarlo dos veces y, tras oír lo que el guerrero le requirió a Lisa, optó por encaminar sus pasos a la zona posterior de la tienda carmesí que se enaltaba perfectamente a sus espaldas; con el propósito de ubicar un sitio de serenidad en donde poder ejecutar lo solicitado sin las complicaciones del viento que brotó junto a la maravillosa luna que emprendía su viaja hacia las estrellas. -Mei, si gustas puedes acompañarme… Creo que Lyra se quedará acá- exclamó, observando que la Selwyn se había sentado en la arena en solitario a hacer su cometido. -Accio frasco- dijo apuntando con su varita al interior de su bolsa, ocasionando que un recipiente del cristal más fino y translúcido saltase hasta sus manos. -Ahora bien… A trabajar- se animó el mago con ganas de lograr su objetivo, volviendo a señalar con su arma, esta vez rumbo al lirio, no sin antes activar su “anillo de salvaguarda contra miradas indiscretas”, con el objetivo de garantizar la privacidad de Mei y la suya, alejados de la ojeada intrigante de su institutor de erudición incomparable.

 

-Wingardium Leviosa- pronunció, haciendo flotar por los aires a la flor con el hechizo de levitación y, posterior a aquello, susurró un “Engorgio” que aumentó el tamaño del lirio al triple de lo que naturalmente son. <<Como no tengo mascarilla y para no aspirar el polen debo… veamos… Ya sé… “Casco Burbuja”>> pensó, emergiendo alrededor de su cabeza una burbuja mágica que le sirvió como medio de aislamiento efectivo. Luego, con ayuda del extremo distal de su varita, se acercó hasta uno de los enormes pistilos y se envalentonó a barrer cuidadosamente el polvillo hacia el interior del frasco, tal como si fuese un hilo muy delicado, a modo de cascada, que caía sutilmente en su recipiente sin desparramar nada al piso ni a sus ropajes azabaches. -¡Muy bien!- suspiró aliviado cuando el polen llegó al tope de la minúscula botella, incentivando a Mei a que también lo hiciera. Gracias a sus conocimientos en Herbología, pudo sortear aquel obstáculo; pero sabía que Badru era un maestro distinto a sus antiguos profesores; debía ser cauto y actuar con prudencia. Diez minutos habían transcurrido desde que Lisa partió, y el Uzza continuaba afuera de la carpa a la espera de que las llamaradas se extinguieran por completo. -¡Vamos Delacour! ¡Tú eres capaz de esto!- alentó a su Líder con entusiasmo.

Editado por Thomas E. Gryffindor
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Badru no me interesaba, se notaba al ver mi rostro. Si lo hacían sus conocimientos. El pequeño amuleto con el cual habíamos logrado escapar de aquella minúscula caja, aumento la ya gran curiosidad que sentía por vislumbrar y practicar los hechizos del libro del Druida. Mas habilidades para el poblado carcaj. Sonreí a la Delacour, cuando esta, usando sus dones como paladín, logro evadir con éxito el primer reto del guerrero. Después de pelear contra inferis, hallar la tumba de Tutankamon y conocer el Valhala, librarnos de una prisión no era la gran cosa. Ansiaba mas, mucho mas.


Si, cuando mas peligroso fuese el reto, mas ansias tendría de hacerlo. Así era yo.


Su altanería luchaba constantemente con la miá. El Nefir me consideraba una inferior, yo a el un arrogante necio. Lo mejor era hacer sus enseñanzas miás y luego, tras aprobar la cátedra, no volver a toparme con el nunca mas. Sencillo. Aunque y seguramente, como venia sucediendo desde tiempos inmemoriales, el destino tendería alguna que otra jugarreta puesta en mi camino. Lo mire intensamente, conteniendo mis ganas de lanzare una piedra a la cabeza. Odiaba que me ignorasen. Mei, a mi lado, negaba con claridad, obviando mi mal humor. Me conocía tan bien que sabia lo que pensaba.


- Por fin – Murmure, cuando el Uzza se movió y comenzó a explicar aquella emblemática flor.


La misión que me daba distaba mucho de lo considerado como apropiado. Asentí ante sus palabras, dándole a entender que por mucho peso que me pusiese sobre la espalda, iba a continuar con la clase. Retos a mi no, pensaba. Tenia que ir al desierto, no usar la magia, a excepción del anillo que Badru había mencionado, hallar los lirios de fuego, defenderme en caso de que las criaturas que lo custodiaban me atacasen y volver al lugar de partida para quitarle el polen a dicho elemento y ponerlo, con cuidado, en el colgante que pendía de mi cuello. No tenia idea de hace esto ultimo, no obstante, me encargaría de ello luego.


Basto una mirada con la castaña, para ponerme en marcha.


Comencé a caminar en dirección a la negrura. La cálida arena se colaba entre mis dedos. Gaia, con su canto mágico, me acompañaba, para que no desesperase. Las sombras de los altos cactus se arremolinaban sobre mi anatomía en un silencioso escudo. La confianza y la entereza eran dos de mis armas principales. Active el anillo contra miradas indiscretas cuando estuve a cien metros de la argentina. Combatir no era mi deseo, pero lo haría en caso de ataque. El fuego era mi elemento. No seria un problema encontrar el camino a seguir. La luna, astro rey de la noche, me guiaba, como una vieja amiga. Me sentía plena en aquella plana extensión.


No se cuanto estuve andando, tampoco me importaba en demasía. Pase un oasis, vi a lo lejos dos cangrejos de gran tamaño y un par de zorros del desierto.. Nada que me diese rechazo. Me gustaban los animales, todos ellos, cuanto mas raros y complicados mejor. A lo lejos, después de quedarme anonadada ante la visión de lo que parecía ser un rayo, vislumbre el cálido color de los lirios que el hombre me había ordenador recoger. Me dirigí hacia allí con paso raudo. Al llegar y tomar una de las dichosos brotes, una esfinge de aspecto temible hizo acto de presencia frente a mis verdes ojos. Su voz tomo consistencia. De sus fauces un enigma salio. Debía resolverlo o me mataba.


- Cinco – Susurré. Segundos después la imagen había desaparecido como si hubiese sido una alucinación.


Me encogí de hombros. Luego deliberaría acerca de lo ocurrido. De momento lo principal era volver sobre mis pasos, sacar los pistilos y confrontar al enmascarado. Un viento fuerte comenzó a soplar, esparciendo los granos tierra por doquier. Maldije. Menos mal y mi orientación era a través de mi conexión con la madre tierra. Un paso, dos. Me costaba un mundo luchar contra el poder del mino tornado. Nadie ni nada me iba a someter. Conquiste el vendaval tras una ligera reyerta. Tras caminar por diez minutos mas, volví victoriosa a mi lugar de inicio, haciendo que el profesor maldijese internamente ante mi notorio triunfo. Ahora el paso mas difícil.

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—Vaya, vaya... parece que el tiempo se nos acaba —sin necesidad de ver a un reloj, sino de simplemente fijarse en las llamas de las antorchas, el hombre se encogió de hombros—. Veamos qué han logrado.

 

Se dirigió a Lyra. Aquella estaba siendo sin duda su favorita. No sólo era entregada con la materia, sino que trataba todo con tanto cuidado que lo hacía creer que estaba mezclada con la naturaleza mágica más que el resto. Asintió secamente, sin embargo, al ver lo que había obtenido y se guardó sus palabras de aliento. Así era él y ellos tendrían que acostumbrarse a la forma en que solía hacer las cosas, reaccionar a los progresos de sus estudiantes e incluso las reprimendas. Los quince minutos estaban apunto de acabarse y él sabía que sólo dos de ellos habían cumplido con la tarea, acabando por Thomas, el chico que había llegado en último.

 

Avanzó hasta él, ya con la escasa luz haciendo mella en sus ojos y la forma en que tenía que entornarlos para ver correctamente, pero confirmó que todo estaba en orden. Curioso. Asintió nuevamente como si no le importara demasiado, pero dejó que viera en su rostro un poco de complacencia. A pesar de haber llegado casi al final, estaba demostrando estar tan interesado con la obtención de los conocimientos. Incluso más que Delacour, que no se había movido ni un poco. ¿Tan difícil se le hacía aquello? Ya la castigaría por su retraso, de momento se centró en la llegada de Weasley con su flor. Las llamas se apagaron y el tiempo hubo terminado, perfecto. Tres de cuatro no estaba nada mal.

 

—Al igual que Weasley, Delacour, espero que sepas utilizar el anillo contra miradas indiscretas durante la noche. En cuanto tengas el frasco, pensaré si te dejo entrar o no a la tienda, dejo a tu imaginación el cómo ver hacia adentro y lo que haremos. Selwyn, Gryffindor, Weasley —a ésta última la miró igual que a Thomas. No era el enemigo, era un profesor, un poco de tranquilidad y cedería—, adentro.

 

A diferencia de las ostentosas carpas que solían invocar los magos, esta era un poco más recatada. La arena estaba cubierta por una sencilla alfombra roja de doble grosor para que el calor no resultara un problema. Las sillas eran bajas, muy cercanas al piso, como si hubiera sido más fácil sentarse directamente en el suelo. Por otro lado, las mesas eran del mismo calibre. ¿Por qué? Pues porque así solían ser las cosas en el desierto y para él era lo más normal del mundo. Se sentó como si no tuviera miedo de irse hacia atrás y se sirvió agua de una vasija que había junto a una mesa más grande que las pequeñas individuales que había repartidas por el lugar, llenando un cuenco de barro antes de beber. Era la primera vez en muchas horas que probaba algo de líquido.

 

En las mesas pequeñas había calderos y suministros para lo que parecían ser pociones un poco más rudimentarias. Los utensilios eran igual de simples, más fuertes y complicados de usar que los normales que se usaba en la época moderna. Incluso no había mecheros, se tenía que encender de forma manual y había una pequeña salida de humo para cada uno. La pregunta de Lyra, aunque no hubiera sido expresada verbalmente y él no la conociera, tenía una respuesta positiva. Los enseñaría a hacer precisamente la pomada. Claro que para eso necesitaba más pistilos y dentro de un frasco en cada mesa, había uno. A Weasley aquello no le haría gracia, posiblemente.

 

—Que Selwyn haya inhalado un poco no hace nada de mal. Eso la hará inmune a la potencia del fuego por unas horas, el calor e incluso el polvo que sale de un pequeño incendio o de un volcán. Ahora mismo vamos a crear una pomada que tiene como base los lirios de fuego. Al aplicarla en las manos, podrán adherirse a cualquier superficie. Ya están mezclados los ingredientes principales, así que sólo deberán encender el fuego a temperatura media y agregar los pistilos de sus lirios. Una vez que enfríe, la probaremos.

 

Se puso en pie, acomodando los músculos de su espalda con brusquedad y sacó la varita.

 

—Pero antes, necesito que practiquemos algo. Todos, digan después de mí: "Ignea" —esperó hasta que el coro escolar repitió y lo dijo una vez más, ésta vez moviendo la varita en una floritura elegante—. Ignea.

 

Como un remolino alrededor de su cuerpo, el polen de los lirios de fuego que estaba en su propio frasco se esparcieron sobre toda su piel hasta cubrirlo por completo. Por unos instantes, quedó más o menos brillante y luego como si nada hubiera pasado. Tranquilamente, como un estudiante más, ocupó una de las mesas pequeñas de la sala y empezó a encender su propio caldero con ayuda de unas cerillas muggles. Al hacerlo, la madera que estaba preparada para el caldero ardió en llamas altas que alcanzaron sus manos y pese a la exclamación colectiva, nada pasó. Las llamas resbalaron por sus dedos como si fueran frías y él miró a sus pupilos.

 

—Les será útil. Practiquen su pronunciación en la página cinco del libro, al igual que el movimiento de muñeca y luego podrán empezar a hacer su pomada. Guíense por el libro también en la página seis, para saber cómo moverla y cuando apagarla.

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Luego de transcurrido cierto tiempo y aún a la espera de Lisa; el Uzza se acercó a la zona en donde Thomas había realizado su cometido, y tras notar que el chico pelirrojo cumplió con las expectativas de la primera tarea, asintió con un dejo satisfacción expresado en sus parcas facciones guerreras. -Está bien, Badru- respondió algo intranquilo al ver que Mei no demostraba querer terminar luego la misión de extraer el polen de su lirio de fuego, pues el límite de quince minutos ya había pasado frente a sus ojos sin ningún fruto favorable que analizar por parte del docente ancestral. Dentro de todo, el Gryffindor estaba ansioso al saber que aprendería más de dicha cultura, pero su serenidad se veía mermada por aquellas indicaciones que el entrenzado le pronunció a la joven Delacour; premisas que la dejarían a las afueras de la carpa carmesí al acecho de posibles criaturas mágicas que osaran cruzar la barrera protectora en pleno desierto y se atreviesen a atacarla en medio de la noche que ya comenzaba a caer junto con las bajas temperaturas. -Suerte- le susurró muy tenue a su Líder de la Orden del Fénix, segundos previos a ingresar a la tienda de campaña en compañía de Lyra y Lisa; pues esta última logró arribar con prisa al punto de encuentro antes que todas las llamas, que servían de faroles iluminando el perímetro, se extinguiesen sin remedio tras la advertencia que el maestro proclamó antes de la travesía de la Weasley.

 

Todo en el interior de la carpa era bastante rudimentario, pero Thomas pensó que aquello era justamente lo que el Uzza quería, poner a prueba los límites de sus alumnos y que estos pudiesen aprender a desenvolverse de la mejor manera posible con el mínimo de ayuda y con los medios que tuviesen a su alrededor. Mesas y sillas bajas, pequeños recipientes con pociones e ingredientes, calderos encendidos como antaño y vasijas con agua para beber o licuar las mezclas que, a ciencia cierta, elaborarían dicha jornada. -Muy bien… Entonces es momento de poner a nuestra disposición el arte de las creaciones. Nunca he realizado algo parecido a una pomada o un ungüento, pero pociones sí- comentó el legilimago, mirando curiosamente algunos pistilos que yacían dentro de frascos sobre las mesas individuales que estaban muy bien preparadas para los estudiantes. -Ignea- pronunció con claridad mientras movía su varita, anteriormente desenvainada, imitando la oscilación de Badru; provocando que desde la punta distal de “Lion” emergiese una lluvia de polvo destellante que lo cubrió por completo, a excepción de su cabeza que aún continuaba con el encantamiento de Casco Burbuja (¿Por qué aún no se lo había quitado? Vaya payasada). -Eh… eh… profesor… o sea… Badru. Perdone mi interrupción pero accidentalmente rocié mis ropas con el polen que salió tras decir el hechizo que nos pidió practicar verbalmente…- manifestó con una pizca de timidez, tratando de mirar al docente directamente a los ojos, al mismo tiempo que removía la ampolla mágica que estaba englobando su cabeza a través de un ligera y rápida floritura de su arma de pirul. -Ehhh… bueno, mejor abordo pronto la preparación- finalizó el veinteañero, anhelando no haber fastidiado al Uzza.

 

-Incendio- invocó, lanzando un par de llamas bien controladas hacia la pequeña pira que se enaltaba bajo el caldero que escogió en una mesa próxima a la del guerrero; encendiendo la fogata sin temor a que el fuego lo quemase, pues estaba acostumbrado a realizar pócimas en su trabajo ministerial como inefable del Departamento de Misterios. Posterior a tener muy bien encausadas las llamas; Thomas echó un vistazo al contenido de la olla y se percató de que ya existía una base previa que le brindaría un piso firme para agregar sin cavilaciones el polen del pistilo del lirio que estaba bien conservado en un frasquillo translúcido. Usando el hechizo de levitación una vez más, el Gryffindor añadió el pistilo de la flor a la mezcla y, con una cuchara de madera rústica, empezó a revolver con suma precaución y teniendo el cuidado de que el contenido en el caldero no se rebalsara. -Badru… ¿Cuánto tiempo hay que esperar para que la pomada esté lista? Según el Libro del Druida dice que debe estar bien unificada y homogénea la “composición” antes de apagar la llama que tiene que estar en bajo umbral de intensidad de calor para no quemar la mixtura… pues el pistilo, en sí, ya nos proporciona una temperatura ideal para la elaboración- preguntó seriamente sin dejar de mover a pulso la pala; mientras su ojeada esmeralda se posaba indiscreta en su colgante del polen (antes extraído) que ya emprendía a reponerse lentamente con el paso del tiempo.

Editado por Thomas E. Gryffindor
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El curso del libro del druida me estaba agradando bastante. Los hechizos en su mayoría eran prácticamente defensivos, pero era lo que los neutrales necesitábamos. Nunca se sabia cuando se podían llegar a necesitar, no porque uno lo buscará sino porque siempre se podía quedar en el medio.

 

Con mis cosas en las manos segui al joven guerrero hacia el interior de la carpa, era sencilla, pero agradable. No me importaba que las sillas fueran bajas, muy cercanas al piso. ¿No me acababa de sentar en la arena para trabajar? Al menos aquí había alfombra.

 

No tomé agua en ese momento. El deseo de tener más conocimientos me quitaba la sed, al menos por el el momento. Noté el pistilo que estaba dentro de uno de los frascos. Escuché con atención que me habia protegido al oler el polén de aquella extraña planta y por alguna extraña razón pensé en mi dragón que se encontraba en la Reserva, pero esperaba que pronto saliera.

 

-La cantidad de usos que podré darle a este hechizo, sobre todo al polém.- Pensé.- ¡Una vestimenta resistente al polém, podré estar segura cerca del mismo.

 

Vi que el guerrero Badru se levabantaba de su asiento, por lo que hice lo mismo con la varita en mi mano solamente. El monedero de piel de moke y el libro estaban en la mesa.

 

-Ignea - Repetí, pero sin hacer ningún movimiento con la varita.

 

Esta vez observe el movimiento de la varita para hacer lo mismo. Parecía un poco complicado al principio, algunos hechizos eran así. Solo era cuestión de práctica para lograr hacer el movimiento adecuado. Lo hice un par de veces, pronunciando el hechizo pero por más que lo intentaba no funcionaba correctamente.

 

Por fin, en el último intento en el que hice con más cuidado el movimiento de la mano y pronuncie Ignea, logré que saliera una lluvia de polen de lirios de fuego de mi varita, que me cubria totalmente. Suspiré, menos mal que había revisado la página que indicó el guerrero para lograr que me saliera bien.

 

Me senté y encendí el caldero, igual que había hecho el profesor con unas cerillas muggles. Cuando encendió, también salieron llamas altas pero no me hizo daño. Ese hechizo no solamente me iba a servir para jugar con mi dragón, sino al preparar pociones. Comprendí porque primero practicamos ese hechizo.

 

Los ingredientes principales como había dicho ya estaban mezclados, por lo que tome el lirio de fuego y empecé a agregar los pistilos del mismo. El fuego estaba a la temperatura indicada.

 

-Guerrero Badru, ¿cuáles son los ingredientes base? Dudo que se nos acabe la pomada, pero para poder buscarlos si alguna vez pasa eso.- Pregunté.-¿Podría contarnos en que situaciones ha creído conveniente usarla?

 

Iba revolviendo todo con cuidado, todavía faltaba un poco para poder retirarla del fuego y dejar que se enfiara, sería paciente. Empecé a observar con atención los suministros que había en la mesa, buscando un frasco para guardarla.

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Con una delicadeza pocas veces vista, el guerrero se movió para sacar un Lirio de Fuego que lo tomó con tanto cuidado y suavidad que no parecían movimientos propios de una persona de aspecto tosco. Mei parpadeó, sorprendida más que nada con aquello, pero se apresuró a tomar el lirio entre sus manos, teniendo especial cuidado de no desperdiciar el que se le había sido otorgado por obra y gracia de Uther. Lisa no había corrido con la misma suerte, aunque no le sorprendía en lo absoluto, podría decirse que se lo había buscado un poco…

 

Hola… Thomas – le respondió al muchacho sólo para cuando el Uzza los envió a hacer la siguiente prueba, la primera para el muchacho, que había llegado hacía relativamente poco.

 

No había tenido oportunidad de sentarse a hablar con él por demasiado tiempo ya que siempre algo los interrumpía, por lo que aprovechó para dirigirse con él hacia un espacio cercano a la tienda para aprovechar que la misma les sirviera para que el viento que en ocasiones llegaba no los molestara demasiado.

 

La verdad es que podría estar mejor, pero… no me quejo demasiado, – siguió diciendo una vez estuvieron sentados sobre la arena y se arreglaba como podía el cabello despeinado culpa del truquillo que había hecho antes – ¿tú cómo estás?

 

Pero y aunque dejó la frase en suspenso para que el muchacho la respondiera, el mismo se centró mucho en su trabajo. Parecía estar muy seguro de lo que hacía, pero a la Delacour más le parecía un desafío pocas veces puesto. No era alguien a quien se le destacaran particularmente las manualidades, pues, bueno, sencillamente no había intentado nunca, por lo que su ingenio a la hora de extraer el polen de aquel lirio no se le hizo tarea particularmente fácil, teniendo en cuenta que debía tener cuidado de no perderlo todo para luego ir al desierto en busca de más.

 

Intentó hacerse con aquel polen, pero en la mayoría de las veces terminaba por tocarlo, y, por consiguiente, el mismo se adhería a su piel para no quitarse más, dándole una sensación de suavidad y a la vez cierto calor que no comprendió en un principio. Y para cuando se dio cuenta, ya todos habían logrado conseguirlo, ¡y ella ni siquiera había logrado extraer ni un mísero miligramo!

 

Evitó lanzarle una mirada de mala forma al Uzza al oír sus palabras. No la dejaría entrar, ¿con que esas teníamos? Aprovechando que el mismo guerrero no había activado alguno de los amuletos para evitar ser escuchado, la Delacour activó su amuleto de escucha, logrando seguir aunque sea las palabras de Badru, aunque no viera nada. Y aunque no se centrara demasiado en ello, ya que estaba más ocupada en esta vez esmerarse en conseguir el polen de las últimas dos pistilos que le quedaban del lirio. Tardó su buen rato, pero ¡al fin lo había conseguido! Había extraído ambos pistilos sin desperdiciar el polen, por lo que rápidamente buscó entre sus cosas y encontró lo que buscaba; abrió el pequeño frasquito y con mucha delicadeza, rozó uno a uno los pistilos en la abertura del frasquito, haciendo que el polen cayera en el interior. Y como por arte de magia, cuando el recipiente fue cerrado, el polen pareció multiplicarse, o más bien, quintuplicarse, pues la cantidad que logró generarse era mucho mayor a lo que ella realmente había conseguido.

 

Wow – murmuró, poniéndose frente a los ojos aquel frasquito, observando el color tan particular del mismo.

 

Tembló repentinamente. El viento ahora se había hecho mucho más frío, la noche había caído ya y ni siquiera se había percatado de que las temperaturas habían descendido tan drásticamente.

 

¿Qué sucedería si…?

 

Miró de un lado al otro. Estaba sola, por lo menos por aquel momento, así que aprovechó a activar el anillo salvaguardas contra miradas indiscretas y, segura de que ninguna criatura podría llegar a encontrarla, sacó a Aukan y apuntó al suelo, más precisamente a una roca de tamaño considerable que sujetaba uno de los lados de la tienda donde el resto de sus compañeros se hallaba. Gubraith pensó, haciendo que una llama de fuego eterno apareciera en su mano, y la proyectó sobre la roca, la cual comenzó a arder notablemente.

 

Hora de hacer algún que otro experimento – se dijo a ella misma mientras se centraba en abrir el frasquito y colocarse un poco de aquel polen, por lo menos en las manos, en un intento de experimentar y saber si aquel fuego eterno llegaba a herirla o no.

 

Pero tan centrada estaba en colocarse el polen sobre las manos para tal vez incluso comer un poco, que no se había dado cuenta de algo que debió haber sido obvio desde un primer momento: al estar la roca haciendo de soporte en una de las esquinas de la tienda, la tela de la cual estaba compuesta el refugio que Badru había preparado, fue progresivamente prendiéndose fuego, aunque no de uno normal, sino, uno eterno.

 

¡AH, MALDICIÓN! – chilló en cuanto notó que algo ardía en sus tenis, ¡pero claro, si el mismo estaba ardiendo en llamas!

 

Y ahí estaba, quitándose la zapatilla para evitar seguir quemándose a la vez que se alejaba de la tienda. Oh, se llevaría un buen reto…

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—Hasta que se vuelva una pasta. Mientras siga líquida, no es una pomada —respondió con calma a Thomas, moviendo su paleta con parsimonia—. Y no te preocupes, te protegerá de igual manera siempre y cuando lo apliques sobre ti mismo.

 

No estaba prestando verdadera atención a su caldero, sólo hacía como que sí. Había hecho tantas veces aquella pomada a lo largo de la vida que era casi imposible que le resultara fascinante el proceso. Era lento, molesto y bastante pesado para alguien que tenía reservas grandes en casa. Pero no estaba en casa y era necesario que demostrara cómo se hacía, pese a la flojera que le provocaba el olor a lirios mezclados con otra cosa. Sus ojos viajaron a Lyra cuando le habló y asintió, como si hubiera respondido en su mente antes de abrir la boca y hacerle llegar la respuesta verbal.

 

—Es muy similar al ungüento para quemaduras, es capaz de mantener la temperatura de los lirios y luego hace una especie de reacción que cambia toda la fórmula. Por eso es importante que se detengan cuando espese...

 

Silencio.

 

Movió la cabeza hacia un lado, captando un olor diferente y su expresión se volvió fría, lejana. La pomada había espesado y apartó el caldero sin mirarlo, con las manos desnudas como si no estuviera a altas temperaturas. Las llamas seguían ardiendo cuando se puso de pie y no fue sino hasta que gran parte de la loma estuvo en llamas que supo que debía controlarse, muy bien, para no tomar acciones con la mujer que estaba afuera. Inhaló profundamente, apretando los labios hasta formar una línea blanca que nadie vería por el pañuelo y se quedó observando cómo la carpa empezaba a quemarse, consumiéndose como si estuviera hecha de cualquier pergamino barato.

 

Era fuego mágico, uno que sólo se podía combatir con magia. Y si usaban magia, llamarían a las bestias, cosa que ya la Delacour se había dedicado a hacer en vez de hacer algo productivo. ¿Qué era lo que debía hacer con ella? ¿Expulsarla de la clase? Debería. Se suponía que era la mejor actitud ante un problema y que, en términos generales, no sería tan grave como mandarla al desierto a una misión sin sentido que acabaría con su vida si seguía cometiendo tontos errores como el que acababa de hacer. Y él estaba muy tentado a la segunda opción. Salió de la tienda, poniendo la mano sobre el fuego eterno al abrir la lona que aún no había acabado de consumirse y enfrentó a Mei, después de hacerle un ademán a los jóvenes Gryffindor, Selwyn y Weasley para que salieran.

 

—No voy a tolerar más interrupciones a mi clase, Mei Black Delacour. Errores como estos sólo demuestran tu falta de compromiso con tus compañeros por un berrinche injustificado. Ahora los has puesto a todos en peligro y no has dominado, si quiera, un par de hechizos del libro.

 

A la par de sus palabras, como metal atraído a un imán, al menos una docena de criaturas mágicas se acercaban a la enorme antorcha que la mujer había creado. Con lentitud, Badru sacó la varita de cristal azabache y se relajó lo más que pudo.

 

—Gryffindor, Selwyn, resguarden sus pomadas y regresen afuera, formando un círculo para cubrir la mayor cantidad de terreno posible. Tienen un minuto a lo sumo. Página siete, hechizos defensivos; Selwyn ya ha tratado con este hechizo y sabe cómo funciona, los demás presten atención.

 

Justo en ese momento, lo que parecía ser un Hipogrifo descontrolado, agresivo y evidentemente afectado por la magia del desierto se lanzó al trote hacia el Uzza. El hombre, en un momento, dio un paso delante de Mei y apuntó a la criatura.

 

Obsitens.

 

Una barrera azabache de pura energía mágica lo rodeó y pronto el sonido de una explosión resonó en el silencio cuando la colisión se produjo. Tan sólo tocar el cerco mágico, el hipogrifo fue absorbido por su poder y la luz negra desapareció, dejando libre de cualquier daño a Badru. Al terminar, miró a la Delacour de reojo, aún con el semblante más serio que había tenido desde que había estado tratando con los magos de Ottery.

 

—Si no vas a tomarte la clase y mis aprendizajes en serio, puedes irte. Yo no pierdo, tú sí. Así que medita antes de hacer algo más.

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Las cosas se habían calmado cuando empezamos a hacer la pomada. Escuché la explicación del guerrero y asentí. La mia ya se había convertido en una pasta y la estaba dejando enfriar. Al igual que Badru no había tenido que usar guantes ni nada para moverlo, al estar protegida todavía por el ignea.

 

Un extraño aroma empezó a llenar el lugar. Al menos fue extraño al principio, pero después me di cuenta que estaba oliendo a quemado, cuando me di cuenta que la carpa se estaba quemando, al seguir los pasos del guerrero. No era un fuego normal, ¿habrían atacado a Mei mientras estaba trabajando con el pistilo?

 

Sali como lo indico el guerrero, escuchando su regaño hacia Mei y regrese a mi lugar, guardando la pomada ya fría en un tarro que había en la mesa, guardándolo también en el monedero de piel de moke, igual que el libro.

 

No había tardado ni un minuto, cuando sali lista para realizar la protección indicada por el guerrero, sin embargo, tenía que concentrarme para lograr hacerlo más grande, pues la primera vez que lo utilice el cerco creado solamente cubrió mi cuerpo, no necesitaba más.

 

-Obsistens- Pensé, mientras hacia los mismos movimientos que el guerrero.

 

De inmediato, una gran barrera de magia color azul acero se formo en ese instante a mi alrededor, pero esta vez la protección no estaba cerca de mi cuerpo, sino que se había ampliado una distancia considerable.

 

El cerco mágico se creo justo a tiempo para detener un centauro, mismo que ya estaba preparado para dispararnos con sus flechas. Sin embargo al acercarse más el centauro fue absorvido por el cerco, el cual desapareció al instante.

 

Esa vez había sido diferente a las anteriores en que use el hechizo en el desierto, puesto que escuché los lamentos del centauro al tocar el cerco, ver como intentaba safarse del mismo. Al no poder, grito y me miró con odio, desapareciendo. Todo eso paso en tan solo un instante ¿porqué había sido tan diferente esta vez?

 

A lo mejor con las anteriores no me fije bien en la reacción de los animales, no lo sabia, pero lo cierto es que dejaba un extraño malestar.

 

-Era el centauro o yo.- Me justifique mentalmente,

 

Después de todo, al menos en esa ocasión no había recibido ningun rasguño. Era cuestión de ignorar lo que las criaturas hicieran mientras eran absorvidas por el cerco mágico al ser llevados a su muerte. Era momento de tranquilizarme, pensando en las ventajas del hechizo.

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Mientras caminaba tras el Nefir hacia la carpa, iba quitando los pistilos del brote que yo misma había encontrado. Mis pasos eran lentos. Mi concentración estaba puesta en aquel cometido tan delicado, pues si me cargaba la flor o alguna parte de la misma, no podría continuar con la clase. Agradecía a Gaia la conexión, pues gracias a ella se me hacia mas fácil arrancar los pistilos y extraer el quebradizo ingrediente. Logre tener una buena cantidad de suministro en poco tiempo. Lo que me llevo a centrarme en las palabras de Badru.


La tienda era muy rudimentaria, no obstante, me gusto. La sencillez era necesaria a veces. A lo largo y ancho de la sala podíamos encontrar diferentes materiales y un sinfín de ingredientes, todos ellos perfectamente ordenados para que nosotros tomásemos parte activa de la creación del ungüento que el profesor había mencionado. Me senté, como había visto hacer al guerrero, en una silla y centre mis ojos en los movimientos que este hacia. Debíamos, si mis instintos no me traicionaban, crear una poción. La clase se tornaba interesante.


- Ignea – Murmure, sintiendo como parte de mi vibraba, imitando a quien daba la cátedra.


De primeras nada sucedió, tras dos intentos mas conseguí que Kim invocase parte del polen que yo había extraído de los lirios de fuego y metido en el frasco minutos antes. Este, con rapidez, se esparció sobre mi anatomía como una segunda piel. La practica haría que pudiese hacerlo mas rápido en veces posteriores. No solo se pego a mi cuerpo desnudo, si no que también en las vestimentas que traía puestas. Luego tendría que verificar cuantos grados centrados llegaba a aguantar aquello. El elemento primigenio no seria un rival por mas tiempo. Seria interesante en batalla.


Luego, analizando la pagina del libro, me acerque al caldero que seria mio durante la practica y procedí a segur las indicaciones. Encendí la pila y observe el contenido que ya había allí mezclado. Estaba a punto de preguntar acerca de como se hacia aquel brebaje precio, cuando Lyra se me adelanto – Yo tengo la misma duda – Apoye la moción, a fin de cuentas, la curiosidad era algo innato en mi personalidad y no iba a negarme la oportunidad de aprender todo lo que el amante del Nilo podía enseñarme, aunque él no fuese de mi total agrado. Sus habilidades tenia y debían ser miás.


Era un proceso lento, removía y lanzaba los pistilos. Mi cabeza procesaba toda la información que se había dado en la habitación. Complicada no era, si algo monótona. La paciencia no era una virtud. Yo las cosas las quería para ayer, siempre había sido así. Esperaba que pronto se solidificase. En una de estas, una algarabía fuera del lugar me alerto de sobremanera. Entendiendo que se trataba de Mei, fue que me levante. No iba a permitir, ni por asomo, que le sucediese nada a la Delacour. No hizo falta que el hombre me diese permiso para salir, ya lo hacia yo con total gusto.


- ¡Basta! - No me pude contener, interponiendo me entre los gritos del engreído maestro y la castaña. No solo me había cabreado su falta de auto control si no también el como había tratado al joven hipogrifo. No era una amenaza, solo estaba asustado.


Mis ojos verdes mostraban la antipatía que profesaba a quien no asumía el poder de la madre tierra – Acabas de quitarle la vida a un ser indefenso, ¿acaso un gran Uzza como tu no sabe domar a una bestia así? Prefieres criticar a Mei por no saber usar un conjuro que no ha visto en su vida, pero no ves tu propia falta – Mas que indignada estaba – Falta de interés no tenemos, hemos cumplido con todas tus tareas sin rechistar siquiera. Un poco de condescendencia hacia un error notable y valido debe ser parte de un buen programa de aprendizaje. ¿No crees?

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