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Íncubos y Súcubos (MM B: 84760)


Tauro M.
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No es tanto que el tiempo se detenga, mientras nuestras miradas se hablan mucho mas rápido de lo que pueden los labios, más parece regresarse.

 

Sé que fui grosera al iniciar la conversación, podía culpar a mi boca seca o incluso a los segundos que me toma recuperar la compostura y los colores de mi rostro, pero es ella quien hace la pregunta correcta a mi reacción. Esperaba a cualquiera menos a ella, quiza porque se me antojaba que cada vez que nos encontrábamos nos distanciaban cada vez más años y aun asi, solo su mirada me demostraba cuantos habían transcurrido, las experiencias, lo vivido; por lo demás era la misma joven Tauro que me condujo alguna vez por un oscuro callejón hasta una disco.

 

- No creo que puedas culparme por estar tan sorprendida- y el tono es casi de disculpa por mi primera reacción más no condescendiente, creo que estamos a la defensiva, como si todo fuese a disolverse de un instante a otro en una voluta de neblina y despertar de lo que a momentos se antoja como un sueño. Respiro como si me preparara para acercarme más, aferrandome al mismo tiempo a la idea de que al menos, no sea otra más de mis pesadillas. No lo podría soportar. - ¿Cuántos años?- sonrío y hago un displicente gesto con mi mano porque es retórica mi pregunta, ninguna necesita saber es cuenta.

 

- He estado bien- otra sonrisa, esta vez cómplice pero también he estado mejor reconozco asomando detrás suyo curioseando lo que la mantenía ocupada.

 

Mejor implicaba demasiado como para explicarlo allí mismo, ella, mis tantas aventuras después, un matrimonio que me había cambiado hasta la médula hasta el divorcio que terminaría por hacerme reencontrar a mi misma. Y tanto más en medio de todo.

 

- El Hotel me mantiene ocupada - añado intentado hacer la conversación liviana para las dos, ya tendríamos tiempo de más para hablar de lo difícil, de los triunfos y fracasos que nos harían encontrarnos de nuevo allí. Justo allí. - Aunque confieso que he estado evadiendo esa tarea - señalo las botellas de ron y suelto una risita.

 

- Y tú... Tau.. ¿como has estado? -acercándome para ayudar a terminar de acomodar las botellas.

Editado por Sophie Haughton

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Soltó una risita cuando la escuchó decir que el hotel la mantenía ocupada, cuando era obvio que no era así. Intuía que era su manera de hacer más ameno el ambiente y ella siempre sabía cómo hacerla reír, mantenerla feliz.

 

— Por suerte has llegado a tiempo y no te preocupes, que te he dejado qué hacer para que no te aburras —bromeó.

 

— Yo he estado de maravilla, al menos durante esta última semana. Estoy tratando de retomar viejos hábitos que en realidad me gustaban y que por tantas obligaciones impuestas dejé de disfrutarlas —explicó.

 

Tauro guardó a varios minutos de silencio a propósito, mientras ambas realizaban la misma labor de separar las botellas vacías de las medio llenas y las nuevas, así como la limpieza del polvo acumulado. Lo que quería probar es que aun podían hacerse compañía sin decir nada, sin que el silencio se tornara en un momento incómodo. Esperó apenas el tiempo suficiente para volver a hablar.

 

— Quiero saber dónde has estado —a pesar de lo demandante que pudo sonar, no pretendía parecer exigente, simplemente era una invitación a iniciar una charla — ¿Quieres que te sirva algo para que te sientas cómoda? —Tauro estaba dispuesta a escuchar toda su historia, sin importar cuánto les tomara. En eso la puerta del local se abrió, dando paso a una pareja muy cariñosa.

— Buenas, ¿qué tipo de habitación requieren y por cuántas noches?

Ambos parecían venir de alguna fiesta y se tambaleaban apenas. Solicitaron la habitación más económica por 3 días y 2 noches, con servicio al cuarto. Tauro los atendió rápidamente mientras Sophie le ayudaba con el formulario y ambos se marcharon felices a terminar su propia fiesta.

— ¿En qué estábamos?

Editado por Taurogirl Lavigne

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Se sentía casi ajena aquella tranquilidad que me embargaba, era como si de pronto hubiese recordado como se sentía respirar profundo, era una calma muy dulce lo mismo que demasiado necesaria en mi vida. Curioso también como los años no nos arrebataban aquella familiaridad y, de alguna forma, una confianza que no se veía afectada con los años o kilómetros.

 

— Entonces ya sabrás que no haré nada — repongo a su insinuación de que me había dejado tareas, era un poco rebelde en ese y muchos sentidos.

 

Escucho atenta cuando me cuenta de ella, más como si supiera que era un acertijo más que una verdad, por supuesta había algo de verídico pero entrelineas cuestiones aun más importantes e intrínsecas. Asiento y callamos las dos, sin retarnos a decir más que eso por el momento, es que no sentía apremio alguno por acelerar nada, quería beberme los minutos que tuviéramos para conversar a sorbos, aun si eran escasos.

 

Entre las dos, la tarea se vuelve sencilla y nada tediosa, incluso terminamos mucho antes de lo que habría pensado. Rio en voz baja pero igual voltea a verme, niego restándole importancia; solo se me había ocurrido el pensamiento de como yo habría durado horas en aquello por estar ebria hasta era posible que algunas botella no hubiesen sobrevivido.

 

Es innegable que su pregunta, casi abrupta, me pone tensa; era tanto y estaba decidida a no decir nada que fuese a arruinar la calma que sentía en aquel momento. Entonces me regañé a mi misma, aquel era un pensamiento cobarde y de alguien que no la conocía, la verdad es que no importaba lo que yo dijera, estaba absolutamente segura de que en cualquier circunstancia ella se mostraría amable y comprensible, debía de una vez y por todas dejar de censurarme de aquella manera.

 

Estaba por abrir la boca y responderle que sí, que lo mejor sería empezar por algo de tomar pero entonces la puerta se abre. Cualquiera desde afuera se habría reído al ver como cambiamos y nos acomodamos para recibir a los huéspedes, casi formales.

 

El silencio no había sido nada incómodo, pero ver como se comportaba aquella pareja, mientras yo aturdida tomaba los datos de las solicitudes que hacían y que finalmente lo que nos apartaba de cualquier otro Hotel: cualquier servicio era cumplido, cualquier deseo; aquella escena aunque no es incómoda como tal me pone algo nerviosa. La observo a ella morder la oreja al tiempo que él intenta dictar con seriedad los requisitos de la habitación; mi mano se roza con la de Tauro y hago alarde de un semblante tranquilo aunque creo que me sonrojo al mismo tiempo que deseo que no se note.

 

Aunque hayan pasado años los recuerdos eran imborrables.

 

— ¡Que disfruten! — les sonrío y ellos parten, como cualquier pareja con ojos solo para ellos mismos, hasta dudo que me hayan escuchado.

 

— En que me quieres embriagar para que te cuente mis últimos años de vida, quizá porque sabes que es la única manera—y le alcanzo el Merlot más fino de la despensa siendo lo que se me antojaba y ella consigue las copas casi al mismo tiempo - o porque te hace pensar que evitarás contarme de ti luego - la advierto.

 

No sé ni siquiera por donde comenzar. El cristal se tiñe del rojo profundo y sus taninos tentando los sentidos para más tarde hechizarlos.

 

— Regresé a España —comienzo, con suerte recordaría que había sido allí donde mi condición de demonio había iniciado, quizá había comenzado por allí porque el vino me recordaba esa zona -aunque eso fue luego de mi divorcio - tomo el largo sorbo que me permite las copas altas que Tauro ha llenado casi a rebosar - me encontré con... una prima — niego para que entienda que no lo es, al menos no de sangre — está arriba de hecho, si escuchas a alguien gritar es ella torturando con sexo a un muggle —río abiertamente para aligerar el tema — es una demonio, en toda la expresión de la palabra, con ella he compartido un par de fechorías, es buena compañía para no pensar en cosas serias — me siento en la barra y cruzo la pierna —y... — hago una pausa — no creas que te escaparás de contarme un poco de ti ahora.

 

Vuelvo a tomar. Sería un juego, un poco de información a cambio de un tanto más, con la sed que teníamos las dos de saberlo todo.

 

 

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  • 2 semanas más tarde...

Tauro soltó una carcajada. Sophie la conocía demasiado bien, más de lo que estaba acostumbraba a dejar entrar a las personas a su vida, pero con ella no había tenido barreras, porque la había conocido en una época placentera, inocente quizás. Si en esos momentos conociera sus pensamientos estaría buscando la manera de probar que nunca había sido inocente. Por esta vez, decidió guardarse ese pensamiento para sí misma.


Apoyó sus codos sobre la barra, mirándola cual niño que estaba a punto de escuchar una fascinante historia, entregándole toda su atención. La mención de la palabra ''divorcio'' captó su atención, era extraño pensar cómo las dos ''rehicieron'' sus vidas con otras personas y lograron con ellas lo que alguna vez se habían prometido, pero el tiempo era sabio y la mayoría de sus heridas estaban sanadas. Aquella confesión ameritaba que el alcohol ingresara a su organismo, por lo que le dio un pequeño sorbo a su copa antes de decir otra cosa.

— Y yo todo este tiempo pensé que teníamos poltergreist bastante bullosos —bromeó.

 

— Yo por el contrario no he podido huir a otro país para olvidarme de mis problemas —suspiró. — Sigo casada, eso sí, aunque no estoy muy segura por cuanto tiempo. Me temo que soy mejor amante que esposa —sonrió, con la intención de restarle importancia al hecho de que su matrimonio no estaba funcionando, pero se negaba a aceptarlo todavía, era terca como ella sola —. He cambiado, ahora soy una persona más tranquila y reservada. Lo poco interesante que tiene mi vida es venir a refugiarme en mis negocios —esta vez no sonaba tan animada, más bien melancólica.

 

— Al menos me alegra que una de las dos haya tenido acción en su vida. Y tu amiga, ¿has aprendido algo de ella? —

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Es impresionante la sensación de calma que me deja su sonrisa, capaz de transportarme, de hacerme sentir joven otra vez, de recordarme de aquella sed de beberme el mundo a pequeños sorbos o de un solo trago, algo que solo dependía de mi humor del día. Mucho había cambiado desde aquellos días, era obvio que mucho habíamos vivido y aun asi...

 

Estaba disfrutando más de lo que había imaginado de esa atención que me ofrecía, esa voluntad de escuchar lo que yo tuviera para decirle, no parecía siquiera importar el tema. Era como si yo hubiese olvidado aquello, acostumbrada por estos días a la escasa o nula compañía, dedicada a las aventuras que besan más de lo que hablan, aunque hasta de eso me había cansado y lo había dejado atrás. También sentía la libertad de haberle contado de aquello, lo que sí había sido importante, como si decirlo en voz alta lo reafirmara y me permitiera soltarlo todo un poco más.

 

Niego enérgicamente cuando se refiere a los poltergeist, aquellas eran criaturas inocentes hasta sumisas si les comparaba con Lilith.

 

Escucho su historia con la misma vehemencia, observo sus cabellos, sus ojos, su mano que sostiene la copa mientras me da detalles, no parece que divague, también va al punto y sonrío cómplice de su frase sobre ser mejor amante que esposa; honestamente no era yo la persona más apropiada para contradecir o confirmar tal afirmación. Aunque no pasaba por alto su su intento de contrarrestar algo con lo que todavía estaba luchando incluso podía ser que se estuviera aferrando, pero esto último no me quedaba claro.

 

– Acción? – sonrío puede implicar muchísimo aquella palabra – podría llamársele así, pero más preciso sería decir que ha sido espiral suicida casi autodestructiva de la que importaba muy poco salir o muerta; cualquier ofrecimiento y fechoría fue bienvenida, ciertamente he tocado fondo – termino la copa, no porque me avergüence reconocerlo, más porque tocar fondo había sido justamente lo que había buscado, en una forma muy retorcida lo había disfrutado. Nada que perder era la mejor sensación para luego buscar desesperadamente algo que nunca quisieras perder.

 

– Un par de… enseñanzas me ha compartido – y me levanto a tomar la botella junto a ella aun recostada a la barra. Era tan fácil, un momento de tensión cuando primero la viera y ahora, la cercanía que borraba años, una confianza infalible – si buscas algo interesante te puedo enseñar – le guiño y riendo me siento cruzando la pierna al mismo tiempo que líquido borgoña llena mi copa.

 

– ¿Cómo crees que terminará la siguiente botella? – le consulto, de alguna manera quiero saber más que de su pasado, que era justo eso algo irrecuperable, quería saber de su ahora, sus ambiciones y como se imaginaba que terminaría esta velada.

 

Lleno su botella y busco la siguiente dándole tiempo de construir su respuesta.

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  • 6 meses más tarde...

— Puede terminar en tu habitación o en la mía. Tú decides —respondió con toda la intención del mundo, mojando sutilmente los labios con la punta de la lengua —Y quizás allí puedas enseñarme un poco de lo que has aprendido... ¿Pizza?.

 

— ¿Sabes? He estado pensando que quizás debería mudarme aquí. Este lugar me trae recuerdos y fue aquí donde construí los más bellos. Además, desde que Katara se fue... —sintió la amargura en su corazón. La partida de su hermana era un tema del cual no se sentía lista para hablar porque todavía le hacía mucho daño. Necesitaba tiempo para sanar, para poder al menos decir su nombre sin que la voz se le quebrara —¿Te importaría si me mudo por completo? Al menos así podría estar más pendiente del negocio y no lo cierran por falta de uso —bromeó. En ese momento sintió la necesidad de abrir otra botella con urgencia; miró a Sophie con desespero.

 

 

— También he dejado mi antiguo camino —comentó, refiriéndose por supuesto a su función de Líder de la Marca Tenebrosa —Mis ambiciones no han cambiado, tampoco mi afinidad por las Artes Oscuras, pero siento que es momento de continuar mi propio camino en lugar de tratar de guiar el de otros. De hecho tengo un proyecto en mente, quizás pueda utilizar algún rincón de aquí para llevar a cabo ciertos experimentos, sino te molesta —. Se sentía poder hablar de sus sueños con alguien y no se le podía ocurrir mejor persona que ella.

 

— Me alegra mucho tenerte de vuelta. ¿Te puedo pedir algo? —y sin esperar respuesta agregó: —No te vuelves a alejar de mí.

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No podía dejar de pensar en la casualidad de encontrarnos allí, por supuesto era el lugar más obvio, uno nacido de la locura del trío más peculiar imaginable, pero pensar en Daphne me dejaba un enorme vacío. Aquella rubia se hacía extrañar demasiado, tanto que pensé mejor no mencionarlo a Tauro; desde hacía demasiados años aquel negocio era solo nuestra responsabilidad, una que se nos había dado de forma irregular a través del tiempo más siempre regresábamos en los momentos críticos aunque no podía ubicar la última vez que nos hubiera juntado la crisis al mismo tiempo.

 

El gesto de su lengua delineando sus labios no pasa para nada desapercibido y, aunque mi rostro permanece impasible, mi respiración lo resiente. El sentimiento de déjà vu era quizá demasiado potente.

 

Acepto su ofrecimiento de pizza, un intento casual de distraerme de su respuesta, la misma que sonaba más como una peligrosa propuesta. Y yo tan temeraria.

 

Sonriendo veo a sus ojos, no es en vano que se dice que una mirada puede decir más que mi palabras. Era bueno distraerse, porque estaba absolutamente segura de que a ninguna de las dos se nos daría bien mantener aquella conversación de forma civilizada por lo que decidí no responder como imaginaba yo el final de la siguiente botella. Mi imaginación no ocupaba excusas o empujones.

 

Doy apenas un mordisco a la pizza, no tenía mucha hambre pero era difícil pasar de tal manjar, al mismo tiempo que me bajo de la barra para sentarme a su misma altura.

 

Habla de Katara y logra que la comida se convierta en arena en mi boca, de hecho le agradezco que deje la frase inconclusa, aquel si era definitivamente un tema que no quería conversar, cualquier otro era preferible. No estaba lista y ya había demostrado que nunca lo estaría.

 

Estoy asintiendo desde antes de que termine su oración comprendiendo por fin sus intenciones, nada me parecía mejor que aquello.

 

Tenía plena confianza de que entre las dos podríamos mantener a flote aquel negocio. Todo era cuestión de promocionarlo de la manera correcta y con los seres adecuados.

 

‒ En primera, ¿debo recordarte como tu nombre está en el contrato? Por supuesto que no me importaría que te quedes aquí a tiempo completo ‒ la miro con seriedad como si me ofendiera su pregunta ‒ segundo, temo que es urgente que hagamos algo al respecto de eso, cualquier locura será bienvenida ‒aquello me preocupa, pero ya tendríamos tiempo suficiente para trazar algún plan de mercadeo que nos permita volver a colocarnos como un destino indispensable en el Callejón Diagon, al menos para aquellos con las necesidades que podíamos cubrir.

 

Me sorprende lo siguiente que me comparte conmigo, reconozco lo importante de aquel tema y también la delicadeza con la que debía tratarse. Yo misma había tenido muchos años en aquel "camino" pero mi experiencia no era nada comparada con la de ella que se había dedicado en cuerpo y alma. Muchos la reconocían por aquello pero escasos eran capaces de comprender realmente cuanto significaba una decisión así y es justamente por este motivo que aunque me da cierta curiosidad no preguntaría más.

 

Y finalmente ahí estaba. Una punzada de culpa me atraviesa el pecho como lo haría una lanza de hielo, me corta la respiración.

 

Suponía que debía ser dicho, en un intento de suavizar las cicatrices, me recompongo y la miro también, una disculpa y una promesa ferviente en mis ojos ‒ Nunca ‒ y solo articulo las palabras que no son dichas, una promesa más vieja que la muerte, más infalible que el amor verdadero y era solo nuestra. La frase que nos había definido: Maite Zaitut. Mi única manera de convencerla de que lo decía absolutamente en serio.

 

‒ Por cierto, me molesta, me irrita y no pienso permitir ilegalidades en nuestro negocio ‒ intervengo y relleno su copa sin terminar y en justicia también la mía, sus ojos me buscan consternados y yo sonrío finalmente incapaz de sostener cualquier tipo de gesto hostil ‒ si no me dejas al menos ver. Tengo un látigo en mi habitación que no ha sido utilizado en mucho tiempo ‒ guiño sin ninguna intención aparente de querer disimularlo ‒ podríamos pensarnos si agregamos sadismo a nuestra lista de servicios, seguro atraería clientes muy interesantes. ‒ me atraía demasiado la idea de que las habitaciones del hotel se convirtieran en un destino para brujas y magos sedientos de artes oscuras. Sadismo era quizá lo más noble que se me ocurría.

 

Choco mi copa con la suya. Era el brindis ceremonial, teníamos mucho que planificar.

 

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Tauro se alarmó por el tono en la voz de Sophie, creyendo que iría a regañarla por su propuesta, pero no fue tan así. Por supuesto que la reprendió, pero de una manera que sólo ella sabía hacerlo sin hacerla sentir mal. Respecto a su siguiente pregunta su intención no era herirla ni remover las aguas del pasado, pero en ese momento de su vida necesitaba escuchar de sus labios mientras la miraba directo a los ojos lo que tenía por decir. Los años la habían vuelto más dura, entre menos se relacionara con las personas mejor, pero al mismo tiempo aún existían quiénes tenían el poder de lastimarla y quebrarla. Sophie era una de ellas. Así era el tamaño de lo que sentía por ella.

«Nunca» fue su respuesta. Y le creyó, devolviéndole una sonrisa agradecida.

Esta vez el cambio de tema fue más sutil, o por lo menos la atmósfera que las envolvía era más amigable que en encuentros anteriores, era como si estuviera mirando a la Sophie y Tauro de hace algunos años y eso le gustaba.

¿Látigos? ¿Sadismos? Ciertamente los experimentos que tenía en mente no estaban relacionados a lo que la pelinegra le decía, pero no quiso contradecirla, pues la idea le resultó atractiva. ¿Con qué tipo de personas se había juntado? ¿Quedaba algo de la tierna chica de la que se enamoró? Y esto no quería decir que prefiriera esa versión, estaba segura que todas sus versiones le gustarían, pero si estaba sorprendida y más que eso intrigada.

— ¿Y ese es tu nuevo juguete personal? Porque yo también tengo algunos que te podría enseñar —. Por supuesto que no iba quedarse atrás, sabía que no podía resistirse al juego de palabras y provocaciones que había arbitrado en más de una ocasión. Terminó de un trago el contenido de la copa y se sirvió otro. Sus mejillas empezaban a adquirir un tono rojizo producto del alcohol y con ello la soltura entre ambas se hacía más evidente.

 

— ¿Dónde dices que queda tu habitación? —preguntó, como si no lo supiera —O quizás me puedas mostrar donde queda la mía. Aunque algo me dice que está muy cerca de la tuya. Recuerdo una tina, baños en espuma, rica comida. ¿Se te apetece? —estiró su mano para arrebatarle su copa a casi terminar, rozando su mano a propósito y bebiéndose de un trago el contenido restante —.¿Me llevas?

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Una buena parte de mi que me gritaba desesperada, me suplicaba que huyera, que detuviera aquella locura y comenzara a correr como si mi vida estuviera en un inminente peligro. La cicatriz palpitando recordándome cuanto había sangrado antes de cerrarse. El desamor asomando entre recuerdos e incontables lágrimas derramadas.

 

La había amado tan fuerte y tan profundamente, incluso sin mesura. Y es que allí estaba, mi primer amor, uno tan puro que nos marcó para siempre; aquella demonio, a mi causa, había cambiado hasta mi percepción del bien y el mal. Pero no estaba sola en aquello, estaba casi segura que ella sentía aquellas alertas y aun así...

 

La aventura, el sabor del peligro. Estaba más allá de mi buen juicio, lejos de poder controlarme. Asumiría el riesgo y pagaría las consecuencias.

 

Una sonrisa retorcida se vuelve a dibujar en mis labios, pienso que es solamente uno de tantos "juguetes" como lo había llamado, así que solo me encojo de hombros ante su pregunta para dejarla en misterio, al mismo tiempo no dudaba de su propia "colección".

 

Era extraño sonreír tanto, tenía algo de tiempo sin tan buenas excusas, era tan ajeno más placentero. Era fácil olvidar como había sido ella quien me llevara de la mano a una Disco cuyo nombre era irrelevante, casi me sorprendió recordarme ahí nerviosa, sumisa y dejándome llevar en lugar de guiar, al principio. Realmente habían pasado muchos años y, en especial muchas experiencias, por usar una palabra sutil. De alguna manera este encuentro me hacía sentir así y no sabía cuanto sino hasta que continúa hablándome con tal desenvoltura.

 

Hubo un tiempo en el que una frase así habría provocado que no lleguemos hasta la habitación susurro. El calor en la sangre no me era ajeno, más bien natural a mi condición, pero este era uno diferente entremezclado con el efecto del alcohol. ‒ ¿Segura que a la mía? ‒ le arrebato la copa que dejo con un sordo sonido sobre la madera del escritorio ‒ tiene un cierre que solo responde a mi tacto, podría encontrarse en una situación de secuestro.

 

Camino despacio, sin dejar de observarla, los pies conocen de memoria aquel camino, la llamo a acompañarme. Es muy natural solo reaccionar así, para las dos incluso ya era muy común ser algo desinhibidas era muchísima la complicidad, podía ser igual en bromas de amigas muy cercanas como podía ser absolutamente en serio.

 

‒ Las gradas siguen siendo algo estrechas ¿lo recuerdas? ‒ murmuro encerrándola con mis manos ambos lados de su cabeza, el cuerpo obligándola a detenerse por apenas un instante para luego relajar mis manos y seguir ascendiendo ‒ pero muy acogedoras por supuesto río despreocupada esperándola en el rellano donde se encuentran nuestras habitaciones.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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Le resultaba extraño tenerla tan cerca y al mismo tiempo era una sensación que la remontaba hacia ese pasado donde no podían estar más de un minuto sin tocarse. El sentimiento entre ellas no había muerto, un amor tan grande como el suyo no estaba diseñado para desaparecer así nada más, sería un insulto para todos los amantes que lo habían dado todo por amor, incluso hasta perder la cordura. Todo aquello sucedido en medio de su separación simplemente perdía el sentido y el valor, porque cuando estaban juntas todo volvía a renacer. Antes con tantas distracciones era más cómodo tratar de seguir adelante como si nada, pero estando allí solas, tan cerca la una de la otra le resultaba muy difícil evitar que su corazón palpitara de ese modo tan violento que casi la lastimaba.

Sophie también sabía jugar y eso le gustaba. El auto-control era su mejor amigo y era una experta en ello, aun así, esa mujer tenía la capacidad de hacerla rozar la locura y el desespero, por eso, al verse acorralada no hizo más que sostener la respiración esperando a ser lo suficientemente fuerte para no ceder. La vio alejarse y después de tomarse unos minutos la alcanzó.

— La verdad es que lo recuerdo poco, ya que la mayoría de las veces más bien intentaba caminar a ciegas hasta alguna de las habitaciones —rió. Esperó a que Sophie abriera para adelantrarse a ingresar y una vez allí reparó con la vista el lugar, sintiéndose tan cómoda y a sus anchas como en antaño —Veo que todo sigue más o menos igual, no como yo, que apesto. No me he dado un baño decente en días —. Debido al ajetreo de los bandos y su repentina renuncia como líder, Tauro se vio obligada al exilio, pues no quería tener que dar explicaciones a nadie ni lidiar con la cantidad de crímenes que le adjudicaban, porque culpable o no, jamás se dejaría atrapar.

Aprovechó un momento de distracción en el que Sophie acomodaba algunas cosas para darse la vuelta y empezar a desnudarse, dejando prendas de ropa en su camino hacia la ducha. Giró el grifo de la tina para dejar al agua correr hasta que ésta se hubiese llenado hasta la mitad, para entonces acostarse boca arriba con la nariz asomándose a la superficie para respirar.

— Qué cómoda me siento, podría pasar horas aquí sin tener que preocuparme del resto del mundo.

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