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Mansión Vladimir (MM B: 96425)


Reena Vladimir
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Los elfos corrían por los pasillos en busca de la dueña de aquella carta que había llegado. Pero no se esperaban que la lechuza les persiguiera con ese ahínco así que intentaron dejarla atrás, un craso error puesto que no conocen lo leales que son ese tipo de aves que hacen siempre lo que les ha mandado. Son muy inteligentes. Más que los elfos, que podrían haber usado su magia para paralizarla pero, en vez de eso, huyeron despavoridos (aunque seguro que Harpo corría para así poder después consolar a la elfina, es un pillastre).

 

Aquella lechuza les perseguía, piaba, hacía chasquear el pico por encima de sus cabezas... La pobre elfina se ponía las manos en la cabeza para que no la pìcoteaba. Tal vez tuviera miedo a los ataques de los pájaros. Ululaba como si fuera una sirena. Los dos elfos chocaron entre sí cuando se toparon con una puerta cerrada al final del pasillo. La abrieron. Daba a una escalera que ascendía. Un aire frío salía de allá, helado, como de la misma muerte. En aquel momento, olvidaron el ataque del ave y se miraron, como para darse ánimos para subir.

 

Era el camino que llevaba al desván, un lugar que no solían tocar porque allá había muchos baúles polvorientos con material requisado que había pertenecido a los dueños anteriores de la Vladimir. La Ama Sagitas solía refugiarse allá a menudo cuando Ithilion dormía (o fingía dormir). Después, azuzados por el nuevo ulular de la lechuza, ascendieron corriendo. Harpo ayudaba a la elfina para que no tropezara pero, al final, fue imposible que no cayeran los dos hacia delante y chocaran contra un montón de maderas.

 

-- ¡Demonios! ¿Qué estrépito es ese?

 

En medio de la oscuridad, una pequeña luz les apuntó. Por detrás, intuyeron la imagen de Sagitas, despeinada y con un libro antiquísimo en las manos.

 

-- ¿Qué hacéis aquí? No es lugar para elfos. Esto es... de mi hermana... ¡fuera, fuera...!

 

¿Parecía trastornada?

 

Perdón, lo escribo mejor: ¡Parecía trastornada!

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La lechuza de la vampiro aleteaba siguiendo a ambas criaturillas sin dejar de emitir sus ulutatos molestos al sentir que los elfos quizá eran demasiado lentos en pasar su mensaje a la persona que debían

Ella no conocía a la elfina pero sabía que alguna vez había sido compañera de su actual ama por lo que no podía desconfiar de esta del todo sin embargo, el ejemplar masculino de aquella raza hacía que entornara los ambarinos ojillos y le vigilase por si acaso y seguía intentando deshacerse de ella.

Cada vez iban más lejos pero eso no hacía que se perdiese el ave, no señor, ella se aseguraría de que su trabajo se completase totalmente.

Cuando finalmente subieron a aquel sitio, el ave agradeció el poder ser un ave nocturna que podía ver en las sombras al menos lo suficiente para no chocar con nada; volvió a chasquear el pico y sobrevoló en círculos sobre las cabezas de los elfos aunque la sensación de magia en el aire hizo que se le erizaran las plumas.

Lo que hubiese ahí, era realmente poderoso.

La voz de la bruja en el sitio consiguió que la lechuza hiciese silencio y con un nuevo agitar de alas se aferrase con sus garras a uno de los muros, moviendo la cabeza hacia varias partes para percibir la figura de quien ya se encontraba en el sitio; aparte de aquella, había otro poder que tranquilizaba al animal y ese era el resquicio de lo que había dejado la pelirroja y que podía reconocer.

Agitó las alas con fuerza pero no voló y le dirigió una mirada severa a los elfos.

Y su mensaje?? Que era importante, por todos los diablos!!

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  • 1 mes más tarde...

No me gustaba el ruido que estaban haciendo aquellos dos. ¿Qué hacía Harpo y Taga en el desván de la Vladimir? ¿Por qué me importunaban? Tenía los ojos rojos de haberme echado una llorina allá arriba creyéndome solita y ahora aquellos dos, seguramente empujados por afanes lujuriosos, me interrumpían. Por supuesto, no les iba a dejar que supieran lo de mis lloros. Yo no lloraba delante de nadie.

 

-- ¡Fuera he dicho! – les grité a los dos, aferrando con más ansia el libro que llevaba en las manos. Era un álbum de fotografías de la familia.

 

-- Pero Ama… Esa lechuza nos persigue… --dijo Harpo.

 

Elevé los ojos y la vi, un animalito que parecía tener un rictus risueño en el pico y una convicción fuerte en la mirada, aunque estaba aferrada con sus uñas en la pared. Seguro que el muro le hacía daño en sus uñas. Me acerqué a ella y mi tono de voz se volvió susurro y cariño. Amo a los animales, para quien aún no se haya enterado.

 

-- Linda… ¿Te has perdido? Nadie en su sano juicio habita en los desvanes de esta casa. Bueno, yo, pero no estoy en mi sano juicio, todos lo saben – esa última parte la dije más para mí que para ella.

 

Le acaricié el lomo y después le ofrecí un dedo para que se enganchara.

 

-- Si quieres, puedes hacerme compañía. Veía fotos de mi hermana Haya, aquí hay muchos álbumes de ella pues vivió aquí antes que la actual matriarca. ¿Sabes? Así la recuerdo porque la muy ¬½&/%$& me ha abandonado.

 

-- Ama… Que le ha traído una carta.

 

-- ¡Ay, qué dulce y bonita lechucita, que es mi mensajerita! ¿A ver tu mensaje? – Pero no traía ningún mensaje en la pata, así que volví una cara deformada y salvaje, el pelo todo despeinado, cara misma de una demonia asesina , hacia los dos elfos. --¿Habéis perdido mi mensaje?

 

En serio, Sagitas debería sociabilizar más o acabará convirtiéndose en la Bruja del Desván.

 

Ah, no, que ya es una bruja que está en un desván…

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El ave con agrado había decidido aceptar la invitación de aquella bruja por lo que agitando las alas para mantener el adecuado equilibrio, se aferró a la mano de la bruja intentando no hacerle daño con sus garras, que era bien sabido que la piel de los humanos era muy delicada y ellas con sus largas uñas hechas para desgarrar y cazar aquello con lo que se alimentaban en las noches, eran capaces de atravesarles sin querer y ella no deseaba aquello.

No, su ama se enojaría si se enteraba que había lastimado a su hermana sobre todo porque había estado emocionada por decirle que estaba de regreso en el pueblo y dudaba que aquella sensación fuese a ser transmitida si en lugar de hacer bien las cosas terminaba por hacerle daño a la mujer de cabellos violetas que además, le llamaba con un tono agradable que dejaba al ave pensando en bonitos cielos azules y jardines frescos repletos de ratones.

O bueno, los ratones hacían feliz a la lechuza

Por ello erizó las plumas al ver a la mujer ahora enojada debido a la falta del mensaje que obviamente tendría que estar recibiendo en la mano y que echaba de menos y de inmediato el pájaro se giró con su enorme y redonda cabeza a los dos seres mágicos que le habían recibido de principio y que debían de tener todavía el pergamino entre sus pequeñas manos aunque ahora se temía que en verdad lo hubiesen dejado caer en su huída

-Uhhhhhhh!! -ululó indignada

Porqué?... porqué le pasaban esas cosas a la pobre lechucita que solo quería hacer su trabajo correctamente???

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  • 3 meses más tarde...

Después de tanto tiempo fuera del pueblo, mis pasos me llevaron, por fin, a casa. Deseaba volver a ver a mi madre y a Akira. Los había echado mucho de menos en mi ausencia, por lo que volví, cargada de maletas y con regalos para todos. La familia es lo primero, asi que llamé a la puerta. Esperaba ver a Taga, la elfina de mi madre. Seguro que mi elfo Montmeló también tenía ganas de verla. Me lo habia dicho muchas veces en el extranjero.

 

No contestaban. Era extraño que me hicieran esperar en la puerta. Pensé que mami no estaría en la mansión, que estaría enfadada conmigo y no quería recibirme, que la mansión estaba abandonada o que yo ya no era una Vladimir. Todo eso me merecía por haberme ido sin avisar. Aunque había mandado alguna lechuza durante el tiempo que estuve fuera.

 

Golpeé de nuevo y entonces sentí un grito. Era Taga por algún lugar de la parte alta de la mansión. Golpeé con fuerza la puerta.

 

- ¿Qué pasa, qué pasa? ¡Mamá!

 

Mi elfo es más sabio. Chasqueó los dedos y la puerta se abrió sola. Se lo agradecí y corrí por las escaleras, siguiendo el eco de los gritos. Cuando llegué al desvan, vi que dos elfos (Taga y Harpo) miraban con miedo una bruja de pelos alborotados, sucios, que les chillaba. Parecía una loca. No lo pensé, saqué la varita y la hechicé. Tenía en la mano una lechuza y parecía a punto de comérsela de un mordisco.

 

- ¡Petrificus totalus!

 

Sólo después de haberlo hecho, me di cuenta que era la tía Sagitas. Me puse las dos manos en la boca, asombrada.

 

- ¿Pero qué ha pasado aquí? - le pregunté a los elfos.

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Hacía tiempo que no iba por casa, aquel libro egipcio me había enseñado alguna cosa y me había hecho abandonar la mansión sin previo aviso tras haberlo recuperado. Esperaba que nadie lo hubiera encontrado.

 

Me encontré la puerta abierta de par en par y un montón de maletas junto a ella. No lo entendí, ¿Quién vivía en la mansión y se marchaba? ¿Heliké se iba de casa? ¿Sería que finalmente se iba a casar con Matt? Sentí cierta lastima por mi primo y lo saqué me mi mente al instante, debido a un grito venido de pisos superiores.

 

-¡Petrificus Totalus!

 

Juré por lo bajo y salí corriendo hacia arríba. En ninguno de los rellanos había nada y los murmullos que se escuchaban me pareció que venían del desván. Saqué la varita. Aquello no me gustaba. Seguro que alguien había visto mi libro y se habían puesto a leerlo tan tranquilamente, porque el resto de la familia tenían mejor educación mágica que yo. Seguro que alguien había sido inconsciente...

 

-¿Qué ha pasado aquí? ¿Hay alguien herido?

 

Quitando el petrificado, que sorprendentemente era mi tía Sagitas, no parecía haber nada mas en peligro.

 

Su aspecto era bastante desmejorado y al analizarlo me doy cuenta de que yo no voy con mucho mejor aspecto. Los elfos, aquella pareja traviesa, me miraban primero con sorpresa y luego con pánico. Yo miraba a Xell. Mi pequeño rayo de sol. Estaba allí, frente a mi.

Sacerdotisa·Madre·Compañera


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Mantenía las dos manos en la boca cuando sentí los pasos apresurados que ascendían al desván. Me alegré al ver a mami, quien preguntaba qué era lo que había pasado.

 

- ¡Mami! ¡He petrificado a la tia Sagitas! No quería. Gritaba mucho. Parecía una loca. Pensé que era una okupa que se había instalado aquí arriba. No quise atacarla, mami, te lo prometo. ¡Mira su pelo! ¡Mira sus harapos! ¿Qué le pasó a Sagitas en mi ausencia? Estaba como loca, atacaba a Taga y la pobre lechuza...

 

Ahora era yo la que parecía estar loca. Corrí hacia mi madre como si no hubiera pasado ni un sólo minuto de ausencia en el pueblo, como si fuera aún ayer cuando ella me protegía a la llegada al pueblo, como cuando me convirtió en su hija adoptiva.

 

- ¡Mami! Te eché de menos. ¿Dónde estabas? Me dijeron que tú también te habías ausentado, que la Vladimir estaba sola.

 

Entonces, vi un pergamino en el suelo, seguramente la carta que había traído la lechuza. ¿Su lectura seria lo que había vuelto loca a la tía Sagitas? Solté a Reena y me agaché a recogerlo. Miré sorprendida por la lectura. Era muy breve.

 

- ¡Mami, mira! Solo pone "He vuelto". ¿Eso habrá vuelto loca a la tíita Sagis? ¿Quién habrá vuelto?

 

Tal vez los elfos presentes, muy asustados, podrían ayudarnos.

 

- ¿Sabéis algo, Taga y Harpo?

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Mi enfado era enorme contra aquellos elfos que habían perdido el mensaje de la lechuza. Pobrecilla, con lo que costaba volar y volar llevando un mensajito para que ahora esos dos los perdieran después de haberla asustado. ¡Cómo se notaba que ellos no volaban y volaban y resistían como podían los ataques de aves de presa que se tiraban sobre ellas, impidiéndoles su trabajo! Y cuando no eran otras aves, eran los gatos o las ventanas cerradas... Duro trabajo el de las lechuzas.

 

Hasta el animalito les chillaba. Los dos elfos parecían aterrorizados con mis gritos pero no era para menos. ¡Habían perdido mi mensaje!

 

Lo que no me esperaba era que apareciera Xell en el desván. ¿Es que ella no se había perdido en otro lugar? ¿Cuándo había vuelto? Y, por supuesto, no me esperaba para nada que me lanzara un hechizo que podría haber denegado de un soplido si no hubiera estado tan absorta en reñir a los elfos por la pérdida del mensaje.

 

Así que caí petrificada, en el suelo, a los pies de los elfos y de mi sobrina Xell, a quien maldecía por dentro.

 

Que esté petrificada no significa que no me entere de las cosas. Apareció Reena, otra que también llevaba tiempo fuera, y las vi abrazarse. ¡Qué ganas de decirles cuatro cosas por ponerse a hablar y recuperar el tiempo perdido en vez de hacer un sencillo Finite para que pudiera moverme de nuevo! ¡Un Finite, demonios...! ¿Qué tanto les costaba cuidarme un poquito?

 

¿"He vuelto"? ¿Quién me escribiría eso? Peor, ¿por qué ellas podían leer mi mensaje mientras yo no podía y seguía petrificada?

 

¡Un Finite, maldita seáis!

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  • 2 meses más tarde...

La tarde no se presentaba tan calurosa como las anteriores. El verano, tristemente, comenzaba a tocar su fin, y eso dejaba paso a tardes y noches ligeramente más refrescantes. Por eso últimamente había vuelto a coger la moto voladora, y a esas horas, cuando has acabado el trabajo en el ministerio y no debes ocuparte de más negocios, tomaba el casco y me iba a dar una vuelta por ahí, acompañado solo por el sonido del motor.

 

En aquel paseo, terminé en los alrededores de la mansión Vladimir. Hacía mucho tiempo que no les hacía una visita...y supongo qeu tras todo lo acontecido, no estaría de más pasar a visitar a la tía Reena.

 

Asi que me alejé un par de calles y descendí, hasta tocar tierra, y asi, avanzar hasta la verja de la mansión. Como no quería destrozarles el jardín en el aterrizaje, y que la tía, o peor, la quimera que les vigilaba la casa se me tirasen encima y me obligaran a replantar todo, abrí la verja y avancé despacio por los caminos.

 

Para cuando aparqué la moto, dejándola junto al muro, al lado de la puerta y me bajé, la casa parecía en silencio. A lo mejor no había nadie...Alargué la mano y llamé, golpeando tres veces sobre la madera, de forma enérgica, para que me abriesen.

- Hola? Hay alguien casa? - pregunté en voz alta, para que no pensaran que era algún vendedor ambulante. Mientras abrían, comprobé que la camisa, de color azul claro estaba correctamente abrochada, y el pantalón corto, un vaquero de color oscuro, estaba bien.

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Después de meter a la tía Sagitas en una bañera y dejarla descansar, yo fui a mi habitación. En algún momento debería justificarme por usar un Desmaius en su contra. Menos mal que era justificable y ella habia vuelto a la normalidad sin ningún efecto secundario.

 

Me desvestí con tranquilidad, ahora no necesitaba el vestido que había traído del viaje. Era un momento de ponerme más cómoda. Por ello, me puse una falda azul por encima de las rodillas, vaporosa, con una camiseta ajustada azul cielo, compaginado con unas bailarinas de azul oscuro. Parecía una bailarina en un momento de ensayo. Estaba feliz de estar en casa, esperaba que mami apareciera pronto, cuando la tía Sagitas estuviera mejor. Esperaba que no se enfadara mucho conmigo cuando volviera a verme.

 

Un ruido de motor interrumpió el calentamiento que hacía en mi cuarto. Sentí una voz masculina que sonó a través de la puerta. Me sonrojé al reconocer al primo Matt. ¿Qué haría en la casa? Tras un momento quieta, salí corriendo, quería adelantarme a Taga, la elfina de mi madre. Quería abrir yo la puerta.

 

- ¡Primo Matt! ¡Un abrazo! - Me lancé literalmente a sus brazos y le di un suave beso en la mejilla. Cuando me deshice del abrazo, me sentía muy loca. Di unos pasos hacia atrás y puse los brazos a mi espalda. Solté un suspirito. - Estás guapísiimo, el azul te sienta bien... Yo también visto de azul...

 

¡Tonta, tonta era! Era muy visible que vestía de azul. Dejé la puerta abierta para que pasara.

 

- Entra, estoy yo, ¿a quién buscas? - pregunté, algo cohibida. Tal vez quería hablar con su madre y yo ... le interrumpía.

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