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Prueba Final


Lisa Weasley Delacour
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Aún con la varita firmemente afirmada en su mano izquierda, notó el rayo que su rival lanzó hacia ella y no dudó ni un segundo, el caballero había sido rápido en atacar nuevamente, no podía permitirle arrebatar así su varita.


-Protego- dijo enseguida, logrando un traslúcido escudo que retuvo el rayo que viajaba en su dirección, justo a tiempo para evitar que impactase y arrebatara la varita de sus manos.


-Error, querido… bien sabes que utilizaste un ataque demasiado lento- murmuró divertida mientras daba dos pasos hacia el frente.


-Sectusempra- otro rayo, esta vez desde su propia varita y en dirección a Hades. El letal rayo podría impactar en su pecho y causarle graves heridas si él permitía que suceda.


Justo entonces notó que su rival había realizado alguna acción silenciosa, evitando su maldición, y una flecha cayó a un lado de su cuerpo. Perpleja, notó el fuerte dolor en su brazo derecho, una flecha igual a la que él logró evitar se había clavado en ella. La arrancó de su cuerpo y se concentró para lograr la “Curación”, cerrando la inesperada herida y quedando lista para seguir combatiendo.

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El primer hechizo fue tan exitoso que Lisa lo recibió sin ninguna preocupación. Él podía ver y sentir sus ganas de gritar, de quejarse por la incómoda sensación de los objetos filosos atravesando su piel, la de la parte superior de su cuerpo, incluyendo los brazos. En lugar a reaccionar ante aquello, la bruja optó por cegarlo a través de un strellatus. Por lo tanto, para cuando quiso realizar un casi exitoso expelliarmus, el rayo salió completamente desviado del blanco principal.


Para suerte del vampiro, esa vez los poderes mágicos de la rival estaban mermados. El strellatus sólo le afectó para cuando intentó realizar el expelliarmus, luego desapareció el efecto de ceguera. Parpadeó un par de veces para acostumbrarse a la poca luz del ambiente en comparación con el flash del hechizo. Por supuesto, para cuando intentara hacer algo, ya tendría un nuevo taque en camino.


—Desgraciada— Murmuró tratando de resistirse a la fuerza que lo obligaba acercarse a ella y sanarla. Una marca de sangre fue lo que le ayudó a dominar al vampiro, pues ambos habían estado en contacto físico. Escuchó la orden y, como si se tratara de un robot, la cumplió. Lisa estaba a menos de un metro de él, ella misma había acortado la distancia, y no volvió a alejarse. Le fue muy fácil extraer la flecha del cuerpo de la fémina y luego aplicar un —Episkey — que cerró el agujero sangrante de inmediato.


Sin ánimos de alejarse, decidió aprovechar los alrededor de veinte centímetros que tenían de por medio. Pensando en un hechizo antes realizado, invocó una nueva docena de medias lunas de plata que alcanzaron de manera instantánea el cuerpo de Lisa. Al estar tan juntos no había posibilidad de que las desapareciera y evitara el impacto, ella misma se había condenado al aproximarse de esa forma. Los objetos filosos abrieron nuevas laceraciones desde su pelvis hasta las piernas. Incluyendo las anteriores en la parte superior de su anatomía, la bruja debía tener al menos veinte de aquellas cosas en todo su cuerpo.


Zack sonrió a modo de burla sin poder evitarlo dando un empujón a Lisa en alguna zona del pecho que no estaba cubierta de medias lunas. Él mismo comenzó a alejarse, caminando de espaldas, procurando volver a marcar la distancia de diez metros entre ambos. A ella le convenía estar lejos, no fuera que volviera ser atacada de esa forma.

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Después de sentir como Zack me curaba, con un episkey, de la herida que la flecha de la Valkiria me había hecho, gracias a la marca de sangre que yo había creado y antes de que él pudiese convocar ningún conjuro mas, yo también había alzado la varita y atacado. Estaba a menos de un metro de su persona, un hándicap o una ventaja. No quería comprobarlo. Antes de que sus doce medias lunas saliesen a incrementar el dolor de mi cuerpo, yo había lanzando un exitoso – Sectusempra – Si la intercalación jugaba a mi favor. Creándole brechas sangrantes en el pecho al Invasivo. Eran profundas y de ellas salia un espeso liquido conocido como sangre.


Parecía que el castaño solo conocía aquel odioso hechizo. Maldije cuando otras de aquellas afiladas dagas impactaban en mi anatomía. No todas se incrustaron, igualmente el dolor era intenso. No lo demostraba. En mi cara no se notaba nada y tenia la certeza de que eso al vampiro le molestaba. Le sonreí desde la distancia, ya prudencial, que el estaba tomando y me saque todas y cada una de las medias lunas que en mi figura había. Las primeras y las segundas, un total de 11 y pensé en un claro – Episkey – Que dejo mi anatomiza ilesa y brillante – Parece ser que estamos igualados en sabiduría. Los Uzzas deberían aumentaros el entrenamiento ¿No te parece?

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No pudo evitar reír ante la protesta de Anne, al menos aquel enfrentamiento no sería aburrido. Observó como la prenda de vestir que había morpheado para envenenarla había vuelto a la normalidad y era pateada varios metros lejos de la bruja para luego regresar a ver a su cuñada quien en ese momento transformaba uno de sus zapatos en un bezoar, aquella piedra la curaría del letal veneno que tan solo un momento atrás la avispa marina le había inyectado en la pierna. Lo que hizo a continuación sí que la sorprendió, se había despojado de la prenda superior y ahora sí que estaba prácticamente sin ropa

—Vaya cuñadita… no me esperaba que hiciera eso —dijo soltando una carcajada — ¿Me pregunto de que parte de la familia habrán heredado esos arrebatos? —dijo mientras continuaba riendo, su esposo también solía tener ese tipo de comportamientos —Silencius…—Dijo entre risas, el efecto del hechizo fue inmediato y el hechizo de Anne lastimosamente no salió entero > había avanzado a decir, lo que le indicó que planeaba dejarla sin ropa a ella también.

—No creo que a tu hermano le haga gracia que yo ande por ahí desnuda… Así que nada de intentar quitarme la ropa…—Dijo mientras pensaba >, el efecto de la bruja sería inmediato y el siguiente hechizo de Anne sería mal pronunciado y derivaría en una versión ridícula de mismo.

Iba a seguir hablando cuando el domo en el que estaban atrapados se abrió de pronto y una de las valkirias, seguramente furiosas por no haber podido impedir que entraran al Vahala, le lanzó una flecha que impacto de llenó en el hombro de la Karkarov a tan solo unos centímetros de su corazón. Una exclamación de sorpresa y dolor escapó de los labios de la bruja que de inmediato y como pudo, rompió los extremos de la flecha para poder sacarla.

La sangre brotaba imparable de la herida y el dolor que le producía nubló la mente de la bruja por un momento, hasta que recordó un hechizo muy útil que habían aprendido en la pasada clase > Pensó y la lesión poco a poco dejó de sangrar para posteriormente cerrarse dejando a la castaña ilesa, el único rastro de que había sido herida era la mancha roja en su blusa.

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Mi prima Sagitas no parecía querer reaccionar. Hacía tiempo que parecía estar en una nebulosa de pensamientos que jamás entraría en su cabeza para averiguar. Me preocupaba pero sabía que cada persona necesitaba su espacio personal. Mientras tanto, me conformé con ver que sucedía alrededor. Todos los chicos que acompañaban en aquella clase, se estaban encargando de su rival. Pude notar que algunos usaban hechizos de los libros o de alguno de los bandos, pero todo era gritos, rayos, caídas, heridas y curaciones.

De momento, el domo enorme que nos rodeaba empezó a vibrar. No se sentía el suelo, tampoco había algo de afuera que lo produjera, pero en cuánto quise empezar a saber qué sucedía, éste se esfumo. ¿Qué sucedía? Como era de esperarse, las mismas jóvenes hermosas que hicieron acto de presencia en la Universidad, las Valkirias, también aparecieron allí. Eran muchas y cada una de ellas portaban un arco dorado. ¿Acaso eran las mismas? No había visto a la que habíamos obligado que no nos atacara. Y esperaba que no fueran las mismas, porque al parecer estaban dispuestas a atacarnos.

Automáticamente pensé en aquel hechizo que ya había usado varias veces. El Salvaguada Mágica que se cruzó por mi mente, me ayudo a volverme intangible, para que la flecha dorada que había lanzado aquella figura, no me diera de lleno. Estaba seguro que si me habría impactado en el pecho, me habría mandado a volar unos dos metros hacia atrás, por la fuerza del impacto. Pero ésta siguió de largo y se perdió unos metros hacia atras. De hecho fue realmente extraño, porque pegó contra el cristal del domo que surgió nuevamente.

¿Qué le sucedía? Al parecer las Valkirias lo sabían o tal vez ellas habían sido las culpables, porque en el momento que desaparecio, éstas atacaron y nuevamente cuando nos protegió ésa especie de jaula, se fueron. Mi cuerpo empezó a verse para todo el resto. Todos habían saltado aquella barrera de alguna manera. Tal vez a alguno le había impactado y se había tenido que curar. Mientras tanto, observé que a unos cuántos metros se encontraba mi valiente y excelente compañera de bando, Lisa Weasley Delacour. Tenía una orden: atacarla si podía.

 

¡Ey! Weasley...—levanté mi mano, con la palma apuntándola sobre ella. Claramente que mi varita no necesitaba apuntarla porque se trataba de un efecto pero era para aprovecharme y distraerla, pensando que la estaba por atacar con algún hechizo. Estábamos aprendiendo y demostrando que sabíamos utilizar los poderes de aquel libro, así que era el momento para ponerlos a prueba. Cuando llamé la atención de mi compañera, continué pensando en Maldición, aquel efecto que te obligaba mal a pronunciar mal algún hechizo, por ende no podría realizarlo como quería.

 

Le dirigí una sonrisa y una reverencia.

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GOLDOR ♦ DEMONIUM MERIDIANUM

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El Vitae, al no ser detenido por su oponente, clavó sus grandes garras en la espalda de Elizabeth, rasgando su piel con facilidad y creando un pequeño charquito de sangre ahí a sus pies. Podría decir que se sentía mal, sólo que ambas mortífagas sabrían que era mentira. Las dos tenían un mismo pensar, o al menos en teoría, así que ambas buscarían ganar costara lo que costara, aunque no precisamente la muerte de la otra; sólo que las acciones de la Atkins tendrían que tener un poco de atención ahora, porque si no se hacía dos curaciones moriría.

 

Gracias al "Maldición", el Floreus de Elizabeth no logró salir puesto que su siguiente hechizo, según lo que había leído, saldría completamente incoherente. La oyó decir algo, pero parecía como que su lengua se hubiera enredado y no pudo evitar reírse al respecto, ese hechizo era en realidad muy útil. Además de ello, la mujer había intentado intercalarla, pero ella llevaba las intercalaciones al haberse ahorrado su segundo hechizo en el primer turno, habiendo intercalado el salvaguarda mágica a su Morphos. Fue por ello que movió la varita, adelantándose a la segunda acción de Elizabeth.

 

Silencius.

 

El hechizo de la gana no logró salir, pero vio sus intenciones, ya la había visto invocar el pequeño cuchillo. Así que invocó su propia daga del sacrificio. Sólo para que la viera, ya la usaría más tarde.

 

Morphos —sin que pudiera impedirlo de ninguna forma, el vestido de Elizabeth mutó en una avispa marina y pegó sus tentáculos en su piel, envenenándola en el acto—. Oh, no me recuerdes la Sabana —le gritó—, asqueroso sitio. Prefiero este mil veces.

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La adrenalina era tal en mi anatomía, que ni cuenta me di del rayo que había aparecido de la nada e impactado en mi figura. Al haber aplicado un episkey como segunda acción, este no había creado el efecto que se esperaba. Estaba ilesa, con dos acciones y mas que dispuesta a vincularme al libro siete de los Uzzas. En ese tiempo de relax, me dedique a observar el panorama de mi alrededor, a fin de cuentas tenia que seguir evaluando los pasos de los alumnos.


Uno de ellos, en este caso el Gryffindor me nombro, haciendo que mis ojos se quedasen fijos en su persona. Supe de inmediato que mi rival había cambiado. Sonreí al verlo levantar su varita hacia mi. Vamos aya, pensé. Zack entendió que nuestro combate había finalizado y se alejo. Se encargaría por el momento de ayudar a los demás a entender el manejo de aquellos complicados conjuros. Su primera acción fue algo que ya había probado. Si no decía una palabra, la condicionan que el Gryffindor me había lanzado seria nula.


- Seccionatus – Pensé. Doce medias lunas fueron directos hacia el demon hunter. Elvis seria dañado por varias de estas filosas dagas, creándole heridas aquí y allá – Eso a una señorita no se le hace eh – Me moví, hasta quedar a siete metros del hombre – Veremos como te enfrentas tu a lo mismo que yo – Maldición – Seria divertido ver como sus conjuros saldrían totalmente diferentes a lo que se creía. Elvis probaría de mi mano el ataque. Como poco seria irrisorio lo que aparecería o como lo haría de su arma mágica.

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Había esperado la carcajada de Valkyria, porque de hecho ella también se había reído con su propia ocurrencia. La parte positiva es que había buena temperatura y no le importaba que su piel estuviera al descubierto. Sin embargo, sería un blanco fácil para las heridas físicas, pues no llevaba nada que pudiera protegerla aunque fuera parcialmente de los impactos. Arrugó un poco el gesto cuando vio que su voz dejaba de resonar en el lugar a causa del hechizo de la Karkarov, que la había interrumpido para que no terminara de conjurar su ataque. Entornó los ojos y luego le sacó la lengua con gesto infantil.

 

Cuando el efecto del Silencius desapareció, Anne volvió a sonreir.

 

A mí me da igual lo que quiera mi hermano. Tampoco debería agradarle que su hermana pequeña se pasee desnuda por el Valhala, si fuera un hombre responsable —comentó, con tono mordaz. Luego se quedó mirando fijamente a Valkyria: la veía demasiado concentrada. Cayó entonces en la cuenta de que estaba demasiado atenta a sus movimientos y comprendió que probablemente la había hechizado. ¿De forma no verbal? «Interferirá en mi siguiente hechizo, seguro...», pensó. Estaba segura de que sería así, y decidió arriesgarse a realizar su próximo movimiento en silencio, tal y como lo estaba haciendo su cuñada.

 

«Maldición», pensó en dirección a Valkyria. Ella no era consciente de que la Karkarov había utilizado lo mismo hacia ella, pero su hechizo había sido no verbal y no le había afectado de la forma en que seguramente ella había pensado. Sin embargo, ahora era Valkyria la que tendría dificultades con su siguiente hechizo, pues si lo hacía verbal probablemente derivaría en una versión ridícula de su pronunciación real. Anne deseó que la mujer lo intentara, pero estaba segura de que prevería su movimiento igual que le había pasado a ella, al menos parcialmente porque no estaba segura de qué había esquivado exactamente.

 

De repente, algo extraño sucedió y la Gaunt alzó la mirada con cierto temor. ¿Qué se les vendría ahora encima? El domo acababa de abrirse parcialmente y unas valkirias empezaron a atacarles. Anne abrió mucho los ojos y cuando se quiso dar cuenta vio cómo cada una de aquellas mujeres disparaba uno de sus afilados proyectiles contra ellos. Buscó con la mirada para ver quién la atacaría de ella y aún no había dado con su ubicación cuando un dolor agudo y punzante le atravesó el costado izquierdo, un poco más abajo de las costillas. Soltó un alarido y cayó de rodillas al suelo, aunque sin soltar la varita. También escuchó la voz de Valkyria, a quien parecían haberla alcanzado igualmente. Luego, vio que ésta conseguía sanarse utilizando los poderes del libro de la fortaleza.

 

Haciendo acopio de fuerzas, la nigromante partió el extremo de la flecha que tenía incrustada en el cuerpo con sequedad y ahogó otro quejido. Tenía que zafarse de aquel daño cuanto antes. Tiró con fuerza del arma y ésta salió limpiamente de su cuerpo, si bien dejando un dolor tan fuerte que amenazaba con dejarla sin sentido en cualquier momento. Anne tragó saliva y luego soltó la flecha en el suelo para poderse apuntar directamente con la varita en el costado. «Episkey», pensó, sin perder un instante. La sangre dejó de brotar de la herida y ésta comenzó a cicatrizarse rápidamente, mitigando el dolor casi al instante. Se puso en pie lentamente y luego miró a su cuñada, que parecía encontrarse bien.

 

Ojalá salgamos de este sitio por nuestro propio pie.

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El cainita observo atentamente a Agatha. Dibujo una mueca al ver como lograba defenderse del ataque que le había enviado. Se encogió de hombros divertido mientras recorría el lugar con sus orbes negros como la noche. Y rio aun más al escuchar las palabras de la Gryffindor, soplo que simplemente hizo una seña con la mano restándole importancia a aquello que había dicho la mujer.

 

-Avis – susurro. De la varita salió una parvada de doce cuervos, los cuales volaron hasta colocarse frente al Ragnarok provocando que cuatro de ellos recibieran aquel rayo (sectusempra) que había lanzado Agatha y se aproximaba a enorme velocidad, causando que al impactar el rayo los doce pájaros juntos desaparecieran.

 

-Bah, solo querían darle un poco de diversión a esto, ya me estaba aburriendo y quería ver que podías hacer, lamento ser un caballero –dijo mofándose- sin embargo, si quieres un poco más de diversión y que esto se ponga mucho más interesante porque no vienes y te acercas a mí, te aseguro que no te arrepentirás –comento divertido susurrando… Daga del Sacrificio invocando de aquella forma aquella mística daga y haciéndole señas con el dedo de la mano donde tenía tomada aquella daga para que la directora de la institución se acercara, cosa que dudaba claramente que hiciera- ven vamos a jugar –mostro los filosos y ponzoñosos colmillos.

 

Ladeo la cabeza y miro rápidamente a su hermana quien estaba luchando algunos metros más allá. Rio divertido, al chica a pesar de todo lo hacía bien, no podía quejarse, pero luego él se encargaría de entrenarla como era debido para que pudiera jugar con la comida antes de matarla lenta y dolorosamente. Negó con la cabeza y volvió a prestarle atención a Agatha quien seguía allí, esperando su siguiente movimiento.

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La Weasley parecía querer reaccionar ante el primer llamado. Era increíble que siempre tenía una rápida respuesta de ella, asi que siempre me agradaba saber que contaba con la bruja. Su rival, que había sido Zack hasta ése momento, se había retirado para controlar el resto de la clase. La mujer no parecía querer hablar y al parecer la Maldición no afectaba si ésta no hablaba. Sin embargo apunté mi varita a aquel enorme pedestal.

Vitae —murmuré, animalizando aquel objeto. Era un pedestal de mi altura que sostenía una enorme estatua. Ésta cayó al suelo y se partió a la mitad cuando la base de piedra que la sostenía, se movió, ya que la había hechizado para que le aparezcan dos fuertes patas y cola de canguro, y dos brazos de oso. Era un bloque de piedra sin embargo, con cuarto largos saltos, llegó a cubrirme por completo del Disparo de Flechas que ésta me lanzó—. Anda, atácala.

Exclamé, mientras que el antiguo pedestal, transformado con ésa mezcla de dos animales, se dirigió contra Lisa para simplemente usar sus patas delanteras, apoyándose sobre su cola, y empujando muy fuerte a mi compañera para que ésta saliera despedida unos dos metros hacia atrás. Estaba seguro que no se lastimaría demasiado pero era para molestarla y ganar tiempo. Aunque ésta ya se había encargado de afectarme.

Porque a continuación, quise lanzarle un Expelliarmus. Pero la Maldición me había afectado justamente como creía. No alcanzaba a pronunciar claramente por lo que mi varita lanzó unas débiles chispas que cayeron al suelo como hojas secas en otoño. Miré a Lisa, ésta había sido rápida, pero debía hacer algo más para afectarme. Sin embargo, me interesaba más utilizar el poder de los libros. Me gustaban demasiado.

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