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.:: Castillo Black ::. (MM B: 97834)


Matthew Black Triviani
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– Me*de

 

Pero antes de que la Black pudiera hacer preguntas al respecto la rubía había adelantado la explicación. Le escuchó atenta ¿Aquello sería parte de su desaparición? Comenzaban bastantes dudas a rondar por su cabeza pero le dejaría terminar, tantos cabos que estaban por atar y Gabrielle parecía haberse ido justo en el momento cuando más le necesitaban.

 

Sintió culpa ¿En verdad había sido necesario irse en esos momentos? Recordó el dolor que sentía en su pecho hace 8 años, sí, había sido necesario pero el haber dejado tanto atrás... Pero no valía el llorar sobre leche derramada, ahora estaba en tiempo de enmendar sus errores. En crear nuevos.

 

– Déjalo...- dijo refiriéndose al elfo y sonrió.– Siempre he dicho que hay que tratar bien a los subordinados, ellos son los que si quieren nos matan mientras dormimos.

 

Le miró divertida, había algo de cierto en sus palabras; a la castaña nunca le había gustado tratar mal a los elfos, de cierta forma eran criaturas con las que tenían que convivir y no le encontraba el sentido a tratarles diferente. Tal vez las ideas hippys de su hermano desaparecido se le habían pegado, o solo continuaba con la misma línea de no ser una Black normal.

 

– Ahora entiendo ¿Es por eso que no encuentro a media marca? Digo... los únicos que quedamos de aquellos tiempos somos contados, 6 cuando mucho... y eso...– dijo señalando tímidamente sus heridas.– Bueno, espero que no te traiga problemas. Siempre supe que no eras normal.

 

Sonrió y sacó la lengua en modo de juego, sí, ellas nunca habían sido del todo normales. El elfo había llegado con lo ordenado y agradeció con una sonrisa, movió su mano en señal de que se fuera de la habitación y vació un poco de wisky en ambas tazas.

 

– Ahora entiendo tu distancia...- frunció los labios, le extrañaba, solo tenía a su hermana y sus hijas pero no había vuelto a confiar en nadie.

 

– ¿Qué cuentas tú?

 

Sonrió nerviosa. En la última visita de la Malfoy habían hablado de encontrarse con su esposo y ¿Ahora? No sabía con qué cara comenzar a soltar la bomba, era bien sabida la pureza de la sangre pero pocas familias le tomaban en cuenta, menos siendo de una línea tan cercana como una hermana. Suspiró, no había mucho qué hablar: su regreso a la marca, su trabajo... y su novia.

 

Tomó la taza con ambas manos, no deseaba terminar con otra rota y tomó un sorbo, valor le dicen.

 

– Trabajo, dejé el puesto en Accidentes y ahora soy una bella reportera, junto con Mahia...- había salido y desvió la mirada a la chimenea apagada, el elfo había dicho que la chica podría alcanzarla, ya le había amenazado, pensó dos veces, no había mucho que ocultar.– No he sabido nada de mi esposo desde hace casi el año...

 

Prepararía el terreno, o eso creía, había cierta verdad en sus palabras pero el miedo estaba presente.

 

– Creo que el hecho de no tener nuestro matrimonio certificado por el Ministerio le da cierto poder... Eso y el haberme declarado muerta.- se encogió de hombros, tomó un buen trago al licor y escupió las palabras.– Y tengo novia...

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Una sonrisita no pudo evitar formarse en su rostro viendo la preocupación de Gabrielle, ella tenía un instinto maternal grande, incluso a sus amistades más cercanas, pero sabía que ella pensaría que todo se refería a la marca, para ella la marca estaba muerta a su manera y eran palabras que no quería salir de sus labios.

 

-Me invocaron como diosa, no como humana y querían mi esencia, llevo demasiado tiempo que no conservaba una forma humana como ahora -

 

Un sentimiento de nostalgia sintió internamente Afrodita, odiaba volver al mismo castigo y además había venido a Inglaterra por ayuda, no quería ni decirle a Gabrielle a donde llegó a curarse, sabía de antemano que se volvería loca, primero por no buscarla, segundo por confiar en alguien ante que ella; así que prefirió tener la boca cerrada.

 

-No deberías mirar el pasado tanto, es dulce y amargo a la vez - Le dio una sonrisa tranquilizadora mientras recibía el vaso de whisky del elfo, tenía el pequeño presentimiento que Gabrielle en cualquier momento le saldría una sorpresa, ¿Sería que Frenger había hecho de las suyas de nuevo? Suspiro y se mordió el labio, recordaba la época que ese chico se la pasaba en la cueva solo por buscar aventuras, aún estado casado.

 

No tuvo que esperar mucho tiempo, la Black comenzó a hablar y por cada palabra que decía, la ceja de la banshee se levantaba poco a poco hasta que se dio cuenta que no le iba a gustar ni un poco el final. Cuando escuchó las palabras finales de Gabrielle, simplemente escupió todo el trago de whisky que acababa de probar.

 

-¿Que acabas de decir Gabrielle Delacour?- El rostro de la rubia se transformó completamente a uno enojado- ¿Es que tú no aprendes? ¿y una chica? ¿En donde tienes la cabeza? - Intentó tranquilizarse un poco, pero cada palabra que pronunciaba sonaba más alta. Los ojos habían cambiado de un azul claro a un azul oscuro, casi negro, Gabrielle Delacour definitivamente la iba a escuchar.

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Retrocedió un poco en cuanto la Malfoy escupió el licor, sabía lo que venía, el regaño. Tomó rápidamente lo que le quedaba de wisky y sujetó fuerte la taza, no le salvaría pero sería de buena distracción tirarla para tomar un poco de tiempo para correr.

 

El escuchar su nombre completo le había erizado la piel seguido de las fuertes palabras ¿No había aprendido? No, nunca aprendía. Mordió su labio inferior y le observó con la cabeza baja, cual cachorro en regaño, no pensaba que la ex mortífaga se tomaría las cosas de esa manera entonces ¿Cómo reaccionaría al escuchar el nombre?

 

– Sí, no aprendo...– sus ojos miel se clavaron en el azul de Afrodita, le recordaba al azul de su hermana... el miedo era el mismo pero en diferente medida.– Una chica, pero amaba más a Frenger, siempre lo hice... Es justo decir que tengo que cambiar de página después de todo lo que me hizo.

 

Sintió un poco de coraje salir de su pecho ¿Se lo permiitiría? Sí, era coraje, estaba en su derecho de volver a caer en ¡dioteces como el amor, en tratar de confiar, sabía que terminaría lastimada y estaba casi segura que el enojo de la rubia era en parte por eso.

 

Desvió la mirada hacia la chimenea y sujetó fuerte la taza, sabía que las cosas de ahora en adelante solo empeorarían pero no importaba, ya había vivido lo suficiente, podía morir tranquila, confiaba en la chica pero Gabrielle era precavida. Sonrió y se encogió de hombros, ya nada quedaba por perder... solo su vida.

 

¡Él me dio por muerta! No me busca y eso me da a entender que no le importo.- volvió la mirada a su amiga, sus ojos miel estaban cargados de rencor; el hablar de él le amargaba.– Le dejé de importar... No existo en su vida, entonces ¿Qué sentido tiene? ¡Ni siquiera estamos registrados como esposos en el ministerio!

 

De manera brusca dejó la taza en la mesa, lo estaba sacando, no importaba ya, sabía que la Banshee terminaría por explotar tar de o temprano, mas después de las ocurrencias de la Black.

 

– La amaba desde antes... y la amo ahora. Trabajamos juntas... – la pista estaba dada y apuntó a las escaleras con la mirada.– Y vivimos juntas.

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Escuchar las palabras de Gabrielle la hubieran tranquilizado un poco en otro momento, esa etapa de superación y dejar todo atrás para comenzar una nueva vida, pero.... realmente no quería escuchar eso, porque si Alicia buscaba otro conejo, en este caso coneja, significaba que estaría en lo mismo y eso no era para nada bueno, ni un poco bueno.

 

-A veces me preguntó donde tienes tú cabeza Gabrielle - Comenzó a gritar Afrodita roja del enojo -¿Por qué te involucras sentimentalmente con alguien? ¡Los sentimientos no sirven para nada! Creí que habías aprendido la lección con el paso de los años, ¡Frenger fue el conejito que querías cazar! ¿Ahora a quién cazaras? ¿Qué solución ves de esto si aún tienes un anillo e hijos con ese? -Respiro profundo agarrado aire, hubo un momento que comenzó a insultar en varios idiomas distintos, unos conocidos y otros no tanto.

 

-Ese es el problema, ¿Te dio por muerta? ¡Ese ser sabía que estabas viva! Solo quería buscar a saber que falda o pantalón con libertad - En ese punto la Malfoy no sabía que creer del esposo o ex esposo de su amiga, y aún con toda la pelea y el cuento de la novia, sabía que lo amaba, lo sentía, aún en su forma mortal sabía ese tipo de cosas.

 

-Esto está mal Gabrielle - Dijo la banshee, intentó relajarse pero definitivamente estaba preocupada, muy preocupada - Espero que sepas lo que haces, ¿Quién es?- Preguntó en un siseo que podría confundirse con una serpiente.

 

La observó silenciosamente, esperaba una respuesta mejor que todas las que tuvo anteriormente, pero sabía que seria peor, porque algo que sabía de Gabrielle, es que si no lo había dicho al principio era porque conocía a la persona y segundo era el hecho de que ella no le gustaría ningún nombre que mencionara.

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El anillo, apretó la mano con fuerza sintiendo el metal en su dedo. Irónico; un poco del coraje bajó al sentir el anillo de Mahia, mordió su labio inferior y desvió la mirada, era su amiga tenía que calmar su miedo ¿En verdad podría agarrarse a golpes?

 

– "Quería" es la palabra clave.– dijo de manera seca, estaba enojada, sentida.– Le quería. Y me involucro sentimentalmente porque ya superé esa etapa.

 

Las palabras de la Malfoy golpearon fuerte; cierto, Gabrielle se había ido sin decir nada, desaparecido, pero el hecho de que su amiga le dijera que el Rexdemort había hecho y deshecho en su ausencia fue... bajo. Frunció el ceño y sintió algo en el pecho ¿Dolor? ¿Rencor? Nuevo, demasiado nuevo aquellos sentimientos.

 

Desvió su mirada, podía notarse el coraje que sentía, sí, era rencor. Todo ese tiempo sufriendo y él, co*iendo. Tomó de inmediato el licor y volvió a llenar su taza; era rencor, coraje, no le amaba pero el saber lo poco que le había importado a la primer persona a la que se había entregado era demasiado. Volvió la mirada a Afrodita y dio un trago a su bebida.

 

¿Y por qué está mal? Tuve años para sanarme, regresé porque estoy estable ¿Me ves rogándole? Sé que los rumores te llegan solos, dime ¿Crees que sigo aferrada? No Afro, no soy la misma id*ota que corría tras él buscando su maldita indiferencia.

 

Rabia, pero mientras más tomaba del wisky más le perdía. Apretó fuerte su mano y sintió el metal frío del anillo... ella. Cerró los ojos y suspiró, sabía perfectamente lo que hacía, ese capítulo estaba cerrado si no... no le tendría a su lado.

 

Volvió la mirada hacia Afrodita y suspiró, estaba un poco más tranquila y lo ocuparía, el siguiente arranque de su amiga estaba por venir.

 

El anillo de él no lo tengo, y sus hijos... no puedo deshacerme de ellos ¿Sugieres que les mate? Siempre será el padre de mis hijos, el primero a quien me entregué... Pero en pasado, yo nunca estuve en su presente ni en su futuro entonces ¿Por qué habría de tenerlo yo?

 

Cierto, estaba tranquila, por más increíble que parezca la Delacour estaba tomando el tema de una manera madura... a diferencia de hace 8 años. Su obsesión con respecto al joven Rexdemort había parado, era su pasado, ocupaba un buen lugar en su vida, pero solo eso. El pasado.

 

– ¿Quién es?

 

– Mahia...

Sonrió, era instintivo el que su sonrisa saliera al decir su nombre, al pensarla.

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Cada palabra que escuchaba causaba que la ceja de Afrodita se elevara, intentó respirar profundo para no gritarle nada que se iba a arrepentí. La banshee tenía una simple política que si algo te generaba algún tipo de sentimiento significaba que había algo más, siempre existía algo más y no reconocerlo le enojada, la enfurecía de una manera que normalmente ni ella misma entendía, ahí frente a ella estaba su amiga que definitivamente que no entraba en razón, no quería ver más allá de la realidad.

 

-Los niños también pueden morir - Un brillo peligroso se formó en la miraba de la rubia, sabía que Gabrielle no dejaría ver a su hija por la simple razón de la reacción que podría tener, inesperada.... Cada vez ella misma perdía la humanidad y no creía en la sangre ni en los lazos después de tantas experiencias, ahora que la Black sacaba el tema... ¿Por qué no terminaba con sus hijos?

 

-Me das idea que mi mente no debería pensar, porque simplemente las ejecutaría sin compasión alguna - Siseó la ojiazul.

 

-¿Mahia? ¿La ex...? -Intentó decir ángel caído, pero recordó que las paredes tenían oídos. Respiró profundo para no decir algo que a Gabrielle no le gustaría pero de igual forma seguía pensado que la arpía ya había vuelto a las suyas con sus desastres, solo que cambio de objetivo.

 

-¿Quieres sinceridad o que te mienta?- Le preguntó - Y por favor, no me digas algo cursi como que estas enamorada, con amor no se logra más que destruir ciudades y más...- Agregó.

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¿Qué estaba pasando? Hacía escasos segundos estaban hablando de amor y ahora ¿Niños muertos? Gabrielle le miró extrañaba, en definitiva su amiga había cambiado y bastante.Arqueó la ceja y apresuró sus palabras.

 

– Ok en definitiva no eres la hiper que dejé en el pasado ¡Estás hablando de niños! C*rajo ¿cómo...?

 

Pero prefirió callar sus palabras, al parecer su ex compañera había dejado de entender razones. No comprendía el hecho de que alguien pudiera enamorarse, ni el que siguiera adelante con su vida y ahora hablaban de en verdad romper lazos ¡Matando niños! Todo carecía de lógica en la mente de la Delacour.

 

Dejó la taza en la mesa y cruzó la pierna, sus ojos miel se encontraban clavados en la Malfoy y se cruzó de brazos. Le dejaría hablar, estaba claro que daba igual cruzar palabras con ella en ese estado.

 

– Sí, Mahia...- comenzaba a sentir cierto enojo en su interior, pero pocas personas podían hablarle a la arpía con sinceridad... y sin temor a su ira.– Y espero sinceridad como siempre lo has hecho.

 

Sus dedos acariciaron su sien y cerró los ojos; estaba enojándose pero se mantenía callada, prudente. Volvió sus ojos miel a su compañera y se cruzó de brazos.

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¿En qué momento había dejado de ser una joven intrépida y musculosa? Los años y la falta de actividad mortífaga estaban haciendo estragos en su cuerpo. Aunque el paso del tiempo no era el único motivo por el cual no era perfecto, por mucho que ella se jactara de su belleza.

 

Desnuda de la cintura hacia arriba Mahia contemplaba su figura en el espejo de su ex cuarto, el único objeto que todavía quedaba sin empacar. No era que se estuviese demorando, sino que no lo iba a necesitar; el cuarto que había elegido junto a su novia tenía ya uno de ellos, y el triple de grande, quizá. El resto de sus pertenencias ya habían sido enviadas allí.

 

¿Esto es lo que ve Gabbs cada vez que me mira? – La pregunta había escapado de sus labios por más que nadie la escuchase. Un pequeño tono de pesar la acompañó sin saber muy bien el por qué.

 

Había pasado tiempo desde la última vez en la que se había dado un tiempo para estudiarse. Normalmente sus idas y venidas y el poco interés en las repercusiones que podían traerle sus acciones no le daban tiempo de hacerlo. Pero ahora que tenía con quien compartir su cuerpo, que tenía quién lo tocara, a quien entregarse por completo, sentía que quizá debería haberse cuidado un poco más.

 

Las marcas de las batallas surcaban su piel por todos lados. Los contrastes entre la piel blanquecina y el tejido rosado reconstituido sobre las heridas eran demasiado notorios en prácticamente todos los casos. Y la ojiazul era demasiado consiente que, si bien eso hablaba de su poderío en batalla, le quitaba feminidad.

 

Recorrió aquella sobre su hombro izquierdo con la yema de sus dedos. La más notoria de todas.

 

Se la había hecho en un asalto. Alguno de sus enemigos había dejado caer un hechizo sobre ella, de aquellos que podían partirlo a uno en dos, y en su distracción al comandar había terminado con un corte profundo tanto por delate como por detrás de su hombro. Ya no dolía. No recordaba si le había dolido al hacérsela, aunque lo más seguro fuese que sí.

 

Suspiró y se calzó el sostén y una de sus musculosas blancas. Saldría a trotar junto con sus perros. Aquellas marcas ya no tenían solución, mucho menos la que surcaba su rostro, desde la frente hasta por debajo de su ojo izquierdo, pero la flacidez en su abdomen y sus piernas sí: Ejercicio. De cualquier manera su mujer no había ido a buscarla aún, por lo que estaría seguramente ocupada con la mudanza o alguna otra eventualidad.

 

Se colocó una sudadera gris y sus tenis muggles favoritos y bajó las escaleras hacia las perreras para buscar a los canes, teniendo que cruzar la sala para llegar a su objetivo. No obstante, apenas ingresó al lugar pudo ver a Gabrielle charlando con una mujer que no pudo reconocer, pero que le sonaba familiar, por lo que se acercó a saludar.

 

Lamento la interrupción, pensé en saludar. Iba de paso – Musitó algo dubitativa, alternando la mirada entre su mujer y la invitada mientras le tendía la mano a esta última luego de haber besado la frente de su amor. El ambiente no era ameno, y algo le decía que no era un buen momento para haber aparecido – ¿Llego en mal momento?

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-Amar es sufrir, sufrir es amar - Susurró Afrodita perdida en sus sentimientos, muchos sentimientos de los cuales apago hace tanto tiempo, sabía que Gabrielle estaba en contra de todo lo de los niños, ella tenía una espíritu materna, creía realmente en su inocencia, creía que debían no ser tocados.

 

-Los niños crean lazos Gabrielle, eso lo sabes tú, eso lo sé yo, es el amor más puro que existe también, una madre con sus hijos daría todo por ellos - Un suspiro salió de sus labios mientras una rosa mágica se formaba en su mano izquierda, de tono azulado con plateado, hermosa y con cierto parecido a su mirada.

 

-Pero a veces no vale la pena tener algo tan puro cuando una alma esta tan corrompida - Al mismo tiempo que dijo esas palabras la flor se volvió negra, marchitándose poco a poco hasta que explotó.

 

-No creo que sea lo correcto una relación para tí -La observó de arriba a abajo -La magia, ese sentimiento lo manejó tan bien que puedo decirte con determinación que terminara mal, pero sé que no te importa, que no cambiaras de opinión -

 

La mirada de la banshee se volvió triste, podía mirar más allá de la verdad, la misma realidad, por algo era una mujer con tantos años encima en un cuerpo joven y humano. Iba a abrir la boca para decir algo más, pero alguién las interrumpió y el enojo de Afrodita regreso.

 

-Llegas en un momento donde no eres requerida -Respondió con veneno Afrodita - ¿Nadie te enseñó un poco de educación? ¿Modales? - Se mordió el labio inferior para evitar decir algo de lo que estaba segura que traería más problemas, así que dirigió su mirada a su amiga, ignorado la mano.

 

-Tú novia no me recuerda, raro ¿no?-

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¿Modales? ¿Realmente aquella mala agestada pretendía darle un sermón sobre sus modales? Ni siquiera se mostraba capaz de tomar la mano que gentilmente le había ofrecido y proferir unos buenos días, y pretendía hablar de educación. No tenía sentido. Moría de ganas por bufar en la cara de esa mujer y mostrar su descontento, pero sería un desperdicio de aire y expresiones.

 

Miró a Gabrielle de reojo y supo de inmediato lo incómoda que ella se sentía. Era lógico. No sólo podía saberlo por ser su mujer, sino que cualquiera en su lugar querría que se lo tragara la tierra. Lo mejor era decir unas cuantas palabras y migrar del lugar antes de que las ganas de insultar y matar a la otra rubia se escaparan de sus manos.

 

De hecho… La que no está dando mucha cátedra de buena educación sos vos. Estás en MI casa, con MI mujer. Por lo que me acerqué a saludarla, y por consiguiente… - Se ahorró la cara de desprecio para no caer en el mismo escalón de miseria que la invitada de su novia y suspiró – Por consiguiente he mantener la cortesía y respeto y saludar a quien esté con ella, por mucho que el bicho merezca ser ignorado. –

 

Terminó de hablar y bajó la mano nuevamente hacia la de la mujer, agarrándola contra su voluntad y apretando sus dedos con el saludo. Sus ojos azules se habían oscurecido del disgusto. Podía entender que el apellido Malfoy fuese acompañado de una personalidad vomitiva, pero nunca había llegado a tal sinvergüenza. La soltó con repulsión, tomando nota mental sobre ir a lavársela luego antes de tocar otra cosa más.

 

Ha sido un “gusto” conocerte, y espero que vuelvas a nuestra morada. – Mintió, poniendo toda la ironía que era capaz en esa frase.

 

Se giró hacia Gabrielle y acarició su rostro, aflojando su mirada con amor y dibujando un te amo con sus labios. Sabía que su semblante podía disgustar a su mujer si veía el desprecio que le había surgido con su amiga, y la cicatriz que surcaba su ojo izquierdo sólo hacía sus facciones sombrías en ese momento; no quería que la viese así. Se dirigió nuevamente hacia Afrodita, con su voz tranquila y sin restos de enojo, y le habló mientras retomaba su camino hacia las perreras, dándole la espalda

 

– Estaré a la espera de una lechuza o algo, así me avisas cuándo puedo volver a MI casa.

 

Se paró un momento y volvió su cabeza hacia la mujer, agregando una última frase antes de irse.

 

Por cierto. Es lógico que no te recuerde. No pareces una persona que de gusto recordar. Más bien una resentida que no se puede ubicar en su lugar. La próxima vez vuelve a tu casa para tratar a las personas como se te antoje, y no lo hagas en el lugar donde residen. Hoy te tengo respeto por mi mujer, nada más. -

 

Se colocó la capucha de su sudadera y emprendió un ligero trote, sacando la varita de su bolsillo extendido para generar música en su cabeza mientras corría. Algo dentro suyo estaba vacío, y necesitaba llenarlo con sonido. En otro momento le habría saltado encima. Y la verdad era que necesitaba hacerlo. Se moría de ganas de destrozarla; y el hambre y el dolor en sus encías y garganta por la sed de sangre no habían hecho más que aumentar.

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