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.:: Castillo Black ::. (MM B: 97834)


Matthew Black Triviani
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No seas tan pesimista Afrodita, vaya, con ese nombre deberías ser un poco menos amargada en ese tema. No, no soy la misma inocente con la que jugaban hace años. Esta vez sí me aman...

 

Observó lo que había quedado de la rosa, en verdad no quedaba mucho por hablar; la chica estaría obstinada y no habría nada que pudiera hacerla cambiar de parecer pues, para la rubia, Gabrielle siempre sería la pequeña que corría detrás de aquel conejo blanco, ciega, obsesionada... ¡diota.

 

El aire era pesado entre las dos, la Black estaba frustrada y la Malfoy parecía estar solo tratando de picar en donde alguna vez hubo una herida. Y ahí estaba ella. Sonrió al escuchar su voz; le aceleraba el corazón el escucharla y sobretodo el observarla, mordió su labio y justo antes de contestar la Banshee le ganó la palabra.

 

Y todo iría de mal en peor...

 

Tragó saliva al escuchar a la ex mortíaga dirigir sus palabras hacia su mujer ¿En verdad? Giró el rostro y no puedo hacer nada más que esperar la contestación de su novia, le conocía no se quedaría callada.

 

– Basta... - dijo en un leve susurro, estaba comenzando a enfadarse, a sentir impotencia. Era obvio que no sería escuchada.

 

Ansiedad, Gabrielle se había convertido en un manojo de ansiedad. Sus ojos miel paseaban nerviosos entre las dos chicas y mordió su labio, de nada serviría; la Malfoy siempre había sido arisca (lo llevaba en el apellido) y, su hermana, tenía fama... Cerró los ojos y al abrirles desvió la mirada, el cruce de palabras entre ellas era suficiente para saber que las cosas acabarían mal.

 

La caricia de la Black le había logrado calmar la ansiedad ¿Seguía viva? Respiraba y aún sentía ese nudo de nervios en la garganta pero, al mirar a Mahia a los ojos aflojó el cuerpo y se olvidó de todo. Solo una persona había logrado tener ese efecto en la Delacour y ahora la Base era quien lo tenía, la que podía hacer y deshacer con ella.

 

Le regresó el "te amo" en susurro y sonrió sin quitar la mirada de ella, odiaba tener que verle partir, así fuera por escasos minutos. Sabía por completo que había contenido demasiado solo por ella y Gabrielle le agradecía, sonrió, en verdad le amaba, por mucho que la Malfoy alegara lo contrario... Y le observó partir.

 

– ¿Te costaba mucho Afrodita?

 

Gabrielle se caracterizaba por su locura y, gracias a ésta, eran pocas las personas a las que ella llamaba cercanos. Había dejado diferencias entre bandos, entre razas, familias y, a pesar de haber pasado parte de su vida en duelos, la francesa nunca había terminado enfadada o resentida con alguien (sin contar a cierta Triviani)... Hasta ahora.

 

– ¿Fui demasiado tonta en pesar que... podías comprenderlo, cierto?

 

Hacía lo posible por no dejar que su voz delatara el coraje que sentía por dentro pero su mirada, su mirada siempre había sido lo que traicionaba sus intentos de fingir. Sus ojos miel se mantenían fijos en el azul de la Malfoy, enfado... Tantas peleas fingidas dentro de la marca y ahora en verdad lo sentía.

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Afrodita se contuvo, solo escuchó y escuchó el blablabla de la Black, intentó no enojarse porque la forzará a agarrar su mano, se esforzó mucho para no hablar y lo logró, simplemente la oyó hablar una y otra vez mientras su ceja se iba levantando y miraba a Gabrielle, era una situación demasiado incomoda para su gusto.

 

-Fuimos amigas - Dijo la Malfoy con tranquilidad, con una suavidad que daba incluso miedo - Hasta que te fuiste dejando un camino de sangre -Un brillo peligroso se formó en su rostro. Dudaba mucho que la hubiera escuchado y realmente no le importaba, a la final dirigió su mirada a su amiga, casi hermana.

 

-¿Me costaba mucho? Quiero que entiendas algo Gabrielle - Dijo en su siseó venenoso - No tengo sentimientos, me los robaron, me maldijeron, solo siento algo ligero por las personas que he sentido algún tipo de afecto y tú eres una de las pocas, ¿Y te enojas por mi preocupación? ¿Qué quieres de mí? ¡No lo voy a apoyar! Es demasiado y hasta tú lo debes reconocer - Agregó.

 

Respiró profundo, cerró los ojos para luego abrirlos mostrado una mirada más cálida, un poco más humana.

 

-Me hubiera gustado que nunca regresaras a este mundo de perdición, estoy segura que se repetirá todo, siempre este lugar causa ese efecto -

 

La banshee se levantó del sillón donde estaba y sencillamente le hizo una reverencia.

 

-Que tengas una hermosa vida, supongo que ya no estoy invitada a la misma .-

 

Así fue como después la ojiazul se volteó caminando hacía la salida, no quedaba más nada que decir y definitivamente ya estaba aburrida de pelear una y otra vez con la arpía para que entrara razón, esperaba que por lo menos consiguiera la felicidad, ya que sabía que ella no estaba dentro de su circulo.

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El ambiente seguía pesado, Gabrielle le miraba confundida pero más que confundida enojada, furiosa. Los años habían pasado para las dos pero la más afectada parecía ser la rubia, había que comprenderla pero en ese momento la Black no tenía ni mente ni el tiempo para hacerlo.

 

Se quedó callada, observando ¿Y si en verdad tenía una buena excusa?

 

Pero no la había, era solo... amargura. De a poco le iba comprendiendo; el haberle dejado a Nymeria, el verla morir en aquella cama de los Malfoy... Y revivir. Algún efecto secundario debía de traer el cambio brusco de la Banshee, le entendía pero ¿Qué sentido tenía venir a tratar de cambiar de parecer a la francesa?

 

Le observó partir, le conocía ¿En verdad le conocía? A la vieja Afrodita sí, a esta nueva... No del todo. La quería, había sido su única amiga junto con su cuñada Akliz pero de ella no quedaba mas que el puro recuerdo (al igual que su marido), extrañaba lo que había dejado atrás, su segunda familia, su vida...

 

Su mirada se desvió hacia la chimenea ¿En verdad se había ido? ¿Por qué no estaba invitada? Soltó un bufido y se levantó de golpe, tomó las escaleras y se dirigió a su cuarto, tenía mudanza por hacer y qué mejor momento que cuando su mente se encontraba echa un nudo.

 

– ¿Psicosis?

 

Un par de orejas blancas se divisaban sobre la sobrecama, los ojos negros del conejo se clavaron en la mortífaga y se entrecerraron, como si conociera las planes de su dueña, no estaba de humor. Gabrielle materializó su varita y apuntó al closet haciendo que una maleta cayera al piso y se abriera, acto seguido su ropa y pertenencias entraban a la misma, quedando perfectamente organizadas y dobladas.

 

La Delacour se sentó en la cama, sus orbes miel estaban clavados en la maleta y su mano acariciaba instintivamente a su conejo. Sentía nostalgia, tanto tiempo en ese cuarto y ahora le abandonaría. Giró el rostro al sentir la mirada acosadora de su mascota, lo sabía, él no estaba conforme con su decisión.

 

Recuerdo cuando te conocí...- dijo tratando de cortar el ambiente entre los dos.– Te atrapé en una boda, fuiste creado por Minimin, te amé en el primer momento en que te vi... Y tu nombre iba a ser Frenger ¿Recuerdas?

 

El conejo seguía con la mirada fija en la castaña, no lograría ablandarlo y Gabrielle sabía que temía ser remplazado; le sujetó entre sus manos y aleteó tratando de alejarse de la Black y le detuvo al sentirse aplastado contra el pecho de su dueña; no le quedaba de otra, se aguantaría.

 

...Te dije que mi esposo era mucho más lindo, pero también cobarde, faltó el adjetivo "ausente". Por eso te puse otro nombre... Y te amé, amo y amaré. No te cambio, es solo otro capítulo de mi vida y tú sigues en él.

 

Las alas del conejo habían parado de intentar salir de las manos de la chica y cerró sus ojos. No se había rendido y Gabrielle lo sabía, solo había cedido a ciertos términos, mismos que Gabrielle conocía. Tenían 8 años conociéndose, 8 años en el que el conejo la había acompañado en todo, soportado y 8 años en los que la Black le había cuidado, comprendido, amado.

 

Un clic rompió el momento entre los dos, la maleta había terminado, ahora su closet y cajones estaban vacíos; mordió su labio inferior y miró su cuarto por última vez, seguiría siendo su cuarto. Se acercó al tocador con su conejo en el pecho, su mano izquierda le mantenía pegado a ella y se miró en el espejo, la misma Alicia de hace 8 años... pero madura. O eso creía.

 

– Vámonos.

 

Besó la frente de Psicosis y sus ojos se clavaron en la argolla que estaba sobre la madera. Nerviosa bajó la mano y su dedo tocó el frío metal, justo como lo había sido su matrimonio. Frunció el ceño y suspiró, capítulo nuevo. Giró su cuerpo y, sin titubear, caminó hacia la puerta, que el polvo cubriera lo que quedaba, que se olvidara, darlo por muerto, tal y como lo habían hecho con ella.

 

Sus pasos decididos eran acompañados por el sonido de las llantas de su maleta. Si bien podía usar magia el sentir el poco peso de la maleta encantada le hacía bien, Psicosis se encontraba sobre su hombro, aún con los ojos entre cerrados, enojado pero resignado, de a poco se iría acostumbrando. Entró a su nuevo cuarto y tiró la maleta, le abrió con la varita y las cosas se hicieron campo por si solas, lo demás lo acomodarían los elfos.

 

Abrió la puerta del balcón y salió, amaba la vista, casi similar a la de su habitación, se recargó en el pilar y Psicosis se acomodó a su lado, sin emitir sonido, tranquilo, seguía enojado, le conocía.

 

– ¿Quieres esperar a Mahia?- y las alas del conejo golpetearon furiosos el brazo de la francesa. Demasiado pronto.– Entonces ¿Me acompañas a mi?

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  • 2 semanas más tarde...

Decirles o no decirles.

 

Sabía que tarde o temprano ellas se iban a enterar y despues de como hablarón de él cuando aareciera en casa sabía que no podía esperar nada bueno. No sabía que era peor, la ira de Dave para con Otto o que sus madres lo terminaran cocinando en aceite... si bien le iba al patriarca.

 

-No se que hacer, maldito Otto abandonador, si no fuera por lo mucho que te amo ni me caso contigo.

 

No estaba molesta con el patriarca de aquel castillo, estaba nerviosa por la reacción de Mahia y Gabrielle. Aquellas brujas eran de armas tomar, igual que Mia, la diferencia era que Mía no le importaba lo que hacían sus hijos y Gabrielle... bueno, Jessie era la primogenita de aquellas dos brujas.

 

-No... definitivamente no els voy a decir... pero si no les digo igual se van a enterar... aunque por otro lado...

 

Frustrada se sentó en el sillón que estaba al pie de su cama haciendo girar el anillo de compromiso que le diera el Black en su dedo anular derecho mientras veía a la nada.

 

-No puedo hacer esto sola, son mis madres, se que debería de hacerlo sola, pero no puedo confiar en Aarón, el muy maldito se burlaría de mi y Akiza... no la puedo poner a tiro de mamá... mejor que lastimen a Aarón a que lastimen a Akiza, si... eso es. Pero es mejor hablarle a los dos. Dios Jesseca, esa no es la actitud de la directora del cuartel inquisidor pero tomando en cuenta que te vas a enfrentar a tus madres y que aparte son mortifagas y no simples fenixianos...

 

Se puso de pie y comenzó a caminar de nueva cuenta por su habitación sin dejar de jugar con su anilo mientras Bipa, su fiel elfina y Estrella: su mejor amiga y mascota la observaban con detenimiento siguiendola con los ojos por toda la habitación.

 

-Bipa... hablale a mis hermanos @ y @@Akiza Ravenclaw H. diles que es por cosa del trabajo y que es urgente, que no podemos esperar a llegar a la oficina el lunes.

 

Vio hacer una reverencia a Bipa antes de desaparecer de la habitación de la pelirroja para segundos despues Jessie volver a caminar por su cuarto cual leon enjaulado.-

 

-Quien diría que me da más miedo enfrentar a mis madres que los peligros de mi trabajo.

 

Suspiro al escuchar el pequeño ladrido afirmativo de Estrella, su fiel compañera.

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Pasó un tiempo, estando analizando que era lo que tenía que hacer por mi vida, no entendía muy bien el siguiente paso que debía dar, sin embargo sabía que tenía que ir hacia adelante. Además de que he descuidado a mi trabajo, no yendo a el por una gran temporada de tiempo. Suspiré sabía que mi hermana me ha de estar rezando, hasta que vaya allá, esperé que no esté tan enojada conmigo por aquello, al menos ya que no sabía cómo decirle las cosas.

 

Me acosté en el patio, en ese mismo lugar mirando el cielo despejado de éste día, era realmente hermoso, cómo quisiera no preocuparme por nada más, sólo quería ser normal, para evitar pensar tanto. Lancé otro suspiro largo, dispuesta a levantarme para buscar a mis madres, esperé que me ayudaran en mis dilemas, aunque no estaba segura si lo iban hacer.

 

De pronto, sentí una pequeña explosión conocida, sin embargo logró asustarme, me levanté de sopetón un poco asustada, pensé que era Christine, que ya estaba lista para regañarla, porque sabía que odiaba aquella aparición. Me di cuenta que no era mi elfina, sino otra, que no conocía, pero me imaginé que era de la familia. "De quién será" pensé mientras me observaba, asintió la cabeza y con pasos pequeños y seguros se fue acercando hacia mí.

 

-¿Usted, es la señorita Akiza? ¿verdad?- preguntó con su voz chillona, característico de los elfos domésticos.

 

-Si, soy yo ¿Quién pregunta?- la miraba sospechosa, me arrepentí de haber dicho mi identidad.

 

-Soy Bipa, elfina de la señorita Jessie...ella le está buscando, que vaya a su habitación porque necesita hablar con usted acerca del trabajo...es urgente que no puede esperar hasta el lunes.- terminó, ya que contestó a mi incógnita...suspiré que era lo que quería ella...y del trabajo, me asusté "¿Me dirá que ya me despidió? me pregunté a mi misma.

 

-Esta bien...ya voy a su habitación...gracias.- me levanté y camine por los patios de la mansión para entrar en la puerta principal, subí las escaleras, hasta dirigirme a la alcoba de mi hermana, esperaba llegar al lugar correcto, así que al llegar a la puerta golpee tres veces esperando a que me reciba.

 

@@Jessie Black Lestrange

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Aaron Augustine Black R. Yaxley

 

Bipa, la elfina de mi hermanastra apareció fuera de mis aposentos encontrándose frente a frente con Nius, mi elfo. Como bien se sabía y a pesar de que muchos de nosotros los Black podíamos aparecernos por casi todos los rincones del castillo, para las criaturas no era lo mismo pues como seres inferiores debían respetar la privacidad de sus amos y los demás convivientes de imperante y distinguida familia.

 

-¿Qué es lo que quiere la elfina Bipa aquí fuera de la habitación del amo Black?- preguntó mi Nius a la misma altura que su igual. La distinguida oreja quebrada a la mitad intentó erguirse a la par con su gemela mientras los grandes y redondos ojos reflejaban al espécimen.

 

Urgencia es lo que pidió Bipa, urgencia de hablar conmigo pues Jesseca necesitaba platicar algo del trabajo; comodidad de doble filo pues estaba en un horario que no correspondía al Ministerio y de paso, aunque fuese Directora del cuartel, ella sabía que el ser un empleado a su cargo no era nada más que mero teatro laboral. Nius detuvo a la elfina con su antebrazo cuando ésta intentó cruzar el umbral o llamar a la puerta.

 

-El joven Aaron está descansando...

 

Pero Bipa insistió por uno u otro costado hasta que al final cayeron enredados abriendo la puerta de par en par.

 

-¡Elfina torpe! Aaron castigará a Nius y a Bipa por entrar sin permiso a su habitación- chilló el elfo mientras se paraba de inmediato para buscarme con su mirada.

 

El ventanal al balcón se encontraba abierto, las cortinas blandían al exterior por la corriente de aire y me pudo encontrar allí, apoyado en la baranda observando las copas de árboles formando el frondoso bosque de Ottery. Encantado y peculiar bosque que tenía un pasadizo secreto a otros de toda Inglaterra.

 

-¿Qué sucede Bipa?- pregunté sin mirarle una vez que ambos se posicionaron tras de mí peleándose por quién hablaría primero- déjala hablar Nius- ordené a mi elfo y me volteé hacia la pequeña criatura- ¿qué quieres?...

 

>>¿Tu ama no conoce los horarios?- cuestioné enarcando una ceja luego que me contara el porqué de su inesperada visita- dile que estaré en unos minutos, ahora retírate de mi habitación y para una próxima vez dile a Nius que me de la noticia...salgan de mi vista...

 

No necesitaba exclamar, gritar, alardear, pues solo bastaría el tono de mi voz para que desaparecieran de inmediato sino querían sufrir las consecuencias de una varita mágica.

 

***

 

Al cabo de unos minutos me encaminé por el pasillo a la habitación de Jesseca, cuestión que al llegar, llamaría a su puerta para ver que es lo que quería.

 

 

@@Jessie Black Lestrange @@Akiza Ravenclaw H. Revenclaw H.

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Ya era hora comentaba el black para sus adentros , ya era hora de volver el patriarca camina rumbo a la mansión.Tenia que dar una noticia muy importante a casa uno de los integrantes de esas casas, tanto nuevos como viejos.

 

 

Se había comprometido con Jessie en su última salida, ahora faltaba lo más difícil que era decirle a los demás o mejor dicho. Decile a Gab y Mahía más madre de su amada, andaba nervioso si, andaba asustado obvio que si pero todo eso era por dentro por qué por fuera andaba sereno, andaba muy tranquilo.

 

 

Hasta que por fin llegaba a al castillo, había quedado con su futura esposa, que la reunión sería en su recamara.

 

 

El demonio caminaba aspirando el paso tocando la puerta-Amore soy yo-dijo amable-Soy otto-terminaba decir de una vez por todas, esperando que su amada abriera la puerta por suerte no tuvo que esperar mucho.Cuando está de abría el pelo blanco entraba para besar a la bruja rápidamente-Veo que llegó a tiempo-decia seperandose de ella mirando el sitio donde andaban, para luego mirar a su futura esposa de nuevo.

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Seguía caminando de un lado a otro, que otra cosa podía hacer. Bipa no hacía mucho que se había ido pero ninguno de sus dos hermanos habían llegado y ella no quería bajar sola con sus madres, aunque la verdad era que estaba casi segura de que Aarón no querría acompañarla pero ella haría de tripas corazón para que lo hiciera.

 

-Pasa.

 

Anunció Jessie cuando escuchó en la puerta de su habitación un par de toques, así que en cuanto entro y Akiza hubo cerrado la puerta tras ella otro par de toques se escucharón en la habitación.

 

-Adelante.

 

Ahora fue el turno de Aarón de ingresar en la habitación de esta y cuando la Black Lestrange se disponía a cerrar la puerta con magia fue que Otto apareció. Recibió el beso de su amado aun un tanto shokeada alzando la varita magica sin tiempo que perder.

 

-Fermaportus.

 

Las puertas y ventanas de su habitación quedaron cerradas sin que ninguno de los ahí presentes pudieran salir mientras activaba su anillo contra oídos indiscretos mientras volteaba a ver a sus hermanos y tragaba saliba de forma audible.

 

-Perdón, no los mande llamar por cosas del trabajo... la verdad es que... bueno... Otto y yo...

 

Volteo a ver a su prometido, sonrió de lado en dirección de Otto tomando su mano para darse fuerzas y animos por lo que estaba por hacer. Tomó aire un par de veces, volvió a caminar por la habitación de un lado a otro moviendo de nueva cuenta el anillo de compromiso en su dedo con sus otros dedos mientras murmuraba cosas inteligibles mirando con fijeza el piso.

 

-Me voy a casar y todos aquí sabemos como son de explosivas nuestras... madres.

 

Señalo a Akiza y Aarón comenzando a reir de forma descontrolada al tiempo que invocaba su daga de sacrificio mirando a Aarón con un brillo maniaco en los ojos.

 

-Lo siento Aarón, pero de enfrentarme a esos malditos emplumados con flourecentes a Mahía y Gabrielle... prefiero los emplumados y de mi pellejo al tuyo... bueno, soy Black y Black Lestrange...

 

Se acercó lentamente hasta Aarón con su daga firmemente sujeta en su mano izquierda mientras sus grises ojos mostraban una locura nunca antes vista en ella, sonrió con malicia mientras tomaba la mano de su hermano haciendo un fino corte en la palma donde segundos despues se pudo vislumbrar la forma de una mariposa.

 

-Juramento de sangre vas a evitar que mamá Mahía y mamá Gabrielle lastimen de cualquier forma habida y por haber a Otto.

 

Volteo a ver a Akiza aun con ese brillo cruel en sus ojos grises.

 

-Ni tú te libras de esto, seras una de mis damas, así que más te vale no huir... BIPA

 

@OttoBkack @Aaron Black Lestrange @@Akiza Ravenclaw H.

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Acomodó un mechón de su cabello rojo detrás de su oreja, mientras caminaba por el último tramo del camino hacia la entrada del Castillo Black. Nunca había pasado periodos largos en aquél lugar, pero últimamente y con la ausencia permanente de sus padres y otros familiares con los que sentía cierto apego, sus visitas eran menos frecuentes. Sin embargo aquél día despertó con la sensación de que podría llevarse una grata sorpresa si corría esos oscuros y misteriosos pasillos nuevamente. Así que ahí estaba, usando un vestido floreado en tonos rosa pastel, aprovechando de los últimos días calurosos, con zapatillas a juego y una capa verde olivo sobre los hombros. Una vez en frente del portón no tuvo más que sacar su varita y dibujar sobre la vieja madera ciertos patrones conocidos que le abrirían paso a su hogar. El rechinar de las visagras pareció darle la bienvenida y sin perder tiempo se adentró en la oscuridad del rellano.

 

-¿Familia? -llamó, elevando solo un poco la voz, como para no perturbar el silencio y al mismo tiempo llamar la atención de quien sea que esté dando vueltas por allí. Colgó del perchero su capa y encima el bolso pequeño que había tenido colgando al hombro, del mismo color que su capa.

 

Mantuvo por unos segundos la varita en la mano, mientras se quedaba inmóvil y miraba con recelo para todos lados. No sabía entender si era el desuso de las cosas o los elfos holgazanes pero las capas de polvo parecían acumularse en ciertos rincones más de lo normal. Refunfuñó ante el pensamiento y negando con la cabeza se dispuso a subir por las escaleras, hacia el laberinto de pasillos donde estaban todas las habitaciones. A medida que ascendía, tomada del barandal, hizo un movimiento rápido para guardar su arma mágica en uno de los pliegues de la falda del vestido. Comenzó a tararear una melodía pegajosa y se preguntó si era oportuno hacer aparecer a Pipoca allí mismo para que pusiera algunas cosas en orden.

 

Por fin llegó hasta uno de los pasillos principales de la primera planta, en donde una puerta acababa de cerrarse. Apresuró el paso hasta detectar de cual se trataba y con delicadeza apoyó la oreja derecha sobre la madera. Dentro oyó una voz femenina medianamente conocida. El Castillo Black no solía estar rebosante de vida con mucha frecuencia, de manera tener uno que otro encuentro en su interior era de lo más sorpresivo, pues tenías más recuerdos de sus solitarias tardes en medio de esas muros grises que en compañía. Hizo una mueca dudosa mientras se alejaba y luego tocó con el puño dos veces, sin mucha esperanza a decir verdad. Podía esperar unos minutos y luego simplemente seguiría su camino hacia su antigua habitación, donde todo parecía estar siempre en paz.

SemperFidelis

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Como era de esperar, la Black se había cansado de esperar. Volvió a ingresar en la habitación, todo le era más que ajeno, aún no le sentía suya y comenzaba a sentirse más que sola, tal vez había sido mala idea el haberse mudado de cuarto; caminó unos cuantos pasos y se dejó caer en la cama. Sí, no pertenecía.

 

– ¿Crees que fue precipitado?

 

El conejo le miraba con enfado desde la cabecera, aleteó un par de veces y volvió su mirada con indiferencia. Sólo eso, pero sabía que muy en el fondo el animal la adoraba.

 

– Tal vez sea su ausencia... ¿Por qué tengo esa bendita suerte de conseguirme personas que se dedican a no existir en mi vida?

 

Pero de nuevo el conejo soltó un aleteo, giró su cuerpo y comenzó a asearse, era suficiente, Gabrielle sabía que le había terminado de agotar la poca tolerancia que le tenía. Sonrió para sí, en poco tiempo ella sería la que cediera y le fuera a buscar, él comenzaría el forcejeo pero al final ambos se complementaban, era imposible el continuar con el enfado.

 

La Delacour desvió la mirada a la puerta ¿Tocaban? Frunció la ceja y se levantó de la cama, acomodó su vestido azul y caminó cautelosa a la puerta.

 

– ¡Brid! ¿Qué...?- pero calló sus palabras; tal vez la emoción de ver a un ser vivo cerca de ella, o el hecho de no verla desde hacía casi el año le había orillado a sólo abalanzarse a abrazar a la chica.– Vaya... Tiempo sin verte.

 

Separó su cuerpo de ella, en cierta forma Gabrielle sabía que los Black no eran una familia de cariño pero su personalidad estaba más arriba de lo que la familia llamaba protocolo... o educación. Sonrió, la última vez que le había visto había sido en la cocina, su sobrina ¿Lo era?

 

Tu abuela está perdida... como siempre.- dijo apresurando sus palabras al pensar que buscaba a Mahia.– ¿Está todo bien?

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