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Mansión de la Familia Potter Black (MM B: 90394)


Sagitas E. Potter Blue
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Saliendo de la PB. Con @

 

Tras el fin de la ceremonia y las palabras de Sagitas (un tanto fría hacia mi, eso no me podía pasar desapercibido) Helike y yo nos habíamos retirado, yo a mi habitación, y ella a la que había estado utilizando las últimas semanas antes.

 

Me apoyé en la puerta cerrada y suspiré. De pronto estaba agotado, pero sonreía. Estábamos casados. A pesar de todo, habíamos burlado aquel oscuro futuro que nos esperaba a todos. Tal vez incluso ahora, podríamos tener alguna esperanza. Arreglaría las cosas con Sagitas cuando regresáramos.

 

Con un quejido me dirigí al cuarto de baño, dejando la chaqueta sobre la silla. Seguro que Harpo podría quitar las manchas de sangre del traje son problemas. Me di una ducha para eliminar la suciedad, y apliqué solución de murlap a la herida de mi costado antes de vendarla.

 

Cuando abandoné la habitación para ir a buscar a Helike, me la encontré en la bañera, medio dormida.

 

Aun asi, ya listos, ella con una maleta y yo con mi mochila, nos dispusimos a abandonar la mansión durante unas semanas. Los elfos iban y venían, atareados por reparar los desperfectos ocasionados durante la lucha, y por hacer un nuevo pastel para los invitados que quedasen

 

Cuando abandonamos la mansión, nos despedimos de un atareado Harpo, que parecía algo nervioso por no se qué del tío Adrian. Cuando caminábamos por los jardines hacia la salida, Sagitas y Jack aun se amaban en su cama, recuperando los momentos que tantas noches les habían sido negados.

 

Cuando desaparecí junto a Helike para iniciar nuestro viaje, no llegué a ver como Jack salía de su habitación, con la cara ensangrentada a causa de la herida en la cabeza, desorientado y enarbolando la varita en busca un agresor ya inexistente en la escena

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http://oi50.tinypic.com/20gze2w.jpg El elfo estaba tan asustado ante la criatura escondida que iba de uno a otro sin decir nada, sólo esperando que hicieran algo. ¡Para eso eran los humanos de la casa! Harpo sabía que la señorita Xell no se había colado sólo por la poción que le hubiera prometido el Amo Adrian, ya que la Ama Sagitas había sido clara, tenía que ir directamente a la clínica Santos Mangos. Y el elfo le estaría empujando para que cumpliera la orden si no estuviera tan asustado con la acromántula en casa en vísperas de un cateo ministerial.

 

Pero no pudo permanecer callado cuando la amita rubia preguntaba por biberones.

 

-- ¡Ni se le ocurra dar un biberón a una acromántula! Ya me veo convirtiéndose en su nodriza. -- Lo malo es que la creía capaz; ella amaba a las criaturas vivas tanto como la Ama Sagitas. -- Hay que sacarla de la casa, no criarla.

 

Escuchó las posibilidades que ofrecían e intentaba pensar.

 

-- Sí, señorita Xell. Pero esa puerta fue destruida por el patriarca y es imposible abrirla de nuevo. Además, yo quiero sacarla de la mansión, no esconderla en algún sitio aquí dentro. Si los funcionarios ministeriales de Seguridad son buenos, darían con ella, sin remedio. Eso es lo que hay que evitar.

 

Ahora frunció el ceño. El elfo había captado aquel ruido de un objeto roto y supo que había sido cerca. La intervención de Sean le hizo suspirar de alivio. Era probable que funcionara. No sabía que esos animales pudieran desaparecerse con todo pero si eso servía para alejar el peligro. Fuera, se sentían pasos y susurros de enamorados. Los amos salían al viaje de novios y no salía a despedirlos. ¿Interpretaría eso el amo Matt como su protesta por lo que había sucedido?

 

-- Si quiere un cuchillo de cocina, yo le traigo uno, Amo Sean. Al menos que le asusten de una manera más efectiva.

 

Saludó y salió corriendo de la habitación. Casi chocó con un hombre semidesnudo que blandía una varita en su camino. Sorprendido, notó que era el Amo Jack, el marido de la matriarca, que miraba con ojos confundidos en ambas direcciones del pasillo, como si no supiera a donde dirigirse. Sangraba. Era confuso ver sangrar a un fantasma. Harpo giró un poco la cabeza hacia un lado para ver mejor el tipo de herida que tenía en la cabeza.

 

-- ¿Cómo se ha dado ese golpe, Amo Blackner? ¿Qué hace en el pasillo? ¿Es que... ha pasado algo? -- recordó el ruido de rotura que había escuchado antes y se asustó de nuevo. ¿Es qué no podía ser un día tranquilo, sin sobresaltos?

Editado por Sagitas E. Potter Blue

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Hay momentos en los que el mundo se reduce a los latidos del corazón de quien tienes más cerca. Hay instantes en los que un roce hace qeu ese mundo tiemble, y que tu te estremezcas con él. Y en esos instantes en cuando te sientes vivo, cuando eres verdaderamente feliz.

 

Si alguien nos hubiera visto, no hubiera podido distinguir donde empezaba uno y terminaba el otro.

 

Pero ese hermoso mundo se oscureció.

 

A pesar de llevar años siendo un fantasma, conservaba ciertos instintos como Cazador, pero...en esos instantes, cada uno de los suspiros qeu arrancaba en ella hacían que mi guardia bajara, y que en mi mente no figurase otra idea más que Sagitas.

 

Asi qeu no escuché aquellos pasos que se nos acercaban. Más bien, mi cerebro hizo caso omiso de ellos.

 

Lo que si sentí fue como el objeto se destrozaba, estallando en cientos de pedazos. No oí como se rompía, ya que lo único que mis oidos lograban captar era un sonoro y agudo pitido que me ensordeció. Caí a plomo en la cama, junto al cuerpo desnudo de Sagitas, mirándola con los ojos abiertos, pero sin terminar de procesar la información que recibía, y sin lograr que mi cuerpo se moviera ante la orden más básica de todas.

 

"Protégela."

 

En un estado de inconsciencia logré ver como el maldito Lázarus se la llevaba tras hacer qeu perdiera el conocimiento.

 

 

EN algún momento, abrí los ojos. El mundo parecía un lugar desenfocado, los sonidos, demasiado lejandos. Con un extraño gruñido me levanté de la cama, y supongo qeu alcancé a ponerme los pantalones, aunqeu nunca llegaría a recordar como.

 

Debía salvar a Sagitas. Debía encontrarla. Asi que así lo único de ella que no se había llevado ese maldito.

 

Su varita.

 

entre la neblina, salí al pasillo, dando tumbos. La sangre caliente me caía por el lateral y la parte de atrás de la cabeza a causa de la gran brecha abierta tras el ataque, corriendo por mi espalda desnuda.

 

Un bulto se movió ante mi. Algo....algo hacía ruido, como si hablara. Al girar lo vi, era...era él. Aquel bulto borroso debía haberle ayudado, asi qeu alcé la varita y le apunté, dispuesto a rescatar a Sagitas.

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En la habitación de Adrian Wild, con el baúl:

 

El tío Adrian debería explicar mejor su historia porque no le dije nada al principio pero cuando esperaba que los pasos desaparecieran pensé que aquello había sonado muy lioso y que, para ayudar a un amigo estaba poniendo en peligro la Potter Black. Pero no le reñí, su carita de miedo había sido más que suficiente para perdonar todo lo que hubiera hecho. Sean, a su vez, pareció muy interesado en ayudarnos, algo que hubiera despertado la suspicacia en cualquier otro. Yo, por lo contrario, pensé que mi primo era todo un héroe que sabía solucionar todos los problemas, como la tía Sagitas. Ambos eran personajes de grandes recursos. Por eso les quería a los dos, porque se podía contar con ellos, fuera cual fuera la situación.

 

- No seas así, primo. La tía Sagitas seguro que se preocuparía por ti, si te pasara algo, sobre todo hoy que nos has defendido a todos. Ahora puedes decir que eres de la familia por derecho. ¡Oh! ¿Qué buscas?

 

Era cierto que él siempre sabía solucionar todo así que permanecí expectante para saber qué sacaba. Cuando vi el animalito, puse las dos manitas delante de mi pecho, agarradas con cariño.

 

- ¡Si es un Diricalw! ¿Cómo es que no se me ocurrió a mí? Yo tengo uno en la mansión Vladimir. - Cambié el tono a enfadada y le di un manotazo, aunque fue en el aire. - ¿Cómo llevas un pobre animalito en el bolsillo? Podría haberse ahogado.

 

Ahora había que asustar al animalito pues a Sean era imposible asustarle.

 

- No puedo lanzarte un cuchilllo de cocina, primo. ¿Te sirve un...? ¡Buuh! - les grité a ambos pero... creo que yo no servía para asustar a nadie.

 

Harpo había explicado que la puerta del infierno había desaparecido así que sólo quedaba la idea de Sean. El elfo dijo que iba a por un cuchillo de cocina y se fue. Me asusté un poquito y abrí la puerta, siguiéndole.

 

- ¡No seas bruto, Harpo! No puedes lanzarle un cuchillo a Sean. Es un buen tipo.

 

El elfo tropezó y casi se caía. Era el tío Jack. Lancé una exclamación de sorpresa al verle, chorreando sangre de una herida abierta en la cabeza.

 

- ¡Diosa tierra, estás herido, tio! ¿Qué pasó.

 

Iba desnudo para arriba y la sangre resbalaba sobre su pecho, dejando regueros de sangre que manchaban sus pantalones y el suelo. Iba descalzo. Grité a los chicos.

 

- ¡Primo Sean! ¡Primo Adrian! ¡El tío Jack está herido!

 

¡Un momento! ¿No estaban Sagitas e ithilion con él la última vez que le había visto? Temí lo peor. Jack levantó la varita contra el elfo y estaba a punto de atacarle. ¡Qué cosas pasaban hoy en la mansión! Saqué mi varita y aproveché que él parecido ido, para lanzar un Expelliarmus. La varita salió volando unos cinco metros y su mano se movió contra Harpo, vacía.

 

- Tío Jack, tranquilo, no pasa nada. - Me pareció que se balanceaba y corrí para cogerle. La puerta de la habitación de los tíos estaba abierta, así que le cogí e intenté llegar dentro sin caerme. Pesaba más de lo que había creído.

 

La cama estaba revuelta. Trozos de cerámica en la almohada y chorretones de sangre en ella. Le llevé hasta una de las sillas, junto al tocador, le senté en ella, le miré la herida.

 

- ¡Ay, qué feo costurón te va a quedar, tío! ¿Lo hizo la tía Sagitas? - Imposible pero... Hoy ya me creía cualquier cosa después de lo que habíamos vivido en la boda. - Harpo, busca ayuda, tráeme díctamos y grama para limpiar la herida. Después le haré un Episkey. Tio, tranquilo, te curaré enseguida...

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http://oi50.tinypic.com/20gze2w.jpg El elfo temió por su vida cuando vio al fantasma-nofantasma blandiendo la varita de la Ama Sagitas enfrente de su nariz. Se encogió de hombros para hacerse pequeñito, como si así fuera a evitar lo que fuera. No se le ocurrió el usar su propia magia contra el marido de su Ama así que esperó que no acertara. La voz de la amita Xell le salvó. Primero se acercaba para pedirle que no fuera a por el cuchillo de cocina pero enseguida vio lo que sucedía y se acercó a ellos.

 

El elfo levantó un poco la mano para pedirle que se fuera, para evitar el peligro pero ella era tan buena persona que se preocupó enseguida por su tío y su herida en la cabeza. Llamó a los otros dos para que acudieran. El elfo esperaba que no, que primero se llevaran aquella acromántula-bebé de la mansión. Suspiró cuando la varita cayó al suelo. Ella se apresuró para hacerse cargo del hombre herido y Harpo corrió hacia la varita, que recogió con cuidado del suelo. Era la de su ama Sagitas, ahora podía confirmarlo, mientras les seguía al interior de la habitación de matrimonio.

 

Contempló la sangre, contempló los restos de la lámpara. Con un chasquido de sus dedos, la rehízo y la dejó sobre una mesita. Después contestó a la Amita Xell con cierto tono preocupado.

 

-- ¿Es qué cree que su tía y su tío hacen prácticas sadomasoquistas, señorita Xell? Aquí ha pasado algo gordo. Parece que la Ama Sagitas no está...

 

Chasqueó de nuevo los dedos y, del armario, salió un maletín de cuero, muy usado.

 

-- Aquí tiene el maletín de primeros auxilios de la Ama Sagitas. ¿Nos puede decir que ha pasado, Amo Blackner?

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Agité la varita, pero no pasó nada. Me tambaleé mientras agitaba la mano inútilmente hacia el bulto, que sonaba como el irritante Harpo, al qeu no le caía nada bien.

 

Alguien habló dulcemente, y se me acercó, cargando conmigo para llevarme a...

 

La habitación.

- Sagitas... - murmuré, ido

 

Me dejé caer pesadamente sobre el lugar donde la voz dulce me dejó. Noté las manos en mi cabeza, y aun con cuidado, solté un gruñido, dolorido. Observé hacia la voz, que hablaba acerca de un costurón y reconocí una cabellera rubia.

- Xell... - recordé.

 

Supongo que el hecho de estar sentado fue asentando mi cabeza, qeu comenzó a dolerme como si un martillo tratara de abrirla por la mitad a golpes. Harpo acercaba a mi sobrina un gastado botiquín que pertenecía a Sagitas, mientras pregutnaba que había pasado. Sentía la boca seca, aun algo mareado por el golpe. Al menos, dejé de ver doble.

 

Pero la idea de rescatar a Sagitas seguía en mi cabeza, asi que traté de levantarme sin éxito, ya que al tratar de ponerme en pie, todo volvió a girar a mi alrededor, las piernas fallaron y acabé de nuevo en la silla.

 

- Sagitas y yo llevamos a Ithilion a dormir - comencé a contar. - Luego vinimos, ella estaba triste y cansada, la consolé, y bueno.... - noté cierto calor en la cara, supongo que porque me sonrojé. Si alguien era lo bastante espabilado y observaba la cama revuelta y mi casi falta de ropa, probablemente llegaría a la conclusión de que había pasado entre nosotros en esa cama.

 

- Alguien se acercó a nosotros mientras ninguno estaba alerta, me abrió la cabeza con esa lámpara y luego...

 

Gruñí. Demasiadas palabras juntas.

- Lázarus se ha llevado a Sagitas. - terminé - Tengo que ir a salvarla

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- No... Chicos... Sean... No... Parad, ¡pa...!

 

Harpo ya había salido de la habitación directo hacia las cocinas con Xell detrás. Miré al castaño, subido sobre el baúl y agarrando al diricawl que estaba atado al armatoste. Se me erizó el vello de pensar que estaba sentado por encima de un bebé de acromántula. La idea del diricawl no era del todo mala, pero no me convencían los propósitos de aquel hombre para con el especímen. Además, había traído el baúl sin magia precisamente por lo que aquello pudiera desencadenar, no podía permitir que lo trasladase con una magia nada certera como la de aquel animal. Jamás había escuchado que los diricawls fueran capaces de realizar una aparición conjunta, pero no íbamos a ser nosotros quienes lo desmintiéramos.

 

- Sean, no estoy seguro de esto. Además, no puedo perder la... el... bicho ese. Me lo traje porque mi amigo lo necesita, y lo tengo que guardar hasta devolvérselo, por eso pensé que Sagitas...

 

Los gritos de Xell en el pasillo me alarmaron. ¿Tendrían relación con el cristal que hacía unos minutos habíamos escuchado romperse? Miré a Sean preocupado.

 

- Bájate de ahí, ayúdame a arrinconarlo, ahí, al lado del armario. Guárdate tu diricawl, o... --pensé en el pobre animal asfixiado en su bolsillo-- déjalo mejor ahí al lado.

 

Con un rápido movimiento de mi varita hice aparecer un cuenco con agua al lado del animal y con otro, un poco más complejo, tapé el baúl con una manta.

 

- Vamos --le indiqué, saliendo de la habitación y cerrando bien la puerta.

 

A mitad del pasillo se encontraba Xell, sujetando a un hombre malherido al que metía unas habitaciones más allá. Era la habitación de mi hermana. Caminé por detrás de Harpo que pareció no alegrarse de verme allí con Sean y entramos todos en la habitación. El hombre era Jack, herido en la cabeza. Ahora entendía el ruido que habíamos escuchado. Dejé que Xell le atendiera y esperé impaciente a que pudiera hablar. Intenté no mirarle muy fijamente; seguramente se sentía avergonzado por no haber podido evitar que aquello ocurriese por estar... Moví la cabeza en un intento de borrar aquella imagen de mi cabeza. Sin decir ni una palabra, agité mi varita para abrir la ventana y que entrara algo de aire que refrescara el ambiente cargado y lleno de restos de pasión.

 

- ¿Lázarus? ¿Quién demonios es Lázarus? ¿Dónde se la ha llevado?

 

Al mirar de nuevo al pelirrojo y a la rubia arrodillada junto a él, me fijé en la mordedura del cuello de Xell. Estaba empeorando. Debería darle la poción que apenas hacía unos años había logrado fabricar, tras tanto tiempo de investigación, que evitaba, si se tomaba a tiempo, que la transformación tuviera éxito. Todavía era una poción en pruebas, pero no podía permitir que nuestra adorable Xell se sumara a una de las comunidades más odiadas del mundo mágico, e incluso del muggle. Decidí no decirle nada todavía, tenía que buscar la poción, pero si no la tenía tardaría unos días en conseguirla y... También alejé aquella idea de la cabeza. La situación empezaba a complicarse demasiado. ¡Vaya un día para ir a pedir un favor a la familia!

 

Entonces, en un rápido flash, recordé el rostro del vampiro que había mordido a la rubia.

 

- ¿Lázarus no es el vampiro que te ha mordido, verdad? --le pregunté a Xell.

 

Palidecí, aún más de lo que ya estaba. Es cierto que mi tono de piel no es excesivamente blanco para mi condición, pero en aquel momento seguro que mi apariencia resultaba mucho más inquietante. Si aquel hombre era Lázarus, quién sabía lo que podía haberle hecho a mi hermana. Había visto su mirada cuando le atrapaban. Conocía a los de su calaña, seres desprovistos de su propia vida y humanidad, controlados por la sed y sus ganas de venganza, renegados que nunca han aceptado su condición y se alimentan de odio.

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✤ Viajero de la noche ✤

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HABITACIÓN DE SAGITAS. MANSIÓN POTTER BLACK, CON Harpo, @ y @@Adrian Wild

 

Xell había abierto el botiquín qeu Harpo le había pasado. Sabia que pertenecía a Sagitas, con él solía curar los rasguños de Ithilion cuando se hacía daño jugando, o curaba sus heridas o las de Matt, que solía ser casi tan frecuente como los percances del pequeño.

 

La joven tenía buena mano curando, pero a pesar de que intentara hacerlo suavemente, no podía evitar apretar con fuerza la tela del pantalón para no quejarme. Notaba cierto escozor en la herida a causa de las pociones que utilizaba para limpiar la herida, y supongo, buscar cristales que pudieran haberse quedado incrustados.

 

Una voz masculina irrumpió en la sala. Abrí los ojos y miré a Adrian, que después de mucho tiempo sin verlo, parecía haber regresado justo para la accidentada boda de Matt. Bajé la mirada, sabía qeu Lazarus había atacado a xell, y también, que debería haber protegido a Sagitas....pero como esperar que alguien sería capaz de atacarnos en un momento tan...íntimo?

 

- Si...si, es el vampiro que atacó a Xell.

 

Por la mirada de Adrian, suponía que el tenía alguna que otra idea de como ayudar a la joven para que su situación no empeorase.

- A Lazarus le faltan el meñique y anular de la mano izquierda...se que fue Matt quien se los cercenó hace años, cuando se enfrentaron...Por eso se que era él.

 

Miré a Harpo. Él tenía la varita de Sagitas, seguro.

- Harpo, necesito la varita de Sagitas...tengo que ir a rescatarla...

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http://oi50.tinypic.com/20gze2w.jpg El elfo intentaba ayudar en lo que podía a la muchachita rubia, pasándole compresas y pociones a medida que ella le pedía. Era raudo y casi le daba todo antes de que lo pidiera, excepto en el momento en que el Amo Blackner dijo que la Ama Sagitas había sido secuestrada. Palideció y se cayó al suelo, dándose un golpe en el trasero y quedando con las piernas abierta, mirando de forma desorbitada al que debiera ser un fantasma.

 

-- ¿El Vampiro se ha llevado a la Ama? -- iba elevando la voz a medida que se aterrorizaba? -- ¿Para qué quiere a la Ama Sagitas? ¿Por qué se lleva a la Amita? ¿Por dónde se la ha llevado? ¿Habrá que avisar al Amo Matt y a su reciente esposa?

 

El elfo sentía que se le iba el aliente cuando entró el Amo Wild preguntando sobre quién era Lazarus.

 

-- Es... Es... Un ser maligno que odia a la Ama Heliké. Lo sé. Escuché una conversación que mantenía los recién casados mientras yo... limpiaba las alfombras.

 

El Elfo no iba a reconocer que estaba chusmeando cuando les oyó. Eso le recordó que tenía en el bolsillo unas cartas para el amo Matt que le había dado su prima Darla, que había olvidado. Dijo que así sabría cómo habrían entrado los malos en la Mansión. Se levantó corriendo.

 

-- ¡Aquí puede poner por donde entraron y... tal vez... a donde la llevaron, amo Blackner! -- Era la primera vez que el elfo trataba con respeto al marido de la Ama, tal vez porque los casos extremos aúnan esfuerzos para superarlos. -- ¡Hay que buscarla! Sí, sí, Amo... La varita...

 

Se la dio al instante, junto a las cartas, para que buscara alguna información sobre los malvados que enturbiaban la paz de la casa.

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HABITACIÓN DE SAGITAS. CON Harpo @ y @@Adrian Wild

 

Harpo confirmó lo que yo decía, y además agregaba que había escuchado a Matt y Helike hablar sobre él. No me extrañaba que Helike odiase a Lázarus. Lo mejor era pasar por alto que Harpo hubiera estado cotilleando lo que los chicos hablaban.

 

Al parecer recordó de pronto algo, y sacó un pequeño paquetito, lo qeu parecía una carta que le había entregado Darla antes de marcharse de la mansión tras la boda, pues según ella contenía información. Tal vez, como decía el esperanzado elfo, aquello nos ayudara a saber donde estaban.

 

Asi que tomé tanto las cartas como la varita de Sagitas, que Harpo, por una vez llevándose bien conmigo, me entregaba. Al menos la cabeza ya no me daba vueltas, y supongo que por los cuidados de Xell, había empezado a dejarme de doler como si me la estuvieran arrancando.

 

La leí con rapidez, y aunqeu no decía donde estaba Sagitas, si que me daba una mejor idea de loq eu sucedía. Del motivo por el que habían irrumpido asi, además del que yo ya conocía por experiencia propia. Aquello era algo más de luz, además, sobre por qué se la habían llevado más tarde. Ahora, debía decírselo a ellos.

 

- Es un testamento. Supongo que no lo sabéis pero...Sagitas no se lleva nada bien con su familia materna - si, debía explicarlo, aunque fuera solo por encima...tenían que entenderlo. - Cuando su madre los desafió juraron acabar con ella y sus descendientes. En su familia solo heredan las mujeres, tanto sus riquezas, como su poder.

 

Volví a mirar el testamento. Si, aquello haría más poderosa a Sagitas, pero ni siquiera tenía conocimiento de algo asi. Era una locura.

- Ellos fueron los culpables de que...bueno, de que yo traicionase a Sagitas, y de que Matt y ella no se encontraran hasta el él regresó, y yo la creí siempre muerta.Dejaron de intentar matarla porque Sagitas se ocultó aqui, y solo tuvo dos hijos. Era una amenaza, pero lejana.

 

Alcé el brazo, sujetando el pergamino ante todos.

- Según este maldito pedazo de papel y tinta, ese antepasado deja dos herederas. La madre de Sagitas, y la de Everdeen. Eso las hace a ellas herederas, y no van a consentir que Sagitas herede nada. Por eso se la han llevado. Van a... - no lo dije. No quería pensar en que llegaran a matarla.

 

Volví a doblar el pergamino y se lo tendí a Harpo.

- Que los elfos se la envíen a Matt, y que utilicen a su halcón. Falcon sabrá como dar con él más rápido. Ahora que el chico está casado, representa otra amenaza para ellos. Si Sagitas muere, el aun puede engendrar una heredera.

 

Xell se separó de mi. Notaba algo acolchada la cabeza, pero suponía que ya estaba el trabajo hecho. Asi que despacio, me puse de pie.

- Recordáis...lo extraña que estaba Sagitas en el pasillo? Se encerró en una habitación después de que se enfurruñara, y cuando salió no era ella. Tenemos....tenemos qeu revisar esa habitación. Tal vez ahí descubramos algo.

 

Aunqeu no podía ir a salvar a Sagitas con solo medio pijama.

- Dadme un minuto para vestirme y limpiar la sangre

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